Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Historia V

Sobre la Trama: AU Shinkami Childhood Friends.

[...]

Cuando Hitoshi cumplió diez años su padre se marchó de casa. Lo hizo llevándose una sola maleta de viaje y dejando tras de sí una nota de despedida.

Ese día Hitoshi volvió de la escuela sabatina y encontró a su madre vaciando los armarios, destruyendo los platos y tazas, desgarrando las camisas que se habían quedado atrás mientras maldecía en voz alta.

Hitoshi se quedó de pie en la entrada, sorprendido. Encontró la nota tirada junto a la mesa del recibidor y aunque la leyó de principio a fin, en el futuro, de ella solo recordaría dos palabras –Lo siento-, el resto se desdibujaría de su memoria como una gota de tinta que cae en una cubeta de agua.

Lo siento. Dos palabras dirigidas a su madre y ni una sola para él.

Lo siento. Dos palabras que sonaban más a excusa que a una disculpa real.

Lo siento. Dos palabras que se repetían a lo largo del papel y que parecían ser lo único rescatable de esa nota.

Hitoshi devolvió la nota al suelo, y la observó con los ojos confusos de un niño de diez años. Se quedo ahí oyendo a su madre maldecir hasta que ella emergió de la habitación y lo miro, fue entonces que su ira cobró fuerza y se soltó a maldecir su nombre, vida y existencia. Eventualmente volvió al cuarto a destrozar más ropa, hasta que sus gritos se cortaron y lo siguiente que se oyó fue un llanto desconsolado.

Sin decir ni una sola palabra, Hitoshi dio media vuelta y salió cerrando la puerta tras de sí, caminó bajo el ardiente sol vespertino siempre en la misma dirección hasta que el sonido de niños gritando lo hizo volver en sí. Había llegado a un parque y cuando encontró el letrero de bienvenida supo que no estaba en las inmediaciones de su casa, y la idea no lo asustó.

Sin deseos de volver aún, Hitoshi vagabundeó por la zona hasta encontrar un espacio tranquilo, lejos de las miradas curiosas. Su pequeño refugio estaba oculto tras los matorrales de la zona, y el único árbol lo ocultaba de la gente que paseaba por el camino principal; era un lugar perfecto para descansar.

Hitoshi vació su mochila con mucho cuidado. Coloco sus libretas apiladas de la más grande a la más pequeña a su izquierda, a la derecha se quedo la mochila vacía con su lapicera y sus papeles arrugados, y enfrente suyo coloco las sobras de su almuerzo: Un paquete de galletas semivacío, una botella de agua llena, y tres golosinas sobrevivientes.

Se comió las galletas con calma, masticando con mucha parsimonia la textura crujiente con sabor de avellana y bebiendo agua para bajar la masa. No era el pastel que su madre había prometido, pero tampoco estaba tan mal. Cuando las galletas se acabaron tomó su libreta de caligrafía, la que tenía más hojas en blanco y arrancó una para construir un avión de papel. No era el regalo que su padre le había prometido, pero era un avión, a fin de cuentas.

Hitoshi trabajo con mucho cuidado, haciendo dobleces concienzudos y procurando que cada avión que hacía fuera perfecto. Cuando terminó sacó sus colores y empezó a colorear cada uno añadiendo nombres a los costados.

El avión llamado Eraserhead era de color negro con una línea blanca alrededor que se asemejaba a las vendas que el héroe utilizaba. El avión llamado All Might era de color azul y rojo con estrellas doradas. El avión de Crimson Riot era de color rojo oscuro.

No hubo gritos ni saltos mientras jugaba porque no quería llamar la atención, se limitaba a lanzar sus aviones para después ir a recogerlos. Llevaba la cuenta de cuál de ellos llegaba más lejos y cuál no, y si hacía trampa para que el avión negro siempre fuera mejor no era algo que planeara compartir con nadie.

En algún momento el avión llamado Eraserhead cayó al suelo y dos segundos después una pelota atravesó los arbustos, rebotó y se detuvo justo sobre el avión de color negro. Hitoshi se puso inmediatamente de pie y corrió hacia su juguete.

—¡Ah!

El grito fue involuntario, Hitoshi no estaba preparado para la repentina sombra que apareció de la nada, tal fue su sorpresa que no pudo quitarse a tiempo. La sombra chocó con él y los hizo caer al suelo.

—Aww —gruñó Hitoshi sobándose el lugar donde la cabeza de la sombra había impactado su cráneo.

Durante un segundo lo único que se oyó fue el gemido de dos voces infantiles, pero entonces la sombra se levantó.

—Lo siento —dijo la voz— ¿estás bien?

Hitoshi ignoró la mano extendida, siguió frotándose la cabeza mientras se ponía de pie. La sombra era un chico de pelo rubio y ojos dorados. Tenía las mejillas rojas, la frente perlada de sudor y la expresión de un niño que come azúcar para desayunar.

—No te vi —dijo la voz— no esperaba que estuvieras aquí, ¿qué haces aquí?, ¿has venido al parque con tus padres?

Hitoshi se acordó de su madre, de los gritos y las malas palabras, de su rostro vengativo y furioso y de lo que le dijo mientras aferraba una de las camisas de su padre.

—¡Cállate!

—Eh, por-

—Ahora vete, ¡aléjate!

El niño obedeció, se dio la vuelta y se alejo con su cara en blanco, incapaz de resistirse a su poder. La ira de Hitoshi le duró exactamente cinco minutos, después se sintió miserable. Sus compañeros siempre lo acusaban de usar su poder para fines malvados y en ese momento había demostrado que tenían razón. Todos decían que su destino era convertirse en villano, que alguien con el poder de controlar a la gente solo podía aspirar a un lugar en la cárcel.

Su padre siempre le había dicho que las acciones definían a una persona y su madre siempre le decía que no hiciera caso de las habladurías. Hitoshi les había creído, pero su padre se había ido y su madre lo odiaba. Y ahora Hitoshi había usado su poder para manipular la mente de otro niño. Su destino como villano estaba trazado.

Se sentó junto a su maltratado avión de papel y no tuvo corazón para levantarlo, no se sentía digno de tener en sus manos a Eraserhead.

—Lo siento —dijo y no pudo evitar mirar la pelota. Era blanca con una franja roja en el centro, con decenas de estrellitas doradas sobre la banda. La típica pelota que los niños llevan a los parques a patear.

Hitoshi había recibido una parecida en su noveno cumpleaños.

Extendió las manos, tomó la pelota y la lanzó por encima de los matorrales hacia donde el niño había desaparecido, después recogió su avión de papel y volvió a su lugar a tratar de repararlo. El golpe había deformado por completo el papel y era imposible volver a ponerlo en el aire, Hitoshi estaba lamentando su suerte cuando la pregunta flotó hasta él:

—¿Lo he roto?

El chico había vuelto y se había quedado de pie al otro lado de los arbustos. Hitoshi se sorprendió de verlo ahí, no por el tiempo transcurrido ya que su poder solo duraba unos cuantos minutos, sino porque el chico lo miraba con una expresión curiosa y para nada temerosa.

—¿Qué estás haciendo aquí? Te dije que te fueras.

—Oh, eso, sí, ¿cómo lo hiciste? mi madre siempre se queja de que no hago caso de lo que me dicen.

—¡Vete! No quiero hablar contigo.

—¿Por qué?

—¡Porque no quiero!

—¿Por qué?

—¡Porque no!

—Pero por qué.

—¡Calláte!

Pero el chico en lugar de echarse a llorar o huir ante su estallido, se quedo ahí mirandolo con sus ojos curiosos. Tenía unos ojos que lo miraban sin antipatía alguna.

—¿Qué tienes?

—¡¿Qué?! ¡No tengo nada!

—Entonces por qué estás molesto.

—No estoy molesto.

—Lo estás. Tienes la misma cara que mi hermano cuando está enfadado por algo. Él también me grita cuando no hago caso.

—¡Vete!

Estando sentado se giró con la intención de darle la espalda al niño y se encogió en su lugar concentrando toda su atención en su papel doblado. En algún momento oyó el crujir de las ramas y cuando se giro descubrió que el niño se había marchado.

Suspiró y regresó su atención a su avión de papel. La punta se había doblado por completo junto con una de las alas y sin importar cuantas veces Hitoshi tratara de aplanarla el doblez provocaba que el avión se desplomara de cara.

Hitoshi lo vio elevarse y caer por quinta vez consecutiva. El fracaso lo hizo sentir furioso. Tan furioso que las lágrimas empañaron su visión. Tan furioso que el nudo en su garganta le impedía respirar.

Se levantó y camino hasta donde estaba el papel inútil, lo recogió y en un arranque de ira lo partió a la mitad. La acción lo hizo sentir mejor así que junto los dos pedazos y tras un poco de esfuerzo volvió a romperlos. Y lo hizo de nuevo y de nuevo hasta que los pedazos se escurrieron de sus dedos y terminaron en el suelo.

—Basura —murmuró con los dientes apretados.

—Solo tienes que hacer otro —dijo una voz junto a él y de la sorpresa Hitoshi se sobresaltó, giró, tropezó y cayó hacia atrás.

El niño había vuelto, llevaba su pelota bajo el brazo y una figurilla de plastico en su mano libre.

—Toma —le dijo extendiendole la figurilla que resultó ser una imagen de Mr Tank, el héroe cambiaformas— en compensación por el avión.

—No la quiero —gruñó Hitoshi poniendose de pie y sacudiendose el trasero adolorido.

—¿No te gusta Mister Tank?

—Es un presumido.

—Es cool.

—Es un idiota.

—Si no te gusta Mister Tank, ¿qué héroe es tu preferido?, oh, ¿Eraserhead? —añadió arrodillandose para tomar el trozo de papel que tenía el nombre de su avión.

—¡Dame eso! —se lo arrebato de la mano y se apartó de él— ¡No lo toques!

—Espera —dijo el niño antes de dejar su balón y correr de vuelta hacia los arbustos.

Hitoshi se quedo solo, su ira seguía ahí, picando como si fuera una aguja, y era injusto que junto a ella hubiera culpa. Sentía culpa por gritar, por haber roto su avión, por ser desagradable.

No podía dejar de pensar en su madre, en sus reproches y en el rencor de sus ojos, y el recuerdo lo hacía querer romper cosas. Pero si pensaba en su padre quería llorar porque él había dicho lo siento innumerables veces y en ninguna había mencionado su cumpleaños, ni siquiera se había despedido de él.

Él se había ido y ella se había quedado, y Hitoshi se había quedado sin nadie.

—Toma.

Alzó los ojos sintiendo que el nudo en su pecho se apretaba, las palabras hirientes murieron en su boca cuando vio la figura de Eraserhead metida en su cajita de plastico.

—Toma —repitió el niño empujando el juguete hacia él.

—¿Por qué me lo das?

—Te gusta, ¿no?

—Pero es tuyo.

—Me lo dieron como regalo, pero ya tengo uno. Puedes quedarte con este.

—Regalo de qué

—De cumpleaños.

—¿Es tu cumpleaños?

—En realidad fue hace dos días, pero mis padres decidieron celebrarlo hoy. Organizaron un picnic al otro lado del parque e invitaron a todos mis primos, ¿quieres venir?

—No

—Esta bien, de todos modos mis primos son más grandes y les gusta sentarse con su celular. Les pedí que jugaran a la pelota conmigo y cuando se hartaron la patearon hacia aquí. No son muy agradables.

Hitoshi se sorprendió de ver que el chico no parecía ni minimamente triste por la situación, hablaba de ella con resignación.

—Pero tienes a tus padres, ¿no? —dijo Hitoshi

—Pues aún no llegan, ambos están trabajando. Se suponía que ibamos a esperarlos para comer pastel, pero mi tía dice que podemos comerlo cuando yo quiera, lo que significa que le han dicho que no tenemos que esperarlos. Hacen eso cuando van a tardarse. ¿Te importa si me quedo un rato aquí?

—¿Tu tía no va a buscarte?

—Se ha puesto a platicar con su novio por telefono, ni cuenta se dará de que me he ido... ¡vaya! ¿tú hiciste estos?

Hitoshi trata de no retorcerse de vergüenza cuando el chico alza sus dos aviones de papel y los mira con una expresión embelesada.

—Me gustan los colores —dice— ¡son geniales!

El chico parlotea y Hitoshi mira la figura de Eraserhead que tiene en sus manos.

—Es tuya, eh, no la vayas a dejar por ahí.

—¿Por qué?

—Porque qué.

—¿Por qué me la das?

—Ya te lo dije, te gusta y yo no la necesito.

—¡...nki!

—Es mi mamá —dice el chico levántandose— ya llegó.

El chico se marcha sin decir otra palabra y Hitoshi se queda solo con sus trozos de papel roto, su mochila vacía y su figura nueva. Tras emitir un suspiro cansado, Hitoshi empieza a recoger sus cosas, deja la figura de Eraserhead en el suelo y se marcha.

Tres pasos después vuelve por la figura de acción.

La figura de Eraserhead se queda en su caja, es el único regalo de cumpleaños que recibe ese año y Hitoshi lo coloca encima de su estante donde puede verlo desde su cama. Es el único recuerdo bueno que le queda de ese día. Y cada vez que sus compañeros lo hacen sentir mal por su poder, se acuerda de la expresión curiosa y sincera del único niño que no le tuvo miedo.

Conforme crece y su sueño de ser héroe va tomandor forma, Hitoshi se descubre soñando con encontrar a ese niño para darle las gracias por ese día. Sabe que es un sueño imposible, o al menos así lo cree hasta que entra en Yuuei y un chico con los mismos ojos dorados, brillantes y curiosos, se inclina hacia él mientras le dice:

—Vaya, eres un chico guapo, seguro tienes muchisimas admiradoras.

Y cuando sonríe su gesto es brillante y despreocupado. El mismo gesto amistoso de cuando tenían diez años.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro