✧◝ 23
Chan se estaba arrepintiendo de haber aceptado ir a cenar con su madre, pero ya estaba allí, así que trataría de hacer todo eso muy rápido. Lo único que quería era volver a su hogar, con Jeongin, y aprovechar que Yongbok y Yongsun no estaban para poder hacerle el amor al omega una vez más.
A pesar de estar por cumplir cuarenta años, cuando Jeongin liberaba sus feromonas se sentía como el joven de veinticinco años que lo vio por primera vez, con total energía para hacerlo suyo mil veces si el omega así se lo pedía.
Su madre lo miró, apoyándose en el respaldo de la silla.
—¿No vas a comer? —le preguntó, observando como el plato estaba sin tocar.
Chan enarcó una ceja.
—Podrías haberle puesto algo —contestó con tranquilidad—. Después de todo, tú le debiste decir a Wheein que me llevara a la cama así, ¿no?
Hyejin arrugó los labios, fastidiada, y para su completa sorpresa agarró con el tenedor el arroz de su plato, llevándolo a su boca y tragándoselo con una expresión de irritación.
—¿De verdad no confías en tu propia madre, Chan? —le dijo.
El alfa ladeó la cabeza.
—¿Debería hacerlo? —bufó, con su tono incrédulo—. Después de todo lo que has hecho, ¿crees que yo confiaría en ti?
—Fue por tu bien —respondió con voz dura—, nunca supiste apreciarlo. Tus compromisos, tu educación, todo iba en beneficio tuyo y aun así...
—Tu beneficio —corrigió Chan—, sólo en beneficio de la familia Bang, no mío —el alfa suspiró, acomodándose en el asiento, porque era verdad.
Nunca experimentó el verdadero cariño, el verdadero amor materno, porque sus padres sólo le vieron como un objeto para conseguir mejores posiciones económicas. Según lo que sus mismos padres le contaron, ambos se casaron por conveniencia, pues venían de dos familias ricas que veían en dicho matrimonio una unión positiva. Tardaron cinco años en concebirlo ya que no era algo natural que Hyejin quedara embarazada, y luego de muchos esfuerzos, lo consiguieron.
Pero no hubo cariño maternal por parte de la mujer hacia el bebé, e incluso la mujer le tenía cierto rechazo hacia el bebé. Y cuando Chan nació... La mujer sólo lo alimentó tres meses de su pecho materno, para luego contratar a una nodriza que le diera leche a Chan.
De ahí en adelante, Chan apenas vio a sus padres, siendo educado por los mejores profesores privados, enseñándole lo necesario para asumir en un futuro la compañía de sus padres. Trató de ser comprometido a los quince años, pero se rebeló contra ellos, y los siguientes años fueron llenos de tensión porque no cumplió con las expectativas esperadas.
Pero a él no le interesaba. No cuando podía ver las expresiones de disgusto en sus rostros. No cuando conoció a Jeongin así.
Ni siquiera sintió algo de lástima o pena el día en que su padre falleció de un infarto al corazón, tres años atrás.
—Madre, de verdad, ¿cuál es el motivo por el que estoy aquí?
Hyejin ladeó la cabeza, disgustada, pero sólo dejó salir un chasquido de reprobación.
—¿Cuáles son las probabilidades de que dejes a ese sucio omega y por fin aceptes tu destino como heredero Bang? —preguntó con tono serio.
Chan la observó un instante, y sin poder evitarlo, comenzó a reírse de forma descontrolada, importándole poco si lo hacía frente a su madre.
Estuvo riéndose varios segundos, llevando la copa de vino a sus labios para controlarse un poco. Tomó aire profundamente, sacudiendo su cabeza con diversión por lo que había dicho.
—Deberías ser comediante —dijo Chan luego de beber, sin dejar de sonreír.
La mujer lo observó con obvia irritación.
—Hablo en serio —insistió.
—Veamos, tiene que haber algo que no estás comprendiendo —le dijo con tono excesivamente amable, como si estuviera hablando con una niña pequeña—. Digo... Vamos, ¿de verdad me estás diciendo algo tan estúpido?
—¡Chan!
—Han pasado quince años —prosiguió Chan—, casi dieciséis, desde que conocí a Jeongin. Desde que lo amé. Y catorce años en los que trataste de amarrarme a ti, a Wheein, para siempre, pero no lo lograste. Y aun así tú... ¿aun así tienes el descaro de preguntarme eso? —volvió a reírse—. ¿Es que acaso sigues sin entenderlo, madre?
—Entender qué.
Chan sonrió, lleno de orgullo, sin lucir algo avergonzado de sus sentimientos.
—Que amo a Yang Jeongin. Que lo amo con todo mi corazón, y por él, soy capaz de renunciar a todo —se inclinó, como si le estuviera contando un secreto—. Jeongin no lo ve, a veces es algo despistado, pero estoy completamente loco por él. Si me pidiera que saltara de un puente, yo lo haría gustoso. Él no es sólo un omega. Él es el dueño de mi corazón y me tiene comiendo de la palma de su mano, pero no le cuentes eso, mamá —otra risa escapó de su boca—. Si llegara a enterarse, yo de verdad sentiría demasiada vergüenza.
Hyejin hizo una mueca de desprecio, asqueada totalmente por su confesión, pero a Chan poco le importaba. Le daba lo mismo la opinión que tuviera su madre acerca del omega, porque al final, era él quien estaba con Jeongin.
Jeongin era suyo, era de él, y nadie iba a poder quitarle todos esos sentimientos.
—¿Te estás oyendo? —gruñó la mujer—. Amor, ¿qué mierda es eso? Eres un alfa puro, con tu padre nos costó años concebirte, ¿para qué nos pagaras de esta forma?
Se puso de pie, indiferente, pensando que ya debía regresar a casa con Jeongin para cobrarle la felación que le prometió y dejarlo impregnado en su olor. A Chan le encantaba eso: correrse, anudar en su interior, para que así el omega oliera a él.
Más aún que ahora estaba embarazado de su bebé.
Le costaba un poco expresar sus sentimientos con palabras, pero realmente estaba demasiado feliz con el hecho de que Jeongin estuviera esperando un hijo suyo. Fue uno de sus sueños desde que lo marcó, verlo brillando por el embarazo, verlo con un bebé suyo, y no iba a cambiar eso por nada en el mundo.
Y si Jeongin lo quería, ese sería el primer bebé de ellos. El primero pero no el único.
—No quiero verte más —le dijo a la mujer—, la verdad es que ya no te soporto, y prefiero que nos mantengamos lejos el uno del otro.
Su madre frunció los labios.
—Tú sabes, Chan... —dijo Hyejin, cambiando su expresión a una llena de pesar, y se puso en guardia enseguida—, yo siempre consigo lo que quiero —la mujer sacó su móvil, que en ese momento estaba sonando, y pulsó el botón verde, poniendo el altavoz.
—Hyejin —saludó una conocida voz al otro lado de la línea—, está conmigo.
—Haz que hable.
Chan observó el móvil.
—¿Papá? —murmuró Yongsun al otro lado de la línea luego de que Wheein le hubiera ordenado hablar—. Papá, ¿estás allí?
Hyejin cortó la llamada, marcando otro número.
Chan estaba congelado. Sorprendido, aturdido, sin saber qué decir. Yongsun, su hija...
Alguien contestó, y volvió a poner el altavoz.
—Hyunsuk —saludó Hyejin.
Chan apretó su mandíbula. El padre de Jeongin.
—Tengo al chico aquí.
—Hazlo hablar.
—¿Tío Chan? —balbuceó Seungmin—. Yo...
La mujer volvió a cortar.
El alfa dio un paso, enfurecido. Yongsun, Seungmin...
Dios, ¿qué pretendía esa mujer?
—Libéralos. Ahora.
Hyejin tenía una mirada aburrida.
—Ellos los van a matar si me ordenas liberarlos. Los están apuntando con armas, así que poco puedes hacer —se enderezó, sus ojos brillando con interés—. Ahora, Chan, ¿vas a cooperar o no?
Chan apretó sus puños.
Jeongin subió al segundo piso con rapidez, sabiendo que Yongbok le estaba siguiendo, pero no dijo nada mientras hacía rechinar sus dientes por todo el disgusto que estaba sintiendo.
Por dios, ¿por qué no le hizo caso a su instinto? Claramente la madre de Chan no iba a admitir su derrota tan rápido, menos Wheein, haciendo hasta lo imposible para seguir jodiéndole la vida.
Pero Jeongin no lo iba a permitir más. No les daría el gusto, no iba a dejarse derrotar por ellas. Nunca más.
Ya no era ese omega cobarde, llorón y perdedor que fue tanto tiempo. Ese omega que se dejaba pisotear por todo el mundo.
Abrió el armario, sacando una caja de zapatos, y al sacarla quitó la tapa.
Yongbok se sobresaltó.
—¿Esas son pistolas? —balbuceó, poniendo una expresión de horror—. ¡Mamá!
Jeongin cargó un arma con rapidez, de las que se había traído de China, prosiguiendo con la otra sin dudarlo ni apartar su mirada.
—Yongbok —le dijo Jeongin, agarrándolo del hombro—, en caso de emergencia...
—¡No me digas que te deje solo porque no lo haré! —se apresuró a decir con clara decisión.
Jeongin le dio un golpe en la frente.
—No seas idiota —regañó—, hablo de que vas a tener que golpear a alguien —Yongbok lo observó, desconcertado—. A la entrepierna, Yongbok. Sea hombre o mujer, un golpe en la entrepierna siempre te da ventaja, ¿entendido?
—Oh —Yongbok asintió, palideciendo—. Pero...
—Vamos con Hyunjin —fue lo único que dijo, guardando las pistolas en una mochila, y procedió a tomarle la mano a Yongbok, llevándolo con él.
—¿Dónde está papá? —farfulló el chico—. ¡Él podría...!
—Fue a cenar con tu abuela —le interrumpió Jeongin, saliendo al garaje, y rebuscando las llaves del auto que Chan le compró unas semanas atrás—, él tampoco contesta su móvil —lo miró—. Probablemente mi hermana tiene a tu padre, a Yongsun y a Seungmin.
La expresión de Yongbok cambió, de la sorpresa al horror, y del horror a la molestia.
—¿Por qué fue a cenar con ella, en primer lugar? —dijo, enfurecido.
Jeongin lo hizo entrar al auto. Aprendió a conducir en China, pero no solía hacerlo mucho porque nunca tuvo un auto propio. No hasta ahora.
Subió al asiento del piloto, encendiendo el vehículo.
—Porque Chan quería una última conversación —bufó, molesto—. Le dije varias veces que no fuera, pero ese idiota seguía sin hacerme caso. Ya va a ver cuando esté aquí, voy a darle unos azotes que...
—¡No quiero oírlo! —gritó Yongbok, poniéndose el cinturón de seguridad.
Jeongin salió a la carretera, con una expresión de ira en su rostro, y Yongbok realmente sintió algo de miedo en ese instante. Nunca lo vio tan enojado, tan rabioso, y agradeció que aquella rabia no estuviera dirigida a él.
El omega, por otro lado, estaba tratando de controlar sus impulsos asesinos hacia la madre de Chan y su propia hermana. Dios, ¿esas mujeres podían estar más locas acaso? ¿Qué era lo que pretendían con todo ese show?
Como si Jeongin fuera a concederles sus caprichos. Como si él decidiera dejar a Chan sólo porque ahora lo tenían.
Chan era su alfa y no iba a permitir que se lo quitaran.
No hablaron nada más en el resto del camino, y Jeongin se estacionó fuera del departamento de Hyunjin. Salió junto a Yongbok, corriendo hacia el hogar y tocando la puerta con rapidez. El hijo mayor abrió, pero no estaba solo: Jisung y Changbin ya estaban allí, con ojos preocupados en sus rostros.
Jeongin los abrazó, y Yongbok corrió a los brazos de Hyunjin para abrazarlo.
—¿Wheein? —preguntó Jisung.
El omega hizo una mueca.
—Arreglaré cuentas ahora —prometió—, voy a matarlas.
Yongbok se estremeció, porque no sabía si hablaba en serio o no.
Los betas se miraron.
—Vamos contigo —dijo Changbin.
El primer impulso de Jeongin era decirles que no, que era muy peligroso, pero sabía que ellos eran padres y estaban preocupados por su hijo. ¿Quién era él para negarles ir?
Yongbok y Hyunjin se adelantaron.
—Nosotros...
—Se quedan aquí —dijo Jeongin, con una voz grave que no admitía réplica—, no harán nada más.
—¡Pero tiene a Yongsun y Seungmin! —dijo Yongbok.
—¡Podríamos ayudar en algo! —agregó Hyunjin.
—Hemos dicho que no —contestó Jisung—, se quedan aquí, y si desobedecen, vamos a matarlos.
—Pero...
—El castigo que recibirán si no hacen caso será enorme, ¿entendido? —advirtió Changbin.
—¡Mamá!
Jeongin observó a Yongbok con una mirada de piedra y el chico se acobardó. El omega no iba a permitir que le quitaran a su hijo tampoco. Ellos eran su familia, y Jeongin los iba a proteger, como fuera, de todo el daño que quisieran hacerles.
—Si me desobedeces, Yongbok —le dijo—, voy a dejar que tu papá te lance por la ventana, ¿entendido?
Yongbok no alcanzó a contestar, pues en ese momento el móvil de Jeongin sonó. El omega no tardó en sacarlo, soltando un bufido al ver el número de Chan, y contestó con rapidez.
—Di lo que quieres, ahora —contestó Jeongin.
—¿Ni siquiera vas a preguntar cómo estoy, Innie? —dijo Wheein al otro lado de la línea.
Soltó un resoplido.
—Anda, dilo rápido y acabemos con esto pronto —dijo con clara irritación.
La mujer soltó una carcajada.
—Espera, voy a pasártelo.
Jeongin permaneció en silencio unos segundos.
—Nini.
Pudo respirar aliviado al escuchar la voz ronca de Chan, sintiendo sus labios temblar, pero se forzó a mantenerse entero. Si rompía a llorar se sentiría como un idiota, además de que entraría en pánico, y la estabilidad que trataba de mantener se iría a la mierda.
—Nunca me haces caso —dijo con voz algo débil.
Escuchó la risa entrecortada del alfa.
—Prometo hacerlo la siguiente vez —Chan suspiró—. Ellas tienen a Yongsun y a Seungmin.
—Lo sé —Jeongin soltó un chasquido.
—Debo marcar a Wheein —prosiguió el alfa—, ahora mismo. Acabar con nuestro enlace.
—Lo aguantaré —contestó Jeongin.
Hubo un breve instante de silencio.
—Sé que lo harías —dijo Chan, el cariño evidente en su voz—, porque eres un omega fuerte, Innie. Pero no sé si...
Jeongin sabía a qué se refería sin necesidad de preguntarlo.
Si el bebé lo resistiría. Jeongin podría sobrevivir, por supuesto, pero no sabía si el bebé que esperaba podría aguantar una marca rota.
Jeongin no quería averiguarlo.
—Quiere a Yongbok también —continuó Chan—, me han dicho que tienes que traerlo aquí. Y va a tener que romper su enlace con Seungmin también.
El omega humedeció sus labios.
—Está bien —concedió—, iré para allá ahora mismo —hubo otro instante sin decir nada, y luego procedió cuidadosamente—. Panorama.
Cuando Chan estuvo en China, luego de encontrarse, y mientras se preparaban para infiltrarse en el Gran Salón, Jeongin tuvo que enseñarle el código con el que iban a comunicarse en distintos casos.
—Tranquilo —dijo Chan, también con cuidado—, estoy bien.
Tres palabras. Tres guardias además de Wheein y Hyejin.
Era suficiente. Jeongin podría trabajar con ello.
—Nos vemos —una pausa—. Te amo.
—Yo también te amo, bebé.
Cortó la llamada, volteándose hacia Yongbok y Hyunjin.
—Se van a quedar aquí —volvió a decir—, ¿está claro?
Ambos alfas bajaron la vista, compungidos, para luego asentir en silencio.
Se despidieron con rapidez de los menores, saliendo del departamento, y pasaron varios segundos sin que alguno dijera algo.
—Supongo que vamos a ir —dijo Hyunjin.
Yongbok bufó.
—Por supuesto que sí —contestó el alfa menor, agarrando su chaqueta.
Hyunjin sonrió, feliz, y le agarró la mano a Yongbok, ambos dándose un apretón ya que no iban a permitir que le hicieran daño a Seungmin.
Seungmin se sentía como un verdadero idiota en ese instante.
Miró hacia la derecha, donde tío Chan estaba sentado, con sus pies y manos atadas a la silla, con un pañuelo metido en su boca para que no pudiera hablar, evitando que usara su voz alfa para que los liberen. El alfa fulminaba con la mirada a las dos mujeres de pie ante ellos, con expresiones satisfechas en sus rostros.
Por otro lado, hacia la izquierda, estaba la hermana menor de Yongbok, Yongsun, también maniatada contra una silla, sus ojos rojos y llorosos. Tenía la mejilla hinchada y un horrible moretón en ella, probablemente por haberse resistido, y tragó saliva, sin poder hablar también por la mordaza entre sus labios.
Soonyoung era una maldita rata traidora.
—Lo siento —le había murmurado el omega cuando comenzó a sentirse mareado.
—¿Qué hiciste? —botó el vaso de café, sintiendo su estómago revuelto—. Soondae, ¿qué...?
—Necesitaba el dinero —balbuceó Soonyoung con rapidez, abrazándolo contra él para que no golpeara el suelo—, la señora Bang prometió pagarme mucho dinero si la ayudaba.
—¿La... la señora Bang...? —murmuró, aturdido.
—Necesito huir de mis padres para no casarme —se apresuró a decir Soonyoung—, y tú realmente me gustabas, Minmin. Yo de verdad... Si me hubieras dicho que sí, podríamos haber huido juntos. Ella sólo te quería lejos del camino.
Trató de golpearlo para salir corriendo, pero todas sus extremidades hormigueaban, sin poder moverlas, sin poder hacer algo.
Sintió un beso suave en su mejilla antes de que todo se volviera negro.
Luego despertó en un auto, con un horrible alfa a su lado, sus manos atadas, y se vio obligado a hablar con tío Chan a través de un teléfono. Minutos después, estaba siendo atado contra la silla.
Chan, por otro lado, estaba rabiando en su interior por su estupidez. Tuvo que haberse deshecho de su madre y Wheein cuando volvió, no dejarles el camino libre, pero realmente no creyó que iban a seguir intentando algo cuando ya perdieron por completo. Lo que sea que estuvieran haciendo...
Era desquiciado.
Y le preocupaba demasiado que Jeongin fuera a hacer algo imprudente y loco. Conociéndolo, no iba a dudar en arriesgarse para salvarlo, pero el omega debía pensar en su bebé. Si algo llegaba a ocurrirle al omega o al bebé...
Chan era capaz de matar a todo el mundo si algo les pasaba.
No esperó tanto tiempo para por fin ser feliz, como para que su madre y la loca de Wheein lo arruinaran todo.
Además, la rabia empeoraba porque veía el rostro lloroso de Yongsun, la herida en su mejilla, y sabía sin necesidad de preguntar que eso se lo hizo Wheein. La única vez que Wheein le levantó la mano a Yongsun y Yongbok fue cuando eran pequeños, pero Chan la amenazó con que si volvía a hacerlo, le cortaría la mano sin duda alguna.
Quería quitarse los amarres para poder cumplir esa promesa.
—Señora Bang —habló uno de los guardias, apareciendo por el umbral de la puerta—, ha llegado.
Hyejin se giró en el momento en que Jeongin entró al cuarto, con sus ojos yendo inmediatamente hacia el rostro de Chan. El alfa sintió una oleada de tranquilidad proveniente del omega, diciéndole que se calmara, pero Chan sentía su estómago apretado.
No quería tranquilizarse. Quería agarrar a Jeongin y llevárselo lejos de allí.
—¿Dónde está Yongbok? —preguntó Wheein, poniéndose de pie.
El omega hizo un ruido despectivo.
—¿Realmente crees que vas a quitarme a mi hijo, Wheein? —preguntó con evidente desprecio—. No seas idiota. Ahora, libéralos, y haremos como que esto no ocurrió nunca.
Wheein parecía realmente desconcertada por la actitud de Jeongin. Si era honesta, ella esperaba volver a ver a ese chico de dieciocho años del que se deshizo hace tanto tiempo, lloroso y estúpido, que apenas podía hacer algo para evitar su destino.
Pero Jeongin cambió, demasiado, y eso ella no se lo esperaba.
Incluso Hyejin parecía algo atónita.
—¿Tú... qué? —preguntó la alfa, antes de endurecer su mirada—. No lo estás entendiendo, Jeongin, cómo pretendes...
—Ya llamé a la policía —le interrumpió Jeongin con frialdad—, y por otro lado...
Ambas mujeres se sobresaltaron cuando del bolsillo de su abrigo Jeongin sacó un arma, apuntando a Hyejinn sin dudarlo un poco. Wheein abrió la boca con incredulidad.
Chan sentía ahora todos sus nervios crispados por la situación.
—¿Nos estamos entendiendo ahora o no? —preguntó el omega, su agarre sobre el arma era firme, sin lugar a dudas.
Jeongin sabía que el guardia también sacó un arma, apuntando a su espalda, pero poco le importó. No iba a dejar que el miedo le dominara en aquel momento, no cuando podía perder al alfa por el que luchó.
Aunque, si era honesto, Chan parecía a punto de tener un infarto por la situación.
—¿Vas a disparar? —preguntó Wheein—. ¿Serías capaz de matarme?
—¿A ti? —Jeongin se rió—. ¿Por qué querría matarte a ti, hermanita? ¿No es la madre de Chan la que está detrás de todo esto? —rodó los ojos—. Tú sólo eres un peón para ella, ¿qué eres tú sin esta mujer? Una patética omega sin nada de dinero —humedeció sus labios—. Si el guardia me dispara, yo le disparo. Si yo le disparo, él me va a disparar. ¿No es así? Pero, de todas formas, ella terminará muerta y dudo que puedas manejar a Chan una vez ella muera. Tú sabes... —sonrió con superioridad—, él me ama a mí.
Wheein apretó su mandíbula, en un gesto tan parecido al de él, que Jeongin sabía que estaba rabiando en su interior.
—Señora Hyejin.
Se quedó congelado cuando una conocida voz habló.
La alfa sonrió con frialdad.
—¿Sí, Hyunsuk? —preguntó con fingido interés.
—Mire a quiénes encontré.
Jeongin pensó que quizás su padre atrapó a Jisung y Changbin, a quienes les dejó la misión de deshacerse de los dos guardias de afuera. Pero cuando miró hacia atrás, sintió que las cosas estaban empeorando.
—Oh, Yongbok —dijo Wheein con diversión en su voz—. ¿Decidiste venir por tu propia cuenta?
Su hijo lo miró con expresión de culpabilidad y Hyunjin desvió la vista, avergonzando.
La mano que sostenía su arma tembló.
—Qué mierda les dije —murmuró con la voz tiritando por la rabia.
Yongbok tragó saliva.
—No podíamos quedarnos con los brazos cruzados —contestó Hyunjin.
—No, y en lugar de eso, vinieron acá para arruinarlo todo —Jeongin los fulminó con la mirada, y los dos alfas querían correr lejos de allí a pesar de la situación—. Deja de apuntar con un arma a mi hijo, Hyunsuk.
Su padre, con los ojos inyectados en sangre, se rió.
—Vaya, has cambiado mucho, Jeongin —dijo Hyunsuk—. ¿No vas a saludar a tu padre? Luciendo así, yo definitivamente ignoraría que eres mi hijo para follarte.
Jeongin no cambió la expresión de su rostro, sin embargo, Chan soltó un gruñido con su garganta, con su mirada oscureciéndose.
Incluso Yongbok tensó su mandíbula.
—El otro día me preguntaste por tu abuelo —comentó Jeongin—, aquí lo tienes, Bok.
—Oh, dejémonos de reuniones familiares —explotó Wheein, poniéndose de pie—, y acabemos con esto. Chan va a marcarme ahora mismo y tú, Yongbok, vas a quedarte en esta casa —la chica observó a Jeongin—. Hermanito, tú te irás con nuestro padre.
—Espero que te guste la prostitución —dijo Hyunsuk—, voy a sacar buen dinero si te follan.
Jeongin observó a cada una de las personas, sus ojos deteniéndose en Yongbok.
—Es tu última oportunidad —le dijo a Wheein—, acaba con esto ahora.
—¿O qué? —la omega caminó hacia Chan, que la fulminaba con la mirada—. Apenas des una orden, le van a disparar a Jeongin, así que no te atrevas a decir algo —habló, dirigiéndose ahora al alfa.
—Entrégale el arma a mi guardia, Jeongin, ahora —ordenó Hyejin.
El omega hizo una mueca, tentado de luchar contra esa voz alfa sólo para ver la expresión de la mujer, pero terminó obedeciendo. El guardia bajó su arma, mientras Wheein comenzaba a desatar la mordaza de Chan.
Jeongin miró a Yongbok una vez más.
El alfa asintió.
Jeongin no dudó en levantar su pie, golpeando al guardia en su entrepierna con un jadeo, así como Song le enseñó años atrás. Yongbok se giró también, empujando a Hyunjin a un lado, con Hyunsuk desconcertándose porque no sabía a cuál de los dos apuntar.
Yongbok lo aprovechó bastante bien, imitando a Jeongin y golpeando al alfa en sus testículos.
Jeongin no se detuvo a observar a su hijo, levantando su puño y golpeando al guardia para dejarlo aturdido, y se giró. Wheein lo observaba, aturdida, su cuerpo congelado.
Dio un paso.
—¡Detente, omega! —gritó Hyejin con la voz alfa.
Pero Jeongin sólo sonrió, despectivo, lanzándose a golpearla.
—He luchado toda mi vida contra la voz alfa —le gruñó Jeongin a la mujer, tirándola al suelo y escuchando su grito—. ¿Crees que vas a detenerme?
Le dio un golpe en la nariz, sintiendo placer al escuchar un crack, pero no pudo regocijarse pues en ese momento, alguien tiró de él hacia atrás agarrándolo del cabello.
Se volteó, soltando un jadeo por el dolor, encontrándose con el enfurecido rostro de Wheein.
—¡Suéltala, Jeongin! —chilló Wheein.
Jeongin gruñó, agarrándola de las muñecas para que la soltara, y ambos cayeron al suelo estrepitosamente.
Mientras tanto, Yongbok trataba de quitarle el arma a su abuelo, forcejeando con el alfa, pero sin poder lograrlo. No hasta que Hyunjin se puso de pie, ayudando al menor con su cometido, golpeando en el rostro al alfa para dejarlo aturdido.
Una vez lo lograron, se miraron y corrieron hacia donde estaban Chan, Yongsun y Seungmin. Hyunjin comenzó a desatar a Seungmin, en tanto Yongbok hacía lo mismo con su hermana menor.
—¡Sale de aquí, Yongsun, ahora! —le ordenó, una vez desató sus manos.
Wheein chilló al sentir un golpe en su mejilla, pero no soltó un poco a Jeongin, envolviendo sus manos alrededor del cuello de su hermano para asfixiarlo.
—Voy a matarte —murmuró la mujer—, voy a hacerte pagar por todo...
Jeongin golpeó las manos de Wheein, empujándola y rodaron por el suelo. Ahora el omega quedó sobre ella, tratando de dejarla quieta el tiempo suficiente como para que dejara de pegarle. Podía sentir su labio roto por uno de los golpes que le dio, pero no le importaba demasiado en ese instante.
La sacudió de los hombros, escuchando su grito cuando la cabeza de Wheein chocó contra el suelo, e iba a...
—¡Deténganse ahora mismo o le disparo!
Jeongin se quedó congelado al escuchar la voz de Hyejin, jadeante, y se giró viendo como la mujer lo apuntaba con un arma.
Yongbok se quedó quieto mientras trataba de desatar a su papá, el alfa con los ojos abiertos ampliamente al observar la pistola apuntando a Jeongin. Seugmin y Hyunjin también estaban congelados, en completo shock.
La mujer respiró con profundidad, perdiendo los estribos en ese instante, con una mirada tan enfurecida que Jeongin sintió algo de miedo. Se parecía, extrañamente, a Chan ese triste día en el que las cosas se torcieron, cuando lo descubrió mintiendo con Stephen.
—Abuela... —murmuró Yongbok, poniéndose de pie con lentitud.
—Tuve que haberte matado —gruñó Hyejin, mirando al muchacho—, deshacerme de ti apenas este imbécil omega te abandonó. Me habría ahorrado un montón de problemas.
Jeongin soltó un gruñido amenazante, pero la mujer no se vio intimidada, sólo sonrió con frialdad.
—Supongo que, si quieres deshacerte de la basura, tienes que hacerlo tú misma —dijo Hyejin, quitándole el seguro al arma.
Un disparo resonó con fuerza.
Todo el mundo se sobresaltó al escucharlo, moviendo sus ojos hacia Jeongin, que miró a su estómago con espanto. Pero no había nada. No había–
Hyejin dejó caer su arma, aturdida, mirándose a sí misma. Luego, se volteó.
Yongsun estaba llorando en silencio mientras dejaba caer el arma, jadeando, aturdida.
Sangre goteaba de la herida que Hyejin tenía en la espalda, donde la bala la alcanzó, y cayó al suelo como peso muerto.
Jeongin se puso de pie, pero no para alcanzarla, sino para agarrar a Yongsun, pálida y con aspecto de desmayarse también.
—Hey, hey, tranquila —murmuró, sosteniéndola.
—¿La mataron? —preguntó Wheein con un hilo de voz—. ¿Ella está...?
—¡Les habla la policía, manos arriba!
—La... la abuela iba a... a ha-hacerte daño... —balbuceó Yongsun, en shock, y en ese momento hombres armados entraron al cuarto.
—Lo sé, lo sé, mi amor, no te preocupes... —susurró Jeongin, acariciándole el cabello.
Mientras la policía entraba, detrás de ellos Jisung y Changbin también aparecieron. El beta más alto tenía un ojo morado, en tanto Jisung se quejaba por la nariz rota, pero ambos no dudaron en correr hacia donde estaban Seungmin, Yongbok y Hyunjin. El omega fue cubierto por las chaquetas del alfa, rompiendo a llorar gracias a la situación.
Una vez Chan fue desatado, no tardó en correr hacia Jeongin y su hija, envolviéndolos en un abrazo, con su corazón latiendo sin control alguno.
—Estamos bien —murmuró Chan—, estaremos...
Jeongin soltó un grito cuando sintió dolor recorriendo su vientre.
Chan perdió el color de su cara, pareciendo que iba a desmayarse pronto, pero Jeongin apretó sus dientes y le tomó la mano.
—Necesito ir a un doctor, ahora —le ordenó, y Chan no tardó en pedirle a la policía que se lo llevaran a un hospital.
Pero no lo abandonó. Chan, definitivamente, no lo iba a dejar solo nunca más.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro