✧◝ Prólogo
Yuanfen: Es el equivalente a "destino" para nosotros. Se aplica a personas destinadas a conocerse y a permanecer juntas.
El término yuanfen consta de dos partes (緣分) que podríamos traducir por igual como "destino", aunque poseen sutiles diferencias en su significado: "Yuan" es la fuerza responsable del encuentro de dos personas; es casualidad, suerte u oportunidad. "Fen" es lo que asegura que esas dos personas permanezcan juntas; es causalidad, designio o resolución.
Yuan es un destino sobre el que no tenemos control alguno: es inevitable encontrarnos con esa persona especial; mientras que Fen es un destino forjado a partir de ese momento del que ya somos partícipes.
Uno es el destino escrito por un pasado ajeno, probablemente toda la historia del universo; el otro es un destino proyectado hacia el porvenir, ese que está siendo escrito ahora mismo.
Yuan es el destino que venía, es predestinación; Fen es el destino que vendrá, determinación.
La misma noche en la que Yongbok despertó producto de aquel sueño extraño y los gritos de sus padres, en un pequeño departamento ubicado en el centro de Pekín, China, Yang Jeongin despertaba también de forma brusca debido a una pesadilla.
En medio de la oscuridad tomó aire, tratando de recordar la pesadilla que sacudió sus sueños, pero no pudo rememorar lo ocurrido con tanta facilidad.
Entonces, escuchó el llanto viniendo de otra habitación.
La persona a su lado se removió con un quejido.
—¿In? —preguntó Wen Junhui con tono somnoliento—. ¿Puedes ir tú, por favor?
Jeongin miró al alfa con una mueca de fastidio.
—Eres un dolor en el culo —respondió, aunque aun así se puso de pie, buscando su bata—, mañana tendrás que hacer tú el desayuno.
Oyó la risa ahogada de Junhui a lo que contestó con un bufido, saliendo del cuarto a oscuras para ingresar a la pequeña habitación donde un bebé de tres años estaba llorando.
—¿Chenle? —preguntó con tono dulce—, ¿qué ha pasado, precioso?
Lo tomó en brazos y el bebé comenzó a sollozar suavemente, calmándose de a poco gracias a las feromonas maternas que Jeongin estaba soltando.
Chenle le miró con ojos llenos de lágrimas.
—Pesadila.
Jeongin sintió que algo se rompía cuando un viejo recuerdo volvió a su mente, un recuerdo que ahogó para hacer sus días más manejables, más fáciles de llevar.
De pronto, el cabello castaño de Chenle se volvió negro, sus mejillas parecían más rellenitas, y le sonreía con sus ojitos cerrados, mostrando todos sus dientes. De pronto, no estaba sosteniendo a Chenle, sino a Yongbok.
A su Yongbok.
Sus manos temblaron, pero se obligó a mantener el control.
—¿Con qué soñaste? —preguntó, tratando de sonreír.
—Con el come-pelo —sollozó Chenle.
Jeongin sacudió su cabeza, caminando de vuelta al cuarto, mientras le acariciaba el cabello y prometiéndole que no había ningún come-pelo en el pasillo. Segundos después, Junhui soltó un nuevo quejido cuando el omega acostó al bebé a su lado.
Chenle no dudó en apegarse a su papá y, por supuesto, Junhui respondió al abrazo en señal protectora.
Sintió como otro recuerdo parecía golpearlo con fuerza: él acostado en una cama, suspirando mientras pequeños besos mariposas eran repartidos por todo su cuello, y Yongbok a su lado estaba durmiendo.
Casi podía sentir los labios de él sobre su marca, besando, lamiendo, chupando.
Se obligó una vez más a mantener el control, a pesar de que su marca ardió. Hizo una mueca por el dolor.
A pesar de los ya casi catorce años que llevaba sin él a su lado, Jeongin seguía sintiendo ese leve dolor que indicaba la necesidad de su omega.
Pero Jeongin aprendió, a lo largo de los años, que tenía razón: su omega estaba encaprichado y no necesitaba de un alfa a su lado.
—¿No volverás a dormir, In? —preguntó Junhui en tono ronco al verlo pasear por el cuarto.
—No —respondió, distraído—, escribiré una carta.
Hubo un pequeño silencio mientras sacaba lo necesario, y se sobresaltó cuando de pronto el cálido aliento de Junhui golpeó su cuello.
Junhui comenzó a reírse.
—¡No es gracioso! —se quejó Jeongin con enojo.
Pero el alfa sólo volvió a reírse, caminando otra vez a la cama para seguir durmiendo.
—Sabes que esa carta tardará en llegar por la situación del país, ¿no? —preguntó Jun, acostándose.
Jeongin se encogió de hombros.
—No importa —lo miró de reojo con una sonrisa burlona—, no me dirán nada porque yo soy un buen ciudadano, no como tú.
—Touché, Smile Jeong —masculló Junhui, cerrando sus ojos para dormir.
Jeongin suspiró, mirando la hoja, y comenzó a escribir.
Querido Yongbok...
A veces se preguntaba a sí mismo por qué seguía escribiendo si nunca recibía respuesta. Por qué seguía volcando sus sentimientos en esas cartas si lo único que tenía a cambio era silencio.
Pero hacer eso parecía un pequeño refugio para Jeongin, parecía una forma de sacar parte del dolor que todavía lo carcomía por dentro, y lograr estar un poco más tranquilo.
Acarició la marca de él distraídamente, pensando en sus ojos oscuros mirándolo, llenos de un amor tan infinito que no podía comprenderlo por completo.
¿Cómo estás, bebé precioso? Sé que ya no eres un bebé, pero de seguro debes ser el chico más guapo del mundo entero. Aun así, aunque no te guste, tú siempre serás mi bebé, así que tendrás que soportar que te siga llamando de esa forma hasta que muera, Bokkie.
Cada semana se dedicaba a enviar una pequeña carta hacia Corea con la dirección de la empresa de él, esperando obtener algún día una respuesta, pero el silencio era lo único que obtenía a cambio.
Muchas veces pensó que quizás él nunca le entregó las cartas a Yongbok, sin embargo, descartó ese pensamiento cuando los días fueron pasando y su marca seguía allí, en señal de que él no marcó a Wheein u otro omega. Entonces, simplemente imaginó que Yongbok no quería responderle, y Jeongin no podía culparlo por ello.
Al fin y al cabo, lo abandonó sin mirar atrás. De la faz de la tierra y comenzó una nueva vida en otro lugar, rompiendo todas sus promesas.
Pero, aun así, Jeongin seguía escribiendo.
Ya has comenzado un nuevo año escolar y espero que te vaya muy bien, eres un chico muy inteligente, lo sé, y también imagino que debes tener a algún o alguna pretendiente por allí, después de todo, siempre has sido precioso, no como yo, que he sido siempre un desastre.
Espero que tu padre esté muy bien también y no siga tan gruñón, ¿ves que siempre anda de mal humor? Parece una mezcla de un lobito enfurruñado y un oso panda por lo dormilón que es.
Se echó hacia atrás, mirando a Jun durmiendo con Chenle, roncando en voz baja por el cansancio, y mordió su labio inferior.
La situación aquí está algo tensa, ya debes saberlo por las noticias, pero espero que pronto se solucione todo.
No tengo nada más qué decir por hoy día, he tenido una semana algo aburrida, en la biblioteca no ha pasado nada nuevo, así que me despido por hoy, Bok.
Te ama, mamá.
Dobló la carta para luego guardarla en un sobre, suspirando, y luego de anotar la dirección, la guardó en el abrigo de Junhui, sabiendo que el alfa se haría cargo de enviarla.
Luego, se recostó al lado del mayor, cubriéndose con las frazadas.
—¿In? —preguntó Junhui, girándose.
—¿Qué ocurre, Wen Puppy? —se burló Jeongin, acomodando a Chenle en sus brazos.
—Eres un pendejo —se quejó Jun, haciendo una pequeña pausa—. ¿Mañana podrías llevarle uno de tus estofados a Minghao?
Jeongin le miró, viendo sus ojos llenos de tristeza.
—Minghao dijo que no quería verme más allí —una pequeña pausa—, Minghao sólo quiere ver a Chenle.
Junhui hizo una mueca.
—Minghao sabe que no puedo llevarlo a la cárcel, Jeongin.
El omega le tomó la mano, dándole un pequeño apretón.
—Lo sacaremos de allí, lo prometo —dijo Jeongin con tono serio.
Jun asintió, sin perder esa mirada triste, y luego acercó su rostro al cuello de Jeongin, inhalando su aroma.
—Eres un gran amigo, Jeongin —murmuró Junhui, dándole un beso en la mejilla.
Jeongin se recordó cinco años atrás, cuando trabajaba en la biblioteca, y conoció al alfa por primera vez. Siempre fue muy esquivo con él, incluso grosero y maleducado en muchas ocasiones, hasta el punto de que llegó a tirarle el agua de su botella para alejarlo.
Pero Junhui, a pesar de todo, insistió en estar a su lado.
Jeongin se giró, dándole también un beso en la mejilla, y le sonrió antes de verlo quedarse dormido.
Sin embargo, su sonrisa desapareció cuando miró el techo, y un breve pensamiento cruzó su mente.
Un gran amigo, Jeongin. Pero no un buen omega. No un buen novio. No un buen padre.
A Jeongin no le importaba. Hace mucho que había dejado de importarle.
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