capítulo II.
Advertencias: segunda parte de Kilig, por lo tanto, para entenderla, debes haber leído previamente esa historia. Chaelisa. Angst y drama en estos primeros caps.
MiYeon se encerró en el baño cuando el timbre para salir de clases sonó, ignorando por completo la tímida voz de JooYeon que le estuvo llamando todo el día. Se sentó sobre el cubículo, mientras se obligaba a tomar aire y calmar la sensación pesada en su estómago.
Llevaba una semana haciendo eso: huir de Kim JooYeon, ignorándolo como si nada, para esconderse en los baños de mujeres hasta que sabía que todo el mundo se marchó y regresar a casa caminando. Esperaba calmar un poco su mente de toda la ansiedad que cada día se volvía más y más torturadora.
No se veía capaz de salir con el resto de las personas para ver a JooYeon acercándose a su hermana mayor, Yuqi, porque sentía que iría a exigirle respuestas, a pesar de que no quisiera saber la verdad.
Soltó un bufido.
¿Qué verdad? Su madre era Ten. Su padre era Rosé. Nadie iba a cambiar eso, menos la presencia fantasma de una persona que no conocía.
Se puso de pie, agarrando su mochila, y salió del baño caminando hacia la salida.
Por supuesto, se quedó quieta en el umbral de la puerta cuando observó a JooYeon sollozando dentro de un auto, mientras otras dos chicas discutían afuera. Reconoció a Yuqi, por supuesto, con su chaqueta de cuero y su cabello desordenado, pero la otra chico...
No, demonios, tenía que irse de allí.
Se giró, tragando saliva, bajando la cabeza, pero su suerte, por supuesto, no la iba a ayudar mucho en ese momento.
―¡MiYeoooooooooooooooooon!
Se quedó quieta cuando el grito de Felix resonó en el patio y levantó la vista, viendo a su hermanito corriendo hacia ella con una expresión llena de felicidad.
Mordió su labio inferior, batallando internamente si volver o no al interior del colegio, pero ya era demasiado tarde. Podía sentir los ojos de Yuqi puestos sobre ella, poniéndola más nerviosa que nunca.
Felix se lanzó a sus brazos, riendo.
―¿Qué ocurre, príncipe? ―preguntó con tono dulce, fingiendo una calma que no sentía.
El chico arrugó el ceño.
―Hoy es viernes. ―dijo, confundido.
MiYeon dejó salir el aire, derrotada, porque olvidó que cada viernes llevaba a Felix a comer helado luego de clases.
―Vamos entonces. ―se apresuró a decir, dispuesta a salir corriendo de allí si era posible.
Por supuesto, no resultó.
―MiYeon.
Aunque se llevó una sorpresa cuando la persona que habló no fue Yuqi, con su voz grave y aterciopelada, sino una voz más suave y dulce.
―Vámonos, SoYeon. ―habló Yuqi, antes de que se girara, y viera a la chica que habló.
La tal SoYeon la observaba inocentemente, con ojos enormes y solicitantes, y sintió que algo no estaba bien.
―¿Noona? ―preguntó Felix, confundido.
―Suéltame, Yuqi ―gruñó SoYeon, tirando de su brazo, pero la chica no obedeció―. ¡Qué me sueltes!
―¡Deja de comportarte como una niña! ―replicó Yuqi, sin soltarla.
MiYeon percibió el olor omega que soltaba SoYeon, dulce y envolvente.
Entonces, notó lo que estaba mal: marcada. SoYeon era una omega marcada. Su olor omega se percibía, pero por encima notaba otro olor conocido.
Miró a Yuqi con grandes ojos llenos de sorpresa.
―¡Quiero hablar con MiYeon! ―reclamó SoYeon como una niña pequeña.
Yuqi lucía cansada, fastidiada, y su voz se tornó más grave
―No me hagas actuar, SoYeon. ―espetó Yuqi, calmada.
―Noona, ¿Las conoces? ―preguntó Felix, tímido.
MiYeon lo miró, notando su expresión asustada.
―No ―contestó con tono duro, callando a las dos chicas frente a ella―, vámonos, príncipe.
Le tomó la mano y tiró de él, echándoles una última mirada, y notó la expresión triste de Yuqi, los ojos heridos de SoYeon, pero no se detuvo.
SoYeon estaba marcada por Yuqi.
Y MiYeon realmente no se sentía demasiado bien en ese instante.
***
Lisa soltó un gimoteo cuando Tzuyu gruñó contra su oído, quedándose quieta mientras anudaba en su interior, y su omega interior se quejó en señal de disgusto y odio.
Pero Lisa sólo ahogó esa voz en su interior, jadeando en voz baja, siendo consciente de que Tzuyu estaba anudando con un condón, por lo que no iba a quedar embarazada.
Aunque tampoco es como si le preocupara, porque si no pudo quedar preñada de Rosé, mucho menos lo iba a quedar de Tzuyu.
Se recordó brevemente a sí misma diecisiete años atrás, haciéndose esa prueba de embarazo cuando llegó a China, viendo el negativo marcado y sin saber si era una condena o una bendición.
―¿Crees que Yizhuo esté durmiendo? ―preguntó Tzuyu en voz baja, retirándose minutos después.
La miró a través de sus ojos entreabiertos, cansada y medio dormida.
―No sé, traté de ser silenciosa esta vez. ―contestó entre balbuceos.
Tzuyu soltó una risa baja, sacudiendo la cabeza, y se recostó a su lado.
―¿No vas a empezar a morderme? ―preguntó, enarcando una ceja.
Lisa le tiró una almohada, gruñendo, pero su amiga sólo comenzó a reírse, tensión desapareciendo del aire con sus palabras, y permanecieron en un cómodo silencio. Contrario a la vez que pasó su celo con Rosé, acá su libido y excitación no era grande, con que Tzuyu la follara una vez bastaba para calmar a su enloquecida omega.
En el fondo, Lisa sabía que en caso de volver a ver a Rosé, su omega entraría en un celo inmediato y haría lo que fuera para tener a su alfa sobre ella en todo momento.
Tzuyu se giró, mostrándole un peluche tonto de oso que botaron.
―Este es nuevo ―comentó, observando el juguete―, ¿Mark sigue cortejándote, Lisa? ¿Cuándo le dirás que sí al pobre hombre?
Lisa la miró sin expresión alguna en su rostro, quitándole el peluche.
―No salgo con alfas ―dijo con tono helado―, lo sabes bien.
―¿Y qué demonios soy yo? ―preguntó Tzuyu, ofendida.
La omega enarcó una ceja.
―Un alce, Chou. ―dijo con falsa dulzura.
Tzuyu golpeó su culo sacándole un chillido.
―Pero insisto ―prosiguió la alfa como si nada―, ¿Por qué no sales con él? ―hizo una pausa, y antes de poder detenerla, le acarició el cuello, sobre su marca―. Tal vez va siendo el momento de...
La manoteó, disgustada.
―No la toques ―espetó con un gruñido―, y sabes que he acabado con los alfas. No quiero a ningún alfa que me marque. No quiero someterme a ninguno de ellos ―se quedó en silencio unos segundos―. No le pertenezco a ningún alfa. Me pertenezco a mí misma.
―Mark parece un buen alfa, Lisa...
―También Rosé. También JooHyun. Incluso JiWon tenía sus momentos ―soltó una risa amarga―. Creo que tú has sido la única alfa decente que he conocido ―Lisa la miró sin temor―, pero aun así estoy esperando el momento en que me decepciones.
Tzuyu no lució ofendida, sino apenada, casi defraudada.
―¿No es eso triste, Lisa? ¿Vivir esperando que te decepcionen?
―No, porque así no voy a llorar cuando lo hagas ―se puso de pie, disgustada, y recogió su bata―. Ya no quiero hablar más de eso.
Antes de que Tzuyu pudiera decirle algo más, salió del cuarto yendo al baño, y una vez dentro, miró su reflejo en el espejo, sus dedos delineando el contorno de sus ojos, pensando en la última vez que lloró.
Dieciséis años. No lloraba desde hace dieciséis años.
***
MiYeon no sabía cómo era que no estaba colapsando en ese instante, aún más cuando JooYeon la miraba con una expresión triste y necesitada. Quería huir como estuvo haciendo todos esos días, sin embargo, el chico la acorraló contra la pared, y no podía alejarse a menos que lo empujara.
Y MiYeon podía ser muchas cosas, menos una maleducada.
―JooYeon, necesito ir al baño. ―pidió con amabilidad.
JooYeon arrugó el ceño levemente.
―Noona, miente muy mal. ―dijo con pena.
MiYeon quería reír histéricamente, alejarse tanto como pudiera de allí.
―No le quitaré mucho tiempo, MiYeon Noona ―insistió JooYeon―, sólo quería pedirle perdón.
Ahora lo miró con evidente sorpresa en su rostro, sin comprender un poco lo que estaba ocurriendo. ¿Por qué el omega debería pedirle perdón? Después de todo, ella lo estuvo evitando, ¿No debería pedir perdón ella?
―¿Qué? ―preguntó, confundida.
JooYeon mordió su labio inferior.
―Por mis hermanas. Ellas... ―se veía un poco indeciso―. No sabía qué se conocían. Si hubiera sabido que no se llevaban bien...
Oh, demonios.
¿Cómo decirle a JooYeon que ella ni siquiera se acordaba de ellas? ¿Cómo decirle que esa última semana fue un desastre, porque todo estaba confuso en su mente, porque estaba descubriendo algunas cosas que realmente no quería averiguar? ¿Cómo decirle que los ojos profundos de Yuqi, su voz grave y ronca, enviaban escalofríos por su espina dorsal? ¿Cómo decirle que los ojos astutos y atrayentes de SoYeon la habían sacudido como nunca antes?
No podía decirle eso.
―JooYeon...
―Lamento si fueron groseras también ―prosiguió JooYeon, ignorándola―, ellas... Uh... Han cambiado mucho, Noona.
MiYeon no pudo seguir aguantándolo, así que lo soltó:
―SoYeon es la omega de Yuqi ―dijo―, ¿No son hermanas?
El omega se removió, incómodo.
―Somos adoptados, Noona.
―Oh.
Él se encogió de hombros, quitándole importancia.
―Pero sobre la marca... ―rascó su mejilla, ansioso―, Yuqi no tuvo opción. SoYeonnie... Ella... Mmm... Estaba descontrolada y Yuqi sólo quería protegerla. Pero ellas se quieren ―se apresuró a decir―, de verdad que sí, sólo que tienen sus roces.
Pareciera que quieren agarrarse a golpes, quiso decir, pero JooYeon se veía realmente afectado y MiYeon no quería hacerlo sentir mal.
―Está bien, no te preocupes ―dijo, buscando tranquilizarlo―, de verdad que no pasa nada.
JooYeon asintió, retrocediendo unos pasos.
―Prometo no molestarla más, Noona ―agregó con voz dulce, y luego le tendió un papel―, pero le dejaré el número de Yuqi Noona en caso de emergencia.
Abrió su boca para decirle que no era necesario eso, que tampoco tenía que alejarse, pero el chico sólo le sonrió antes de correr por los pasillos hacia un grupo de chicos, y MiYeon sintió su estómago pesado porque...
Porque...
Bueno, MiYeon no tenía amigos, pero no era porque todo el mundo la molestara, sino que MiYeon lo prefería así: no sabía por qué, pero desde que tenía memoria que era algo huraña y arisca con las relaciones con los mismos chicos de su edad. Le costaba confiar en las personas, no se sentía cómoda rodeado de tantas personas, pero por sobre todo...
Por sobre todo, sabía que su abuela se encargaría de alejar sus amistades si sabía que no le convenían. Su abuela y su mamá.
Recordó brevemente la noche en que la abuela Park la declaró como Heredera de la empresa familiar, y luego la obligó a pasar un tiempo con ChangBin, un conocido de otra familia que tenía bajo su mano una compañía. MiYeon tuvo que ser educada, a pesar de notar la sonrisa incómoda de ChangBin. Ambos se conocían desde los quince, podían mantener una conversación amena y tranquila, pero no había atracción entre ellos, eso era obvio.
Los padres de ChangBin querían ese compromiso, su abuela lo quería, incluso su mamá insistía de vez en cuando, pero afortunadamente su papá se negaba a ello. Aún podía recordar la vez en que les escuchó pelear sobre eso.
―¡No permitiré que le arruinen la vida a MiYeon como me la jodieron a mí!
Era algo ofensivo si lo pensaba fríamente, pero también se sentía aliviada de que su papá no estuviera de acuerdo. MiYeon sabía que, si tenía novio o novia, y su abuela no estaba de acuerdo, todo el mundo iba a enloquecer.
Así que, aunque quisiera detener a JooYeon para decirle que fueran amigos, sabía que lo mejor era no hacerlo, porque no quería que el chico lo pasara mal.
Suspirando, MiYeon caminó hacia el salón de clases otra vez, esperando que el día sólo mejorara en algún momento. Pero, por supuesto, eso no ocurrió.
No cuando, luego de la cena, y mientras terminaba de hacer su tarea, escuchó a sus papás pelear.
Para su fortuna, ese día Felix fue a quedarse a dormir con un amigo, así que no debía preocuparse de que escuchara cosas que podrían afectarlo más de lo debido. Sin embargo, eso no evitó que se pusiera de pie, saliendo del cuarto, y se acercara a la escalera para poder oír con mejor claridad.
―¿Qué mierda estás diciendo? ―preguntó su papá con tono frío.
Hubo un pequeño silencio.
―Rosé, si me marcas y tenemos otro niño, estoy seguro de que...
Su papá soltó una risa despectiva, burlona.
―Debes estar bromeando, Ten ―escupió con asco―, ¿Tú crees que yo pienso follarte con el asco que me das?
MiYeon quería meterse, quería defender a su mamá, pero se quedó quieta cuando él volvió a hablar con voz dura:
―¿Por qué piensas serle fiel a Lisa si ella de seguro debe estar follando con otros alfas?
Sintió su estómago pesado, y recordó brevemente la carta que tenía en el fondo de su escritorio. No fue capaz de leerla, pero tampoco de devolverla a su lugar.
―Lisa todavía tiene mi marca ―espetó Rosé, y retrocedió cuando la vio avanzar por el pasillo hacia la puerta de salida―. ¿Por qué no mejor vas a abrirte de piernas con mi mamá o con JooHyun? Estoy segura de que cualquiera puede dejarte preñada otra vez y lo haces pasar por mío como hiciste antes, ¿No es así?
―¡Rosé!
MiYeon corrió hacia su cuarto, con su respiración entrecortada debido a las últimas palabras de su papá, y sintiendo su cuerpo sacudiéndose por temblores, incapaz de controlarse.
¿De qué estaba hablando su papá? ¿Acaso Felix...? ¿O ella...?
Mierda, mierda, ¿Qué estaba ocurriendo?
Se repitió cientos de veces que no quería saber la verdad, que no quería averiguarlo, porque prefería vivir en la ignorancia, pero a esas alturas no se veía capaz de seguir comportándose como una ciega, no cuando toda la ilusión de su familia se estaba desmoronando poco a poco.
MiYeon necesitaba saber la verdad.
Por eso, horas más tarde, aprovechando que su mamá se fue a dormir y su papá seguía fuera (con toda probabilidad emborrachándose), se deslizó por el pasillo a oscuras, hacia la oficina de su papá.
Luego de forcejear un instante, logró entrar otra vez, pero ahora se dirigió directamente a la computadora que estaba sobre la mesa, encendiéndola y suspirando por el alivio al ver que no tenía contraseña.
No, por supuesto que no la tendría, ¿Quién iba a meterse ahí de todas formas? Su papá fue claro en sus advertencias: prohibido entrar allí en cualquier momento a menos que quisiera ganarse una buena tunda.
El fondo de pantalla era el típico paisaje de un parque, pero se movió rápidamente a través de la ventana, y comenzó a hurgar en las carpetas que había en el Escritorio. Arrugó el ceño mientras encontraba informes del trabajo que poco podían importarle, sin embargo, luego de buscar por cerca de media hora, se quedó mirando las fotografías al interior de una carpeta. Reconoció en las miniaturas el rostro de Lisa y el de su papá, íntimas, cercanas, compartiendo un espacio que jamás compartió con su mamá, y bajó hasta el final, encontrando más miniaturas pero ahora de vídeos.
MiYeon mordió su labio inferior y apretó el primero para sacarlo inmediatamente, su rostro tornándose rojo al notar que...
Oh, mierda, ¿Por qué su papá tenía vídeos porno caseros con esa omega?
¡Ella definitivamente no quería ver eso!
Observó con más detenimiento las miniaturas, y decidiendo que quizás esa no contenía imágenes que la iban a perturbar, apretó el vídeo.
Era el jardín.
Su estómago dio un vuelco cuando lo reconoció, pero se veía distinto también: mejor cuidado, más amplio, más... Más...
Más familiar.
Y allí estaba Lisa, de rodillas, regando un rosal con una expresión de concentración.
La cámara se movió y Lisa se giró, con sus ojos cálidos mirando hacia la pantalla.
―¿Qué estás haciendo, Rosie? ―preguntó, y había tanto cariño y amor en su voz que no pudo evitar perder el color de su cara.
Porque era la misma voz que hablaba en sus sueños.
―Te admiro ―la voz de su padre contestó fuera de cámara, y MiYeon no se dio cuenta hasta ese momento que estaba llorando, porque nunca escuchó ese tono en su padre―. Es que eres muy preciosa, Lisa.
Observó cómo las mejillas de Lisa se tornaron rojas y se reía de forma estruendosa.
―¿Qué quieres, Rosé? ―insistió, acercándose.
―A ti ―respondió su papá―, a ti para siempre.
Lisa sacudió su cabeza, sentándose frente a la cámara, y le devolvió una mirada enamorada.
―Pero si ya me tienes ―sus dedos acariciaron una marca en su cuello―, soy tuya para siempre.
―Pues dile eso a la mocosa endemonia-...
―¡No! ¡Mami mía!
Entonces, MiYeon se vio a sí misma en pantalla: más pequeña, más gordita, más sonriente.
Una pequeña niña que apareció tambaleándose en pantalla hasta abrazar a Lisa por el cuello, mirando más allá de la cámara, hacia Rosé, con una expresión de tierno enojo.
―¡Papá feo! ¡Feeeeeeeeeeeeo!
―¿Quieres volar, enana? ―amenazó su papá.
―Mami 'e Yeonnie.
Lisa sólo se rió, abrazándola y arrullándola en sus brazos, y MiYeon casi pudo sentir los brazos de Lisa sobre sus hombros, acurrucándola contra su pecho, liberando feromonas maternas.
―Mamá siempre será de Yeonnie y Yeonnie será siempre de mamá ―dijo Lisa, sonriendo.
Escuchó la maldición baja de su padre a través del vídeo.
De forma repentina, un portazo resonó en el primer piso.
MiYeon se puso de pie, espantada, sintiendo su rostro húmedo por las lágrimas, y torpemente cerró todas las ventanas, apagando el computador antes de salir corriendo del cuarto, jadeando, hipando, encerrándose en su habitación mientras cubría su boca con ambas manos.
Tenía que dormir en ese instante, tenía que acostarse y procesar todo lo que estaba pasando, tenía que-...
Se movió a través del cuarto, sin dejar de sollozar, y abrió el cajón sacando la carta. La bendita carta.
Ya sin importarle nada, la desplegó frente a sus ojos.
Rosé:
Si estás leyendo esto, es porque ya me encuentro lejos, muy lejos, tan lejos que espero que tu alfa sea incapaz de localizarme para siempre.
Lamento si he sonado dura. Lamento haber desaparecido sin más. Lamento haberme ido sin decir adiós. Lamento haber dejado a MiYeon atrás.
Pero tiene razón. Ten tiene razón.
De alguna triste forma, a pesar de todo el odio, hay una parte mía que puede comprender el actuar de Ten, porque él es omega al igual que yo. Porque él tiene los mismos miedos que todos los omegas tenemos, de no ser nadie en la vida y limitarnos a no ser nada más que animales de cría para el resto de las personas. Porque él sabe lo que es ser mirado en menos por el resto y fingir que no te afecta, cuando en realidad algo parece morir cada día un poquito más. Si Ten ha actuado así, es porque la sociedad en la que estamos lo ha obligado a eso.
Pero eso no justifica sus acciones.
He descubierto que no importa cuánto me aleje, él seguirá queriendo verme destrozada, y he decidido irme por eso. Si permanecía en el mismo lugar que él, Ten iba a asegurarse de que terminara siendo devorada por todos los alfas posible sólo para su satisfacción personal, y soy lo suficientemente inteligente como para rendirme cuando mi poca integridad personal está en peligro.
Habría querido llevarme a MiYeon conmigo, pero tú y yo sabemos que eso no es posible. Como ahora tiene tu apellido, iba a necesitar tu autorización para sacarla del país, y tengo bastante claro que no ibas a otorgarme eso porque además Ten está encaprichado con ella.
Así que Roseanne, tienes que jurarme que la vas a proteger con tu vida. MiYeon es lo único bueno que he hecho en esta vida y si ella llega a morir, Rosé, yo también me muero. Puedes marcar a otro omega, creo que seré capaz de soportarlo, pero si algo le pasa a MiYeon, entonces mi vida habrá acabado.
Promételo, Rosé.
Y dile que la amo. Dile que mamá la ama, tienes que decírselo todos los días, y tienes que entregarle las cartas que le escribiré a futuro. Y tienes que pedirle perdón de mi parte y rogar que sea capaz de perdonarme por haberla dejado sola. Por no haber sido capaz de protegerla. Pero es por su bien, aunque eso no me consuele por completo.
Y te amo, Rosé, te amo a pesar de todo, pero una parte en mi interior también te odia, y lo siento por eso, pero no puedo evitarlo.
Pero a pesar de todo esto, gracias.
Gracias por haberme amado a pesar de ser un desastre.
Gracias por haberme amado cuando nadie antes lo había hecho.
Gracias por haberme amado hasta el punto de que fui realmente feliz por un tiempo.
Gracias, Rosé.
Con amor, Lalisa.
MiYeon estaba llorando sin control alguno para ese momento, sentada en el suelo, tratando de ahogar los gemidos de dolor, de confusión, de pena, que morían por salir de sus labios. Tratando de no ceder al pánico, al miedo, a la rabia, a la tristeza.
Ella... Su mamá...
Mierda...
―¡Ten!
Se sobresaltó cuando escuchó el grito furioso de su papá, un tono alfa que demandaba una respuesta, y MiYeon comprendió entonces por qué todo el mundo parecía tenerle miedo a Rosé, en especial su mamá.
Se arrastró hacia la puerta, escuchando los furiosos pasos de su papá por el pasillo, hacia la habitación matrimonial.
MiYeon abrió la puerta, notando que su papá salió de la oficina. Que los cajones estaban en el suelo y los papeles desparramados.
La carta.
Miró el papel en sus manos y se puso de pie.
―¿Qué ocurre? ―escuchó la voz chillona de Ten.
―¡La carta! ¡Dónde está la jodida carta! ―gritó su papá con ira.
MiYeon se asomó en el cuarto, viendo a Ten acorralado contra la pared, con Rosé tomándolo del cuello con fuerza.
―¿De qué... Carta hablas? ―sollozó Ten.
―¡No te hagas la perra inocente, puta asquerosa! ―gritó su papá, sacudiéndolo―. ¡La carta de Lisa! ¡Dónde mierda la tienes!
―¡Rosé!
―¡Si no me las das ahora mismo yo-...
―Yo la tengo.
Su voz fue apenas un temblor.
Hubo un extraño silencio en el cuarto, antes de que Rosé soltara a Ten, pero sin girarse. Ten cayó al suelo, jadeante, acariciando su cuello, y levantó la vista con espanto.
MiYeon le devolvió la mirada, pero no se movió.
Su papá se giró, su rostro pálido como un fantasma, con sus manos temblando, y MiYeon levantó la carta.
―Devuélvemela, MiYeon. ―dijo con voz suave Rosé.
MiYeon sollozó.
―¿Es cierto? ―preguntó, dando un paso, titubeante―. ¿Yo... Yo no soy hija de mamá?
―MiYeon, por favor, por favor, estás confundida, no digas esas cosas, por favor... ―balbuceó Ten con los ojos llenos de lágrimas.
Pero MiYeon lo ignoró, mirando a su papá directamente.
Rosé tomó aire.
―Quería decírtelo ―murmuró en voz baja Rosé―, pero Ten y mi madre me obligaron a no hacerlo.
MiYeon sintió su garganta apretada.
―¡No! ¡MiYeon es mi hija! ―gritó Ten―. ¡Yo la crie, yo la vi crecer, yo le he estado dando amor todos estos años!
―¡Cállate, maldita sea! ―espetó Rosé―. ¡¿Tu hija?! ¡¿Tu maldita hija?! ¡Se la quitaste a Lisa, esa es la jodida verdad!
―¡Rosé!
Rosé se giró hacia MiYeon con los ojos llenos de lágrimas.
―¿Quieres saber la verdad, MiYeon? ―preguntó, sin embargo, no esperó una respuesta de parte de la menor―. Ten y Lisa son hermanos.
MiYeon hipó y frotó sus ojos queriendo alejar las lágrimas, aunque en ese instante era imposible, no cuando estaba sintiendo cómo todo se volvía un desastre.
―Por favor, por favor, Rosé... ―lloró Ten.
―Lisa era mi omega ―prosiguió Rosé―, y tú eras su hija. Yo... Yo las conocí cuando me mudé aquí, porque ella era mi vecina.
La menor la miró, sollozando.
―¿Tampoco eres mi papá? ―preguntó, aturdida.
Rosé sacudió su cabeza.
―No, pero le dije a Lisa que lo sería para ti ―dijo, ignorando las súplicas de Ten―. Lisa tenía sólo diecinueve años y había perdido a su alfa en un accidente, pero te tenía a ti y tú... Tú eras todo para ella.
MiYeon no quería seguir escuchando, pero sabía que era necesario saber toda la verdad por mucho que lo destrozara.
―Le dije que sería su alfa, le dije que... Que engañaríamos a todo el mundo y yo te daría mi apellido y así no tendrías que morir.
Porque el omega no podía conservar a su bebé de un alfa anterior, ya que así era la dura ley de la vida.
Entrégate a tu nuevo alfa, olvida todo el pasado, deshazte de todos tus errores anteriores.
Sé un buen omega y complace a tu alfa en todo.
―Pero mi madre no quería a Lisa, ella quería que me casara con Ten ―escupió Rosé―, y Ten odiaba a Lisa ―soltó una risa amarga, derrotada―. ¿Sabes qué quería hacer Ten con tu mamá, MiYeon? ¿Sabes qué quería hacer con Lisa?
Sollozó con más fuerza.
―¡Rosé, te lo ruego!
―¡Quería prostituirla! ―espetó Rosé, mirando furiosamente a Ten―. ¡Quería que cientos de alfas la violaran sólo para humillarla, para convertirla en su diversión personal! ―se giró hacia MiYeon, llorando―. Y Lisa tuvo que irse, porque tenía que huir de su cruel e inhumano hermano, porque sabía que él no la dejaría en paz.
―¡Basta, Rosé, basta!
Ten, con los ojos rojos por el llanto, hipando descontroladamente, se puso de pie y le dio una bofetada a la alfa, pero Rosé apenas se inmutó, sólo le agarró la mano y apretó su muñeca.
MiYeon los observaba en asfixiante silencio, mientras sentía cómo el agujero en su pecho se hacía más y más grande, recordando las palabras en la carta, el temor que se leía, el mensaje que...
―¿Ella... ―preguntó con voz ahogada, pero llamando su atención―. Me... Me envió ca-cartas...?
Rosé miró a MiYeon, aturdida, sacudiendo su cabeza.
―Lisa... Ella no...
Pero MiYeon la ignoró, mirando a su mamá. No, a su tío. A su tío Ten.
Algo hizo click: siempre se sintió extraña llamarlo mamá, pero algo parecía encajar dolorosamente.
Él no la miraba, sin dejar de llorar.
Tomó aire, dando un paso.
―Mis cartas. ―pidió en voz baja, suplicante.
Ten sollozó con más fuerza.
―Tú eres mi hija.
Pero no se sentía correcto, no se sentía bien.
MiYeon tembló, sin embargo, ahora no era por la pena sino por la rabia y la ira.
Diecisiete años viviendo una mentira, diecisiete años creyendo algo que no era verdad, diecisiete años fingiendo que su familia estaba bien y estarían juntos para siempre. Diecisiete años en los que pudieron decirle toda la verdad, pero prefirieron mentirle a la cara.
Alcanzó a Ten, tomándolo de la muñeca y tirando de ella.
―Mis cartas, dame mis cartas. ―exigió furiosa, y el hombre sacudió la cabeza.
―¡Lisa no es tu mamá, ella se fue y te dejó! ―gritó Ten con dolor en su voz―. MiYeon, por favor, por favor...
―Las cartas ―insistió MiYeon y luego bajó su voz―, te lo ruego, por favor.
Ten tiró de su brazo, soltándose, pero se observaron en silencio unos segundos que parecieron eternos. Finalmente se movió, caminando hacia su armario, y lo abrió.
Allí, en el fondo, había una pequeña caja desgastada que Ten sacó y dejó sobre la cama.
―Todas las cartas ―murmuró, derrotado―, desde que se marchó hasta ayer.
MiYeon observó la cajita, aturdida, y vio papel amarillo, desgastado, al interior de ella. ¿Cuántas cartas debían existir en su interior? La agarró y pegó a su pecho, su corazón latiendo desbocadamente.
Mamá, mamá, mamá... Parecía murmurar una voz en su interior.
Retrocedió.
―Todo este tiempo ―dijo Rosé con tono lento, calmo―, Lisa estuvo enviando sus cartas, y tú... ¿Tú las escondías? ―Ten desvió la vista―. Mierda, voy a matarte...
El hombre pareció estallar en ese instante.
―¡Esa puta no va a quitarme lo que con tanto esfuerzo logré! ―gritó, furioso―. ¡Esa bastarda puede morirse! ―miró a MiYeon―. ¡Y si se atreve a volver, te lo prometo, Rosé, la mataré frente a ti!
No fue Rosé quién lo empujó contra la pared.
No, fue MiYeon quién se movió de forma innata, agarrando a Ten del cuello y tirando de él. Gruñía en voz baja, su instinto alfa saliendo a flote, diciéndole que no debía permitir que Lisa fuera ofendido en su presencia.
―No lo tocarás ―dijo con rabia―, no vas a tocar a mamá.
Ten la miró, atónito, sollozando.
―¡No es tu mamá! ¡Esa zorra no es tu mamá! ¡Yo lo soy, MiYeon!
Volvió a gruñir, pero antes de poder decir algo, Rosé la tomó del brazo alejándola.
MiYeon no la escuchó, por el contrario, se volteó y golpeó a la alfa en la mejilla, haciendo que Rosé se alejara, aunque no por el dolor, sino por la sorpresa.
―¡No me toques! ―espetó con tono quebrado―. Se supone que... Que mamá era tu omega, tú... Tú debías protegerla, pero... ―hipó, retrocediendo, aferrándose a la caja―. Tú la rompiste, si mamá se fue es... Es por tu culpa...
Rosé no lo negó.
MiYeon la miró una última vez antes de dirigir sus ojos hacia Ten, que seguía sollozando, y se dio media vuelta para salir corriendo de allí, ignorando los gritos del hombre.
Corrió saliendo de esa fría casa, alejándose de aquel lugar, sintiendo sus mejillas encharcadas por las lágrimas, el frío de la noche calando en sus huesos, y no se detuvo sino hasta que sintió dolor punzante en su costado.
Sólo entonces MiYeon marcó un número.
Vayan armando sus playlists de drama, que esto apenas comienza.
¡Gracias por leer!
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