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Capítulo VIII

Advertencias: segunda parte de Kilig, por lo tanto, para entenderla, debes haber leído previamente esa historia. BinWoo.

Smut

Doyoung soltó un gemido.

Apretó su mano contra su boca, avergonzado por completo mientras Youngho, sobre él, sonreía perversamente, como si disfrutara el verlo así, todo sudado, desnudo y colorado.

—Bastardo — murmuró en voz baja.

Youngho se rió, frotando su nariz contra su cuello, y ambos miraron hacia la puerta cuando fue abierta.

Taeyong se quedó quieto, observando a los dos mayores en la cama, obscenamente desnudos y sin lucir asustados por haber sido descubiertos en pleno acto. Las feromonas que Doyoung soltaba no tardaron en llegar a su nariz, sintiendo de pronto calor en su cuerpo.

—¿Necesitan... privacidad...? — preguntó, tratando de lucir impasible, aunque fallando miserablemente.

Youngho soltó una risa ronca, volviendo a agarrar la cintura estrecha de Doyoung y tirando de él, penetrándolo un poco más profundo. Doyoung dejó salir otro gemido, su goteante miembro erecto y duro contra su estómago.

—¿No quieres unirte? — preguntó Youngho con tranquilidad. — La boca de Doyoungie está desocupada y ha estado maldiciendo toda la mañana porque se acabó su leche de plátano.

—¡Sa-sabes que yo... me pon-pongo de mal humor si no... no te-tengo mi le-leche...! — chilló Doyoung, antes de jadear por la nueva embestida.

Taeyong mordió su labio inferior, viendo el lío que eran los dos chicos frente a él, y tragó saliva mientras sentía su propio miembro duro en sus pantalones, sin saber qué hacer. Por sobre todo, porque si se acercaba, significaba tener su primer contacto sexual.

Sí, Taeyong era un chico virgen, pero no tonto: cuando se sentía caliente, por supuesto, se masturbaba en la oscuridad de su habitación, y nunca antes tuvo contacto de ese tipo con otra persona pues le avergonzaba un poco. Sin embargo, ahora con Youngho y Doyoung follando delante de él, sentía la necesidad de desnudarse y permitir que hicieran lo que quisieran con él.

—Taeyong te dará lo que quieres, ¿no es así, Taeyongie? — gruñó Youngho, sonriéndole.

Taeyong fue para conversar sobre ellos sobre el viaje, pero bueno, siempre podía hacerlo después.

Caminó, observando al omega lloriqueando, y abrió la bragueta de sus pantalones. Las manos de Doyoung lo agarraron de la playera, atrayéndolo, antes de atrapar su ropa interior y bajarla lo suficiente como para sacar su polla ya erecta.

Soltó un jadeo bajo cuando la mano de Doyoung envolvió su miembro, húmedo por el líquido preseminal, y el omega lo miró con ojos grandes y expresivos. Parecía fingir una inocencia dulce, que contrarrestaba enormemente con el hecho de que estuviera siendo follado por dos alfas.

—¿Eres... virgen, Taeyong...? — balbuceó Doyoung, mientras movía su mano de arriba hacia abajo.

Desvió la vista, avergonzado.

—Sí — murmuró, mordiendo su labio inferior.

—Eso es adorable — gruñó Youngho, levantando los ojos —. Con Dodo nos aseguraremos de que lo disfrutes mucho.

Antes de poder decir algo, Doyoung comenzó a chupar el glande, llenándolo con saliva, mamando de forma superficial, y jadeó por la corriente de placer que recorrió su espina dorsal. Sus manos se deslizaron por el cabello oscuro de Doyoung, oyendo su ronroneo mientras Youngho separaba más sus piernas, viendo el momento exacto en el que el alfa se hundía más duro en su interior, gruñendo con excitación.

El omega jadeó contra su miembro, sus ojos llorosos por el placer, para después abrir más su boca. Metió ahora todo el miembro entre sus labios, mientras con su mano lo agarraba de la base para sostenerlo. Youngho comenzó a embestirlo de forma seguida, el sucio sonido resonando en el cuarto con cada nueva penetrada, seguido del ruido que provocaban los labios de Doyoung a medida que chupaba más y más.

Taeyong escuchó varias veces a sus compañeros hablar sobre lo genial que era eso, que un omega te chupara el pene, pues se veían sucios y calientes, llenos de lujuria y perversa inocencia que podía hacerlos correr sólo con una probada. Sin embargo, nunca les dio demasiado crédito a aquellas historias hasta ese momento. Aunque, por otro lado, Taeyong estaba seguro de que era la boca de Doyoung la que lo estaba provocando de esa forma, porque si hubiera sido cualquier otro omega, habría salido corriendo por el miedo.

Pero si eran Doyoung o Youngho quienes lo tocaban de esa forma, entonces estaba bien.

Mordió su labio inferior con la cabeza de Doyoung subiendo y bajando por el largo de su miembro, al ritmo de las embestidas que recibía su culo, viendo cómo se auto-lubricaba sin problema alguno. Al levantar la vista, Youngho lo agarró del cuello de la camisa, tirando de él, y de pronto los labios del alfa mayor estaban sobre los suyos en un beso sucio, caliente, dominante, y le siguió el ritmo torpemente, sintiendo como metía la lengua en su boca sin encontrarse resistencia alguna.

Al separarse, un hilo de saliva conectaba sus labios con los de Youngho, que sonreía salvajemente mientras follaba a Doyoung. El chico no dejaba de jadear y gemir con la polla metida en su garganta, y al oír el gemido del omega cuando se corrió, terminó eyaculando en su boca también, respirando aceleradamente antes de recibir otro sucio beso de Youngho.

Se alejó, tratando de recuperarse, viendo a Youngho corriéndose sobre el estómago de Doyoung, y el omega gimoteó con su rostro manchado de blanco, obscenamente sucio y contento.

Antes de poder decir algo, Youngho lo agarró del brazo y tiró de él, sentándolo en la cama.

—No... no tuvimos que hacerlo... — murmuró Taeyong, aturdido.

Youngho gruñó en señal de desaprobación, sorprendiéndose cuando Taeyong contestó también con un gruñido: a veces olvidaba que Taeyong era alfa.

Doyoung jadeó.

—Hagan eso otra vez — soltó el omega —, es caliente.

El mayor rodó los ojos, sacudiendo su cabeza.

—Ve a limpiar tu rostro, bebé — le dijo y Doyoung le sacó la lengua, obedeciendo. — No sé por qué dices eso, Taeyong. Dodo y yo estuvimos de acuerdo.

Taeyong le miró, temblando.

—Pero es tu omega — dijo con voz débil. — Dodo es tu omega, no el mío, tiene tu marca, no la mía, ¿no ves que...?

—¿Lo puedes marcar por accidente? — terminó de decir Youngho, con una expresión impasible.

El menor asintió, pero antes de darse cuenta, el alfa estaba sobre él, sobre su cuerpo, entre sus piernas, volviendo a sonreír de forma astuta. Taeyong parpadeó, tragando saliva, para después humedecer sus labios, y Youngho agarró su labio inferior, con sus ojos oscurecidos.

—Doyoung es nuestro, así como tú eres de nosotros y yo soy de ustedes — dijo con voz ronca.

Taeyong jadeó, sintiendo los labios de Youngho contra su boca, sin poder dejar de mirarlo.

—He estado haciendo algunas averiguaciones — prosiguió Youngho —, y en algunos países existen alfas que comparten omega, marcándolo los dos al mismo tiempo. Podríamos intentarlo — los ojos de Youngho brillaron —. Podríamos estar los tres juntos si sale bien.

Taeyong sintió su garganta seca por las palabras de Youngho, su alfa interior quejándose por lo que planteaba el mayor. Taeyong no era tonto: sabía que sentía una inusual atracción por Youngho, por querer ser tocado, y su corazón latía como desbocado al tenerlo tan cerca. Pero sabía también que esa otra parte, su lado alfa, no estaba totalmente de acuerdo por lo que significaba: los alfas eran dominantes por naturalezas, salvajes y posesivos, y ser dominado por otro, ser el sumiso, significaba total y absoluto rechazo.

—¿Se van a besar otra vez? — preguntó Doyoung, entrando al cuarto con su rostro ya limpio — ¿Por qué están coqueteando cuando yo no estoy aquí? Son horribles.

Youngho se quitó de encima, echándose a su lado mientras Doyoung se acercaba, colgándose del cuerpo del alfa más grande. Taeyong pensó, por un momento que, si quizás no tuvieran esas naturalezas, todo sería más fácil.

Jodidamente más fácil.

Dongmin a veces se recordaba a sí mismo cuando acababa de llegar a China, desorientado, perdido, sin saber qué hacer con su vida de ahora en adelante.

Se recordó bajando del avión, viendo los rostros desconocidos de todo el mundo, como su omega gritaba en señal de auxilio, pero sólo respondía el silencio. Esa noche durmió en el aeropuerto, siendo consciente del dinero que tenía, y a pesar de que en el bolsillo estuviera la llave del viejo departamento que Sanggie compró tiempo atrás, no sentía la fuerza necesaria para ir hacia allá.

Además, ni siquiera sabía en qué zona de Pekín quedaba, y mucho menos sabía cómo hablar chino.

Era un inútil, un bastardo inútil, un maldito omega de sólo dieciocho años que lo perdió todo y no sabía qué más hacer.

Al día siguiente, gracias a las vagas indicaciones que logró conseguir, llegó a la embajada coreana de la ciudad, inventando una vaga historia sobre su alfa muerto y el comienzo de una nueva vida lejos de su lugar de origen. Logró que lo aceptaran en un curso gratuito para aprender chino, con la promesa de conseguirle un empleo lo más pronto posible, y luego partió a buscar el departamento, agradeciendo al controlador de Sanggie cuando llegó por haberlo amoblado.

Pero, por supuesto, se derrumbó por completo cuando se dio cuenta de que incluso la habitación que iba a ser de Taeyong estaba amoblada, con una cuna, ropa y juguetes.

Los días siguientes fueron un remolino de oscuridad, lágrimas y dolor, sin salir del departamento ni de la cama, levantándose sólo para beber agua e ir al baño. Era incapaz de hacer otra cosa excepto llorar y dormir, rogando para que todo eso acabara, para que esa pesadilla desapareciera.

También escribió muchas cartas, llenas de pensamientos y divagues sin sentido que ni él mismo podía comprender en su totalidad. Pedía perdón a Taeyong por haberlo dejado, tratando de explicarle que lo amaba, que siempre lo amaría, que era su pequeño bebé precioso que amaba más que a nada en el mundo. No las envió enseguida, por supuesto, porque estaba tan sumido en su mierda que no hacía nada, absolutamente nada, sólo permanecer acostado.

Sólo cuando se dio cuenta de que no había más comida, tomó la fuerza suficiente para bañarse: fue dos semanas después de haber llegado. Olía asqueroso, lo sabía, pero no le interesaba, y cuando terminó de ducharse salió a la calle, buscando algún supermercado cercano en el que comprar cosas para la alacena.

Fue allí cuando se encontró por primera vez con Liu Yifei, cuando estaba siendo agredida por su alfa en mitad de la calle y nadie la estaba ayudando. Ese bastardo la estaba abofeteando, sosteniéndola del cabello, ignorando su llanto y sus súplicas, y Dongmin se quedó quieto mientras el resto de las personas caminaban. Fingían no ver a la pareja, a pesar de los gritos de la pobre omega, y algo hirvió en su interior.

Algo hirvió porque se vio a sí mismo en YiFei.

Sí, quizás Sanggie nunca fue tan agresivo como ese alfa, quizás Sanggie nunca lo golpeó de tan brutal manera frente a otras personas (pero a veces lo hacía, como cuando salían a comer y Dongmin tropezaba, o se reía, o se comportaba como un niño malcriado según Sanggie), pero reconoció el miedo que exhalaba YiFei, porque él también sintió tanto miedo que, a veces, era como ser consumido por completo.

Así que, antes de darse cuenta, estaba agarrando una roca, gruñendo por el odio, y golpeó a ese alfa en el rostro. Lo aturdió el tiempo necesario como para agarrar la mano de YiFei, corriendo lejos de allí entre todas las personas atónitas, hasta su departamento donde estarían a salvo.

—Deberías dejarlo — le había dicho Dongmin a YiFei, pero la omega sólo lo contempló, atónita, diciéndole con esa mirada que no le entendía.

Dongmin se limitó a servirle un té, sin decir otra cosa, y YiFei tampoco se molestó en mantener una conversación.

La chica se marchó horas más tarde y Dongmin no la vio de nuevo diez años después, cuando estaba trabajando en la biblioteca y la mujer entró con una expresión decidida.

—¿Li Dongmin? ―le preguntó YiFei.

Dongmin la miró, parpadeando: cinco años atrás decidió usar el apellido que le ofreció el Ministerio de Migración, sólo adaptar su nombre a la fonética china, porque eso simplificaba un montón los trámites, pero, por sobretodo, le ayudaba a fingir ser otra persona que no fue pisoteada miles de veces.

—¿Sí? — preguntó, parpadeando.

YiFei le sonrió ampliamente, antes de comenzar a recordarle quién era ella, y si quería formar parte un movimiento social que luchara por los derechos omegas.

YiFei siempre le sonreía, aunque todo estuviera mal. Incluso antes de morir, YiFei le sonrió y dijo que estaba orgullosa de él.

Dongmin frotó sus ojos llenos de lágrimas cuando recordó a YiFei, su pecho ensangrentado, la vida escapándose de sus ojos, pero con la sonrisa en su rostro, y se maldijo por seguir siendo tan débil. Por seguir llorando cuando ya no podía hacer nada, por seguir siendo, en el fondo, ese tonto omega sensible y asustadizo del que todo el mundo se aprovechaba.

—¿Dóne etá mamá? — escuchó decir a Chenle en mitad de la noche.

Sus ojos revolotearon por el vagón que usaban como dormitorio, siendo consciente que casi todas las personas estaban durmiendo. En medio de la oscuridad vio la figura de Jun sosteniendo a Chenle, mientras entraban para acomodarse entre Tzuyu y Yiren. Fingió dormir para así no ser descubierto, sus dedos picando por el deseo de sostener al pequeño niño en sus brazos.

Se estaba haciendo difícil. Sin Chenle a su lado, su omega lucía más perdido y muerto que nunca: el pequeño servía como una especie de ancla para mantener a raya a esos sentimientos confusos y deprimentes que le invadían de vez en cuando, pero ahora, al tenerlo lejos...

Bueno, se sentía más débil y desorientado que nunca.

—Mamá está fuera, Chenle, ya va a volver — le susurró Jun en voz baja, recostándose y dejando al niño sobre su pecho.

—No — sollozó Chenle —, mamá etá aquí. — ¿Po qué no me... no me deyas con ella?

Dongmin quería romper a llorar también.

—Dongmin no es tu mamá, mi vida — murmuró Jun con cariño —, no lo ha sido, no lo es y no lo será, ¿está bien? Dongmin es sólo tu tío.

Pelo...

—Vamos, a dormir, LeLe.

Luego de eso, sólo hubo silencio.

¿Por qué Dongmin sentía que las cosas sólo estaban empeorando?

—¡Están locos!

Youngho y Doyoung se sobresaltaron cuando Sanha gritó, enojado, mientras Minhyuk se encogía en su asiento tratando de hacerse pequeñito y desaparecer. Taeyong, por otro lado, miró a Moonbin cuando éste se lanzó al suelo, como si quisiera ocultarse de la ira del beta de pie frente a ellos.

—Papá... — balbuceó Youngho.

—¡¿Creen que iba a dejarlos ir así como así?! — le interrumpió Sanha, colorado por la rabia — ¡Se los prohíbo, no van a acompañar a Taeyong a China!

—Pero tío Bin ya compró los pasajes... — dijo débilmente Doyoung.

—¡Me importa una mierda! — escupió Sanha. — ¡No tienen nada qué hacer allí! ¡Y menos...! — Sanha tomó aire, tratando de calmarse —. ¿Saben lo que ocurrió la última vez que nos metimos en medio de todo este embrollo?

Hubo un silencio tenso en el comedor.

—Papá Sannie tiene razón — apoyó Minhyuk con cuidado —. Si la madre de Moonbin o Hyewon se entera de que están involucrados, no van a tardar en meterse en nuestra familia otra vez.

—¡No pueden hacer eso! — gritó Doyoung — ¡No vamos a dejar a Taeyong solo!

—Sus padres están en lo cierto — secundó Moonbin, poniéndose de pie —. Voy a devolver los pasajes, así que...

—¡No! ¡Iremos con Taeyong! — estalló Youngho, enojado.

—¡No nos grites, Park Youngho! — gruñó Sanha.

—¡No es justo! — gritó Doyoung.

—¡A callar! — levantó la voz Minhyuk.

—¡Taeyong es también mi alfa! — soltó Doyoung.

Sanha palideció y Minhyuk se atoró con su saliva. Moonbin parpadeó por el aturdimiento. Avergonzado, Taeyong bajó la vista.

—¿Qué? — balbuceó Sanha. — Oh, dios, ¿estás bromeando, Doyoungie? — el beta dio un paso, tomando por el hombro a Doyoung, pero el omega se echó hacia atrás con una expresión enojada. Sanha, al ver que no iba a conseguir nada con su hijo, se giró hacia Youngho. — ¿De qué está hablando? ¡¿Vas a dejar que Taeyong lo marque?! ¡Saben lo peligroso que es eso!

—¡Puedo tomar mis propias decisiones, papá! — gritó Doyoung, enfurecido. — ¡Youngho puede ser mi alfa, pero si quieres saber sobre mí, sólo debes preguntármelo!

—¿Por qué mejor no nos calmamos? — balbuceó Taeyong en voz baja.

—Papá, lo estás malinterpretando, es que... — Youngho habló con tono nervioso —, es que los dos queremos a Dodo, y él nos quiere a los dos, y yo también quiero a Taeyong y Doyoungie, y Taeyong nos quiere también, ¿bueno?

El beta parecía a punto de desmayarse por las palabras que le estaba diciendo Youngho, y Minhyuk estimó conveniente ponerse de pie para sostenerlo.

—Oh mierda... — murmuró Sanha —, y yo creía que la relación de Moonbin y Dongmin era complicada...

—¿Disculpa? — farfulló Moonbin.

Sanha se sentó en el sofá mientras Minhyuk le imitaba, sosteniendo su mano para tratar de calmarlo un poco. Se notaba que estaba realmente afectado por la situación, y nadie dijo nada por varios minutos, esperando a que el matrimonio se calmara lo suficiente.

—¿Lo han hablado? —preguntó repentinamente Sanha en tono duro — ¿Han hablado sobre cómo lo harán? — una pequeña pausa — ¿Son conscientes de que, si Dodo quedara embarazado, sus instintos alfas se alteraran si no saben quién es el padre?

Doyoung parpadeó, abrazándose, mientras Youngho bajaba la vista y Taeyong mordía su labio inferior, afectados por las palabras que estaba diciendo el beta.

Sanha levantó la vista.

—Ya son grandes — declaró, mirando a sus dos hijos —, así que supongo que ambos sabrán lo que están haciendo — se giró hacia Moonbin —. Si no los cuidas, Bin, prometo cortarte las bolas y obligarte a comerlas, ¿está bien?

Moonbin se atragantó con su saliva, pero asintió lo más rápido que pudo.

Sanha apretó su mandíbula.

—Espero que cenen con nosotros esta noche — dijo Minhyuk con tono firme hacia sus hijos —, ¿a qué hora partirán mañana?

—A las diez de la mañana — contestó Taeyong.

—Bien — Minhyuk suspiró, poniéndose de pie y dirigiéndolos hacia la puerta de salida. — Espero que seas consciente de tu decisión, Taeyong.

Taeyong no sabía cómo decirle que no estaba seguro ni siquiera de ese viaje.

Asintió, fingiendo una confianza que no sentía, y arregló la corbata de su traje mientras salía detrás de su papá hacia el auto, subiéndose al asiento del copiloto.

Jugueteó con sus manos, en tanto su papá se ponía a conducir camino a la casa de sus abuelos. Iban directo a esa jodida última fiesta, donde de seguro se aprovecharían para comprometerlo con Seulgi, y miró de reojo a Moonbin, que lucía tranquilo a pesar de todo.

No lo soportó por mucho tiempo.

—¿No dirás nada? — preguntó, y no pudo evitar el tono acusador — ¿Sobre mi relación con Youngho y Doyoung?

Su papá le observó por el rabillo del ojo, sin cambiar su expresión, a pesar de que Taeyong luciera algo alterado.

—¿Quieres que te dé un consejo acaso? — dijo Moonbin —. Creo que ya estás bastante consciente de tus decisiones, Taeyong y, sobre todo, de lo que quieres para ti — hizo una pequeña pausa, pero Taeyong no dijo nada porque sabía que su papá no acabó de hablar — ¿Deseas realmente estar en una relación con otras dos personas?

Taeyong humedeció sus labios, inseguro, pensando en el rostro sonrojado de Doyoung, en su toque descarado y juguetón, en sus labios envueltos en su miembro, mientras le miraba inocentemente. Pensó en la boca de Youngho sobre la suya en ese beso tan demandante, tan duro, tan exigente, y cómo su interior se removió ante el pensamiento de que el alfa lo dominara: una parte suya se negaba a aquello, pero tenía que admitir que también lo deseaba.

Pero...

Pero ¿era suficiente como para una relación?

—No lo sé — admitió.

Moonbin asintió, comprensivo.

—No soy nadie para juzgarte, Taeyongie — prosiguió su papá, estacionándose fuera de la casa —, así que sea la decisión que tomes, voy a apoyarte — miró la fachada del hogar para luego hacer una mueca —. Ahora, acabemos con toda esta mierda.

Taeyong asintió, saliendo del auto, y le envío un breve mensaje a Yujin deseándole las buenas noches. Moonbin y él acordaron no llevarla a esa fiesta de mierda, sabiendo que era lo mejor para que Hyewon o su abuela no la usaran y la pasara mal. Ambos la iban a proteger, así que la dejaron en el hotel con la promesa de volver temprano, y al día siguiente, si todo salía como lo planearon, se quedaría con Minhyuk y Sanha hasta que volvieran.

Volvió a arreglar su corbata, siguiendo a su padre hasta la puerta, y un mayordomo abrió. Caminaron en silencio hacia el salón donde ya estaba lleno de gente, contemplando como la expresión de Hyewon cambiaba de los nervios al alivio al verlos allí.

Gahyeon apareció con una mirada de piedra.

—Espero que hayan recapacitado en sus decisiones — dijo con tono duro. — Ahora, Bin, ve con tu esposa. Taeyong, acompáñame.

Taeyong miró a Moonbin, viendo como apretaba su mandíbula por la rabia. Pero sin decir nada, su papá caminó hacia Hyewon que fingió una sonrisa de cariño, saludando a las personas con las que hablaba.

Un escalofrio recorrió su espina dorsal cuando una mano se apoyó en su hombro.

—¿Has decidido hacer lo correcto? — le preguntó su abuela.

Taeyong la observó.

—Sí — dijo con seriedad.

Su abuela sonrió.

—Vamos.

La siguió por entremedio de la multitud en silencio, deteniéndose frente a Seulgi, que estaba entre sus padres. Saludó a los mayores educadamente, con su garganta apretada, y besó la mejilla de Seulgi, notando sus ojos asustados. Detrás de ella, por supuesto, estaba Joohyun, seria y alerta.

Humedeció sus labios.

—Taeyong le propondrá matrimonio esta noche — dijo Gahyeon.

Taeyong soltó un gruñido, llamando la atención de su abuela.

—No me casaré con Seulgi — le dijo con dureza.— Lo siento, abuela, pero no lo haré.

Los padres de Seulgi lo miraron con incredulidad, mientras su abuela entrecerraba sus ojos, furiosa. Pudo notar a su amiga un poco más asustada, pero cuando la miró, pudo ver en su rostro que le iba a apoyar de ser necesario.

—Taeyong tiene razón — dijo Seulgi —, yo tampoco quiero casarme con él. Lo quiero como un hermano, pero no más que eso.

La madre de Seulgi, una alfa hermosa, la miró despectivamente.

—¿Tú crees, Seulgi, que todo esto se trata de amor? — dijo en voz baja y enojada — ¿Tú crees que yo me casé con tu padre porque lo amo? Todo esto son negocios.

—Sora tiene razón — apoyó Gahyeon con tono duro — ¿Realmente creen que nos interesa si se llegan a amar? Tus padres también se casaron por negocios, Taeyong.

Taeyong sonrió con los labios apretados, sin mostrar sus dientes.

—¿Mis padres, abuelita? — preguntó dulcemente.

Pudo notar que ella interpretó el mensaje que le quiso dar con sus palabras.

La mujer mayor soltó un bufido despectivo.

—Vamos a conversar de esto a otro lado, para que ustedes hablan y así recapaciten — espetó ella, tratando de ocultar la rabia en su voz. Se giró y fue seguida por los padres de Seulgi.

Una vez quedaron solos, Taeyong se volteó hacia Seulgi.

—Pensé que tus padres serían más comprensivos — comentó con pesadez.

Seulgi suspiró, tomando una copa de champagne que un camarero le ofreció.

—Tal vez mi padre sí, pero mamá insiste en esto — contestó Seulgi, derrotada —. He tratado de decirles de miles de formas que no lo quiero....

Taeyong asintió, agarrando también una copa, y tomó un sorbo. Lo alejó con una mueca de asco, recordando porque el alcohol no le gustaba tanto, pero necesitaba despejarse con algo para no estallar.

—No nos casaremos — insistió Taeyong —, no pueden obligarnos a decir el sí en el altar — Taeyong miró hacia atrás, donde Joohyun le observaba. — Bueno, y siempre Joohyun puede raptarte y huir contigo.

La alfa sonrió, divertida, mientras Seulgi se reía por sus palabras.

Al otro lado del salón, Moonbin iba a golpear a alguien definitivamente. Tal vez Hyewon, que sonreía complacida al tenerlo allí, fingiendo que seguían casados cuando los papeles de divorcio ya estaban en trámite. Frente a ellos, un alfa les hablaba sobre negocios y un montón de mierda que no le interesaba.

Observó por el rabillo del ojo a Taeyong, que estaba conversando con Seulgi en una esquina del salón, sólo los dos, y pensó que debían estar poniéndose de acuerdo para cortar con todo ese lío que su madre creó.

No pudo evitar pensarlo, pero se dijo que Taeyong maduró demasiado en esas últimas semanas luego de enterarse de la verdad. Antes, obedecía en todo a Hyewon y a su abuela, queriendo complacerlas para ganarse su aprobación y sin discutir en nada. La personalidad completa de un omega en un alfa, siendo callado, silencioso y manteniendo a raya sus emociones. Y, a pesar de ser su hijo, no podía ver nada de Dongmin en Taeyong hasta entonces, porque ese niñito malcriado, exigente y salvaje desapareció cuando Dongmin se marchó.

Pero ahora, al verlo por primera vez haciendo algo que deseaba y luchando por ello, pudo notar que Taeyong era la viva imagen de Dongmin, a pesar de que el omega hubiera sido durante tanto tiempo tímido y complaciente. Sin embargo, entendía que Dongmin lo hizo para sobrevivir. E irse, a pesar de haberle causado un gran dolor, a pesar de que significó abandonar a Taeyong, era lo que Dongmin necesitaba hacer para poder resurgir.

—Bin, ¿en qué piensas?

Se volteó, mirando el fingido dulce rostro de Hyewon, e hizo una mueca notando que se quedaron a solas.

—¿Realmente te interesa? —preguntó tranquilamente. Hyewon asintió, sonriendo —. Pensaba en la expresión de Dongminie cuando le hacía el amor en la cama.

Hyewon estuvo a punto de dejar caer su copa con alcohol.

Observó cómo trataba de controlar la expresión llena de ira en su rostro. Sonrió con diversión, complacido de verla rabiar.

—Eres un imbécil — espetó ella —¿Catorce años y sigues pensando en eso? Eres patético, Moon.

No se inmutó ante sus palabras, indiferente.

—Me parece más patético que sigas insistiendo en toda esta mentira — le dijo con calma, girándose hacia la mesa para agarrar su copa de champagne — ¿No lo crees, Hyewon? Catorce años insistiendo en un matrimonio que es más falso que tu inocencia — la miró con burla. — Más de catorce años queriendo que te marque, pero ni siquiera obteniendo un beso mío, ¿no es eso lo patético? Una omega de treinta y nueve años, casada, con hijos, pero sin una marca. Qué patético.

La mujer parecía estar conteniéndose para no tirarle el líquido de su copa.

—Si sólo te dieras cuenta de que yo–

—No, Hyewon — le interrumpió, ahora duramente —. Nunca te voy a amar. Nunca te voy a siquiera querer. Para mí, tú no eres más que una mosca molesta que no puedo aplastar, nada más, ¿entendido? Y si no hubiera sido por Taeyong, por Yujin, te habría matado hace años, aunque eso vaya contra mis principios.

Hyewon no dijo nada, apretando sus labios, y Moonbin soltó un bufido, volteándose para buscar a Taeyong. Sus ojos escanearon el cuarto, lleno de gente, pero ya no estaba en la misma esquina de antes. Seulgi tampoco estaba.

Arrugó el ceño, pensativo. Pasados unos segundos, llevó la copa a sus labios, y volvió su vista a Hyewon. La mujer le observaba en silencio.

Un rápido pensamiento cruzó su mente.

Sonrió una vez más, bajando la copa con burbujeante alcohol, notando los nerviosos ojos de Hyewon en él.

—¿Realmente, Hyewon? — preguntó en voz baja — ¿Realmente pusiste algo en mi copa?

El rostro de Hyewon palideció. Moonbin dejó la copa sobre la mesa.

—No sé de qué estás hablando — balbuceó la omega.

Ladeó la cabeza, tranquilo.

—¿Qué es? ¿Algo para dejarme aturdido? No, espera, ya sé — soltó una risa seca. — Algo para ponerme caliente, para que mi alfa se active, ¿no es así? Y tú vas a estar allí, perfecta para que te folle, para que te marque y me quede contigo, ¿eh?

—Dios, Moonbin, eso es...

—¿Enfermo? — se acercó, intimidándola. — Algo típico de ti, ¿no lo crees? — su expresión se oscureció. — Eres una bastarda y, aún así, esa palabra queda corta para ti, pero no quiero ofender a las putas y a las perras diciendo que te pareces a ellas, porque eres peor que eso — vio como ella temblaba — ¿Dónde está Taeyong, Hyewon?

Ella retrocedió, asustada.

—Moonbin...

Sin importarle si estaban en medio de esa estúpida reunión, que hubiera más personas allí, Moonbin dio dos pasos y la tomó de la muñeca, haciendo que soltara la copa que cayó al suelo y se rompió en cientos de pedazos. Hyewon chilló, espantada, antes de jadear cuando la mano de Moonbin se cerró alrededor de su cuello, tirando su rostro contra la mesa. Un espantoso ruido seco resonó en el cuarto, todo repentinamente en silencio, pero a Moonbin le interesaba una mierda.

—Taeyong, Hyewon. ¿Dónde está mi hijo? — preguntó con tono suave.

Hyewon sollozó, un hilo de sangre escapando de su nariz.

—No... no lo sé... — lloró, espantada.

Moonbin soltó hormonas alfas, diciéndole a todo el mundo que no se acercaran o iban a recibir un golpe. Pudo escuchar como los omegas salían del cuarto, asustados, seguidos de sus alfas.

—Es la última vez que te lo preguntaré, Hyewon — insistió, sin perder aquel tono —. Dónde. Está. Taeyong.

—¡No lo sé! ¡No lo sé! — balbuceó.

Moonbin hizo una mueca, agarrando su copa de champagne, y la rompió contra la mesa, sosteniendo el fuste del objeto. Acercó el vidrio roto a Hyewon. Pudo notar su pánico, el miedo, el terror en sus ojos, en su aroma, pero Moonbin no sintió compasión alguna.

—Te di la oportunidad, Hyewon — dijo tranquilamente.

La agarró del cabello, tirando de su cabeza para atrás, exponiendo su cuello, y presionó el vidrio contra su garganta.

—¡El cuarto de tu madre! ¡El cuarto de tu madre! —chilló, espantada.

Moonbin sonrió, soltó los restos de la copa y la empujó contra el suelo, hecha un desastre.

—Gracias, Hyewon — dijo, calmado —, espero la firma en los papeles de divorcio mañana.

Hyewon sollozó.

Salió del salón, furioso, adentrándose en esa horrible casa que fue su hogar durante su infancia, y yendo directamente hacia el pasillo donde su madre dormía. Por supuesto, se la encontró junto a los padres de Seulgi, el cuarto cerrado, y los mayores le miraron con sorpresa.

—¿Moonbin? — dijo Gahyeon, sorprendida — ¿Qué demonios haces aquí?

No se detuvo: la alcanzó, importándole poco que fuera su madre, que también fuera alfa, y la agarró del cuello, tirando de ella contra la pared.

—Se acabó. Todo esto se acabó — le gruñó con un tono alfa fuerte —. Si te sigues metiendo en nuestras vidas, te mataré con mis propias manos, así como acabo de matar a Hyewon.

Los ojos de Gahyeon se abrieron por el espanto.

—¿Tú... qué?

La hizo a un lado, gruñéndoles a los padres de Seulgi, y abrió el cuarto.

Por supuesto, ya se esperaba la escena.

Taeyong jadeaba, semidesnudo, con el rostro colorado mientras Seulgi gemía sobre la cama, inducida en su celo, sólo con la ropa interior puesta. Ignoró a la pobre muchacha, tomando a Taeyong del brazo que soltó un gruñido, pero Moonbin sólo rodó los ojos, devolviéndole la amenaza.

Taeyong pareció aplacarse con la imposición de Moonbin, bajando la vista, y lo aprovechó para sacarlo del cuarto, sin importarle si estaba sin la camisa ni los zapatos.

—Nos vamos — dijo, tirando de Taeyong.

—Yo... Se-Seulgi...

No le hizo caso.

Al bajar al primer piso, vio a su madre sosteniendo a una destrozada Hyewon, aún viva, con sangre en su rostro.

—¿Estás loco?! — gritó Gahyeon, enloquecida — ¡¿Cómo se te ocurre hacer esto frente a todo el mundo?!

—Tienes razón — concedió Moonbin —, tuve que haberla matado.

Hyewon soltó un gemido de espanto.

—¡Moon Bin!

Ignoró el grito de su madre, saliendo de la casa mientras Taeyong le seguía a tropezones, con el frío aire de la noche despejando un poco su drogada mente.

—Seulgi, ella... Ella se sentía repentinamente mal y la llevé al baño porque Joohyun no estaba, sus papás la llamaron y de pronto...

—Calma — le dijo, sin enfado en su voz —. No es tu culpa, Taeyongie.

—Pero... pero ella necesita... Seulgi quería...

Lo subió al auto, cerrando la puerta mientras Taeyong seguía balbuceando cosas sin sentido, y segundos después se sentó a su lado, pero sin encender el auto.

Suspiró, mirando a Taeyong, que apretaba sus manos en su regazo.

—¿Crees que Doyoung quiera venir a ayudarte con tu problema? — preguntó, apuntando a su obvia erección.

Taeyong enrojeció, avergonzando y cubriendo el bulto en sus pantalones.

—No — dijo colorado —, podría... podría marcarlo...

Moonbin asintió, suspirando, y encendió el auto saliendo de ese horrible lugar, sintiéndose aliviado de que todo eso hubiera terminado. Sabía que su madre y Hyewon quizás seguirían insistiendo, pero ahora que atacó a la mujer abiertamente, que hubieran querido drogarlo, que le hubieran hecho eso a Taeyong, las cosas estaban ya acabadas para él.

—Vas a llegar a tomar agua y a dormir — le dijo a Taeyong mientras conducía —, recuerda que mañana tenemos nuestro viaje.

Taeyong asintió, todavía con las mejillas rojas y permaneció un momento en silencio.

—La odio.

Moonbin no se volteó a mirarlo.

—Lo sé — dijo Moonbin.

—No creí que... Que ella fuera realmente capaz de hacer algo así — dijo Taeyong —. De hacerle eso a Seulgi o a mí. Seulgi ni siquiera me quiere como alfa, pero estaba en celo y Joohyun no estaba y... — Taeyong soltó un quejido. — Y tía y la abuela querían que la marcara, ¿no es así? — Moonbin asintió — Que la marcara y la dejara embarazada, como contigo, para... para que no me fuera, para que no buscara a mamá...

—Ellas juegan así — dijo Moonbin, haciendo una mueca —. Juegan sucio para conseguir lo que quieren. Al menos, me di cuenta a tiempo ahora, porque antes tampoco las creía capaz y eso ayudó a que mi relación con Dongmin se acabara.

Taeyong asintió, apagado, los efectos de la droga todavía presentes, pero ya no tan insistentes, y miró a Moonbin.

—Haremos que vuelva con nosotros — dijo, ganándose la atención de Moonbin — Él volverá con nosotros y le dará su merecido a tía Hyewon.

Moonbin sonrió, imaginándose esa perspectiva, y asintió con diversión.

Si ven algún error ortográfico o de nombre pueden decirme

Muchas gracias por leer <3

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