capítulo XVI.
Advertencias: segunda parte de Kilig, por lo tanto, para entenderla, debes haber leído previamente esa historia. Chaelisa.
Nota de la autora original: China se divide actualmente en 23 provincias, 5 regiones autónomas y 4 municipios junto a 2 regiones administrativas especiales. Para efectos del fic decidí simplificarlo un poco más estableciendo una división propia que no obedece a nada en especial, solamente se estableció para no entrar a explicar geográficamente posiciones que no tienen demasiada incidencia en la historia.
No se incluyó Hong Kong y Taiwan (República de China, no República Popular de China [prefiero no ahondar demasiado en dicho conflicto y me fui por lo sencillo, no incluirla]) ni las 5 regiones autónomas: Mongolia Interior, Zhuang de Guangxi, Hui de Ningxia, Uigur de Xinjiang ni el Tíbet para evitar también ciertos conflictos por desconocer parte de la región.
Se dividió en 4, obedeciendo a la cantidad de municipios y que serán mencionados como capitales de sus respectivos distritos:
Distrito Tianjin: Heilongjiang, Jilin, Liaoning, Hebei del Norte y Tianjin (Hebei no se divide en dos pero por decisión propia lo hice).
Distrito Pekín: Hebei del sur, Shanxi, Shandong, Jiangsu, Anhui, Henan, Hubei y Pekín.
Distrito Chongqing: Sichuan, Shaanxi, Gansu, Qinghai, Yunnan, Guizhou y Chongqing.
Distrito Shanghái: Zhejiang, Jiangxi, Hunan, Guangdong, Hainan, Fujian, Macao y Shanghái.
—¡Papá, papá, le voy a decir a mamá!
—Lisa dijo que no te tirara por la ventana. No dijo nada sobre lanzarte por el balcón.
—¡Tía Rosé!
—Tú sigues, SoYeon. No confiaba ni en MiYeon ni en Yuqi porque son unas alfas idiotas impulsivas, pero tú eres la omega, la voz de la razón.
—¡Papá!
Rosé suspiró, tirando de MiYeon hacia el interior del cuarto y alejándola del balcón por el que asomó su cabeza y parte de su torso cuando la encontró. MiYeon golpeó el suelo con un quejido, siendo ayudada rápidamente por Yuqi para enderezarse, en tanto Rosé limpiaba sus manos.
—Vuelves a desobedecerme —le dijo en tono calmo—, y prometo raparte el pelo, MiYeon.
La menor la miró con horror.
—¡Eres horrible! —le gritó, asustada.
Rosé sonrió con burla.
—Sí, eso es lo que dice tu madre cuando no la dejo correrse. —contestó como si nada.
—¡Papá, eres lo peor!
—¡Eso es asqueroso, tía Rosé!
Se encogió de hombros, ignorando las protestas de las chicas frente a ella, y de pronto su expresión se tornó seria. MiYeon supo que lo que le diría a continuación sería importante, por lo que les hizo un gesto a SoYeon y Yuqi, que se acercaron con rapidez.
—Lisa tiene razón —dijo pausadamente—, deberías volverte a Corea con Yuqiri y SoYeonnie, MiYeonnie.
MiYeon frunció el ceño con fastidio, cruzándose de brazos.
—No —dijo—, volveré sólo con mamá. Puedes devolverte tú si quieres —agregó, bufando—, pero yo no pienso regresar sin ella.
Rosé le contempló unos segundos.
—No le estás tomando el peso a tus acciones, MiYeon —le dijo—, quedarte aquí implica que algo podría pasarte, y si eso ocurre, Lisa quedaría destrozada —Rosé le dio un pequeño golpe en la nuca—. Lisa no puede perderte ahora que te ha recuperado.
MiYeon la miró con lástima, poniendo una expresión de cachorra apaleada para tratar de conmover su corazón (aunque falló miserablemente, por supuesto).
—No me va a perder —replicó algo molesta—, puedo cuidarme sola, sobreprotegerme...
—Está en su naturaleza —le interrumpió Rosé, mirándola con ojos entrecerrados—. Lisa te ama más que a su vida propia, MiYeon, lo sabes bien —suspiró, frotando su frente—. Esto podría alargarse por meses y...
—No importa —dijo, dándole la espalda—. No me iré, no a menos que me metas en una maleta.
—No le des ideas, MiYeon. —dijo SoYeon al ver la mirada interesada repentina de la mayor.
Rosé soltó un bufido, murmurando palabras incomprensibles por lo bajo, y asintió, aunque seguía sin estar de acuerdo.
—Bien —dijo Rosé—, haré que Lisa te regañe entonces.
MiYeon le sacó la lengua cuando Rosé le dio la espalda, marchándose mientras sacaba su móvil para llamar a Felix, y cuando estuvo sin la presencia de su padre, dejó caer sus hombros.
SoYeon no tardó en acercarse, abrazándola por el cuello, y la menor dejó que las hormonas dulces de la omega la tranquilizaran.
Yuqi las rodeó a ambas con sus brazos, gruñendo por lo bajo, dejándolas impregnadas con su olor.
—Ustedes deberían devolverse —dijo repentinamente MiYeon, llamando la atención de las otras chicas—. Las arrastré hasta aquí y...
—Vinimos por decisión propia —le interrumpió Yuqi con voz ronca—, nos quedaremos contigo hasta el final —miró a SoYeon de reojo—. Por otro lado...
—Tendré un celo la semana que viene —dijo SoYeon, con las mejillas tornadas de rojo—, y quiero que me marques —una pequeña pausa, mientras tomaba la mano de MiYeon junto con la de Yuqi—. Que las dos me marquen.
MiYeon sintió su garganta seca de pronto por imaginarse aquella perspectiva.
Su lado alfa pareció aprobar esa idea, ver a SoYeon en su etapa de celo y acostarse con ella para morder su cuello segundos después, marcándola como suya. Pero también estaba esa otra parte, esa alfa profunda arraigada en su interior que no quería compartirla con nadie. Peor aún: que no quería a una alfa tocándola a ella, sometiéndola.
A MiYeon le gustaba Yuqi, eso era innegable. Le gustaba cuando la miraba, cuando le hablaba con esa atractiva voz que tenía, cuando sonreía, cuando la sostenía. Pero a su alfa... No terminaba por convencerla.
Su lado alfa se negaba a ser dominada, a entregarse de esa forma a otra alfa.
Yuqi, a su lado, olisqueó su cuello y soltó un gruñido bajo.
—Vamos a pelear por el control —le dijo con voz grave—, tú y yo, MiYeon. Cuando llegue el celo de SoYeon, las dos vamos a pelear por el control y la que pierda, va a ceder —hizo una pequeña pausa—. Delta, así se les llama a un alfa que se somete a otro.
MiYeon la miró, asintiendo y gruñendo en señal de respuesta. Yuqi le dio un beso salvaje antes de escuchar el reclamo de SoYeon.
***
Luhan se inclinó sobre el mapa expuesto con una mirada calculadora, apuntando hacia Shanghái, la capital del distrito colindante y principal lugar económico del país.
—Junhui se hizo con el control de todo el distrito —dijo Luhan—, nos contactó esta mañana para dar aviso de que Shanghái cayó en nuestras manos —movió sus dedos hacia el otro distrito, Chongqing—. Jieqiong logró hacerse con este distrito también hace dos días, y sabemos que en Tianjin las cosas están en un punto crítico también, con Qiankun presionando para tomar el poder allí —Luhan suspiró—. Pero no sirve de nada si no podemos derribar el Gobierno Central, Song —su voz hizo una pausa—. Tenemos que hacer que Ang renuncie, tomarlo preso... O asesinarlo —la voz del omega se hizo un poco más baja—. Sabes que los alfas no van a rendirse a menos que les demos un golpe duro en su orgullo, Song.
Song observó el mapa del país con expresión pensativa, desviando sus ojos hacia el mapa que Caolu extendía con ayuda de Yìxìng: era el plano de la ciudad.
—¿Pranpriya? —preguntó Song con voz dulce, llamando su atención—. ¿Qué crees que debemos hacer?
—Asesinarlo —dijo con rotundidad Lisa—. No por darle un golpe a los alfas, sino porque es acabar con el ciclo de dominancia que nos han impuesto —Lisa endureció su voz—. Dejarlo vivo significaría que algunos alfas querrían ponerlo en el poder más adelante. O renuncia... O nosotros nos haremos cargo de él.
Se hizo una pequeña pausa, con Song examinando ambos mapas.
—Comunícate con Junhui y dile que movilice a su gente inmediatamente hacia aquí, haz lo mismo con Jieqiong. Vamos a bombardear el Congreso —dijo, apuntando al edificio central, y principal punto de organización política del país—, quiero verlo derribado en tres días. No vamos a seguir alargando esto —una pequeña pausa—. ¿Ang ha solicitado ayuda extranjera?
—El apoyo de Rusia, Estados Unidos y Alemania —contestó Yukhei con el ceño fruncido—, pero se han negado a cooperar —el beta sonrió con algo de diversión—. Están teniendo sus propios problemas... Con los omegas de sus países.
Song sonrió también, volviendo su atención al mapa.
—Mañana volveremos a reunirnos aquí para discutir los nuevos grupos de ataque. —dijo Song con voz un poco cansada, y Yixuan apareció para ayudarla a acostarse en la camilla. Eso fue señal suficiente para hacer salir del cuarto a todo el mundo.
Lisa se despidió de Song con un beso en la mejilla, entrando a la habitación que usaban como enfermería, y se acercó a Yangyang, que parecía mucho mejor ahora que descansó.
—¿Cómo fue todo? —preguntó Yangyang media dormido, sedado para soportar el dolor.
La omega le peinó el cabello con amor antes de acariciarle la mejilla, liberando feromonas dulces que lo hicieran dormir. Lisa sabía que Yangyang perdió a su madre luego de que su padre la hubiera asesinado por irracionales celos, cuando tenía siete años, para después pasar a un hogar de acogida donde fue abusado por los alfas dirigentes del lugar.
—Todo bien, Yangie —dijo cariñosamente—, ¿Por qué no duermes? Debes estar muy cansado.
—Yixuan dice que deberé estar reposando mucho tiempo —gimoteó Yangyang—, pero necesito estar de pie antes para ayudarlos, Pranpriya...
Lisa le pellizcó la nariz.
—No, te quedarás a descansar —le dijo con seriedad—, no vamos a perderte, Yangyang.
—Pero...
—Si me sigues rebatiendo, entonces voy a darte una tunda.
—Hazle caso, Pranpriya cumple siempre sus promesas.
Lisa se volteó cuando Sana habló detrás de ella.
Yangyang soltó un quejido de protesta.
—Son lo peor. —dijo enfurruñado, cerrando sus ojos para dormir.
Lisa suspiró, dándole un beso y despidiéndose en voz baja del chico, para luego voltearse y chocar con la mirada de Sana. No estaba con Yizhou en sus brazos, adivinando que la bebé debía estar jugando con el resto de los niños del lugar.
—¿Ocurre algo? —le preguntó mientras salían de la habitación.
Sana la miró de reojo.
—Quiero hablar contigo. —contestó Sana con voz seria.
Lisa sintió su estómago apretarse, sin embargo, asintió. Era lo correcto, ya no podía evitarlo, y era lo mínimo que podía hacer por Sana luego de todo lo ocurrido.
Su ex-amiga caminó por delante de ella, abriéndose paso entre la gente sin decir nada, y caminaron por varios minutos. Salió, finalmente, a un patio interior algo vacío, sentándose en las escaleras. Lisa se ubicó a su lado, observando el cielo despejado, para después mirar a la omega Japonesa.
—Lo siento —le dijo con tono amable, aunque quisiera vomitar por los nervios—, nunca tuve que acostarme con Tzuyu. Soy una amiga terrible, la peor del mundo, no es necesario que me lo digas, y sé que no tengo excusa alguna —se mantuvo en silencio unos segundos—. Pero no la quiero, Sana, no de esa forma. No la amé nunca como amante, sólo como amiga, y jamás pensé que ella podría quererme de esa forma.
—¿Cómo fue? —preguntó Sana sin observarla—. ¿En tu departamento? ¿En nuestra casa?
Lisa bajó la vista.
—En mi departamento —contestó—. Yo entré en celo en la biblioteca y la llamé porque necesitaba regresar a casa con supresores. Mi celo había... Había estallado repentinamente. Tú sabías que mi omega estaba tan dañada que podía pasar meses sin tener un celo, como tener uno repentino de forma dolorosa, no sabía preverlo, así que ese día estalló sin que pudiera controlarlo y ella era mi única opción en ese momento. Si salía de allí en ese estado...
—Sé lo que podría haber pasado, Lisa —le dijo Sana con dureza—. Yo iba caminando sola, sin estar en celo, con una marca ya visible, y un alfa igual me atacó.
Lisa abrazó sus piernas.
—Tzuyu llegó y me impregnó de su olor con una marca temporal —su voz tembló—. Dolía tanto, Sana, era como si... Como si algo se estuviera quemando en mí, y los supresores no bastaban. Estaba llorando por el dolor, Tzuyu no sabía qué hacer, ella también estaba mareada y afectada, y yo sólo quería que todo acabara... —su voz se rompió—. Cuando Tzuyu me tocó, le pregunté si era consciente de eso. De lo que iba a ocurrir. De lo que significaría. Y ella me prometió que no significaba nada. Que me iba a ayudar porque éramos amigas, sólo por eso, pero lo que haríamos era sin compromiso alguno —limpió sus ojos—. Lo siento mucho, Sana. De verdad lo lamento.
Sana no dijo cosa alguna por varios minutos, sin consolarla tampoco, sin tocarla, sólo mirando al cielo con una expresión vacía y desolada.
—Es tu culpa —le dijo—, pero también es de Tzuyu. Las dos me decepcionaron y rompieron el corazón —Sana tomó aire—, pero lo comprendo de una forma retorcida, Lisa. Y siempre te estaré agradecida por haber cuidado de Yizhou —la omega tocó su hombro, obligándola a mirarla—. Lo que te dije la última vez que fuiste de visita, todas esas cosas... No las decía en serio. Sé que nunca quisiste quitármela, ni querías quedarte con Tzuyu.
Lisa quería explicarle un montón de cosas, tratar de decirle lo arrepentida que estaba, porque Sana y Tzuyu fueron sus primeras amigas luego de mucho tiempo. Antes de conocerlas, Lisa vivía una triste soledad impuesta, creyendo merecerla por lo que hizo, pasando todas las festividades sin compañía alguna: Navidad, Año Nuevo, su cumpleaños...
Fechas sin compañía alguna, cenando sola, yéndose a la cama temprano, pues a veces ese silencio se hacía insoportable para ella.
Hasta que apareció Tzuyu, con su estúpido sentido de empatía e insistencia para ser amigos. Lisa la odió al principio, tan acosadora, tan impertinente, y hasta pensó que la alfa quería algo con ella.
—Déjame en paz, Dios, Chou —le había dicho, harta de ella—, ¿Por qué no te rindes? ¡Eres un dolor en el culo!
—Porque nadie lo merece —contestó Tzuyu—, porque hueles a omega triste, y nadie debería oler a eso, Pranpriya.
Sus palabras la estremecieron en el fondo de su corazón, y terminó aceptando ir a cenar a la casa de la alfa para conocer a su esposa.
Sana y ella congeniaron enseguida: la omega era alguien dulce, divertida y preocupada, sin ser celosa luego de que Lisa acusara a Tzuyu por haberla perseguido tanto tiempo, e invitándola a cenar al día siguiente también si así quería.
Cuatro meses después fue Navidad.
—¿Qué harás? —preguntó Sana una tarde, mientras estaban tomando un café, esperando a Tzuyu—. Para las fiestas, ¿Irás a algún lado?
Lisa se encogió de hombros, fingiendo que no le importaba nada en ese instante.
—Probablemente vaya a dormir temprano —contestó, sonriendo—, no me gustan demasiado estas fiestas.
Sana la había observado en silencio, comprendiendo sin necesidad de que dijera más, y Tzuyu llegó minutos después, envuelta en un abrigo para capear el frío.
—¿Algo nuevo? —preguntó como si nada, besando a Sana.
Sana le sonrió.
—Lisa pasará Navidades con nosotras.
—Ah, qué bien. —dijo Tzuyu con tranquilidad.
Había protestado, pero no logró librarse de aquella invitación.
No logró librarse nunca más de ellas.
—Lo siento tanto —sollozó Lisa—, realmente lo lamento, Sanake. Lamento haber sido la peor amiga que hayas podido tener...
Sana suspiró, dolida también, y le dio un apretón en el hombro.
—Ya está, no hay nada que se pueda hacer ahora, Lisa —dijo Sana—. No puedo prometerte mi perdón ahora, no sé si seré capaz de hacerlo en algún momento, pero tampoco quiero que sigamos en esta situación incómoda para las dos, porque nos hace daño —Sana sonrió un poco, con debilidad—. Yizhou extraña mucho a su tía Lis.
Lisa no pudo contenerse más y la abrazó, asintiendo mientras trataba de no llorar, ya que Sana definitivamente era la mejor persona del mundo y se merecía lo mejor. Se merecía un montón de cosas buenas y no toda esa mierda que pasó allí.
—Y estoy feliz por ti —prosiguió Sana contra su hombro, llorando también—, tan feliz de que ahora estés con MiYeon y hayas podido perdonar a tu alfa, Lisa. Me alegra ver que hayas logrado encontrar parte de tu felicidad.
—Tú también deberías buscarla, Sana. —le dijo Lisa, revolviéndole el cabello.
—Ya soy feliz con tener a Yizhou conmigo —contestó Sana, poniéndose de pie y tirando de ella—. Lo demás son sólo detalles.
Lisa quería decirle algo más, pedirle que hablara con Tzuyu, pero sabía también que ya no debía meterse en eso. Tristemente, ya no podía intervenir en dicho asunto, sólo podía apoyar la decisión que Sana quisiera tomar.
Volvieron a entrar al interior del lugar, avanzando entre conversaciones superficiales, al menos, hasta que Yuqi apareció corriendo:
—¡Tía Lili! ¡Tía Lili! —chilló Yuqi—. ¡Tía Rosé va a tirar a MiYeon por el balcón porque no quiso comerse sus verduras!
Lisa no podía creer que tuviera a dos bebés a su cargo.
***
MiYeon parecía enfurruñada mientras se deslizaba a su lado, empujando a su papá a un lado, provocando que Rosé protestara, pero poco le importó y se acomodó en su pecho.
Lisa suspiró, rodando los ojos.
—¿No deberías estar con tus novias? —preguntó su mamá, pellizcándole la nariz.
MiYeon arrugó el ceño, enterrando su rostro en el cuello de la omega y comenzando a frotar su cabeza allí.
—Oh, ¿Te peleaste con ellas? —bufó Rosé, cruzándose de brazos—. ¿Así que ahora vienes a joderme a mí? La próxima vez te tiraré por las escaleras...
Lisa le dio un golpe en la pierna.
—Venga, ¿Qué ocurre, bebé? —preguntó Lisa, tomando el rostro de MiYeon para obligarla a mirarla a los ojos—. ¿No quieres hablarlo conmigo?
—No —replicó MiYeon—, porque van a avergonzarme. Tú o papá van a decir comentarios asquerosos y subidos de tono.
—Bueno, ¿Cuántas veces nos interrumpiste a punto de tener sexo cuando eras una bola de grasa? —murmuró Rosé, enfadada—. Ya no eres una bebé, no puedes meterte entre nosotras dos como antes.
MiYeon le dio un golpe en el costado mientras Lisa se reía, abrazando con más fuerza a su hija.
—¿Qué dices, idiota? —regañó Lisa, ignorando las protestas de MiYeon—. Mimi será siempre mi bebita hermosa, no importa que tenga treinta años. Será mi hermosa princesa por siempre —antes de que Rosé pudiera decir otra cosa, Lisa volvió a hablar—: Entonces, ¿Qué ocurre?
La menor hizo un puchero, decaída.
—Quiero marcar a SoYeon —dijo en voz baja—, pero mi alfa no quiere compartirlo con Yuqi. Y eso está mal porque SoYeon es la omega de Yuqi, y ella quiere estar con las dos, no puedo obligarla a sólo aceptarme. Y una parte mía quiere también someterse a Yuqi, pero otra quiere someterla también, así que...
Su voz se fue apagando cuando vio la mirada que sus padres compartieron, y tuvo un horrible pensamiento entonces:
—¿Debería dejarla? —dijo con voz ahogada—. ¿Buscar otra omega?
La omega sacudió su cabeza mientras Rosé se acomodaba a su lado, las dos creando un pequeño nido de hormonas de amor y cariño que no recordaba haber sentido antes. Tal vez cuando era una bebé solía dormir en esos nidos familiares, pero desde que tenía memoria y tío Ten estaba en sus recuerdos, que no recordaba una sensación como esa.
Y se sentía bien, el poder estar en medio de tantas feromonas soporíferas y cómodas.
—¿Te gusta SoYeonnie? —preguntó Lisa con voz dulce, y asintió—. ¿Y te gusta Yuqi? —volvió a asentir, sin estar un poco indecisa—. Entonces no deberías dejar que la alfa te domine, MiYeonnie. Es una parte importante de ti, por supuesto, pero no puede definir tus decisiones.
—No le hagas caso a tu mamá —replicó Rosé—. Vamos, puedes someter a Yuqi si te lo propones, no dejes que te gane.
Lisa le pegó un manotazo a la alfa, aunque sabía que estaba sólo bromeando.
Rosé soltó un gruñido de advertencia, juguetón e incluso algo coqueto, y MiYeon decidió intervenir antes de que sus padres terminaran teniendo sexo frente a ela. Ya aprendió que no tenían vergüenza alguna, ni siquiera con ella.
—¿No se sentirían mal si... Um... Si Yuqi pudiera dominarme? —preguntó en voz baja.
—Qué va —contestó Lisa, pellizcándole la mejilla—, los roles no definen quién eres, MiYeon. Ser la activa, ser la pasiva, no te hace una mejor o peor persona —sus ojos miraron a Rosé de forma atrevida—. Por ejemplo, yo estoy tratando de que tu padre acceda a dejarme ser la de arriba con un strap-on en el siguiente celo.
Rosé se atragantó con su saliva.
La omega se rió, divertida, mientras MiYeon ocultaba su rostro en el pecho de su mamá para aguantar la risa también, escuchando a su papá toser.
—Jamás. —farfulló Rosé.
—Eso ya lo veremos, alfa. —replicó Lisa.
—Voy a darte unos azotes que...
—Cómo iba diciendo —se apresuró a interrumpir MiYeon, exasperada—, lo que ocurra ese día, ¿No las va a decepcionar?
Hubo un pequeño espacio sin ruido entre ellas, en lo que abrazaba con un poco más de fuerza a Lisa, suspirando por el dulce ambiente en el que estaba. No quería moverse allí durante mucho tiempo de lo cómodo que se sentía.
—No —contestó Rosé con seriedad—, es tú relación, son tus decisiones, y no podemos impedir estas cosas, MiYeon. Si tropiezas, nuestra misión como padres es estar allí para apoyarte y ayudar a levantarte.
Soltó un ruido bajo de satisfacción cuando Rosé le revolvió el cabello, sin dejar de frotar su mejilla contra el pecho de Lisa en señal de aprobación, y pronto sintió a Rosé acurrucar a la omega contra su cuerpo.
—Las quiero —dijo MiYeon de forma repentina, en medio del silencio—, las quiero, papás.
—Ah, mis dos alfas... —se burló Lisa cariñosamente, dándole un beso en la mejilla.
Rosé aspiró en el cuello de Lisa, soltando un ruido de desagrado.
—Ahora apestas a bebé malcriada. —dijo con malicia.
—¡Papá! —se quejó MiYeon.
***
Ten estaba enfurecido.
Podía sentir a su omega interior enloquecido por el abandono, por la desesperada situación en la que estaba, y el hecho de que Sandara no estuviera haciendo algo lo ponía más iracundo que nunca.
—La quiero muerta. —escupió Ten, dejándose caer en el sofá, tratando de controlar las expresiones de su rostro, pues las heridas que Rosé había causado todavía no sanaban.
Sabía que iban a quedar cicatrices en los lugares donde el vidrio se enterró, y eso lo hacía sentir más desgraciado, ya que su bonito rostro quedó marcado para siempre por el actuar de la alfa.
Sandara lo observó con expresión de piedra.
El padre de Rosé falleció dos años atrás de un ataque al corazón, y desde entonces la alfa se hizo cargo ella sola de una sección de las empresas Park, sin embargo, Ten podía ver el paso del tiempo en el rostro de la mujer. Seguía siendo fría e imponente, pero su cabello negro se volvió blanco, tenía ojeras evidentes bajo sus ojos y nuevas arrugas enmarcaban ese fino y delgado rostro.
¿Cuánto le debía quedar? No mucho, eso Ten lo sabía, como sabía también que, si no hacían algo pronto, perdería lo poco que le quedaba.
Ya todo el mundo estaba al tanto de lo que hizo Rosé esa noche, la forma en la que lo agredió, y no hubo forma alguna de ocultar todo, porque fue un completo escándalo.
Necesitaba la marca de Rosé. Necesitaba recuperar a MiYeon –y en menor medida a Felix, aunque en la práctica poco le servía.
—¿Qué quieres que haga? —preguntó Sandara con voz amargada—. ¿Cómo mierda propones que mi hija te marque, si ya ha quedado claro que te desprecia?
La pregunta envió un escalofrío por su espina dorsal.
Desprecio era una elegante forma de decir te quiere ver muerto.
—Tuviste diecisiete años —prosiguió Sandara, mirándolo despectivamente—, diecisiete años para que te marcara, y no pudiste hacerlo. Y esa otra omega lo logró en unos meses.
Pensar en Lisa envió otra ola de rabia por el cuerpo de Ten, que volteó la mesa del centro con su pie por la necesidad de golpear algo.
—¿Entonces eso es todo? —gritó furioso—. ¿Adiós a tu hija, a tu nieta, a todo tu jodido imperio que te ayudé a mantener?
La alfa la miró con ojos astutos, pensativa.
—¿Quién crees que soy? —bufó Sandara, poniéndose de pie con algo de esfuerzo—. Felix, lo quiero. Puede ser un estúpido omega, pero me va a servir. —escupió con desprecio.
Ten hirvió en furia, tratando de no pensar demasiado en su hijo, ese precioso niño que parecía esperar siempre lo mejor de los demás, y se maldijo por no haber podido dar a luz un alfa en lugar de un omega.
—Contacta a la familia Nam —dijo Sandara—, diles que aceptamos el compromiso con su hijo —hizo una mueca algo divertida—. Puede marcar a ese tonto niñito si quiere.
El omega compuso un mohín en su rostro, sacando su móvil, pero antes de poder llamar, escuchó otra vez a la mayor:
—Oh, y ya sé cómo deshacerme de esa omega —dijo, pensativa—. Necesito que llames a Lianjie. Le tengo un pequeño encargo que necesito que haga.
Una lenta sonrisa se extendió por el rostro de Ten.
Sí, las cosas eran mejor cuando ella podía tirar de los hilos de su destino.
¡Gracias por leer!
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