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Historia II

Sobre la Trama: Es el Día Blanco y Hitoshi recibe chocolates, como es de esperar Denki entra en pánico.

[...]

Es costumbre que en el Día Blanco los hombres que recibieron chocolate en San Valentín devuelvan el gesto entregando, a su vez, chocolates, malvaviscos o algún detalle que valga dos o tres veces el regalo que obtuvieron en el mes de febrero.

Son las mujeres las que usualmente reciben regalos durante este día, y es inevitable que junto con ellos provengan declaraciones de amor. Es la época en la que muchas parejas comienzan a salir.

Para Denki el Día Blanco es un día de cotilleos, nunca ha enviado chocolates de San Valentín -'si alguna vez compro chocolates, serán para mí'- y como tampoco ha recibido no se ve en la necesidad de devolver el gesto -'las chicas son demasiado tímidas a mi alrededor'-. Así que Denki se pasa ese día con sus amigos riéndose de la cara avergonzada de sus compañeros.

O al menos lo hace hasta el día en que Hitoshi Shinsou recibe un regalo por el Día Blanco.

[...]

Hitoshi Shinsou se unió a su grupo en el segundo año y su carácter sarcástico, sencillo y directo permitió que su adaptación con el resto ocurriera sin problemas. Pese a que su sentido del humor es bastante deficiente, Denki encuentra placer en hacerlo reír.

La risa de Hitoshi es un tesoro raro, una sorpresa con la que te topas por casualidad y de inmediato te captura. La primera vez que Denki lo oyó reír se quedó de piedra, se olvidó por completo de la historia que estaba contando -algo gracioso por primera vez en su vida- y no hizo otra cosa que mirar mientras Hitoshi se reía. Cuando salió de su trance intentó repetir el milagro y fracasó. Desde ese día ha hecho su misión hacer reír a Hitoshi, alguna veces con éxito y otras veces no.

Cuando Hitoshi se ríe las esquinas de sus ojos se estiran y tiene la manía de tocarse la nariz con el nudillo de su dedo índice como si tratara de ocultar la sonrisa que tiene en la cara. El sonido que proviene de él es discreto y encantador, con una suave cadencia que resulta hipnótica. Denki podría oírlo durante horas sin aburrirse jamás.

Decir que Denki está ligeramente enamorado de Hitoshi es infravalorar las horas que el muchacho ha dedicado a mirarlo, a hablarle, a contarle chistes, a insistir que lo ayude a estudiar, y en general a todo momento de cada día que dedica a estar con él.

Lo único que no ha hecho ha sido enviarle chocolates de San Valentín, simplemente porque sabe que el suyo es un amor sin posibilidades... pero Hitoshi le ha enviado chocolates a alguien y ese alguien le ha enviado chocolates de vuelta.

Denki no sabe cual de esas dos acciones resulta más horripilante.

[...]

Denki no es celoso.

No, para nada.

Si alguien preguntara, '¿Denki, eres celoso?' su respuesta sería una sonrisa con una capacidad lumínica que podría rivalizar con el sol, un resoplido con los labios fruncidos y una simple pregunta, '¿y eso que es?'

No, Denki no se considera celoso.

El mundo es demasiado inmenso y maravilloso para encelar a la gente.

Ahora, una cosa es ser celoso y otra muy distinta entrar en pánico cuando alguien envía chocolates a tu crush en el Día Blanco. Eso indica que tu crush dio el primer paso para iniciar un contacto y que su gesto no pasó desapercibido.

La sola idea de que Hitoshi -el siempre compuesto, serio, elegante y ligeramente cínico- Shinsou haya no solo comprado o preparado chocolate, sino que también los diera en San Valentín, provoca que Denki tenga un mini ataque cardiaco.

Por primera vez en su vida no consigue reírse de la situación y lo único que hace es mirar el paquete -una caja mediana envuelta en un lazo de satín blanquísimo- esperando verla desaparecer.

[...]

—¡Denki!

La voz de su amigo Kirishima lo hace reaccionar, se mueve hacia él y se deja caer en el pupitre que está a un lado.

—¿Qué hacías? Tienes cara de haber visto un fantasma.

—¿Has visto lo que hay en el lugar de Shinsou?, ¿quién lo dejo?

—Ni idea, estaba ahí cuando llegue. Las chicas no dejan de hablar de eso, ¿crees que alguna de ellas lo haya puesto?

—Pero... ¿es por el día blanco?

—Y por qué más.

—Pero... ¿entiendes lo que eso significa?

—Sí, que Shinsou envió chocolates en San Valentín y ahora esa persona le está respondiendo de vuelta.

—Por dios, ¿te estas oyendo?, ¿Shinsou confesándose?, ¿Shinsou y San Valentín? ¿nuestro Shinsou?

—Mío no es. Y esto no habría pasado si hubieses hecho lo que te dije que hicieras. No te declaraste y ahí están tus consecuencias, Shinsou se ha conseguido a alguien más.

—¡Shhhh!, no en voz alta.

—Denki, por favor, medio salón se da cuenta que babeas por Shinsou.

—¡Claro que no!

—Está bien, no medio salón pero sí la gente inteligente.

—Ya, olvídalo, no quiero hablar de esto.

—Denki, en serio, si te gusta Shinsou díselo, te aseguro que no te arrepentirás.

Pero Denki ya no oye, tiene su atención puesta otra vez en el regalo mientras el salón comienza a llenarse lentamente. Uno de los últimos en llegar es Shinsou que enfila hacia su lugar entre los murmullos emocionados de sus compañeras.

Denki espera ver sorpresa, fastidio, incluso vergüenza, pero lo que consigue es la imagen de una sonrisa discreta, un gesto tan suave y dulce que su corazón se desploma desde una altura de quince metros y termina hecho trizas contra el pavimento.

Por si eso no fuera poco Shinsou toma la caja con un gesto inusualmente cariñoso, provocando que Denki experimente por primera vez el deseo de ir, arrancarle la caja de las manos, y pisotearla hasta verla desaparecer. Es testigo de como Shinsou coloca la caja no en su mochila sino en la esquina de su mesabanco junto al resto de sus cosas.

Sintiendo su mirada Shinsou se gira hacia él, sus cejas se enarcan y su expresión es tan clara como el agua -'¿qué pasa?'-. La respuesta de Denki es sacudir la cabeza y enfocar su atención en la pizarra, lo hace sin sonreír -no puede sonreír-, tiene la cabeza llena de un grito continuo que le impide pensar.

Le toma quince minutos volver a la realidad, consigue sacar su libreta, su pluma y su libro. Intenta copiar lo que el profesor ha escrito en el pizarrón, pero apenas ha puesto la tercer palabra cuando sus ojos se desvían hacia la caja.

La caja en el pupitre de Shinsou. La respuesta a la confesión de Shinsou.

Se humedece los labios y vuelve a mirar al frente, su estómago es un nudo tenso que se aprieta con fuerza. Ve que la boca de su profesor se mueve, pero su voz no lo alcanza, lo único que sus oídos registran es el rugido de la sangre y el latido desenfrenado de su corazón.

Aprieta los dientes y comienza a escribir. Hace una lista con el nombre de todas las personas a las que Shinsou podría haber enviado chocolates. Cuando llena la página de su libreta vuelve al principio y empieza a escribir aquellas cualidades que podrían haber interesado a Shinsou.

Está decidido a encontrar a este admirador o admiradora secreto. No por celos, no, más bien como una precaución. Tiene que asegurarse de que no se trata de un pervertido en potencia, un secuestrado o un horrible adolescente con las manos inquietas. Su meta simplemente es asegurar el bienestar de su amigo Shinsou y si para ello necesita encontrar a este admirador secreto e intimidarlo, pues Denki no tendrá otra opción que ensuciarse las manos.

[...]

Para la hora del almuerzo Denki tiene la mano adolorida y la cabeza enmarañada. Las sienes le laten sin pausa como si una banda elástica estuviera oprimiendo su cabeza, tampoco tiene hambre pero se obliga a formarse en la fila del comedor y a comprar un emparedado y un jugo.

Cuando llega a la mesa con el resto de sus amigos descubre que algunas de las chicas de su clase se han autoinvitado a sentarse con ellos. Y no es de sorprender que el tema a discutir sean los chocolates de Shinsou.

—No seas así, dinos quién te los dio.

—Sí, Shinsou, ¿quién es la chica misteriosa?,

—O chico.

—¡Tienes que contarnos!, ¿qué sentido tiene mantenerlo en secreto?

Denki consigue hacerse un espacio junto a Kirishima mientras al otro lado de la mesa Shinsou es acorralado por Ashido, Uraraka y Hakurage.

Las chicas comienzan a intercambiar nombres en voz alta tratando de ver si alguno de ellos consigue una reacción de interés por parte de Shinsou. Por su parte los chicos no dan señales de querer unirse a la conversación: Hanta y Kirishima charlan de la practica de esa mañana y cuando se harta del alboroto Bakugou se marcha sin despedirse.

En circunstancias normales Denki se daría cuenta de lo anormal de la situación pero su dolor de cabeza no lo deja pensar. Mastica su emparedado con muchísima lentitud sin prestar atención al sabor del atún o la mayonesa, tiene los ojos fijos en la caja blanca que está en el centro de la mesa. Su presencia es como un escupitajo directo a su almuerzo.

—¿Estás bien?

Parpadea y enfoca su atención en Shinsou. Perezosos ojos de un color violeta oscuro, pestañas tupidas tan oscuras que parecen negras, una boca amplia de labios delgados y dos delicadas cejas que se enarcan en consternación.

El maldito Shinsou es tan guapo que a veces Denki lo considera el pecado hecho carne.

Se enfada y su enfado le permite enderezarse, tragar la bola de pan seco que tiene en la boca, soltar su emparedado y hablar.

—No me puedo creer que hayas enviado chocolates sin decirle a nadie—ignora su propio tono irritado y continúa—peor aún, hiciste chocolate y no trajiste nada.

—¿Querías que te diera chocolate?

—Kirishima nos trajo chocolates a todos, incluso trajo para ti, ¿no crees que le debías al menos unos chocolates de vuelta?

—A mí no me debía nada—murmura Kirishima a su izquierda pero nadie le hace caso.

—Siguiendo esa idea, ¿no eres tú quien debió traerle chocolates?, después de todo también te dio a ti.

—Yo no le doy chocolates a nadie.

Hitoshi se ríe.

—Sí, me acuerdo: Yo jamás le daré chocolates a nadie, ¿para qué?, prefiero que me los den a mí¸ ¿era así? Y otro de mis favoritos: Jamás me verás dando chocolates, ese tipo de confesiones dan vergüenza. Pues bien, que para ti sea vergonzoso no significa que el resto también lo piense. Tal vez algunos aprecien dar y recibir chocolate.

Y como si intentara demostrar un punto toma su caja de color blanco y comienza a desenvolver el moño. Cuando la destapa descubre cuatro hileras de chocolates en forma de conchas marinas con un diminuto adorno de chocolate blanco en el centro de cada una. La disposición, la forma y el aroma solo habla de refinado buen gusto.

Hitoshi toma uno de los chocolates y se lo lleva a la boca.

Como idiota Denki lo mira tomar un bocado y saborear. Lo ve en cámara lenta, la lengua que sale para recibir el bocado, los dientes blanquísimos que se cierran sobre el dulce, los labios que ocultan su tesoro... lo único que lo salva de quedar en evidencia es el repentino timbre que marca el final del almuerzo, sin perder tiempo todos se levantan y se marchan, incluido Hitoshi con su chocolate a medio comer y su caja maldita.

Siguiendo al resto Denki sale, tirando su emparedado y su jugo a la basura; la imagen de Hitoshi saboreando su chocolate no deja de atormentarlo: Su lengua y sus labios, el movimiento de su boca haciendo bailar su sonrisa retadora. El recuerdo es un golpe directo a su corazón y a su maldito libido adolescente.

Denki tiene que hacer una pausa para ir al baño a meter la cabeza bajo el chorro de agua fría.

[...]

Denki posee la capacidad para aceptarse tal cual es con sus defectos y virtudes, e incluso a veces consigue reírse de si mismo sin mayor problema. Y sí, puede que Denki sea un desvergonzado, puede que incluso sea demasiado indulgente consigo mismo, pero estúpido no es.

Al menos no siempre.

El problema es que Denki es un chico de impulsos, de terribles decisiones y arranques repentinos. Muchas veces son sus amigos quienes consiguen disuadirlo de sus empresas más temerarias, por desgracia no siempre se enteran a tiempo. Es imposible de evitar que en ocasiones Denki se arriesgue por cuenta propia.

Como ahora.

En cuanto Denki ve a Hitoshi comerse su chocolate su imaginación toma el control completo y lo hace construir escenarios completos -cada uno más complejo que el anterior-, ¿cómo sería besar esa boca?, ¿cómo sería ser besado por esa boca?, ¿cómo sería tocarlo y dejarse tocar?, ¿cómo sería beber de él hasta embriagarse? Las posibilidades son infinitas.

Y si bien Denki era consciente de su infatuación, la cosa había adquirido un aire urgente, casi desesperado, pues había competición en puerta y él, que hasta el momento se había tomado la situación con filosofía y con cierta indiferencia, ahora no podía concebir la idea de quedarse callado.

Así que hace lo único que sabe hacer, que es dejarse en evidencia.

[...]

Hitoshi abre la puerta de su dormitorio ante los toques casi desesperados, antes de que pueda saludar, antes de que pueda siquiera reaccionar, la persona al otro lado entra en su habitación y enfila hasta su cama donde deja caer un montón de cajas; grandes, chicas y diminutas. Los tamaños, las formas y las presentaciones varían, pero cuando Hitoshi se acerca descubre que todas y cada una son de chocolate.

—Ahí esta—dice Denki con una expresión beligerante y los brazos en jarras—¿querías chocolates? Pues los tienes y no solo eso, los he contado, hay uno por cada día que nos hemos conocido. Uno por cada día que he tenido que arrastrar tu culo desmañanado hasta el salón de clases. Uno por cada día que he compartido mi pudín de vainilla contigo, pero eso no importa. Solo te importa el chocolate. Pues va, aquí esta.

—Pero qué-

—¡Shhh! Aún no termino, sí, llego tarde, lo sé. Te has declarado y te han correspondido. ¡felicidades!, espero que esa persona este dispuesta a leerte en voz alta como hago yo, espero que se coma las zanahorias que no te gustan a ti y espero que te acompañe a ver los documentales que tanto te gustan, porque yo no lo haré más. No voy a disculparme porque no me guste el San Valentín ni el Día Blanco, y si crees...

Pero Hitoshi no lo deja continuar porque se inclina, toma su cara entre sus manos y lo besa.

El cerebro de Denki experimenta un cortocircuito masivo pero su función de emergencia se activa justo a tiempo para devolver el beso con ganas, hasta sentir que tiene la boca entumida. Al separarse tiene la vívida sensación de que el mundo está lleno de algodones azucarados y que su sangre es caramelo derretido.

La expresión de Denki es una mueca soñadora y Hitoshi le responde inclinándose de nuevo y besándolo una vez más, con más lentitud que la vez anterior.

El sentido común tarda en volver y en cuanto lo hace Denki forcejea, aunque sin mucho ánimo la verdad.

—¿Qué significa esto?

—Vaya, no sabía que besaba tan mal como para que no sepas lo que es un beso.

—No, no me refiero a eso, ¿qué pasa con la persona a la que enviaste chocolates?

—Yo nunca he enviado chocolates.

—¿Qué?, pero y entonces... ¿quién te envío chocolates?

—¿Importa? Te escojo a ti.

Bueno, piensa Denki con los labios entumidos, el estómago lleno de mariposas y las manos de Hitoshi en sus mejillas, dicho así.

—¿Saldrías conmigo, Hitoshi?

La sonrisa que recibe es un gesto lleno de dulzura que hace temblar sus piernas.

—Estaba esperando que lo pidieras.

Y vuelve a besarlo.

Los besos de Hitoshi, aunque saben a chocolate, son muchísimo mejor que cualquier pudín de vainilla.

[...]



Extra

A la tarde siguiente, en el invernadero tres de la escuela.

—¿De casualidad escogiste los chocolates más caros de la tienda?

—Oye, el precio incluye el moño y la envoltura, ¿querías que fuera elegante?, pues tendrás que pagar por ello, Shinsou.

—Como sea, aquí tienes.

—Gracias, siempre es un placer hacer negocios contigo.

—Eh, eh, eh, ¿no te olvidas de algo?

Kirishima gruñe al ver la mano extendida, separa el fajo de billetes que acaba de recibir y entrega una de las partes a Shinsou.

—Agh, sigo sin creerme que tu plan funcionara.

—Te dije que lo haría.

—No te enorgullezcas demasiado, cuando Denki se entere del engaño te hará sufrir.

—Denki nunca haría eso.

—¿Quieres apostar?

La sonrisa de Hitoshi es toda la respuesta que Kirishima necesita.

[...]

n/a

Por supuesto que Denki se entera y los hace sufrir a ambos. XD

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