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✧⁠◝ Extra 4

Extra 4: ¿Qué hubiera pasado si...?


Advertencias para tener en cuenta si son nuevos/as/es:

—⁠☆ Esta parte presenta un gran contenido de angst, pues narra un "universo paralelo" de Kilig, en donde Chan MATA a Yongbok y somete a Jeongin a la fuerza. Está ambientado unos años después de eso.

—⁠☆ La relación presente aquí es VIOLENTA, TÓXICA y AGRESIVA. Hay, por lo mismo, narración de violación y violencia intrafamiliar.

—⁠☆ Jeongin está ARRUINADO, en el sentido literal de la palabra. El Chan de aquí no tiene nada que ver con el canon de Kilig-Yuanfen.

—⁠☆ MUERTE DE PERSONAJE PRINCIPAL.

—⁠☆ NO HAY NADA DE FELICIDAD AQUÍ. Si eres una persona ultra sensible, por favor, te doy las advertencias pertinentes para que luego no se quejen. Está lleno de angst y dolor, como para que lloren un buen rato.

Jeongin sintió el sabor a sangre en su boca mientras permanecía en el suelo, quieto, sin moverse, callado, sólo respirando. En tanto, su alfa estaba de pie frente a él, con la mano todavía levantada.

El fuego crepitaba en la chimenea, y Jeongin lo observaba como si fuera algo ajeno.

—¿Tienes otras fotos? —preguntó Chan con voz helada.

Limpió sus ojos, sorbiendo por su nariz y tratando de controlar el llanto. Si hubiera sido por cualquier otro error, Jeongin no habría llorado: cinco años viviendo con Chan lo prepararon lo suficiente para controlar sus lágrimas y a su omega, para no romperse, pues sabía que el alfa detestaba que llorara.

Pero bajo esa situación, resultaba imposible que pudiera hacerlo.

—No —dijo con el tono temblando.

Escuchó el gruñido de Chan, aunque siguió sin moverse. Sin embargo, sus ojos observaron la arrugada fotografía que el alfa sostenía.

Quiso pedirle que se la devolviera, pero, sabía que eso sólo empeoraría las cosas.

No obstante, no pudo evitar llorar más cuando vio a Chan rompiendo la vieja fotografía, donde su Yongbok estaba jugando en su sillita móvil. Se reía, con sus ojitos arrugados y miraba directamente a la cámara, luciendo tan dulcemente encantador, que fue casi como tenerlo frente a él otra vez.

Unos segundos después, el alfa tiró los restos al fuego. Chan lo agarró del cabello, tirando de él y obligándolo a arrodillarse.

¿Tienes más fotografías? —preguntó ahora, con la voz alfa, helada y amenazante.

Se estremeció y su omega gimió por el terror.

—No —mintió.

Se acostumbró tanto al tono alfa, a esa voz que le obligaba a responder, que tenía momentos donde podía luchar contra ella, resistirse y soportar la amenaza. Rogaba que Chan nunca se diera cuenta de eso, porque de lo contrario, se podía dar por muerto.

El alfa suavizó su expresión, acercando su mano, y trató de ocultar su estremecimiento: si había algo que Chan odiaba más que verlo llorando, era que lo viera actuando con miedo ante él. Era que demostrara que no lo amaba.

Jeongin pudo haberlo amado. Existían algunos instantes en donde creía que podía hacerlo, donde creía que quizás podría...

Luego, recordaba el crack que hizo el cuello de Yongbok cuando Chan lo mató frente a él.

Se obligó a olvidar esa grotesca, horrible escena que era su pesadilla y realidad. Yongbok estaba muerto. Chan lo mató sin dudarlo apenas pudo.

—No me gusta golpearte, Nini —volvió a la realidad cuando el alfa habló suavemente, acariciándole su mejilla, allí donde le pegó—, pero te portas tan mal...

—Lo siento —se disculpó, aunque no lo lamentaba.

Los labios del alfa lo besaron con fuerza y posesión, así que se obligó a responder para no enfurecerlo más.

—¿Quién es tu alfa? —preguntó Chan al separarse.

—Tú, Chan —respondió, sintiendo su marca arder.

—¿Y tus hijos? —prosiguió el alfa con dureza.

Tragó la bilis de su garganta.

—Bahiyyih y Jungsu —contestó, tratando de sonreír.

Chan lo observó un instante en silencio.

—Si vuelvo a verte llorando, con otra foto de ese horrible bebé que tuviste, te romperé la nariz, ¿entendido? —preguntó con calma.

Sus ojos picaron por las lágrimas que trataba de contener.

—Sí, Alfa.

Chan lo soltó.

—Ve a ver a los cachorros. Creo que están despiertos —dijo entre dientes.

Jeongin no tardó en obedecer.

Se obligó a limpiar el rastro de llanto que todavía tenía en su rostro, subiendo las escaleras apresuradamente para ir al cuarto que los mellizos compartían. Los vio acostados, pero despiertos en sus camas.

—¿Mamá? —preguntó Jungsu, vacilante.

—¿Qué ocurre Susu? —preguntó con dulzura, sin encender la luz para que no vieran su labio roto y sangrante.

—Hiyyih dice que tú y papá pele-alon —dijo Jungsu, el menor de los dos, sin dejar el temblor en su voz.

Miró a Bahiyyih, acurrucada entre sus mantas.

—No gusta que peleen —lloró Hiyyih—, papá enoja y pega.

Jeongin se forzó a soltar una risa para tranquilizarlos, liberando feromonas maternas y de cariño, buscando hacerlos dormir.

—¿Qué dicen? Fue sólo un mal sueño —arropó a Jungsu, revolviéndole el cabello—. Todo está bien con papá, nos amamos mucho y estaremos juntos para siempre.

Pelo...

Se acercó a la cama de Hiyyih, limpiándole los ojos lagrimosos, asustado de que sus bebés de tres años supieran de esas cosas.

Chan muy bien podía golpearlo y decirle cosas horribles, pero era un buen padre. Amaba a sus hijos con su vida entera y siempre procuraba discutir con él (golpearlo) cuando los niños no estuvieran presentes.

—Mañana lo iremos a buscar al trabajo y pasaremos a comer helado, ¿está bien? —dijo, tratando de desviar su atención, y le dio un beso a Hiyyih.

Bahiyyih asintió, no muy convencida, pero cerró sus ojos para dormir, y luego de varios minutos, cuando estimó conveniente, salió del cuarto cerrando la puerta.

Jeongin los amaba, de verdad que los quería enormemente a pesar de todo, pero había una sensación de melancolía y grotesca tristeza cuando pensaba en su otro bebé. En su Bokkie.

Si hubiera seguido con vida, Yongbok habría cumplido los siete años ese mismo día.

Por eso fue tan descuidado, por eso Chan lo pilló con esa vieja fotografía que logró salvar de Yongbok (una de las pocas que le iban quedando), y se enfureció tanto que lo golpeó sin dudarlo. El alfa se deshizo de todas las cosas de Yongbok a pesar del llanto, de los ruegos, de las súplicas de Jeongin, diciendo que ahora iba a comenzar una nueva vida con él y sus propios cachorros, y no necesitaba todas esas otras horribles cosas que pertenecían a otra persona. Los juguetes, la cama, las fotografías, los vídeos, su ropa, incluso las mantas con las que lo envolvía. Cualquier objeto que tuviera alguna memoria del niño, fue eliminado cruelmente por el mayor.

Y, a pesar de eso, a pesar de que Chan lo marcó a la fuerza cuando sólo horas atrás le rompió el cuello a su bebé, fue necesario otro largo, horrible año para que pudiera quedar preñado.

Se obligó a mantener la calma para no seguir llorando, sin querer ganarse otro golpe, y entró al cuarto matrimonial para acostarse.

Por supuesto, se tensó cuando vio a Chan sentado en el sillón al lado de la ventana, tranquilo y duro.

—Tendremos otro bebé —dijo Chan—. Desnúdate.

Jeongin bajó la vista, espantado.

No ese día. Cualquier día menos ese.

—No estoy en celo, Chan —dijo con tono ligero, tratando de sonreír—, tendré uno en menos de un mes, si...

—¿Te pregunté? —le interrumpió Chan, estrechado sus ojos—. No me hagas repetirlo, Innie.

Chan lo golpearía si rompía a llorar.

Sus labios temblaron.

—Hiyyih y Susu todavía están pequeños —barboteó, desesperado—, con otro bebé no podré concentrarme tanto en ellos, los cachorros merecen atención y cariño, podrían sentirse celosos o–

Desnúdate —ordenó Chan, impasible—, y luego en cuatro sobre la cama, mostrándome tu ano.

Su omega gimió por la orden dada, asustado, espantado, y obedeció tragando el llanto.

Cinco minutos después estaba boca abajo, con sus rodillas dobladas sobre el colchón, ocultando su rostro contra la almohada y sintiendo la mirada del alfa sobre su cuerpo desnudo.

—No estás ni duro ni lubricando —comentó Chan sin moverse—. ¿No estás excitado, Innie?

—Estoy cansado —mintió con voz ahogada.

—Cansado —repitió Chan, sin creerle nada—. ¿No quieres otro cachorro? Cuando me deshice de tu bastardo, prometí darte más bebés para que seas feliz.

—¡No lo menciones! —espetó sin poder evitarlo, girándose y lanzándole la almohada.

Chan alcanzó a detener el objeto antes de que golpeara su rostro, sin perder la calma, y Jeongin se espantó más, porque cuando Chan se mantenía tranquilo, significaba que sería peor.

Boca abajo y lubrica como si estuvieras en celo.

No fue un tono alfa suave. Fue imponente, helado, salvaje, diciéndole a su omega, que si no obedecía, iba a matarlo.

Su cuerpo actuó automáticamente, sintiendo como su ano se humedecía ante la orden.

—No, no, no... —susurró en voz baja.

Fóllate con un dedo.

Humillarlo. Denigrarlo. Chan sabía cómo castigarlo para que todo fuera mil veces peor.

Su mano se movió, su dedo índice deslizándose en su interior. No había placer o excitación, sólo terrible obligación.

Usa dos dedos. Ábrete. Gime como una puta.

Un golpe era cuando Chan sólo quería advertirle que se estaba pasando. Obligarlo a cosas como esas, era para decirle que él mandaba allí.

Las lágrimas corrían por su rostro, mientras su boca soltaba sonidos falsos y exagerados, que de seguro no iban a complacer al alfa.

Métete otro dedo —pudo sentir al alfa poniéndose de pie—. ¿Debería hacer que te folles con tu mano, Jeongin? ¿Crees poder soportarlo? —sollozó—. Tu mano o mi pene.

Boqueó en busca de aire, su cabeza dando vueltas, conmocionado mientras su mano trabajaba en su entrada, con sus piernas temblando.

—Tu pene —lloró, sintiendo la sonrisa de superioridad de Chan que debía estar esbozando, porque había ganado.

—¿Ves, Jeonginnie? —dijo Chan, agarrando su muñeca y deteniendo sus torpes movimientos. Poco después, sacó sus dedos de su lubricado ano—. En el fondo, lo deseas —trató de resistirse cuando el alfa llevó su mano húmeda, sucia y con sus propios fluidos, a su boca—. Venga, pruébate.

Lloriqueó cuando se obligó a abrir su boca, a chupar sus propios dedos, a probarse a sí mismo mientras el alfa entraba en su interior, estirándolo, penetrándolo, gimiendo por el placer.

Jeongin separó más sus piernas para que no doliera tanto, con su estómago dando vueltas y su omega interior temblando por el miedo. Con el pasar del tiempo había momentos donde disfrutaba de esos encuentros: era normalmente en sus celos, en los que Chan le trataba mejor, con más cariño, como si fuera un pequeño bebé, y le permitía muchas cosas con tal de complacerlo. Pero esos otros encuentros eran más brutales, más duros, hechos para remarcar quién mandaba allí, quién tenía las riendas de la relación.

—Dilo... —ordenó Chan contra su oído antes de morder sobre su marca, gruñendo.

Jeongin jadeó.

—Te amo —dijo, gimiendo de dolor—, te amo, te amo, te amo...

A pesar de la falsedad, a pesar de la mentira, Chan lo dejó pasar, anudando y eyaculando en su interior.

Minutos después Chan se retiró, pero Jeongin no se movió, humillado por completo, sintiendo como algo frío y pequeño se deslizaba por su ano. Era un pequeño tapón para impedir que el semen saliera de su vientre.

Chan quería un cachorro, así que Jeongin se lo daría, quisiera o no.

—Yo también te amo —dijo Chan, dándole un beso casto en la mejilla, sonriendo.

Quería borrarle la sonrisa de un golpe, pero se limitó a asentir, escondiéndose bajo las mantas y llorando, porque el vacío en su corazón sólo crecía más y más cada día.

Hiyyih y Susu acababan de llegar de la guardería, por lo que estaban jugando en el patio mientras Jeongin terminaba de sacar la maleza, escuchando la risa de los gemelos que se columpiaban entre carcajadas.

—Jeongin.

Se enderezó con esfuerzo, mostrando su vientre hinchado por el embarazo de cinco meses, y le sonrió con suavidad a Jisung, al otro lado de la cerca.

—Hola —saludó, manteniendo sus distancias.

—Te ves radiante —comentó Jisung.

Qué gran y estúpida mentira, ambos lo sabían bien.

Jeongin perdonó a Jisung y Changbin tiempo atrás, cuando comprendió que las acciones de Chan no tenían relación alguna con el hecho de que sus amigos se lo hubieran presentado. Chan simplemente no comprendió lo que era un no por respuesta, ni que había cosas que no podía conseguir por ser un alfa.

Chan podía poseer, podía dominar su cuerpo y su lado omega, pero su corazón... eso Jeongin no iba a entregárselo jamás.

No luego de asesinar a Yongbok.

—Chan dice que el embarazo me sienta bien —contestó como si nada, regando las plantas.

Jisung asintió, bajando la voz al ver a Hiyyih y Susu reírse:

—El otro día estaba ordenando cosas viejas con Seungmin y Hyunjin —dijo Jisung como si nada, tendiéndole unos papeles boca abajo—, y encontramos unos lindos recuerdos.

Jeongin le miró, confundido, acercándose y tomando los papeles. Al voltearlos, sintió como sus ojos se llenaban de lágrimas, pues eran fotografías. Viejas fotografías de Yongbok, con Hyujin y Seungmin, los niños jugando en el patio trasero de la casa de Jisung y riéndose inocentemente mientras eran felices.

Pronto se iba a cumplir el aniversario de muerte de Yongbok.

Y dolía, seguía doliendo tanto como el momento en el que la vida se apagó de los brillantes ojos de su bebé y caía como peso muerto, en tanto él sólo podía llorar, aterrado, inmóvil por la voz alfa ordenándole no moverse. Luego gritó cuando Chan lo agarró de la muñeca y lo llevó a su cuarto, dejando el cadáver sobre–

—Gracias —dijo con voz ahogada, mirando los ojos llorosos de Jisung—, gra... gracias, Jisung, pero...

—¡Papá!

Se espantó y le devolvió las fotografías a Jisung rápidamente, que las agarró, entendiendo con rapidez lo que sucedía.

—Guárdalas —rogó asustado, limpiando sus ojos con furia.

Jisung asintió en silencio.

Se volteó, viendo a Susu siendo elevado por Chan hacia su pecho, contento. Hiyyih lo abrazó por la rodilla y el alfa le revolvió el cabello, por lo que trató de componer una sonrisa falsa en su rostro, una sonrisa de felicidad y tranquilidad.

—Jisung —saludó Chan con tono tenso.

Jisung soltó un bufido, volteándose y marchándose sin decir cosa alguna.

Luego de la muerte de Yongbok, por supuesto, la familia Seo no tardó en alejarse de Chan, pues desaprobaban por completo lo que ocurrió.

—Hola, Chan —saludó Jeongin, inclinándose y dándole un beso pequeño—, ¿cómo te fue hoy?

Chan le miró unos segundos, sin contestar enseguida, pareciendo buscar algo en su rostro. Finalmente, suspiró con cansancio.

—Agotador —dijo—, y tú no deberías esforzarte tanto. No le hará bien al pequeño. Vamos adentro.

Jeongin leyó entre líneas, por supuesto.

No te acerques tanto a Jisung, Jeongin.

Sonrió, siguiendo a Chan hacia el interior de la casa.

—Ah, sabes que yo no soy de quedarme quieto —comentó, cerrando la ventana—. Soy un omega que necesita movimiento.

Chan dejó en el suelo a Jungsu, que no tardó en sentarse junto a su hermana para ver la televisión, y el alfa se ubicó en el sillón, haciéndole un espacio para que se recostara a su lado. Jeongin no dudó en obedecer, dispuesto a tenerlo contento para que Chan estuviera de buen humor. Lo necesitaba de buen humor.

Horas más tarde incluso bromeó con él cuando Chan le habló al bebé, arrullándole con evidente amor, fingiendo contestarle como un niño pequeño y haciéndolo reír.

A veces, a Jeongin le sorprendía eso, la capacidad que tenía para fingir que amaba a Chan, a pesar de la repulsión que sentía en el fondo. Sin embargo, después de tanto tiempo, logró convencerse de mentir y mentir, porque era la única manera de protegerse. Si tenía convencido a Chan de que lo amaba, no le haría daño.

Satisfecho por su comportamiento, Chan se enderezó para ir al baño luego de darle un beso a su panza, feliz de sentir una pequeña patadita.

—¿Channie? —preguntó con timidez, llamando su atención.

El alfa se volteó con una mirada de interrogación.

—¿Qué ocurre, bebé? —dijo contento.

Jeongin mordió su labio inferior.

—Jaewook será nuestro tercer hijo —dijo con cuidado, viendo a Chan mirándole con atención—, y creo que eso está bien, ¿no es así? ¿No crees que deberíamos operarnos?

El mayor parpadeó, enderezándose.

—¿Operarnos? ¿Para qué? —preguntó lentamente.

Tragó saliva, incómodo.

—Para no tener más bebés —dijo como si nada—. Tres está bien. Hiyyih, Sun y Wook, es suficiente para nosotros, y si nos operamos podemos seguir teniendo sexo sin necesidad de–

—Hacer el amor —corrigió Chan, impasible.

Jeongin sintió a su omega sacudiéndose por el pánico.

—... podemos hacer el amor sin tener miedo de tener otro bebé —terminó de decir con la voz temblando.

Chan se tomó su tiempo, pensativo y observando su rostro sin expresión alguna.

‹‹Por favor, por favor, por favor...››, pidió Jeongin a cualquier dios existente.

—¿Cuántos años tienes, Nini? —preguntó Chan.

—Veinticuatro, Chan —contestó enseguida.

—Sí —concedió el alfa—, y un omega es fértil hasta los cincuenta años, ¿no es así?

—Según el promedio, sí, pero existen complicaciones con esos embarazos —respondió con la boca seca.

—Y yo tengo treinta y uno —dijo Chan—, y soy fértil toda mi vida —Chan extendió una mano, acariciándole la mejilla, para luego apretárselas sin delicadeza alguna. Jeongin aguantó el grito de dolor—. Qué cosas dices, Jeonginnie, eres tan divertido.

Lo soltó, haciéndolo jadear.

—Chan... —insistió en voz baja, débil.

—Eres joven —le interrumpió Chan con dureza—, y me darás todos los cachorros que yo quiera hasta que esté satisfecho. Si quiero diez, te follaré las veces necesarias para que me los des, ¿entendido?

Jeongin apretó su mandíbula, furioso.

—Odio estar embarazado —le escupió sin pensarlo.

Chan levantó su mano, pero no lo golpeó.

—Has parido una vez, te acostumbrarás —le soltó.

No, eso Jeongin no iba a permitírselo.

—Tres veces —le gruñó enfurecido—, he tenido parto tres malditas veces. Primero Yongbok, y luego Hiyyih y Sun.

Pudo ver la ira en los ojos del alfa, sin embargo, sabía que no iba a golpearlo. Estaba embarazado, Chan no era idiota, y tenía claro que golpearlo en su estado era difícil. Incluso usar la voz alfa era peligrosa, pues activaba el miedo en el omega, y con miedo era capaz de hacer cosas para protegerse como fuera.

—Lo vuelves a mencionar... —advirtió Chan.

Pero Jeongin estaba iracundo. Por primera vez, en muchos años, sentía la ira corroyendo sus venas, nublando su juicio, volviéndolo loco. Tan loco como esos primeros días después de la muerte de Yongbok.

Ni siquiera tuvo un funeral. Chan no le permitió ver el cuerpo luego de marcarlo, a pesar de todo su llanto, de todo su dolor. Y lo peor no era eso, sino que ni siquiera sabía dónde estaba enterrado. En el cementerio, suponía, pero Chan jamás le permitió ir a dejar flores. Y, muy probablemente, sólo era una tumba sin nombre, para así impedirle que lo buscara.

Chan se encargó de hacer desaparecer cualquier rastro de Yongbok y así sacarlo a la fuerza de su vida. Pero Yongbok lo fue todo para él.

—Yongbok —dijo, saboreando el nombre de su bebé muerto—. Yongbok, Yongbok, ¡Yongbok! ¡Mi Bok, mi Bokkie! —rompió a llorar—. ¡Mi bolita de arroz, mi bebé, mi pequeño ángel! —lo golpeó en el pecho y Chan lo agarró de la muñeca—. ¡Lo mataste, tú, maldito bastardo, lo mataste!

—Jeongin–

—¡Le quebraste el cuello frente a mis ojos apenas pudiste! ¡No pudiste aceptar un maldito, un jodido no! ¡No quería tu marca, no quería casarme contigo, no quería nada de ti, pero no pudiste aceptarlo! —Chan le contemplaba, con enojo brillando en sus ojos, pero seguía en silencio—. Y aún... aún no puedes aceptarlo... —hipó, desconsolado—. Nunca... nunca quise otro alfa, yo... yo estaba bien sólo con él...

—Eres un omega —espetó Chan—, necesitas de un alfa.

—¡Vete a la mierda! —tiró de su brazo y se puso de pie, titubeante—. No te necesito. Jamás te he necesitado —sus ojos estaban llenos de lágrimas—. Te odio. Te odio, hijo de puta, te odio.

—No te atrevas a decirlo otra vez —gruñó Chan.

Lo miró a los ojos.

—¡Te odio! ¡Puedes morirte y yo sería feliz con eso!

Jeongin olvidó lo volátiles que podían ser los alfas.

Antes de darse cuenta, estaba en el suelo con punzante dolor en su mejilla, allí donde Chan lo golpeó con su puño, sin pensarlo un poco. Su omega enloqueció por el miedo, por el pánico.

—¡Mierda! —soltó Chan, bajando su mano—. Mierda, Jeongin —se inclinó con una expresión de pánico en su rostro—. Dios, bebé, lo siento, no quise...

—¡No me toques! —chilló, lleno de miedo mientras se acurrucaba protectoramente sobre su vientre para tratar de proteger al bebé, con su rostro todavía doliendo—. ¡No toques a mi bebé!

Se dio cuenta de que no sólo su mejilla dolía, sino también su nariz. Su nariz, su...

Llevó su mano a ella, notando algo húmedo, caliente y pegajoso, y al mirar sus manos, notó la sangre.

Su vientre dolió y gimoteó.

—Jeonginnie, por favor —balbuceó Chan, asustado—, deja que...

—No —lloró, quebrado—, no, tú... me-me rompiste la... la nariz... —jadeó, el dolor punzante causando que se mareara cuando trató de enderezarse, y sollozó con más fuerza.

—No quise hacerlo —jadeó Chan, dando otro paso, pero quedándose quieto al notar cómo retrocedía—, va-vamos al hospital, bebé, tienen que...

Jeongin bajó la vista y jadeó horrorizado al notar tanta, tanta sangre, ¿cómo podía haber tanta? Si sólo su nariz...

El dolor en su vientre aumentó.

Hipó, horrorizado, con sus piernas pegajosas y húmedas.

Chan pareció tomar una decisión en ese instante al notar lo que estaba ocurriendo, ignorando el grito de odio de Jeongin, y lo agarró por la espalda. Lo levantó en sus brazos, importándole poco si sus manos quedaban manchadas por la sangre. El omega soltó un gemido de dolor, llorando sin control alguno, queriendo golpear a Chan para que lo soltara, para que se alejara, pero desistió cuando el alfa salió del cuarto, bajando las escaleras apresuradamente y cargándolo contra su cuerpo.

Gritó con una nueva punzada de dolor en su estómago, llevando sus manos hacia su vientre, sintiendo a su bebé patear, a Jaewook pateando con fuerza.

Pronto Chan lo metió en el auto, partiendo hacia el hospital, y lo último que escuchó Jeongin fue a Chan rogándole que no cerrara los ojos, que no durmiera, pero Jeongin estaba tan, tan cansado...

Entonces despertó de golpe, aire entrando en su boca, y luces blancas lo obligaron a cerrar otra vez sus ojos, jadeando contra una mascarilla en su rostro.

—Hey, hey, tranquilo —dijo una voz suave a su lado, un toque dulce acariciando su cabello para calmarlo.

Jeongin enfocó sus ojos en el rostro de un amable doctor alfa, que le sonreía con suavidad mientras seguía acariciando su cara, y su mano se movió de forma automática hacia su estómago, pero no había nada.

No podía sentir la curvatura, el bulto.

Aterrado, Jeongin bajó la vista.

—Mi bebé —balbuceó—, dónde está... Jaewook...

—Shhh, calma —murmuró el doctor—, no te alteres, Jeongin.

Quiso volver a hablar, sin embargo, la puerta se abrió y el omega supo quién era antes de que hablara:

—¿Bebé?

Chilló por el terror cuando Chan dio un paso en su dirección, con su lado omega estallando por el pánico, y su rostro dolió cuando se quitó la mascarilla.

—Señor Bang, por favor, le pido que salga —ordenó el doctor duramente, sosteniendo a Jeongin.

—Es mi omega —balbuceó Chan con voz tensa—, yo debería...

—Usted sabe lo peligroso que es que un omega reciba un golpe en el embarazo —espetó el hombre, furioso— y, aun así, lo hizo. No me hable de deberes, ha demostrado ser un alfa horrible para un omega tan joven.

—Mi bebé —lloriqueó Jeongin, derrotado—, mi bebé...

El doctor se giró y lo miró, para luego hablar con dulzura:

—Lo perdió, Jeongin, lo lamento mucho. No pudimos hacer nada.

—¡No! —sollozó—. Mi bebé, mi Jaewook... —soltó un hipido, destrozado, sacudiendo su cabeza—. Quiero a mi... a mi bebé... a mi Yongbok... a mi Jaewook...

—Jeongin, necesito que–

—¡Mis bebés! —miró a Chan con rabia mal contenida, tratando de ponerse de pie para atacarlo—. ¡Los mataste! ¡Tú, asqueroso alfa, los mataste!

—Mi amor...

—¡Te odio! —escupió enfurecido, siendo detenido por el doctor para que no se lanzara sobre él—. ¡Te odio, te odio, te odio!

Lo último que recordó fue a unos guardias sosteniéndolo mientras el triste doctor le inyectaba un calmante en el brazo, con sus ojos llenos de lágrimas, mirando el destrozado rostro de Chan lejos de él.

Jeongin recordaba a la madre de Chan muy bien, aunque casi nunca la veía, porque Chan se encargó de humillarlo frente a ella para demostrar quién tenía el poder en esa relación.

Ese día, Chan lo sacó a la cama por la fuerza, importándole poco si no estaba bañado, y a pesar de sus súplicas, lo llevó desnudo al comedor. Lo agarró del cabello, echándolo sobre la alfombra, a los pies de esa fría y helada mujer.

Chan estaba enfurecido con él, porque pasó una semana y todavía se resistía a él, a sus toques, a su presencia. Jeongin no era capaz de decirle que lo detestaba, que lo odiaba, pues sabía que el alfa sería capaz de romperle los huesos por eso. Pero, aun así, Chan buscaría formas de humillarlo para hacerle saber que ahora estaba en su poder, como en ese momento.

—¿Este es tu omega? —preguntó la mujer con una mueca de disgusto.

Jeongin levantó la vista, quedándose congelado cuando la vio.

Observó a Wheein al lado de la madre de Chan.

La chica –su hermana mayor– le miró con evidente sorpresa, pero su expresión cambió con rapidez a una de indiferencia, fingiendo no conocerlo. Jeongin se sintió tentado de llamarla, pedirle ayuda, pero ¿qué lograría?

Estaba marcado. Le pertenecía a un alfa ahora. No había forma de liberarse.

Y las cosas con Wheein estaban rotas, ella era una desconocida, ¿qué bien haría eso?

—Todavía está de luto —contestó despectivamente Chan—, en mejores condiciones verás lo bonito que es.

La madre de Chan enarcó una ceja.

—¿Lo tienes dominado acaso? —bufó ella, cruzándose de brazos—. Wheein habría sido mejor. Está lista para obedecerte y complacerte en lo que desees, Chan, pero tú...

—Jeongin —gruñó Chan, y el omega se crispó—, enderézate y abre la boca.

No.

No, no, no...

No pudo hacer nada cuando su cuerpo actuó automáticamente, temblando sin control, y obedeció. Sus ojos se agrandaron al observar a Chan abriendo la bragueta de sus pantalones, sacando–

—No, Alfa... —sollozó Jeongin sin control.

Chúpalo —ordenó—, haz que me corra en tu cara de puta.

Lloró con fuerza, pero obedeció.

Tenía que obedecer. Debía obedecer. Su instinto así lo demandaba.

Terminó con el rostro húmedo, pegajoso, pero Chan no lucía contento. La madre de Chan tampoco.

Sólo Wheein se veía pálida, como si fuera a vomitar.

Lubrica —prosiguió Chan—, en cuatro. Levanta tu culo.

Jeongin también quería vomitar.

Terminó derrumbándose cuando el nudo de Chan desapareció, todo sucio, jadeante, sintiendo como el semen del alfa escurría por su ano, por sus piernas, mientras su rostro seguía manchado, y no podía creer que hubiera sido humillado de tan vil forma.

—Así se ve hasta bonito —dijo con desinterés la mujer—. Lo quiero controlado. Si me causa algún problema...

—No te preocupes —Chan se inclinó, revolviéndole el cabello y dándole una bofetada cuando tembló por el miedo—, Jeongin es obediente.

Cerró sus ojos.

—Eres un buen omega —le susurró Chan a su lado—, esto sólo fue una dificultad, bebé, ya verás que...

—Muérete —le murmuró sin mirarlo, observando la pared blanca—. Muérete...

Chan se quedó unos segundos en silencio.

—No digas eso —pidió el alfa con voz suave—, por favor, Nini...

—Eres lo peor... —sollozó, su voz rota—, lo peor que me ha pasado...

Chan pareció querer decir algo más, pero la puerta del cuarto se abrió y la figura enderezada y helada de la madre del alfa apareció.

Jeongin la odiaba.

Sabía que Chan también la odiaba por lo parecidos que eran, pero no le interesaba a él.

—Un aborto —escupió la madre de Chan, mirando al omega en la cama con desprecio—. ¡Un maldito aborto!

—Baja la voz —ordenó Chan.

Jeongin se arrebujó entre las mantas, queriendo desaparecer, con su vientre doliendo por el movimiento y las palabras de la mujer.

—De todas las malditas cosas que podías hacer, tenías que hacerlo abortar —soltó la mujer con desprecio—. ¡Cómo se te ocurre...!

—Fue un accidente —murmuró Chan.

—Un accidente —la mujer se carcajeó, enrabiada—. Van a ponerte una denuncia, la clínica lo hará, ¡te van a quitar a este apestoso omega!

—¡No lo harán! —el tono de Chan se alteró de forma repentina, lo que llamó la atención de Jeongin, que se ocultó bajo las frazadas—. ¡No me lo pueden quitar, es mío!

—¡Lo hiciste abortar! —acusó Hyejin—. ¡Sabes que está prohibido que los alfas hagan abortar a sus omegas! ¡Sabes lo que puede ocurrir si un alfa hace eso con su omega!

—¡No lo hice a propósito!

—¿Es... es verdad eso...? —preguntó Jeongin con voz débil—. ¿Yo no...?

Chan no dijo nada mientras Hyejin observaba al omega, y por primera vez desde que la conocía, Jeongin pareció ver lástima en los ojos de la fría mujer.

—Es una vieja ley, casi nadie la conoce porque, ¿cuál es su necesidad? ¿Qué alfa haría que su omega aborte? —la mujer fulminó con la mirada a Chan—. Está prohibido. Es antinatural. El alfa que le haga ese daño a su omega está condenado a perderlo. Te asignarán a otro alfa o a una casa de acogida.

—¡No lo harán! —le interrumpió Chan, furioso—. ¡Jeongin es mi omega! ¡Lo de Jaewook fue un accidente, Jeongin lo sabe bien! —el alfa lo miró con expresión grave—. Díselo, Nini. ¡Dile que me quieres!

—Te odio —escupió Jeongin.

Antes de darse cuenta, Chan estaba sobre él, agarrándolo de las mejillas, y chilló por el miedo de la situación, con su omega dominándolo completamente.

—Si te vas, Jeongin —amenazó, ignorando los gritos de su madre diciéndole que lo soltara—, ¡mataré a Hiyyih y Sun, te lo juro!

Jeongin sabía que no bromeaba.

Le escupió en el rostro.

—¡Vete al infierno, Bang Chan!

Tuvieron que sacar a Chan a la fuerza del cuarto, mientras el doctor atendía su nariz otra vez rota.

La madre de Chan lo miraba con una expresión de piedra, sin decir nada. Pero, antes de salir, le dirigió la palabra.

—Haré que te trasladen —le dijo lacónica—, a ti y a los cachorros. Saldrás de la vida de mi hijo hoy mismo —observó los papeles que el doctor llevó—. ¿Cuál ha sido el veredicto?

El hombre lo miró.

—Asignado a otro alfa.

Jeongin se sobresaltó, horrorizado.

—No —jadeó—, no, otro alfa... —su voz se llenó de miedo, de dolor—, Hiyyih y Sun...

—Shhh, tranquilo —susurró el doctor—, los jueces harán una excepción al igual que el alfa asignado, pero este caso no saldrá a la luz. Nadie se debe enterar que abortaste, Jeongin, porque los medios no tardarán en aparecer. Te trasladaremos a una nueva ciudad con tus cachorros donde tu nuevo alfa te estará esperando.

—No —sollozó—, no quiero más. No, por favor...

—Será distinto —prometió el doctor—, lo juro.

Jeongin no le creyó.

—¿Mami?

Bajó la vista, mirando al rostro lloroso de Hiyyih, y le limpió los ojos, mientras Jungsu dormía a su lado, acurrucado en su regazo.

—¿Qué ocurre, mi vida? —preguntó, liberando feromonas de amor.

—¿Dónde vamos? —hipó la niña—. No me gusta esto. Volvamos con papá. Estaba tliste.

Dolor estalló en su corazón ante las palabras de Hiyyih, por lo que le acarició el cabello.

Podía sentir tirones de rabia, de ira, de desesperación a través del enlace, con Chan ordenándole que volviera con cada nuevo empuje. Sin embargo, lo ignoraba pues sentía como la intensidad iba disminuyendo a medida que se alejaban. El abogado del hospital conducía a través de la carretera, hacia su nueva casa, sin decir nada.

—No vamos a volver, Hiyyih —le dijo dulcemente—, nos estamos mudando.

Pelo papá...

Jeongin decidió mentir, porque era lo único que hacía bien.

—Papá ya no nos quiere —le dijo, abrazando a Hiyyih—, papá prefiere estar solo.

—No entiendo...

—Nos tenemos a los tres de ahora en adelante —continuó, besándole la mejilla—, y tú debes proteger a tu hermano, así como él te va a proteger a ti. ¿Crees ser capaz de hacerlo, Hiyyih?

La niña mordió su labio inferior, pero asintió.

Dos horas después, llegaron a una parcela bonita e impecable que quedaba a las afueras de Incheon, a unos kilómetros del mar, y Jeongin no bajó mientras el abogado se dirigía hacia la entrada, tocando la puerta.

El alfa que salió era guapo, de eso no tenía duda alguna, y se veía mayor que él, con una sonrisa amable y ojos dulces. Pero Jeongin no confiaba en él, porque todos los alfas eran iguales.

Bajó del auto, dejando a los niños en el interior, pues temía que aquel alfa los asesinara, así como hizo Chan con su Yongbok.

—Ven, Jeongin —pidió el abogado—, te presento a Choi Siwon, tu nuevo alfa.

El alfa le observó con ternura y Jeongin inclinó su cabeza.

—Gracias por aceptarme —dijo con voz monótona—, lamento estar usado, alfa, pero prometo ser bueno.

Siwon parpadeó.

Su voz era cálida y cariñosa, al momento de hablar:

—No me digas alfa, por favor, Jeongin —pidió Siwon—, prefiero que me llames por mi nombre —el mayor miró hacia el auto—. ¿Tus cachorros?

Tembló por el pánico.

—E-ellos...

—Tranquilo, tranquilo —calmó Siwon al notar las feromonas de miedo—, no los tocaré si así lo deseas, Jeongin, ellos son tuyos. Son tus bebés. No les pasará nada.

Mordió su labio inferior y Jeongin volvió al auto, tomando en brazos a una dormida Hiyyih. Susu lo agarró de su mano, somnoliento, y siguiéndolo.

Choi seguía al lado del abogado y se puso de cuclillas ante Sun.

—Ah, que chiquillo más adorable —alabó—, ¿cuál es tu nombre, pequeño?

Sun se escondió detrás de Jeongin.

—Bang Jungsu —dijo el menor.

—¿Y tu dormilona hermana?

—Bang Bahiyyih.

Siwon asintió, complacido.

—Me gustan sus nombres —dijo con aprobación—, pero creo que suena mejor Choi Jungsu y Choi Bahiyyih, ¿no crees?

Jungsu arrugó el ceño, confundido, en tanto Jeongin observaba a Siwon con expresión de sorpresa por sus palabras. Prácticamente acababa de regalarles su apellido a sus hijos, y eso significaba que...

—Los papeles para asignarle los cachorros ya están listo —le dijo el abogado en modo de explicación—, no está registrado que Bang Chan tenga hijos ni un omega —el hombre bajó la voz—. Usted lleva cuatro años con Choi Siwon, ¿entendido?

Su voz estaba ahogada en su garganta.

—Choi Jeongin —agregó Siwon, todavía sin acercarse demasiado a él.

Jeongin temía el momento en que estuvieran a solas y Siwon mostrara su verdadera cara. No podía ser tan bueno como lucía. Los alfas no eran buenos.

—Vamos a comer algo —ofreció Siwon—, fue un viaje largo y de seguro necesitan descansar —una pequeña pausa—. El cuarto de los niños ya está listo, Jeongin.

El omega lo miró con asombro ante sus palabras.

—Segundo piso —le señaló, apuntando a las escaleras—, un cuarto para los dos. Más adelante, podremos ver una habitación para cada uno. Puedes dejarlos durmiendo si así quieres, Jeongin.

Sintió algo apretado en su garganta ante la amabilidad con la que le hablaba el alfa, todavía sin acercarse, y tomó la mano de Jungsu, sacudiendo su cabeza de arriba hacia abajo. Entró a la casa, dirigiéndose a donde ordenó Siwon.

La habitación era bonita, de eso no había duda alguna, con dos camas de plaza y media, color celeste, vista hacia el bosque, amplia y con algunos juguetes. Acostó a Hiyyih y Jungsu en una cama, los dos juntos, para después inclinarse hacia su hijo.

—Estaré abajo —le murmuró—, cerraré por dentro. No abran a menos que sea yo, ¿está bien?

Jungsu asintió.

Salió de la habitación con paso temeroso, sin saber qué hacer, y luego de unos segundos, decidió bajar a la cocina, donde escuchaba al abogado beta junto al alfa conversar con tranquilidad. Se quedó en el umbral, tímido y con la cabeza baja.

—¿Quieres tomar un té? —preguntó Choi, poniéndose de pie.

—Yo... um... Si me lo indica puedo servirme... —balbuceó, acostumbrado siempre a servir en la casa de Chan.

Choi soltó una risa cálida.

—Qué dices, ven, siéntate —le indicó una de las sillas—, ¿azúcar o endulzante?

—Azúcar —contestó, avergonzado.

El abogado le sonrió, tratando de hacerlo agarrar confianza.

—Choi es profesor de universidad —dijo el hombre con tono suave—, enseña economía y estadística.

—Algo aburrido —comentó Siwon, dejando la taza con té frente a él—, pero me deja ganar lo suficiente para tener esta casa. Bueno, eso, y la fortuna de mis padres —el alfa se sentó a su lado—. Jeongin, sé que esto suena apresurado, pero ¿quieres tener más hijos?

Se tensó ante sus palabras. Mordió su labio inferior, observando el líquido frente a él.

—Si usted quiere, alfa, le daré los hijos que quiera —contestó en voz baja.

Hubo un pequeño silencio.

—No fue lo que pregunté —dijo Siwon delicadamente.

Sintió sus ojos llenos de lágrimas.

Yongbok, Jaewook, Jungsu, Bahiyyih...

—Estoy para darle hijos —insistió con voz ahogada.

Otro pequeño momento de silencio.

Siwon suspiró.

—Te lo diré en palabras simples, Jeongin —dijo el alfa—, tengo problemas de fertilidad, por lo que posiblemente no pueda darte un bebé a menos que realmente lo desees. En ese caso, puedo iniciar un tratamiento. Pero sólo si tú quieres.

Levantó la vista con temor, encontrándose con el tranquilo rostro de Siwon, y tragó saliva.

—No quiero bebés. No por... no por ahora —se apresuró a decir.

Siwon asintió comprensivamente.

—Está bien. Estoy seguro de que me llevaré bien con Jungsu y Bahiyyih.

Oírlo hablar así, tan relajado, estuvo a punto de hacerlo llorar.

—Pero es necesaria la marca —dijo el abogado de pronto, llamando la atención de ambos—, Jeongin necesita tu marca.

La marca en su cuello ardió.

Recordó las dos veces anteriores, cuando Hyub lo sostenía del cuello y sus dientes se enterraron con brutalidad mientras seguía embistiendo. Luego a Chab, agarrándolo de las manos para impedirle luchar, anudando, y mordiendo sobre la vieja marca, en tanto él lloraba, desconsolado y adolorido por la violación.

¿Cómo sería ahora con Siwon?

—No —dijo Siwon, interrumpiendo sus pensamientos—, si Jeongin no se siente listo todavía, no lo marcaré.

Jeongin miró al alfa.

—¿Qué? —preguntó.

Siwon se encogió de hombros.

—No te marcaré si no lo deseas —hizo una pequeña pausa—. No quiero que lo sientas como una violación. No quiero que te sientas obligado o aterrado al marcarte.

—Siwon...

—Minhao —suspiró Siwon—, si acepté a Jeongin aquí, fue bajo mis condiciones, no las del gobierno.

Jeongin no quería pensar en esas condiciones.

El abogado no dijo nada, asintiendo.

Una hora después, el hombre dijo que debía marcharse y el omega sintió como los nervios parecían hacerlo vomitar ante la perspectiva de quedarse a solas con el alfa. Sin embargo, Minhao prometió volver en una semana, para verificar que todo estuviera bien.

Una vez a solas, con su maleta en la entrada de la casa, Siwon apareció.

—Venga, te mostraré nuestro cuarto —le dijo Siwon, agarrando la maleta con su ropa y un bolso con útiles personales.

Jeongin no tuvo más remedio que seguirlo.

La habitación matrimonial era enorme, con una cama de dos plazas y un baño privado. Aunque, por el aspecto, se notaba demasiado que sólo dormía una persona allí.

—Puedes acomodar tu ropa en ese armario, te hice un espacio para aquello —dijo Siwon, quedándose un momento en silencio—, puedes también poner las fotografías que desees en tu velador.

Abrió la maleta, encontrándose con la ropa que Jisung tuvo que haber guardado. Lo vio una última vez antes de subir al auto, junto a Changbin, Seungmin y Hyunjin, con los menores despidiéndose con ojos llorosos. Jisung le dio un abrazo fuerte, en tanto Changbin le besaba la mejilla, los dos deseándole suerte.

Cuando llegó al final, rompió a llorar al ver las fotografías de Yongbok.

Siwon no dijo nada al verlo sollozar sin control, agarrando los últimos recuerdos que le quedaban de su Bok y abrazándolos contra su pecho. Lo ayudó, en silencio, a guardar la ropa.

—¿Pu-puedo... —hipó con tono quebrado—, de-dejarla en mi... mi velador? —preguntó, mostrándole la fotografía enmarcada, donde él sostenía a Yongbok contra su pecho, con el bebé riendo sin control y Jeongin besándole la frente.

Los ojos de Siwon se suavizaron.

—Por supuesto que sí, Jeongin.

No dejó de llorar. Una vez comenzó, no pudo detenerse, porque estaba destrozado después de todo lo ocurrido, porque su marca ardía en odio y necesidad, porque se sentía vacío y aterrado, porque su Yongbok estaba muerto y no iba a volver, porque Chan le arrebató lo que más amaba, porque ahora sólo era una cáscara vacía sin sueños y anhelos, porque era un fracaso y sólo un omega triste en el mundo.

Siwon lo arropó en silencio en lo que lloraba sin control, con sus ojos hinchados, su rostro encharcado, y luego apagó las luces. Lo abrazó contra su pecho, soltando hormonas de cariño y calidez que trataban de calmarlo, y lo dejó llorar allí, sin propasarse, sólo abrazándolo amorosamente.

Y, a pesar de todo el llanto, de todo el dolor, Jeongin pudo dormir bien esa primera noche.

Siwon no lo tocó más de lo necesario esos días.

Le hablaba con voz amable y dulce cuando llegaba del trabajo y cenaban juntos, pero parecía tener más contacto con Hiyyih y Sun que con él.

Los niños lo adoraban. Se los ganó cuando, luego de dos días allí, llegó con un cachorro akita al que llamaron Sky, además de que al volver del trabajo siempre les traía un regalo. Luego del tercer día, Jeongin se atrevió a dejarlos solos unos segundos, casi llorando de alivio cuando regresó y vio que Siwon estaba escuchando atentamente lo que Sun le decía, mientras Hiyyih jugaba con Hopi.

Chan nunca les dejó tener un perrito, diciendo que eran sucios y desastrosos.

Ese fin de semana estaban comiendo afuera, en el patio, aprovechando que era verano y hacía calor. Sus hijos adoraban la parcela, pues era grande, enorme, y tenían espacio para correr y gritar.

—¿Po-emos vel a papá? —preguntó Sun cuando Siwon les sirvió pollo.

Jeongin miró al alfa, esperando verlo furioso y enojado, pero Siwon sacudió su cabeza en una negativa amable.

—Me estás viendo, Susu —le dijo con amabilidad—. Yo soy papá.

Sun arrugó las cejas, algo confundido, volteándose a Jeongin.

—¿Mamá? —preguntó.

Sonrió, cortándole la carne en trozos a Hiyyih.

—Sí, él es papá —apoyó.

Ni Sun ni Hiyyih dijeron otra cosa.

Esa noche, mientras se acostaba, Jeongin miró a Siwon.

—¿No te molesta? —preguntó con temor—. ¿No tener tus propios hijos? —su voz se rompió—. Chan se enfurecía si nombraba a Yongbok.

Siwon se recostó en las almohadas, agarrando un libro que solía leer todas las noches.

—Tengo treinta y cinco años, Jeonginnie —le dijo con calma—, y cada omega con el que he estado, se ha echado hacia atrás porque no puedo darles hijos —se encogió de hombros—. Hiyyih y Susu son niños que merecen ser amados y tú eres un omega que necesita algo de tranquilidad. Yo no puedo darte hijos sin un esfuerzo extra, no voy a arrebatarte a tus bebés por un capricho mío que puedo controlar —le tomó la mano, dándole un apretón—. ¿Qué tal si duermes ahora, mi vida?

Jeongin le dio un beso en la mejilla, sorprendiéndose a sí mismo, y se acurrucó al lado de Siwon, dejando que el olor alfa lo relajara.

Un mes después, los niños ya lo llamaban papá, y Jeongin se sentía más feliz que nunca en todos esos años.

Siwon no presionó nunca sobre el tema de la marca, que parecía arder y punzar más cada día, pero ignoraba sin problema alguno. Jeongin sabía que tendría que hacerlo en algún momento, ya que no podía ir a la ciudad diciendo ser el omega de Siwon oliendo a otro alfa, pero tampoco lo consideraba bien urgente. Prefería quedarse solo en la casa, cuidando a los niños, sin nadie que le mirara horrible.

—Tendrás que salir en algún momento —le dijo Siwon, mientras veían películas una tarde con los niños—, para ir a buscarlos a la guardería.

Hizo un puchero inconsciente que Siwon pellizcó.

—¿Pasan buses por aquí cerca? —preguntó algo preocupado.

Siwon le sonrió. A Jeongin le gustaba cuando le sonreía, porque se veía más guapo que nunca.

—Aprenderás a conducir. Te compraré tu propio auto y así los podrás llevar tú.

Le miró, sorprendido.

Chan nunca quiso enseñarle a conducir, pues tenía claro que, si hubiera sabido, habría escapado cualquier día lejos de él.

—Pero... un auto...

—Confío en ti.

Siwon le dio un beso en los labios.

Le gustaban los besos del alfa. Eran dulces, suaves y tiernos, nada demandantes y exigentes, pidiendo permiso para tocarlo.

Jeongin se sorprendió a sí mismo cuando notó que le daría el permiso que quisiera a Siwon, lo que también le asustaba un poco. El temor de que todo se arruinara seguía vivo y latente.

Siwon se alejó, notando un poco el cambio de humor en Jeongin, y le pellizcó la nariz.

—Cuando estés listo —fue lo único que le dijo con tranquilidad.

A pesar del miedo, Jeongin hundió su rostro en el cuello de Siwon y aspiró su aroma relajante.

—Gracias —le murmuró, abrazándolo otra vez.

La mano de Siwon acariciando su nuca envió un ronroneo de placer por su cuerpo. Dios, se sentía tan, tan bien...

Tan protegido, tan amado, tan feliz de tener algo más que golpes y falsas palabras de cariño.

A finales de verano Jeongin se sintió preparado.

Fue cuando comenzó a calcular su celo, sabiendo que la siguiente semana sería, y aunque tenía claro que Siwon no lo tocaría si no quería, Jeongin se encontró deseando que lo hiciera. Sobre todo, cuando esa mañana despertó con su marca ardiendo en señal de necesidad, tirones de dolor y rabia provocando que su cabeza doliera porque no podía manejarlo bien.

El enlace con Chan estaba pudriendo a su omega, a pesar de que estuviera lejos, y sabía que debía solucionarlo pronto.

—¿Má? —preguntó Hiyyih una tarde mientras jugaban en el patio, Hopi persiguiendo a Sun—. Papá es bu-e-no. ¿Pol qué no vinimos aquí antes?

Parpadeó, mirando el rostro inocente de Hiyyih, y le pellizcó la mejilla, haciéndola reír.

—Porque papá estaba preparando este hermoso castillo para nosotros, princesa —le dijo, besándole la punta de la nariz—. ¿No es un bonito lugar para ti?

—¡El mejol! —asintió Hiyyih, elevando sus brazos—. Pelo a veces estlani-o a ese otlo hombe.

Jeongin no tenía que preguntar para saber a quién se refería.

Se obligó a mantener la sonrisa en su rostro.

—Tranquila, hermosa —le dijo, revolviéndole el cabello—, algún día puede que lo vuelvas a ver.

Nunca. Nunca lo verás otra vez, no mientras yo viva, se prometió, enviando a Hiyyih a jugar.

Esa noche, en tanto Siwon se acostaba a su lado, Jeongin salió del baño desnudo. A Jeongin no le gustaba demasiado su cuerpo, lleno de marcas, cicatrices y estrías, pero tampoco era demasiado pudoroso como para ocultarlo del resto. De su alfa.

Notó las pupilas de Siwon dilatándose.

—Jeonginnie... —le dijo con voz suave.

Soltó feromonas de celo.

—Mañana es mi celo —le dijo, subiéndose a la cama—, ¿por qué no me marcas... Alfa?

No fue necesario que lo dijera dos veces.

Jeongin se sorprendió a sí mismo disfrutándolo, con Siwon besándolo dulcemente a medida que se movía contra él, jadeando por el placer de ser tomado, y cuando echó el cuello hacia atrás y los dientes de Siwon se deslizaron en su piel, sintió el éxtasis estallar en su cuerpo, temblando, jadeando, gimiendo...

El enlace siendo roto, en tanto otro le reemplazaba, uno que parecía un bálsamo para su alma herida, para su omega perdido.

Parpadeó, enfocando sus ojos en el rostro tierno de Siwon, y le dio un beso pequeño.

—¿Mejor? —preguntó Siwon contra sus labios.

Asintió, sonriendo con timidez, arrebujándose contra él. Siwon lo arropó amorosamente, despeinándole el cabello, y volvió a sonreír.

Sonrió feliz.

El alfa fue muy bueno durante todo su celo. No sólo se hizo cargo de los niños y no fue a trabajar, sino la forma en la que lo trató, mimándolo, jugueteando con él, nunca con dobles intenciones, sólo pensando en su placer, provocó que su corazón latiera sin control alguno.

Siwon era bueno, era dulce, era tan increíble que se sentía como en un sueño.

—Eres muy bonito —le dijo Siwon cuando su celo estaba terminando—. Eres hermoso, Jeonggie.

Sacudió su cabeza, ocultando su cabeza en el cuello del alfa, respirando su aroma.

—No mientas —le regañó con voz débil por el orgasmo que acababa de tener, con su cuerpo todavía sensible—. No soy un omega lindo.

—¿Qué estás diciendo? —Siwon se movió, volviendo a penetrarlo, y gimoteó—. Eres precioso.

Jeongin le creyó, porque Siwon nunca le mentía. Nunca le había dado motivos para desconfiar de él.

Olvidó esa conversación, demasiado concentrado en no hacer ruido alguno para no despertar a los niños.

Era feliz. Era muy feliz.

Pero no le sorprendió cuando las cosas se arruinaron, porque Jeongin sabía que no era un omega destinado a la felicidad.

Ocurrió un mes después: estaba colgando la ropa en el patio, escuchando las risas de Hiyyih y Sun, cuando su móvil sonó. Observó el número, frunciendo el ceño al darse cuenta de que era Siwon. Tal vez le llamaba para decirle que llegaría tarde a la cena, como ocurría de vez en cuando.

—¿Sí, cariño? —saludó.

—Jeongin —se tensó inmediatamente al escuchar su voz seria—, necesito que agarres a los niños y salgas de la casa. Ahora.

—¿Qué? —preguntó, atónito y sorprendido—. Siwon, ¿qué...?

—Le han perdido el rastro a Chan —contó Siwon, y Jeongin sintió un retorcijón en su estómago—. Desde hace dos días. Le estuvieron vigilando para que no se acercara a ti, pero Minhao me acaba de llamar. Voy camino para allá, pero prefiero que te lleves a los niños a la playa, iré allí directamente, ¿me entiendes?

—Sí, sí, lo haré, sólo–

No pudo hablar más cuando escuchó el grito de Hiyyih.

Se giró bruscamente, su corazón latiendo a mil, y chocó con unos helados, fríos, enfurecidos ojos.

Corta la llamada —ordenó Chan, sosteniendo a Hiyyih de los cabellos, y la niña comenzando a llorar.

Jeongin obedeció, pero más por el temor de que le hiciera algo a Hiyyih que por la voz alfa.

Observó a Chan, su omega alterándose por el terror, el miedo, pero no se movió sabiendo que eso podía enojar más al alfa. Por otro lado... Chan se veía deplorable: su cabello parecía sucio, como paja; su piel estaba más pálida, labios resecos y ojeras enormes enmarcando su guapo rostro. Se veía más delgado que nunca.

—Suéltala, Chan —pidió con voz temblorosa.

No sabía si Siwon llegaría a tiempo, si podría escapar de esa situación, pero sólo quería una cosa: que Chan soltara a Hiyyih.

Jungsu estaba a pasos suyos, sin moverse tampoco, sosteniendo a Sky, que gruñía por el disgusto. Pero el animal era sólo un cachorro, ¿qué daño le haría?

—Aquí te escapaste —escupió Chan—, me dejaste solo, a mí, tu alfa. Tu único alfa. Te abriste de piernas ante otro, dejaste que te tocara, que anudara en ti, cuando sabes bien que me perteneces, Jeongin. Siempre me has pertenecido.

Tembló, mirando el rostro lagrimoso de Hiyyih, jadeando por el dolor de estar siendo sostenida de su pelo.

—Por favor, suéltala —volvió a pedir.

Eso pareció enrabiarlo más.

—¡Y te preocupas más por tus cachorros que por mí! —acusó, agarrando a la niña del cuello, haciéndola llorar más—. ¡Perra!

—¡Chan, Chan! —rogó—. ¡Alfa!

Usar el título pareció calmarlo un poco, y Jeongin sabía lo que debía hacer para salvarle la vida a su niña. A su cachorrita.

Sus ojos se llenaron de lágrimas.

—Vámonos —le dijo a Chan, llamando su atención—, Chan, iré contigo, vámonos de aquí, ¿está bien? Deja a Jungsu y a Bahiyyih, déjalos aquí, y vámonos a otro lugar. ¿Qué tal Japón? —trató de sonreírle—. Te daré más bebés, todos los que quieras, y me quedaré contigo, Alfa, para siempre.

El agarre de Chan alrededor de Hiyyih se aflojó.

Su garganta se apretó.

—Seré bueno, lo juro —prosiguió—, seré un buen omega para ti, te obedeceré en todo sin quejarme y siempre con una sonrisa. Podrás usarme como quieras, Alfa. Alfa, por favor...

Soltó a Bahiyyih y la chica corrió a sus brazos, sin dejar de llorar. Jeongin la envolvió en sus brazos, respirando aceleradamente, pero no pudo disfrutar mucho de ello, porque entonces Chan lo alcanzó, agarrándolo a él de los cabellos.

—¡Mamá! —gritó Jungsu cuando el alfa gruñó.

—Vámonos —ordenó Chan sin su tono alfa, siendo la primera prueba: o me obedeces, o mataré a los niños.

Jeongin iba a llorar.

—Quédense aquí, con Sky —les dijo apresuradamente—, papá llegará pronto y él los va a cuidar —su tono se quebró—. ¿Me entienden?

—Pero...

—Mamá...

—Es una orden —insistió, aguantando el grito de dolor por el tirón de su pelo—, así que háganme caso. Yo... yo volveré más tarde. Los amo. Los amo —les dio un beso a cada uno, viéndolos llorar otra vez—. Los amo.

—Te-te amamos —balbucearon los dos, sin entender nada y apenas comprendiendo lo que estaba ocurriendo.

Jeongin lo prefería así. Prefería que no pudieran saber realmente lo que pasaba.

Los soltó, trastrabillando detrás de Chan, que gruñía como una bestia amenazante, y se obligó a seguirlo fuera de la parcela, sin voltear hacia atrás, sabiendo que sus cachorros los estaban viendo.

—Puta —le gruñía Chan, sin ser amable ni dulce—, zorra abrepiernas. Te lo di todo y así me pagaste...

No dijo nada, porque sabía que sería empeorarlo.

Luego de unos minutos se detuvieron ante una camioneta, subiendo al asiento del copiloto, y Chan partió segundos después, llevándoselo lejos de allí.

Arrebatándole todo una vez más.

Su marca sangraba y sentía que iba a vomitar en cualquier momento, sin embargo, sólo tragó la bilis.

Chan delineaba con un dedo su espalda desnuda, satisfecho, antes de continuar con la curvatura de su culo, acariciando el tapón anal que le puso para que no soltara su esencia.

Para obligarlo a más y más.

—¿Ves? —murmuró Chan, enloquecido pero satisfecho—. Me perteneces. Eres mío, Innie.

Asintió para hacerlo feliz, cansado y agotado.

Creía que Chan querría irse con él enseguida, pero había olvidado que era un alfa. Y como alfa, querría marcar su territorio apenas pudiera. Así que lo llevó a un motel de mala muerte, en otra ciudad, y no tardó en desnudarlo para anudar en él y marcarlo.

Jeongin también olvidó eso otro. Olvidó lo cruel que podía llegar a ser.

Con toda probabilidad debían estar buscándolo, sabía que Siwon no se quedaría tranquilo, aunque si era honesto, la perspectiva tampoco le llenaba de esperanza. Si llegaban a encontrarlo, si eso ocurría... ¿qué pasaría después? Se llevarían a Chan preso, y él quedaría con Siwon, que tendría que marcarlo otra vez.

Otra marca.

Dios, ¿qué tan asqueroso sonaba eso?

Jeongin no quería más marcas. No creía poder soportarlo.

Jeongin quería acabar con todo. Ya no quería más, estaba cansado de todo.

Chan se vistió, poniéndose de pie.

—¿Para dónde vas? —preguntó con voz suave, enderezándose.

El alfa lo miró.

—Iré a comprar algo para comer, vamos a seguir nuestro viaje —contestó Chan, inclinándose y agarrándolo de la mejilla. Aguantó el grito de dolor porque el alfa no sólo lo había violado y marcado, sino también lo golpeó para hacerle pagar su actuar—. Sabes lo que va a ocurrir si sigues escapando de mí, ¿no, Innie?

Asintió apenas.

—Soy tuyo —prometió, aunque la falsedad escapó en sus palabras.

Chan lo notó, dándole una bofetada, pero no lloró.

Luego de tanto, ¿podía seguir llorando?

—Volveré en quince minutos —espetó, agarrando las llaves del cuarto para salir y dejarlo encerrado.

Se puso de pie, quitándose ese tapón que odiaba, sintiendo el semen escurriendo por sus muslos, pero lo ignoró para ir al baño. Observó la tina, echando a correr el agua, para luego agarrar la botella de cerveza que Chan consumió antes de follarlo.

Qué idiota era Chan. ¿Acaso no sabía que cuando uno le arrebataba todo a una persona, ya no tenía nada por lo que seguir luchando?

Jungsu y Bahiyyih estarían bien con Siwon, Jeongin confiaba en eso.

Él, ahora, sólo quería cerrar sus ojos para siempre y soñar con su Yongbok.

Golpeó la botella contra el lavamanos, vidrio cayendo al suelo, pero poco le importó cuando caminó a la bañera, sus pies haciéndose heridas al pisarlo. Una vez ingresó al agua, observó casi ajeno cómo enrojecía por la sangre, y miró el techo un instante.

Jeongin no le entregaría nada más a Chan, no luego de todo lo que hizo, no luego de haberlo destruido a su antojo. Se iba a librar de él como fuera, aunque eso significara su muerte, porque ya no tenía nada más que hacer en ese mundo.

Se hundió en el agua, abriendo sus ojos bajo esta, quedándose un instante mientras buscaba el valor para lo que haría a continuación.

Salió a la superficie, con su rostro empapado, y agarró la botella rota.

Tenía que hacerlo antes de que Chan llegara, ya que sabía que lo iba a detener y, con toda probabilidad, a darle una paliza nueva.

Estaba tan, tan cansado...

La sangre salió a borbotones de su brazo izquierdo cuando pasó el vidrio por su piel, pero aguantó el gemido de dolor. No era el peor dolor que había experimentado, no, ese lugar lo tenía cuando vio y sintió a Yongbok morir.

Recordar el crack, el cuerpo quedándose quieto, el grito apagándose y una parte suya muriendo, hizo que presionara con más fuerza.

Sintió el primer tirón por parte de su enlace. Chan tuvo que haberlo sentido.

¿Qué está pasando? Innie, ¿qué estás haciendo?, casi podía escuchar.

Pero no contestó.

Su mano izquierda temblaba al tratar de sostener la botella, sin fuerza alguna mientras la sangre escurría por su piel, abierta, y se sentía mareado de pronto. Nunca le gustó la sangre, pero en ese momento, la encontraba casi hermosa.

Repitió la acción con su brazo derecho, pero el corte fue irregular gracias a que no podía agarrarlo bien, aunque tampoco le importó.

Comenzó a deslizarse dentro del agua, su marca ardiendo, con puntos negros en su visión.

El dolor se estaba yendo, el dolor fluía y desaparecía, el peso sobre sus hombros comenzando a desvanecerse a poco. Podía sentir cómo volvía a respirar con calma, como su piel se limpiaba, y lloró.

Lloró porque ya no había cansancio, ni sufrimiento, ni miedo.

Sólo había nada, y eso era suficiente para él.

¿Mami?

Jeongin fue feliz.

Gracias por leer.

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