Capítulo VI
Advertencias: segunda parte de Kilig, por lo tanto, para entenderla, debes haber leído previamente esa historia. BinWoo.
Taeyong observó los boletos que su papá le tendía, mirando la fecha en silencio mientras sentía su estómago dando vueltas por lo que eso significa.
Una semana. En una semana estaría en China, más cerca de mamá que nunca antes.
Tragó saliva.
—Papá — murmuró, tomando los boletos, en tanto Moonbin se sentaba frente a él —, tú... ¿Dongmin te habló alguna vez de... de su antiguo alfa?
Taeyong no podía decirle papá a ese primer alfa que tuvo Dongmin cuando era apenas un chico, ese alfa de rostro desconocido, ajeno totalmente a él.
No, su único papá era Moon Bin, nadie más, eso era algo que tenía claro.
—No le digas Dongmin, es tu mamá — dijo Moonbin con calma. — Y sí. Dongmin me habló mucho de él. Se llamaba Lee Sangyeon.
Se removió en su lugar, agradeciendo que Doyoung y Youngho no estuvieran en el departamento en ese momento: la pareja salió para tener una conversación sobre su relación, y a pesar de que hubiera cierta tensión romántica y sexual entre los tres, Taeyong era consciente de que no tenía que inmiscuirse entre ellos dos.
—Lee Taeyong — masculló.
—Suena mucho mejor que Moon Taeyong, ¿no crees? — preguntó Moonbin con una sonrisa irónica —. Hyewon insistió varias veces en cambiarte el nombre, pero no iba a permitir aquello.
Asintió, mordiendo su labio inferior, y sus dedos recorrieron el borde de los boletos.
—¿Ese alfa...? ¿Cómo era? — volvió a preguntar.
Moonbin le miró con una expresión calculadora, sus ojos llenos de advertencia.
—No creo que te guste la respuesta, Taeyong — le dijo con suavidad.
Sus hombros se crisparon, sintiendo nervios en todo su ser.
—Es sólo curiosidad — insistió Taeyong.
El mayor ladeó la cabeza.
—Esto es lo que me contaba Dongmin, ¿está bien? No sé más cosas además de ello — Moonbin suspiró, acomodándose — Dongmin me contó varias veces que era una relación normal, lo que se esperaba de ellos.
Los ojos de Taeyong se oscurecieron.
—¿Le pegaba? ¿Ese alfa le pegaba?
Pudo notar como la expresión de Moonbin se tornaba rabiosa por el enfado, por el disgusto.
—Dijo que el único momento en el que no le pegaba era cuando estaba en cinta de ti — concedió Moonbin, con la voz temblando debido a la ira.
Taeyong sintió como el enojo bullía también en su interior por las palabras de Moonbin, enojado por pensar en Dongmin siendo agredido por quien se suponía era la persona que debía defenderte y cuidarte.
Pero no es como si fuera algo extraño: el omega era propiedad del alfa, y si el alfa lo estimaba conveniente, entonces podía agredirlo todo lo que quisiera.
—Eso... ¿eso significa que yo fui producto de una violación? — siguió preguntando en voz baja.
La expresión de Moonbin no cambió.
—Dongmin me contó varias veces que Sangyeon lo violaba, pero no me dijo si quedó embarazado en esos encuentros — dijo con tono cuidadoso —. Sin embargo, Taeyong, eso no significa que Dongmin te haya amado menos. Tú fuiste, eres y serás su centro siempre, ¿lo sabes?
Su centro. Su pilar. El motivo por el que Dongmin seguía viviendo y no cayó en una profunda depresión que pudo haber acabado con su muerte, como dijo en esa carta que le dejó a Moonbin.
Taeyong es lo único bueno que he hecho en esta vida y si él llega a morir, Moonbin, yo también me muero.
—Te ama tanto que pensé varias veces en lanzarte por la ventana para deshacerme de ti y que me amara sólo a mí — agregó Moonbin como si nada.
Taeyong lo miró, parpadeando debido a la incredulidad.
—¿Estás bromeando, papá? —preguntó.
Moonbin sonrió.
—Por supuesto que no.
Decidió no seguir investigando sobre eso.
—¿Mamá llegó a amarlo?
El rostro de Moonbin se torno meditabundo.
—No — dijo con rotundidad —, no creo que haya sentido amor por él. Dongmin fue criado para buscar seguridad y sonreír ante un alfa, por eso permitía los golpes y abusos. Incluso, muchas veces conmigo, se comportaba como un omega sumiso y complaciente, porque lo criaron para no tener voz ni voto. Sólo cuando tú estabas realmente amenazado, él parecía reaccionar de otra forma — hizo una mueca de diversión. — Cuando le propuse matrimonio, se negó al principio porque no iba a sacrificarte, e incluso cuando le prometí que no te haría daño, fue desconfiado y trató de satisfacerme para que yo siempre estuviera feliz.
Taeyong trató de imaginárselo, trató de pensar en el mismo rostro que vio en televisión, más joven, forzándose a sobrevivir cuando la vida le dio tantos golpes, y comprendió el desprecio que sentía Dongmin hacia los alfas, el por qué habló de ellos con tanta ira en su voz.
Entonces, un pensamiento desagradable entró a su mente.
Si yo soy alfa, ¿él también va a odiarme?
Dongmin no sabía que él era alfa. Hasta el momento, todo el mundo lo veía y pensaba que era omega por su aspecto, y sabía que cuando era más pequeño, todos esperaban lo mismo de él. Incluso en la carta de su cumpleaños número doce, cuando se reveló como alfa, Dongmin le comentaba lo feliz que estaba que ahora fuera omega, a pesar de lo difícil que sería su vida.
Taeyong no creía poder vivir si su mamá le decía que no lo quería porque era alfa.
—¿Él te amaba, papá? — preguntó con voz ahogada, recordando los ojos llenos de amor que Dongmin tenía en el vídeo.
Moonbin trató de ocultar su mirada llena de dolor.
—Por supuesto que sí — dijo con voz temblorosa —, me amaba tanto como lo amo yo.
Taeyong miró a su papá, siendo consciente de que habló en tiempo pasado, y temió por un instante que, a pesar de que Dongmin hablara con tanto amor en sus cartas, puede que las cosas fueran distintas una vez se vieran.
—¡Oppa!
—¡Hyung!
Youngho se rió mientras tomaba en brazos a Wonyoung, en tanto Doyoung rodeaba con un brazo a Jisung, revolviéndole el cabello sin dejar de sonreír. Minutos después, Sanha se asomaba por la puerta de la cocina, feliz de tener a sus dos hijos mayores en casa.
—¿Cómo están? — preguntó Jisung sonriendo, tirando de Doyoung al comedor.
—Pues bien — contestó —, ¿cómo te ha ido a ti en matemáticas? ¿Sigues reprobando?
Jisung hizo un puchero.
—Es que son muy difíciles — dijo como excusa.
—Si quieres puedo ayudarte — se ofreció Doyoung.
Su hermanito menor, el pequeño e inocente Jisung, lo miró confundido.
—Pero... ¿no reprobaste matemáticas también, Dodo? — preguntó sin mala intención.
Doyoung se tensó, pero Jisung no lo notó:
—¡No te preocupes! — dijo como si nada —. Le pediré ayuda a Honie — y sin decir nada más, fue a abrazar a su hermano mayor, que seguía haciendo reír a Wonyoung.
Doyoung se recordó a sí mismo a los trece años, sentado en el patio delantero de su casa mientras veía a los niños betas y alfas del barrio donde vivían corriendo por las calles, con Youngho metido entre ellos, riéndose y jugando a la pelota. Por el contrario, las niñas omegas (él era el único niño omega allí) estaban jugando en la casa frente a él a la casita, y lo invitaron, por supuesto, pero Doyoung no quería jugar con ellas.
Doyoung quería jugar con su hermano y el resto de los niños.
Se puso de pie, limpiando sus pantalones, antes de caminar hacia donde estaban los chicos. Se acercó a Youngho cuando se detuvo por el cansancio.
—¿Honie? — preguntó, fingiendo una sonrisa confiada.
—¿Qué ocurre, Dodo? — preguntó Youngho, sonriéndole.
—¿Puedo jugar con ustedes? — dijo, balanceándose en sus pies. — He visto que falta un jugador en su equipo, ¡puedo ir incluso al arco si quieren! Estoy seguro de que...
—¡No, el omega no puede jugar con nosotros! — se apresuró a decir el que había sido su mejor amigo un año atrás, Changkyun, que ahora era alfa —. ¡Se va a caer, llorará y nosotros tendremos la culpa! Además, ¿por qué no va con las omegas? ¡Ese es su lugar!
Doyoung parpadeó hacia Changkyun, ofendido, y frunció los labios en actitud de enojo.
—¡No voy a llorar! ¡Lo prometo! — insistió con la garganta apretada.
—¡Los omegas no pueden jugar con los alfas, lo dice mi mamá! — apoyó otro chico, Yugyeom.
Doyoung quería llorar de la frustración y la rabia.
—¡Mira, si hasta se pondrá a llorar! — se burló Changkyun —. ¡No puedes jugar! Ya vete, nos estás molestando.
Los dos chicos se marcharon con burlas, y Doyoung miró a Youngho, que ya no sonreía y estaba con una expresión congelada en el rostro. El pequeño omega le observó con insistencia, y al final, Youngho sólo bajó la vista.
—¿Por qué no vas a jugar con Jinni y Jihyo? — dijo Youngho, retrocediendo y sonriéndole tensamente. — ¡Nos vemos a la hora de la cena!
Y Youngho se giró, dejándolo de pie, solo y con los ojos llorosos.
Volvió a la realidad de golpe cuando Youngho, ahora con casi diecinueve años, se sentó a su lado, con esa misma sonrisa que ponía siempre.
—¿En qué piensas, Dodo? — preguntó.
Se obligó a no dejar que la rabia y el desprecio lo invadieran, porque sabía que eso no llevaría a nada, que ya pasaron los años, que Youngho no tenía la culpa de nada.
Porque no la tenía, ¿cierto?
—Jisung necesita ayuda en matemáticas — dijo con calma —, ¿por qué no lo ayudas?
Youngho soltó un gemido de protesta, pero antes de poder decir algo, Sanha volvió a asomarse.
—Hola, chicos — dijo, acercándose a darles un beso a cada uno —, supongo que se quedarán a cenar con sus viejos padres.
Doyoung le sonrió a papá Sannie con disculpa mientras Youngho sacudió su cabeza.
—No, cenaremos con Taeyong y tío Bin — dijo Doyoung.
Sanha puso una expresión ofendida en su rostro.
—¿Qué? ¡Luego de todo lo que he hecho por ustedes! — dijo con indignación.
—Papá...
—¡Yo los di a luz!
—¡Somos adoptados, papá!
—¡Es una metáfora!
—¡Papá, estás exagerando!
Sanha les pegó un manotazo a cada uno, haciendo que se quejaran, y se marchó otra vez a la cocina, murmurando maldiciones por lo bajo.
Doyoung soltó un quejido, enfurruñado, y Youngho comenzó a acariciar su cuello. Eso le llamó su atención.
—¿Qué ocurre? — preguntó hoscamente — En casa de nuestros papás no, Youngho.
—Soñé contigo anoche — confesó en voz baja.
Doyoung le miró, enarcando una ceja, y Youngho suspiró con ojos llenos de pena.
—Soñé cuando estabas llorando porque tus notas eran horribles — dijo Youngho en voz baja, sin querer que sus hermanos menores o su papá escucharan —, cuando pasabas noches estudiando para poder tener buenas notas, pero seguías fracasando porque no entendías las cosas y no querías aceptar mi ayuda.
Doyoung apretó su mandíbula un instante.
—Me la ofreciste varias veces — recordó Doyoung —, pero siempre me negué porque quería demostrarte que no te necesitaba.
El alfa asintió.
—Lo lamento por todo — se disculpó Youngho con tono serio —, por hacer una diferencia cuando no debería haberla. No soy un buen alfa para ti, Doyoung.
—No — concedió Doyoung —, pero yo tampoco acepté tu ayuda por orgullo. Yo también lo siento por ser tan malo y cruel contigo a veces.
—No tengo nada que no mereciera — insistió Youngho.
—Nadie lo merece — replicó el omega —, nadie merece crueldad y odio, Youngho — hizo una mueca —. Excepto Hyewon. Esa perra puede irse al infierno.
Youngho ahogó una risa contra su hombro.
—¿Dónde está Chenle, Jun? — preguntó Dongmin, enderezándose cuando Jun entró al vagón del tren que servía como enfermería. El omega tenía su pierna envuelta en gasa, mientras curaba por la herida de bala que le llegó.
Junhui no le miró, sentándose a su lado.
—Tzuyu lo está cuidando — dijo Jun como si nada. — Ahora, sobre lo que hablamos en la reunión...
—Jun — le interrumpió Dongmin bruscamente —, quiero ver a Chenle.
El alfa lo miró.
—No eres su mamá — le dijo sin suavidad —, así que vas a tener que permanecer un tiempo alejado de él hasta que lo entienda.
La expresión de Dongmin se tornó roja por la furia, sus labios frunciéndose en una mueca de ira. Trató de salir de la cama y ponerse de pie.
—¿De qué estás hablando? — espetó enojado. — ¡Claro que no soy su mamá! ¡Pero que esté confundido no significa que tengas que alejarlo de mí!
Junhui se puso de pie, también molesto por la situación, y lo empujó contra la cama para que no se hiciera más daño.
—¡No deja de llorar y llamarte creyendo que eres su mamá, Dongmin, y no lo eres! ¡Su madre es Minghao, lo va a tener que recordar quiera o no! — Jun levantó su voz —. Si hubiera sabido que esto terminaría así, jamás te lo habría dejado a cargo.
Se sintió como una cuchilla para su corazón, a su lado omega, tan herido y destrozado que estaba.
Dongmin no se lo comentó jamás a nadie, pero no sentía conexión alguna con esa parte fundamental suya, con ese lado que lo volvía suave y tierno y dulce, excepto en esos breves instantes en los que sostenía a Chenle contra su pecho imaginando que era Taeyong, o soñaba con el toque de Moonbin sobre su piel. En esos pequeños momentos se sentía otra vez como ese omega torpe, sonriente y que se acurrucaba contra la gente que amaba, pues quería ser protegido y amado.
Los celos, incluso, eran dolorosos y sin placer alguno para sí mismo: su cuerpo se satisfacía, pero no había pasión, fruición, satisfacción, en su propio toque o en el de Jun. Su piel ardía, pero su omega, su mente, todo lo demás, estaba helado y frío.
—Dame a Chenle — rogó con la voz quebrada —, Jun, tráelo para acá...
Junhui lo miró con pena en sus ojos.
Y habló:
—No te acerques a Chenle hasta que yo lo diga, Dongmin.
Dongmin sollozó, retorciéndose, con su omega llorando en señal de protesta.
—¡Vete a la mierda! — le gritó furioso, con lágrimas cayendo por su rostro. — ¡Eres un hijo de puta, Jun, un jodido bastardo! ¡No te me acerques más, ¿entendido?! ¡No te quiero ver, bastardo traidor!
Junhui lo soltó cuando Yukhei entró alarmado por los gritos, yendo hacia Dongmin. El omega se estiró para golpear a Jun en la mejilla, y el médico tuvo que sostenerlo para calmarlo.
Su mente era un hervidero de ideas inconexas que no podía controlar, no podía manejar, y gruñó amenazadoramente hacia su amigo.
—¡No pienses obligarme con esa voz de mierda, traidor! — le gritó, luchando por soltarse — ¡Lo vuelves a hacer, Junhui, y te mataré, ¿lo tienes claro?! ¡Te mato!
Jun salió de la habitación, disculpándose en voz baja, y Dongmin se derrumbó contra el toque suave de Yukhei, jadeando, odiando a todos esos malditos alfas que sólo lo hirieron una y otra y otra vez.
Una y otra y otra vez, sin descanso alguno.
Cuando la puerta se abrió, Moonbin casi cayó al suelo apenas un cuerpo pequeño chocó contra el suyo. Si no hubiera sido porque Taeyong estaba detrás de él, habría acabado sentado de culo con una sollozante Yujin en sus brazos.
—¿Papá? — lloró Yujin contra su pecho —. Papá, ¿dónde estabas? Mamá, ella...
Taeyong asomó su cabeza, sintiéndose culpable por haber olvidado a su hermana menor, por no haberla llamado, notando que estaba alterada y triste y sin entender bien lo que estaba ocurriendo.
—¿Moonbin? — la voz de Hyewon resonó en la casa, pero el mayor la ignoró, acariciándole el cabello a su hija, que seguía llorando —. ¿Taeyongie?
Levantó la vista, observando a Hyewon de pie en el pasillo, con ojeras marcando su rostro pálido, su cabello desordenado y su mirada cansada. Sintió un leve dolor en su estómago porque días atrás, antes de saber todo, habría ido hacia ella para abrazarla.
Pero ahora sólo podía verla y su mente pensaba en todo lo que hizo su tía años atrás para lograr tener algo de poder, para obtener una buena posición, para ser superior al resto.
Todo lo que le hizo a su mamá, porque Dongmin estaba entremedio de sus deseos personales.
—Ves Yujin — dijo Hyewon, dando un paso y tratando de sonreír —, te dije que papá y Taeyongie regresarían, ellos no se irán de aquí.
La niña levantó su rostro lleno de lágrimas y Moonbin limpió sus mejillas con evidente cariño.
—Vamos al comedor — dijo Moonbin, sin dirigirse hacia Hyewon —, hay muchas cosas qué conversar.
Yujin asintió, vacilante, y dejó que su papá se adelantara, acercándose a Taeyong y abrazándolo por el cuello. El chico no dudó en devolverle el abrazo, queriendo calmarla, aunque sabía que probablemente toda esa situación no acabaría bien.
Cinco minutos después, Yujin estaba sentada a su lado, abrazándolo por el brazo mientras Moonbin se sentaba frente a ellos y Hyewon permanecía de pie, inquieta.
—Bueno — dijo Moonbin con tono suave —, Yujin, tu madre y yo nos vamos a divorciar.
Yujin enmudeció por la sorpresa.
—¿Qué? — balbuceó Hyewon con horror en su voz — ¿De qué hablas, Moonbin?
Moonbin no se giró hacia Hyewon, mirando sólo a la niña, y le tomó la mano a la omega.
—No quiero que tú y Taeyong se culpen de esto — Taeyong no dijo nada, sabiendo que contarle toda la verdad a Yujin de golpe podría alterarla —, porque es algo que sólo nos incumbe a tu madre y a mí. Además, que nos separemos no significa que los quiera menos o ya no nos veremos más.
—Moonbin, ¿qué estás haciendo? — Hyewon se acercó con una mirada de rabia. — ¡No puedes tomar esas decisiones!
Por primera vez, desde que llegaron, Moonbin la miró. Hyewon se estremeció al ver odio profundo en sus ojos, ese descontrolado desprecio que sentía el alfa hacia ella, todo contenido en una mueca de desprecio en su rostro.
—Los papeles de anulación te los enviará mi abogado mañana — dijo con tono suave —, espero que estén firmados para la tarde, Hyewon.
—Si crees que... — comenzó a decir Hyewon con tono débil.
—Lo harás — dijo Moonbin, sin perder aquella voz dulce, que le asustaba mucho más ya que sabía que, si presionaba donde no debía, el alfa sacaría ese lado que daba miedo —, porque si no, Hyewon, Taeyong no se quedará de brazos cruzados.
La mujer se volteó hacia Taeyong, que le miraba con ojos inexpresivos, sosteniendo la mano de Yujin.
—Puedes decirle a la abuela — dijo Taeyong amablemente —, pero si ella actuará en contra de nuestra decisión, entonces puede ir despidiéndose de su Imperio.
Hyewon no dijo nada, atónita mientras Taeyong se ponía de pie, tirando de Yujin.
—Vayan a buscar sus cosas — ordenó Moonbin —, nos iremos apenas tengan todo guardado — cuando los chicos desaparecieron, Moonbin se volteó hacia Hyewon, sonriendo cruelmente —. Puedes quedarte con la casa, Hyewon. Considéralo mi regalo de bodas.
Antes de que pudiera decirle algo más, Moonbin se marchó del comedor, dejándola en completo desconcierto al ver que todo lo que construyó se estaba derrumbando, sin poder hacer algo para evitarlo.
Si ven algún error ortográfico o de nombre pueden decirme ^^
Muchas gracias por leer <3
Nos vemos en el siguiente capítulo
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