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✧⁠◝ 19

Minghao estaba en la guardería, cuidando a los niños para distraerlos de todo el conflicto, TzuYu curándose de sus heridas y contándole bromas a los bebés, cuando lo sintió.

Chenle se hallaba jugando a las escondidas, por lo que no estaba cerca de él en el momento en que dolor lacerante, fuego vivo, quemó su cuerpo de forma repentina, cortando su respiración y haciéndole caer de rodillas de golpe.

―¡Minghao! ―gritó TzuYu al ver como se iba contra el suelo.

Alcanzó a sostenerse, su cuello ardiendo en fuego, y llevó su mano a ese lugar esperando ver sangre, un cuchillo, una bala, que lo explicara todo.

Pero no había nada. No había motivos para ese sufrimiento, excepto...

Excepto...

Golpeó el suelo con el costado antes de gritar cuando la marca, el enlace que compartía con Junhui, desapareció.

Abrió sus ojos y sintió el dolor estallando en su hombro.

Gimió en voz baja, parpadeando, tratando de enfocar su vista, y vio el preocupado rostro de Chan sobre el suyo. Estaba lleno de miedo, demacrado, con ojeras enmarcando sus ojos, pero también con una chispa de alivio.

―¿Chan...? ―preguntó débilmente, su garganta seca.

―Shhh, tranquilo bebé ―arrulló Chan con suavidad―, no te fuerces. Deja que te acomode y llamaré al doctor, ¿está bien?

Asintió, perdido, y permitió que el alfa lo ayudara a enderezarse, débil y tembloroso. Minutos después, YiXuan entró con una mirada de tranquilidad, sonriéndole en señal de consuelo.

―¿Recuerdas el disparo, HaoXi? ―preguntó YiXuan, sentándose en la silla.

Miró el techo, aturdido todavía y recordando los gritos, el polvo, la sangre.

YuQi muerta. Yang siendo golpeado. Alfas tocándolo sin pudor alguno.

Junhui. Junhui llenó de sangre por todas partes, con sus ojos desesperados, el dolor en su cuerpo.

Su garganta estaba seca.

—Jun... Junhui... —pidió con voz ronca.

YiXuan mordió su labio inferior, mientras Chan desviaba sus ojos.

―No pudimos hacer nada, HaoXi ―le dijo suavemente YiXuan―, para cuando Chan lo atendió, ya estaba muerto.

Muerto. Muerto.

Junhui muerto.

Oh dios, oh dios...

Sus ojos se llenaron de lágrimas y Chan se movió, abrazándolo a pesar del dolor en su cuerpo, soltando hormonas alfas para tranquilizarlo.

Junhui, quién fue su mejor amigo. Su sostén tantos años. Y aunque las cosas hubieran estado rotas y tensas, hubieran sido un desastre, eso no significaba que Jeongin no quisiera solucionarlo.

Y Minghao... Chenle...

―No... ―gimoteó con la voz quebrada―, no, no es...

―Tranquilo, bebé ―susurró Chan, acariciándole el cabello para calmarlo y el omega sollozaba―, fue rápido, lo prometo. Él no sufrió mucho.

Hipó, desconsolado, pensando en la mirada de Junhui, en su risa, sus ojos cariñosos puestos en él cuando hablaban, cuando estaban uno al lado del otro. A pesar de las últimas cosas que ocurrieron, a pesar de eso, Junhui siempre le sostuvo.

―No, esto es...

―No es tu culpa ―le dijo Chan, interrumpiéndolo y obligándolo a sostener su mirada―. Esto no es tu culpa. Cada uno tomó decisiones, Jeongin, y ninguno influyó en el otro. Yo no tuve, en primer lugar, que haberte ido a buscar, porque debíamos despejar el camino, pero no me resistí. Junhui tampoco tuvo que recibir esa bala por mí. Tú no tenías por qué ser carnada. Pero fueron decisiones que tomamos, y debemos soportarlas ahora.

―Pero...

―Mírame ―Chan suavizó su expresión―, no nos culpemos. No dejemos que esto nos destroce, Nini. Junhui... Él no querría que vivieras así. Por mucho que no nos lleváramos bien, él siguió preocupándose de ti, e hizo lo que pensó que sería mejor ―le dio un beso pequeño―. No dejes que esto te consuma, bebé.

Tragó saliva, sus ojos todavía llorosos, y se forzó a relajarse porque el dolor en su hombro era todavía demasiado, porque se sentía mareado y con ganas de vomitar por todo lo ocurrido. Por...

―¿Qué ocurrió? ―preguntó, su voz ahogada.

―El Gran Salón cayó en nuestras manos ―dijo YiXuan, antes de sonreír, con sus labios temblando―. Y Song se hizo al día siguiente con Zhongnanhai. Ang dimitió enseguida ―YiXuan parecía a punto de llorar―. Lo logramos, HaoXi. Por fin lo logramos.

Jeongin soltó una risa por la emoción, demasiadas sensaciones en ese instante por todo lo ocurrido, pero la sonrisa desapareció cuando notó algo:

―¿Cuánto tiempo permanecí...?

―Tres días ―dijo YiXuan―, tuvimos que operarte para sacarte la bala. Te va a seguir doliendo un tiempo, mientras cicatriza, pero tranquilo, no fue nada demasiado grave ―agregó, ahora con voz delicada―. Pero por si acaso, te hice unos exámenes de sangre, HaoXi... y, bueno...

―¿Qué? ―farfulló Jeongin, aturdido todavía y esperando una horrible noticia―. ¿Me voy a morir?

El doctor soltó una risa entrecortada.

―No digas esas cosas ―regañó Chan―, cómo puedes creer que–

―En realidad ―le interrumpió YiXuan―, estás embarazado, HaoXi ―una pequeña pausa―. Felicidades, van a ser padres.

Jeongin parpadeó. Chan abrió su boca, pero no dijo nada.

YiXuan los miró, expectantes.

La pareja se miró.

―¿Qué? ―balbuceó Jeongin, atónito.

―Embarazado ―repitió Chan―, pero ¿cómo...?

―Bueno, supongo que habrá sido al meterle la polla en el culo a HaoXi sin condón y anudaste–

YiXuan se vio interrumpido cuando Jeongin le lanzó un almohadón, aún con el dolor en su cuerpo.

―No te fuerces ―se apresuró a decir Chan, deteniéndolo de lanzarle otra cosa al doctor, que se quejaba―, no te hará bien, ni a ti ni al... al... ―Chan pestañeó―. Nini, estás embarazado.

Jeongin miró a Chan, atónito.

―Sí, Chan...

―Tendremos un bebé ―masculló Chan―. Un bebé. De nosotros dos ―una sonrisa enorme pintó el rostro del alfa a pesar de lo demacrado que se veía―. Innie, vamos a tener un bebé.

―Eso significa estar embarazado ―concedió Jeongin, y se quedó callado enseguida.

Sus ojos, de pronto, se llenaron de lágrimas que ya no pudo resistir por la cantidad de noticias recibidas.

―Un bebé, Chan ―dijo con la voz quebrada―. Tendremos un bebé. Un bebito ―Chan asintió, tomándole la mano, su mirada llena de felicidad―. No soy... No somos infértiles. Podemos tener bebés...

―Será el primero ―el tono de Chan temblaba por la emoción―. El primero de nuestra familia.

Jeongin rompió a llorar, emocionado, mientras Chan lo abrazaba por el cuello liberando hormonas de alegría. Frotó su cabello contra el cuello del alfa, sintiéndose contento y lleno de esperanza por la noticia que le acababan de dar.

—Te amo —dijo, levantando la vista y atrayendo el rostro de Chan contra el suyo—, te amo, te amo Bang Chan...

Y Chan le sonrió.

—Yo también te amo, Innie, te amo... —Chan llevó una mano a su vientre, mirándolo con admiración—, y también te amo a ti, bebé...

Comenzó a reír entrecortadamente, dejando que las manos de Chan lo sostuvieran y sintiéndose por primera vez, en mucho tiempo, afortunado. 

El conteo final fue mucho más pesado de lo que Jeongin pensó.

Junhui. CaoLu. YuQi. YīngNán. ChengXiao. ZiTao. QianKun. JieQiong. MěiQí. Más amigos de los que podía contar con los dedos de la mano. Mucha gente que no conoció, pero que apoyó todo eso.

Jeongin ni siquiera pudo asistir a los funerales por su condición, dormido tres largos días por la herida en su hombro, sin embargo, se prometió que apenas saliera del hospital iría a visitar cada tumba.

―Song finalmente asesinó a Ang ―dijo YiXuan, mientras le vendaba el hombro―, luego de que se rindiera, lo acusó de seguir conspirando en nuestra contra y le disparó ―el beta suspiró―. Esperamos que con ello la resistencia de algunos sectores desaparezca. Song planea establecer un Consejo Representativo y llevar a cabo una Asamblea Constituyente.

El omega asintió, algo retraído y pensando en Yongbok. Su hijo no pudo ir a verle por el celo de Seungmin, pronto a acabar en esos días, y esperaba que no le hubieran contado del disparo, pues sabía que el menor enloquecería. Muy probablemente no querría separarse de él por el resto de su vida.

Chan no estaba en ese instante, atendiendo a heridos en otro salón, y Jeongin lo prefería así, ya que si Yongbok se alteraría por lo del disparo, su alfa ya estaba vuelto loco porque recibió el disparo en cinta, y la sobreprotección de su pareja estaba alcanzando un punto límite: sin ir más lejos, parecía que quería acompañarle incluso para ir al baño.

La puerta fue tocada, y alguien entró.

Jeongin desvió la vista al ver el demacrado rostro de Minghao, sus ojos yendo de forma inevitable a la marca amarillenta en su cuello en señal de un alfa muerto.

Se recordó a sí mismo también los primeros días luego de la muerte de Hyub. Dependiendo de cuán fuerte era el amor por el otro se definía el dolor de la pérdida, así que Jeongin en realidad no la pasó tan mal: ardió cuando la cicatriz comenzó a desaparecer y adquiría ese color amarillento, pero pudo manejarlo bien, más concentrado en que Yongbok no la pasara mal.

Sin embargo, no era insensible: el enlace entre Minghao y Junhui fue mucho más fuerte, pues ambos se unieron por amor, y a pesar de todo lo ocurrido los últimos meses, ese amor no se iba tan fácil. Puede que nunca se fuera.

Así que comprendía el sufrimiento por el que debía estar pasando el omega (él, después de todo, se separó de Chan catorce años y no fue una situación agradable).

―¿Interrumpo algo? ―preguntó Minghao, cargando a un dormido Chenle en sus brazos.

YiXuan lo ayudó a ponerse la playera del pijama, negando con la cabeza.

―Tranquilo, ya estaba acabando su revisión ―YiXuan acercó la bandeja de comida―. No dejes nada, HaoXi.

Hizo un gesto de desagrado al observar el brócoli, con YiXuan saliendo en tanto Minghao se acercaba y se sentaba a su lado.

―Lo siento ―fue lo primero que dijo Jeongin una vez el silencio se volvió insoportable―, Junhui no tuvo que...

―Junhui tomó una decisión ―le interrumpió Minghao con calma―, y no pidas perdón por eso. Le dije lo mismo a Chan cuando se acercó para darme las condolencias y culparse porque Junhui recibió su bala.

Enmudeció, avergonzado, hurgando con el tenedor el plato con brócoli, arroz y pollo.

―¿Cuánto dolió? ―preguntó algo tímido.

―Un infierno ―respondió Minghao, acariciándole el cabello a Chenle―. Nuestro enlace era fuerte a pesar de lo ocurrido, después de todo, Junhui pudo haberte marcado en cualquier encuentro que tuvieron si no me hubiera querido tanto.

―Si no dudabas de sus sentimientos, ¿por qué...?

―¿Por qué no lo perdoné? ―terminó de decir―. Porque hay cosas que comprendo, pero no significa que perdone. O, más aún, que olvide. Lo amo, sin embargo, me conozco lo suficiente para saber que me habría pesado más adelante los sentimientos que pudo haber tenido por ti. Se lo habría sacado en cara cuando pudiera ―hizo una mueca―. Tarde o temprano, lo nuestro hubiera llegado a su fin por eso. Era mejor cortar por lo sano antes de que nos termináramos odiando.

Asintió, comprendiendo por completo la postura que tenía su amigo, sabiendo que no era nadie para juzgarlo, para enjuiciar sus decisiones. Minghao, antes que un omega, era una persona capaz de elegir lo que estimara conveniente para su propio bien. Y si eligió eso para sentirse mejor, entonces Jeongin no era nadie para juzgarlo.

No luego de haberlo traicionado de tan vil forma.

―Chenle la ha pasado peor ―prosiguió Minghao, dándole un beso en la frente a su bebé―, no entiende que Junhui ya no esté. Cuando le expliqué que papá estaba en el cielo, me preguntó varias veces que cuando volvería, que lo extrañaba, que lo quería a su lado ―suspiró, agotado, y sus ojos se llenaron de lágrimas de dolor―. ¿Cómo se lo explico, Innie? ¿Cómo le digo que no verá nunca más a papá? Puede que Junhui no haya sido el mejor alfa para mí, pero como padre...

Como padre, Junhui fue impecable, uno de los mejores que Jeongin conoció, preocupado siempre de que a su hijo nunca le faltara nada y estuviera siempre feliz.

―Lo entenderá en algún punto ―contestó Jeongin―. Chenle es un chico inteligente y se dará cuenta de ello.

―Sólo... no quiero que sufra más ―murmuró su amigo, limpiando sus ojos furiosamente―, lo único que espero ahora es que las cosas se calmen. Chenle merece una vida normal ―Minghao lo miró―. Tú también lo mereces, Jeonginnie, ya es tiempo de que empieces a preocuparte por ti y no del resto.

Asintió, no muy convencido de ello, pero entendiendo que Minghao tenía algo de razón: iba a tener un bebé, por lo que debía cuidarse mucho más, descansar y relajarse.

Minghao se puso de pie, y en ese momento, la puerta se abrió.

Jeongin se rio cuando Yongbok entró casi corriendo.

―¡No es gracioso! ―se quejó Yongbok, subiéndose a la cama para abrazarlo―. ¡Cuando papá me dijo que estabas aquí, casi lo tiro por la ventana!

―Ah, ¿no ha hecho entonces un buen trabajo? ―preguntó algo divertido, haciendo una mueca cuando por los movimientos su hombro dolió―. Bokkie...

―¡Pudiste haber muerto! ―prosiguió Yongbok con los ojos llenos de lágrimas―. ¡Te das cuenta de eso, mamá!

Minghao le hizo un gesto, saliendo de la habitación con una sonrisa algo divertida, diciéndole que hablarían en otro momento, y Jeongin le revolvió el cabello a Yongbok.

―Estás exagerando, fue sólo un rasguño ―regañó, pellizcándole el labio inferior.

Yongbok hizo un gesto enfurruñado.

―Nunca piensas en mí ―exageró, recostándose contra su pecho, sin soltarlo un poco.

―¿Qué estás diciendo? ―bufó Chan, entrando―. Ojalá pensara menos en ti para que me quiera más.

El menor soltó un gruñido.

―Bueno, ha llegado el momento de decirlo ―prosiguió Chan, sentándose en la silla y sonriendo burlonamente.

Yongbok parpadeó, sin entender las palabras del alfa, y miró otra vez a Jeongin, que frunció el ceño con disconformidad.

―Oh, Chan... ―murmuró Jeongin.

―Vamos, vamos, dile ―incitó Chan, con sus ojos malvados.

―¿Qué cosa? ―preguntó Yongbok.

―Espera, espera, quiero grabarlo ―dijo Chan.

―¡Eres un idiota! ―regañó Jeongin―. Bok, bebé, vas a tener un hermanito.

Yongbok arrugó las cejas, confundido.

―¿Van a adoptar? ―preguntó.

Chan ladeó la cabeza.

―¿A ti te pagan por ser idiota o qué? ―bufó Chan.

―¡Mamá!

―Estoy esperando un bebé, Yongbok.

―¿Qué? ―farfulló el menor enderezándose, haciendo que la sonrisa en el rostro de Chan se extendiera―. ¿Cómo...?

―Me corrí dentro de Jeongin muchas veces ―dijo Chan―, y anudaba con facili–

―¡PAPÁ!

―Eres un monstruo ―se quejó Jeongin entre carcajadas.

Yongbok soltó un bufido de indignación, con sus mejillas coloradas, hasta que reparó en lo que le acababan de decir. En las palabras recién mencionadas.

Su rostro se volteó hacia Jeongin, que seguía acariciándole el cabello con evidente ternura.

―¿Un hermanito? ―preguntó, atónito.

―Nos lo dijeron el día de ayer ―contestó Chan con calma, aunque se podía ver todavía la emoción en sus ojos, con una sonrisa enorme decorando su rostro―, tú mamá está esperando un bebé. Un bebé mío ―recalcó.

Yongbok rodó los ojos, enfocando ahora su mirada en el vientre plano de Jeongin.

―¿Me va a quitar tu atención? ―preguntó con un tono extraño―. Porque si es así, entonces puedes deshacerte de ese parásito.

Jeongin comenzó a reírse, mientras Chan se atoraba con su saliva.

Antes de que alguno pudiera decir otra cosa, el alfa mayor se puso de pie, agarrando a Yongbok del cuello de la playera y tirando de él.

―Ahora sí te lanzo por la ventana ―masculló, arrastrando al menor.

―¡NO, PAPÁ, ERA BROMA, ERA BROMA! ―chilló Yongbok.

Y mientras Yongbok trataba de impedir que Chan lo levantara para tirarlo por la ventana del tercer piso del hospital, Jeongin sólo podía reírse, sin dejar de mirarlos y pensando que quizás llegó el día de su fortuna.

Que ahora, quizás, las cosas sí le sonreirían.

Chan no se despegaba en ningún momento de él, pero honestamente, a Jeongin no le interesaba demasiado. No cuando el alfa se veía tan, tan feliz, que él de forma inevitable sonreía también.

Aunque también le hacía sentir algo culpable, por todo lo que acababa de pasar, por los amigos que acababa de perder, sin embargo, trataba de que no le consumiera, de que no le afectara tanto, porque sabía que llorar no solucionaría nada, que ellos no volverían nunca.

―¿Bebé? ―murmuró Chan contra su estómago, acomodándose en la cama―. ¿Me escuchas, bebé? ―agregó, acariciando su vientre.

Jeongin se rio, sus manos revolviendo el cabello de Chan.

―Amor, el bebé todavía no tiene oídos, no puede escucharte ―le dijo con la voz cargada de ternura.

―Shhhh... ―regañó Chan―, no lo escuches, bebé. Yo sé que puedes oírme ―Jeongin se sentía derretir en ese momento―. Papá te ama mucho, mucho, mucho, cachorrito...

El omega suspiró por la sensación de alegría que le recorría con cada nueva palabra de Chan, más aún cuando el alfa se enderezó, acercándose y dándole un beso en los labios.

―También te amo a ti, no tienes que ponerte celoso ―bromeó contra su boca.

Jeongin le pellizcó el costado.

―¿Cómo le vamos a poner? ―preguntó Jeongin, acurrucándose contra Chan.

El alfa enarcó una ceja.

―¿No es muy pronto para eso?

―¿No eras tú el que le está hablando a un montón de células que no pueden escucharte?

Touché ―Chan acarició sus cabellos―. Si es niño, podría ser... Mmm... Jungsu...

―Bang Jungsu ―aprobó Jeongin, asintiendo―. Es un bonito nombre. ¿Y si es niña?

Chan, de forma perezosa, cerró sus ojos.

―Bang Bahiyyih ―respondió―. Ahora, ¿qué tal si dormimos?

Jeongin lo empujó fuera de la cama.

―No, ve a buscarme algo para comer ―dijo, ignorando los quejidos de Chan―, la comida de hospital no es buena.

Chan se puso de pie con una expresión de reprobación en su cara.

―La comida de hospital tiene los nutrientes necesarios para que...

―¡Tu bebé quiere comida! ―regañó Jeongin.

Chan soltó un suspiro.

―¿Cuál de los dos bebés? ―murmuró en un quejido, dándose vuelta para ir a buscar algo que Jeongin quisiera.

―Ambos ―contestó, antes de que saliera del cuarto, sin dejar de sonreír.

Una vez Jeongin se quedó solo, se permitió bajarse de la cama a pesar de que YiXuan le hubiera recomendado permanecer acostado, yendo a la ventana para mirar hacia la ciudad. Las calles seguían algo vacías, pero gran parte de las personas parecían haber retomado sus vidas de forma normal según lo que se esperaba. Si bien el Gobierno anterior estaba acabado, Song estaba luchando en ese instante por ganarse la confianza de economistas y empresarios para poder sacar el país a flote como fuera, antes de llevar a cabo las reformas necesarias y cambiar el orden impuesto durante tantos años.

Sabía que sería difícil. Que mucha gente lucharía contra ellos. Pero iban a tener que hacerlo para que, por fin, les miraran como personas y no como ganado.

Y Jeongin lo llevaba pensando desde hace mucho, en especial esos últimos días, que quizás llegó el momento de hacer lo mismo en el país donde nació. De volver a Corea con Chan y Yongbok para poder luchar allí también por sus derechos.

La puerta fue abierta, pero no se giró.

―¿Tan rápido volviste? ―preguntó un poco distraído.

No hubo respuesta.

Extrañado, se volteó, pero permaneció quieto cuando sus ojos se encontraron con un cuchillo contra su garganta y un beta enorme empujándolo contra la pared de pronto. Soltó un jadeo, sorprendido, su cabeza golpeando el concreto, y estuvo un instante mareado, sin saber qué hacer.

Alcanzó a girar cuando vio el cuchillo siendo levantado, rodando por el suelo, con su instinto omega disparándose.

―¡No! ―chilló―. ¡NO!

¿Qué mierda estaba pasando? ¿Quién demonios era ese beta?

El desconocido lo agarró del cabello, gruñendo y aplastándolo con su cuerpo para contenerlo.

―Tranquilo ―espetó―, te callas y calmas si no quieres que te apuñale, Jeongin.

Tembló ante sus palabras, obedeciendo a pesar de que su garganta luchaba por gritar. Sin embargo, no era idiota: estaba esperando un bebé, si era apuñalado no sólo él iba a morir sino también su hijo, y no podía permitirse eso. No ahora. No su bebé.

Por ello, también se obligó a calmarse, sabiendo que el estrés podría provocarle un aborto espontáneo.

―Así me gusta ―concedió el beta, y notó que el hombre estaba vestido como un enfermero―, ahora, ponte de pie y saldrás delante de mí. Caminaremos hasta las escaleras de emergencia, ¿me entiendes? Y si se ocurre correr, si se te ocurre gritar, prometo matarte.

Asintió sin dejar de temblar, siendo tirado de su cabello para ponerse de pie, y sintió la punta del cuchillo en su espalda, presionando un poco. Se obligó a no mirar hacia atrás, comenzando a caminar, con su omega revolviéndose por el temor, por el miedo.

¿Acaso ese hombre fue mandado, por una fracción alfa que deseaba derrocar el nuevo Gobierno instaurado, para matarlo? A Jeongin no le extrañaría, no luego de todo lo ocurrido. Junhui estaba muerto, él sería el siguiente, y quizás iban a querer llegar a Song después.

Salió de la habitación tratando de mantener la expresión tranquila, sus ojos moviéndose de forma calculadora por el pasillo donde algunas personas caminaban y doctores iban y venían, pero el cuchillo presionó con un poco más de fuerza.

―La salida está a la vuelta de la esquina ―dijo con suavidad el beta―, ahora, camina.

Se obligó a no mirar a nadie, a no correr, sintiendo el pánico atenazándose en su interior. Dios, dios...

El cartel que apuntaba a la salida de emergencia brillaba en neón rojo, abriendo la puerta, y observó las escaleras con terror, el lugar apenas iluminado. Jeongin se sentía algo débil, incluso mareado, y pensaba que iba a vomitar.

Entró, la puerta cerrándose detrás del beta.

―Baja ―ordenó el hombre bruscamente, empujándolo con el cuchillo, y soltó un jadeo por la punzada en su espalda.

No dudó en obedecer.

Sus pies se enfriaron por el cemento, desnudos, y tembló porque sólo le abrigaba el pijama del hospital, su hombro quejándose por el dolor.

Estaremos bien, bebé, no dejaré que te pase nada. No permitiré que te hagan daño, bebé, se dijo cuando llegaron al segundo piso.

En ese instante, una alarma en el lugar resonó.

El beta soltó un gruñido.

―¡Apúrate! ―espetó el hombre, presionando el cuchillo contra su espalda baja, y Jeongin sintió una punzada pequeña.

Se obligó a obedecer, soltando feromonas de miedo, esperando conmover un poco al desconocido, a ablandar su corazón, pero el hombre bufó con desprecio.

En el primer piso, el beta abrió la puerta, saliendo al aire libre, en un estacionamiento donde un auto ya les estaba esperando, con el motor encendido.

―¡Eh, deténganse! ―gritó una guardia a lo lejos.

―¡Súbete, maldita sea! ―gritó el hombre, abriendo la puerta del auto.

Jeongin soltó un chillido, negándose.

―¡No, no! ―balbuceó, girándose y sosteniendo las muñecas del beta para forcejear con él―. ¡¿Quién demonios es usted?!

El beta lo golpeó en el rostro y cayó al suelo, su mejilla latiendo, y vio al desconocido agarrando el cuchillo para apuñalarlo.

Jeongin no lo pensó, pateándolo en las piernas, haciendo que se desequilibrara, y se arrastró para tomar el arma. Sin embargo, antes de poder hacerlo, el beta se lanzó otra vez sobre él, sus manos alrededor de su cuello, cortando su respiración.

Suéltalo, ahora.

Jadeó cuando aire volvió a cruzar por su tráquea, y contempló el cielo, mareado, aturdido. El rostro lloroso de Yongbok se asomó en su visión, gruñendo contra el beta, que respiraba aceleradamente, y su hijo lo ayudó a sentarse en el suelo.

Chan tenía la mandíbula apretada, observando al beta con furia en su mirada.

―Está bien, mamá ―murmuró Yongbok, acariciándole el cabello―, estás a salvo.

Asintió, todavía en el suelo.

Chan elevó su barbilla mientras YiXuan apareció, arrodillándose al lado de Jeongin para atenderlo. LuHan se ubicó al lado de Chan, sacando su arma y apuntando al beta.

―¿Pretendías matarlo? ―habló Chan con voz helada.

El beta escupió al suelo. Chan entrecerró sus ojos.

Habla ahora, pedazo de mierda ―volvió a hablar, chasqueando su lengua, con su tono impregnado de voz alfa.

Jeongin tembló de forma inevitable, pero Yongbok lo arrulló.

El desconocido soltó un gruñido.

―Por supuesto que sí ―dijo con voz grave―, torturarlo y matarlo.

A Jeongin le importaba una mierda sí lucía como un bebé en ese instante, demasiado asustado por lo que acababa de ocurrir, con su instinto omega dominándolo. Sobre todo, ante el pensamiento de que su bebé pudiera haber recibido daño alguno.

Sollozó por el susto.

Chan le ignoró, sus ojos brillando por la ira.

¿Quién te mandó? ―siguió preguntando, agarrándolo ahora de la camisa, tirando del beta.

―Bang Hyejin ―espetó el beta―, ella me contrató para encargarme de un omega problemático.

Chan lo golpeó en la cara, con su rostro ensombrecido.

―HaoXi, vamos, tienes que volver a la cama ―murmuró YiXuan, preocupado.

―No ―chilló débilmente―, quiero a Chan ―sollozó―. Quiero a mi Alfa, ¡quiero a Alfa!

Chan volvió a ignorarle, más concentrado en golpear otra vez el rostro del beta ya ensangrentado. LuHan parecía no querer intervenir, y ningún otro guardia hizo amago de detener a Chan.

El instinto omega de Jeongin estaba demasiado a flote por la situación.

―Necesito revisarte ―siguió insistiendo YiXuan.

Jeongin se negó, y Yongbok mordió su labio inferior, decidiendo intervenir. Poniéndose de pie, se acercó a su papá, su puño quebrándole la nariz al desconocido, y lo agarró de la cintura.

―Papá, detente, por favor ―pidió Yongbok suavemente.

―Suéltame, ahora ―ordenó Chan con tranquilidad.

―Mamá te necesita ―insistió Yongbok―, ¿de verdad le dejarás así?

Chan bajó su mano, soltando al beta, y soltó un bufido antes de patearlo otra vez en el estómago, para después acercarse a Jeongin con cuidado, suavizando su expresión.

―Chan... ―sollozó Jeongin.

―Shh, shhh... ―susurró Chan, inclinándose y tomándolo en brazos―, estoy aquí, mi amor. Prometo que no te pasará nada malo.

Jeongin se arrebujó contra él, necesitado de atención, lloriqueando, y sólo cuando Chan le sostuvo pudo relajarse un poco, aferrarse al alfa y dejarse querer por él.

Dejarse proteger porque, por primera vez en años, no se sentía fuerte.

Song le acarició el cabello, pero a Jeongin no le interesaba si se veía como un bebé, en ese instante sólo quería que le dieran amor.

Incluso Yongbok, con quince años y siendo ya un adolescente, se acostó a su lado para que Jeongin creara su nido de amor, aferrándose a él y dejando que le llenara el rostro de besos para calmarlo un poco.

―¿Por qué Chan no me está abrazando? ―murmuró Jeongin, liberando feromonas maternas.

Yongbok asomó su rostro, entornando los ojos.

―Porque no quiero que papá me abrace, eso golpearía mi ego ―replicó el menor.

Chan soltó un bufido, su mano apretando una pelota de goma que YiXuan le trajo para que se desquitara, contuviera los impulsos de ir a asesinar al beta que osó tocar a su omega, a su bebé.

Song suspiró.

―No tienes que preocuparte, HaoXi ―le dijo ella con amor―, nos encargaremos de que no vuelva a molestarte.

―Lo quiero matar ―masculló Chan, poniéndose de pie.

YiXuan entró en ese instante, llevando los exámenes que le hicieron a Jeongin una vez estuvo estable.

―Todo bien ―dijo el beta con alivio―, todavía hay un montón de células que serán un bebé en un futuro dentro de tu vientre, HaoXi.

Jeongin gimoteó y Chan le lanzó la pelota a YiXuan a la cara.

―No le digas así a mí cachorro ―regañó Chan, e importándole poco que Yongbok se quejara, se subió a la cama y abrazó al omega por detrás, dejando que liberara más feromonas de amor―. ¿Oíste, Innie? Nuestro cachorrito está bien ―y repartió besos por su cuello.

Song fingió arcadas mientras Yongbok volvía a quejarse, pero Chan los ignoró por completo, feliz de que todo estuviera bien, a pesar del horrible susto que acababa de llevarse por culpa de la loca de su madre.

Chan la iba a matar, de eso no había duda alguna, en especial cuando recordaba a Jeongin en el suelo, su rostro lleno de pánico, su mejilla roja por el golpe que le dieron. La rabia ardía en su interior por esa situación. No pasó por tanta mierda como para que ahora le arrebataran a la persona que más amaba en el mundo, persona que además cargaba a su hijo.

No, Chan no lo iba a permitir.

Así que llegó el momento de arreglar cuentas.

―Vamos a estar bien ―le dijo, con Jeongin soltando a Yongbok, que no dudó en bajarse de la cama refunfuñando por lo bajo―, puedes quedarte aquí mientras yo regreso a Corea y me deshago de unas moscas molestosas y...

―¿Qué dices? ―Jeongin le miró, atónito―. ¿Volver tú solo? ¿Estás loco?

Chan parpadeó.

―Nini, es lo...

―¡Y una mierda! ―todos se sobresaltaron ante el grito del omega―. ¡Tú no vas a volver solo! ¡Yo viajaré contigo, y Yongbok también, y sus novios igual!

―Todavía no somos novios ―aclaró Yongbok con las mejillas coloradas.

―Innie, estás preñado ―dijo Chan―, si algo llegara a pasarte por el estrés o si mi madre...

―¡Cierra la boca, Chan! ―el alfa obedeció, queriendo esconderse bajo la cama―. No eres tú la única persona que tiene algunas cosas pendientes ―Jeongin apretó sus labios un instante―, Wheein va a pagarme todo lo que hizo. Le cobraré cada uno de sus actos, y lo haré yo, nadie más, ¿entendido? Así que, si estás pensando en abandonarme otra vez, entonces voy a meterte un palo por el culo, ¿está claro?

Chan pestañeó mientras Yongbok ponía cara de espanto. Song enarcó una ceja, algo fascinada por todos los gritos, en tanto YiXuan se ponía a silbar una canción.

De forma repentina, el alfa sonrió con lentitud.

―¿Te he dicho lo caliente que te ves cuando te enojas? ―comentó.

―¡No, no pueden hacer esas cosas frente a mí! ―se quejó Yongbok―. ¡Le dejarán un trauma al bebé!

―El bebé todavía no puede escucharlos ―dijo YiXuan con paciencia.

―¡Yo soy el bebé! ―aclaró Yongbok.

―Un bebé apestoso, rechoncho y llorón ―replicó Chan.

Song se sentó al lado de Jeongin, mientras Yongbok y Chan se ponían a discutir como dos niños pequeños, y le acarició el cabello al omega una vez más.

―¿Cómo los soportas? ―preguntó Song con diversión―. Son como dos cachorritos peleando por tu atención.

Jeongin sonrió, feliz, y llevó una mano a su estómago.

Jeongin quería esa felicidad, y la iba a conservar como fuera, aunque tuviera que hacerle daño a su propia hermana.

―Son mis bebés ―fue lo único que dijo, antes de gritar cuando Chan agarró la camisa de Yongbok y lo arrastró a la ventana.


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