capítulo VI.
Advertencias: segunda parte de Kilig, por lo tanto, para entenderla, debes haber leído previamente esa historia. Chaelisa.
MiYeon observó los boletos que su papá le tendía, mirando la fecha en silencio mientras sentía su estómago dando vueltas por lo que eso significa.
Una semana. En una semana estaría en China, más cerca de mamá que nunca antes.
Tragó saliva.
―Papá ―murmuró, tomando los boletos, en tanto Rosé se sentaba frente a ella―, tú... ¿Lisa te habló alguna vez de... De su antiguo alfa?
MiYeon no podía decirle papá a ese primer alfa que tuvo Lisa cuando era apenas una chica, ese alfa de rostro desconocido, ajeno totalmente a ella.
No, su único papá era Roseanne Park, nadie más, eso era algo que tenía claro.
―No le digas Lisa, es tu mamá ―dijo Rosé con calma―. Y sí. Lisa me habló mucho de él. Se llamaba Cho JiWon.
Se removió en su lugar, agradeciendo que Yuqi y SoYeon no estuvieran en el departamento en ese momento: la pareja salió para tener una conversación sobre su relación, y a pesar de que hubiera cierta tensión romántica y sexual entre las tres, MiYeon era consciente de que no tenía que inmiscuirse entre ellas dos.
―Cho MiYeon. ―masculló.
―Suena mucho mejor que Park MiYeon, ¿No crees? ―preguntó Rosé con una sonrisa irónica―. Ten insistió varias veces en cambiarte el nombre, pero no iba a permitir aquello.
Asintió, mordiendo su labio inferior, y sus dedos recorrieron el borde de los boletos.
―¿Ese alfa...? ¿Cómo era? ―volvió a preguntar.
Rosé la miró con una expresión calculadora, sus ojos llenos de advertencia.
―No creo que te guste la respuesta, MiYeon. ―le dijo con suavidad.
Sus hombros se crisparon, sintiendo nervios en todo su ser.
―Es sólo curiosidad. ―insistió MiYeon.
La mayor ladeó la cabeza.
―Esto es lo que me contaba Lisa, ¿Está bien? No sé más cosas además de ello ―Rosé suspiró, acomodándose―. Lili me contó varias veces que era una relación normal, lo que se esperaba de ellos.
Los ojos de MiYeon se oscurecieron.
―¿Le pegaba? ¿Ese alfa le pegaba?
Pudo notar como la expresión de Rosé se tornaba rabiosa por el enfado, por el disgusto.
―Dijo que el único momento en el que no le pegaba era cuando estaba en cinta de ti. ―concedió Rosé, con la voz temblando debido a la ira.
MiYeon sintió como el enojo bullía también en su interior por las palabras de Rosé, enojada por pensar en Lisa siendo agredida por quien se suponía era la persona que debía defenderte y cuidarte.
Pero no es como si fuera algo extraño: el omega era propiedad del alfa, y si el alfa lo estimaba conveniente, entonces podía agredirlo todo lo que quisiera.
―Eso... ¿Eso significa que yo fui producto de una violación? ―siguió preguntando en voz baja.
La expresión de Rosé no cambio.
―Lisa me contó varias veces que JiWon la violaba, pero no me dijo si quedó embarazada en esos encuentros ―dijo con tono cuidadoso―. Sin embargo, MiYeon, eso no significa que Lisa te haya amado menos. Tú fuiste, eres y serás su centro siempre, ¿Lo sabes?
Su centro. Su pilar. El motivo por el que Lisa seguía viviendo y no cayó en una profunda depresión que pudo haber acabado con su muerte, como dijo en esa carta que le dejó a Rosé.
MiYeon es lo único bueno que he hecho en esta vida y si ella llega a morir, Rosé, yo también me muero.
―Te ama tanto que pensé varias veces en lanzarte por la ventana para deshacerme de ti y que me amara sólo a mí. ―agregó Rosé como si nada.
MiYeon la miró, parpadeando debido a la incredulidad.
―¿Estás bromeando, papá? ―preguntó.
Rosé sonrió.
―Por supuesto que no.
Decidió no seguir investigando sobre eso.
―¿Mamá llegó a amarlo?
El rostro de Rosé se tornó meditabundo.
―No ―dijo con rotundidad―, no creo que haya sentido amor por él. Lisa fue criada para buscar seguridad y sonreír ante un alfa, por eso permitía los golpes y abusos. Incluso, muchas veces conmigo, se comportaba como una omega sumisa y complaciente, porque la criaron para no tener voz ni voto. Sólo cuando tú estabas realmente amenazada, ella parecía reaccionar de otra forma ―hizo una mueca de diversión―. Cuando le propuse matrimonio, se negó al principio porque no iba a sacrificarte, e incluso cuando le prometí que no te haría daño, fue desconfiada y trató de satisfacerme para que yo siempre estuviera feliz.
MiYeon trató de imaginárselo, trató de pensar en el mismo rostro que vio en televisión, más joven, forzándose a sobrevivir cuando la vida le dio tantos golpes, y comprendió el desprecio que sentía Lisa hacía los alfas, el por qué habló de ellos con tanto ira en su voz.
Entonces, un pensamiento desagradable entró a su mente.
Si yo soy alfa, ¿Ella también va a odiarme?
Lisa no sabía que ella era alfa. Hasta el momento, todo el mundo la veía y pensaba que era omega por su aspecto, y sabía que cuando era más pequeña, todos esperaban lo mismo de ella. Incluso en la carta de su cumpleaños número doce, cuando se reveló como alfa, Lisa le comentaba lo feliz que estaba que ahora fuera omega, a pesar de lo difícil que sería su vida.
MiYeon no creía poder vivir si su mamá le decía que no la quería porque era alfa.
―¿Ella te amaba, papá? ―preguntó con voz ahogada, recordando los ojos llenos de amor que Lisa tenía en el vídeo.
Rosé trató de ocultar su mirada llena de dolor.
―Por supuesto que sí ―dijo con voz temblorosa―, me amaba tanto como la amo yo.
MiYeon miró a su papá, siendo consciente de que habló en tiempo pasado, y temió por un instante que, a pesar de que Lisa hablara con tanto amor en sus cartas, puede que las cosas fueran distintas una vez se vieran.
***
―¡Noona!
―¡Unnie!
Yuqi se rió mientras tomaba en brazos a JooYeon, en tanto SoYeon rodeaba con un brazo a MinJeong, revolviéndole el cabello sin dejar de sonreír. Minutos después, Jennie se asomaba por la puerta de la cocina, feliz de tener a sus dos hijas mayores en casa.
―¿Cómo están? ―preguntó MinJeong sonriendo, tirando de SoYeon al comedor.
―Pues bien ―contestó―, ¿Cómo te ha ido a ti en matemáticas? ¿Sigues reprobando?
MinJeong hizo un puchero.
―Es que son muy difíciles. ―dijo como excusa.
―Si quieres puedo ayudarte. ―se ofreció SoYeon.
Su hermanita menor, la pequeña e inocente MinJeong, la miró confundida.
―Pero... ¿No reprobaste matemáticas también, SoYeonnie? ―preguntó sin mala intención.
SoYeon se tensó, pero MinJeong no lo notó:
―¡No te preocupes! ―dijo como si nada―. Le pediré ayuda a QiQi. ―y sin decir nada más, fue a abrazar a su hermana mayor, que seguía haciendo reír a JooYeon.
SoYeon se recordó a sí misma a los trece años, sentada en el patio delantero de su casa mientras veía a los niños betas y alfas del barrio donde vivían corriendo por las calles, con Yuqi metida entre ellos, riéndose y jugando a la pelota. Por el contrario, los niños omegas estaban jugando en la casa frente a ella a la casita, y la invitaron, por supuesto, pero SoYeon no quería jugar con ellos.
SoYeon quería jugar con su hermana y el resto de los niños.
Se puso de pie, limpiando sus pantalones, antes de caminar hacia donde estaban los chicos. Se acercó a Yuqi cuando se detuvo por el cansancio.
―¿QiQi? ―preguntó, fingiendo una sonrisa confiada.
―¿Qué ocurre, SoYeonnie? ―preguntó Yuqi, sonriéndole.
―¿Puedo jugar con ustedes? ―dijo, balanceándose en sus pies―. He visto que falta un jugador en su equipo, ¡Puedo ir incluso al arco si quieren! Estoy segura de que-...
―¡No, la omega no puede jugar con nosotros! ―se apresuró a decir la que había sido su mejor amiga un año atrás, SooJin, que ahora era alfa―. ¡Se va a caer, llorará y nosotros tendremos la culpa! Además, ¿Por qué no va con los omegas? ¡Ese es su lugar!
SoYeon parpadeó hacia SooJin, ofendida, y frunció los labios en actitud de enojo.
―¡No voy a llorar! ¡Lo prometo! ―insistió con la garganta apretada.
―¡Los omegas no pueden jugar con los alfas, lo dice mi mamá! ―apoyó otra chica, Minnie.
SoYeon quería llorar de la frustración y la rabia.
―¡Mira, si hasta se pondrá a llorar! ―se burló SooJin―. ¡No puedes jugar! Ya vete, nos estás molestando.
Las dos chicas se marcharon con burlas, y SoYeon miró a Yuqi, que ya no sonreía y estaba con una expresión congelada en el rostro. La pequeña omega la observó con insistencia, y al final, Yuqi sólo bajó la vista.
―¿Por qué no vas a jugar con Sakura y ChaeWon? ―dijo Yuqi, retrocediendo y sonriéndole tensamente―. ¡Nos vemos a la hora de la cena!
Y Yuqi se giró, dejándola de pie, sola y con los ojos llorosos.
Volvió a la realidad de golpe cuando Yuqi, ahora con casi veintidos años, se sentó a su lado, con esa misma sonrisa ladina que ponía siempre.
―¿En qué piensas, SoYeonnie? ―preguntó.
Se obligó a no dejar que la rabia y el desprecio la invadieran, porque sabía que eso no llevaría a nada, que ya pasaron los años, que Yuqi no tenía la culpa de nada.
Porque no la tenía, ¿Cierto?
―MinJeong necesita ayuda en matemáticas ―dijo con calma―, ¿Por qué no la ayudas?
Yuqi soltó un gemido de protesta, pero antes de poder decir algo, Jennie volvió a asomarse.
―Hola, chicas ―dijo, acercándose a darles un beso a cada una―, supongo que se quedarán a cenar con sus viejas madres.
SoYeon le sonrió a mamá Jen con disculpa mientras Yuqi sacudió su cabeza.
―No, cenaremos con MiYeon y tía Rosé. ―dijo SoYeon.
Jennie puso una expresión ofendida en su rostro.
―¿Qué? ¡Luego de todo lo que he hecho por ustedes! ―dijo con indignación.
―Mamá...
―¡Yo las di a luz!
―¡Somos adoptadas, mamá!
―¡Es una metáfora!
―¡Mamá, estás exagerando!
Jennie les pegó un manotazo a cada una, haciendo que se quejaran, y se marchó otra vez a la cocina, murmurando maldiciones por lo bajo.
SoYeon soltó un quejido, enfurruñada, y Yuqi comenzó a acariciar su cuello. Eso le llamó su atención.
―¿Qué ocurre? ―preguntó hoscamente―. En casa de nuestras mamás no, Yuqi.
―Soñé contigo anoche. ―confesó en voz baja.
SoYeon la miró, enarcando una ceja, y Yuqi suspiró con ojos llenos de pena.
―Soñé cuando estabas llorando porque tus notas eran horribles ―dijo Yuqi en voz baja, sin querer que sus hermanos menores o su mamá escucharan―, cuando pasabas noches estudiando para poder tener buenas notas, pero seguías fracasando porque no entendías las cosas y no querías aceptar mi ayuda.
SoYeon apretó su mandíbula un instante.
―Me la ofreciste varias veces ―recordó SoYeon―, pero siempre me negué porque quería demostrarte que no te necesitaba.
La alfa asintió.
―Lo lamento por todo ―se disculpó Yuqi con tono serio―, por hacer una diferencia cuando no debería haberla. No soy una buena alfa para ti, SoYeon.
―No ―concedió SoYeon―, pero yo tampoco acepté tu ayuda por orgullo. Yo también lo siento por ser tan mala y cruel contigo a veces.
―No tengo nada que no mereciera. ―insistió Yuqi.
―Nadie lo merece ―replicó la omega―, nadie merece crueldad y odio, Yuqi ―hizo una mueca―. Excepto Ten. Esa perra puede irse al infierno.
Yuqi ahogó una risa contra su hombro.
***
―¿Dónde está Yizhou, Tzuyu? ―preguntó Lisa, enderezándose cuando Tzuyu entró al vagón del tren que servía como enfermería. La omega tenía su pierna envuelta en gasa, mientras curaba por la herida de bala que le llegó.
Tzuyu no la miró, sentándose a su lado.
―YangYang la está cuidando ―dijo Tzuyu como si nada―. Ahora, sobre lo que hablamos en la reunión...
―Tzuyu ―le interrumpió Lisa bruscamente―, quiero ver a Yizhou.
La alfa la miró.
―No eres su mamá ―le dijo sin suavidad―, así que vas a tener que permanecer un tiempo alejado de ella hasta que lo entienda.
La expresión de Lisa se tornó roja por la furia, sus labios frunciéndose en una mueca de ira. Trató de salir de la cama y ponerse de pie.
―¿De qué estás hablando? ―espetó enojada―. ¡Claro que no soy su mamá! ¡Pero que esté confundida no significa que tengas que alejarla de mí!
Tzuyu se puso de pie, también molesta por la situación, y la empujó contra la cama para que no se hiciera más daño.
―¡No deja de llorar y llamarte creyendo que eres su mamá, Lisa, y no lo eres! ¡Su madre es Sana, la va a tener que recordar quiera o no! ―Tzuyu levantó su voz―. Si hubiera sabido que esto terminaría así, jamás te la habría dejado a cargo.
Se sintió como una cuchilla para su corazón, a su lado omega, tan herido y destrozado que estaba.
Lisa no se lo comentó jamás a nadie, pero no sentía conexión alguna con esa parte fundamental suya, con ese lado que la volvía suave y tierna y dulce, excepto en esos breves instantes en los que sostenía a Yizhou contra su pecho imaginando que era MiYeon, o soñaba con el toque de Rosé sobre su piel. En esos pequeños momentos se sentía otra vez como esa omega torpe, sonriente y que se acurrucaba contra la gente que amaba, pues quería ser protegida y amada.
Los celos, incluso, eran dolorosos y sin placer alguno para sí misma: su cuerpo se satisfacía, pero no había pasión, fruición, satisfacción, en su propio toque o en el de Tzuyu. Su piel ardía, pero su omega, su mente, todo lo demás, estaba helado y frío.
―Dame a Yizhou ―rogó con la voz quebrada―, Tzuyu, tráela para acá...
Tzuyu la miró con pena en sus ojos.
Y habló:
―No te acerques a Yizhou hasta que yo lo diga, Lisa.
Lisa sollozó, retorciéndose, con su omega llorando en señal de protesta.
―¡Vete a la mierda! ―le gritó furiosa, con lágrimas cayendo por su rostro―. ¡Eres una hija de puta, Tzuyu, una jodida bastarda! ¡No te me acerques más, ¿Entendido?! ¡No te quiero ver, bastarda traidora!
Tzuyu la soltó cuando Yixuan entró alarmado por los gritos, yendo hacia Lisa. La omega se estiró para golpear a Tzuyu en la mejilla, y el médico tuvo que sostenerla para calmarla.
Su mente era un hervidero de ideas inconexas que no podía controlar, no podía manejar, y gruñó amenazadoramente hacia su amigo.
―¡No pienses obligarme con esa voz de mierda, traidora! ―le gritó, luchando por soltarse―. ¡Lo vuelves a hacer, Tzuyu, y te mataré, ¿Lo tienes claro?! ¡Te mato!
Tzuyu salió de la habitación, disculpándose en voz baja, y Lisa se derrumbó contra el toque suave de Yixuan, jadeando, odiando a todos esos malditos alfas que sólo la hirieron una y otra y otra vez.
Una y otra y otra vez, sin descanso alguno.
***
Cuando la puerta se abrió, Rosé casi cayó al suelo apenas un cuerpo pequeño chocó contra el suyo. Si no hubiera sido porque MiYeon estaba detrás de ella, habría acabado sentada de culo con un sollozante Felix en sus brazos.
―¿Papá? ―lloró Felix contra su pecho―. Papá, ¿Dónde estabas? Mamá, él...
MiYeon asomó su cabeza, sintiéndose culpable por haber olvidado a su hermano menor, por no haberlo llamado, notando que estaba alterado y triste y sin entender bien lo que estaba ocurriendo.
―¿Rosé? ―la voz de Ten resonó en la casa, pero la mayor lo ignoró, acariciándole el cabello a su hijon, que seguía llorando―. ¿MiYeonie?
Levantó la vista, observando a Ten de pie en el pasillo, con ojeras marcando su rostro pálido, su cabello desordenado y su mirada cansada. Sintió un leve dolor en su estómago porque días atrás, antes de saber todo, habría ido hacia él para abrazarlo.
Pero ahora sólo podía verlo y su mente pensaba en todo lo que hizo su tío años atrás para lograr tener algo de poder, para obtener una buena posición, para ser superior al resto.
Todo lo que le hizo a su mamá, porque Lisa estaba entremedio de sus deseos personales.
―Ves Felix ―dijo Ten, dando un paso y tratando de sonreír―, te dije que papá y MiYeonnie regresarían, ellas no se irán de aquí.
El niño levantó su rostro lleno de lágrimas y Rosé limpió sus mejillas con evidente cariño.
―Vamos al comedor ―dijo Rosé, sin dirigirse hacia Ten―, hay muchas cosas qué conversar.
Felix asintió, vacilante, y dejó que su papá se adelantara, acercándose a MiYeon y abrazándola por el cuello. La chica no dudó en devolverle el abrazo, queriendo calmarlo, aunque sabía que probablemente toda esa situación no acabaría bien.
Cinco minutos después, Felix estaba sentado a su lado, abrazándola por el brazo mientras Rosé se sentaba frente a ellos y Ten permanecía de pie, inquieto.
―Bueno ―dijo Rosé con tono suave―, Felix, tu madre y yo nos vamos a divorciar.
Felix enmudeció por la sorpresa.
―¿Qué? ―balbuceó Ten con horror en su voz―. ¿De qué hablas, Rosé?
Rosé no se giró hacia Ten, mirando sólo al niño, y le tomó la mano al omega.
―No quiero que tú y MiYeon se culpen de esto ―MiYeon no dijo nada, sabiendo que contarle toda la verdad a Felix de golpe podría alterarlo―, porque es algo que sólo nos incumbe a tu madre y a mí. Además, que nos separemos no significa que los quiera menos o ya no nos veremos más.
―Rosé, ¿Qué estás haciendo esto? ―Ten se acercó con una mirada de rabia―. ¡No puedes tomar esas decisiones!
Por primera vez, desde que llegaron, Rosé lo miró. Ten se estremeció al ver odio profundo en sus ojos, ese descontrolado desprecio que sentía la alfa hacia él, todo contenido en una mueca de desprecio en su rostro.
―Los papeles de anulación te los enviará mi abogado mañana ―dijo con tono suave―, espero que estén firmados para la tarde, Ten.
―Si crees que... ―comenzó a decir Ten con tono débil.
―Lo harás ―dijo Rosé, sin perder aquella voz dulce, que le asustaba mucho más ya que sabía que, si presionaba donde no debía, la alfa sacaría ese lado que daba miedo―, porque si no, Ten, MiYeon no se quedará de brazos cruzados.
El hombre se volteó hacia MiYeon, que lo miraba con ojos inexpresivos, sosteniendo la mano de Felix.
―Puedes decirle a la abuela ―dijo MiYeon amablemente―, pero si ella actuará en contra de nuestra decisión, entonces puede ir despidiéndose de su Imperio.
Ten no dijo nada, atónito mientras MiYeon se ponía de pie, tirando de Felix.
―Vayan a buscar sus cosas ―ordenó Rosé―, nos iremos apenas tengan todo guardado ―cuando los chicos desaparecieron, Rosé se volteó hacia Ten, sonriendo cruelmente―. Puedes quedarte con la casa, Ten. Considéralo mi regalo de bodas.
Antes de que pudiera decirle algo más, Rosé se marchó del comedor, dejándolo en completo desconcierto al ver que todo lo que construyó se estaba derrumbando, sin poder hacer algo para evitarlo.
¡Gracias por leer!
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