capítulo III.
Advertencias: segunda parte de Kilig, por lo tanto, para entenderla, debes haber leído previamente esa historia. Chaelisa. Angst y drama en estos primeros caps.
La motocicleta de Yuqi se detuvo frente a ella, y MiYeon sintió alivio de que la mayor estuviera sola en ese instante, porque no sabría cómo reaccionaría si también iba a buscarla con SoYeon.
La alfa frente a ella se quitó el casco, con su cabello desordenado cayendo sobre sus ojos, y MiYeon sintió deseos de pasar sus dedos por entremedio de su pelo.
Por supuesto, se contuvo.
―¿Necesitas un aventón para tu casa? ―preguntó Yuqi, sonriendo y ofreciéndole el casco.
MiYeon lo tomó, poniéndoselo, y subió detrás de Yuqi. La abrazó por la cintura, con el olor alfa envolviéndola.
MiYeon no sabía a qué olía ella, no podía adivinar su aroma, pero esperaba que no fuera algo tan fuerte como el olor de Yuqi. Inmediatamente quedó un poco aturdida cuando el aroma de cuero y pino la llenaron.
―¿Puedo pasar la noche en tu casa, por favor? ―preguntó en voz baja.
Yuqi pareció tensarse unos segundos, sin embargo, luego relajó sus hombros y encendió la moto.
―Tus deseos son órdenes, Mimi.
Cerró sus ojos cuando el apodo envió una ola de calor por su espina dorsal, y se aferró al cuerpo de Yuqi apenas partió, apretando contra su cuerpo la cajita con las cartas.
Minutos después Yuqi se estacionó fuera de un conjunto departamental, por lo que MiYeon se bajó, esperando a la alfa para que la guiara a su hogar.
―Vivo sola ―comentó Yuqi en el ascensor―, bueno, con SoYeon ―se removió, nerviosa―. Sobre lo del otro día, me disculpo por ella...
MiYeon la miró, asintiendo.
―No importa. ―contestó, restándole importancia.
Yuqi rascó su mejilla, sin decir otra cosa, y cuando las puertas del ascensor se abrieron salió hacia la derecha, deteniéndose delante de una puerta. MiYeon la siguió avergonzada, pero sin saber exactamente el porqué.
La más alta abrió, quedándose quieta.
MiYeon sintió que se ahogaba cuando un olor suave, como loción de bebé, llegó a su nariz.
―¿Yuqi? ―se oyó una voz viniendo del interior―. Estoy aburrida, YuYu, ¿Por qué no vienes y me follas?
Sentía de pronto sus mejillas coloradas, en especial cuando los ojos de Yuqi se dilataron.
―Mierda, SoYeon, ve a ponerte algo de ropa. ―ordenó Yuqi, entrando.
―¿Por qué? ¿Sigues enojada conmigo? Anda, prometo... ―SoYeon se enderezó cuando MiYeon apareció también, sin mirarla a los ojos―. Oh ―la omega bajó un poco la camisa blanca y larga que llevaba, ocultando su ropa interior―, bueno, si quieres un trío...
―¡SoYeon!
La omega soltó un resoplido, poniéndose de pie, y marchándose al cuarto mientras murmuraba por lo bajo.
Yuqi dejó las llaves de la moto sobre la mesita junto a su casco, frustrada y molesta, y MiYeon cerró la puerta detrás de ella, sin saber qué hacer exactamente.
―¿Quieres un café? ―ofreció Yuqi, yendo a la cocina americana.
MiYeon sacudió su cabeza, nerviosa, y Yuqi le miró unos segundos. Luego, abrió el refrigerador sacando dos cervezas, ofreciéndola una en silencio.
La más pequeña miró la lata, parpadeando.
―Tengo dieciocho. ―dijo, pero agarró la cerveza.
Yuqi se encogió de hombros.
―Sí, pero tienes cara de mierda ―contestó honestamente―. Anda, siéntate.
MiYeon obedeció, acomodándose en el sofá. Yuqi se sentó frente a ella, suspirando.
Hubo un extraño silencio entre ellas, no incómodo, pero sí raro. Por un lado, MiYeon se sentía aturdida todavía, tratando de procesar toda la información que le fue soltada de sopetón en las últimas horas, forzándose a olvidar los ojos llenos de lágrimas de Ten, la voz destrozada de Rosé, la verdad cayendo sobre su cuerpo como una roca, pesada y difícil de quitar.
Observó la cajita en sus manos, sintiendo cómo sus dedos picaban, y tragó saliva.
Bajo la atenta mirada de Yuqi, sacó la primera carta, la que parecía ser más reciente, y la abrió.
Querido MiYeon:
¿Cómo estás, bebé preciosa? Sé que ya no eres una bebé, pero de seguro debes ser la chica más guapa del mundo entero. Aun así, aunque no te guste, tú siempre serás mi bebé, así que tendrás que soportar que te siga llamando de esa forma hasta que muera, Mimi.
Ya has comenzado un nuevo año escolar y espero que te vaya muy bien, eres una chica muy inteligente, lo sé, y también imagino que debes tener a algún o alguna pretendiente por allí, después de todo, siempre has sido preciosa, no como yo, que he sido siempre un desastre.
Espero que tu padre esté muy bien también y no siga tan gruñona, ¿Ves que siempre anda de mal humor? Parece una mezcla de una ardilla enfurruñada y un oso panda por lo dormilona que es.
La situación aquí está algo tensa, ya debes saberlo por las noticias, pero espero que pronto se solucione todo.
No tengo nada más qué decir por hoy día, he tenido una semana algo aburrida, en la biblioteca no ha pasado nada nuevo, así que me despido por hoy, MiYeonnie.
Te ama, mamá.
Sus manos temblaron al leer la última frase y dobló la carta con cuidado.
Luego, rebuscó y sacó una más vieja.
Hola hermosa bebé, espero que hayas tenido un lindo día hoy, ¡Es tu cumpleaños! Ya tienes ocho añitos, estás tan grande, mi vida. Me habría encantado enviarte algún regalo, pastelito de arroz, pero pesa demasiado y no tengo el dinero suficiente como para enviar un paquete de un país a otro. Espero que puedas disculparme, mi vida.
Te extraño mucho, MiYeonnie, todo el mundo me ha dicho que esto se irá haciendo más fácil a medida que pase el tiempo, pero siento que es todo lo contrario, siento que se está haciendo más difícil. ¿Puedes creer que casi no recuerdo tu rostro? Casi no recuerdo tus ojitos cerrados por la risa, tus mejillitas rechonchas, tu sonrisa escandalosa.
¿Cómo serás ahora? Estoy segura de que debes ser hermosa.
MiYeonnie, mi vida, ¿Puedo volver a pedirte un favor? Sé que ya debes estar cansada a estas alturas, pero por favor, ¿Podrías enviarme una fotografía tuya?
Entenderé si no quieres, no te preocupes, no voy a enojarme contigo, así como tampoco me he enojado porque no has contestado mis cartas, pero me haría muy feliz que lo hicieras, Mimi.
Bueno, en fin, lamento haber escrito palabras tan deprimentes, no quiero arruinar tu cumpleaños. Ojalá papá te haya comprado muchos regalos y haya sido un lindo día.
Te amo.
Mamá.
MiYeon trató de imaginarse a Lisa escribiendo esa carta años atrás, sentada sin nadie a su lado, rogando por una fotografía de su hija, sin recibir respuesta alguna, y antes de darse cuenta estaba llorando otra vez, sintiendo cómo su corazón se quebraba.
Su mamá –su verdadera mamá– le estuvo enviando cartas en todo momento, sin cansarse, sin importarle si no recibía respuesta alguna, y volvió a sollozar.
Limpió sus ojos, levantando la vista. Chocó con la tranquila mirada de Yuqi, y recordó sus palabras.
―Yuqi ―murmuró, llamando su atención―, tú... ¿Tú recuerdas a mi mamá?
La alfa frente a ella arrugó los labios levemente, asintiendo, pero antes de poder hablar otra vez, levantó la vista y rodó los ojos.
―¿Qué está ocurriendo aquí? ―preguntó SoYeon, entrando.
MiYeon observó las piernas desnudas de la omega, vistiendo un short junto con esa maldita camisa blanca
―SoYeonnie ―llamó la atención Yuqi―. ¿Recuerdas a tía Lili?
El rostro de SoYeon se iluminó, una sonrisa enorme extendiéndose por su rostro, mostrando sus dientes, y MiYeon tuvo que desviar la vista.
―¿A tía Lili? Claro que sí ―dijo SoYeon―, siempre nos dejaba jugar contigo, Mimi ―la omega la miró con falso disgusto―. Tú siempre hacías trampa en todos los juegos, MiYeonnie.
MiYeon mordió su labio inferior, apenada porque no podía recordar nada y menos relacionarlo con recuerdos viejos, pues no tuvo amigos en su infancia.
―Tía Lili nos hacía reír mucho ―prosiguió SoYeon―, también jugaba con nosotras y nos bailaba canciones tontas ―la sonrisa de la omega se tambaleó―. ¿Por qué lo preguntas, MiYeonie?
La alfa bajó la vista.
―No la recuerdo ―dijo con voz suave―, no recuerdo a mamá ―su tono tembló―. Ella... Ella se fue hace diecisiete años y no la he visto más.
Yuqi se atragantó con la cerveza, mientras SoYeon parpadeaba por la sorpresa.
―¿Qué? ―farfulló Yuqi.
MiYeon se abrazó, temblando.
―Yo no sé... ―tomó aire, tratando de explicarse―. Yo creía que... Me hicieron creer que mi mamá era... Era Lee Ten, su hermano, pero... Él está casado con papá y... Y no había nadie más y...
―Espera ―SoYeon se enderezó―, ¿Ten? ―su voz se volvió furiosa―. ¿Esa perra?
―SoYeon... ―murmuró Yuqi.
―¡Por la culpa de ese bastardo nos tuvimos que mudar! ―espetó SoYeon, enojada y mirando a su hermanastra―. ¡No me mires así, Yuqi, lo sabes bien! ¡Mierda!
―¡Carajo, SoYeon, ¿Puedes callarte unos segundos?!
―¡Vete a la mierda, Yuqi! ¡Esa perra casi arruina el matrimonio de nuestras madres!
Yuqi apretó sus labios.
Y luego habló:
―Ve al cuarto a hacer la cama, SoYeon, y no regreses hasta que estés calmada.
MiYeon sintió un escalofrío cuando Yuqi habló con su voz alfa, todo demandante y exigente, sin permitirle protestar. Eran contadas las veces que vio a algún alfa hacer uso de aquella voz y seguía sin gustarle, ya que podía ver cómo el omega se encogía por el miedo, sin poder reclamar por verse obligado a hacer algo que no deseaba.
SoYeon se tensó, con su expresión llena de humillación y, soltando maldiciones en voz baja, volvió a marcharse con rabia.
Yuqi se giró, mirando a MiYeon de reojo.
―Lo siento ―se disculpó―, SoYeon es... ―rascó su brazo―. Desde que se reveló como omega que SoYeon no tiene control.
MiYeon observó la expresión de Yuqi, aclarando su garganta.
―¿No lo esperaban?
La alfa frente a ella sonrió amargamente.
―No, claro que no, SoYeon tuvo que haber sido alfa ―los ojos de la China se posaron sobre ella―, así como tú debiste ser omega, ¿No, Mimi?
Se tensó, apretando su mandíbula y recordando los ojos sorprendidos de todo el mundo cuando, al cumplir los doce años, no tuvo ningún celo, pero sí liberó un olor envolvente y duro que anunciaba su nueva condición.
―Para todo el mundo fue una sorpresa. ―admitió MiYeon.
Yuqi asintió.
―Mi olor era demasiado fuerte ―dijo la alfa―, y cubría el olor de SoYeon, y cómo estábamos todo el día juntas, era fácil pensar que las dos seríamos alfas ―Yuqi mordió su labio inferior―. A SoYeon no le hizo gracia alguna cuando llegó su celo, se enojó con todo el mundo e inevitablemente nos alejamos ―tragó saliva, su boca seca―. Ella... Ella quería demostrarles a todos que no importaba que fuera omega, podía hacer las mismas cosas y merecía el mismo trato que los alfas teníamos.
―Pues lo tiene. ―replicó MiYeon, sin poder evitarlo.
Yuqi asintió, aunque sus ojos estaban llenos de pena.
―Claro que sí, MiYeon, pero no todo el mundo piensa igual que tú ―Yuqi suspiró, acariciando su frente―. SoYeon entró en celo cuando tenía dieciocho años en medio de una fiesta y todos los alfas allí enloquecieron porque querían marcarla. Así que tuve que actuar antes de que eso ocurriera y... Bueno...
―La marcaste. ―completó MiYeon.
―SoYeon no estuvo feliz tampoco ―agregó Yuqi―, pero no es mala, sólo algo caprichosa.
Otro silencio entre ellas, pesado y un poco incómodo.
SoYeon apareció cargando ropa en sus brazos, molesta y enojada todavía, murmurando groserías por lo bajo. Cruzó hacia la pequeña habitación donde tenían la lavadora.
Yuqi la miró con una sonrisa perezosa, antes de guiñarle el ojo a MiYeon.
―Finge odiarme ―declaró en voz baja―, pero en el fondo me quiere, mira.
Cuando SoYeon volvió, enfurruñada, Yuqi suspiró acariciando su cuello.
―Mierda, me siento tensa. ―comentó como si nada.
SoYeon miró a Yuqi con el ceño arrugado, moviéndose, manoteando su mano y comenzando a masajear su espalda.
―Es porque duermes horriblemente mal y te encorvas cuando te sientas, ¿Cuántas veces te lo he dicho, idiota?
Yuqi se rió por lo bajo, moviéndose, y palmeó el asiento a su lado.
―¿Por qué no te recuestas a mi lado, bebé?
SoYeon empujó sus manos, fastidiada, pero obedeció y apoyó sus piernas sobre los muslos de Yuqi, recostando su cabeza en la almohada. Miró a MiYeon.
―Lamento lo que dije sobre Ten ―dijo SoYeon―, no quise... Uh... No tuve que dejar que mi rabia me cegara.
MiYeon sacudió su cabeza, asintiendo.
―No te preocupes ―contestó con tono amable―, supongo que él... Él no ha sido una buena persona.
Pero te crió. Estuvo a tu lado todo este tiempo. Fue una madre para ti.
Sí, fue una madre porque te alejó de tu verdadera mamá.
―¿MiYeon? ―preguntó SoYeon con tono tímido.
La miró, inquisitiva.
―Tía Lili te quería mucho ―contestó en voz baja―. De verdad que sí. Cuando llorabas, ella era la única que podía calmarte.
Cerró sus ojos un momento, recordando todas esas veces que lloró antes en la soledad de su cuarto, sin nadie a su alrededor porque nadie era capaz de consolarla, ni siquiera su papá.
Lloraba hasta quedarse dormida, y cuando eso ocurría, solía soñar con Lisa.
Yuqi mordió su labio inferior, sus dedos acariciando las desnudas piernas de SoYeon, causando que soltara leves feromonas.
―Necesitas relajarte y dormir. ―dijo repentinamente Yuqi.
MiYeon la contempló en silencio, sus ojos desviándose segundos después a la piel expuesta de SoYeon, y se sintió algo culpable, porque estaba mirando a la omega de una alfa que decía ser su amiga.
Porque se sentía extraña al lado de esas dos chicas.
Yuqi le sonrió de forma extraña, divertida.
―¿Sabías que SoYeon estaba enamorada de ti? ―dijo en voz baja suave y persuasiva.
SoYeon la contempló con incredulidad, sus mejillas coloreándose, pero soltó un gemido bajo cuando los dedos de Yuqi subieron a sus muslos.
―Y-Yuqi...
―Bueno, yo también lo estaba ―prosiguió Yuqi, sin vergüenza alguna―, ambas creíamos que serías una omega, Mimi, así que nos decíamos que cuando fueras más grande, las dos te compartiríamos.
MiYeon parpadeó, sus ojos abiertos y expresivos, sintiendo de pronto su pantalón apretado. Observó cómo la mano de Yuqi se metía ahora bajo la tela del short, con SoYeon gimoteando en voz baja.
Bueno, ¿Qué mierda?
―A mí no me molestaría compartir a SoYeon contigo ―agregó Yuqi―, ¿Qué dices tú, bebé? ¿Por qué no le dices a MiYeon que quieres que te folle?
SoYeon jadeó, mirando a MiYeon por sus ojos entrecerrados, y separó sus piernas mientras la mano de Yuqi no dejaba de acariciarla, la parte delantera de su short con una mancha oscura.
―Mi-MiYeon... ―gimió SoYeon, moviendo sus caderas―. Te ne-necesito...
MiYeon observó la escena sin moverse.
―Perversa. ―masculló MiYeon, mirando a Yuqi, que sonrió ampliamente.
―No digas eso, Mimi ―se rió Yuqi, su mano moviéndose para bajar el short de SoYeon―, ¿No es más sucio de tu parte que quieras que yo te folle?
MiYeon se puso colorada, moviendo su boca para tratar de negarlo de alguna forma, sin embargo, no pudo hacerlo. No cuando Yuqi le quitó por completo el short a SoYeon, juntando sus piernas, y tirando de ellas contra su cuerpo, levantando su culo.
Antes de poder decir algo, vio como Yuqi metía dos dedos por el coño de SoYeon, arrancándole un fuerte gemido.
Mordió su labio inferior, luchando para no tocarse.
―Ahora, imagínalo... ―Yuqi la estaba mirando directamente, mientras metía y sacaba los dedos del coño de SoYeon haciéndola gemir, su mano húmeda por la lubricación natural de la omega―, imagina lo necesitada que estarías mientras te follo, MiYeon. Imagina a SoYeon bajo tuyo, en cuatro, follándola, mientras yo te follo. ¿No te parece sucio?
―Yuqi... Po-Por favor... ―murmuró SoYeon, aunque miraba a MiYeon.
―¿Qué quieres, bebé? ―preguntó Yuqi como si nada, sin dejar de mover sus dedos en su interior, acelerando el movimiento de su mano.
―Co-Correrme... ―balbuceó, necesitada.
―Ah, pero SoYeonnie... ―Yuqi sacudió la cabeza―. Bueno, te dejaré correrte sólo si le dices a MiYeon lo que me dijiste a mí anoche.
SoYeon cubrió su rostro con ambas manos, avergonzada, sin dejar de gemir.
Entre balbuceos, SoYeon contestó:
―Que me marquen ―jadeó, sollozante―, que las dos me marquen.
MiYeon se corrió sin tocarse, viendo a SoYeon alcanzar el orgasmo cuando Yuqi le dio una palmada en su culo.
Yuqi quitó su mano del interior del coño de SoYeon, tranquila, y enarcó una ceja.
―¿Funcionó para relajarte, Mimi? ―preguntó como si nada.
MiYeon no pudo evitarlo en ese instante: soltó una risa nerviosa, aturdida.
―¿Hacen eso con todos sus invitados? ―preguntó, sacudiendo su cabeza.
SoYeon soltó un quejido.
―No, sólo contigo. ―contestó la omega.
MiYeon no sabía cómo sentirse exactamente.
―Anda, bebé ―dijo Yuqi, poniéndose de pie―, lleva a MiYeon al cuarto para que duerma mientras yo limpio mi mano de tu sucio desastre.
―Vete a la mierda, Yuqi ―murmuró SoYeon, poniéndose de pie antes de chillar cuando otra nalgada cayó en su trasero―. ¡Eres un monstruo!
―Sí, sí, cómo digas...
SoYeon, sin importarle si estaba desnuda de la cintura para abajo, tomó la mano de MiYeon y tiró de ella. Para fortuna de la alfa, la camisa de la omega era lo bastante grande como para cubrir sus partes íntimas, aunque no mejoraba mucho el panorama.
SoYeon abrió la puerta del dormitorio, y MiYeon se quedó quieta al observar la cama matrimonial.
―Yo... ―su garganta se secó―. ¿No prefieren que duerma en el sofá?
La omega se giró, arrugando la nariz. Pasados unos segundos, sacudió la cabeza y buscó en el cajón de ropa otro short para ponerse.
―No nos importa ―dijo SoYeon como si fuera obvio―, puede que tú no te acuerdes de nada, pero entre las tres siempre compartíamos todo.
MiYeon asintió, humedeciendo sus labios, y entró con timidez. SoYeon no tardó en entregarle un pijama también, que de seguro le iba a quedar grande. Segundos más tarde, Yuqi entró, tranquila, y MiYeon de alguna extraña forma se sintió calmada cuando las suaves feromonas omegas de SoYeon la envolvieron junto con el fuerte aroma de Yuqi.
Había algo extrañamente reconfortante en aquellas dos presencias a su lado.
Se recostó y SoYeon no tardó en trepar a su lado, acurrucándose contra su pecho, como si fuera un gato ronroneando. Yuqi tiró de ella por la espalda, abrazándola en su pecho, pero lejos de sentirse asfixiada, MiYeon sólo pudo sonreír. Cerró sus ojos, sabiendo sin duda alguna de que había alguien a su lado para sostenerla.
***
―¿Cuántos libros puedes llevarte, Lin Fan?
―Tres, señora Manoban.
―¿Y cuántos llevas ahí?
―Cuatro.
Lisa miró a la pequeña niña con ojos entrecerrados, pero Lin Fan le devolvió la mirada con ojos expresivos e inocentes.
La omega terminó suspirando, sacudiendo su cabeza.
―¿Qué me darás a cambio, Lin? ―preguntó Lisa, mientras comenzaba a pasar los libros por el sistema, anotando la fecha de devolución.
La niña saltó por la felicidad.
―Le traeré un caramelo cuando vuelva, señora Manoban. ―prometió Lin.
―Tendrán que ser dos, si me descubren, me van a despedir. ―contestó Lisa, entregándole los libros.
―¡Gracias, señora Manoban!
Lisa rodó los ojos, sonriendo inconscientemente al ver como la niña salía corriendo de la biblioteca municipal sosteniendo los libros contra su pecho. Lisa agarró los libros que fueron a devolver esa mañana para ordenarlos en sus estantes correspondientes.
Mientras hacía eso, pasó a ver a Yizhou, que estaba jugando en la sección de niños siendo vigilada por la señora Hao, una dulce beta que se hacía cargo de esa zona de la biblioteca.
La niña la miró pasar, sonriéndole ampliamente, y Lisa le devolvió la sonrisa.
Luego se dedicó a ordenar todos los libros, suspirando de alivio porque era martes y a esa hora todo el mundo estaba en clases, así que no había una alta demanda por pedir libros. Sus días solían ser bastante tranquilos y aburridos, aunque considerando que muy probablemente esa misma tarde...
Sus pensamientos se vieron interrumpidos por un aroma alfa que le hizo arrugar el ceño con disgusto.
―Pranpriya.
Se giró, saludando con la cabeza a Mark y sonriéndole minúsculamente, ignorando el ramo de flores junto con el tierno peluche de perrito que sostenía.
―¿Cómo estas, Mark? ―preguntó con educación.
―Extrañándote, Pranpriya. ―contestó Mark con una expresión de pena, pero que no provocó nada en Lisa.
Quizás antes se habría sentido culpable, y sonreído con disculpa para prometer salir en algún momento, porque se supone que los omegas debían ser amables y serviciales con los alfas, en especial si eras un omega sin pareja.
Pero eso habría sido con el Lisa de antes, aquella Lisa que estaba muerta.
Suspiró, cansada, poniendo el último libro de Historia Universal en el estante.
―Estoy en mi horario de trabajo. ―contestó impasible, fría y helada.
Mark asintió, mordiendo su labio inferior. Era alto, con cabello negro cuervo y piel intermedia, ni tan pálida ni tan morena. Lo bonito de Mark era su sonrisa, como de niño pequeño, amplia y mostrando sus dientes, capaz de sacudir los corazones de cualquier omega frente a él.
Menos de Lisa, por supuesto.
―Yo sólo quería... Um... Quería traerte esto... ―balbuceó Mark torpemente―, lo vi y pensé en ti, Pranpriya.
Lisa trató de suavizar su expresión para no seguir intimidando al pobre alfa.
―Gracias, Mark ―contestó con calma, tomando el ramo de tulipanes y dejándolos sobre el escritorio―, ¿No te molesta si las dejo aquí en el trabajo? Ayudarán a que se vea más lindo.
Mark sacudió la cabeza.
―No te preocupes ―contestó, mordiendo su labio inferior―, pero yo quería preguntarte sí... Mmm... Después de que salgas tenías algo qué hacer...
Lisa lo miró, recordando al alfa antes, sonriente y persuasivo, insistente, persiguiéndola para todos lados. Ahora notaba que actuaba todo nervioso y tímido, pues haber sido rechazado tantas veces por una omega no era normal, hería en lo profundo de su orgullo.
A Lisa realmente no le interesaba, pero se sentía un poco mal, pues Mark no era una mala persona.
Tomó el peluche, acariciando su lomo.
―No creo que sea buena idea, Mark ―dijo, observándolo a los ojos―, ¿Por qué no te rindes?
Las mejillas de Mark se tornaron rojas.
―Es que realmente me gustas ―contestó el alfa―. Me pareces una omega dulce y amable, me gustas un montón.
Su marca ardió y sintió a su omega gemir por el dolor.
―No salgo con alfas ―respondió Lisa―, ya te he dicho que no salgo con ellos.
Mark asintió, apenado.
―Pero si me dieras una oportunidad...
―No lo entiendes ―interrumpió Lisa―, y no quiero sonar dura, Mark, no te lo mereces, pero no me dejas opción ―bajó su voz―: no confío en ningún alfa. No confiaré en ningún alfa nunca más en mi vida.
Mark bajó la vista, compungido.
―Nos vemos, Pranpriya.
Lisa se enderezó, haciendo un gesto vago con su cabeza mientras Mark se marchaba.
Cuando quedó sola, volvió su atención a la computadora hasta que su móvil recibió un mensaje de Tzuyu con una dirección y una hora, por lo que terminó suspirando con cansancio.
Eran sólo las cuatro de la tarde y ya sabía que sería un largo día.
***
MiYeon observó la casa desde fuera, mordiendo su labio inferior y su mano temblaba por los nervios. Miró hacia atrás, donde Yuqi y SoYeon estaban sentadas en el auto haciéndole gestos de apoyo.
La alfa no sabía cómo explicar la sensación de agradecimiento que sentía hacia las dos chicas, porque si bien todo comenzó mal y extraño, incluso incómodo, estaban allí para darle apoyo moral, para tenderle una mano y aconsejarla. Nunca nadie antes hizo tanto por ella sin querer algo a cambio.
Así que MiYeon tomó aire, caminando hacia la casa, para abrir la puerta y entrar.
Esperaba encontrarse con Ten histérico, llorando en el sillón, o a su papá haciendo llamadas para encontrarla, pero no...
No...
―¿Qué mierda está pasando? ―preguntó, sintiéndose enferma.
Su abuela se volteó, chasqueando los dientes, y Rosé escupió sangre al suelo cuando el matón de la mujer la dejó de patear. Ten tenía la mandíbula apretada, sentado en el sofá con una expresión de desprecio, la televisión prendida frente a él.
―MiYeon ―la voz de su mamá –no, su tío, su tío– sonó aliviada, poniéndose de pie―, Dios, MiYeonnie, estaba tan preocupado...
―No te acerques ―gruñó, mirando a su padre―, ¿Por qué están golpeando a papá?
―No es de tu incumbencia, MiYeon ―espetó su abuela―, ahora ve a tu cuarto, luego tendremos una seria conversa-...
―¡Porque a tu dulce abuela no le pareció correcto que te dijera la verdad! ―se burló Rosé, riendo sin levantarse―. Ten le contó todo y tu abuela quiso darme una lección.
―Cierra la boca, Rosé ―gruñó Sandara con rabia en su voz―, ¡No puedes hacer nada bien!
―¡Lamento ser una decepción, madre! ―se rió Rosé―. Una horrible mujer sólo se merece una horrible hija.
―MiYeon, por favor, te acompañaré hasta tu cuarto para que podamos hablar. ―rogó Ten con tono suplicante.
Pero MiYeon sacudió la cabeza, recordando las cartas que dejó en el departamento de Yuqi, los tiernos mensajes que no exigían nada a cambio, y pensó que todo ese tiempo su mamá le estuvo escribiendo a nadie, creyendo que si no recibía respuesta era porque MiYeon no deseaba hacerlo.
Y aun así continuó escribiendo.
―Yo sentía que no pertenecía a ningún lado ―dijo, mirando a los ojos a Ten―, no importaba cuánto me esforzara, sentía que no me acoplaba en ningún lugar ―tomó aire, sacudiendo su cabeza―, pero ya entiendo por qué.
Ten dio un paso para acercarse, pero MiYeon retrocedió.
―MiYeonnie, por favor...
―Ya sé a qué lugar pertenezco.
Rosé sonrió, y no importaba que su boca estuviera ensangrentada, que siguiera en el suelo, jamás la vio tan orgullosa como en ese instante.
―Es porque pertenezco a mamá ―MiYeon miró ahora a su abuela con seriedad―, es porque mi verdadero lugar es con mamá.
La expresión de su abuela se tornó roja por la rabia y el disgusto, enfurecida por las palabras de MiYeon.
―No hables estupideces, MiYeon ―espetó la mujer―, tú perteneces a la familia Park, a nadie más, ¿Entendido? Si insistes con esto, me encargaré de que pagues cada uno de tus errores.
MiYeon no se amedrentó, sólo endureció su mandíbula.
―¿Te arriesgarás a quedarte sin ninguna heredera para tu empresa, abuela? ―preguntó con tono frío.
Sandara soltó un gruñido en advertencia.
―Vas a heredar esto quieras o no, así como obligué a tu padre a hacerlo ―escupió―, y tú padre sabe bien que la persona que pagó por sus errores no fue ella, sino esa asquerosa omega.
MiYeon dio un paso, furiosa, sin importarle si era más pequeña de porte que su abuela.
―Te atreves a tocar a mamá y prometo destruir todo tu maldito imperio ―amenazó, apretando sus manos en puños―. Si lo haces, abuela, si te atreves a hacerlo, le diré a todo el jodido mundo que tu familia no es más que una farsa ―sonrió heladamente―, ¿Cómo crees que reaccionará el Gobierno si se entera que ocultaste que yo no soy hija de papá y mamá, abuelita?
Ten rompió a llorar, desconsolado, mientras Rosé se ponía de pie y limpiaba su boca con la manga de su suéter, humedeciendo sus labios.
―¡No se te ocurra amenazarme, MiYeon! ―gritó Sandara, desquiciada.
―No es una amenaza, abuela ―replicó con dulzura―, es un hecho.
Sandara endureció su expresión, furiosa por ver sus manos atadas. Finalmente, soltó un resoplido mientras le hacía un gesto a su guardia que se ubicó detrás de ella.
―Ya te darás cuenta del enorme error que estás cometiendo, MiYeon. ―espetó, y salió del cuarto sin mirar a nadie más, dejando el comedor sumido en un tenso y pesado silencio.
Rosé se sentó en una silla, haciendo una mueca de dolor.
―Si piensas golpearme, MiYeon ―dijo su padre tranquilamente―, que no sea en el rostro. Creo que me han roto la nariz.
La menor la miró impasible, con Ten limpiando su rostro.
―Por favor, MiYeonnie... ―murmuró el hombre, pero enmudeció cuando la chica sacudió la cabeza.
Iba a hablar, a decirle algo, a comenzar a exigir más respuestas, sin embargo, su voz quedó atorada en su garganta al ver el noticiero.
―Súbele volumen. ―ordenó, mirando a Rosé.
La alfa arrugó el ceño, confundida, pero al mirar la televisión pudo ver cómo su expresión se tornaba más pálida. Ten no tardó en soltar un grito de sorpresa y horror.
Era el noticiero de noche y se podía leer en la barra ‹‹Presentación de nuevo activista en China›› en letras grandes y más abajo ‹‹Asume luego de la muerte de Liu Yifei››.
―¿La... Lisa? ―balbuceó Rosé con la voz ahogada.
Sus labios estaban secos cuando reconoció a la omega en pantalla, sentada entre dos personas, dos mujeres, una de aspecto duro y la otra con expresión tranquila.
Rosé le subió volumen.
―... La presentación de Manoban Pranpriya se ve enmarcada luego de que Yifei haya sido asesinada en una extraña redada por parte del gobierno Chino hace tres días, en mitad de un discurso que se dio fuera del Ayuntamiento en Pekín ―se mostraron en ese instante fotos de la redada, con la conocida activista hablando en un escenario con miles de personas escuchándola, y luego de unos segundos comenzaron los disparos―. Dentro del movimiento por los derechos de omegas que comenzó en China hace tres años, siempre se han visto tres rostros visibles como voceros y representantes. Song Qian ―se enfocó a la mujer a la izquierda de Lisa―, es considerara el cerebro detrás de todo esto, siendo la líder omega que se alzó con un pequeño grupo de simpatizantes cuando comenzó. Detrás de ella se podía ver siempre a Chou Tzuyu ―se apuntó ahora a la ultima mujer―, como uno de los primeros alfas en apoyar la situación, junto a Liu Yifei hasta su muerte ocurrida. Es el primer recambio que se ve dentro de los voceros del grupo, y hoy se dio a conocer junto a una pequeña ronda de preguntas para resolver dudas.
MiYeon sentía que iba a vomitar en cualquier momento por todo lo que estaba ocurriendo en ese instante. Rosé no lucía mejor, aturdida, mientras Ten ponía una expresión de incredulidad en su rostro.
La presentadora dejó de hablar y se procedió a mostrar toda la entrevista.
―Señora Manoban, ¿No es así? Surge curiosidad dentro de la comunidad porque es la primera vez que se ve su rostro junto a Song Qian y Chou Tzuyu. Ni siquiera en las manifestaciones anteriores se le había visto.
―¿Por qué tendrían que verme? ―contestó Lisa, y MiYeon se estremeció cuando oyó su voz en directo, suave pero firme―. Song, Tzuyu y Yifei eran los rostros importantes.
―¿No cree que ocupar el puesto de Liu Yifei es una gran responsabilidad para usted?
―Cuando Yifei fue asesinada cobardemente por la policía y se me preguntó por esto, por supuesto que pensé en negarme al inicio ―respondió Lisa―, después de todo, conocí a Yifei de forma íntima luego de que tendiera su mano cuando no tenía nada. Pero Yifei confiaba en mí como su amiga, como activista, y fue ella la que quiso que asumiera. Es una gran responsabilidad y trataré de dar lo mejor de mí para que los omegas podamos tener aunque sea la mitad de los derechos que tienen los alfas.
―¿Y cuál es su historia, acaso? ―preguntó burlonamente un periodista―. ¿Cuál es su triste historia con la que piensa conmovernos?
MiYeon pudo notar como Rosé se tensaba y Ten bajaba la vista.
En la televisión, Lisa enarcó una ceja, con su rostro impasible, y MiYeon no pudo evitar sentir admiración por notarlo tan calmo.
―Cuando tenía dieciséis años mi primer alfa me violó y marcó detrás de un basurero ―dijo con tono amable―, y dos semanas después nos casamos. Luego de diez meses di a luz a mi primera y única hija, pero mi alfa murió en un accidente y quedé sola. Cuando mi bebé tenía más de un año, conocí a otra alfa que me prometió el mundo entero si me dejaba marcar por ella, y confié en ella ―sus dedos acariciaron de forma distraída su marca―, así que sacrifiqué la vida de mi bebita. Pero luego de marcarme, mi nueva alfa me dejó por otro omega, y volví a quedar sola. Perdí a mi bebé, perdí a mi alfa, por el simple hecho de dar todo y no recibir nada a cambio ―su tono se volvió frío, mirando directamente a la cámara ahora―. Nuestra intención no es conmoverlos a ustedes, sucios alfas, con nuestras historias. Nuestra intención es destruir su sistema jerárquico que nos han impuesto sólo para su propio disfrute.
MiYeon no pudo seguir escuchando la entrevista porque Ten se puso de pie, furioso, y golpeó la televisión con su pie, rompiendo la pantalla con odio.
―¡Una mentirosa! ―escupió Ten, mirándola directamente―. ¡¿Te das cuenta, MiYeon?! ¡Esa imbécil es sólo una mentirosa! ¡Para ella estás muerta!
―¡Cállate, maldita sea! ―gritó Rosé con la voz quebrada.
―¡¿Y tú aún la amas?! ―espetó Ten―. ¡Pues si no lo notaste, Rosé, mi hermanita te odia! ¡Para ella no eres más que una basura! ―el omega las miró con ojos llenos de lágrimas de rabia―. ¿Por qué no se dan cuenta? Nosotros podríamos ser... Ser una familia...
―¿A base de mentiras? ―murmuró MiYeon―. ¿Felix es siquiera su hijo?
―¡MiYeon!
La chica miró a Ten en silencio, notando cómo parecía volver a llorar pronto, y luego desvió sus ojos al magullado rostro de Rosé, que observaba la rota televisión con una mirada desamparada y ojos destrozados, totalmente afectada por lo que acababa de ocurrir, por lo que acababa de ver.
Recordó, entonces, que no sólo ella llevaba diecisiete años sin su mamá, sino que Rosé llevaba esa misma cantidad de tiempo sin su omega, y se preguntó cómo sobrevivió lo suficiente y no enloquecer en el proceso, porque no había nada más doloroso para un alfa que no tener a su omega cerca.
Cerró sus ojos por un instante, recordando el rostro de Lisa en televisión, sus dedos acariciando su marca, y tragó saliva.
Si Lisa decía odiarlas, si odiaba a Rosé, ¿Por qué conservaba su marca?
―Voy a ir a buscarla ―dijo en voz baja, y ambos adultos la miraron―. Voy a buscar a mamá.
Ten negó con la cabeza mientras Rosé sonreía con debilidad.
―No MiYeon, no puedes-...
―Y no iré sola ―le interrumpió a Ten―, porque tú me vas a acompañar, papá. No pienso recuperar sólo a mamá, sino también a tu omega.
Rosé palideció y parecía a punto de vomitar.
Song Qian es Victoria Song, integrante de lo que alguna vez fue f(x) y Liu Yifei es la actriz que interpreto a Mulan en el live action de Disney, lo aclaro pq la versión original no lo hace y queria que ustedes supieran qnes son estos personajes, uwu
¡Gracias por leer!
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