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capítulo XI.

Advertencias: segunda parte de Kilig, por lo tanto, para entenderla, debes haber leído previamente esa historia. Chaelisa. 

Lisa se encogió cuando calor y dolor recorrió su cuerpo, con su omega enloquecida al escuchar la voz grave de Rosé dirigiéndose a ella. Pudo sentir, de forma inmediata, como el celo pareció apoderarse de su cuerpo con una enorme intensidad que no tuvo en los últimos diecisiete años.

Rosé gruñó en el instante en que el olor dulce, envolvente y seductor de Lisa llegó a sus fosas nasales, viendo el rostro colorado de la omega. Sus pupilas se dilataron en anticipación, su alfa volviéndose loca para poder tener a Lisa entre sus brazos y nunca alejarla.

Lisa gimió, confundida y necesitada. MiYeon se alejó con una expresión de sorpresa, en tanto Yuqi se ponía de pie, despertando a SoYeon.

―A-Alfa... ―jadeó Lisa.

Rosé volvió a gruñir por el placer que la simple palabra provocó en su ser.

Dio un paso, pero antes de poder seguir avanzando, MiYeon se adelantó y la empujó, haciéndola retroceder.

―No ―advirtió MiYeon―, ¡Sal de aquí!

Lisa sollozó, descontrolada, su omega gimiendo para poder tener contacto, y Rosé miró a la menor en señal de advertencia, de que se alejara o no se haría responsable de sus acciones.

Pero MiYeon sólo arrugó el ceño.

―¿Qué está ocurrien-...? ¡Oh, mierda!

Rosé le gruñó a la alfa que apareció detrás de ella, comprendiendo la escena con rapidez, y dio un paso para acercarse a Lisa. Sin embargo, no dio ni dos pasos cuando Rosé tiró de ella con un nuevo gruñido amenazador.

―No ―espetó―, ¡Fuera, todos!

Tzuyu miró a Rosé, parpadeando, y la observó unos segundos antes de dirigir su vista otra vez a Lisa. Segundos después, sus ojos se desviaron a las tres chicas allí metidas, a MiYeon frente a su mamá.

Volvió a mirar a Rosé, endureciendo su expresión.

Lisa gimoteó una vez más, inducida en un profundo celo doloroso que la estaba enloqueciendo de a poco.

Rosé dio otro paso, pero MiYeon la empujó.

―¡Dije que no! ―le gritó, enojada―. ¡No lo harás, no así!

―¡Me necesita! ―gruñó Rosé con tono desesperado―. La necesito.

Tzuyu la agarró del hombro, tirando de ella hacia atrás.

―No, no la necesitas, y ella tampoco lo hace ―dijo con tono serio―. Fuera. Me haré cargo de Lili.

Rosé miró a la alfa con una expresión en blanco, sus ojos refulgiendo con ira.

―¿A-Alfa...? ―lloriqueó Lisa, levantando la vista, con sus piernas temblando mientras luchaba por ponerse de pie―. Po-por fa-favor...

―Lis, necesito que-... ¡AH, MIERDA!

No fue Rosé la que mordió a Tzuyu.

Apenas la mano de la alfa se estiró para acariciarle el cabello y calmarla, Lisa soltó un gruñido agresivo y la mordió con fuerza, sin ser juguetona, sólo amenazante y salvaje.

―No ―jadeó Lisa, aferrándose al asiento y encogiéndose―. S-Sólo A-Alfa...

Rosé quiso volver a acercarse, sin embargo, MiYeon seguía entremedio.

―MiYeon, es la última vez que te lo digo: fuera de aquí. ―gruño Rosé con tono duro.

―¿Qué harás? ―soltó MiYeon, furiosa―. ¿La vas a desnudar y follarás? ¿Luego de diecisiete años lejos? ¿Sin hablar, sin verse, sin solucionarlo todo? ¡No puedes jodidamente hacer eso, papá!

―¡Lo que ocurra entre Lisa y yo no es de tu incumbencia!

―¡Vas a tener que disculparme, entonces!

Rosé parpadeó, pero antes de poder preguntar qué demonios le pasaba, MiYeon apretó su mano en un puño y la golpeó en el rostro, dejándola aturdida los segundos suficientes como para que no pudiera defenderse.

―¡Yuqi, ayúdame!

No fue necesario que lo repitiera: Yuqi sostuvo a Rosé de las axilas, arrastrando de ella y con MiYeon empujándola.

―¡Mi-Mierda, suéltame! ―gritó Rosé, descontrolada y gruñendo.

Tzuyu se movió, sosteniéndola de una pierna, y MiYeon se volteó hacia SoYeon, que parecía asustada.

―Cuida de mamá. ―le pidió, mientras agarraba la otra pierna de Rosé.

SoYeon asintió.

―¡Qué me suelten, idiotas! ―rugió Rosé, desesperada.

―¡A-Alfa! ―lloró Lisa, tratando de ponerse de pie, pero SoYeon la sostuvo de los hombros, y comenzó a sollozar cuando la puerta del cuarto se cerró.

***

Yixuan salió de la habitación a donde movieron a Lisa, una serie de cuartos preparados con camas para los omegas que experimentaran celos dentro del lugar. Todo el mundo esperaba fuera con una expresión cansada, seguida de SoYeon, que lucía agotada.

―¿Se calmó con los supresores? ―preguntó Tzuyu, preocupada.

Yixuan sacudió su cabeza mientras Rosé le gruñía, enfurecida por seguir siendo retenida mientras todo el mundo pasaba a ver a Lisa al interior del cuarto.

―El estado de Lisa es frágil ―dijo Yixuan con evidente preocupación―. Su celo está... Demasiado intenso. Su lado omega no hace caso a supresores ni se calma, está desesperada por volver a sentir a su alfa ―Yixuan hizo una mueca―. Como amigo, Tzuyu, te diría que no dejes que ningún alfa toque a Lisa, pero como doctor... ―suspiró―. Como doctor, mi única recomendación es que dejes pasar a Rosé.

―¡No puede hacer eso! ―espetó MiYeon―. ¡Ellas no pueden...!

―MiYeon ―le interrumpió Tzuyu―, a mí tampoco me agrada esto, ¿Bien? Lisa es mi amiga y sé que esto no le hará mucha gracia cuando se calme, pero... Pero tú no la has visto el tiempo suficiente y yo he vivido sus últimos celos con ella y... Y Lisa no está conectada con su lado omega. Lisa ha pasado tanto tiempo sin su alfa que su omega está casi muerta y eso le hace daño, ¿Lo entiendes? Cada vez que tenía que ayudarla porque sus celos ya estaban descontrolados podía notar su mueca de dolor. Se supone que en el celo un omega experimenta placer, pero Lisa sólo ha sentido dolor los últimos años.

MiYeon apretó sus dientes en una mueca de rabia, mirando a Tzuyu para luego dirigir sus ojos hacia el triste y desesperado rostro de Rosé. Gruñó en voz baja al recordar la sonrisa de su mamá, sus brazos rodeándola en todo momento, pero con un halo de tristeza a su alrededor.

Se volteó hacia Yuqi y SoYeon, notando sus expresiones apenadas.

Asintió, bajando la vista, pero antes de que alguien dijera algo más, se acercó a su papá.

―Si le haces daño, no te lo perdonaré nunca. ―le dijo con seriedad.

Rosé asintió, caminando a tropezones cuando Tzuyu la soltó. Abrió la puerta de golpe y cerró con llave casi de forma inmediata.

Levantó la vista, y la vio.

A su Lalisa.

Su alfa aulló en señal de desesperación al verla echado sobre un costado, llevando sólo una camisa blanca y larga, encogida en una bolita. Liberaba feromonas intensas que la estaban enloqueciendo, y tragó saliva cuando los ojos afiebrados de Lisa se enfocaron en ella.

―¿Alfa...? ―murmuró con tono anhelante Lisa.

Su primer instinto era alcanzarla, quitarle la ropa interior, abrir sus pantalones y follarla, sabiendo que Lisa no presentaría lucha alguna e incluso lo disfrutaría, pero no pudo hacerlo.

No cuando recordaba el rostro lloroso de Lisa sobre ella, sus ojos llenos de desilusión y desprecio por todo lo que ocurrió entre ellas.

Así que, con todo el esfuerzo del mundo, Rosé comenzó a quitarse la chaqueta.

―Hola, mi amor ―susurró en voz baja, notando los ojos de la omega siguiendo cada movimiento que hacía―, hoy estás más preciosa que nunca.

Lisa pareció ronronear ante el cumplido, complacida por la atención, y Rosé prosiguió con los zapatos.

―Te... Te ne-necesito, alfa... ―rogó Lisa―. Du-Duele... ―los ojos de la omega se llenaron de lágrimas―. Aquí, du-duele...

Y llevó sus dos manos a su corazón, sollozando.

Rosé echó a un lado sus pantalones, quedando sólo con la ropa interior y su camisa, para luego acercarse a la cama, con su corazón desbocado.

―Lo sé, bebé ―susurró Rosé, subiéndose a la cama―, sé que duele ―la alfa la observó con ojos llorosos―. A mí también me duele.

Lisa se arrebujó a su lado, tirando de ella boca arriba para subirse sobre su cuerpo, sus caderas moviéndose de forma automática, pero Rosé la detuvo.

―No, no cariño ―la regañó con tono suave―. No podemos hacerlo.

La omega gimió.

―¿Po-Por qué? ―preguntó, desesperada.

―Porque tengo que decirte muchas cosas primero ―trató de explicarse Rosé―, ¿Vas a escucharme, Lis?

Ambas se miraron en silencio, sólo oyéndose sus respiraciones jadeantes.

Rosé observó, entonces, que a pesar de la mirada acalorada de Lisa, existía cierto brillo inteligente y astuto en sus ojos, una expresión decidida y tranquila. De seguro, si Lisa no estuviera inducida en celo, no la dejaría hablar, se limitaría a esquivarla, pero bajo esas condiciones, la omega parecía ser consciente de que tenía que oírla.

Así que Rosé se recostó y Lisa no tardó en recostar su cabeza contra su pecho, temblando por el toque de la alfa, esa parte desesperada suya en el interior calmándose.

―Te he extrañado mucho ―le susurró en voz baja―, no tengo palabras para explicar lo mucho que te he extrañado, mi vida. ―Rosé le revolvió el cabello, mordiendo su labio inferior.

―Yo... Yo ta-también... ―dijo Lisa contra su cuello―. Extra.... Extraño a alfa...

Más silencio, tranquilidad invadiendo el cuarto, y Rosé supo que llegó el momento de decirlo.

―Lis ―giró su cabeza, observando esos grandes ojos solicitantes―, Ten nunca estuvo esperando un hijo mío.

La omega se echó hacia atrás, su expresión cambiando, y pudo notar como una lucha interna iniciaba en su mente, como si esa parte sentimental con una parte lógica estuvieran batallando por tomar el control de sus acciones.

―No ―gimió Lisa―, no, e-eso... No, al... Alfa, no...

Shhh, escúchame ―suplicó Rosé, tomando sus manos―, necesito decírtelo ―Lisa apretó sus labios, temblando―. Yo no... No me acosté con él, Lisa, te lo prometo. Felix no es hijo mío, Ten se acostó con JooHyun y fingió que era mío para atarme, él misma termino por confesármelo ―Lisa la observó, aturdida―. Eso no justifica mis acciones, por supuesto, todo lo que te dije, todo lo que hice... Eso no tiene perdón, Lisa, pero te lo prometo: no te engañé con él. Ni siquiera, en estos diecisiete años, me he acostado con él. Jamás podría hacerlo, mi amor. Jamás...

Su voz se fue apagando al notar las lágrimas silenciosas cayendo por su rostro, y sorbió por su nariz, desesperada, rota por dentro, con el corazón destrozado. Quería explicarle todo lo que sentía, todo lo que estaba pasando.

―Eres todo lo que quiero ―lloró Rosé, hundiendo su rostro en el cuello de Lisa y respirando a bocanadas por la situación―. Eres todo para mí. Tú... Tú eres más que mi omega, siempre lo has sido, eres... Eres mi alma gemela, mi... Mi compañera, mi... Mi batería, mi pequeña princesa, lo eres... Todo para mí, y... Y haré lo que sea para que... Para que me perdones, Lisa-ah, porque eres...

―Eres mía.

Rosé levantó la vista, chocando con la mirada de Lisa, con su ceño fruncido en señal de concentración. Se sorprendió cuando los dedos de la omega comenzaron a desabrochar los botones de su camisa.

―Alfa mía ―dijo pausadamente―, no de... No de Ten. Mía ―Lisa gruñó y Rosé soltó un jadeo de dolor cuando la omega la mordió en el hombro―. Rosé... Tú... Eres... mía.

Las manos de Lisa la agarraron de los hombros mientras se acomodaba sobre ella, sin dejar de gruñir en voz baja, y Rosé permitió que los dientes de la omega la marcaran en donde quisieran, dejaran marcas por su piel blanca.

¡Ah! ¡Lisa! ¡Eso duele! ―se quejó como una niña pequeña porque la omega la mordió en un pezón, sin dejar de gruñir.

La agarró de los hombros, obligándola a levantar la vista, y Rosé notó que Lisa la miró con desafío y rabia contenida. Le contestó con un gruñido bajo que Lisa no tardó en devolver, y de pronto las dos estuvieron rodando por la cama, lanzándose mordiscos y gruñidos, jadeando por el roce de sus pieles.

Cayeron al suelo con un estrepitoso ruido que no sirvió para detenerlas, pero ahora Rosé quedó sobre la omega con una sonrisa de superioridad. Las manos de Lisa se deslizaron por su espalda, la omega enfurecida antes de chillar cuando Rosé lamió su mejilla.

Por supuesto, el triunfo de Rosé no duró mucho: no al sentir los dedos de Lisa en su trasero, bajo su ropa interior, un dedo sobre-...

―¡Lisa! ―gritó, asustada y alejándose de golpe, poniéndose de pie.

Lisa respondió con otro gruñido, aunque una sonrisa de triunfo pintó su rostro.

―Mala ―espetó Lisa―. Rosé... Ha... Sido... Mala...

―No se te ocurra acercar tu dedo allí ―amenazó Rosé, sintiéndose ridícula cuando Lisa le sacó la lengua―. ¡Estoy hablando en serio, Lalisa!

―¿O qué? ―la omega la miró groseramente―. Yo... Renegué... De ti...

Rosé mordió su labio inferior, notando la mirada triste de Lisa, y suspiró mientras asentía. Recordó las palabras de la omega ese fatídico día en el que todo se fue a la mierda, todo se arruinó.

Hemos roto, Rosé. No te quiero como alfa. Reniego de ti.

Y a pesar de que ellas después se hubieran acostado otra vez, a pesar de que Rosé la hubiera mordido una última vez, eso no significaba que Lisa todavía la quisiera como pareja. Haberla renegado significó para su alfa el rechazo total de su omega, significó que Lisa ya no la quería a su lado.

―¿Hay alguna forma de reparar lo nuestro? ―preguntó, acercándose con cautela.

Lisa la miró.

―Bebé ―gimoteó―. Quiero... Un... Bebé...

Rosé se quedó quieta. Lisa la miró desde la cama.

―No digas esas cosas ―dijo con tono tembloroso―. Tú no quieres un bebé, Lisa. Es tu omega hablando.

―¡No! ―Lisa le tiró la almohada al rostro y Rosé alcanzó a agarrarla―. ¡Bebé!

―¡Lisa, así no imaginé nuestro reencuentro!

―¡Un... Bebé! ―Lisa rompió a llorar y se cubrió con la sábana―. ¡Mala! ¡Eres... Eres cruel! ¡Te... Te odio! ¡Te odio!

Rosé sintió como su corazón se quebraba ante las palabras de Lisa, por lo que se acercó, sin dudar en acostarse sobre ella. La acurrucó en sus brazos, a pesar de que la omega chillara y pataleara en señal de protesta, pero no le iba a soltar, no en ese instante.

―Está bien ―le arrulló con voz suave―, está bien, Lis, tranquila, estoy aquí...

―Mala ―sollozó Lisa―. Alfa... Mala... Me... Me engaña y... Y rompe el... El corazón... Y... No quiere... No quiere un bebé...

―Si quiero un bebé contigo, Lis ―le susurró, acariciándole y suspirando con cansancio―. Me encantaría tener muchos bebés contigo, ¿No sería eso lindo? Nuestros bebés corriendo por la casa mientras las dos los cuidamos, suena perfecto, ¿No es así?

Lisa sorbió por su nariz, bajando la sábana para mostrar su rostro lloroso, asintiendo con desconfianza.

―Bebé. ―insistió Lisa con debilidad.

Rosé se forzó a seguir calmada, tratando de crear un ambiente de relajación para la omega, notando cómo sus ojos parecían cerrarse por el sueño.

―Un bonito bebé nuestro ―continuó Rosé en voz baja―, sería mi sueño, Lils ―notó como se quedó dormida, y la besó la mejilla―. Sería la mujer más feliz de la vida con un bebé nuestro, cariño.

Rosé estaba segura de eso, no era necesario que nadie más se lo dijera.

***

SoYeon estaba a punto de morirse de la risa mientras Yixuan terminaba de hablar, echada en el suelo. MiYeon abrió la boca por la incredulidad y Yuqi se inclinó hacia la omega, preocupada. Tzuyu mordió su labio inferior, el ceño fruncido en concentración.

―¿Eso significa qué...?

―Lisa ha pasado estos últimos diecisiete años sin conectar con su omega ―dijo Yixuan―, y ahora que su alfa está aquí, la omega la va a dominar completamente ―una pequeña mueca―. No sólo en el ámbito sexual, por supuesto: Lisa experimentará unos cambios de humor terribles, se volverá agresiva o una bolita de algodón en sólo segundos, o juguetona y demandante cuando no debería serlo.

MiYeon soltó un bufido.

―¿Y no pudo decirle eso a mi padre porque...?

―Porque me pareció más divertido así. ―contestó Yixuan como si fuera obvio.

SoYeon volvió a rodar por el suelo, sin poder controlar su risa.

―SoYeonnie... ―trató de regañar Yuqi.

―¡Es que me lo imagino...! ―soltó SoYeon, casi llorando―. ¡Me imagino la cara de tía Rosé tratando de... De controlar los cambios de humor y... Y no puedo...! ¡Hasta tú te... Te espantas cuando entro en celo y... Y te empiezo a molestar...!

Yuqi enrojeció, avergonzada, mientras MiYeon trató de imaginar el panorama que SoYeon planteaba. Terminó por reírse en voz baja también al pensar en su pobre padre, seria y tranquila, tratando de ser paciente y mantener la cabeza fría en esa situación.

Tzuyu abrió la boca para decir algo, sin embargo, en ese instante apareció en el pasillo Sana con una expresión de molestia. La alfa se enderezó, tratando de sonreír cuando Sana se quedó quieta, olisqueando el aire.

―Dios ―la cara de la omega era un poema―. ¿Lisa entró en celo?

―Sanake... ―comenzó a regañar Tzuyu.

―¿Y qué haces acá? ―espetó a Tzuyu―. ¿Acaso piensas follártela otra vez?

La risa de SoYeon murió mientras Yuqi desviaba la vista, MiYeon se atragantaba con su saliva y Yixuan parpadeaba con incomodidad.

La cara de Tzuyu estaba en blanco.

―No eres más que una bastarda ―gruñó Sana ante el silencio―. ¡Si tanto quieres a Lisa, entonces deberías marcarla!

―Estás hablando estupideces, Sana. ―murmuró Tzuyu, agotada.

La omega hizo una mueca de desprecio, girándose y saliendo de allí con su cara deformada por la rabia, pero Tzuyu no la siguió.

Yixuan se aclaró la garganta.

―Dale su espacio ―le dijo con tono suave―, ha sido difícil para ella.

Tzuyu le miró de reojo.

―¿Y acaso para mí ha sido fácil? ―preguntó con amargura.

Yixuan sacudió la cabeza en una negativa, suspirando, y se marchó diciendo que tenía que revisar a otras personas y le buscaran en caso de emergencia. Pronto quedaron sólo las cuatro allí en un incómodo silencio, que fue roto cuando SoYeon le preguntó a Yuqi qué pasó, pues no entendió nada de lo que hablaron, sólo lo que estaba ocurriendo.

―Estás enamorada de mi mamá.

Tzuyu miró a MiYeon, que la observaba con una expresión de piedra. Yuqi enmudeció por la sorpresa, en tanto SoYeon pestañeaba.

La mayor la miró con una mueca de desprecio.

―No hables estupideces ―le dijo―, Lisa y yo sólo somos amigas.

MiYeon soltó un gruñido.

―Sí, y eso te duele ―soltó bruscamente―, porque la quieres más que eso. Mamá, después de todo, estuvo allí cuando más la necesitabas, ¿No es así? Y pasaste sus celos con ella ―su voz se endureció―. ¿Te gustó aprovecharte de su estado? ¿Te gustó follarla?

Tzuyu empujó a MiYeon contra la pared, enfurecida, mientras Yuqi ponía a SoYeon detrás de ella automáticamente.

―Lisa estuvo de acuerdo ―escupió Tzuyu―, si pasaba sus celos con ella, es porque Lili estuvo de acuerdo. No me aproveché de nada.

MiYeon sonrió, a pesar de que Tzuyu hubiera soltado un gruñido.

―Espero estar equivocada, entonces ―dijo como si nada―, porque sería una pena que estuvieras enamorada de ella ahora que papá la volverá a marcar.

La mayor tuvo que soltarla y marcharse de allí con rapidez, ya que estaba segura de que iba a golpear la estúpida sonrisa de la menor por lo que dijo.

MiYeon frotó su cuello, haciendo una mueca, y SoYeon se le acercó con preocupación.

―Te estás ganando enemigos, MiYeonnie. ―le advirtió Yuqi, acercándose también.

Lo tenía muy claro, pero no le importaba para nada. Haría lo necesario para proteger como fuera a Lisa de cualquier persona que quisiera hacerle daño.

***

Rosé se puso de pie, su estómago gruñendo por el hambre, y frotó sus ojos con cansancio. Estaba caminando hacia la puerta de salida, queriendo buscar algo qué comer, cuando un golpe suave en su cabeza la detuvo.

Se giró, recogiendo la almohada que Lisa le lanzó. La omega seguía recostada en la cama, gruñendo amenazadoramente.

―¿Qué pasa, Lili? ―preguntó, exasperada.

Lisa volvió a gruñir.

―Te vas ―espetó―, me... Me abandonas...

―Iré por algo para comer. ―explicó sin paciencia.

Puaj ―la omega hizo un gesto de desagrado―. No. Aquí. Quédate.

―¿Para qué? ¿Para qué me sigas mordiendo? ―Rosé no necesitaba mirarse para saber que tenía marcas en su piel―. ¡Eso duele, Lisa! ¿Qué tal si voy por algo para comer y te consigo un pollo de hule?

―¡No! ¡No... No quiero...! ―Lisa rompió a llorar―. Celo. Quema. Duele. A-Alfa...

Rosé sintió como su lado alfa parecía activarse con el lloriqueo de la menor, seguido de sus palabras, anhelantes, suplicantes, y se sintió dura por la situación. En especial cuando Lisa comenzó a quitarse la ropa interior, echándola a un lado.

La alfa vio el coño húmedo de la omega, goteante, antes de observar cómo se giraba boca abajo.

―Lisa, no... ―gimió, desesperada.

Pero no sirvió de nada: Lisa levantó sus caderas, elevando su trasero y separando sus piernas, sus manos dirigiéndose a su culo, separando sus nalgas. Rosé contempló, jadeante, ambos agujeros de Lisa, su polla endurecida por la situación.

Podía ver cómo su coño se contraía por la necesidad, rosadito, brillante por la lubricación, y soltó un gemido en el momento en que Lisa deslizó dos dedos en su interior sin dificultad.

―Aquí... ―lloriqueó Lisa, necesitada―, Yo... Rosé...

Si Lisa la hubiera llamado alfa, se habría negado pues sabía que eso significaba que la parte omega de la menor era la que hablaba. Pero que hubiera usado su nombre le hizo dar unos pasos, titubeante, con sus manos temblando.

En ese instante, Roseanne Park se sentía como una torpe adolescente que estaba a punto de tener su primera vez, los nervios atenazando su estómago, sin saber qué hacer a continuación.

Quitó las manos de Lisa de allí, escuchando su protesta, y se inclinó dando un beso en la espalda baja de la omega, sintiéndola temblar bajo su toque. Luego bajó un poco más, sus manos separando sus nalgas, y sin dudarlo un poco pasó su lengua por allí, el sabor de la lubricación quedándose en su boca, dulce, empalagoso, pero sin molestarle en absoluto.

Lisa gimió con fuerza, elevando más su trasero, queriendo un contacto profundo. Rosé se lo concedió: su lengua comenzó a penetrarla, sus labios chupando su coño, volviéndola un manojo de nervios, de sudor, de jadeos desesperados por más. El aire pronto se llenó de feromonas sexuales, del olor de celo y el aroma alfa de Rosé, además de los ruidos que ambas soltaban.

Rosé alejó su boca, un hilo de saliva en sus labios, y gruñó mientras observaba el húmedo coño de Lisa, preparado para recibirla. Sin embargo, aún le quedaba un rastro de cordura: giró a la omega, dejándola boca arriba, y se ubicó entre sus piernas, inclinando su cabeza. Lisa parpadeó, perdida, con su boca abierta en un jadeo silencioso, sus ojos brillando, su rostro colorado, su pecho subiendo y bajando, y el cabello pegado a su frente por el sudor.

―Lis... ―murmuró, llamando su atención―. Eres hermosa, ¿Lo sabes? ―la omega ronroneó por el cumplido, aunque sacudió su cabeza en una negativa.

―Cica... Trices... ―jadeó.

Rosé bajó la vista, mirando las estrías en su estómago, en sus muslos, marcas de un embarazo joven; la cicatriz por cesárea que le hicieron cuando tuvo a MiYeon; otras pequeñas marcas que no sabía cómo se hizo, pero deseaba averiguar. Cada cicatriz decorando el bello cuerpo de Lisa, haciéndola más preciosa que nunca.

Sonrió con suavidad, ubicando sus manos a los lados de la cabeza de la omega.

―¿Quieres que lo haga? ―preguntó en voz baja, temblando por el fuerte olor a celo que había a su alrededor―. ¿Quieres que te haga el amor, Lisa?

Lisa le devolvió la mirada, sus manos moviéndose, agarrando el rostro de Rosé a centímetros del suyo.

―Sí, Rosé ―contestó Lisa con voz seria―, sí quiero.

Antes de que Rosé pudiera decirle algo más, Lisa la empujó hacia abajo, su boca chocando con los labios entreabiertos de la alfa en un beso lento, dulce lleno de sentimientos que no podían poner en palabras exactas, pero que estaban allí.

Gimió contra la boca de Lisa, una de sus manos bajándose la ropa interior mientras la otra la sostenía.

Si Lisa la hubiera llamado alfa, Rosé no habría cedido. Rosé simplemente se hubiera alejado por mucho que costara, antes de seguirla calmando como pudiera, sabiendo que Lisa sólo lo pedía por necesidad y no por gusto. Pero si la omega la llamaba por su nombre, si la interpelaba directamente, era porque era consciente de sus acciones y hacía por deseo propio.

Así que, mientras la besaba, Rosé comenzó a empujar de forma lenta.

Lisa rompió el beso, gimiendo con fuerza cuando su coño fue invadido con lentitud, el pene de Rosé expandiéndola y penetrándola con cuidado de no hacerle daño.

Los testículos de Rosé chocaron contra su trasero y la alfa se quedó quieta, jadeando, sintiendo el envolvente calor rodeando su miembro. Fue como si una parte suya dejara de doler por fin y sanó, como si ahora todo estuviera bien.

Chocó con la mirada de Lisa, que le acarició las mejillas.

―No... No llores... Rosé... ―susurró Lisa, limpiando su rostro―. Du-Duele si... Si lloras...

Rosé sonrió, jadeando, besando los labios de la menor en un beso pequeño y dulce.

―Te amo. ―contestó.

Antes de que Lisa pudiera responderle, se movió, arrancándole un gemido sonoro cuando presionó contra su punto g, enviando escalofríos por todo su cuerpo.

Lisa sentía como si estuviera flotando mientras Rosé, sobre ella, sin dejar de besarle todo el rostro, se movía contra su trasero. Penetraba más y más profundo, en tanto la omega, por el placer que sentía, enterraba sus uñas en la espalda de la alfa, gimiendo contra su oído, contra su boca, contra su mejilla, enloqueciendo por tener a quién consideraba como su compañera de vida, su otra mitad, por fin entre sus brazos, sosteniéndola en tanto le hacía el amor.

De alguna extraña forma, Lisa era consciente de sus acciones: la omega la estaba dominando, sin embargo, si no deseaba algo, era capaz de contenerla, y supo cuando despertó que era porque por fin eran ahora una sola persona. Ahora ese otro lado que odió tanto tiempo no estaba herido y alejado, sino que ahora ambas partes se aceptaban y reconocían. Tener a MiYeon entre sus brazos, que luego Rosé la sostuviera, provocaron que esas heridas que estuvieron tanto tiempo abiertas, sin cicatrizar, ahora se curaran por fin.

Y aunque Rosé y ella tuvieran pendiente una conversación, aunque las cosas no estuvieran bien, Lisa sabía que eso era lo que necesitaba para que esa etapa de celo natural que estaba viviendo se calmara, para que no siguiera perdiendo la cabeza y pudiera estabilizarse.

Por otro lado...

Por otro lado, Rosé ni siquiera la estaba obligando a nada. Ni siquiera se impuso a su llegada, ni siquiera trató de someterla, a pesar de que Lisa lo pidiera, tratando siempre de calmarla y sostenerla contra su pecho.

¿Cuánto tiempo llevaba desde la última vez que alguien la sostenía así? Probablemente desde que dejó a Rosé esa noche de años atrás.

Lisa no necesitaba a Rosé como alfa, eso lo aprendió, pero ahora se daba cuenta de que si la necesitaba como alguien que deseaba a su lado.

La mano de Rosé se envolvió alrededor de uno de sus pechos, y Lisa echó el cuello hacia atrás por deseo propio, revelando esa marca apagada, casi desaparecida.

―Már... Ca... Me... ―exigió con voz jadeante, sus ojos llenos de lágrimas.

Rosé la miró unos segundos antes de obedecer, bajando su cabeza. Sus colmillos acariciaron la piel de su cuello unos segundos antes de enterrarlos con profundidad.

Lisa gimió fuertemente al correrse contra el cuerpo de Rosé, su espalda arqueándose, dolor y placer estallando en su cuerpo, y escuchó el gemido de la alfa contra su cuello. Entonces, Lisa sintió el pene de Rosé en su interior anudando.

La omega no lo creía posible, pero volvió a eyacular al sentir el semen de Rosé llenándola.

Un bebé, pensó fugazmente, mientras Rosé lamía su marca, un cachorrito.

La idea desapareció de su mente cuando Rosé se enderezó, jadeando, y Lisa le acarició el rostro sudoroso.

―Has... Perdido... Ex... Experiencia... ―murmuró, respirando profundamente.

Rosé la observó unos segundos, parpadeando. Pasaron unos segundos antes de comenzar a reírse entre dientes, inclinándose y frotando su nariz contra los cabellos de la omega, escuchando su gruñido de satisfacción.

―Me encantas ―le murmuró Rosé―, y si he perdido experiencia, ha sido porque llevo diecisiete años sin ti, Lili.

Lisa parpadeó, algo desorientada, para luego sacudir la cabeza.

―No bromees, Rosé ―regañó en voz baja―, esas cosas...

La omega se quedó callada cuando la alfa le devolvió la mirada seria.

―Es cierto, Lisa ―contestó, moviéndose sobre ella. La acomodó en la cama, recostando la cabeza en su pecho y oyendo los latidos de su corazón―, ¿Cómo estaría con alguien más? Tú eres... Eres la única para mí.

Lisa no contestó.

Rosé sintió su estómago apretado.

―Tú... ―tragó saliva, oyendo la respiración errática de la omega―. ¿Estuviste con... Con otra persona?

Su hombro se tornó húmedo de pronto y supo que era por las lágrimas de Lisa.

No volteó su rostro, observando la pared del lugar mientras oía los sollozos de Lisa, bajos y llenos de culpa y dolor.

―Tzuyu... ―susurró Lisa―. Me... Me ayudó en mis... Últimos... ce... Los... ―sintió a Lisa frotando su mejilla contra su cabello―, Pero... Pero no la quiero, Rosé. No la amo. Sólo has sido tú. Nadie más. Sólo tú.

Rosé sintió su corazón detenerse unos segundos ante las palabras de Lisa, y su alfa pareciendo revivir ante las palabras dulces de la menor. Sus dedos acariciaron la marca en el cuello de la omega, calor recorriéndolo cuando la conexión se tornó más fuerte. Lisa gimoteó en voz baja ante las sensaciones que la recorrieron.

―Lisa ―la omega la miró, medio dormida―, anudé en tu interior. Yo sé que quizás no quieres...

―No creo, Rosé ―Lisa se acurrucó a su lado―, probablemente sea infértil. Tal vez tú también lo seas. Tzuyu... Una vez lo hicimos sin condón, pero no pasó nada, no hubo respuesta de mi sistema, y... Y recordé todas las veces que lo hicimos nosotras.

Rosé asintió con una expresión lejana, sabiendo que la omega tenía algo de razón, pues ella también lo pensó: anudó incansables en su interior y nunca ocurrió nada. Pero, aunque Rosé quisiera tener bebés con Lisa, tampoco iba a enloquecer si la omega no podía dárselos. Estaba MiYeon, y Rosé sabía que Lisa querría recuperar todo el tiempo perdido con su hija, y también estaba Felix, a quien Lisa querría como un hijo, de eso estaba segura.

―No importa ―contestó Rosé tranquilamente―, con que... Con que tú estés a mi lado, entonces todo estará bien.

Lisa la observó en silencio.

―Mejor déjame dormir, tonta. ―regañó Lisa, apretujándola contra su pecho.

Rosé sonrió cuando sintió los labios de Lisa contra su frente, suaves y dulces.

Sin embargo, algo dolió cuando notó que Lisa ignoró sus últimas palabras, limitándose a desviar la atención, y supo que las cosas no iban a estar cómodas entre ellas por algún tiempo.

¡Gracias por leer!

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