Capítulo V
Advertencias: segunda parte de Kilig, por lo tanto, para entenderla, debes haber leído previamente esa historia. BinWoo. Angst y drama en estos primeros caps.
Querido Taeyong:
¿Cómo estás, bolita de arroz? ¡Ya es Navidad! De seguro debe estar cayendo mucha nieve allí, ¿te gusta eso? Recuerdo que te gustaba mucho jugar en ella, ¡Honie y Dodo te perseguían y tú tratabas de correr de ellos, pero no podías! Tuve que detenerlos muchas veces porque te estabas ahogando por la risa, bebé.
¿Qué pediste de regalo? Espero que papá te haya entregado lo que sea que hayas pedido, si no, siempre puedes hacerle un berrinche, aunque ya estás algo grande para eso. No importa, Taeyongie, hazlo rabiar, papá enojado es muy divertido.
He estado pensando en viajar, Taeyong ¿no te gustaría que fuera una semana para allá y así poder vernos? ¡Me encantaría verte otra vez! Estoy seguro de que papá te dejaría salir conmigo, y puede que incluso... puede que Hyewon...
¿Por qué no lo piensas? Ya tienes trece años, Yongie, ¿te gustaría conocerme? Si quieres hacerlo, por favor, bebé, envíame una carta y compraré un boleto hacia allá inmediatamente para que nos veamos. Pero si no quieres, está bien, no es necesario que respondas, tu silencio será respuesta suficiente, mi vida.
Piénsalo, por favor.
Bueno, ojalá te hayan dado muchos regalos, bebé hermoso, ten unas lindas celebraciones.
Con amor, mamá.
Taeyong terminó de leer la carta número quinientos setenta y dos, frotando sus ojos por el cansancio, y la dobló cuidadosamente. La dejó junto al resto de cartas leídas, quitando los rastros de lágrimas de sus mejillas.
Cada semana, Dongmin le envió una carta sin falta, contándole cosas de su vida diaria, platicándole sobre sus amigos, sus sueños, sus pensamientos, y sin importarle si sólo obtenía silencio. Algo pareció romperse en su interior porque pensar en eso, en su mamá hablándole catorce años a la nada, era algo demasiado doloroso y triste, algo que nadie debía pasar.
Doyoung, a su lado, se removió y frotó sus ojos.
—¿Taeyongie? —preguntó con tono somnoliento. — ¿No has dormido nada?
Sacudió su cabeza en una negativa.
Luego de que su papá se hubiera marchado y él dejara de llorar, agarró la caja con las cartas, rebuscando en el fondo para comenzar a leer las primeras que llegaron: eran las cartas más deprimentes, duras y horribles de leer, pues podía notar, sólo con la narración, que mamá no estaba bien.
Qué parecía consumido por un enorme dolor que acabaría tarde o temprano con él.
—Deberías dormir — dijo Youngho, mientras su desordenado cabello caía sobre sus ojos. — Además, estás faltando al colegio y...
Mordió su labio inferior.
—No voy a seguir yendo — dijo con el ceño levemente fruncido —, no me importa el colegio. Debo... debo ir a buscar a Dongmin y...
—Hey, hey, tranquilo — se apresuró a decir Youngho —, relájate, ¿está bien? No te sirve de nada enloquecer ahora, Taeyong, no te hará bien. Necesitas descansar.
Miró a Doyoung, que volvió a cerrar sus ojos para dormir unos minutos más, y luego contempló a Youngho, sus ojos preocupados puestos sobre él.
Taeyong se sentía extraño allí, con los dos chicos sobre él en todo momento, tan preocupados por su estado anímico, ya que nunca antes otras personas que no fueran sus padres se preocuparon por él. Como no tenía amigos, sus habilidades para las relaciones extra-personales eran escasas, por no decir nulas, pero de alguna forma se sentía cómodo en ese ambiente.
Había algo extrañamente confortable en ambos chicos que relajaba a su alfa interior.
Suspiró, dejando la caja en el suelo, y se recostó sobre la cama. Inmediatamente Doyoung se subió sobre él, acurrucándose contra su cuerpo, el aroma omega inundando sus fosas nasales.
Youngho, lejos de lucir celoso, sonrió como si nada.
—¿No deberían ir a la universidad ustedes? — preguntó Taeyong, bostezando.
—No estoy preocupado por mis clases, las primeras siempre suelen ser una mierda — dijo Youngho, tranquilo.
Doyoung no contestó.
—¿Y tú, Doyoungie? — le preguntó Taeyong al omega.
Doyoung se apretó contra su cuerpo, sin levantar la vista.
—No estoy estudiando — dijo en voz baja y avergonzada —, mis notas no fueron buenas y ninguna universidad me aceptó. Además... — su tono se tornó rencoroso —, como estoy marcado, los Consejos creían que era mejor que me quedara en casa para dedicarme a mi alfa.
Oh.
Taeyong miró a Youngho, que hizo una mueca de pena, y le acarició el cabello a Doyoung.
—Te dije varias veces que te preocuparas de tus notas, pero nunca me hiciste caso — dijo Youngho en voz baja.
Doyoung lo fulminó con la mirada.
—Discúlpame, hijo perfecto — gruñó Doyoung —, pero yo no soy un chupapollas como tú.
Prosiguió un pesado silencio en la habitación, el omega acurrucándose más contra el pecho de Taeyong, ocultando su rostro contra su cuello.
Taeyong le acarició el cuello, sobre su marca.
—Doyoung — gruñó Taeyong —, discúlpate con Youngho. Ahora.
El omega se crispó, enderezándose bruscamente, mirándolo con sorpresa y molestia.
—¿Qué? — soltó —¿Por qué debería hacerlo? ¡Sólo dije la verdad! — se alejó, bajándose de la cama — ¡Youngho se dedicaba a lamerle el culo a todo el mundo para mejorar sus notas!
—Eso no es cierto, Dodo — replicó Youngho con tono herido.
—Pídele perdón — insistió Taeyong, sentándose sobre la cama.
—¡No! — Doyoung los observó con disgusto — ¡Ustedes, como alfas, tienen toda su jodida vida resulta! — sus ojos se llenaron con lágrimas — ¡Pero nosotros, los putos omegas, tenemos que esforzarnos el doble, el triple, para siquiera tener una mínima parte de lo que ustedes tienen!
Antes de que cualquiera pudiera decir algo más, Doyoung se marchó del cuarto, cerrando con un portazo.
Ellos no le siguieron.
Taeyong miró a Youngho , que suspiró por el cansancio, acostándose otra vez, y de forma automática se acurrucó a su lado.
—No te preocupes — murmuró Youngho en tono bajo —, Doyoungie y yo solemos discutir así.
—No está bien — le dijo Taeyong con seriedad —, él no debería descargarse contigo sólo porque eres alfa. Sólo porque quieres cuidarlo.
—No es mi culpa — concedió Youngho — pero yo tampoco hice algo cuando supimos que era omega y nuestros papás lo tuvieron que cambiar a un colegio sólo de omegas donde le enseñaban las tareas del hogar mientras que a mí me educaban en Geografia, Historia, Matemáticas, Literatura y Lenguas. No hice algo cuando mis amigos ya no quisieron jugar con él porque era débil, delicado y omega, y yo me iba con ellos, dejando a Doyoung sentado y solo en el patio de nuestra casa.
Taeyong cerró sus ojos, tratando de imaginárselo, recordando a su pobre Yujin, omega y bonita, siendo dejada de lado cuando se mostró como omega. Recordó cómo lo trataban a él porque creían que iba a ser omega, la forma en la que su abuela le miraba, incluso como su mamá (no, mierda, tía Hyewon) le observaba, hablando siempre de él, frente a él, como si no pudiera escuchar todas las cosas que opinaban.
Incluso, con sólo nueve años, hablaron de comprometerlo con un alfa de otra familia con poder, pero como siempre, Moonbin se negó a ello con firmeza.
Y Taeyong sabía que le estaban buscando ya un prometido a Yujin, que no lucía interesada en todo eso, pues a ella la criaron todo el tiempo como si fuera a ser alfa, y cuando no fue así, le quitaron todos los privilegios de un día para otro, comenzando a tratarla como si tuviera que agradecer que le dirigieran la palabra.
De alguna triste forma, Youngho tenía razón: no, ellos no tenían la culpa de que los omegas recibieran ese trato, pero tampoco se preocupaban de hacer algo para evitarlo.
—Taeyongie, ¿qué estás haciendo?
El niño de ocho años levantó la vista hacia su papá, arrugando los labios en señal de disgusto mientras dejaba el lápiz de color rojo sobre el dibujo, como si estuviera fastidiado.
—Le pinto el cabello a mamá — dijo como si fuera obvio.
Moonbin arrugó el ceño, confundido.
—¿Oscuro? Pero Hyewon tiene el cabello claro — contestó Moonbin, sentándose detrás de él.
Taeyong se puso de pie, sacudiendo su cabeza, y caminó hacia él. El alfa no tardó en tomarlo en brazos, sentándolo sobre sus piernas.
—Oh, cierto — dijo Taeyong, atónito —. Es que anoche sonié con mamá.
—Se dice soñé, Yongie.
—Sooooonié — repitió Taeyong.
Moonbin sonrió, revolviéndole el cabello.
—Pero anoche tuviste una pesadilla — prosiguió Moonbin.
—Mhnnnn... — Taeyong asintió —, pero mamá estaba allí. Mamá... — arrugó su nariz —, bueno, tal vez no era mamá...
—¿Qué dices? — su papá le miró, preocupado.
—Pero se parecía a mamá... — Taeyong frotó sus manitos contra sus ojos, confundido — Sonreía y era como mamá — los ojos de Taeyong se llenaron por las lágrimas —. Era cálido y dulce y bonito. Y se giró y todo se sintió feo y oscuro.
—Oh, Taeyongie...
Moonbin sólo lo abrazó mientras Taeyong rompía a llorar, sin entender un poco lo que estaba ocurriendo, pero para el alfa era bastante obvio que el niño estuvo soñando con Dongmin.
Algo dolió cuando pensó en el omega.
Trató de no romperse en ese momento, porque Taeyong le necesitaba y él le prometió a Dongmin que lo iba a cuidar, así que eso haría. El niño se acurrucó contra su pecho, sin dejar de sollozar y con Moonbin acariciándole el cabello, suspirando.
—Está bien, no te preocupes — le murmuró —, yo sigo aquí.
Taeyong sorbió por su nariz, pero antes de poder decir algo, una pequeña niña entró al comedor.
—Taeyongieeeeeeee — dijo Yujin, entrando con una sonrisa enorme que desapareció cuando lo vio llorar — ¿Qué pasa, Taeyongie?
El niño frotó sus ojos para eliminar sus mejillas, bajándose del regazo de Moonbin.
—No, es que me pegué — mintió como si nada.
Yujin arrugó los labios antes de mirar a su papá, corriendo para abrazarlo.
—Paaaaaaaaaapi — le dijo sonriendo y Moonbin se rió, tomándola en brazos — Papi glunión.
—Gruñón — le corrigió, pero Yujin se encogió de hombros.
Moonbin le revolvió el cabello, mirando a Taeyong volviendo al dibujo para fruncir el ceño, tomándolo y arrugándolo con fastidio.
Miró a la niña en brazos, tan contenta y feliz, y no pudo evitar darle un pequeño beso en la frente: Yujin podría no ser hija suya, pero eso no quitaba que mereciera cosas buenas a pesar de todo. Además, el hecho de que fuera tan sonriente le recordaba de alguna forma u otra a Dongmin, y eso hacía que no pudiera odiarla.
¿Cómo odiar a esa pobre niña?
Taeyong tiró el papel a un lado, volviendo su vista a la televisión, y en ese instante, Hyewon entró.
—Hey — saludó sonriendo, pero Moonbin la ignoro mientras los niños la saludaban.
Pudo sentir la tristeza omega en el aire, pero se limitó a mirar la televisión, ignorando a Hyewon como llevaba haciendo todos esos años.
Casados podían estar, fingiendo ante el mundo que eran un matrimonio estable y que compartían cama, pero la verdad era que todo era un circo montado frente al resto, y ese falso lazo estaba destinado a seguir siendo una tortura para ambos.
Moonbin no iba a hacer nada por Hyewon, ni siquiera a tratarla con cariño, porque esa perra bastarda no lo merecía.
—¿Qué estás dibujando, Taeyongie? — preguntó Hyewon cuando Taeyong volvió a dibujar.
—A nosotros — dijo, sin levantar la vista —, ¡una familia feliz!
Moonbin no cambió su expresión, y Yujin se puse de pie para ir a ver el dibujo.
—Oh — comentó Hyewon, antes de recostarse contra él —, qué bonito, ¿no, mi amor?
El alfa la miró, viendo esa expresión de hipocresía que tanto odiaba.
—Tienes dos segundos para alejarte si no quieres que te golpee, Hyewon — le dijo, en voz baja para que los niños no escucharan.
Hyewon no dudó en obedecer.
Una familia feliz. Si, claro.
Una jodida y llena de mierda familia feliz.
Moonbin frotó sus ojos cuando despertó, somnoliento y abrumado, con su móvil anunciando una llamada, y observó el número de Hyewon en la pantalla.
Contestó.
—¿Qué quieres? — gruñó con su voz ronca.
—¿Dónde estás? ¿Dónde está Taeyong? — gimió Hyewon, aterrada — Tienen que volver. Moonbin, por favor...
—¿Quieres que sigamos jugando a la casita, Hyewon? — espetó con tono burlón —. Taeyong y yo nos hemos aburrido de eso.
Hyewon lloró al otro lado de la línea.
—Yujin tiene miedo y no sé qué decirle — sollozó —, Moonbin, por favor, ven y hablemos, podemos solucionar todo esto si...
—¿Solucionar qué? ¿Nuestro matrimonio? ― se rió, incrédulo — Taeyong no quiere vernos ni en broma, Hyewon, y yo no tengo nada qué hacer a tu lado.
—Pero Yujin...
—Me haré cargo de ella cómo corresponde.
Hubo un pequeño silencio entre ellos.
—No puedes hacerme esto — espetó Hyewon con la voz teñida de rabia —, ¡te lo prohíbo, Moonbin! ¡Nuestro matrimonio seguirá de pie quieras o no!
Volvió a reír, pero ahora con la furia también.
—¿Y qué mierda harás? ¿Golpearme? ¿Amenazarme? ¡Me has quitado todo, estúpida!
—¡Tu madre no permitirá esto, ¿me oyes?!
—¡Mi madre puede irse al infierno!
Cortó antes de oír su respuesta.
Echó el móvil a un lado, poniéndose de pie, y tocaron a la puerta de la habitación de invitados que Sanha le ofreció. Segundos después, el beta entró con una ceja enarcada.
—Debo agradecer que mis hijos estén en el colegio ahora o se habrían asustado con todos esos gritos — dijo Sanha, rodando los ojos.
—Lo siento — se disculpó Moonbin, suspirando —, pero creo que estoy en problemas.
—¿Con la dulce de Hyewon? — ironizó el beta — Anda, el desayuno está listo, ven a comer algo. Sigues tan desnutrido que siempre.
Moonbin fingió no escuchar la sarta de insultos, mientras se ponía de pie y le seguía fuera del cuarto hasta la cocina.
Una vez allí, se sentó, sirviéndose café y Sanha se ubicaba frente a él.
—Bueno — dijo el beta con casualidad —, ¿cuándo piensas viajar con Taeyong?
Arrugó los labios.
—¿Qué?
Sanha le miró como si fuera estúpido (aunque Moonbin dudaba que Sanha le viera de otra forma luego de todos los errores que se mandó en la vida).
—Para buscar a Dongmin — contestó, rodando los ojos. — Está en China, ¿no es así? ¿Qué estás esperando?
Moonbin lo observó, parpadeando.
—No pienso viajar a China.
Sanha frunció el ceño.
—¿Entonces?
—Si Taeyong... si él quiere ir a verlo, está en su total derecho — dijo con lentitud —, pero yo no iré con él.
Sanha permaneció unos segundos en atónito silencio, antes de agarrar un pedazo de pan.
Y lanzárselo.
Soltó un grito cuando el trozo de pan chocó contra su frente, a segundos de caerse de la silla por la sorpresa, pero sólo se encogió cuando Sanha se puso de pie con una expresión de ira.
—¿Me estás diciendo, estúpido cobarde de pacotilla... —dijo Sanha con extrema lentitud —, qué no piensas ir a buscar a la persona a la que consideras el amor de tu vida?
El alfa frotó su frente por el dolor.
—Sanha, ¿oíste todo lo que te conté ayer? — preguntó, ofendido.
Se agachó cuando vio que le lanzó ahora una cuchara.
—¡Por supuesto que lo hice, y por eso te estoy diciendo esto, pendejo! — le gritó Sanha — ¡¿Acaso piensas dejar que tu madre, que la tonta de Hyewon, te ganen?!
—¡Dongmin me odia!
—¡Por favor, Dongmin no puede odiar ni a Hitler!
—¡Estás siendo irracional!
—¡No, tú lo estás siendo, ¿me oyes, Moon Bin?! — enmudeció cuando Sanha sonó más iracundo. — ¡Te metiste en la vida de Dongmin cuando él no quería, lo hiciste tu omega, te enfrentaste a tu madre, ¿y eso fue todo?! ¡Entonces definitivamente no tuviste que acercarte, porque le arruinaste la vida y ahora no te haces cargo de nada!
Trató de decir algo, pero las palabras no salían de su boca.
Sanha volvió a hablar, sólo que ahora con más calma:
—Es tu última oportunidad, Moonbin, para poder arreglar todo esto — le dijo con advertencia —, así que, o la tomas, o la dejas. Pero cuando el lazo que compartes con Dongmin se rompa definitivamente, no te lamentes porque fue por decisión tuya que esto terminara así.
Moonbin lo miró, mordiendo su labio inferior, y asintió con una expresión de miedo, prometiendo que nunca más haría enojar a Sanha.
Dongmin agarró una roca con fuerza cuando el policía lo lanzó al suelo y se giró, furioso, magullado (incluso asustado, pero eso no iba a demostrarlo), y la levantó para golpear al pobre hombre en la cabeza, dejándolo aturdido el tiempo suficiente como para que su agarre se aflojara y así salir corriendo de allí.
Junhui le gritó algo, tomándolo del brazo para arrastrarlo, y cuando se volteó, escucharon los primeros disparos.
—¡Mierda! — oyó la maldición de Jun y se obligó a no voltear, saliendo de aquel callejón tan rápido como podían.
Ese día salió un grupo enorme de omegas, betas y algunos alfas a manifestarse, pero considerando que la situación en China estaba tensa, todo terminó en una redada para capturar a las personas más revoltosas por orden del Gobierno y, por supuesto, las Fuerzas Especiales fueron primero por los líderes.
YuQi estaba dando un discurso cuando interrumpieron en la manifestación, todo se volvió un caos, y de forma inevitable terminaron separándose del resto del grupo.
—¡¿Chenle?! — le preguntó a Jun — ¡¿Dónde está él?!
—¡Tzuyu lo tiene! — gruñó Jun sin voltearse. — ¡Ahora sigue corriendo, Dongmin!
Se obligó a obedecer, cojeando, porque el policía que lo derribó lo hizo disparándole a la pierna. La bala rozó su piel, causando el dolor suficiente como para dificultar su caminata.
Junhui lo notó, y gruñendo, antes de que pudiera reclamar, lo tomó en brazos, echándolo sobre su hombro. Corrió entre medio de la gente mientras Fuerzas Especiales se acercaba con sus carros lanza-agua y sus armas, bombas lacrimógenas ensuciando el aire.
Bueno, bien, la situación ya se torno insostenible.
Junhui se metió entre callejones que conocía, ignorando sus gritos de que lo bajara, y luego de diez minutos sin detenerse, lograron llegar a un sector de la ciudad ya despejado y abandonado. El último tiempo, gracias a todo el desastre que se volvió el país, las personas que no se unían a las manifestaciones preferían quedarse bien encerrados para no terminar metidos en medio del fuego.
El alfa miró hacia ambos lados de la calle, dejándolo en el suelo, y se acercó a la puerta de un edificio tocándolo discretamente.
Minutos después, la puerta fue ligeramente abierta, y un hombre se asomó.
—¿Contraseña? — preguntó en tono bajo. Junhui le miró con irritación.
—No me jodas, Xiao — barboteó Jun —, tengo a Dongmin herido.
Xiaojun los miró, asintiendo, y abrió más la puerta dándoles la pasada. Junhui lo ayudó a entrar, y apretó sus labios ahogando el gemido de dolor que quería escapar de sus labios.
El beta cerró la puerta con llave mientras se sentaba en la silla más cercana, el alfa buscando el botiquín, y una vez que lo encontró, procedió a curarle la herida sangrante.
—Bueno, creo que no salió bien — comenzó Xiaojun como si nada.
—Fue todo un desastre — murmuró Jun —, y esto empeorará porque tuve que matar a un policía — suspiró, sacudiendo su cabeza —. Nuestra guerra civil se acerca, Dongminie.
Hizo una mueca.
—Esto es emocionante — fue lo que contestó.
—Pero alégrate — dijo Xiao —, te vi en televisión y a todo el mundo le gustó tu discurso.
Soltó una carcajada baja, sacudiendo su cabeza, y Jun se puso de pie una vez terminó. El alfa caminó hacia el librero, empujándolo por el borde, y revelando una vieja puerta.
—¿Esto nos llevará a la estación de trenes? — preguntó Dongmin al cambiarse de ropa para quitarse el pantalón ensangrentado.
Junhui asintió, sin contestar, y se volteó hacia Xiaojun.
—¿Nos acompañarás?
El beta sacudió la cabeza.
—No puedo, puede llegar más gente que me necesite.
En ese instante, tocaron a la puerta otra vez.
Junhui asintió, tirando de Dongmin, y ambos se despidieron rápidamente para comenzar a bajar por las escaleras metidas tras la puerta, luz parpadeando por la vieja ampolleta.
A Dongmin nunca le gustaron los lugares cerrados, aunque bueno, siempre fue un cobarde de primera: la oscuridad, el encierro, las serpientes, las alturas, las abejas... Pero desde que estaba en China que tuvo que aprender a enfrentar todos sus miedos, porque tenía que dejar atrás todas esas cosas que lo hacían débil y cobarde, aquellas cosas que lo caracterizaban tanto como un omega torpe e inútil, para ser la persona que era ahora.
Así que se limitó a tomar aire, agarrando la mano de Jun para que no se adelantara demasiado (no era por miedo, seguro), y comenzaron a caminar en silencio.
No supo cuánto tiempo estuvieron en eso, pero cuando llegaron a otra puerta, su pierna estaba entumecida. Sin embargo, no se lo iba a decir a Jun, ya que no quería verse débil ante él.
El alfa tiró de la puerta, respirando con alivio cuando la vieja estación de trenes, que estaba sirviendo como guarida para el movimiento de omegas y betas, apareció lleno de gente en el interior.
Caminaron entre la multitud que se dedicaba a descansar, tomar agua o comer algo, buscando a YuQi, hasta que la hallaron en el centro.
La omega los vio, con su expresión tornándose aliviada.
—Iba a darme un infarto si no llegaban en media hora — comentó la mujer.
Dongmin se dejó caer sobre una caja, estirando su pierna, y al levantar el pantalón vio las telas llenas de sangre.
—¡Papá!
Levantó la vista cuando Chenle apareció corriendo, mientras Tzuyu le sostenía la mano para que no se cayera, y Jun se apuró en tomarlo en brazos.
Tzuyu observó a Dongmin con horror.
—¡Su pierna, señor Li! — gritó, espantada.
Hizo una mueca cuando la chica comenzó a quitarle la venda para atenderlo.
—Estoy bien — mintió —, y Tzuyu, deja los honores, por favor, me haces sentir viejo.
—Pobre Dongminie — se burló Yukhei, el doctor beta que tenían allí apareciendo para ayudarlo —, tu primer discurso y termina así.
—Creo que echaré de menos el trabajo en la biblioteca — suspiró Dongmin.
—¡Mamá!
Dongmin levantó la vista cuando Chenle fue dejado en el suelo y corrió hacia él con los ojos llenos de lágrimas.
—¿Chenle? —parpadeó, confundido.
—¿Ta' bien, mamá? — preguntó a punto de llorar.
La expresión de Jun lo decía todo.
—No mamá, Chenle — corrigió Dongmin con dulzura, sintiendo como su corazón se quebraba cuando un pensamiento horrible cruzó su mente —, tío Dongminie.
Chenle le miró confundido, pero antes de poder decir algo, Jun lo volvió a tomar en brazos y lo alejó de allí.
Dongmin bajó la vista mientras Yukhei se dedicaba a curarle, y pensó que Chenle llevaba un año viviendo con él, y ya lo creía su mamá.
Sintió su estómago revuelto, porque hasta ese momento nunca pensó que para Taeyong, quizás, él ya no era más mamá.
Que, quizás, su mamá era ahora otra persona, y ya no podía hacer nada para evitarlo.
Taeyong se encontró con Doyoung mirando la televisión, cubierto con una manta mientras fingía ignorarlo, y se sentó a su lado como si nada. Youngho salió minutos atrás para comprar la cena de la noche.
Suspiró.
—Doyoungie... — comenzó a decir.
—No te atrevas — murmuró el omega —, soy tu mayor.
Arrugó el ceño.
—Pero...
—Yo no quería ser omega — sollozó Doyoung —, ya nadie quería jugar conmigo y me dejaban solo, mientras jugaban a la pelota o a las escondidas o a los empujones. No querían jugar conmigo porque podían hacerme daño y hacerme llorar. Y en el colegio nos enseñaron cosas tan básicas que cuando los colegios comenzaron a ser mixtos, y estaba en la clase de Youngho, todos los omegas estábamos atrasados, ya que ellos sabían más y nosotros apenas sabíamos sumar y restar. Y los alfas se reían de nosotros pues creían que éramos tontos, que éramos estúpidos, y no podíamos demostrarles lo contrario — Taeyong tiró de él para acurrucarlo a su lado, oyendo su llanto —. Te juro que traté, Taeyong, traté de estudiar para ir a la universidad y cerrarles la boca, pero fui un fracaso como el resto de omegas de nuestra generación, y sé que Youngho no tiene la culpa, pero me da tanta rabia que...
—Está bien, Doyoungie — le dijo con voz suave —, no te sientas mal por eso.
Doyoung limpió sus ojos.
—Sé que soy malcriado y caprichoso — admitió en voz baja —, pero no sé a quién más dirigir mi rabia.
Taeyong quitó el resto de las lágrimas de sus mejillas, suspirando, y se inclinó para darle un pequeño beso en la frente.
—No tienes que enojarte con Youngho, él sólo quiere protegerte — le dijo Taeyong, revolviéndole el castaño cabello —, los dos queremos protegerte. Además... — le sonrió juguetonamente —, es nuestra misión como alfas malcriarte, ¿no es así?
Doyoung arrugó el ceño.
—No me trates como un bebé, eres menor que yo — protestó, aunque sus labios estuvieran haciendo un puchero inconsciente.
Taeyong soltó una risa baja.
—Bueno, he visto que te gusta que Youngho te trate como un bebé — comentó casualmente.
Doyoung desvió la vista, avergonzado, pero antes de poder decir algo, el celular de Taeyong sonó.
El alfa tomó el aparato, viendo el número de su papá, un poco aliviado de que no fuera tía Hyewon llamando, ya que estaba a segundos de bloquearla.
—¿Hola? — contestó.
—Taeyongie — el tono de su papá era bajo, y se sorprendió cuando reconoció miedo allí —, estoy comprando los pasajes para Pekín. ¿Quieres viajar mañana o esperamos a la siguiente semana?
El celular cayó de su mano.
Actualización para agradecerles por aún leer esta historia, sus comentarios y votos me hacen muy muy feliz
Si ven algún error pueden decirme con toda confianza en comentarios o por mensaje
Muchas gracias por leer<33
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