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capítulo IX.

Advertencias: segunda parte de Kilig, por lo tanto, para entenderla, debes haber leído previamente esa historia. Chaelisa. 

―¿Cuáles son las garantías mínimas?

Song Qian, a su lado, se recostó en la silla mientras acomodaba sus lentes en su rostro, moviendo un lápiz en su mano sobre la carpeta. Frente a ellas, el Presidente del Gobierno Chino, Ang Lee, arrugaba el ceño con molestia.

―¿Se tomó al menos la molestia de leer nuestro Petitorio? ―preguntó Song, con burla en su voz.

El Presidente apretó sus labios, mirando al resto de su Gabinete reunido en la mesa, tensos e incómodos en el lugar.

―Las garantías mínimas. ―repitió, dirigiendo sus ojos a Tzuyu.

Tzuyu ladeó la cabeza.

―Señor Presidente ―dijo Lisa con voz suave―, la líder es Song Qian, no Chou Tzuyu, así que es a ella a quién debe dirigirse.

Ang Lee soltó un ruido de desprecio.

―No hablaré con omegas rebeldes y provocadores, así que no te dirijas a mí, maldita puta. ―espetó el Presidente.

La ofensa no la inmutó: no era lo peor que le habían dicho los alfas en su vida.

Perra. Zorra. Chupapollas. Puta. Siempre necesitada de una polla en su sucio agujero. Animal que sólo sirve para follar. Agujero útil sólo para satisfacer a un alfa.

Tzuyu soltó un gruñido de advertencia.

―Si la vuelve a ofender, daremos esto por terminado. ―espetó Tzuyu, furiosa.

Antes de que Ang pudiera decir algo, Song se le adelantó:

―Inmunidad para todos los alfas, betas y omegas que pertenecen al movimiento ―dijo con tono duro―. Libertad inmediata para los presos políticos, y betas y omegas condenados por defensa contra el ataque de un alfa, comenzando por Sana Chou, esposa de Tzuyu.

―Concedido y concedido. ―cedió Ang, furioso.

―No he terminado ―gruñó Song―. Al menos la mitad de su Ministerio tendrá que ser reemplazado por betas y omegas. La Cámara de Diputados y Senadores tendrá que poseer al menos la mitad de escaños para betas y omegas al igual que la presencia de betas y omegas en juicios.

―¡¿Qué?! ―el presidente enrojeció por la rabia―. ¡Están locas!

―Betas y omegas tendrán la misma libertad para poder acceder a los trabajos que deseen y estudiar las carreras que quieran, sin distinción de su raza ―la voz de Song se iba tornando más y más exigente―. Voto para los omegas. Eliminación de escuelas sólo para omegas, betas y alfas. Eliminar del currículum escolar la clase de Principios Básicos para el Omega.

―¡Es inaceptable! ―gritó Ang.

―Y, por último, un proyecto de ley que apoye al omega marcado a la fuerza, violado y maltratado por un alfa, otorgándole los derechos y recursos para alejarse de su agresor y violador si así lo desea, además de protección en caso de emergencia ―Song sonrió―. Esos son nuestros pisos mínimos, Presidente Ang.

Lisa admiraba como Song podía mantenerse tranquila, impasible e incluso indiferente cuando la sala estaba llena de alfas enfurecidos por sus palabras. Costaba todo su esfuerzo, al menos para ella, no encogerse y buscar algún lugar donde esconderse de toda esa ira.

Tzuyu percibió su nerviosismo, porque le tomó la mano por debajo de la mesa, a pesar de que su relación estuviera rota y destrozada.

―Podría ordenar asesinarlas con sólo una palabra ―espetó el Presidente, enfurecido―. Podría simplemente imponerme ante ustedes dos, malditas zorras engreídas, y hacer que se arrodillen ante mí pidiendo perdón, y luego hacer que todos aquí se las follen por su insolencia.

Un murmullo colectivo en señal de aprobación recorrió a los ministros.

Song sonrió fríamente.

―Puede hacerlo ―concedió Song, poniéndose de pie―, pero mis órdenes son que, si mis omegas no reciben un mensaje cada diez minutos, pueden volar todo el edificio con ustedes incluidos ―Lisa la imitó, seguida de Tzuyu―. Los dejaremos para que discutan su posición.

La puerta se cerró detrás de Tzuyu, y Lisa, sólo entonces, pudo soltar el aire que estuvo conteniendo. Song la miró, suavizando su expresión, antes de acercarse y darle un abrazo dulce y materno.

Song era dura, imponente y hermosa, sin embargo, a Lisa realmente le gustaba ser abrazada por ella, pues se sentía, muchas veces, como si fuera una mamá para ella. Lisa no podía relacionarlo ya que nunca tuvo una figura materna en su vida, nunca nadie se preocupó por ella cuando era sólo una niña, pero imaginaba que la sensación debía ser parecida.

―Lo hiciste bien, Limario. ―le murmuró Song.

―No hice nada. ―dijo Lisa en voz baja.

―Estuviste a mi lado ―Song levantó su rostro, sonriéndole―, eso ya es demasiado.

Cerró sus ojos un momento cuando le besó en la frente, suspirando.

―Fue mejor de lo que esperaba ―comentó Tzuyu―, creí que Ang se negaría a dejarte hablar.

Song se encogió de hombros, tranquila.

―No aceptarán, esto es sólo diplomacia barata ―contestó despectivamente―. Estos bastardos jamás aceptarán a menos que les esté apuntando con una pistola en la cabeza.

―Tal vez eso tienes que hacer ―sugirió Lisa―, me gustaría ver sus caras.

Song soltó una risa, encantada, mientras Tzuyu negaba con la cabeza, aunque sonreía con diversión.

Sin embargo, cuando la puerta de la sala volvió a abrirse, sus expresiones se pusieron serias otra vez, y Lisa volvió a suspirar en su interior, preparándose para lo que iba a venir.

***

MiYeon abrió sus ojos de golpe, aturdida, desorientada.

Soñó otra vez con mamá.

No llores, mi amor, por favor. Prometo que volveré por ti, lo juro, MiYeonnie, pero tienes que quedarte un tiempo con papá, y cuando regrese, bebé... Te juro que iremos a comer todo el helado que quieras y te compraré todos los peluches del mundo, pero tienes que portarte bien.

Todo el helado que quisiera. Eso sonaba bien.

Cubrió su mano con su boca, ahogando el repentino sollozo que quiso escapar de sus labios, y se enderezó, notando que el avión estaba descendiendo.

Descendiendo en China.

Su estómago se contrajo por la ansiedad, volteándose para observar a su padre dormir como una roca. Adelante suyo, Yuqi roncaba con la boca abierta, mientras SoYeon jugaba con su consola portátil.

Antes de poder decir algo, la voz del piloto resonó en la cabina, diciendo que aterrizarían en diez minutos y que apagaran sus teléfonos móviles. Pudo escuchar como Yuqi se atragantaba con su saliva al ser despertada repentinamente, y sonrió por la diversión.

—Eres una idiota —murmuró SoYeon, mientras Yuqi bebía agua—, siempre te atragantas, algún día morirás por eso, ¿Lo sabes? Por supuesto que lo sabes, tonta, te lo he dicho miles de veces y aun así...

—Yo también te quiero, bebé. —farfulló Yuqi.

Antes de seguir escuchando esa tonta pelea que la pareja estaba teniendo, observó cómo su papá le tendía un pañuelo, amodorrada, pero sin decir cosa alguna.

MiYeon la miró con agradecimiento, quitando el rastro de lágrimas de su rostro, tomando aire mientras el avión aterrizaba y SoYeon seguía regañando a Yuqi.

Veinte minutos después estaban en tierra firme, arrastrando las maletas detrás suyo, abriéndose paso entre la multitud de personas. Rosé, por supuesto, iba adelante pues era la que más se manejaba en Chino y se encargaría de guiarlas por la ciudad.

Subieron a un taxi en silencio.

—Pedí sólo un cuarto para cuatro personas —dijo Rosé, desde el asiento delantero—, pensé primero en pedir dos cuartos, pero luego me dije que no quiero ver a ninguna mocosa desnuda o follando por ahí, así que se aguantan.

SoYeon enrojeció, Yuqi tosió y MiYeon quería hundirse en su asiento.

—Sí, tía amargada. —murmuró SoYeon.

MiYeon soltó una risa baja, girando su cabeza para comenzar a mirar por la ventana, sus ojos observando las calles vacías de Pekín, y tragó saliva cuando recordó la situación que estaba viviendo el país. Si ellas lograron entrar sin problema fue porque Rosé movió sus contactos, aludiendo a que era un viaje de negocios, pues en cualquier otra situación, entrar habría sido mucho más difícil, por no decir imposible.

En especial ahora que el conflicto entre omegas, betas y alfas era tan visible e imposible de detener.

Se hundió en su asiento, pensando en que su mamá estaba metida en todo eso y que era, prácticamente, una especie de fugitiva de la ley, por lo que encontrarla no sería algo fácil.

El taxi se detuvo fuera de un hotel, así que no tardaron en bajar, con su estómago gruñendo por el hambre, pero a MiYeon eso poco le interesaba porque estaba más impaciente por comenzar a buscar a Lisa. Una vieja dirección estaba guardada en su bolsillo, una que le envió su mamá meses atrás cuando, en una de sus muchas cartas, le sugirió si quería ir a verla, que si quería le entregaba la dirección para que llegara sin problema alguno. Se cruzó de brazos mientras su papá las registraba en el hotel.

Yuqi le sonrió, apoyando las manos en sus hombros para tratar de tranquilizarla, y MiYeon mordió su labio inferior.

Rosé volvió, llevando la llave de la habitación, y subieron al ascensor.

—Dejaremos las maletas e iremos a comer algo —dijo su papá con tranquilidad—, veré qué logro averiguar.

MiYeon la miró.

—No —contestó, impaciente—, vamos enseguida, no quiero seguir esperando.

Yuqi y SoYeon se miraron, retrocediendo unos pasos en silencio.

La mayor miró a MiYeon con una expresión en blanco.

—Dije que iremos a comer, MiYeon —gruñó—, y luego yo me dedicaré a averiguar algunas cosas, mientras ustedes tres vuelven acá a descansar.

Las puertas del ascensor se abrieron.

—¡No, no haremos eso! —dijo enfurecida MiYeon—. ¡No puedes dejarme fuera de esto!

—Puedo, y lo haré —le espetó Rosé—. Mierda, MiYeon, entiendo que estés impaciente, pero Lisa es un rostro visible de este movimiento y encontrarla no será fácil, ¿Pretendes acaso que vayamos preguntando persona por persona si la han visto?

—¡Si es necesario sí! —su padre soltó un bufido, abriendo la puerta de la habitación y caminando sin detenerse—. ¡Estás haciendo tiempo, eso es!

SoYeon y Yuqi se escabulleron al baño, sin querer quedar entremedio de la discusión.

Rosé se giró lentamente, mirando a MiYeon con ojos brillando por la rabia.

—¿Qué estás diciendo? —preguntó, tratando de conservar la calma.

MiYeon hizo una mueca.

—Qué estás haciendo tiempo porque no quieres encontrarte con mamá —le dijo, enfurecida—. ¿Creías que no iba a notarlo? ¡Tienes miedo! ¡Estás aterrada de encontrarte con mamá!

—Estás hablando estupideces. —murmuró Rosé.

—¡Deja de tratarme como una niña!

—¡Entonces deja de comportarte como una!

—¡La única que se está comportando como una niña eres tú, papá! —MiYeon dio un paso, cruzándose en su camino, y Rosé la miró con una mirada rabiosa—. Deja de evitarlo, deja de huir y enfréntate a mamá de una vez, ¡Lo único que estás haciendo es atrasarlo porque tienes miedo de... De...!

—¿De qué, MiYeon? —gruñó Rosé, alejándose y caminando hacia la puerta.

—¡De que ella ya no te quiera y esté con otro!

Rosé se quedó quieta, su mano en el pomo de la puerta, y por un instante, MiYeon temió haberse pasado, haber dicho demasiado, pero ya era tarde para arrepentirse.

Su papá la miró por sobre su hombro, con su rostro en blanco.

—Te quedarás aquí con las otras mocosas, volveré cuando sepa algo. —escupió Rosé saliendo, cerrando con un portazo.

MiYeon lanzó el florero más cercano contra la puerta recién cerrada, soltando un grito de molestia antes de apretar los puños, volteándose hacia las maletas y pateándolas de paso. Maldijo en voz baja, furiosa, pero antes de poder golpear la pared, sintió un tirón en su hombro.

—Basta —espetó Yuqi—, asustas a SoYeon.

Tiró de su hombro, soltándose.

—¡No me importa! —le dijo, observándola.

Yuqi le devolvió la mirada, sin inmutarse ante su molestia, y volvió a agarrarla, empujándola hacia una habitación. MiYeon trató de resistirse, gruñendo, pero la mayor contestó de la misma forma, para después ser empujada contra la pared. Yuqi acercó su rostro.

—Cálmate. —ordenó Yuqi con voz grave.

—¡¿Cómo quieres que lo haga?! —gritó MiYeon—. ¡Mamá está ahí y no puedo ir a buscarla, porque a la idiota de mi padre se le antojó!

—¡Qué te calmes, MiYeon! —insistió Yuqi—. ¡Sabes que SoYeon es una omega y se asusta con los gritos!

—¡Me importa una mierda! —espetó MiYeon—. ¡Si quiere que me calme, que traiga su jodido culo para acá!

No pudo decir otra cosa, pues Yuqi le cruzó el rostro con una bofetada.

Picor recorrió su mejilla, ardiendo, y sus ojos se movieron hasta chocar con la enojada mirada de Yuqi. Reparó en sus palabras, y agudizó el oído, oyendo los sollozos asustados de SoYeon provenientes del baño.

Mordió su labio inferior.

—Yo...

—¿Tú qué? —murmuró Yuqi—. ¿No fue también la rabia y la ira lo que arruinó la relación de tus padres?

Enmudeció antes de bajar la vista, avergonzada.

La puerta del cuarto se abrió y SoYeon entró con ojos lagrimosos para luego caminar, titubeante, hacia la cama, subiéndose a ella y poniéndose en cuatro, boca abajo.

—Si lo harás, hazlo rápido. —lloró SoYeon.

Yuqi miró a MiYeon, impasible.

—Lo siento —dijo MiYeon con la voz temblando—. SoYeonnie, lo siento. No quise... No quise ofenderte, de verdad —SoYeon se acurrucó contra la almohada, desplomándose como peso muerto—. Yuqi, no quise... —su garganta ardió—. Gracias por golpearme.

Yuqi la agarró de las mejillas, levantando su rostro. Antes de preguntarle qué estaba haciendo, se inclinó y le dio un beso en los labios, gruñendo en señal de afirmación. MiYeon trató de seguirle el beso como pudo, de forma torpe y algo dulce, jadeando cuando el aire se acabó.

—¿Estás más calmada? —preguntó Yuqi, separándose unos centímetros.

Asintió, abrazándola por la cintura, enterrando su rostro en su pecho, y agradeció que Yuqi se quedara allí acariciándole el cabello, sin moverse, sólo sosteniéndola.

—Soy un desastre. —murmuró MiYeon contra la ropa de Yuqi, olisqueando su olor envolvente y fuerte.

—No —Yuqi le besó la frente—, puedo entender que quieras encontrar a tía Lili pronto, MiYeon, es comprensible todo eso —suspiró, llamando su atención—. Mira, tía Rosé dijo que saliéramos, ¿Cierto? Pero ¿Cuándo le hemos hecho caso?

—¿Nunca? —titubeó MiYeon, quién siempre obedeció a su papá en cualquier orden que daba.

Yuqi sonrió.

—Bueno, si te soy sincera... —la mayor se inclinó, frotando su nariz con la suya—, cuando eras una bebé, sólo le hacías caso a tía Lili. Eras muy malcriada... Y lo sigues siendo —los ojos de Yuqi brillaron—. Tal vez debería castigarte por eso.

Una ola de excitación recorrió su espina dorsal, sin embargo, se obligó a concentrarse en cualquier otra cosa menos en las imágenes que invadieron su cabeza. Recordó el papel en su bolsillo, una vieja carta que mamá le envió cuando cumplió diecisiete años, preguntándole si le gustaría visitarla, si quería viajar a China para verla.

No es obligación que vengas, Mimi, pero me encantaría verte aquí uno de estos días. ¿Por qué no vienes a verme en verano? Puedes quedarte todo el tiempo que desees, y aunque fueran sólo dos días, yo sería feliz con eso.

No respondas, ¡Amaría verte de sorpresa! Me imagino llegando del trabajo, cansada y agotada, mientras tú me esperas sentada fuera del departamento. Sólo de pensarlo me pongo a sonreír, mi vida.

¿Te parece? Voy a dejarte mi dirección anotada al final, entonces, para que puedas sorprenderme si decides venir.

Y, al final, como lo prometió, Lisa anotó su dirección.

Se olvidó de decírselo a su papá, demasiado enojada y molesta por su actitud, pero ahora, si ella insistía en tomarse su tiempo, tal vez MiYeon debía tomar al toro por las astas y hacerlo a su manera.

Ya luego le pediría disculpas a papá.

Sonrió, tomando a Yuqi por el rostro, poniéndose de puntillas para darle otro beso en los labios y dejándola sorprendida.

—Tú, querida QiQi, eres un poco adorable, ¿Lo sabes? —le dijo, antes de darle otro pico en su boca.

Yuqi parpadeó, su cara tornándose roja.

—Eso es lo que dicen las abuelitas antes de pellizcarme las mejillas. —farfulló, sonriendo.

MiYeon enarcó una ceja.

—¿Qué mejillas? —ronroneó, deslizando ahora sus manos por el trasero de Yuqi y dándole un apretón, causando que se sorprendiera y comenzara a reír.

—¿Por qué se dan amor entre ustedes y me dejan olvidada? —gimoteó SoYeon desde la cama.

Las dos alfas se voltearon, mirando a la omega acurrucada contra el cojín, y MiYeon soltó a Yuqi, sintiéndose ligeramente culpable. Decidió caminar hacia SoYeon, subiéndose sobre la cama y el cuerpo de la omega.

SoYeon la miró, titubeante, y MiYeon comenzó a dejarle el rostro lleno de besos. Sus manos se deslizaron por la cintura de SoYeon para hacerle cosquillas, sintiéndose mejor al ver la sonrisa enorme que decoró el rostro de la omega, producto de sus dedos acariciando su piel.

—Nunca pienses que tienes que someterte a mí —le dijo, mirándola a los ojos—, porque tú y yo somos iguales, SoYeonnie.

SoYeon le devolvió la mirada, sus labios temblando, antes de asentir.

MiYeon se inclinó, indecisa, pero SoYeon decidió dar el primer paso al elevar su rostro para darle un beso en la boca, sus labios suaves titubeando un segundo.

La alfa, sin embargo, la tomó como su oportunidad para devorarle la boca con un gruñido bajo, causando que SoYeon gimiera, y se obligó a separarse para no terminar hecha un desastre.

Se puso de pie, observando de Yuqi a SoYeon para finalmente sonreír.

—Vamos. —dijo, sintiéndose aliviada al ver las miradas determinadas de las otras dos chicas, porque sentía que podía llegar al fin del mundo si SoYeon y Yuqi estaban a su lado.

***

Lisa apoyó su frente en la ventana del auto, suspirando relajada cuando dejaron atrás el Congreso donde se llevó a cabo la reunión, y sintió la mirada de Tzuyu puesta en ella. No le importó un poco: ahora estaba rodeada de gente en la que confiaba, sabiendo que no le harían daño alguno.

—Supongo que rechazaron los pisos mínimos. —dijo Zhāng Yìxìng, el beta designado como conductor, con una sonrisa irónica.

Song hizo un ruido de desprecio.

—La inmunidad y la libertad para los presos políticos no fue problema alguno —dijo Song, amarrando su cabello—. Aceptó ceder un tercio de los escaños políticos a betas y omegas, pero ¿Qué hacemos con eso? Seguirán siendo minoría en el Congreso. Aceptaron el voto para omegas, pero sólo para mayores de veintiún años, y sobre el proyecto de ley... —soltó un bufido—. Dijo que lo iban a plantear, pero la comisión estaría dirigida por él, y eso... ¿Cómo pretenden crear una ley en beneficio para los omegas si sólo alfas lo van a discutir?

Eh, pero fue mejor de lo que pensábamos —dijo Tzuyu, frotando su frente—, creí que se negarían a todo.

—Ang Lee es un dolor en el culo —se quejó Lisa—, sólo piensa en conservar su posición, todo lo demás le vale una mierda.

—Lenguaje, Pranpriya. —regañó Song como una madre.

Lisa hizo un puchero, suavizando su expresión.

—¿Podemos pasar a mi departamento? —pidió con tono dulce—. Necesito buscar algo de ropa, prometo no tardar más de cinco minutos.

Song la miró por el espejo retrovisor, impasible, mientras Yìxìng doblaba en una esquina.

—Si ocurre algo, recuerda que te dejaremos atrás. —contestó Song tranquilamente.

Lisa asintió sin inmutarse porque sabía que, a veces, era necesario hacer sacrificios para lograr un objetivo mayor que beneficiara a todo el mundo.

Minutos después se detuvieron fuera de su edificio, pero antes de bajarse, el celular de Song comenzó a sonar.

La omega lo puso en altavoz.

—Caolu. —saludó Song.

Tengo una buena y una mala noticia —dijo Caolu con tono casual—, ¿Cuál desean oír primero?

—La mala. —suspiró Tzuyu.

Los hombres de Ang los están siguiendo, así que métanse ahora en la intersección principal, estoy enviando otro vehículo para despistarlos, pero tienen que moverse ya mismo. —dijo Caolu, con aquel tono que no admitía réplica alguna.

Song maldijo en voz baja mientras Lisa volvía a hacer un puchero.

—Pero necesitaba ropa. —se quejó, aunque sabía que no iría a buscarla pues la seguridad era lo primero.

Iré yo más tarde por ella, Pranpriya —contestó Caolu, riéndose—. Ahora, la buena noticia... Están detenidos, ¿No es así? No quiero que choquen por la impresión... Aunque supongo que Tzuyu no está conduciendo, ¿Eh? La última vez casi chocamos contra un basurero-...

—Lulu, concéntrate.

¡Oh, cierto! —Caolu se rió—. Bueno, Song, todo fue un éxito como habías previsto. El mundo entero estaba con los ojos puestos sobre la primera negociación, así que entrar fue fácil.

—¿De qué está hablando? —preguntó Tzuyu, confundida.

Song se giró, sentada adelante, mirando a Tzuyu directamente a los ojos.

—De la extracción —dijo Song—. El otro día nos acusaste de haber olvidado a Sana, Tzuyu, así que ahora tienes la prueba de que no es así —Song sonrió con dulzura—. Le ordené a Caolu interrumpir en la cárcel de omegas y sacar de allí a los presos políticos y a los condenados por ataques alfas.

—¿Tú... Qué...? —farfulló Lisa, sorprendida mientras Tzuyu se atoraba con su saliva, incrédula.

—Vámonos —murmuró Tzuyu, mirando a Yìxìng con necesidad—. ¡Vámonos, por favor!

Song le hizo un gesto al beta para que acelerara, que obedeció segundos después con una mirada de firmeza.

Sana ahora está siendo curada, Tzuyu, y está sana, lo prometo, ella sólo quiere ver a Yizhou. —dijo Caolu, antes de cortar la llamada.

Tzuyu balbuceó unas palabras más, asintiendo, y Lisa le tomó la mano con una sonrisa, aunque una parte suya, esa parte horrible, que no mostraba ante nadie, esa parte podrida y destrozada, le murmuraba que Yizhou y Tzuyu ya no la necesitaban.

Que, otra vez, volvió a quedar sola y sin nadie que realmente la necesitara.

***

MiYeon bajó del taxi a tropezones, mirando la dirección anotada en el papel, escuchando a Yuqi agradeciendo al taxista en un nervioso Chino que apenas pudo aprender en su juventud en el colegio, antes de mirar la entrada del edificio. La calle estaba algo vacía, comprensible por la situación del país, y miró de reojo a SoYeon, que le tomó la mano para impedirle salir corriendo.

Miró su celular, titubeando si enviarle algún mensaje a Rosé para avisarle dónde estaban, pero terminó por sacudir su cabeza. 

—Vamos. —le dijo a SoYeon y Yuqi, ésta última detrás de ella con una expresión dulce.

Entraron al edificio, notando enseguida que no había ningún conserje detrás del mesón principal, pero lo agradecieron en el fondo pues preferían ahorrarse las explicaciones. La construcción se encontraba dentro de un término medio: ni demasiado lujosa ni tristemente pobre. Contaba con siete pisos, pero el departamento de Lisa era el 305, así que decidieron subir a pie.

Notaron, cuando estuvieron en el segundo piso, que muchos departamentos estaban abandonados gracias a las puertas abiertas o destrozadas, y tragaron saliva, nerviosas.

No fue ninguna sorpresa ver que el departamento que su mamá marcó como el suyo tenía la puerta rota, colgando sólo de una bisagra, así que MiYeon mordió su labio inferior cuando entró, seguida de Yuqi y SoYeon.

Percibió, a primera vista, que era pequeño: el comedor estaba unido a una cocina Americana y un pasillo con tres puertas, adivinando que dos de ellas debían ser cuartos y la tercera el baño. Por otro lado, no estaba ordenado, notando que la policía estuvo allí por todo el desorden existente en el lugar; los cojines se hallaban esparcidos por el suelo junto con los libros, el suelo de la cocina estaba repleto de ollas y paños, las sillas estaban volteadas y los cajones destrozados.

Cuando entró, sin embargo, se quedó quieta.

Un olor familiar llegó a su nariz, un olor que reconoció, pero desapareció de su mente.

Sus pies se movieron automáticamente, ignorando el susurro de Yuqi, y abrió la puerta del fondo del pasillo, entrando a un cuarto con el mismo aspecto del comedor en cuanto a orden. Sus ojos se movieron, posándose en una cama de dos plazas, y un gimoteo bajo escapó de sus labios, sin dudar en trepar sobre las sábanas para enterrar su rostro en la almohada.

Mamá, mamá, mamá... Murmuró su instinto, el olor suave, como pino y césped, inundando sus fosas nasales, su lado alfa gruñendo con felicidad al reconocer el toque.

La felicidad fue efímera: distinguió otro olor en la almohada del lado, y el resultado no le gustó demasiado.

Alfa.

Gruñó, furiosa con esa inexistente presencia para alejar la almohada de Lisa, abrazándola contra su pecho mientras dejaba que el olor la envolviera, como si esa simple cosa pudiera protegerla de todo lo malo en el mundo.

Adivinó que, tal vez, cuando Lisa la tenía en sus brazos, sí se sentía protegida del resto de las personas.

—MiYeon, no llores.

Levantó la vista, chocando con el rostro preocupado de Yuqi, para volver a enterrar su cara en la almohada, limpiando de paso las lágrimas que no sintió caer.

—Estoy bien —dijo en voz baja—, me siento feliz.

Se puso de pie, comenzando a buscar superficialmente algo que llamara su atención, notando una pequeña cosa que le hizo sentir miserable y triste: no había ninguna foto en el cuarto, ningún artículo personal o algún objeto con significado allí. En sí, el cuarto era bastante frío y vacío, con la cama en el centro, dos veladores, dos armarios y un escritorio frente a la ventana. Cuando lo veía, no notaba la presencia de Lisa en él, no notaba que fuera un hogar.

—¿MiYeon? —llamó SoYeon desde otro cuarto.

MiYeon salió, entrando por la puerta de la derecha, y volvió a quedarse quieta, con su boca abierta por la impresión.

Un cuarto de bebé.

¿Qué demonios...?

A diferencia del cuarto principal, esta habitación estaba pintada de un bonito color celeste cielo, con nubes blancas decorando cada tanto, una cuna blanca en una esquina y muchos peluches y juguetes por todos lados.

Su alfa gruñó otra vez cuando sintió el olor a bebé en el lugar, en la cuna, en los juguetes, en la ropa dentro de la cómoda, imaginando algo horrible, algo que dio vuelta su estómago.

¿Acaso Lisa tuvo otro bebé, con otro alfa?

Sus ojos observaron los dibujos pegados en la pared; un perrito sacando la lengua, un sol sonriente, una noche estrellada...

Y sobre la mesita pequeña, un dibujo a medio hacer, penosamente abandonado: unos columpios, un tobogán, y una niña en el centro, siendo llevada de la mano por una persona llamada PAPÁ y otra persona llamada MAMÁ, de cabello rubio, como el cabello de Lisa.

Ira ardió en su interior porque Lisa nunca le habló de otro bebé en sus cartas, de otro alfa en todo lo que le enviaba.

Hey, MiYeon, no saques conclusiones. —dijo SoYeon.

—¿Conclusiones? —murmuró con amargura—. ¿Qué puedo pensar con esto?

SoYeon abrió su boca para decir algo, sin embargo, enmudeció de pronto, girándose de golpe con una expresión de sorpresa.

MiYeon escuchó una voz femenina hablando en Chino.

Se obligó a tratar de entenderle, recordando cuando debía tomar clase de idiomas para poder manejar mejor la empresa.

Sólo estamos... Mirando. —contestó Yuqi desde el pasillo con torpeza.

¿Son ustedes dos? —preguntó la mujer con tono helado—. Al comedor, ahora.

SoYeon salió y MiYeon se pegó a la pared detrás de la puerta para no ser vista, respirando aceleradamente. Agradeció que el aroma de Yuqi fuera lo bastante fuerte como para cubrir el suyo, además de que feromonas nerviosas que soltaba SoYeon inundaron el aire también.

Se obligó a prestar más atención.

¿Omega? —el tono de la mujer se volvió más amable—. ¿Estás aquí por obligación?

No entiende —contestó Yuqi, tragando saliva—. Es mi omega. No la obligo.

MiYeon asomó su rostro por la puerta, notando a la mujer omega de espaldas, delgada y bajita, con su cabello tomado en una coleta desordenada.

Sus pelos se erizaron cuando observó el arma que sostenía, apuntando a Yuqi.

Se obligó a controlar su respiración.

¿Qué están haciendo aquí? ¿Son espías del gobierno? —insistió la mujer con tono serio.

—No, no —SoYeon se apegó más a Yuqi, asustada, mientras la mayor trataba de explicarse—. Sólo... Sólo...

MiYeon se movió, empujando a la mujer a un lado, escuchando su grito de sorpresa, y Yuqi se movió, tirando a SoYeon al suelo. MiYeon forcejeó con la omega hasta que logró quitarle la pistola, retrocediendo cuando la mayor se enderezó, y se obligó a decir algo para calmar el ambiente tenso.

Lisa. Buscó a Lisa —la mujer la miró sin entender—. Lisa. La estoy buscando.

Los labios de la omega se fruncieron en señal de no entender.

No la conozco.

MiYeon pensó primero en decirle que no bromeara con ella, porque esa era la casa de Lisa, sin embargo, un breve pensamiento cruzó su mente.

Pranpriya. Pranpriya Manoban, la estoy buscando. Sé que la conoces.

Comprensión llenó el rostro de Caolu, pero la siguió mirando con desconfianza.

Todo el mundo conoce a Pranpriya.

MiYeon apretó sus labios e hizo algo que nunca hizo antes.

¿Conoces a Pranpriya, omega?

Caolu se tensó ante el tono alfa que usó MiYeon, y la alfa sintió como una sensación de poder grotesco recorrió su cuerpo, como si fuera mucho más grande que la omega frente a ella, como si pudiera manejarla a su antojo.

Sí. —respondió Caolu con tono monótono, aunque ira iluminó sus ojos.

Tensó su mandíbula.

Llévame con ella.

La omega volvió a tensarse.

—MiYeon —llamó su atención Yuqi—, ¿Qué estás haciendo?

MiYeon se volteó, mirando a la alfa.

—Busco a Lisa. —contestó con voz dura.

—No Lisa, es mamá —corrigió SoYeon, arrugando el ceño—. ¿Qué estás pensando? ¡No puedes...! —la omega miró a la mujer, asustada—. ¡La estás obligando!

—¿Crees que esto me gusta? —preguntó MiYeon con una mirada sombría—. Odio esto, pero haré lo necesario para encontrar a Lisa.

—Avísale a tía Rosé —dijo Yuqi—. Dile que venga, no podemos ir nosotras...

—¡No! —MiYeon las miró, rabiando—. Papá se enfurecerá si sabe y... Y... —miró a Caolu, que la observaba inexpresivamente—. Ella me llevará con Lisa. Si no quieren ir, está bien, pero yo iré y la encontraré.

—¡Pero no así! —insistió SoYeon—. ¡Usar el tono alfa...! ¡Obligarla está mal!

—¡Si debo usarlo para encontrar a Lisa, entonces lo haré! —espetó MiYeon.

Yuqi se interpuso entre SoYeon y MiYeon, debido a que notó que la omega parecía a punto de lanzarse para golpear a la menor, queriendo calmar la evidente tensión en el aire. Se volteó hacia la alfa, que la observaba con decisión en los ojos, antes de girarse hacia SoYeon, suspirando.

—Iré con MiYeon —le dijo Yuqi a la omega—, tú vuelve al hotel y dile a tía Rosé que-...

—Vete a la mierda —soltó SoYeon—, iré con ustedes y no podrás impedírmelo a menos que me obligues —los ojos de SoYeon se estrecharon—. Y les prometo que, si usan la voz alfa, les cortaré el pene a las dos.

Ninguna de los dos alfas dudó que fuera capaz de hacerlo.

MiYeon se volteó hacia la omega, que seguía quieta, ocultando muy bien su miedo ante las dos presencias alfas en el lugar. Muy bien podían ser menores que ella, pero MiYeon todavía sostenía el arma y, por sobre todo, la contenía con su voz alfa.

Tú nombre. —pidió MiYeon.

Caolu. —contestó la omega.

Llévame con Pranpriya. —ordenó MiYeon.

Caolu apretó sus dientes, asintiendo, antes de girarse y salir del departamento. Las tres chicas se miraron un instante, titubeantes, siguiendo a la mujer pasados unos segundos, y subieron al auto que la omega señaló.

Comenzó a conducir sin decir cosa alguna, así que MiYeon sacó su celular, sin saber qué escribir enseguida. Se tomó su tiempo para pensar en algún mensaje que no sonara tan mal y no enfureciera tanto a su padre, pero sabía que eso no iba a ocurrir.

Tú:

Papá, fui a buscar a Lisa, tal vez no vuelva en la noche. Estoy bien, Yuqi y SoYeon están conmigo. Te aviso cualquier cosa.

Saltó cuando, pasado un momento, recibió una respuesta.

Papá:

DE QUÉ MIERDA ESTÁS HABLANDO MIYEON.

El móvil comenzó a sonar.

—¿Es tía Rosé? —gimoteó Yuqi, realmente asustada.

—¡Córtale! —pidió SoYeon.

MiYeon obedeció, marcando el botón rojo, sin embargo, volvió a recibir una llamada enseguida, y mordió su labio inferior.

Su dedo tembló.

—¡No lo hagas! —insistió SoYeon—. Tía Rosé va a estar enojada, MiYeon, y puede... Ella puede...

—Es una alfa pura —recordó Yuqi—, y puede imponerse ante ti y obligarte a volver.

Jamás su padre le hizo eso, el imponerse aprovechando su condición para obligarla a hacer algo que no deseaba. Ante Ten solía hacerlo, cuando él enloquecía, pero ante su tío era omega, era algo que resultaba mucho más... Más natural (aunque no lo hacía mejor). Sin embargo, Rosé era también una alfa pura, y gracias a esa condición, podía imponerse sin problema alguno también ante otros alfas.

Nunca la vio haciéndolo, y definitivamente no quería que lo hiciera con ella.

Así que cortó otra vez y decidió apagar su celular para no recibir más llamadas. Ya aceptaría las consecuencias de sus decisiones en otro momento.

Caolu condujo por cerca de media hora, estacionándose fuera de un edificio algo abandonado, y notaron que estaban lejos del centro de la ciudad, en una zona periférica pobre y un tanto vacía.

Tenemos que caminar. —dijo Caolu con tranquilidad.

MiYeon asintió, bajándose del auto seguida de sus amigas y metiendo las manos en sus bolsillos. Procedió a seguir a la mujer por las calles vacías del lugar, lleno de bares, y casas y edificios viejos.

Escuchó como Yuqi le murmuraba a SoYeon que estarían bien cuando ya llevaban más de diez minutos caminando, así que estuvo a punto de preguntarle a Caolu cuánto quedaba, cuando la mujer se detuvo frente a la entrada de un metro abandonado. Tragó saliva al notar que Caolu pasó por debajo de las cintas amarillas prohibiendo el paso como si nada, sacando de su chaqueta una linterna, y apuró el paso para alcanzarla, a pesar de sentir un poco de miedo.

Nunca le gustó demasiado la oscuridad, así como las alturas o los insectos, pero no era algo que hablara en voz alta, pues no era normal que una alfa sintiera miedos tan irracionales.

Aunque sus dos acompañantes parecieron sentir su vacilación, ya que inmediatamente Yuqi tomó su mano derecha, mientras SoYeon le imitaba con la izquierda.

La estación, por supuesto, estaba completamente vacía y abandonada, con telas de araña, polvo y objetos abandonados esparcidos en el suelo. La linterna era la única luz que iluminaba el oscuro lugar, y saltaron los molinetes antes de bajar por escaleras, sin detenerse.

MiYeon estuvo a punto de echarse hacia atrás cuando observó a Caolu bajando a las vías del tren con cuidado, apuntando hacia el túnel oscuro y frío.

¿Cuánto falta? —preguntó Tae, titubeante.

Caolu la iluminó.

Menos de un kilómetro.

Se obligó a bajar hacia las vías, tragando saliva por el terror de la absorbente e infinita oscuridad que parecía engullir. Apretó las manos de Yuqi y SoYeon para sostenerse, siguiendo a la omega hacia el interior del túnel.

Estaba helado, demasiado helado, maldiciendo por no haber traído algo más abrigador, así que se apegó al cuerpo de Yuqi. Por otro lado, SoYeon se aferró a su brazo en lo que se introducían más y más en el lugar, sólo sus respiraciones oyéndose. La omega frente a ella no parecía afectada por la situación, indiferente a sus jadeos y quejidos, y MiYeon no pudo menos que admirarla por lo fría que lucía.

Incluso la admiró más aún cuando se detuvo de golpe, volteándose hacia ellas con una sonrisa dulce, pero algo burlona.

—Coreanas, ¿Uh? —dijo en un Coreano chapucero pero entendible. Las tres se quedaron quietas—. Demasiado fácil, ¿No?

Caolu apagó la linterna.

Segundos después, ocho pares de linternas se encendieron de golpe iluminándolas en un círculo cerrado, cegándolas un instante.

—¡Las armas abajo! —ordenó una fuerte voz.

MiYeon obedeció, porque no era idiota y no se arriesgaría a que alguien resultara herida.

Escuchó unos pasos, abriendo sus ojos con esfuerzo y notando que las personas que las rodeaban, iluminándolas, sostenían armas también. Pero la persona que caminaba estaba desarmada, siendo una mujer alfa de cabello castaño y que vio antes en televisión, acompañando a Lisa mientras eran entrevistadas.

—¿Qué tenemos aquí? —preguntó Tzuyu, sorprendida—. Pero son unas niñas, Caolu...

—Estoy buscando a Lisa —soltó MiYeon sin poder evitarlo, dando un paso para volver a quedarse quieta cuando las personas que la rodeaban gritaron en señal de que se detuviera—. No somos... Nosotras no...

Los ojos de Tzuyu la observaron.

—¿Lisa? —preguntó—. No conocemos a ninguna Lisa.

—Pranpriya. —insistió MiYeon con su estómago apretado—. Tú la-...

Se quedó quieto cuando su nariz logró percibir el aroma de Tzuyu.

El mismo olor que estaba en la cama de Lisa. En la cama de su mamá.

Ni siquiera lo pensó, por supuesto: MiYeon actuó sin control pues el aroma de mamá era conocido y el de Tzuyu no lo era, le era ajeno, y no sabía qué relación compartía con Lisa, pero mamá era de MiYeon y si MiYeon no la aprobaba, entonces podía ponerse... Malcriada, como solía decirle Rosé.

Dejó salir un gruñido enojada y se lanzó hacia Tzuyu, a pesar de ser más pequeña y delgada, pero no le importaba demasiado en ese entonces.

—¡Mimi! —gritó Yuqi.

Pero no la escuchó, sólo quería golpear a la alfa bajo ella que estaba atónita, pero que fácilmente se defendió de la situación.

—¡No! —escuchó el grito de SoYeon.

Antes de poder darse cuenta, un golpe punzante apareció en su cabeza, derrumbándose sobre Tzuyu, y sus ojos se cerraron, enviándola a la más completa inconsciencia.

¡Gracias por leer!


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