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✧⁠◝ Extra 3

Extra 3: La boda.


A Jeongin le gustaba mucho cuando Chan jadeaba sobre él, con sus manos agarrándolo de la cintura, y el placer terminaba de recorrer su cuerpo.

—Dios, Innie —murmuró Chan, jadeando—, por dios, ¿estás ya satisfecho?

—No —se rio el omega, soltando un maullido bajo por el esperma llenándolo. No es como si se preocupara de quedar embarazado otra vez, pues ambos se habían operado, después del nacimiento de Jaewook, para no tener más hijos—, más, más...

Chan gimió, cansado y agotado. Era increíble, pero a pesar de sus celos, Jeongin seguía actuando como un cachorrito necesitado de atención y mimos. Aun con treinta y siete años, sus celos seguían fuertes y salvajes. Chan ya no tenía las fuerzas para manejarlo.

Para su propia fortuna, el omega pareció quedar satisfecho por el momento. Mientras se acomodaba para dormir a su lado, prendió la televisión y puso una película con la que entretenerse hasta caer dormido.

—... boda... —escuchó que murmuró Jeongin, y Chan le dirigió una mirada antes de voltearse a la película, una historia de humor romántico en donde los protagonistas se estaban casando—, boda...

—¿Pasa algo, bebé? —le preguntó, bajando el volumen de la televisión.

Jeongin lo miró con sus ojos brillando. Parecía un poco risueño, probablemente por el orgasmo, y a Chan se le hacía muy bonito con esa expresión.

—Boda, boda —repitió, cantarín—, una boda para mí...

—¿Innie? —Chan parpadeó, desconcertado—. Mi bebé, ¿quieres una boda?

—¡Sí! —Jeongin se rio, antes de bostezar—. Boda para los dos...

Chan no preguntó más, pues Jeongin lo abrazó y cerró sus ojos para dormir, usándolo como su peluche personal, como hacía siempre en las noches. A Jeongin le gustaba mucho eso, abrazarlo con fuerza y acurrucarse a su lado, y Chan jamás ponía reparos para eso.

Volvió su vista a la televisión, pensativo, mientras comenzaba a acariciar el cabello del omega y oía sus ruiditos de gusto.

La verdad sea dicha... Cuando ellos retomaron su vida juntos, en mitad del embarazo de los trillizos, Chan le preguntó a Jeongin si quería casarse con él en una ceremonia sobria en el Registro Civil. El omega lo pensó un momento antes de negarse, diciendo que no era necesario un matrimonio entre ellos, pues consideraba que todo lo que vivieron juntos era más significativo que una boda. Chan jamás volvió a preguntar y Jeongin no sacó ese tema a colación otra vez.

Sin embargo, no pudo evitarlo, y pensó también en ese dulce y alegre omega que conoció. Lo ilusionado que parecía por tener una boda, como se hizo cargo de los preparativos y la forma en que organizó todo. Por supuesto, esos planes se vieron arruinados por todo lo que ocurrió después, pero... ¿pero no era injusto que Jeongin nunca hubiera tenido su boda soñada?

Una boda íntima, con sus más cercanos, en el estanque Anapji. Cuando se lo propuso ese día de años atrás, Jeongin casi se puso a llorar de la felicidad. Tal vez...

Decidió pedirle ayuda a Yongbok cuando el celo pasó y todo volvió a la normalidad. Su hijo mayor estaba en la universidad a esas alturas, ya no vivía con ellos, pero seguía pasándose de vez en cuando. Los trillizos acababan de cumplir, además, los cuatro años unos meses atrás, mientras que Jaewook tenía ya un año y medio.

El fin de semana, Yongbok fue a comer con ellos. Hyunjin y Seungmin no pudieron ir, pues el alfa se encontraba trabajando, mientras que el omega se hallaba preparando su trabajo de tesis.

Aprovechando que Jeongin se encontraba acostando a Jaewook, mientras los trillizos jugaban en el patio, Chan le preguntó a Yongbok.

—¿Qué opinas de una boda?

Yongbok se atragantó con su bebida.

—¿Papá? —farfulló—. Oh, no me digas que quieres casarme con los chicos, eso es...

—Claro que no, no seas idiota —bufó Chan, rodando los ojos—. Que me case con tu mamá. ¿Crees que eso le pondría feliz?

Yongbok parpadeó un momento, todavía algo desorientado con las palabras de su padre.

—Pensé que ustedes estaban bien con lo que tenían —dijo, rascando su nuca.

—Yo también lo pensé —contestó Chan, encogiéndose de hombros—, pero mientras más lo recuerdo, se viene a mi mente lo feliz que se veía Jeongin con tener una boda. Él... —bajó su voz un momento—, sé que no te gusta que hablemos de su antiguo alfa, pero tu madre no pudo decidir nada en ese momento, Yongbok. Y Jeongin siempre fue muy romántico, en el fondo.

—¿De qué hablan?

Los dos se sobresaltaron cuando escucharon al omega, saliendo por el ventanal que daba al patio trasero. Venía con una sonrisa satisfecha por haber hecho dormir sin problema a su hijo menor, y se volteó a ver a los trillizos. Yeon y Hiyyih estaban en el sube y baja, mientras Sun se columpiaba.

—Mamá, ¿puedes creer que el otro día encontré a Seungmin llorando mientras veía un programa de bodas? —contestó Yongbok—. Dijo que quería una boda así de grande...

Chan bebió de su cerveza. Jeongin miró a Yongbok con reprobación.

—No seas malo con Seung —le regañó—, una boda es muy especial para los omegas.

—¿De verdad? —dijo Yongbok, todavía sin lucir convencido.

—Claro —los ojos de Jeongin brillaron—. Cuando era más joven, me habría gustado tener una boda grande, ¿cómo se llamaba ese lugar, Channie?

—El estanque Anapji —respondió Chan, tranquilo.

—¡Ah, sí! Una marca es importante, pero una boda... —una sonrisa bailó en sus labios—. Una boda es formalizarlo todo, y más si Seungmin puede planificarlo, que fuera a su propio gusto. Cuando me casé con Hyub... —Chan y Yongbok gruñeron ante la mención de ese alfa, pero Jeongin lo ignoró—, ni siquiera me dejó escoger mi traje. Fue tan triste...

Se interrumpió a sí mismo cuando vio a Jungsu caerse del columpio. Casi de forma inmediata corrió hacia él, escuchando el llanto del cachorro y tomándolo en brazos para consolarlo. Yeon y Hiyyih también corrieron hacia él, y abrazaron a Jeongin por las piernas.

—Dale la boda —dijo Yongbok, antes de ponerse de pie para ir donde sus hermanos.

Chan lo decidió. Le daría una gran boda a Jeongin.

Aunque, cuando llegó el día de hacerlo, comenzó a sudar de los nervios.

¿Y qué tal si Jeongin lo rechazaba? Chan no iba a terminar con él o algo así, ¡pero le rompería un poco el corazón! Las últimas semanas se estuvo ilusionando demasiado con la posibilidad de casarse con Jeongin, y fue como retrocediera casi veinte años atrás, cuando le conoció y se lo propuso. Con la manera en que decidieron organizar todo, ir a probarse los trajes, elegir la comida, a los invitados, y la noche de bodas...

Chan decidió que coincidiría con el día en que también se lo propuso por primera vez a Jeongin. Lo recordaba con mucha claridad: era el uno de abril, con la llegada de la primavera. Decidieron, unos años atrás, que ese día sería su aniversario también, por lo mismo, no fue extraño que salieran a cenar a un restaurante a orillas del mar. Era uno de los favoritos de Jeongin.

La velada transcurrió con calma, con Jeongin sin sospechar nada. El omega se veía deslumbrante esa noche, sin poder borrar la sonrisa de su rostro y cuando llegó el postre, Chan decidió ser valiente.

Por último, si lo rechazaba, no sería en público. Chan reservó una mesa privada, separada del resto.

—In —le dijo, llamando su atención del helado que se comía—. Necesito preguntarte algo serio.

—Oh —el omega parpadeó, antes de poner una expresión de reprobación—. No me digas que quieres más hijos.

—¿Qué? —tartamudeó Chan, sorprendido—. ¿Por qué crees eso?

—¿Crees que no te conozco? —atacó Jeongin—. ¡Has estado más callado que de costumbre y te comportas muy raro!

—Claro que no quiero otro niño —bufó Chan—. Suficiente tengo con los cachorros, que ya me quitan tu atención.

Jeongin sonrió ante el descaro de Chan. Luego del nacimiento de Jaewook, decidieron operarse para evitar un nuevo embarazo. Querían seguir disfrutando de su vida sexual sin la necesidad de preocuparse de un nuevo niño.

—Entonces, ¿qué pasa?

Chan titubeó un momento.

—Te acuerdas... —comenzó, tratando de agarrar valentía—, Innie, ¿qué estamos celebrando hoy?

—¡El habernos conocido, claro! —Jeongin se rio—. ¿Qué sería de mi vida sin ti, Channie?

Sin poder evitarlo, se relajó al escuchar esa pregunta dulce realizada por el omega. Si Jeongin rechazaba o no la boda, daba lo mismo. Ellos se amaban y eso era suficiente para los dos.

—Pero más específicamente, hace diecinueve años...

—¡Me pediste matrimonio! —contestó Jeongin, comiendo más de su helado—. Lo hiciste en la pista de hielo, mientras Yongbok jugaba y... Chan, ¿qué haces?

A medida que su pareja hablaba, Chan se levantó de la mesa y se arrodilló en el suelo, sacando una cajita pequeña y abriéndola ante Jeongin, que enmudeció.

—Yang Jeongin —le dijo, tranquilo y amoroso—, ¿me harías el honor de casarte conmigo?

Jeongin se atoró con el helado. Pobrecito. Casi se quedó sin marido antes de tiempo.

—¿Ca... sar... me...? —farfulló Jeongin, todavía algo trapicado—. ¿De qué... de qué hablas?

—Una boda para los dos —dijo, y fue como si viera a Jeongin otra vez diciéndole eso, soñador—. Una boda para ti —Chan le agarró la mano, dándole un beso en los nudillos—. ¿Quieres casarte conmigo?

Jeongin miró para todos lados, como si estuviera pensando que era una broma de Chan. Casi esperaba que Yongbok cayera de la lámpara de araña colgada en el techo, gritando "¡sorpresa!". Sin embargo, pasados unos segundos, eso no ocurrió y volvió a mirar a su alfa, que esperaba una respuesta con dulce paciencia.

—¿Estás hablando en serio? —preguntó, y su voz salió un poco ahogada.

—Claro —Chan no soltó su mano—, pero si no quieres...

Jeongin ni siquiera lo pensó.

—¡Sí, sí quiero! —gritó, y Chan también se sobresaltó ante sus palabras—. Sí, sí...

—Innie, ¿de verdad...?

Ya sin poder resistirlo un poco más, Jeongin se puso a llorar, recién comprendiendo lo que acababa de pasar. Fue como cuando se enteró de que estaba embarazado de los mellizos, una sorpresa tan grande que el shock inicial le impidió reaccionar bien. Sin embargo, ahora entendiendo esas palabras, fue como si una llave en su interior girara y diera paso a un llanto de alegría y sorpresa.

—¡Sí, claro que sí! —repitió, y lo abrazó—. Sí, sí, ¡siempre sí!

Chan le devolvió el abrazo, tan sorprendido y conmovido, pero sonriendo también por las palabras de su pareja. De su futuro esposo.

Bang Jeongin. Qué bonito sonaba eso.

Decidieron fijar la boda para el mismo día en que iban a casarse la primera vez, el 13 de junio, en los últimos días de la primavera. Cuando Chan le contó a Jeongin que reservó el estanque Anapji, lo hizo llorar otra vez como un bebé.

—Es que no puedo creerlo —le dijo Jeongin, sonando su nariz—, no puedo creer lo feliz que soy en este momento, Chan...

—Te haré mil veces más feliz —le prometió Chan, dándole un suave beso en los labios—, un millón de veces más feliz, mi bonito y precioso Innie.

Eso le provocó más llanto.

Yongbok no tardó en enterarse y felicitarlo, preguntando si podía ser el padrino. Sin embargo, al enterarse de que eso significaría pagar muchas cosas, decidió no hacerlo. Finalmente, le preguntaron a Jisung si quería serlo, y el beta aceptó con mucho gusto.

Decidieron que Jaewook llevaría el anillo, mientras que los trillizos serían los niños de las flores.

—¿Y qué haré yo? —reclamó Yongbok, a punto de hacer una pataleta.

—Llevar a tu mamá al altar, por supuesto —bufó Chan, rodando los ojos. Yongbok gritó de la emoción—. Así, me lo entregarás por completo a mí y ya no te pertenecerá ni un poco.

Yongbok pegó el grito al cielo. Jeongin regañó a Chan. Chan no se veía ni un poco arrepentido de sus palabras.

—¿Qué opinas de que las invitaciones sean de color coral? —le preguntó Jeongin en una de las noches, acostados en la cama.

El alfa miró al menor. Jeongin, tan entusiasmado por la boda, parecía tener otra vez veinte años y se emocionaba por cualquier cosa que le llamara la atención. En un inicio, pensó que harían algo pequeño, nada demasiado llamativo, pero Jeongin se iba animando más y más, y Chan no tenía corazón para decirle que no a algo.

Le gustaba ver el rostro sonriente e iluminado de su omega. Y si para tenerlo así de hermoso significaba hacer una boda un poco más grande, pues no importaba.

—¿Qué tal negras y con letras doradas? —dijo Chan.

—¿Negras? —Jeongin lo pensó un momento—. Oh, está bien. Te dejaré elegir esto a ti.

—¿Y qué más podré elegir?

—¡Nada! —el menor se rió—. No, ¡quiero que la boda sea colorida! Con flores de colores pasteles y un enorme sol brillando sobre nosotros y... y...

Jeongin no pudo continuar, porque de pronto los labios de Chan se posaron en su cuello, comenzando a besarlo.

—Está bien —le gruñó el alfa—, pero quiero algo a cambio.

—¿Y qué le gustaría, doctor Bang? —se burló Jeongin, echando a un lado la revista y dejándose envolver por el aroma de su alfa.

—Comerme la boquita de fresa del futuro señor Bang —contestó Chan, y Jeongin se rio.

Luego, vino escoger los trajes de novios. Decidieron irse por los clásicos, sin demasiada pomposidad: Chan iría de negro y Jeongin de blanco.

—¿Puedo llevar un velo? —preguntó el omega.

—Claro que sí —aceptó Chan—. Te verás precioso con una corona de flores sobre tus cabellos, bebé.

El halago provocó, sorpresivamente, el rubor de Jeongin. Chan parecía atónito por ese gesto, pero el menor sólo le dio un beso en la mejilla.

—Te amo —le aseguró, suspirando por la felicidad.

—Yo te amo más —contestó el alfa.

El día de la boda hizo un precioso cielo despejado de nubes, por lo que se instaló un gran toldo blanco para cubrir al público, mientras que la boda se realizaría en uno de los pabellones cercanos al agua. Eran cerca de cincuenta invitados, entre los que estaban no sólo los amigos de Jeongin de China, sino también sus viejos compañeros de la escuela nocturna que iban a ir a la primera boda: Ahin, Jennie y Lisa, con quienes se reencontró cuando se instaló en Corea. Chan, por otro lado, invitó también a muchos de sus amigos en la clínica en la que trabajaba.

Yongsun se encontraba ayudando a su papá para la boda, arreglándole el corbatín.

—¿Estás muy nervioso, papá? —preguntó su hija, que tenía casi dieciocho y se encontraba en su último año escolar.

—No te imaginas cuánto —farfulló el hombre, limpiándose el sudor de su frente—. ¿Y si Jeongin me deja planteado, cariño? ¿Si no llega?

—¡Papá! —Yongsun se rio—. De cualquier otro omega lo podría esperar, ¡pero menos del tío Jeongin! Sería un verdadero idiota si te dejara luego de todo lo que han pasado.

Chan también se rio, sacudiendo su cabeza mientras veía a su hija, deslumbrante ante él. Con el pasar de los años, Yongsun se convirtió en una omega muy atractiva, así que espantaba a cualquier pretendiente que se le acercara.

—¿Estás feliz con esto? —le preguntó, poniéndose serio—. Sé que el tema de Wheein es difícil para ti, cariño.

Yongsun puso una expresión un poco triste.

—Durante mucho tiempo, cuando era más pequeña, deseé que marcaras a mamá y tuvieran una vida matrimonial típica —concedió la chica—, pero sé que nunca la amaste. Mamá cometió errores imperdonables contigo que no sólo arruinaron la vida de tío Jeongin, sino que también te hicieron muy miserable a ti, papá —ella le besó la mejilla—. Estoy muy feliz de que hayas encontrado a tío Jeongin y tengan este bonito momento para ustedes. Te mereces toda la felicidad del mundo, papá.

Esas palabras casi le hicieron llorar por la emoción, porque a pesar de no compartir sangre con Yongsun, ella era su hija y nunca admitiría lo contrario. Era su pequeña niña que le hizo feliz dentro de todo su dolor.

Mientras eso ocurría, Yongbok estaba con Jeongin, que parecía a punto de tener una crisis frente al espejo.

—"Sí, acepto" —farfulló, haciendo un mohín—. Yongbok, esto no va a funcionar.

—Mamá —dijo el chico con paciencia—, es sencillo, no debes complicarte demasiado.

—¡Pero estoy muy nervioso! —lloriqueó Jeongin, y Seungmin apareció con el velo—. ¿No me veré muy ridículo con eso? Ya estoy un poco viejo y...

—¡Qué dice, tío Innie! —dijo Seungmin—. Se verá más que perfecto con esto.

El mayor dejó que el omega le acomodara la bonita corona de flores en la cabeza antes de dejar caer el velo sobre su rostro. Yongbok, en su traje azul, sonrió con entusiasmo.

—¡Oh, mamá, no llores! —gritó Yongbok, alarmado—. Papá sabrá que estás llorando ¡y se enfadará conmigo!

Jeongin soltó una risa rota, dejándose caer en la silla mientras sollozaba. Seungmin le dio un empujón a Yongbok para que fuera a consolarlo, saliendo de allí con rapidez, y Yongbok abrazó a su mamá.

—Estoy tan... tan feliz, Bokkie —hipó Jeongin, sorbiendo por su nariz—. Yo nunca... nunca creí que iba a... a volver a casarme y esto...

—Por fin papá hizo algo bien —bufó Yongbok, arrancándole una risa a Jeongin.

—Es sólo que... que creo que este es uno de los días más felices de mi vida y... y no quiero que termine jamás...

—¿Cuál es el día más feliz de tu vida, mamá?

—Cuando te tuve a ti —confesó Jeongin, y ahora Yongbok casi se puso a llorar—. Tu fuiste la primera gran felicidad que tuve dentro de mi vida.

Yongbok lo abrazó, tratando de aguantar las lágrimas, y dejó que Jeongin llorara unos minutos más.

Una vez logró calmarse lo suficiente, Yongbok le dio un beso en las mejillas.

—Vamos, mamá —le dijo—, vamos a hacer que este día sea más feliz para ti.

Casi estuvo a punto de llorar otra vez, pero logró controlarse lo suficiente para no hacerlo. No quería ir a su boda con los ojos hinchados y la nariz colorada.

Chan, ya en el altar, no podía más con los nervios. Jisung y él estaban medio discutiendo, pues Chan le estaba prohibiendo decir chistes cuando diera su discurso, mientras que Jisung bufaba, diciendo que no podía obligarlo.

A punto estaba el alfa de darle un golpe cuando Hyunjin apareció.

—¡Ahí viene el noviooooooo! —dijo, saltando en su lugar.

De forma inmediata, la pequeña orquesta comenzó a tocar la marcha nupcial. Jisung le dio un último regaño a Chan, volviendo a su lugar junto a Changbin, y en ese momento aparecieron Yeon y Sun con sus canastitos, lanzando flores por todo el camino. Detrás de ellos, varios pasos más atrás, iba Hiyyih al lado de Jaewook, con el pequeño niño llevando un cojín con ambos anillos.

Chan le dio un beso a cada uno cuando llegaron al altar, con su corazón latiendo a mil. Los cuatro niños le abrazaron con fuerza, viéndose muy felices y emocionados. Cuando abrazó por último a Jaewook y lo dejó en el suelo, levantó la vista.

Y, en ese momento, fue cuando Jeongin apareció del brazo de Yongbok. Los ojos de Chan fueron enseguida a su omega, suavizándose por la emoción. A pesar de haberlo visto antes con el traje, nada lo preparó para el momento en el que su omega entró al lugar con ese bonito y deslumbrante traje blanco, con una corona de flores en su cabeza y por la que caía un velo que ocultaba su rostro. En sus manos, llevaba un bonito ramo.

A su lado, Yongbok iba elegante con un traje negro, y todas las miradas estaban puestas en ellos. Sabía, sin necesidad de mirarlo a la cara, que Jeongin iba con una gran sonrisa en su rostro, esa preciosa sonrisa de corazón que lo volvía loco. Cada vez que Jeongin le sonreía de esa forma, sabía que todo valió la pena.

Pronto, el omega llegó hacia ellos. Yongbok le dirigió una mirada de advertencia a su papá, como diciéndole ‹‹no te creas, mami sigue siendo mía››, y Chan quería sacarle la lengua por su atrevimiento. Sin embargo, sabía que Jeongin le golpearía si hacía eso, y no quería arruinar ese momento íntimo entre ellos.

Agarró las manos de Jeongin, que no dejó de sostener el ramo, y el juez comenzó a parlotear sobre lo bonito del matrimonio. Ninguno de los dos era religioso, pero decidieron contratar a un juez del registro civil que era católico. No querían una boda tan corta, a pesar de todo.

Chan podía percibir, a través del velo, los ojos lagrimosos de Jeongin. Sabía que su omega, a pesar de todo, era particularmente sensible, en especial con las cosas referidas a su pasado. A ese pasado juvenil que fue un infierno para él, siendo echado de casa, teniendo que mendigar y siendo tomado a la fuerza por un alfa que se encaprichó con él. Chan sabía que no podía borrar ese pasado, pero quería reemplazar todas esas cosas malas por buenos recuerdos. Cambiar esa boda horrible que recibió, por la que él mereció en todo momento.

Entonces, llegó el momento que los dos tanto estaban esperando. El momento de sus votos.

—Yo, Bang Chan —habló el alfa, dándole un suave apretón a las manos de Jeongin—, te recibo a ti, Yang Jeongin, como mi bonito y tierno esposo —el omega se rió, recibiendo la alianza en su dedo—, para tenerte y protegerte de hoy en adelante, para bien y para mal, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, para amarte y cuidarte... —el alfa le sonrió con cariño—, y ni siquiera la muerte podrá separarnos, mi amor.

Pudo escucharlo sorber por su nariz en clara señal de que estaba llorando, y Chan sólo quería besarlo, besarlo hasta hacerlo reír, hasta que todo el dolor que Jeongin sintió alguna vez desapareciera para siempre.

—Yo, Yang Jeongin... —tartamudeó el menor, con la voz temblorosa—, te acepto a ti, Bang Chan, como mi amado y perfecto marido, para velar y protegerte de hoy y hasta siempre, para bien y para mal, en la riqueza y la pobreza, en la salud y la enfermedad —el omega volvió a sorber por su nariz, poniendo el anillo en el dedo de Chan—, para amarte y cuidarte, y nunca nos vamos a separar, ni siquiera cuando la muerte llegue.

El juez les pidió firmar las actas de matrimonio, y una vez hecho, volvieron a mirarse.

—Pueden besarse —anunció el beta.

Chan levantó el velo de Jeongin, observando el bonito rostro lloroso de su esposo, y ambos se dieron un beso dulce y tierno, lleno de todo el amor que sentían por el otro. Se dieron uno tras otro, hasta que Yongbok rabió, y sólo recién ahí se separaron entre risas.

El alfa no se dio cuenta hasta entonces, pero estaba también un poco lloroso, y no sentía vergüenza alguna.

—¡Qué vivan los novios! —gritó Changbin.

El resto del público gritó también, y ambos se agarraron de las manos antes de salir por el pasillo. La gente les comenzó a lanzar arroz y flores, y ellos no podían dejar de reír, tan felices por ese momento que construyeron.

Decidieron hacer la fiesta de bodas en ese mismo lugar, en un salón de eventos que estaba habilitado allí. Bailaron el vals inicial, antes de que Yongbok apareciera y quisiera bailar con Jeongin. El omega abrazó a su hijo con todo el amor del mundo.

—Mamá —dijo el chico—, te ves tan feliz...

—Soy feliz —aceptó Jeongin, besándole la mejilla—, tan feliz como no se lo imaginan.

Yongbok le dio un fuerte abrazo, sintiéndose tranquilo por eso. Si bien se la pasaba discutiendo con su papá por la atención de Jeongin, él sabía que Chan amaba a su mamá con todo el amor del mundo. No debía preocuparse de que fuera a resultar dañado, eso era lo más seguro que tenía claro.

Después vinieron los discursos. Jisung hizo uno lleno de chistes de padres, que casi terminan con el pobre beta recibiendo un tenedor en su cabeza por parte de Chan. Song hizo uno a favor de Jeongin, recalcando todos sus atractivos y prometiendo que, si Chan lo hacía llorar, lo mataría.

Al final, partieron el bonito pastel que Jisung les regaló, y después volvieron a bailar. Para la medianoche, ambos ya se sentían embriagados no sólo por el alcohol, sino también por el amor y las miraditas que se lanzaron durante la fiesta. A pesar de la edad, su apetito sexual no parecía disminuir ni un poco, y los dos lo disfrutaban a más no poder.

—Deben irse pronto también —le decía Jeongin a Yongbok, mientras Chan le esperaba para que se marcharan—, los cachorros ya están cansaditos...

Una mentirita. El único que estaba durmiendo era Jaewook, acostado entre dos sillas y con un abrigo encima, con Yongsun vigilándolo. Los trillizos estaban corriendo entre las personas, jugando con otros niños y llenos de energía.

—No te preocupes, mamá —le decía Yongbok.

—¿Nos podemos ir? —gritó Chan—. Yongbok, deja de hacer que Jeongin pierda el tiempo contigo, ¡ya no es tuyo!

Jeongin se rió ante esas palabras y Yongbok se le colgó, gritando de forma escandalosa.

Al final, Seungmin tuvo que aparecer para llevarse a Yongbok a la fuerza, evitando que Chan cometiera un crimen de odio. No tardaron en subir al auto, dándose un nuevo beso en el interior.

El alfa condujo hacia un hotel. Pasarían la noche allí, y luego, en la mañana, partirían hacia Grecia como luna de miel.

Llegaron en menos de veinte minutos. Ya, a esas alturas, a penas podían conservar la postura, y entre salvajes y calientes besos entraron al hotel. Chan recibió las llaves, sintiendo los besos de Jeongin en su cuello, y en el ascensor volvieron a comerse la boca. Cuando entraron a la habitación, las ropas no tardaron en caer al suelo.

Chan gruñó al ver el bonito encaje en la piel de Jeongin, y la ropa interior del pobre omega fue destrozada casi con los dientes del alfa. Entre risas y gemidos, el menor se abrió de piernas, ya listo y húmedo para recibir a su pareja. A su esposo.

Chan se enterró dentro de él con facilidad, gimiendo guturalmente. Jeongin le agarró la mano izquierda, dándole un apretón, y el alfa observó los anillos brillando en sus dedos.

Era la segunda imagen más bonita de toda la boda. La primera, era Jeongin ante él, en ese instante, todo sudoroso y con la piel ruborizada, sus ojos llorosos y la boca entreabierta en un jadeo sonoro.

—¿Sabes? —gruñó Chan, agarrando a Jeongin de las caderas y comenzando a embestirlo—. Necesito renovar mi colección.

Los ojos del omega revolotearon, perdido en el placer, apenas consciente de las palabras de Chan.

—¿Re-renovaaaaaaaaaaah? —gimió Jeongin, recibiendo un nuevo empuje contra su próstata.

—Sí, mi colección de porno casero contigo —masculló Chan, y Jeongin rió de forma escandalosa, antes de chillar por las penetradas.

El orgasmo no tardó en llegar en ellos, casi de forma coordinada. Sus cuerpos se conocían demasiado bien a esas alturas, sabiendo cómo presionar en los lugares necesarios para que el éxtasis los alcanzara.

Chan no se salió enseguida. Se quedó en su interior, dándole suaves besos en el rostro a Jeongin, que recibió esos cariños con una enorme sonrisa en su rostro.

—Te amo, te amo —repetía el omega, abrazando al alfa.

—Te amo más, Bang Jeongin —susurró Chan.

Sí, sonaba más que bonito. Y lo mejor de todo, es que sería para toda la vida. Ambos se asegurarían de que así fuera.

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