capitulo I.
Advertencias: segunda parte de Kilig, por lo tanto, para entenderla, debes haber leído previamente esa historia. Chaelisa. Angst y drama en estos primeros caps.
MiYeon salió corriendo como una cobarde.
Ignoró el grito de sorpresa de Yuqi, abriéndose paso entre todos los estudiantes que soltaron quejidos debido a los empujes. Sin embargo, a MiYeon no podía importarle menos en ese instante, no cuando una sensación extraña en su cuerpo, en su mente, le pedía huir lo más pronto de ese lugar antes de seguir escuchando esa sarta de estupideces.
Sólo cuando un punzante dolor en su costado izquierdo le hizo soltar un jadeo de dolor fue que se detuvo, apoyando su espalda en la pared. El sudor bajó por su rostro, y sacudió su cabeza, reprochándose por haber reaccionado de esa forma, pero no pudo evitarlo porque...
Porque...
Yuqi tuvo que haberla confundida de persona. Sí, esa era la única excusa posible para sus palabras sin sentido. Se estaba confundiendo de persona. Porque no era posible que ella... Que... Sus padres...
No, sus padres eran Roseanne Park y Chittaphon Park, así como su hermano era Felix Park. No había nadie más en su familia, ninguna Lisa, y definitivamente esa tal Lisa no era su madre porque... Porque...
Porque sus padres no podían mentirle de esa manera
Pero de todas formas...
No, Yuqi estaba equivocada, estaba hablando estupideces. Bueno, pudieron haberse conocido de cuando eran pequeñas, ¡Pero la alfa dijo que ella tenía sólo dos y cinco años respectivamente! Ciertas cosas pudieron confundírsele, nada más, porque era la única forma de explicar toda esa situación.
Sí, tal vez Yuqi no recordaba bien ese tiempo, porque desde que MiYeon tenía memoria, su mamá estuvo a su lado, criándola con cariño y amor. Desde que recordaba, su papá la acompañó a todas partes y se preocupaba de que nada le faltara.
Era sólo una confusión.
Con ese pensamiento, prosiguió su camino a casa, sintiendo su estómago apretado durante todo el camino, hasta que entró y se encontró con su padre en el comedor.
MiYeon miró el perfil duro de Roseanne Park, su rostro pálido, su cabello rubio desgastado, sus ojos oscuros, y tragó saliva cuando la mayor la miró con una ceja enarcada. Su padre era una alfa pura, y de alguna forma, eso siempre terminaba por intimidarla. Claro, hasta que hablaba.
―Mimi ―saludó con un movimiento de cabeza, su voz suave y cariñosa―, ¿Cómo te fue en el colegio?
Sus labios estaban secos, así que los humedeció, titubeante.
―Bien ―contestó, mirando hacia las escaleras―. ¿Felix ya llegó?
―Sí ―Rosé miró la televisión haciendo una mueca de irritación―, quería jugar con sus videojuegos.
―Oh ―MiYeon miró su mochila, todavía balbuceante―. ¿No fuiste a trabajar hoy?
Pudo notar otra vez esa mueca de fastidio, pero fingió no verla porque sabía que a su padre no le gustaba la vida que llevaba.
No le gustaba su esposo.
No le gustaba su trabajo.
No le gustaban sus padres.
Lo único que parecía hacerla sonreír eran ella y Felix, nada más.
―No me siento bien, pero Ten hará un buen trabajo. ―contestó con cierto tono irónico.
Porque, en el fondo, Ten lleva las riendas de la empresa, ella es sólo una imagen, parecían decir las palabras de Rosé.
MiYeon omitió el hecho de que escuchó la pelea de sus padres la noche anterior y que la mujer llegó borracha porque sabía, en el fondo, que su padre no se justificaría ni mentiría sobre lo ocurrido.
Su padre era brutalmente honesta con sus sentimientos, lo tenía claro desde hace mucho.
―Recuerda que esta noche iremos con tu abuela ―dijo Rosé de forma repentina―, va a presentarte como heredera de la compañía.
MiYeon miró a Rosé, parpadeando.
―¿Tan pronto? ―preguntó, sorprendida.
Rosé se encogió de hombros.
―Sabes cómo es ella.
Exigente. Dura. Cruel incluso.
MiYeon siempre le tuvo miedo a sus abuelos, en especial a su abuela.
―Está bien ―contestó sin ganas. Hizo una pequeña pausa y tomó valor para lo siguiente:―. ¿Puedo hacerte una pregunta, papá?
Rosé se giró, mirándola con una ceja enarcada.
―¿Qué ocurre, Mimi?
Mordió su labio inferior, tragando saliva, con su garganta cerrándose por los nervios ante la anticipación.
―Mi cumpleaños se acerca y yo... Um... Quería pedirte algo. ―preguntó avergonzada.
Rosé soltó una risa, bajándole volumen a la televisión.
―Puedes pedir lo que quieras. ―concedió.
MiYeon volvió a humedecer sus labios.
―¿Puedes marcar a mamá?
El vaso de agua que Rosé estuvo sosteniendo se quebró.
MiYeon bajó la vista por la sorpresa, sin querer ver la expresión de su padre en ese momento, y pensó en arrepentirse de sus palabras, pero realmente quería eso. Quería tener una familia normal, con unos padres que se quisieran y con las cosas yendo mejor.
Quería, en el fondo, comprobar que sus padres podían estar juntos y ella era hija de ellos.
Rosé se puso de pie, tranquila.
―Fingiré que no has dicho eso, MiYeon. ―dijo Rosé con tono calmo.
―Pero papá...
Rosé suspiró, acercándose, y le tomó de la barbilla, levantando su rostro.
―MiYeon, eres una chica inteligente ―dijo la alfa sin perder su expresión tranquila, aunque sus ojos brillaban con molestia―, es por ello por lo que sé que tú tienes claro que yo no siento una pizca de amor por Ten y nunca voy a marcarlo ―hizo una pausa pequeña―. Yo no marcaré a una persona que no amo.
MiYeon tragó saliva.
―¿Esa tal Lisa tiene tu marca, entonces?
Se arrepintió enseguida apenas las palabras salieron de su boca, porque realmente no quería saber la respuesta, sólo quería hacerle daño a su papá.
Rosé se echó hacia atrás con una mirada de sorpresa y ojos heridos, tristes y rotos, sin embargo, ya era muy tarde para hacer como que no preguntó eso.
Y MiYeon odió a esa tal Lisa, porque por su culpa no podía tener una familia como el resto, por su culpa sus padres no se amaban y todo parecía mal y horrible, porque podía notar todo el amor que expresaba Rosé hacia esa persona de rostro desconocido sólo con nombrarla.
―Yo... ¿Cómo sabes sobre ella? ―preguntó Rosé con la voz temblorosa.
Su odio aumentó porque nunca vio a su padre tan afectada como entonces, sin contar las veces en que llegaba borracha a casa, llorando destrozada. Odió a esa tal Lisa por provocar que su padre se comportara de esa forma.
―¡Si tanto la amas, deberías irte con ella! ―gritó enojada, empujando a su padre por los hombros.
―MiYeon...
―¿Qué pasa?
Las dos alfas se giraron hacia la entrada del comedor, donde un pequeño niño se asomaba con expresión nerviosa y tímida.
MiYeon se obligó a cambiar su rostro molesto por una mirada más suave, mientras su padre comenzaba a recoger los pedazos de vidrio del vaso que rompió.
―No ocurre nada, Felix ―dijo MiYeon, acercándose para revolverle el cabello oscuro al chico―, sólo estábamos hablando sobre que no tengo muchas ganas de ir donde la abuela esta noche.
―Oh ―el rostro del chico se tornó fastidiado―, yo tampoco quiero ir, la abuela es muy aburrida.
―Bueno, si fuera por mí, tampoco iríamos ―agregó Rosé con tono ido―, pero Ten insiste en que tenemos que estar ahí.
―Mamá a veces es tan aburrido como ella... ―murmuró Felix, subiendo las escaleras en tanto MiYeon lo seguía.
Pero antes de seguir caminando, MiYeon miró a su padre por sobre el hombro, notando su expresión lejana y mirada deprimida, y notó algo a lo que nunca le dio importancia hasta ahora.
Su padre siempre llamaba a su mamá como Ten y nunca, ni siquiera cuando eran pequeños, lo trató como mamá frente a ellos.
***
MiYeon iba a ser sincera consigo misma: no quería saber nada de esa Lisa, pero no podía evitar que la curiosidad agujereara su estómago de forma incansable por averiguar sobre ello.
Así que hizo algo que nunca hizo hasta entonces: entró a la prohibida oficina de su padre.
Aprovechó que su papá salió a retirar los trajes para esa noche, y usando sus torpes habilidades de espía, se acercó al cuarto que solía permanecer cerrado con llave siempre, como estaba en ese instante.
Desde que tenía memoria, su padre siempre le dijo a todo el mundo que nunca debían entrar allí si ella no estaba.
MiYeon siempre sintió curiosidad por lo que podía encontrar adentro, pero nunca tuvo una real necesidad para averiguar cómo hasta ese día.
Giró la perilla, aunque sabía de antemano que iba a estar con llave, y procedió a sacar su tarjeta de crédito que tenía desde hace dos años. Siempre vio como todo el mundo hacía eso en las películas de acción y en el fondo no creía que fuera a funcionar, por lo que su sorpresa fue bastante grande cuando, luego de cinco minutos intentando, escuchó un click y la puerta cedió.
Se sintió un poco decepcionada al encontrarse con la típica oficina que conocía las pocas veces que entró, pero no iba a permitir que eso arruinara su ánimo, así que cerró la puerta y se deslizó por el cuarto a oscuras, usando la linterna de su celular para no hacer un desastre.
Apuntó a los libros un segundo, imaginando que su padre tuviera un escondite secreto como en esas tontas películas, pero admitió que aquello era estúpido y sin sentido, así que caminó hacia el escritorio. Vio los papeles sobre la mesa: eran sólo informes de la empresa y cosas aburridas que no merecían la pena, por lo que fue a los cajones, abriéndolos uno por uno, revisando cuidadosamente las cosas en su interior.
Más y más papeles.
Arrugó el ceño al llegar al último cajón, también lleno de papeles, y miró el resto de la oficina, desilusionada. Su mano se deslizó por la madera del cajón, sus dedos tamborileando mientras pensaba en dónde continuar.
MiYeon, eres una chica inteligente.
Recordó las palabras de su padre esa tarde y volvió a mirar el último cajón que estaba tocando.
Hueco. Sonaba hueco.
Apretando los labios, su mano libre agarró las tijeras sobre el escritorio y procedió a deslizar una de las hojas por el borde del cajón, rogando no llegar a romper algo, porque entonces iba a ser descubierta. Luego de forcejear unos segundos, la madera cedió, y MiYeon observó un pequeño libro que estaba metido en el espacio oculto que su padre tenía.
Se quedó en silencio, buscando percibir algún sonido extraño, y cuando se convenció de que su papá todavía no llegaba, sacó el libro.
En las primeras hojas no había nada, pero casi enseguida vio las pequeñas notas guardadas entremedio de las páginas.
Se sintió como una intrusa al ir leyéndolas.
Rosé, te dejé el almuerzo sobre la encimera, por favor cómetelo todo, no te saltes la comida en el hospital, ¡Ya estás muy delgada!
Con amor, tu Lili.
No me gusta que llegues tan tarde, mi amor, no puedo darte tu beso de buenas noches, ¡Me tienes algo abandonada! Bueno, te dejé la cena lista para calentar, ¡No me despiertes cuando te vayas a dormir!
Te ama, Lalisa.
Cuando salgas de tu operación pasa a comprar un pastel, tengo ganas de comer pastel, ¿Tú no, Rosie? Y podrías comprar también crema, TaeHyung me ha dicho que la crema es buena para el sexo.
Con amor, Lisa-ah.
¡Rosé, Yeonnie dice que no quiere que le leas mas cuentos, dice que lo haces horrible! Así que le empiezas a cantar o vamos a tener que terminar, ¿Vale?
Te ama, Lisa.
Sus manos temblaron cuando leyó esa última nota.
Yeonnie.
Sintió su estómago apretarse.
Siguió buscando y observó una fotografía desgastada, pero no tanto como para no saber quiénes estaban allí.
Reconoció a su padre, más joven, con el cabello rubio ceniza, sonriendo de una forma que nunca antes vio en la vida. No miraba a la cámara, sino a la chica a su lado, joven y sonriente también, con una sonrisa brillante, con los ojos cerrados y el cabello rubio cobrizo, devolviéndole la mirada a su padre completamente enamorada.
Pero eso no fue lo que provocó que las náuseas aparecieran en su estómago, sino ver a la bebé en los hombros de Rosé, riéndose también, feliz y contenta.
Al verse a sí misma en la imagen.
Saltó y el libro cayó de sus manos cuando el golpe que hizo una puerta de auto al cerrarse resonó afuera.
Las notas se desparramaron al igual que varios otros papeles, y sin tener tiempo para procesar lo que estaba pasando, MiYeon guardó todo desordenadamente, pero no fue capaz de guarda la fotografía ni tampoco una carta. Con rapidez, metió el libro en el espacio escondido, poniendo la tabla de forma torpe encima, cerrando el cajón, y salió corriendo de la oficina con la fotografía y la carta escondida en sus ropas. Cerró lo más silencioso que pudo la puerta, caminando hacia su cuarto para encerrarse allí.
Podía sentir como su cuerpo estaba entumecido por lo que leyó, por la fotografía que tenía guardada en el bolsillo, por la carta que no leyó pero tenía entre sus manos, sin embargo, no pudo leerla en ese instante, porque sus padres llegaron y estaban subiendo en ese instante la escalera.
Así que, de forma rápida, guardó lo que sacó en su mesita de noche, segundos antes de que su mamá tocara a la puerta.
―¿MiYeonnie? ―preguntó Ten, asomándose.
MiYeon se volteó, viendo el rostro de su madre, y trató de sonreír.
―Hey, ¿Qué pasa? ―preguntó con voz titubeante.
Su mamá le mostró el traje que debería ponerse esa noche.
―Partiremos en una hora, así que ponte más guapa de lo que ya eres. ―le dijo Ten con tono dulce.
MiYeon asintió, mordiendo su labio inferior, y agarró el colgador, observando el traje.
―Mamá ―la mujer lo miró―, tú... ¿Cuánto llevas casado con papá? A veces se me olvida...
―Oh ―Ten observó el anillo en su dedo, frío y hermoso―, acabamos de cumplir los diecisiete años de matrimonio.
Diecisiete años. Y ella tenía dieciocho, casi diecinueve.
Nunca lo relacionó, porque asumió que existió un período de noviazgo antes del matrimonio, después de todo, no era raro que alfas y omegas tuvieran bebés antes de casarse.
Pero ahora sintió como algo no cuadraba en todo eso.
―Una hora, MiYeon, sabes que a tu abuela no le gusta que lleguemos tarde. ―agregó Ten, saliendo del cuarto.
MiYeon observó la puerta entreabierta, negándose a seguir atando los hilos de todo ese rompecabezas que parecía no tener fin.
***
A la abuela Park no le gustaban las grandes fiestas, así que todas las juntas que hacían eran más bien aburridas y sin sentido, con un montón de gente de negocios metidos allí hablando de cosas aburridas, de dinero y de matrimonios políticos que le desagradaban por completo.
Felix opinaba igual que ella, luciendo hastiado en su traje azul.
Miró de reojo a su padre, que estaba al lado de mamá en silencio, mientras Ten llevaba toda la conversación con un inversionista, con expresión cansada y desamparada.
Bueno, MiYeon sabía que su padre odiaba la empresa de sus padres, sabía que tenía un título como doctora y ejerció en su profesión unos años, ¿Pero no podía por lo menos fingir mejor? ¿No podía fingir que eran felices?
Se enderezó cuando su abuela se acercó, majestuosa, fría e imponente.
―¿Cómo has estado, MiYeon? ―preguntó la abuela Sandara con voz tranquila.
Se encogió de hombros, sonriendo educadamente.
―El primer día de clases fue tranquilo ―contestó―, omegas y betas se han acoplado bien a la clase.
Su abuela arrugó el ceño con una mueca de fastidio, y MiYeon adivinó enseguida a qué se debía: dos años atrás, el Gobierno derogó la ley que ordenaba que betas y omegas debían estudiar en cursos separados, teniendo que estar ahora todos mezclados para incentivar a una educación más igualitaria entre las tres razas.
Por supuesto, los grupos más conservadores que solían estar conformados por alfas puros se opusieron a eso, pero no lograron mucho, y MiYeon sabía que su abuela estaba metida entre ellos.
―Ahora todo luce bien ―dijo con tono enojado―, pero más adelante vas a notar la diferencia. Los omegas no deberían juntarse con los alfas en los salones de clases, no tienen las mismas capacidades que ellos.
MiYeon miró de reojo a Felix, a quién su abuela ignoró en todo momento, y no pudo evitar sentir pena y dolor porque antes, cuando todos creían que ella era omega y Felix sería alfa, los papeles estaban invertidos: su abuela charlaba con Felix todo el tiempo, ignorándola, y tirando comentarios despectivos sobre los omegas.
Su hermanito menor parecía querer desaparecer de allí.
―No hablemos de eso, abuela Park ―dijo con tono cuidadoso―, no quiero que tus nervios se alteren.
La mujer suspiró, apoyándose en su bastón, y le tocó la mejilla a MiYeon de forma distraída.
―Has crecido bien, MiYeon ―elogió―, aunque luzcas suave y amable, eres una alfa muy guapa.
Acarició su nuca torpemente.
―Sí, bueno ―se removió, incómodo―, no soy tan linda como papá, pero todos dicen que me parezco un poco a mamá.
Los ojos de su abuela se deslizaron hacia su hija y Ten, mirándolos en silencio, y MiYeon deseó que le dijera que se parecía a su mamá, que era una copia de él, aunque fuera mentira.
―Tal vez te pareces a tus abuelos maternos. ―dijo Sandara, impasible.
MiYeon asintió con los labios apretados, siendo consciente de que en su casa no había foto de sus abuelos maternos porque, según su mamá, murieron años atrás y él era hijo único.
Su abuela Park suspiró.
―Bueno, debo ir a hablar con algunas personas ―le sonrió forzadamente―, luego haré nuestro anuncio, MiYeon.
Por un breve instante deseó hacerle alguna pregunta sobre esa tal Lisa, pero sabía antes de tener una respuesta que su abuela no diría nada y se negaría a soltar palabra alguna.
Suspiró, volteándose hacia Felix.
―Quiero irme a casa, Yeonnie. ―dijo Felix en voz baja, conteniendo las ganas de llorar.
Hizo una mueca, abrazándolo, y besó su frente.
―Volveremos pronto, sólo tenemos que soportar un poco más. ―le murmuró.
Fue incapaz de decir la palabra casa porque, últimamente, MiYeon no la estaba sintiendo como un hogar.
***
Yizhou estaba dormitando en el sillón mientras Lisa terminaba de tomar desayuno, y Tzuyu apareció lista para salir ese día.
La omega miró a la alfa con una ceja enarcada, antes de soltar un bufido.
―Vale, ¿Y cómo se supone que pasarás inadvertida así? ―preguntó con voz llena de sarcasmo.
Tzuyu llevaba una gorra sobre su cabello y vestía un abrigo enorme y largo. El problema era que ese día estaba soleado y Lisa sabía qué hacía calor, después de todo, cuando se asomó por la ventana, vio a todo el mundo con ropas ligeras.
Su amiga se encogió de hombros.
―Me las arreglaré ―dijo, antes de sacar la carta que guardó la noche anterior―. Puede que tarde en llegar, están teniendo especial cuidado con lo que sale del país ―bajó la voz―. ¿No pusiste nada comprometedor?
Lisa rodó los ojos, tomando en brazos a Yizhou.
―¿Algo como que soy líder de un movimiento revolucionario de omegas? ―bufó, incrédula―. Por favor, Tzuyu.
La alfa le pellizcó la nariz.
―Volveré en cinco días ―le murmuró―, te dejé dinero para Yizhou.
―Te he dicho que...
―No me discutas, Lalisa Manoban ―gruñó la alfa y Lisa hizo una mueca―, ahora dame a Yizhou.
Lisa suspiró, obedeciendo, y mientras terminaba de ordenar su bolso, escuchó a Tzuyu despidiéndose de su hija en voz baja, prometiéndole volver pronto para poder jugar. Y, por supuesto, Yizhou no tardaba en preguntar sobre su mamá.
Tzuyu siempre respondía que su mamá estaba de viaje y volvería pronto.
Lisa se sentía enferma cuando las oía, porque no podía evitar imaginarse a su pequeña MiYeon dormitando en sus brazos, preguntándole medio dormida a donde iba, y ella le prometía que volvería.
Y los días tuvieron que haber pasado y ella nunca volvió y MiYeon, tarde o temprano, se habría cansado de esperar.
MiYeon tenía que odiarla, lo sabía, lo tenía claro, y aunque dolía, ¿Cómo iba a culparla por eso, si la abandonó sin mirar atrás?
Huyó, había dejado a su bebé, y era sólo culpa suya.
MiYeon, con toda probabilidad, ni siquiera leía sus cartas, debía recibirlas y luego se deshacía de ellas sin echarles una segunda mirada para así evitar responderle. Sin embargo, eso no evitaba que Lisa tuviera la esperanza de que en algún momento iba a recibir una respuesta.
―Quelo a mamá. ―lloriqueó Yizhou, sorbiendo por su nariz.
―Lo sé, mi amor ―murmuró Tzuyu, acercándose―, ya va a regresar. Mientras, tía Lili va a cuidarte.
―Tía Lili ele a mamá. ―murmuró Yizhou, mientras Lisa la tomaba en brazos, acurrucándose contra su pecho.
Lisa miró a la niña en sus brazos, haciendo una mueca, y cerró sus ojos cuando Tzuyu dejó un beso en su mejilla.
―No hagas ninguna estupidez. ―le dijo Tzuyu con tono lleno de advertencia.
Lisa la miró inocentemente.
―No sé de qué estás hablando, Chewy. ―se burló como si nada.
Tzuyu murmuró por lo bajo, abriendo la puerta, y la miró por sobre su hombro.
―Entrarás en celo pronto ―le dijo, y Lisa se tensó―. ¿Quieres que lo pase contigo o no?
Su marca ardió.
Se vio a sí misma meses atrás, gimoteando en voz baja mientras Tzuyu estaba sobre ella, gruñendo y jadeando en voz baja, calmando el calor, el dolor de su cuerpo.
En esos encuentros no había pizca de amor pasional, sólo lujuria desenfrenada provocada por sus estúpidas y calientes hormonas que las nublaban a las dos. Tzuyu ni siquiera hacía el amago de intentar morderla o besarla porque para ambas era extraño, casi grotesco.
Tzuyu sólo trató de morderla una vez, la primera vez, cuando apenas podía controlarse, y Lisa chilló que no lo hiciera, que no se atreviera, que le arrancaría el pene si lo hacía, y pareció ser amenaza suficiente, porque su amiga se retiró como una cachorrita apaleada.
Acarició su marca.
―Sólo si tú quieres. ―contestó con tono calmo.
Porque Lisa no era tonta y sabía que Tzuyu se debía sentir culpable y horrible, pues su omega estaba en la cárcel desde hace un año, no podía hacer nada para sacarla, y ella se dedicaba a follarla cada tres meses, ya que Lisa necesitaba ayuda.
Cada año, los celos se volvían más y más dolorosos, hasta el punto de que al masturbarse ni siquiera sentía placer, sólo un vacío lleno de sufrimiento incapaz de llenar con su propio toque.
Su omega interior se retorcía cada celo, rememorando los toques de ella, y las manos de Tzuyu parecían ayudarla lo suficiente como para no enloquecer por el dolor.
Tzuyu la miró.
―Sana ya me odia ―murmuró, saliendo―, ¿Qué es un poco más de odio?
Lisa no tuvo tiempo para contestar.
La puerta se cerró, y miró a Yizhou, que dormitaba en sus brazos con aspecto lloroso todavía.
Aunque tampoco es como si pudiera replicarle, porque Lisa sabía que Tzuyu tenía razón.
MiYeon la odiaba. Rosé la odiaba. ¿Qué era, entonces, un poco más de odio?
Me quiero proponer hacer mini maratones constante de Yuanfen pq es mi favorito de la bilogía jijijiji, ya pronto sabrán pq ;)
¡Gracias por leer!
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