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04

——Estoy viendo todas tus cartas, Soobin.

Mi baraja estaba un poco inclinada hacia delante. Demonios.

——Claro que no ——Las enderecé.

Era la primera vez que Yeonjun me había invitado a su casa, quiero decir, mansión.

Tres pisos, dos jardines, un jacuzzi y una piscina del porte de mi cocina y sala juntos.

A veces me olvidaba que Yeonjun era en verdad una celebridad.

Candelabros, objetos raros que iban más allá de mi imaginación de ciudadano promedio, un clóset del porte de su ego...

En fin, Yeonjun me dio un buen tour que me hizo sentir envidia y suerte.

Lo de envidia, creo que está claro, pero lo de la suerte fue porque su manager me había contado que yo era la primera y unica persona que Yeonjun había invitado a su casa.

El principito de Corea me invitó a su casa, ¿cómo les quedó el ojo?

Bueno, quitando de lado que mi nuevo "amigo" se secaba el trasero con billetes, resultaba ser que también era un buen jugador de póker, tramposo también.

De una vitrina barnizada, Yeonjun había sacado dos copas de vino, una botella de vino que supuestamente era "especial" y una baraja de cartas. Nos sentamos en una de las pequeñas mesas de vidrio para dos personas, con la botella y las copas en un carrito a nuestro costado.

Cuando le dije que era bueno en póker y me sonrió socarronamente, creí que le había parecido genial, ahora que iba perdiendo tres rondas seguidas, empezaba a comprender que esa sonrisa seguramente era de burla, como siempre.

En mi defensa iba en mi cuarta copa, ¿okey?

——Soobin, un poco más y me las sacudes en la cara.

——Yo no te las estoy mostrando ——Las escondí en mi pecho ——. Tú eres el que las está viendo, tramposo.

——Soobin... ——resopló ——. Estamos a más de un metro de distancia, ¿crees que tengo cuello de jirafa? Dios...

Engreído.

——Aish, ya me aburrí ——bufé y arrojé las cartas en la mesa.

Yeonjun me vio casi divertido, como si se lo hubiera esperado.

——Muy bien, chico bonito ——se burló ——. 3 - 0.

——Sí, sí. Cómo sea ——Un poco frustrado de que el idiota fuera bueno en todo, entorné los ojos ——. Tengo hambre, ¿ya sale al almuerzo?

Nos levantamos de las sillas de la mesita, dejando todo regado en su sitio.

——Hmm... En lo que lo preparan, ¿qué tal si salimos al patio por un poco de aire fresco? Tengo calor.

Su propuesta era tentadora. Era mediodía y el sol quemaba en su punto máximo, dentro de la casa era un horno, incluso con aire acondicionado.

Asentí.

Yeonjun había adaptado una costumbre últimamente: sonreír mucho.

Ya fuera de forma burlona, o las que le formaban arruguitas en los ojos. Yeonjun se la pasaba sonriendo todo el tiempo.

Y no pude evitar preguntarme si era gracias a mí, por mí o si él había sido así de risueño siempre.

Cada día a su lado era diferente a pesar de estar atrapados en la rutina universitaria. Y eso me gustaba.

Porque antes de Yeonjun podría ser que cumpliera con el estereotipo del introvertido aburrido, aislado y ermitaño.

Yeonjun era un improvisador natural, un chico sin pelos en la lengua que no pensaba las cosas dos veces antes de hacerlas, tampoco se molestaba en pensarlo después. Porque según Yeonjun, Choi Yeonjun no cometía errores.

Justamente por guiarse por sus impulsos, esa tarde, fue que ambos dimos un paso más a lo que, principalmente yo, me estaba negando a ver; la innegable verdad.

Cuando salimos al patio, (que era mitad pasto con sillones columpio, y mitad piscina al aire libre) Yeonjun fue a sentarse en el pasto, yo siguiéndolo e imitando su acción.

Felizmente había una pequeña tela que funcionaba como techo que bloqueaba el sol, porque honestamente, lo detesto.

El pasto clavaba mis muslos desnudos, picaba, pero estaba húmedo y era refrescante, así que lo valía.

El caluroso clima nos instó a ambos a usar camisetas sin mangas y shorts holgados.

Calculé mal el espacio y me terminé sentando muy cerca de Yeonjun, a su costado con las piernas cruzadas.

Lo escuché suspirar.

——Mierda, en serio. ¿Por qué hace tanto calor? ¿Es un horno o qué? Se supone que estamos en invierno.

——De hecho, ya cambiamos de estación hace una semana.

——¿Verano?

——Primavera.

——Oh, eso explica la bonita flor.

——¿Qué flor? ——cuestioné ceñudo y confundido.

Me sonrió como mofándose con ingenuidad antes de responder.

——Tú.

Ah... Él y sus pésimos piropos.

Me aturdí un segundo, pero luego terminamos riendo a carcajadas como siempre.

——Dime que este es un ocho, merece un ocho.

——Siete ——respondí sonriente ——. Estás mejorando. Quizás algún día te funcionen.

——Lo espero con ansias.

Y tal vez lo dijo de broma, pero para alguien que está acostumbrado a tomarse las cosas con seriedad, ver su expresión y mirada fija en mí, más escuchar sus palabras, fue un estrago para mí sensible sentido del humor.

Últimamente, esos silencios incómodos no tan incómodos, se estaban haciendo más frecuentes.

Bueno ya, dejándonos de babosadas, hay que llamar a las cosas por su nombre. Se construía una tensión sexual que quería detener, (o eso creo) pero no sabía cómo.

Sucedía después de reír, mientras hablábamos, cuando caminábamos solos...

Esas miradas extrañas e intensas se daban de la nada. O él a veces se quedaba viendo mis labios cuando yo hablaba o simplemente cuando lo escuchaba a él hablar, a veces se mordía o lamía los suyos mientras lo hacía y...

Me tenía muy intranquilo.

Me tenía tan intranquilo que fuera cada vez más consciente de su tacto y de... él en general

No quería sufrir el "efecto Yeonjun", pero tal vez ya era demasiado tarde para mí, porque a diferencia del "efecto principito" que sufría todo el mundo, este era distinto, real.

Y me asustaba.

Carraspeé intentando cortar la tensión.

Iba a preguntar de nuevo por el almuerzo, pero como siempre, Yeonjun se me adelantó, se puso de pie y me propuso algo interesante.

——Vamos a la piscina.

Mi lógica me hizo fruncir el ceño.

——No tenemos ropa de baño ——Yo tuve que decir que no y ya, pero no pude.

——No la necesitamos.

Literalmente me atoré con la saliva cuando empezó a desvestirse frente a mí.

Primero se sacó la camiseta, arrojándola al pasto.

Yo me le quedé mirando todo embobado desde el piso, pero es que no podía hacer nada más. Estaba sorprendido, de nuevo.

Jamás lo había visto "sin ropa". Normalmente, para la universidad, Yeonjun usaba poleras o ropa tapada. Solamente ahora último, por el cambio del clima, le había visto máximo los brazos. Pero los músculos en su abdomen y espalda... Madre mía.

Ni siquiera pude sentir envidia, y tampoco voy a describir lo que pensé y sentí en ese momento, porque es ligeramente vergonzoso recordarlo, pero el color rosado de mis mejillas revelaba todo.

Guapo, popular, querido, y millonario.

Era como el cliché del chico perfecto realmente sin serlo.

Y era mi "amigo".

Y lo pongo en comillas porque mi amistad con Yeonjun siempre fue totalmente diferente a las amistades que había forjado con el tiempo.

Lo que tenía con Yeonjun incluso antes de todo, era genuino, justo como él.

Después se sacó el cinturón. Juro que el sonido de la hebilla metálica me bajó la presión.

Luego fueron los shorts, y mis ojos virginales que en realidad de virginales no tenían nada, se deleitaron con la irrealista imagen de sus muslos lechosos y firmes de apariencia suave.

Tuve que cubrirme los ojos, pero sin poder dejar de ver.

Como cuando eres un niño que está asustado por una película de terror, te cubres los ojos, pero al final terminas viéndolo todo por una rendija.

De pies a cabeza, Yeonjun, hablando físicamente, me parecía el ser humano más bello del planeta.

Ahí supe que todas sus sesiones de fotos no eran edición.

Quedó en boxers, pero para mí suerte y desilusión, eran unos negros ligeramente holgados, decentes diría yo.

Yeonjun bien podría ser mi amigo, pero siendo honestos, todos sabemos apreciar la belleza y el arte.

O sea, que apuesto mi casa a que en algún momento te has comido a tus amigos con los ojos, y eso no quiere decir que sientas algo más.

Es solo... apreciación.

El idiota presuntuoso me vio sonrojado y nervioso y ugh, me odié por ser tan transparente.

Claro que sí, ya sabemos todos cómo me sonrió, todo coqueto el hombre. Pero esta vez no dijo nada al respecto, gracias a Dios.

——¿Vamos? ——me extendió la mano para levantarme.

Me obligué a dejar de ver sus músculos esculpidos bajando la cabeza y tan solo me negué porque de pronto me sentí cohibido.

Presentía que me sentiría muy incómodo si aceptaba y entraba a la piscina así con él.

Yo con mi cuerpo de palito pálido, ay no, impensable.

Aparte que estaría de mirón. Era mejor ahorrarse burlas.

——No gracias. Estoy bien.

——No seas aguafiestas, vamos. El agua es temperada.

——No tengo ropa de baño ——recalqué, esperando a que fuera razón suficiente como para que Yeonjun dejara de insistir.

Me miró con extrañeza unos segundos antes de rendirse y dar pasos atrás con una mueca de: "Bueno, te lo pierdes"

Yeonjun se lanzó de un clavado.

Y bueno, esos músculos decorados con gotas de agua, ese cabello mojado peinado para atrás. ¿Quién carajo le había dado esos genes?

Hubiera matado por ver a los padres de Yeonjun, pero estos vivían en Estados Unidos según él.

Parecía estar acostumbrándose al agua cuando me miró.

——¿Seguro que no vienes? ——vociferó.

Asentí con la cabeza.

Yeonjun se encogió de hombros y se puso a hacer lo suyo.

Por supuesto que también tenía que ser un buen nadador. Dio alrededor de tres largos ida y vuelta, donde yo pude obtener una bonita vista, muchas gracias.

Cuando creí que daría una cuarta, se detuvo abruptamente y su rostro relajado pasó a ser tenso, su mirada perdida.

Ceñudo, observé atentamente el cambio.

Luego fue él quien frunció el ceño en una mueca de incomodidad o hasta dolor.

——¿Yeonjun?

——Soobin, ayúdame a salir ——se oyó realmente alarmado.

Rápidamente, me paré y me acerqué al borde de la piscina, pero él estaba en el medio de esta.

——¿Yeonjun, qué pasa? ——pregunte más ansioso está vez.

Su expresión quejumbrosa solo se acentuó.

——C-calambre ——musitó con dificultad, su cuerpo encogiéndose.

——¿Dónde? ¿Qué hago?

——¡A-ayúdame a salir! ——me pidió casi desesperado.

——¿C-cómo?

Yeonjun ahora estaba teniendo problemas para flotar. El medio de la piscina era la parte más profunda, casi dos metros de profundidad.

Pataleaba como si fuera un niño aprendiendo a nadar.

——¡Que me saques! ——exclamó salpicando agua.

——¿Tienes un palo?

——¡Solo entra y... ——se estaba hundiendo, su cabeza luchaba para mantenerse en la superficie ——¡Soobin entra!

Estaba ligeramente consternado ahora que sabía que Yeonjun quería que entrara.

——Estás fingiendo para que entre ——analicé con desconfianza.

——¿¡No ves que me soy ahogando, idiota?! ——la frase no fue clara pues agua estaba entrando en su boca.

Cada vez su cabeza se veía menos.

Hasta que ya no la vi.

Me tensé y la bendita ansiedad se apoderó de mí. Pero conocía tan bien a Yeonjun para ese entonces, que juraba por mi mamita que estaba fingiendo.

——¿Y-YEONJUN? ——inseguro me acerqué dos pasos de nuevo ——D-deja de jugar, en serio ——Ya ni siquiera registraba movimiento bajo el agua ——¡¿Yeonjun?!

Seguían pasando los segundos y no había respuesta de Yeonjun.

Sentí el verdadero pánico cuando vi a las burbujitas desaparecer.

Pánico.

Sin pensarlo, con ropa y todo, me lancé a la piscina para sacarlo.

Todo mi cuerpo se estremeció por el contacto agresivo con el agua tibia. Logré abrir mis ojos bajo el agua y vi a Yeonjun con los suyos cerrados casi inmóvil.

Lo tomé de la cadera con una sola mano atrayendo lo hacia mí, y como pude, nadé desesperadamente con él hasta alejarnos del medio lo suficiente como para que yo pudiera pisar suelo. El agua llegando hasta mi cintura.

Como estábamos en agua, fue mucho más fácil cargar a Yeonjun. Y así lo hice.

Irónicamente, saqué a Yeonjun parcialmente del agua cargándolo como doncella, como princesita.

Casi con desesperación, sus manos se aferraron a mi cuello, con una mano sostenía su espalda y con la otra las piernas. Nuestras mitades inferiores aún tocaban agua.

Yeonjun tenía los ojos cerrados bien apretados, pero abrió los ojos y se encontró con los míos aliviados. Ahí pude darme cuenta de un detalle.

Él en ningún momento había tosido, no había tragado agua, o sea que había estado aguantando la respiración, además que coincidentemente, cuando lo saqué del agua, el calambre había desaparecido.

La cereza del pastel fue la sonrisa casi tierna y mimosa que me dedicó al vernos a los ojos.

Maldito Yeonjun.

Suspiré no tan sorprendido, vagamente irritado. Pero para mi increíble sorpresa, no molesto.

——No tenías ningún calambre, ¿no es así? ——las gotas de agua caían de mis cabellos que casi me cubrían todo el rostro debido al agua, haciéndome frío en el pecho con cada gota.

Luego cambió su sonrisa mimosa a una pícara. Las ganas que tenía de ahogarlo yo mismo...

Yeonjun no solo era modelo, también era actor profesional. Gran detalle que había olvidado.

——Puedo aguantar la respiración más de un minuto bajo el agua ——presumió sonriente como el niño que era.

Por alguna razón seguíamos en la misma posición comprometedora. En ningún momento recordé que tenía que bajarlo.

Por lo que en verdad tenía al principito en brazos.

Nos miramos a los ojos un momento antes de sonreír, a punto de reírnos.

Siempre caía por sus encantos.

Siempre caí.

——Te odio ——reí.

——Dime otra mentira ——retó sonriente.

Entonces lo recordé.

Mis ojos se abrieron en demasía, y aún sin soltar a Yeonjun del todo, bajé mi mano que sostenía sus piernas, haciendo que se parara por su cuenta, sus manos seguían innecesariamente cruzadas en mi cuello.

Por debajo del agua tanteé con mi mano por encima de mi bolsillo, y poom, mi celular.

——Mierda.

——¿Qué sucede? ——ladeó la cabeza, confundido. Bufé molesto y creo que lo entendió ——No me digas que te tiraste con celular y todo.

Cualquiera estaría molesto, pero yo no. Y no sé porqué honestamente. Sospecho que sus manos en mi cuello estaban distorsionándolo todo.

——Puedo mandarlo a arreglar ——dijo presuroso ——. O te puedo comprar cinco mejores si quieres.

Alguien estaba preocupado de que me enojara. Me hizo sonreír.

——Algún día no te va a funcionar ——dije mirando sus ojos alegres.

——Hasta que eso suceda, entonces pretenderé que no oí nada ——musitó acariciando los cabellos mojados en mi nuca.

No me sentía cohibido ni nervioso, más bien relajado, como adormecido.

——No, ¿sabes qué? No te va a funcionar esta vez. Vas a arreglar mi celular y además, quiero otra cosa.

——Hmm, bien. ¿Qué quiere mon petit lapin?

Que me sueltes.

——Quiero que me prestes esa bonita consola que tienes tan bien cuidada en tu cuarto. ——Sabía que eso le molestaría, porque cuando entramos a su cuarto, a dicha cara consola la tenía en una clase cajita protectora de vidrio que apenas dejaba salir los cables necesarios.

Yeonjun sonrió ladino y vio hacia otro lado un segundo. Yo interpreté esa cara como: "Oh, no puedes estar hablando en serio".

——No te voy a prestar eso ——denegó mi petición volviendo su mirada hacia mí ——. Pero te puedo prestar otra cosa ——justo cuando creí que había superado la etapa de nervios, vi como Yeonjun fijó sus ojos en mis labios, por reflejo apreté los míos ——, solo si me prometes devolvérmelo ——susurró lo último.

Acarició con más fijación mi cuello, me tensé ligeramente, pero por la cercanía de nuestros cuerpos, hice lo mejor que pude para que no fuera obvio.

Presumido, con su voz grave, estando básicamente desnudo. Irritante, tan terriblemente irritante.

——Bien ——bufé intentado desviar la tensión ——. Lo prometo.

No me había dado cuenta de que lentamente nos habíamos acercado tanto. Sus ojos no se habían movido de mis belfos, y pronto sentí que me estaba volviendo loco.

——Bien ——susurró con una pequeña sonrisa ladina, tan cerca que su aliento cosquilleo mi piel provocándome cientos de espasmos.

Todo se redujo a nada a mi alrededor cuando Yeonjun pegó nuestros labios juntos, en un dulce beso.

Di una última inspiración temblorosa antes de congelarme por completo. Mi corazón latió tan rápido como si creí que fuera físicamente posible, mis ojos se abrieron como dos platos gigantes.

Quedé estático, perplejo. Incapacitado de alejarlo o corresponder.

Sus labios se amoldaron a mi labio inferior con delicadeza y sus manos pasaron de mi cuello a acunar con dulzura mi rostro.

Mi cerebro dejó de funcionar, nada más permitiendo trabajar correctamente a mis terminaciones nerviosas que sentía explotaban en todo mi cuerpo.

Jamás me había sentido así con un beso, jamás.

Suavemente Yeonjun ladeó la cabeza queriendo probar más de mí, sus pulgares daban pequeños círculos en mis calientes y sonrojadas mejillas. Entonces profundizó solo un poco más el beso, incluso sin sentir movimiento alguno mío que le dijera que seguía vivo.

Sentí como si miles de burbujitas escalaran en mi interior, haciéndome cosquillas. La sensación me instó a jadear en su boca, ya por fin yo también cerrando los ojos, perdiéndome por completo en sus manos expertas y en sus dulces toques.

Un gemido mío fue ahogado en su boca cuando Yeonjun de pronto se separó apenas de mí lentamente, no sin antes morder pacientemente mi labio inferior.

Mi cuerpo se sentía caliente y frío al mismo tiempo. Cosas así de contradictorias eran lo que solo Yeonjun me hacía sentir.

Abrimos los ojos al mismo tiempo, viéndonos al hacerlo, sus manos todavía en mi rostro, acunándolo, apoyadas en mis hombros.

Menos de tres centímetros separaban a nuestros cuerpos. Seguíamos tan cerca que nuestros labios rozaban, y el mínimo contacto amenazaba con quitarme la poca cordura que me quedaba después de todo.

Sus caricias en mis mejillas y su sonrisa de genuina felicidad me hicieron sentir feliz, muy feliz. Incluso quería reír, mas Yeonjun habló antes.

De nuevo su mirada se fijó en mis labios rojizos culpa suya, ansiosamente me los mordí esperando por un contacto similar, solo que no era lo suficientemente seguro como para arriesgarme a pedirlo o a iniciar algo yo.

Nuestras respiraciones eran agitadas, mi mirada también viajó a sus labios. Entonces supe que era algo que ambos deseábamos.

——Prometiste devolvérmelo ——susurró sobre mis maltratados belfos.

No estaba en la capacidad mental ni física como para negarme o siquiera pensarlo, ni en lo que había sucedido ni en lo que tanto añoraba que pasara.

Exacto, se lo había prometido.

Y bien, puedo ser muchas cosas, pero mentiroso, jamás.

La necesidad mandó a la mierda a mi innata timidez y lo sujeté de la cintura con fuerza, apegando por completo nuestros cuerpos un segundo antes de ser yo quien devorara sus labios, solo que esta vez no había nada tierno en ello.

Desde que introduje inconscientemente mi lengua y escuché un gemido de sorpresa por su parte, supe que estaba perdido.

Me aferré a su cintura como si de eso dependiera mi vida, y lo besé de verdad.

Sus manos ya no tan tímidas acariciaban con impaciencia mi cuello y mis orejas, haciéndome perder cualquier atisbo de razón.

El beso se tornó húmedo, pasional, pero aún manteniendo esa pizca dulce que me hacía sonreír entre besos y mordidas.

Mi respiración se fundió con la suya, volviéndose una bonita eufonía.

Sus suspiros morían en mis labios, y mis pequeños gemidos en los suyos.

No supe cuánto tiempo pasó hasta que alguien dentro de la casa exclamó: "¡El almuerzo!"

















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