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Capítulo IV

Advertencias: segunda parte de Kilig, por lo tanto, para entenderla, debes haber leido previamente esa historia. BinWoo. Angst y drama en estos primeros caps.

—¿Es mi idea, Doyoungie, o tío Bin no ha envejecido nada?

—Sigue con la misma cara de amargado.

—Voy a patearles el culo, par de mocosos insolentes.

Los dos chicos frente a Moonbin se miraron con sonrisas cómplices y Taeyong sintió que no fue buena idea juntarlos todavía, no cuándo su papá lucía todo mareado y nervioso, casi ido por sus palabras dichas horas atrás.

Taeyong no recordaba haberlo visto nunca antes así.

Su papá quitó la carne congelada que sostenía contra su mejilla hinchada, suspirando.

—Taeyong — preguntó con tono cuidadoso —, ¿estás usando protección?

Se atoró con su propia saliva ante las palabras de Moonbin, mientras Youngho rompía a reír de forma desquiciada. Doyoung parecía querer desaparecer de allí.

—¿De qué mierda estás hablando?! — preguntó, incrédulo.

Moonbin señaló hacia Doyoung.

—Mocoso uno huele a ti — contestó, como si eso lo explicara todo.

—Y a Youngho — agregó Taeyong —. No puedo creer que estemos hablando de esto. ¿No deberías estar saltando de la emoción?

Moonbin le miró de forma inexpresiva, aunque Taeyong fue capaz de leer nervios, ansiedad y terror en sus ojos, y eso, si era honesto, le asustaba un poco. Nunca antes vio esa mirada en su papá.

—No iré contigo, Taeyong — respondió el alfa con brusquedad.

Arrugó el ceño, pero la persona que replicó no fue él:

—Y una mierda — dijo Youngho —, si nosotros vamos a ir, usted también debe acompañarnos.

El mayor miró a Youngho con rudeza, su mandíbula apretada mientras arrugaba los labios.

—No lo entienden — gruñó, molesto —, las cosas entre Dongminie y yo... no acabaron bien.

Taeyong soltó un bufido.

—Bueno, ¿quieres contarme entonces toda la historia? — espetó, poniéndose de pie —. Tengo un montón de vacíos en todo esto que no logro comprender, y si tú no me los explicas... Supongo que la abuela sería una pésima opción, pero sabré algo más.

Moonbin le miró con derrota, suspirando, y se enderezó.

—Engañé a Dongmin.

Taeyong no pudo controlarse en ese instante, y Youngho tuvo que ponerse de pie para sostenerlo por la cintura al ver que iba a lanzarse sobre el mayor, de seguro a darle un golpe en la mandíbula.

Moonbin no se movió, e incluso parecía que quería recibir ese golpe.

—¿Tú qué?! — escupió Taeyong, gruñendo para que Youngho le soltara, pero el otro chico respondió también con un gruñido, imponiéndose.

—No lo engañé de esa forma, Taeyong — masculló Moonbin tomando aire, y cerró sus ojos un momento —, pero él y yo... — hizo una mueca —. Hyewon y mi madre buscaron nuestros puntos débiles, ¿entendido? Y estaba haciendo que Dongmin pudiera tener confianza en sí mismo, pudiera... verse a sí mismo como el omega que era... — soltó una risa amarga —, pero él... se reencontró con un antiguo compañero que lo quería como omega, yo me descontrolé y le dije cosas horribles porque estaba herido y celoso y no soy más que un alfa idiota que quería poseerlo en todos los sentidos...

Taeyong dejó de batallar contra el agarre de Youngho, pero no se alejó, sólo se quedó mirando a Moonbin con sus dientes apretados, todavía conteniéndose para no lanzarse sobre el mayor. Ni siquiera las suaves feromonas que Doyoung estaba soltando lo ayudaban a calmarse.

—¿Qué pasó entonces? — preguntó, helado.

—Lo dejé solo — respondió Moonbin, sin sentimiento en su voz —, y fui a beber. Y Hyewon me estaba siguiendo, entonces se aprovechó y...

—Oh dios, ¿se acostó con ella? — balbuceó Doyoung, con asco en su rostro.

—Hyewon me hizo creer que así fue — contestó Moonbin, humedeciendo su boca seca —, pero en realidad no lo hice. Ella sólo me desnudó y fingió que nos acostamos para así... Para hacerme creer que la dejé embarazada.

Taeyong le miró, las piezas que faltaban del rompecabezas encajando.

—¿Yujin...? — preguntó con la voz ahogada.

—No es mi hija — concedió Moonbin —, y ruego a cualquier dios que sea hija del antiguo compañero de Dongmin, porque definitivamente no quiero que sea hija de mi madre.

Ahora fue el turno de Youngho de atragantarse con su saliva.

—¡Oh, mierda! — gritó el alfa, antes de mirar a Taeyong —. Espera, ¿si eso fuera así, no sería... media hermana de tío Bin? — el mayor tenía una expresión en blanco. — ¡Y sería tu tía, Taeyong! O algo así...

Bueno, Taeyong sentía que llegó su turno de querer vomitar con toda esa repentina información.

Doyoung alcanzó a moverse para sostenerlo cuando lo vio mareado.

—Youngho pendejo, ¿puedes traer un vaso con agua? — preguntó Doyoung con falsa dulzura en su voz.

—¿Esa es manera de tratar a tu alfa, bebé? — regañó Youngho, pero obedeció.

Moonbin suspiró.

—Bueno, Hyewon le contó todo a Dongmin y él ya no quería verme nunca más, en especial porque... Hyewon te quería a ti — sintió su estómago apretado —, y Hyewon nos amenazó que, si no te dejaba con ella, iba a decirle a todo el mundo que no eras hijo mío y te iban a matar, y Dongmin no iba a sobrevivir a eso. Dongmin no podría seguir viviendo si te perdía a ti.

Sus ganas de vomitar fueron reemplazadas por deseos de llorar al pensar en el rostro de Dongmin, ese rostro tan iluminado y sonriente que vio en el video, todo destrozado y derrotado al saber qué tendría que dejarlo para protegerlo.

—Y mamá se fue — terminó de decir Taeyong con la voz entrecortada.

—Cuando descubrí la verdad de que... de que Yujin no era mi hija, fui a buscarlo para decirle que... que podíamos arreglarlo, que podíamos solucionarlo, pero él no quería oírme, se negó a... Él sólo quería marcharse para poder sanar y te dejó conmigo y esa carta para explicarse — Moonbin parecía a punto de llorar también —. Te lo quería decir tantas veces, te quería decir la verdad sobre Dongmin y Hyewon, pero mamá me amenazó con matarte y no podía hacer nada, y tú creciste y lo olvidaste y ya... ya no sabía cómo hacerlo sin destrozarte a ti con todas esas mentiras...

Doyoung tuvo que hacer que Taeyong se sentara cuando lo vio con el rostro pálido, como si fuera a desmayarse en cualquier momento. Era demasiada información en tan poco tiempo, apenas podía procesarla por completo.

Toda su vida, toda su familia, era sólo una mentira que le hicieron creer por... por... Por un simple capricho personal.

—¿Ahora lo entiendes? — murmuró Moonbin — Dongmin me odia, ¿cómo puedo...? Si lo veo, de seguro colapsaré y él va a odiarme más por no respetar sus deseos de estar lejos o...

—No — espetó Taeyong con tono quebrado —, él no te odia, ¿acaso no lo ves? Dongmin, mamá, él... ¡Él sigue con tu tonta marca y sigue enviándome cartas! ¿Cómo pueden esas cosas significar odio?

Moonbin parpadeó, siendo consciente de que esos últimos días Taeyong le gritó más veces que nunca en esos catorce años. Por un instante, recordó al pequeño bebé malcriado y sonriente que peleaba por llamar la atención de Dongmin pero, por sobretodo, buscaba cuidarlo a su propia forma.

Recordó también todos esos días en los que iba a despertarlo para darle de comer y la forma en la que Taeyong preguntaba, con vocecita débil y ahogada, conteniendo las ganas de llorar:

—¿Dóne 'ta mamá?

Fueron meses largos, llenos de dolor, en los que Taeyong se dormía en sus brazos, llorando todas las noches, preguntando entre hipidos dónde estaba Dongmin, pero sin obtener respuesta alguna.

Sólo cuando el embarazo de Hyewon avanzó y la omega comenzó a liberar feromonas maternas las cosas cambiaron: la actitud de Hyewon se suavizó hacia Taeyong, queriendo tenerlo en sus brazos, y el dulce olor que soltaba la mujer, un olor tan parecido al de Dongmin, fue suficiente como para que Taeyong aceptara esos toques.

Un año después de la partida de Dongmin, cuando Yujin estaba en los brazos de Hyewon con unos meses y Taeyong mirándola con evidente admiración, fue que el niño llamó a la omega como mamá por primera vez.

Ese día, él y Hyewon discutieron a gritos por el tema de la verdad.

—No puedo verlo — dijo Moonbin débilmente.

Esta vez, Youngho no alcanzó a agarrarlo y Doyoung sólo reaccionó encogiéndose en su asiento cuando Taeyong se tiró contra Moonbin. Lo agarró de la camisa y estampó su puño contra la mejilla del alfa mayor, gruñendo por la rabia.

Moonbin no reaccionó, sólo hizo una mueca de dolor, quedándose quieto cuando un nuevo golpe cayó sobre su rostro.

—¡Eres un cobarde! — gritó Taeyong, enfurecido. — ¡No eres más que un jodido cobarde! ¡Mintiéndole a mamá, dejando que se vaya, mintiéndome a mí, hundiéndote en toda tu... tu mierda autocompasiva!

—¡Taeyong! — soltó Youngho, agarrándolo por la cintura para alejarlo, pero Taeyong estaba enojado, iracundo, por toda la situación.

—¡¿Sabes qué más?! ¡Puedes quedarte, me importa una jodida mierda! — le gritó. — ¡Pero cuando lo vea, cuando hable con mamá, me quedaré con él y no nos verás nunca más en tu patética vida! ¡Estoy feliz de que se haya ido, porque no eres más que un cobarde!

Youngho logró tirar de él, separándolo de Moonbin, y Taeyong contempló el rostro herido de su papá, su mejilla hinchada y colorada, su labio partido y sangrante, sintiendo una enferma satisfacción.

—Taeyongie...

—Tío Bin — habló Doyoung con tono suave —, creo que lo mejor será que se vaya.

Moonbin parpadeó hacia el omega, con su estómago apretado.

—Pero...

—Venga — el menor se puso de pie —, le daré la dirección de papá Minhyuk, ¿está bien? — los ojos de Doyoung lucían inquietos —. Le hará bien verlo. A él y a papá Sannie.

Asintió, perdido, confundido, tomando el pañuelo que Doyoung le tendía para limpiar su rostro, y observó a Taeyong que le observaba con odio en su mirada.

—Te... te voy a llamar... — murmuró, girándose.

Taeyong sólo le gruñó.

Minutos después se quedaron sólo los tres en el departamento de Youngho, y Taeyong se permitió derrumbarse.

Antes de darse cuenta, estaba llorando contra el pecho de Youngho, jadeando mientras sus lágrimas caían. El alfa no tardó en acurrucarlo en su cuerpo, murmurando palabras tranquilizadoras y acariciándole el cabello.

Todo estaba mal, todo era un desastre, toda su vida se arruinó en sólo unos días.

Sollozó, porque recordó todos esos años en los que Hyewon le abrazaba con una sonrisa, diciéndole lo orgullosa que estaba de él, de su hijo mayor, y sintió una molestia en su corazón, pues siempre algo dolía en su interior con esas palabras, pero nunca pudo entenderlo hasta ahora.

Y quería odiarla, quería odiar a Hyewon por mentirle de esa forma, pero no podía hacerlo sin sentirse culpable también, ya que ella lo crió y cuidó todo ese tiempo.

Una parte suya la despreciaba, la quería ver lejos, pero otra pequeña parte...

—Hey, está bien — murmuró Doyoung, subiéndose al sofá donde estaba sentado Youngho con él encima, y como pudo, el omega se acurrucó contra él —, puedes llorar todo lo que quieras, Taeyongie.

Volvió a sollozar, asintiendo.

—Du-duele — tartamudeó entre lágrimas —, ellos... ellos me min-mintieron y ahora... ahora qui-quiero ir a buscar a mamá, pero... ¿pero si no quiere verme...?

—No digas eso — regañó Youngho —, tío Dongminie te ama con todo su corazón, ¿no lo dice en sus cartas?

Sacudió su cabeza, aterrado.

—Y ahora... ahora papá ha-hace esto y... y estoy solo y no quiero...

—Taeyongie — Doyoung llamó su atención, levantando su rostro —, no estás solo. Me tienes a mí y a Honie — el omega mordió su labio inferior —. Siempre nos has tenido.

—Iremos contigo — gruñó Youngho con aprobación en su voz —, si quieres, iremos contigo a donde lo desees. No vamos a dejarte solo nunca, bebé. Lo prometemos.

Su mejilla realmente dolía.

Moonbin miró su reflejo en el espejo del auto sin expresión alguna, sabiendo que debía lucir patético, roto y destruido por todo lo que pasó los últimos días. Suspiró mientras apoyaba su frente en el manubrio, tratando de organizar sus pensamientos lo suficiente como para tomar una decisión que fuera sensata.

Aunque, si era honesto, desde que Dongmin se marchó que su mente era un lío que apenas lograba controlar.

Su alfa estaba en su interior, callado, como si estuviera muerto, soltando sólo gimoteos de dolor por la falta que le hacía su omega a su lado, y quiso vomitar al recordar la mirada vacía de Dongmin en televisión, su sonrisa carente de calidez.

El primer pensamiento que tuvo al verlo fue un fugaz "Allí está, ve a buscarlo, hazlo tuyo otra vez", que desapareció cuando Dongmin habló de su relación, contando una verdad a medias porque, de seguro, le debía dar vergüenza hablar de cómo su alfa lo engañó con su hermana y arruinó todas sus ilusiones.

A Moonbin le daba vergüenza, sentía asco por sí mismo, recordar todas esas cosas que hizo.

Taeyong tenía razón sólo que no quiso admitirlo: tenía razón sobre Dongmin conservando su marca, ¿cómo eso podía significar que lo odiaba? No, Dongmin siempre fue demasiado bueno como para albergar tales sentimientos, incluso nunca llegó a odiar realmente a Hyewon a pesar de todo el daño.

Tenía razón sobre que era un cobarde, no era necesario que alguien más se lo dijera, porque sabía que estaba huyendo y ocultándose de sus verdaderos sentimientos, porque estaba actuando como un idiota y un niño pequeño aterrado del mundo, pero no podía evitarlo, ya que tenía miedo de ver a Dongmin y no ver más que indiferencia en sus ojos.

No, Moonbin no le temía al odio, porque el odio era un sentimiento fuerte y profundo, porque el odio significaba algo, pero la indiferencia... ¿cómo iba a poder enfrentarse, luchar contra ella, cuando la indiferencia sólo significaba la nada misma?

Moonbin no quería observarlo y ver que Dongmin ya no sentía nada por él, porque eso lo iba a destruir más que a nada en la vida.

Tomó aire, bajando del auto, tratando de espantar esos oscuros pensamientos, y vaciló un momento antes de avanzar hacia la pequeña casa frente a él, tocando la puerta con suavidad.

Esperó unos segundos, abrazándose, su móvil vibrando con toda probabilidad por una nueva llamada de Hyewon, pero lo ignoró.

Entonces, la puerta se abrió.

Parpadeó cuando observó la rubia cabellera de Sanha, que le miró con ojos enormes y la boca entreabierta. La última vez que lo vio, el cabello de su amigo era negro.

—Hola — saludó con tono débil.

Sanha parpadeó.

—¿Bin? — preguntó incrédulo, pero antes de que pudiera decirle algo más, el beta volvió a hablar — ¡Demonios, ¿qué te pasó?! ¡Luces como la mierda!

Hizo una mueca.

—Para mí también es un placer verte, Sanha.

Sanha volvió a parpadear y se echó hacia atrás.

—¡MINHYUK!

Su grito casi lo dejó sordo. Segundos después, Minhyuk apareció con una ceja enarcada.

—¿Qué ocu...? ¡Oh, demonios!

Moonbin arrugó el ceño, fastidiado.

—Bueno, ¿me van a dejar pasar o no? — preguntó, exasperado.

La pareja se miró.

—Sigues tan encantador — murmuró Sanha rodando los ojos, pero se hizo a un lado para permitirle entrar.

Moonbin no dudó en seguirlo, observando la cálida y familiar casa, una sensación nostálgica invadiéndolo porque ese lugar olía a hogar, y él no sentía algo parecido desde hace mucho, mucho tiempo.

Sanha le dijo que tomara asiento mientras iba a buscar algo para su rostro magullado, y Minhyuk no tardó en sentarse frente a él con el ceño levemente fruncido.

—Vale, ¿qué te pasó? —trató de romper el hielo Minhyuk.

Moonbin le agradeció a Sanha cuando le tendió un producto congelado, que no tardó en poner en su mejilla hinchada y dolorida.

—¿En serio, Hyuk? — se burló débilmente. — ¿Catorce años sin vernos y esa es tu primera pregunta?

Sanha dejó salir un bufido, cruzándose de brazos.

—A ver, en la última vez que nos vimos fuiste a buscar a Taeyong a nuestra casa y desapareciste sin más — espetó Sanha, furioso —, y ahora llegas así luego de catorce años, ¿qué otra cosa quieres que hagamos? — puso una expresión incrédula —. No me digas que te peleaste con Dongmin y eso te lo hizo él, porque...

—Dongmin y yo no estamos juntos.

La pareja beta enmudeció.

Ambos se miraron con sorpresa, notando que Moonbin no mentía porque su tono de voz decía toda la verdad, demostraba que no estaba ocultando nada.

—¿Qué? — balbuceó Sanha —. Pero...

—Y esto me lo hizo Taeyong, aunque también el matón de mi madre.

Bueno, eso era demasiada información repentina.

Minhyuk parpadeó, aturdido, mientras Sanha abría su boca como si quisiera decir algo, pero no se escuchó sonido alguno.

Moonbin bebió agua rápidamente, sintiendo su garganta seca, porque todos los últimos hechos estaban a punto de hacerlo tener un colapso nervioso.

—Bin... — farfulló Minhyuk —, ¿nos quieres explicar todo, por favor?

El alfa sonrió con amargura, roto, destrozado, y cuando habló, su voz sólo fue un temblor:

—Dongmin me dejó hace catorce años con Taeyong — dijo, parpadeando para no romper a llorar —. Luego de eso, para protegerlo, me casé con Hyewon y todo fue un jodido infierno — soltó una risa vacía. — Le hicimos creer a Taeyong que era hijo de esa perra y mío, pero él... — levantó la vista, encontrándose con los pálidos rostros de sus amigos —, él se encontró con Youngho y Doyoung y descubrió todo y me odia. Taeyong me odia, pero no puedo culparlo por sentir eso.

Sanha miró a Minhyuk con una mirada de lástima y sorpresa, comprendiendo que en todo ese tiempo fuera Moonbin estuvo básicamente con las manos atadas, solo y sin nadie que pudiera oírlo, pues no podía decir la verdad sin dañar a alguien en el proceso.

Y Dongmin, él...

—¿Qué hará Taeyong? — preguntó Minhyuk —. Oh, mierda, ¿no me digas que odia también a Dongmin?

Sacudió su cabeza.

—No, él... Taeyong siempre...

Recordó al chico creciendo, tan callado y triste, distraído y arisco con todo el mundo, sin ser capaz de establecer relaciones amistosas con el resto de los niños de su edad, ya que había algo que le impedía ser expresivo y amigable con ellos.

Taeyong no lloraba, sólo derramaba lágrimas cuando tenía pesadillas, pero en ningún otro momento. Ni siquiera lo hizo cuando tenía cinco años y estaba aprendiendo a andar en bicicleta, cayendo al suelo y haciéndose heridas en sus manos. No, Taeyong no derramaba lágrimas en esos momentos.

Tampoco se reía: si algo le causaba gracia, lo único que hacía era sonreír con sus labios apretados, pero ya no había ningún chico de sonrisa enorme y ojos pequeños, como cuando tenía más de un año y Dongmin lo hacia reír.

Menos se enojaba; si algo le disgustaba, si algo no le parecía, solía mantener la calma y solucionar todo fríamente.

Pero esas últimas horas lo vio llorar y enfurecerse como antes, cuando era sólo un bebé y Dongmin no estaba a su alrededor para calmarlo. Ahora que sabía la verdad, ahora que sabía que faltaba alguien, una pieza encajó en su interior y desencadenó al pequeño niño que necesitaba a su madre, niño que desapareció con la partida de Dongmin.

Así que Moonbin tomó aire y comenzó a contarles todo lo que ocurrió en esos catorce años, desde que Dongmin se marchó hasta que Taeyong le dijo que iría con él a buscar al omega.

Cuando acabó, ya estaba anocheciendo. Sanha tenía la boca abierta mientras Minhyuk parecía a punto de vomitar, y terminó de beber el agua de su vaso con la garganta seca, agotado por todo lo que estaba pasando.

Sin embargo, antes de que alguien pudiera decir algo más, se escuchó cómo alguien entraba en la casa.

—¿Papá Sannie? —preguntó una voz de chica.

Una omega de la edad de Taeyong se asomó por el umbral del comedor, parpadeando hacia la visita, sosteniendo la mirada de un pequeño niño de no más de diez años.

—Wonyoung — dijo Sanha, recomponiéndose —, ¿estas son horas de llegar?

La chica mordió su labio inferior, tirando del niño que hacía un puchero indignado.

—Jisung quiso ir a comer helado y tuve que llevarlo — dijo la omega.

—¡Mentira! — gritó el niño soltándose, antes de correr hacia Sanha, que no dudó en tomarlo en brazos — Wonyoung se olvidó de mi por conversar con sus amigas.

—¡Jisung!

El niño le sacó la lengua a su hermana mayor y Minhyuk se puso de pie, llamando la atención de sus hijos.

—¿Por qué no van a cambiarse de ropa? — preguntó con firmeza —. Luego vamos a cenar pizza — les hizo un gesto a Moonbin —. Es un amigo de la familia, así que le van a tener que decir tío Bin.

—Ella es Wonyoung — presentó Sanha, señalando a la omega —, y él es el menor de todos los hermanos Park, Jisung — añadió, apuntando al niño sentado en su regazo.

Saludó a los niños, mirando de reojo a la chica, y no pudo evitar ver a Yujin en ella, tan dulce, bonita y sonriente.

Por mucho que Yujin no fuera su hija, Moonbin no pudo evitar llegar a quererla como una hija propia, porque la pobre niña no tenía la culpa de nada. Además, Yujin era una chiquilla demasiado querible una vez que se le conocía, y tal como ocurrió con Taeyong, forjó un lazo irrompible con ella porque, irónicamente, Moonbin siempre estuvo más presente en sus vidas que Hyewon.

Hyewon llevaba las riendas de la empresa y cada vez que podía Moonbin se quedaba en casa, evitando ir a ese lugar. Estar allí provocaba que se sintiera más muerto que nunca, rodeado de todas esas personas superficiales e hipócritas.

Una vez los chicos desaparecieron, Moonbin miró otra vez a Sanha, mientras Minhyuk llamaba para encargar la pizza.

—¿Cómo reaccionaste cuando Youngho marcó a Doyoung? — preguntó con cuidado.

Sanha apretó sus labios un momento, en una mueca de pena.

—Minhyuk y yo estábamos furiosos, pero no tanto como Dodo — masculló Sanha —. Imagina que una mañana llegan tus dos hijos mayores discutiendo a gritos y con olor a sexo por todas partes.

—Mierda.

—Bueno, pero para que vamos a mentir — dijo Minhyuk, volviendo —, entre ellos dos las cosas ya estaban tensas desde que Doyoungie tuvo su primer celo y el pobre de Youngho estaba solo con él — Sanha asintió, enfurruñado —. Probablemente a Doyoung le dolió más el hecho de ser omega, porque creía que Taeyong sería también omega.

Moonbin soltó una carcajada seca, recordando a Taeyong el día que se reveló como alfa, con un celo afiebrado, ya que no tenía un omega con el que tranquilizarse, y cuán avergonzado lució los días siguientes, pues no podía controlar sus erecciones matutinas.

—Dios — murmuró por lo bajo —, todas nuestras vidas se nos han complicado un montón.

Ni Minhyuk ni Sanha respondieron, dándole la razón en un sepulcral silencio.

Sus últimas palabras causaron un revuelo en toda la sala, pero si era sincero, no le interesaba demasiado. Se puso de pie a pesar de las incesantes preguntas que la gente estaba haciendo, siguiendo a YuQi fuera del lugar y sabiendo que Jun estaba detrás.

Cuando la puerta se cerró, Chenle se soltó de los brazos de Tzuyu, corriendo hacia él y sujetándose de su pierna, mirándolo con clara necesidad.

Dongmin sacudió su cabeza, riéndose, y sin dudar para tomarlo en sus brazos.

—Bueno, eso fue divertido — dijo YuQi como si nada.

—Divertido mis polainas — murmuró Jun, desaprobadoramente —. Ahora has llamado la atención y el Gobierno no tardará en buscarte, Dongmin.

Se encogió de hombros, acariciándole el cabello a Chenle.

—El trabajo de la biblioteca ya me estaba aburriendo — fue lo que contestó, mirando a Tzuyu —¿Cómo se portó el monstruito?

La omega sonrió.

—Muy bien, señor Li — contestó —, aunque estuvo extrañándolo mucho.

Chenle le miró con inocencia mientras Dongmin le sonreía, pero antes de poder decirle algo, Jun se adelantó y le quitó al niño con el ceño levemente fruncido.

Trató de disimularlo: a Dongmin aquello le dolió.

—Esto no es una broma — insistió Jun cuando Dongmin camino detrás de YuQi y Tzuyu —. No sé por qué quisiste asumir esto, ¡Tzuyu también pudo hacerlo! ¡Yiren también pudo hacerlo, y ella tenía más tiempo que tú!

—Cállate un momento, Junhui —se quejó Tzuyu —, me estás dando migraña. Además, ¿para qué otra chica omega iba a asumir? Lo hablamos con Yiren y ella está de acuerdo también.

—No me pasará nada malo — regañó Dongmin, mirándolo —, además, ya estoy grande para tomar mis propias decisiones — hizo una pausa pequeña —, y no eres mi alfa como para decirme qué hacer, Jun.

El alfa se crispó, en tanto YuQi miró de reojo al omega.

—Sólo quiero protegerte — gruñó Junhui —, eres mi amigo.

Humedeció sus labios, sacudiendo la cabeza.

—Lo aprecio, pero no es necesario — contestó con firmeza —, no voy a quedarme de brazos cruzados nunca más en mi vida, Jun. Voy a hacer que los demás omegas tengan lo que merecen.

Junhui lo observó sin decir cosa alguna antes de suspirar, asintiendo, aunque todavía lucía algo contrariado por toda la situación.

Salieron del edificio por la puerta trasera, donde tuvieron que abrirse paso entre más y más periodistas y un grupo de manifestantes omegas a favor de su presentación. Les sonrieron y estrecharon sus manos, prometiendo seguir adelante con la lucha, y lograron llegar sanos y a salvo al auto que les estaba esperando.

Chenle no tardó en quedarse dormido en los brazos de Jun, mientras el alfa seguía en silencio, y sólo habló cuando se detuvieron fuera de la cárcel:

—¿Le dirás que lo amo? — le preguntó con tono desgastado.

Dongmin lo miró.

—Por supuesto que sí.

Abrió la puerta, tomando el bolso con el que andaba.

—Pide un taxi cuando te vayas — dijo YuQi con tono calmo —, y ve directo a tu departamento, Dongmin. No salgas más de lo necesario.

Asintió, mirando a la feroz omega que le devolvía la mirada impasible, y salió del auto.

Llevar a cabo todos los trámites para que le dieran acceso demoró unos quince minutos, donde los guardias le revisaron por todas partes para que no metiera algo ilegal al lugar, y se sentó a esperar tras la ventanilla con una expresión casi aburrida.

Un momento después, Minghao apareció, siendo llevado por dos guardias.

El omega lo miró, enarcando una ceja con burla, y Dongmin le sonrió, tratando de aliviar la tensión. Descolgó el teléfono, esperando que Minghao le imitara, pero el chico se tomó su tiempo.

Minghao estaba más delgado, pálido y ojeroso, pero no era como si Dongmin le fuera a decir aquello.

—¿Cómo ha ido todo? — preguntó con tono suave.

—No jodas, Dongmin — se burló Minghao —, ¿a qué vienes?

Dongmin abrió el pequeño cajón donde podía entregarle las cosas que le llevó a Minghao, dejando el bolso, y apenas el omega lo tomó, lo revisó.

—Chenle hizo ese dibujo en la guardería — dijo, sin dejar de mirarlo, viendo cómo sus ojos se humedecían —, así que te lo traje para ti, Hao.

Minghao observó el dibujo de una familia donde estaba él con una sonrisa enorme, Chenle en el centro y Jun tomándole la mano, con un gato sonriendo en el suelo y una casita de madera atrás.

—Quiero verlo — gimoteó, mirando a Dongmin —, quiero a mi Chenle, Dongminie.

—Lo sé — el omega suspiró, asintiendo —, pero no puedo traerlo aquí, Hao. Chenle... Él no sabe que...

Minghao borró las lágrimas de sus ojos con rapidez.

—No, lo que pasa es que quieres quedártelo — escupió con odio en su voz —, es eso, ¿no, Dongmin? Ahora que yo estoy aquí, estás aprovechando para quitarme a Chenle, porque te sientes culpable por haber abandonado a Taeyong.

Dongmin lo observó con una expresión helada, mientras trataba de no quebrarse frente a Minghao, notando que eso era lo que buscaba su antiguo amigo.

—Fingiré que no dijiste eso, Hao — murmuró, con la garganta apretada.

Minghao le miró despectivamente.

—Sabes que es cierto — espetó Minghao —. Te estás acostando con Jun y quizás estás a la espera de que deje de quererme para que te marque, ¿no es así? Y esperas que Chenle te llame mamá, porque no puedes soportar la culpa de haber sido un fracaso con Taeyong.

—No metas a Taeyong en esto — le gruñó Dongmin —, no sabes nada de él.

—¿Y tú sí? — se burló —. No seas patético, Dongmin. Taeyong debe odiarte y ser feliz teniendo a tu hermanita como madre.

Dongmin colgó el teléfono, poniéndose de pie. Sin embargo, antes de retirarse, volvió a descolgarlo.

—Jun te ama — dijo con voz helada.

Pudo ver el brillo de dolor en los ojos de Minghao, pero no se conmovió, girándose para marcharse de allí.

Xú MingHao, condenado a quince años de cárcel por haber asesinado a un alfa que trató de violarlo y marcarlo.

El caso apareció en todos los diarios y noticieros del país, junto con el largo juicio y la déspota condena que se le dio, sin importar que Minghao hubiera alegado en todo momento que lo hizo en defensa propia, que no fue algo premeditado ni a propósito.

No, a los jueces alfas no les interesó que Minghao ya hubiera estado marcado, que hubiera tenido un bebé, que ya perteneciera a alguien: si Minghao estaba volviendo de su trabajo tan tarde, anocheciendo, caminando en las calles, y un alfa se encaprichó con él, la culpa era sólo suya por haber salido sin compañía alguna. Si ese alfa lo agarró violentamente, tiró de él contra la pared y trató de marcarlo, Minghao tuvo que haberse dejado hacer porque era un simple omega que no podía hacer nada más.

Y tampoco importaba que ese alfa ya hubiera tenido una omega, porque si ese alfa simplemente ya no quería a esa omega y quería a Minghao, entonces podía tenerlo porque era Alfa, podía tener lo que quisiera.

Ellos le prometieron a Minghao que lo sacarían de allí, pero si era honesto, como estaba la situación, todavía faltaba mucho para que su amigo pudiera ver la libertad.

Buenoooooo, hasta aquí llega este capítulo... gracias por sus votos y comentarios, tqmmmm

Muchas gracias por leer, si ven algún error ortográfico o de nombre pueden decirme

Hasta la siguiente actualización <3

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