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Chan iba a tener un ataque de nervios en ese instante.
De pie, en el pasillo del hospital más cercano donde llevaron a Jeongin, sentía que todo el mundo se le venía encima ante el pensamiento de que le pudo haber ocurrido algo a su omega. A su bebé.
Si lo llegaba a perder, si ocurría cualquier cosa...
Chan iba a ponerse a llorar como un niño pequeño.
Hyunjin, Jisung y Changbin estaban en otro cuarto mientras revisaban a Seungmin, en tanto Yongbok permaneció junto a Yongsun cuando la policía comenzó con los interrogatorios. Se habían llevado a Wheein entre gritos, pero a Chan no le interesaba. Y su madre...
Bueno, la estaban operando para sacarle la bala. Yongsun disparó a ningún órgano mortal, sin embargo...
El doctor salió del cuarto y Chan se le acercó.
—¿Cómo está? —preguntó con voz urgida—. ¿Puedo pasar a verlo? ¿El bebé?
—Está todo bien —dijo el doctor Shin, aliviado—, no hubo aborto. Ha sido sólo el estrés de toda la situación. Su bebé está muy bien.
Chan ahora iba a llorar por el alivio.
—Puede pasar a verlo —agregó el doctor—, ha estado bastante calmado a pesar de todo, pero lo ideal es que duerma para que su cuerpo se relaje mejor.
Notó la indirecta del hombre: podía estar con Jeongin, pero primero tenía que hacerlo dormir. Para ello, su papel de alfa sobreprotector sería ideal.
Aunque, claro, cuando lo vio acostado en la cama, no dudó en subir sobre ella para abrazar al omega y restregar su rostro contra el pecho del más alto como si fuera un bebé, queriendo quedar impregnado en su olor.
—Ow, Chan...
—Casi te pierdo otra vez —gimoteó, con la voz temblando—. Soy el peor alfa del mundo...
—¿Qué estás diciendo? —regañó Jeongin, acariciándole el cabello a Chan—. Eres mi bebé grande.
—Debería haberte protegido, y mira dónde estamos...
—Oye, no me ha pasado nada grave —Jeongin liberó feromonas para tranquilizar al alfa, que seguía algo alterado—. Nuestro cachorro sigue bien, mira...
Tomó la mano de Chan, llevándola a su vientre algo abultado, lo que llamó bastante la atención del doctor porque recién iba a cumplir dos meses. Había comentado la necesidad de hacer exámenes, pero Jeongin le dijo que no se lo comentara a Chan, pues iba a preocuparlo más.
—¿Ves? —Chan parecía fascinado mientras le acariciaba—. Cachorrito está bien.
El alfa asintió, estirando sus labios, y Jeongin se rió para darle un beso pequeño, calmado por el toque dulce del alfa sobre su piel.
—Tienes al peor papá del mundo, cachorro —lloriqueó Chan.
Jeongin rodó los ojos.
—Deja de llorar, tonto —le regañó—. Lo importante es que estamos bien, estamos juntos, y esto se ha acabado, ¿cierto? —su expresión cambió—. ¿Tu mamá...?
Chan frunció el ceño.
—Está viva —contestó, sin soltarlo un poco de su agarre—, aunque...
—Hierba mala nunca muere —murmuró Jeongin.
—Al parecer —prosiguió el alfa cuidadosamente—, va a quedar inválida. El impacto de la bala fue en la columna vertebral.
Jeongin parpadeó, observando el rostro tranquilo de Chan, y no se molestó en fingir que aquello le afectaba, ya que sería mentir. Si ella vivía, si moría, le daba lo mismo, lo único que deseaba era que le dejara en paz.
—¿Y Wheein? ¿Mi padre? —prosiguió.
—Los han llevado detenidos. La policía está en espera de que estabilicen a mi madre para interrogarla también. Muy probablemente tengamos un juicio por la herida de bala. Además... —Chan acarició su cintura—, voy a demandarlas por secuestro, agresión e intento de homicidio. Haré que se pudran en la cárcel, Innie. Ellas ya no van a hacernos daño alguno.
Jeongin lo abrazó, olisqueando su cuello, con alivio y calma al sentir el alfa de Chan, su olor varonil relajándolo. Chan se movió sobre él, empujándolo a acostarse, y el omega se dejó manipular como un bebé, riéndose cuando los labios del mayor acariciaron la piel de su mejilla.
Todo había acabado por fin, todo había terminado.
—Chan... —se rió—, estamos en un hospital, en un lugar público...
—No estoy haciendo nada malo —dijo Chan, sin alejarse, con su voz ronca—, sólo hago feliz a mi omega. Además, ¿no me debías una mamada?
—Eso era si volvías, no si yo iba a rescatarte...
El menor suspiró, jadeando por los dientes de Chan mordisqueando la piel de su cuello, separando sus piernas y–
—¡No jodan, son lo peor!
Chan se cayó de la cama cuando Jeongin lo empujó, siendo un déjà vu de la primera vez que Yongbok, siendo bebé, los vio juntos también.
Ahora, el chico estaba de pie bajo el umbral de la puerta, con las mejillas coloradas y una mirada atormentada por la situación.
Pero Jeongin no le sonrió.
Yongbok bajó la vista, avergonzado, e incluso Chan sólo se puso de pie, sin reclamar y notando el aire cargado de feromonas molestas.
El alfa tosió.
—Bueno, iré a ver a Yongsun —dijo Chan, dándole un beso a Jeongin—, no seas duro con él —agregó en voz baja.
Jeongin soltó un bufido y Chan casi salió corriendo, cerrando la puerta detrás de él.
—Mamá... —murmuró Yongbok.
—¿Qué te dije, Yongbok? —le preguntó, con su voz grave y seria, su mandíbula apretada y sus ojos sin dejar de mirarlo.
El muchacho se crispó.
—Pero... yo quería...
—Qué. Te. Dije.
Yongbok quiso ponerse a llorar al escuchar su tono bajo y enfurecido, pero se forzó a mantenerse entero, a no derrumbarse y hacerse bolita en una esquina.
—Que no fuera —dijo con la voz temblando—, que me quedara con Hyunjin en su departamento.
—Entonces —prosiguió Jeongin, sin amedrentarse por la visión de su hijo mirando el suelo, los ojos llorosos y expresión sufrida—, ¿por qué fuiste a esa casa?
El muchacho sollozó.
—Quería... a-ayudarte... no pretendía...
—¿Ayudarme? Yongbok, no pensaste que, si te dije que no me acompañarías, ¿fue porque sabía que serías un estorbo? —le dijo, sin dejar esa posición de regaño, su voz helada sin admitir réplica alguna.
Yongbok se encogió en su lugar, herido por sus palabras, pero sin ser capaz de replicarle. Nunca antes le regañaron de esa forma, nunca le afectaron tanto unas palabras como en ese instante.
—Lo... lo si-siento... —farfulló, sin atreverse a levantar la vista.
—No sólo me desobedeciste —continuó Jeongin, con su voz más dura—, sino que también fuiste tan estúpido como para dejar que mi padre te capturara. Me hiciste cambiar todo lo que tenía planeado e improvisar en unos segundos —Yongbok, para ese momento, ya estaba llorando—. Y no suficiente con eso, pusiste tu vida en peligro y haces que casi me dé un infarto en ese momento —el tono de Jeongin se quebró—. ¿Qué habría hecho yo si te hubiera pasado algo, Bokkie?
Yongbok lo miró en ese instante, y rompió a llorar como un bebé al ver a Jeongin sollozando también.
Se movió con rapidez, subiéndose a la cama mientras berreaba sin control alguno, acurrucándose en los brazos de su mamá para poder ser consolado por él, hipando y sorbiendo por su nariz.
—Lo... lo la-lamento, mami... —sollozó Yongbok.
Jeongin suspiró, abrazándolo contra su pecho y acariciándole el cabello.
—Sigo enojado contigo y estoy pensando en tu castigo —le dijo Jeongin, aunque su voz ya no estaba tan furiosa.
Yongbok gimoteó.
—No me odies, mami —balbuceó.
Jeongin se sintió derretir, pensando brevemente que, si no se hubiera visto obligado a abandonar a su hijo, se habría comportado así a lo largo de su crecimiento para evitar ser castigado.
Pero trató de no pensar en ello, porque eso ya no ocurrió, era el pasado, y ahora estaban juntos. Ahora nadie lo iba a separar de su bebé, de Chan, y se iba a asegurar de eso.
—¿Qué dices? —le dijo con dulzura—. Jamás podría odiarte, cariño. Eres mi bebé grande —suspiró, soltando más feromonas maternas—. Mi primer bebé grande. Te amo mucho, Yongbok.
El muchacho suspiró de alivio, aferrándose al abrazo de Jeongin, sintiendo que todo iría bien. Que, por fin, las cosas irían bien.
—Yo también te amo mucho, mamá —contestó, feliz.
Chan acarició el cabello de Yongsun, que dormía a su lado, contra su pecho, y suspiró por el cansancio. El interrogatorio de la policía acabó minutos atrás y su hija lloró contra su pecho hasta quedarse dormida, pero a Chan no le interesaba.
Si bien se habían librado por fin de esas dos mujeres locas, el precio que tuvieron que pagar fue demasiado alto. Ninguno de los dos adultos tuvo que disparar, sino una niña de trece años se hizo cargo de eso, que además fue interrogada hasta el cansancio por los policías. Chan estuvo presente en todo el momento, tratando de sostener a su bebé para que no tuviera un colapso, para luego decirle que no fue culpable de nada.
Que todo fue en defensa propia y ellos la iban a seguir queriendo por siempre.
Se puso de pie, arropando a la niña para que no pasara frío en el hospital, y salió del cuarto con algo de agotamiento. Le darían el alta a Yongsun al día siguiente, pero no la iba a dejar sola esa noche, no cuando lo necesitaba. Sin embargo, mandó a Jeongin a la casa junto a Yongbok, sabiendo que el omega debería descansar los siguientes días por recomendación del doctor.
Chan lo prefería así, no quería que Jeongin estuviera más en ese lugar.
Caminó por el pasillo, yendo a comprar un café, y mientras volvía al cuarto, se desvió hacia otra habitación.
No tocó al entrar, revisando que no hubiera alguien cerca, y entró.
Su madre estaba acostada, pero no durmiendo. La mujer lo miró, pálida, ojerosa, pero Chan no se sintió mal, ni triste, ni amedrentado.
—¿Chan? —preguntó ella, y el alfa nunca la vio tan frágil como en ese instante.
No se acercó, apoyándose en la pared.
—Supongo que los doctores ya te lo han dicho —comentó—, que no vas a volver a caminar.
Los ojos de la mujer se llenaron de lágrimas.
—Vivir en una silla de ruedas... —murmuró Hyejin, con su rostro lleno de desdicha—, ¿vas a hacerte cargo de mí?
Chan no pudo evitarlo: se rió.
Trató de controlarse, sacudiendo su cabeza en una negativa feroz.
—No, verás —dijo con cuidado—, dentro de unas semanas, cuando mejores lo suficiente, voy a llevarte a juicio por secuestro, extorsión, agresión e intento de asesinato —Hyejin quiso decir algo, pero Chan continuó con mayor fuerza—. Haré lo posible para que te den mucho tiempo en la cárcel, lo suficiente como para que mueras allí.
—¿Qué estás diciendo? —preguntó, su voz temblando—. Soy tu madre, ¿cómo puedes...?
—A Wheein también la meteré contigo —prosiguió, como si no la hubiera escuchado—, ella puede hacerse cargo de ti allí. Yo voy a preocuparme de mi familia porque, bueno... —sonrió—, no te lo alcancé a decir, pero Jeongin está esperando un bebé mío. Vas a ser abuela.
—¿Qué? —la mujer parecía en shock, aturdida, sin saber qué decir.
Chan bebió el café, tranquilo, sintiéndose mejor que nunca en todo ese tiempo. Sabiendo que las cosas por fin acabaron.
—Por fin vas a tener un nieto de sangre —comentó, regocijándose de su dolor.
—La empresa...
—Oh, las acciones han bajado mucho por todo esto —dijo el alfa, despreocupado—, ya sabes, no es bien visto que hayas raptado a tu hijo, a tu nieto y a otro omega, y que hayas amenazado a mi pareja —se encogió de hombros—, así que la he vendido.
—¡¿Qué?! —la mujer se enderezó, blanca como un papel, luciendo como si fuera a vomitar—. ¡¿Qué has hecho qué?!
—La he vendido —repitió, saboreando cada palabra—, barata, producto de estos escándalos, pero de todas formas saqué buen dinero de eso. A Yongbok tampoco le ha hecho mucha gracia, no te preocupes.
—Chan, no puedes... debes...
—No, madre —dijo, dándose la vuelta para salir—, no debo hacer nada. Estás condenada, y me encargaré de que te pudras donde sea que te manden —le hizo un gesto de despedida—. Nos vemos en el juicio, Hyejin.
La mujer balbuceó su nombre, tratando de detenerlo, pero Chan simplemente salió del cuarto, sintiendo gran alivio porque ya dijo todo lo que podía decirle a esa mujer. No sentía compasión, ni dolor por todo ello, pues ella nunca fue una verdadera mamá para él. Fue, tristemente, sólo una desconocida.
Chan ahora estaba listo para vivir su vida junto a las personas que amaba, sin que nadie se interpusiera entre ellos.
Chan tuvo que morder su labio inferior para no soltar un gemido, aunque si era sincero, a esas alturas sus hijos tuvieron que haberse puesto sus audífonos para no seguir escuchando.
Bajó la vista, observando los ojos traviesos de Jeongin mientras le miraba, su boca chupando el glande en tanto su mano acariciaba sus testículos.
—Eres ho-horrible —jadeó, cerrando sus ojos brevemente por el placer.
Jeongin sonrió, alejando su rostro.
—¿No te gusta despertar así? —contestó con inocencia—, puedo dejarte en paz sí...
—No te atrevas —gruñó Chan, antes de volver a gemir al sentir como la boca de Jeongin tomaba su pene sin dificultad alguna.
El rostro de Jeongin terminó cubierto de semen y saliva, pero poco le importó cuando se enderezó. Se subió al regazo del alfa, ubicando cada pierna a un lado de su cintura, y comenzando a mover sus caderas para que el pene de Chan volviera a endurecerse.
El alfa volvió a gemir.
—Estoy viejo —se quejó, agarrándolo de la cintura—, ya no duro... lo mismo de antes, Innie...
Jeongin comenzó a reírse, sin dejar de moverse, sintiendo la erección entre sus nalgas, con su ano lubricando.
—¿No te gusta cómo me veo? —le dijo, enarcando una ceja.
Chan lo observó, su cara con restos de semen, sus mejillas coloradas, la expresión sucia en su rostro. Se sentía algo más provocador verlo con su vientre abultado en señal de embarazo, donde el pensamiento de follar a su omega, que cargaba a su cachorro, envió una ola de excitación por todo su cuerpo.
—Me encantas —admitió, antes de gemir cuando el omega se auto-penetró solo, su pene abriéndose paso en su agujero apretado y estrecho.
—Mi Alfa... —murmuró Jeongin, besándolo en la boca.
Despertar de esa forma, consideró, no estaba tan mal.
Quince minutos después, estaba anudando en su interior, gruñendo contra su cuello mientras renovaba su marca y Jeongin se derrumbaba en sus brazos.
—Estamos yendo tarde —murmuró Chan, mirando la hora brevemente.
Jeongin suspiró, levantando sus ojos, y puso una expresión extraña en su rostro. Chan supo que no sería algo bueno lo que vendría a continuación, sintiéndose un poco estúpido ya que los últimos días Jeongin estuvo un poco raro.
Su alfa sintió pánico de pronto.
El omega se removió, sentándose a su lado, con su mano puesta sobre su vientre abultado. Las últimas dos semanas Chan se percató de lo notorio que era.
—Pareciera que tengo cuatro meses y no dos —le dijo, su voz suavizándose con algo de pena.
Hubo un instante de tenso silencio, en los que el alfa proceso lo que le estaba diciendo.
—No —murmuró Chan, derrotado.
—No le pregunté al doctor porque estábamos preocupados de otras cosas, Chan, pero... —vaciló un instante—. No lo consideré porque no lo creí posible, pero ahora... Tal vez debamos considerar que sea de Junhui. Pasé un celo con él antes de que tú volvieras.
Chan puso un brazo sobre su rostro, sin querer mirar el triste rostro de Jeongin, sintiendo su corazón quebrándose ante la noticia. El omega no hizo amago de tocarlo, sin saber qué hacer en ese instante.
—Me dijiste que usaban condón —dijo Chan, su voz completamente quebrada, y Jeongin quería romper a llorar.
—La mayoría de las veces sí —admitió, avergonzado.
Hubo una pequeña pausa.
—Necesito estar solo un instante —pidió Chan.
Jeongin tuvo el débil impulso de negarse, pero sabía que Chan estaba a unos segundos de llorar, y sabía que el orgullo del alfa le impedía hacerlo frente a él, menos en esa situación. Vacilante, se puso de pie, tomando su bata, y se envolvió en ella para salir del cuarto.
La vida, al parecer, no iba a dejársela fácil a Chan.
Una hora después, los cuatro estaban saliendo de la casa, sentados en el auto de Chan, aunque los dos adultos iban en un mortal silencio.
Yongbok observó a Yongsun, que le devolvió la mirada, completamente extrañada porque en la mañana esos dos estaban teniendo sexo, y ahora parecía que habían peleado. Sin embargo, no se atrevieron a decir nada, no cuando su papá tenía los ojos enrojecidos y Jeongin parecía culpable.
Se suponía que ese día todo iría bien, ¿por qué se arruinó? Ese día era el juicio contra Wheein, Hyejin y Hyunsuk, pero los dos adultos parecía que iban a un funeral.
En la Corte Suprema evitaron a los periodistas que estaban curiosos por el caso, encontrándose en el interior con la familia Seo. Yongbok no tardó en ir con Seungmin y Hyunjin, en tanto Yongsun se acercó a Soojin y Kyungmin. Incluso Jisung y Changbin notaron que la pareja no estaba bien, por lo que no quisieron acercarse a entablar alguna conversación.
Jeongin se giró hacia Chan, estirando sus manos para arreglar la corbata alrededor de su cuello.
—Me haré exámenes mañana mismo —le dijo con tono apagado—, y no quiero presionarte. Si no quieres hacerte cargo en caso de...
—No pasamos tanta mierda para que esto nos separe —contestó Chan, obligándolo a sostener sus ojos—. Te amo a pesar de todo —lo abrazó, y Jeongin quería llorar en su pecho—. Lo vamos a superar. Aún nos quedan muchas oportunidades para tener un hijo de los dos.
El omega asintió, hipando, y minutos después se prepararon para ingresar a la sala de juicios donde se llevaría a cabo la sesión.
Fue un juicio largo, extenso, que duro toda la mañana y gran parte de la tarde, pero Chan presionó para que todo se solucionara dentro del día, en lo posible. No quería extender más esa situación, no cuando Yongsun y Seungmin tuvieron que testificar, además, explicando todo lo ocurrido, visiblemente afectados por los recuerdos.
Bajo todas esas circunstancias, la decisión del juez fue sencilla: culpable los tres de todos los cargos que se les acusó.
A Bang Hyejin le dieron veinte años, sin posibilidad alguna de rebaja, por lo que, con toda probabilidad, iba a morir encarcelada.
Yang Wheein recibió quince años de prisión, con una orden de alejamiento de cualquier miembro de la familia Bang. Si bien Jeongin esperaba más, quedó satisfecho con el hecho de que, si bien tenía un gran riesgo de salir, perdió todos sus privilegios: ya no tenía a Hyejin para que le protegiera ni un trabajo con el que mantenerse.
Y Yang Hyunsuk recibió diez años de cárcel, y si no moría dentro de los barrotes, saldría ya demasiado viejo como para hacer algo.
—¡Jeongin! —había gritado Wheein entre lágrimas mientras se la llevaban, pataleando, siendo arrastrada por los guardias en un intento desesperado de que la soltaran—. ¡Jeongin, por favor! ¡Por favor, no me hagas esto! ¡No a tu hermanita mayor!
Jeongin hizo una mueca de desprecio, poniéndose de pie, y le dio la espalda, caminando lejos de allí. Sintió cómo esas puertas, que tanto dolor le causaron, eran por fin cerradas.
Luego de tanto tiempo, su pasado ya iba a dejar de perseguirle para siempre.
Yongbok, definitivamente, tenía que estar fuera de casa esos últimos días.
Sus papás no le comentaron nada, pero los dos habían adoptado una actitud demasiado extraña, saliendo casi todos los días por asuntos privados y volviendo a casa sin hablar demasiado.
Sin embargo, él no iba a meterse porque la relación era de ellos, y estaba algo feliz, además, de no escuchar gemidos en medio de la noche.
Por otro lado, tenía varias preocupaciones que atender en ese momento.
—Seungmin, bebé, ¿qué pasa? —preguntó Hyunjin, con aspecto cansado, mientras el omega miraba la televisión con poco interés.
—No pasa nada, ¿por qué preguntas eso? —dijo Seungmin, sonriendo forzadamente
—No has querido salir en estas últimas tres semanas, Seungmin —contestó Yongbok, viendo la sonrisa desaparecer—. Hasta estás más pálido por eso.
El omega arrugó el ceño con expresión de fastidio.
—Es porque prefiero estar acá en casa —explicó—, ¿para qué voy a salir? Me encargo de que todo esté limpio y ordenado...
—Hey, hey —se apresuró a interrumpir Hyunjin—, ¿desde cuándo quieres hacer eso? Siempre te quejas de que no eres un ama de casa —hizo una pequeña pausa—. Tú me habías comentado la otra vez que querías estudiar algo.
La expresión que puso el omega fue de pronto triste y desamparada, y ambos alfas se miraron con evidente preocupación.
—He causado muchos desastres —murmuró Seungmin, con su voz temblando—. Los he puesto a los dos en peligro por mis decisiones. Yo no... No quiero causar más problemas, sólo qui-quiero que los tres vivamos en paz...
—Oye, ¿qué estás diciendo, bebé? —dijo Yongbok, sentándose al lado del omega para abrazarlo—. No has hecho nada malo.
—Yo realmente pensé en huir con Soonyoung —soltó Seungmin—, y no suficiente con ello, confié en él porque me dio un poco de atención y provoqué que la maldita de Wheein me tuviera en sus manos.
—No es tu culpa —insistió Yongbok.
—Seungminnie, ellas te habrían llevado como fuera —agregó Hyunjin, tomándole la mano—, pero de ninguna forma ha sido tu culpa. Y si te hubieras ido con ese idiota... —los alfas volvieron a mirarse—, lo habríamos comprendido, porque te queremos. Y queremos que tú seas feliz —hizo una pequeña mueca—. Después de todo, si tú lo hubieras querido y pedido, nosotros habríamos marcado a otros omegas para liberarte a ti de nosotros.
Seungmin rompió a llorar ahora, dejando que ambos chicos lo abrazaran y llenaran de amor, el aroma alfa a su alrededor provocando que se volviera un bebé.
No quería que le soltaran, le dejaran nunca, se dio cuenta en ese instante, demasiado lleno de cariño y ternura.
—Ah, no nos hagas esto, conejito —murmuró Hyunjin—, si tú lloras, harás llorar a Yongbok...
—¡No estoy llorando! —sollozó Yongbok.
—Y si Yongbok llora, ¡yo voy a llorar! —terminó de decir Hyunjin con lágrimas en los ojos.
Los tres se mantuvieron en ese abrazo por varios segundos, arrimándose entre sí y dándose besos pequeños y cortos, lo suficiente para calmarse y tratar de recuperar la poca dignidad que les quedaba.
Luego de varios minutos, se separaron unos centímetros, lo que bastara para poder calmarse.
—Y no bromeábamos cuando te decíamos si quieres estudiar algo —dijo Yongbok, acariciándole la mejilla húmeda por las lágrimas—. Si tú quieres estudiar alguna cosa, o entrar a trabajar, sólo tienes que decirnos para que te apoyemos.
—¿Puede ser cualquier cosa? —preguntó Seungmin con timidez.
—Lo que quieras —prometieron los dos.
—Los amo —admitió Seungmin, dándole un beso a cada uno—. De verdad que los amo. Lamento haberme dado cuenta tan tarde y hacer tantas cosas tontas.
—Hey, todos hemos hecho cosas tontas —dijo Hyunjin—. Por ejemplo, Yongbok hoy se acabó tu leche de fresa.
—¡¿QUÉ ÉL HIZO QUÉ?!
—¡HYUNJIN!
Yongbok sabía que las cosas iban a ir bien.
O al menos, eso creía hasta que llegó a su casa después del colegio junto a Yongsun, dos días después, y encontraron a su papá llorando en el sillón a lágrima viva. Las únicas veces que lo vieron llorar era cuando llegaba borracho, gimoteando el nombre de Jeongin, y ellos no entendían qué ocurría.
Sus alarmas se activaron, dejando las mochilas en el suelo.
—¿Papá? —preguntó Yongsun, asustada—. ¿Qué pasó, papá?
Pero Yongsun hipó, incapaz de hablar.
Yongbok levantó la mirada cuando sintió una presencia conocida, y Jeongin salió de la cocina, llevando un vaso con agua, con una expresión cansada pintando su rostro.
—¿Mamá? —balbuceó Yongbok—. ¿Qué está ocurriendo?
Jeongin se sentó al lado de Chan, ofreciéndole el vaso, y el alfa no dudó en agarrarlo para beber. Jeongin le tomó la mano a Chan.
—Bueno, necesitamos conversar seriamente con ustedes —dijo, hablando con cuidado.
Yongbok iba a vomitar.
—¿Le ha pasado algo al bebé? —preguntó Yongsun.
—El... el be-bebé... —farfulló Chan antes de volver a beber agua.
Jeongin suspiró, sacudiendo la cabeza.
—Con papá fuimos a hacernos exámenes, pues nos llamó la atención algo del embarazo —comenzó a explicar Jeongin—. Mi vientre no luce como si tuviera dos meses, es más, parezco tener por lo menos cuatro meses.
Yongbok palideció, mientras Yongsun puso una expresión desconcertada.
—Espera... —musitó Yongbok—, ¿el bebé puede ser... uh...?
—Quisimos verificar también que todo estuviera bien —le interrumpió Jeongin a Yongbok—, y el doctor nos dijo, al final de todo, que...
—¡Son tres! —chilló Chan, histérico—. ¡No un bebé! ¡Son tres!
Yongbok se atoró con su saliva, en tanto Yongsun abría la boca por la sorpresa.
Jeongin parecía exasperado.
—Tienen los dos meses correspondientes —aclaró Jeongin cuando Chan terminó de beber el agua—, pero el doctor hizo varios exámenes para comprobar cuántos bebés eran. Apenas lo tuvo todo claro, nos avisó, y tuve que venir conduciendo yo porque tu pobre papá apenas podía decir algo. A mitad del viaje se puso a llorar como desquiciado.
Chan volvió a llorar.
—¡Seré... seré papá! —dijo con la voz temblando por el nervio—. ¡De tres... tres bebés! ¡Tres por... por uno!
Jeongin soltó un ruido por la incredulidad.
—Bueno... ¡felicitaciones! —dijo Yongsun, todavía desconcertada.
Yongbok arrugó el ceño.
—Pero no lo entiendo —dijo algo confundido—. ¿Por qué lloras, papá?
Jeongin se puso de pie.
—Tal vez tu papá quería sólo un bebé y no tres —dijo el omega, con su tono borde.
Chan dejó de llorar, observando a Jeongin cruzarse de brazos.
—¿Qué estás diciendo? —dijo Chan—. Estoy llorando porque no creí que mi semen fuera tan potente.
—¡PAPÁ!
—¡OH POR DIOS, NO HAY CASO CON USTEDES!
Los dos adolescentes salieron corriendo de allí cuando Jeongin se subió al regazo de Chan, comenzando a llorar por la felicidad repentinamente, con su corazón latiendo sin control alguno.
—Tres bebés —murmuró Chan, deslizando sus labios por las mejillas del omega—, tres cachorros, Innie. Todos míos... Mis cachorritos...
—Todos tuyos —prometió Jeongin, dándole un beso en la boca, su omega revoloteando por la felicidad, y se rió al sentir de pronto besos en su cuello—. Los niños están arriba —agregó, sonriendo mientras le besaba, las manos del alfa deslizándose por debajo de su camisa.
—Bueno, ¿qué importa si quedan más traumados? —preguntó Chan, girando y acostando a Jeongin sobre el sofá, tratando de quitarle los pantalones—. Esto hay que celebrarlo.
—Oh, ¿ahora ya no estás viejo para follar? —ronroneó Jeongin, quedando desnudo en unos segundos y separando sus piernas—. Porque... Oh... Mmm...
Chan amaba la sensación de penetrar el ano de Jeongin, sintiendo como su agujero le recibía sin dificultad, y sonrió contra sus labios, jadeando por el placer.
—Mi omega... —suspiró, moviendo sus caderas para llegar más profundo, observando el rostro agitado de Jeongin, la expresión de placer en su rostro—, mis cachorros...
—Tuyo, tuyo, tuyo por siempre —prometió Jeongin, tomándole la mano y dándole un apretón—. Te amo. Te amo, Bang Chan.
Chan le devolvió la sonrisa, volviendo a besarlo con los ojos llenos de lágrimas, riendo por la emoción.
Jeongin creyó durante mucho tiempo que era un omega con mala suerte, pero ahora, se dio cuenta de que la fortuna iba a sonreírle. Y él lo iba a disfrutar para siempre.
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