✧◝ 18
Hyunjin estaba batallando con Seungmin, cuando Yongbok despertó al recibir un golpe en una de sus piernas.
—¡Yongbok! —lloriqueó Seungmin, tratando de impedir que Hyunjin lo sostuviera de los brazos—. ¡A... ayuda...!
—¿Qué ocurre? —preguntó confundido, con su voz ronca por el sueño.
Hyunjin gritó al recibir una mordida en su mano, el omega gruñendo entre quejidos.
—No quiere tomarse el anticonceptivo —explicó Hyunjin—. Su omega quiere un bebé, pero yo sé que Seungmin no está hablando en serio, y tengo que obligarlo cada maldito celo a tomarse la pastilla para que no quede preñado.
—¡Bebé! —exigió Seungmin, tratando de girarse y escapar del agarre del alfa—. ¡Quiero bebés!
—¡No, no los quieres! —bufó Hyunjin—. ¡Vamos, Yongbok, ayúdame! ¡Sostenlo de los brazos!
—¡No! ¡No! —sollozó Seungmin al ser agarrado por el alfa menor—. ¡Malos! ¡Malos!
Hyunjin agarró su mandíbula, obligándolo a separar sus labios, y puso una pastilla en su lengua, tapándole la boca para impedir que la escupiera. Seungmin terminó tragando la pastilla entre llantos, y Yongbok se sintió mal al escucharlo llorar de forma desquiciada.
—Quiero mis... mis bebés... —hipó el omega, tocándose el estómago.
—Ya, Seungmin... —comenzó a decir Yongbok, queriendo calmarlo—, más adelante... ¡AH!
El omega lo mordió repentinamente en el hombro, enfurecido.
Hyunjin tiró del chico, empujando una almohada en su boca para que no mordiera a nadie más, y Seungmin abrazó el cojín, sollozando sin control alguno.
—No le creas —dijo Hyunjin al ver la expresión de Yongbok—, está fingiendo porque espera que le demos bebés con su llanto.
Las lágrimas de Seungmin se detuvieron. Hyunjin sonrió con burla.
—¡Los... los mataré...!
—Seungminnie, no seas malo —regañó Yongbok, antes de recibir un golpe de la almohada—. Vamos, ¿te calmarás si follamos entre nosotros?
No sabía de dónde sacó la valentía para decir eso.
Seungmin los miró con sorpresa, con sus mejillas coloradas y ojos brillando, y asintió con ferocidad.
Hyunjin observó a Yongbok. Yongbok observó a Hyunjin.
El menor levantó sus manos.
—Sólo bromeaba...
—¡No, no! —gritó Seungmin, enderezándose—. ¡Follen! ¡Follen!
—¡Creaste un monstruo! —acusó Hyunjin.
—¡Yo sólo quería...!
—¡Follen! —Seungmin rompió a llorar (otra vez)—. ¡Malos! ¡Malos... alfas! ¡Malos! ¡No me... no me aman...!
Yongbok rascó su nuca.
—Bueno, Jinnie, si puedes ponerte en cuatro... —comenzó a decir Yongbok, antes de que Hyunjin se atragantara con su saliva.
—No me jodas, Yongbok —balbuceó Hyunjin—. El delta en este celo eres tú. En cuatro, ahora. Creo que hay lubricante en un cajón...
Yongbok iba a comenzar a llorar porque no creía que estuvieran hablando de eso, pero una mirada hacia Seungmin, que estaba balbuceando palabras entre lágrimas, le hizo desistir de su plan de lanzarse por la ventana.
Mientras Hyunjin agarraba algo en el cajón, Yongbok se giró y puso boca abajo, desnudo y un poco incómodo por la situación en la que estaba. Por sentirse tan expuesto de pronto.
Su alfa interior comenzó a chillar que no, que se diera vuelta y tratara de someter a Hyunjin, pero desistió, pues el lugar donde el mayor mordió el día anterior pareció arder en señal de advertencia. Hyunjin había ganado justamente. Era el Alfa a cargo en ese celo. Quizás en el siguiente podría cobrárselo, pero por ahora...
—Relájate, Bok —susurró Hyunjin, acariciando su cintura de forma repentina, con Seungmin mirándolos atentamente—. Si es demasiado, me avisas y pararé.
Tomó aire, forzándose a relajar sus tensos músculos de su cuerpo, y tomó la mano de Seungmin para sostenerse, mientras sentía los dedos del alfa comenzando a acariciar su trasero.
—Vaya —comentó Hyunjin—, tienes mejor culo que Seungmin, quien lo– ¡POR UN DEMONIO, SEUNGMIN!
El grito del mayor resonó en el cuarto cuando Seungmin le lanzó ahora su zapato.
Yongbok comenzó a reírse sin control alguno, tanto por la situación como por los nervios, pero antes de poder decir algo, jadeó cuando Hyunjin, mascullando por lo bajo, apretó la botellita del lubricante, soltando el líquido entre sus nalgas.
—Ven —instó Hyunjin, agarrándolo de las caderas y tirándolo hacia la orilla de la cama—. Apoya tus pies en el suelo, pero no te endereces. Separa tus piernas y eleva tu culo, sí, así —alabó Hyunjin al verlo obedecer—. Ahora, Seungminnie, ¿qué tal si le chupas la polla mientras lo preparo para relajar a tu alfa?
Seungmin gimoteó, asintiendo con torpeza, deslizándose por entre las mantas y acomodándose de rodillas en el suelo, entre las piernas de Yongbok. Agarró su miembro con los labios para comenzar a chupar.
Yongbok jadeó por la ola de placer que lo recorrió, inevitablemente relajándose un poco más cuando Seungmin agarró su pene, y casi no notó el momento en el que Hyunjin deslizó un dedo en su interior.
Se sobresaltó por completo, pero no por el dolor: bueno, sí, era algo incómodo y con un pequeño dolor punzante, pero no era demasiado. Podía... Podía acostumbrarse.
Miró hacia abajo, con su rostro entre sus brazos, observando a Seungmin mirándole atentamente mientras seguía chupando su polla, sus mejillas coloradas y sus ojos brillando.
—¿Cómo se siente? —preguntó Hyunjin con voz ronca detrás de él, entrando y sacando su dedo de su interior.
—Ex... extraño... —contestó Yongbok, respirando aceleradamente.
—Meteré un segundo —dijo Hyunjin, antes de echar más lubricante en su entrada y su mano, juntando dos dedos para presionarlos contra su entrada.
Bien, ahora sí dolió un poco más.
Soltó un gemido tanto por el leve dolor como por el placer de la boca de Seungmin, que estaba haciendo maravillas allí abajo. Yongbok no tenía mucha tolerancia hacia el dolor, si era honesto, nunca tuvo accidentes graves o sentido demasiado dolor, por lo que cuando el tercer dedo ingresó, dejó salir ahora un grito más fuerte.
—¿Quieres que pare? —preguntó Hyunjin de forma repentina, sin mover su mano, mientras Seungmin seguía trabajando allí abajo—. Si es así...
Yongbok tomó una respiración más profunda, concentrando su mirada en los ojos de cachorro de Seungmin, que lucía más excitado aún por la situación.
Es tu omega. Lo desea. Y, en el fondo, tú también lo quieres, murmuró una voz en su interior.
—Con... continúa... —le dijo en voz baja.
Pronto el dolor desapareció, los dedos de Hyunjin expandiéndolo, dilatándolo, agrandándolo con sucios chapoteos que se mezclaban con los sonidos ahogados de Seungmin, y se encontró a sí mismo jadeando con los movimientos de la mano de Hyunjin, embistiendo contra su entrada.
—Creo que estás listo —dijo Hyunjin con voz ronca—. Vamos, ahora, ¿por qué no follas a Seungminnie?
Seungmin dejó de chupar el miembro mientras Yongbok gemía, cuando Hyunjin sacó sus dedos, comenzando a masturbarse. El omega lo empujó unos centímetros, acostándose boca arriba y levantando sus piernas.
Yongbok observó el ano de Seungmin, lubricando ya, apretándose con cada nueva respiración, y Yongbok gruñó al separar más las piernas del chico, dirigiendo su polla húmeda hacia su entrada. Seungmin gimió con fuerza al ser llenado, soltando más lubricante, y Yongbok comenzó a mordisquear su cuello expuesto.
Hyunjin separó sus nalgas.
—¿Estás relajado? Entraré lentamente —jadeó el alfa, echando lubricante en su pene y otra vez en la entrada de Yongbok.
Yongbok tomó la mano de Seungmin, dándole un fuerte apretón cuando el glande de Hyunjin se abrió paso en su agujero.
—Oh, dios... —gimió Yongbok por el dolor.
Seungmin comenzó a mover sus caderas, autopenetrándose con algo de dificultad por la posición, y sus labios se dedicaron a besar el rostro de Yongbok.
Dolía demasiado. Dolía como el infierno, con su entrada ardiendo por la presión, y tuvo que luchar contra el impulso de gruñir y darle un golpe a Hyunjin para que se alejara.
Seungmin liberó hormonas sexuales para distraerlo al notar su mueca, y las manos de Hyunjin fueron a sus pezones. Se los acarició para darle algo más de placer al seguir empujándose contra su entrada con lentitud, sin querer ser brusco para hacerle daño.
Hyunjin terminó de penetrarlo, jadeando al sentir el interior apretado de Yongbok, sintiéndose extraño ya que no estaba la lubricación natural a la que estaba acostumbrado por el cuerpo de Seungmin, y se inclinó dándole un beso en la espalda a Yongbok.
—Avísame cuando te sientas mejor para moverme —gimió Hyunjin, tratando de no moverse.
Yongbok entornó sus ojos sobre el rostro colorado de Seungmin, que estaba bajo él, todavía en su interior, y pensó que tal vez...
—Muévete —pidió con un jadeo.
Hyunjin empujó, moviendo el cuerpo de Yongbok también contra el de Seungmin, y el omega gimió por el placer, su ano apretándose. Yongbok también gimió por el estímulo en su pene y en su interior, agachando su cabeza para besar el cuello del omega.
Todavía había dolor, pero estaba disminuyendo bastante con cada nueva embestida contra su entrada. Se mezclaba con el placer que sentía cuando Hyunjin pareció presionar contra su próstata junto con su pene dentro del ano de Seungmin, el omega balbuceando palabras inconexas debido a su celo.
Así no aguantó mucho, no con ese doble estímulo: se corrió dentro del omega, enterrando sus dientes en el cuello de Seungmin, reavivando su marca, y el nudo pareció asentarse dentro del omega.
Seungmin también se corrió con la mordida, chillando por el placer, y Yongbok se sobresaltó cuando los dientes de Hyunjin se cerraron en su piel, en una marca suave, gruñendo al eyacular en su interior.
Hyunjin se retiró antes de formar un nudo, sabiendo que eso le provocaría un mayor dolor a Yongbok, y se derrumbó a su lado.
Yongbok se movió, saliendo del interior de Seungmin, que comenzó a frotar sus ojos por el sueño.
—No podré caminar mañana —gimoteó Yongbok contra la sábana.
Hyunjin se rio y Seungmin se revolvió, dándole un beso en la mejilla a cada alfa.
—Los amo —dijo con voz suave.
Ambos sonrieron, satisfechos.
Chan lo tiró hacia atrás segundos, protegiéndolo, antes de que algo estallara a metros de donde estaban ellos. Si no hubiera sido por los autos, basureros y latas protegiéndolos de las balas, ya habrían muerto hace mucho, todos lo sabían bien.
—Más cuidado —le gruñó Chan con aspereza.
Jeongin soltó un jadeo, observando a todo su grupo con las cabezas bajas para evitar las balas que, los soldados del Gobierno, disparaban desde las ventanas del Gran Salón del Pueblo. Tenían la clara desventaja de que los rostros de los soldados no se veían bien gracias a los vidrios y cortinas, además de que ellos estaban en un campo abierto, pero no tenían otra opción más que entrar por la puerta principal...
O por las alcantarillas.
Pero, para ello, debían llegar a una de las entradas de ella, que quedaba también detrás de un auto abandonado, aunque a varios metros de ellos. Si salían de su escondite, de la barricada improvisada que lograron construir, para correr y lograr llegar a ese otro auto, existían muchas probabilidades de recibir un disparo en la cabeza.
—Estamos perdiendo el tiempo —dijo Jeongin, enfurecido—, no podemos quedarnos aquí todo el día. Debemos apoderarnos del Gran Salón lo antes posible.
—¿Y qué propones? —espetó Junhui—. ¿Qué todos vayamos a ese jodido auto? ¡No entraremos todos allí, Jeongin! Somos casi cien personas, ellos van a sospechar lo que queremos hacer si vamos varios...
—¿Entonces qué propones tú, Junhui? —contestó ZhouMi—. HaoXi tiene razón en algo: no podemos seguir perdiendo el tiempo. Song y CaoLu cuentan con que podamos tomar el Gran Salón lo antes posible.
Los tres se miraron. Jeongin asomó su cabeza antes de volver a esconderla, con un nuevo disparo resonando.
—¿Qué es lo que sabemos? —volvió a preguntar Jeongin.
Junhui soltó un resoplido.
—Cuarenta diputados alfas están allí con sus familias junto a veinte senadores. Los otros veinte diputados y senadores están con Ang Lee en Zhongnanhai, probablemente con la mayoría de los militares de la ciudad —dijo ZhouMi—. Si nuestras fuentes son correctas, habría en el interior cerca de treinta soldados con pocas armas.
—Tenemos que neutralizarlos —insistió Jeongin—. Son peligrosos.
—Podríamos mover este auto —dijo YuQi, una alfa que servía como segunda al mando de LuHan, y quedó a cargo de ese pelotón—. Si lo encendemos y unos pocos van hacia la alcantarilla...
—Sería exponer a uno —dijo Jeongin—. Tratar de que haga contacto en el auto lo expondría con los soldados, las ventanas reflejarían lo que quiere hacer.
Hubo un silencio tenso, con todo el mundo escuchando lo que estaban diciendo.
—Podría ir yo —dijo Wu Lei, un beta, con voz cuidadosa—. Era mecánico y puedo hacer contacto rápidamente.
Junhui lo miró.
—Sabes lo que podría pasar —le dijo con voz dura—. Podrías morir.
Los labios de Wu Lei temblaron.
—Si es por un bien mayor, está bien —respondió.
Jeongin quería decir algo más, sin embargo, antes de poder hacerlo Wu Lei se movió, abriendo la puerta del auto.
—Necesitaré un cuchillo —pidió.
ZhouMi le dio uno que llevaba en su bota.
El omega se arrebujó contra Chan, que le dio un abrazo y un beso en la coronilla buscando calmarlo un poco. Sin embargo, Jeongin no podía quitar sus ojos de encima del pequeño cuerpo de Wu Lei, entrando al asiento del copiloto con cuidado, exponiéndose su cabeza, su cuello, hacia los francotiradores.
Un disparo resonó.
Todos se sobresaltaron, pero Wu Lei siguió trabajando con expresión concentrada.
—Venga, cúbranlo —ordenó Junhui, sacando una de sus pistolas—. ¡No desperdicien mucho, disparen sólo cuando estén seguros de su objetivo!
El aire se llenó pronto de sonidos de disparos, de balas silbando en el aire y casquillos cayendo al suelo. Jeongin no tenía buena puntería, así que prefería no arriesgarse a perder balas y, por otro lado, las manos de Chan lo tenían abrazado, tratando de calmarle un poco, de que su omega interior no se alterara por todos esos ruidos.
El motor del auto se encendió.
―¡Retírate, Wu...!
Junhui no alcanzó a terminar su frase cuando más disparos resonaron, una ventana quebrándose, un jadeo sonando en el aire. Jeongin observó el cuerpo de Wu Lei temblar.
―Mierda ―murmuró ZhouMi, agarrando al beta de las piernas.
Jeongin trató de ayudarlo, escuchando los gritos a su alrededor, los disparos resonando, pero se quedó congelado cuando el cuerpo de Wu Lei cayó como peso muerto en el suelo, con un disparo en su cuello, sangre manchando el cemento. Sus ojos estaban vacíos, sin vida.
ZhouMi hizo amago de quitarse la chaqueta para tratar de detener el sangrado, pero Jeongin sabía que estaba muerto. Que no valía la pena. Que ya era tarde.
Desvió sus ojos, encontrándose con la culpable mirada de Junhui, pero el alfa no dijo cosa alguna.
―Tienes el auto, Jeongin ―le dijo Junhui―. ¿Ahora qué?
Apretó sus dientes y sólo la presencia de Chan detrás, sus dedos acariciando su marca en su cuello, lo detuvo de romper a llorar.
―ZhouMi, te dejaré a cargo del grupo ―le dijo Jeongin a su amigo―. Junhui, YuQi, YīngNán, Sicheng y yo nos infiltraremos en el Gran Salón. Llegaremos hasta las puertas principales y las abriremos para que puedan entrar.
Junhui lo observó.
―Es el plan más horrible que he escuchado ―contestó Junhui con brusquedad―. ¡Un montón de mierda puede salir mal, Jeongin!
―¡¿Se te ocurre algo mejor, Junhui?! ―le espetó, furioso―. ¡Pues quiero escucharte, entonces!
El alfa hizo una mueca, sacando las municiones que lograron sacar de la furgoneta que les dejó allí, antes de que comenzaran los disparos y lograran refugiarse en ese improvisado refugio que armaron a tiempo y así no acabar muertos.
Jeongin observó a su grupo. Tenía ya dos heridos y acababan de tener su primera baja.
Junhui recargó el arma que llevaba, uno de los fusiles de asalto, y se lo entregó con controlada rabia.
―Conduciré yo ―dijo Junhui, observando el interior del auto, los asientos con sangre―. Los disparos comenzarán apenas vean que queremos movernos, así que conduciré lo más rápido que pueda ―sus ojos miraron a ZhouMi brevemente―. Si para medianoche no hemos abierto las puertas, quedas a cargo de todo, ¿entendido? Necesitamos que nos cubran mientras.
ZhouMi asintió, haciendo un gesto a la multitud, que volvieron a acomodarse por entre los agujeros de la barricada, tratando de no exponer demasiado sus cuerpos.
―Quiero acompañarte ―le dijo Chan a Jeongin.
Jeongin lo miró, abriendo su boca, pero Junhui contestó:
―No ―le dijo―, esta no es tu lucha. Sólo vas a molestar con tu presencia.
Chan miró a Junhui con su mandíbula apretada.
―Podría ser de ayuda ―dijo con voz suave.
―¿Sabes disparar una jodida arma? ―le preguntó Junhui con brusquedad―. No. Sólo vas a jodidamente distraer a Jeongin.
―Oh dios ―dijo YuQi con la voz ahogada―, ¿quieren dejar esto para otro momento?
―En primer lugar, no deberías haber venido ―prosiguió Junhui, terminando de recargar otro fusil de asalto―. Lo has arruinado todo, como siempre lo has hecho.
Jeongin lo abofeteó.
―Te quedarás con ZhouMi ―le espetó Jeongin con frialdad―, Chan irá en tu reemplazo.
Junhui lo fulminó con la mirada.
―Irán los dos, maldita sea ―dijo ZhouMi―. Junhui no puede quedar fuera porque conoce las alcantarillas mejor que nadie, e irá Chan porque es un alfa puro. La discusión acaba aquí. Y suben en dos minutos, o les prometo que les meteré el fusil por el culo.
Chan y Junhui se miraron, ambos gruñendo en voz baja, pero terminaron asintiendo en silencio.
Cuando cada uno terminó de recargar sus armas, observaron el auto.
―¡Ahora! ―dijo Junhui, trepando hacia el asiento delantero.
Jeongin y Chan se acomodaron en el asiento del acompañante mientras YuQi, Sicheng y YīngNán, lo hacían atrás, todo en unos segundos, y Junhui puso el primer cambio, acelerando tan ágilmente como pudo.
Los disparos volvieron a resonar en el aire.
Si no hubiera sido porque Junhui se alejó, habrían muerto sin duda alguna.
ZhouMi gritó que cubrieran el arranque del auto y más disparos rasgaron el cielo.
Minutos después, Junhui logró llegar hacia la entrada de la alcantarilla, todos bajándose (prácticamente tirándose al suelo) y cubriéndose con el vehículo, tratando de recuperar el aire. Los disparos volvieron a calmarse.
Yang, un omega, comenzó a abrir la puerta de la alcantarilla.
―¿Tienen todos sus armas? ―preguntó YuQi con voz grave, mientras YīngNán ayudaba a levantar la tapa de la alcantarilla―. No desperdicien balas. Junhui, irás adelante.
―Eso suena magnífico ―murmuró Junhui, acomodándose para bajar por las alcantarillas. Sin embargo, antes de seguir, miró a Chan―. Si las cosas salen mal, será tu única culpa.
Chan tuvo que sostener a Jeongin para que no se lanzara a golpearlo, mientras Junhui bajaba.
―Tontos alfas posesivos... ―murmuró YīngNán, rodando los ojos y siguiendo a Junhui.
―Quiero matarlo ―masculló Jeongin, enfurecido.
Chan sacudió su cabeza en una negativa.
―No le des el placer de que te afecte ―contestó el alfa con tranquilidad, en tanto Sicheng era el siguiente en bajar―. Si tú y yo estamos bien, entonces no importa nada más.
Jeongin asintió con labios temblorosos antes de que Chan le dijera que bajara.
El omega no tardó en obedecer, bajando las escaleras lo más rápido que podía y dejando que la oscuridad lo envolviera. En el fondo, ya lo esperaban sus amigos portando linternas, apuntando hacia el fondo del túnel, y sintió segundos después la tranquilizadora presencia de Chan.
Su omega parecía exigir permanecer con el alfa la mayor cantidad de tiempo posible, sin importarle si lucía necesitado, porque ya estuvo demasiado tiempo solo y ahora quería sentirse amado.
Junhui se quedó un momento en silencio, pareciendo pensar bien lo que diría a continuación. Jeongin recordó que el alfa, antes de convertirse en la persona de ahora, fue un arquitecto de renombre que colaboró en la remodelación del Gran Salón unos años atrás, por lo que conocía muy bien aquellos túneles que servían como cloacas, e incluso como vía de escape en caso de emergencia.
—Son unos quinientos metros —dijo Junhui con cuidado—, la salida da a un sótano que queda algo alejado de la puerta principal. Probablemente esté vigilada, así que deberemos ser rápidos. Ocuparemos sólo una linterna.
Todos asintieron en silencio, frunciendo el ceño ante el fétido olor que llenaba aquel lugar, mirando con desagrado el agua que corría entre sus pies. Estaban, literalmente, hundidos en la mierda, ¿qué podría ser peor?
Junhui comenzó a caminar sin decir otra cosa, agua chapoteando a su alrededor, y no tardaron en seguirle sin decir cosa alguna, atentos a escuchar cualquier otro ruido que pudiera alertar la situación
Jeongin tomó la mano de Chan, que le dio un apretón en señal tranquilizadora, y se sintió por un momento en las nubes. Fantaseó brevemente en la vida que pudieron haber tenido si las cosas no se hubieran torcido de tan horrible, desquiciado modo. Si Wheein y la madre de Chan no se hubieran metido.
De seguro, se habrían casado para luego tener hijos en unos años, dedicándose por completo a ellos. Con toda probabilidad, habrían sido felices los dos juntos, con él acostumbrado a ser un omega hogareño, ajeno a los problemas del resto.
Pero había algo en ese futuro que no le convencía por completo, y era eso último: a Jeongin nunca le gustó esa posición que poseía, teniendo que ser siempre un omega que debía vivir para hacer feliz a su alfa. Jeongin no quería ese futuro. No quería ese sueño porque sabía que, en el fondo, era sólo una felicidad falsa.
―Deténganse ―ordenó Junhui en un susurro apenas audible, apagando la linterna―. Hay dos alfas vigilando la entrada que está a dos curvas más. YuQi y yo vamos a dispararles. Carguen sus armas.
Jeongin sabía que Junhui decidió que ellos dos se arriesgaran porque sus sentidos alfas eran más perfectos, podían ver en la oscuridad sin tropezarse y escuchar mejor los sonidos lejanos, además de tener un olfato más fino, pero eso no evitó que pudiera preocuparse de lo que podría ocurrir. Había tantos factores que podían hacer que todo acabara en un desastre...
―No te preocupes ―le murmuró Chan―, Junhui sabe lo que hace. Será un imbécil, pero un imbécil astuto.
Se rió contra su hombro.
―Coincido con Chan ―dijo YīngNán―. Estará de un humor de perros, sin embargo, Junhui sabe jugar bien sus cartas.
―Sus cartas en la política, porque en el amor, es un desastre ―se burló Sicheng, antes de ganarse un golpe de YīngNán.
Jeongin soltó un suspiro ahogado, cerrando sus ojos un breve momento, mientras pensaba en la última conversación que mantuvo con Minghao. La forma en la que el omega se negó a mantener cualquier otra relación con Junhui.
―Es el padre de mi hijo ―concedió Minghao con voz helada―, y pueden estar juntos cuando lo deseen. Pero no es más mi alfa. Lo he renegado, así como tú renegaste de Chan ―Jeongin quiso seguir insistiéndole, pero su amigo le volvió a interrumpir―. Ya no lo amo. Mi omega lo quiere por necesidad, pero ya no siento nada por él.
Y ante eso, Jeongin poco podía hacer: no iba a forzar los sentimientos de Minghao por una relación que ya no estaba funcionando.
Iba a decir algo, pero en ese momento, se sobresaltó al escuchar disparos. Uno, dos, tres, cuatro...
Luego, silencio.
Escucharos chapoteos y pasos acercándose, y de forma inevitable, Jeongin encendió la linterna, sintiendo al resto de compañeros sacando sus armas.
―India ―susurró YuQi.
Todos suspiraron por el alivio cuando el rostro de la alfa se asomó por la curva, pálida y algo agotada, pero viva.
Aunque sus manos estaban manchadas con sangre.
―Muertos ―declaró la chica, haciéndoles un gesto para que siguieran caminando―. Al parecer no tienen tanta seguridad como esperábamos.
―Por supuesto que no ―dijo Sicheng de forma despectiva―. Las fuerzas militares están comenzando a caer de a poco, pero el idiota de Ang se niega a entregar la presidencia.
―Eso es bueno ―contestó YīngNán―, que los militares decidan deponer sus armas. Así no hay tanta sangre derramada.
YuQi miró sus dedos rojos.
―Se derramará sangre sí o sí ―dijo la alfa―, lo importante es que no perdamos de vista nuestro objetivo.
Jeongin apretó la mano de Chan, recibiendo otro de regreso.
Minutos después se encontraron con Junhui, que observaba la escotilla de emergencia con expresión pensativa, y ninguno dijo nada sobre los cuerpos acostados a un lado, sus rostros ocultos por la oscuridad. Tal vez era mejor así. Tal vez era mejor no saber sus nombres.
―Estaban con radios ―dijo Junhui, volteándose a mirarlos―, pero no alcanzaron a dar aviso. Todavía contamos con el factor sorpresa, por lo menos, si no escucharon los disparos en el interior ―hizo una pequeña pausa―. Una vez entremos, vamos a cerrar esta escotilla. No podemos permitirnos que escapen. Saben lo que eso significa, ¿cierto?
Todos asintieron en silencio: la única salida que podrían tener en caso de emergencia era por la puerta principal.
―A un lado ―ordenó Jeongin―, abriremos y esperaremos. Si hay militares al otro lado, no van a dudar en disparar. Iré yo primero.
―Pero... ―comenzó a decir Chan.
Jeongin le hizo un gesto para callarlo.
―Si hay alguien al otro lado ―dijo entre dientes―, van a sentir que soy omega. Tratarán de someterme antes que dispararme.
Chan parecía dispuesto a decir algo más, a seguir protestando, pero desistió con sólo una mirada del omega, con sus ojos furiosos diciéndole que se mantuviera al margen. El alfa tuvo que suprimir su instinto posesivo y gruñón queriendo imponerse para proteger al menor.
Jeongin observó su arma, cargada por completo, y comenzó a subir en silencio, sintiendo los ojos de todo el mundo sobre él.
Al llegar arriba, miró la escotilla. En medio del silencio trató de escuchar algo, pero no tuvo una respuesta satisfactoria, y tomó aire antes de empujarla. Cerró sus ojos, esperando oír gritos y órdenes, sin embargo, no hubo ruido alguno mientras echaba la puerta a un lado y asomaba su cabeza.
El sótano estaba vacío por completo. YuQi dijo que la seguridad no era tan buena, pero esto...
―No hay nadie ―susurró hacia abajo, antes de que la luz apuntara a su rostro.
Terminó de subir ante un gesto de Junhui, y pronto YīngNán estuvo cruzando el lugar.
―¿No es esto demasiado fácil? ―murmuró Sicheng al subir―. Tengo un muy mal presentimiento...
―Estás invocando a la mala suerte ―contestó Chan―, si esto acaba en un desastre, será culpa de tus palabras.
―Oh, eres un alfa adorable ―dijo YuQi―, ahora entendemos porque HaoXi te dejó.
―Uh, golpe bajo ―respondió YīngNán, mientras Jeongin le daba un golpe en la nuca a YuQi.
―YuQi, Chan, vayan a la salida y vean si hay guardias cerca ―ordenó Junhui, terminando de subir.
Los dos alfas obedecieron inmediatamente, con Chan dándole un beso corto a Jeongin en los labios.
Junhui rebuscó en su pequeño bolso hasta que dio con una cadena junto con un candado, y Sicheng y Jeongin cerraron la escotilla, el ruido resonando en el sótano. El alfa se apresuró en sellar la salida.
Todos se pusieron de pie, caminando hacia la entrada, donde YuQi y Chan estaban escuchando hacia fuera.
―Nos dividiremos ―dijo Junhui, llamando la atención del grupo―. Existen dos caminos hacia la puerta principal desde aquí. YuQi me ha acompañado antes ―los observó con cuidado―. No sé cuántos hombres tengan, pero no podemos ir todos en un solo grupo, porque nos podrían neutralizar con mayor rapidez ―mordió su labio inferior―. YuQi irá con Jeongin y YīngNán. Yo iré con Chan y Sicheng.
―Pero... ―Jeongin quería decir algo, insistir en ir él con Chan, pero no se atrevió a hacerlo, porque era sólo un capricho. No quería permanecer lejos del alfa.
Chan le observó, y le sonrió con dulzura.
―Estaré bien ―dijo Chan―. Nos reuniremos en la entrada.
Asintió, su garganta apretada.
―El grupo de YuQi irá por el borde ―dijo Junhui―, las probabilidades de que se encuentren con alfas es mayor, porque los militares estarán pendiente de mantener a raya a nuestras fuerzas y las ventanas están allí. Nosotros iremos por el centro, que estará más despejado, pero seremos más rápidos en llegar a las puertas. Muy probablemente a ustedes los sometan ―Junhui alzó su barbilla―, pero nosotros necesitamos a Chan para imponerse en caso de ser necesario.
―Seremos distractores ―dijo YuQi, estrechando sus ojos―. Vaya, que posición más mierda.
Junhui suspiró en señal de disculpa.
―No lo haría si no fuera necesario...
―No importa ―dijo Jeongin, tratando de que su voz no temblara―. La misión es más importante.
―Partan primero, entonces ―dijo YīngNán―. Nosotros nos iremos cinco minutos después.
YuQi hizo un gesto afirmativo, pero antes de irse, Jeongin abrazó a Chan y le dio otro beso en los labios, con su omega exigiendo quedarse allí, no moverse más, permanecer en los brazos del alfa.
Chan le revolvió el cabello.
―Si terminas herido o muerto ―le dijo, tratando de bromar―, te mataré, Chan.
El alfa le sonrió antes de darle otro beso.
Se alejó para no romper a llorar, y YuQi abrió la puerta. Sicheng fue el primero en salir, pero antes de que Jeongin pudiera seguirle, Junhui le agarró del brazo.
―Cuando esto acabe ―le dijo el alfa con voz suave―, vamos a hablar.
Jeongin sólo asintió.
La luz del pasillo pegó fuerte en sus rostros una vez salieron y se movieron hacia la izquierda, con el sótano cerrándose y ellos comenzando a correr. Aquel corredor estaba vacío, no se escuchaba ruido alguno excepto el de sus respiraciones, mientras YuQi les dirigía en silencio.
Se detuvo en una esquina, con su cuerpo oculto por la pared, mostrándoles el dedo índice. Alfas.
―El Palacio de Verano está en posesión omega ―gruñó un alfa―, y tengo entendido que Song está en Zhongnanhai, esperando a que Ang dimita.
―Debería hacerlo ―escupió otra persona―. Esto se ha alargado demasiado y nos tienen a nosotros como títeres. La Sede de Televisión también está a punto de caer en manos omegas, y están tratando de entrar en edificios.
―Somos con suerte treinta alfas aquí y el resto son políticos escondiéndose como ratones ―habló una tercera voz―. ¿Cómo es posible...?
―¡Eh, eh, lograron entrar! ―avisó alguien a través de una radio, con su voz desesperada―. ¡Por el pasillo central! ¡Dejen las armas...!
―Distractores ―ordenó YuQi, mirándolos fijamente.
Los dos asintieron.
YuQi cargó su arma y salió, comenzando a disparar, el desorden estallando.
Jeongin siguió a YuQi, viendo sorprendidos rostros de alfas, y aferró con más fuerza el arma también, con Sicheng detrás de él sosteniendo el fusil de asaltos para disparar con mayor fuerza. Sin embargo, calcularon mal.
No eran sólo unos alfas. Eran más de diez, varios de ellos asomados por las ventanas, hacia la plaza donde estaba ZhouMi, y no tardaron el voltear sus armas.
―¡Omegas! ―gritó uno.
―¡Alto! ¡Alto! ―ordenó otro.
Jeongin sintió su cuerpo pesado entonces ante la orden, su omega desatándose, y se forzó a disparar una vez más, viendo la bala golpear a un militar, sangre manchando el suelo.
YuQi se agachó.
―¡Deténganse ahora! ―escupió en una orden otro soldado―. ¡Suelten las armas!
Jeongin obedeció, el arma cayendo al suelo con un estrepitoso sonido, y Sicheng jadeó también. Sólo YuQi empuñó con mayor fuerza el arma, apretando sus dientes, su mano en un costado, y Jeongin soltó un ruido ahogado al ver su mano llena de sangre.
Sicheng y él eran omegas, por supuesto, y obedecerían ante una orden. Pero YuQi era alfa. Y era una alfa traidora.
YuQi volvió a disparar antes de recibir otro impacto de bala en su hombro, su grito de dolor resonando en el lugar, cayendo de rodillas.
Jeongin trató de luchar contra la voz alfa para volver a recoger su pistola, pero antes de poder hacerlo, un alfa se adelantó y lo golpeó en el rostro. Cayó al suelo con un ruido estrepitoso, gimiendo de dolor, sabiendo que Sicheng también fue golpeado.
Mareado, observó el techo antes de vomitar por las náuseas repentinas de la situación, el olor a sangre en sus fosas nasales.
―YuQi... ―jadeó, con su boca con sabor a bilis y sus ojos buscando a la chica mientras se enderezaba.
Pero recibió otro golpe, ahora en su nuca con un arma, y cayó boca abajo. Entre la neblina del dolor vio a YuQi en el suelo, echa una bola, sangre a su alrededor, sus ojos abiertos y llorosos.
No pudo decir cosa alguna cuando vio como un militar remataba a YuQi, disparándole en la cabeza, y sólo gimió.
Muerta. YuQi estaba muerta.
―Oh dios ―murmuró un militar en medio del silencio―, ¿qué haremos con ellos?
Trató de ponerse de pie, pero un pie en su cabeza impidió que pudiera moverse.
―Matarlos ―ofreció un alfa―. ¡Por su culpa perdimos a otros cuatro soldados!
Tiraron a Sicheng a su lado, que tenía el rostro ensangrentado, su nariz rota.
Liberó feromonas de miedo, esperando que con ello se ablandaran un poco. Lo suficiente como para pensar en algo.
YuQi. YuQi.
Su mirada vacía estaba sobre él, y se estremeció por el miedo.
―Pero si están temblando ―se burló el alfa que lo sostenía contra el suelo―. Ese es tu lugar, ¿no crees, putito? Boca abajo y a mis pies.
Apretó su mandíbula.
No digas nada. No digas nada...
―Oh oh, un omega marcado ―ronroneó ahora una mujer alfa―. ¿No es eso lindo? ¿Tu alfa estaría feliz si alguien más te marcara? Podría hacerlo yo, cariño ―sintió los dedos de la mujer en su cuello, sobre su marca, y se removió―. Tranquilito, bebé, di que quieres ser follado.
Tragó saliva, las palabras en su boca, pero se resistió a hablar. A decir algo.
Eso no les hizo gracia. La mujer gruñó.
―Di que eres una zorra que quiere que lo rompamos ―ordenó ahora sin diversión en su voz, dura y fría.
No pudo resistirse.
―Soy una zorra ―sollozó, mientras el alfa sacaba el pie de su cabeza―, por favor, rómpanme...
―Pueden quedárselo ―dijo un alfa desinteresado―, a mí me gustan que estén sin marcar, como este chiquillo ―agregó, observando a Sicheng.
Jeongin apretó sus dientes, viendo el aterrado rostro de Sicheng al enderezarlo, y se forzó a soltar feromonas sexuales. A llenar el aire con su olor, a pesar de lo grotesco que era todo.
Se escucharon unas carcajadas.
―¿Huelen eso? ―se rió otro alfa, agarrándolo del cabello y poniéndolo boca arriba―. Al parecer tenemos a una puta celosa aquí. ¿Te abrirás de piernas a nosotros, cariño? ¿Tan poco orgullo tienes?
Le escupió en el rostro.
Recibió una bofetada y probó sangre en su boca.
―Esto será divertido ―gruñó el alfa, enfurecido―, te llenaremos con nuestro semen hasta que quedes preñado, ¿no les gusta eso a las putas como ustedes?
―¡Váyanse al diablo! ―gritó enojado, comenzando a luchar para soltarse―. ¡Son unos bastardos!
Recibió ahora otro golpe y un alfa le agarró de los brazos para que dejara de retorcerse.
―Eso, sigue luchando ―soltó la alfa, que lo sostuvo de las piernas―, eso sólo me excita más. Te haré mi perra, siempre en cuatro para mí y rogando para que te llene de semen.
Chilló, sabiendo que todos los ojos debían estar puestos sobre él, que se debían haber olvidado de Sicheng, y comenzó a llorar entre gritos cuando empezaron a desabrocharle los pantalones.
Cierra los ojos, cierra los ojos, cierra los ojos..., se repitió, entre gritos para que le soltaran cuando le dieron vuelta.
Sintió dedos en sus muslos y volvió a vomitar.
―Suéltenlo. Ahora.
Se estremeció al escuchar la dura, helada y furiosa voz de Chan.
Todos le soltaron y cayó al suelo, girándose entre jadeos para ver al alfa antes de que el caos estallara.
Chan nunca antes habló con esa voz alfa, grave y rabiosa, llena de peligro, y aunque no iba dirigida a él, su omega también reaccionó, haciéndose pequeñito.
Se agachó al escuchar gritos y disparos repentinos, arrastrándose hacia donde estaba Sicheng, que gimoteaba por el dolor de su nariz.
―¡El Gran Salón está colapsando! ―gritó un alfa por una radio, antes de que una bala golpeara en su espalda.
Jeongin tiró de Sicheng, obligándolo a permanecer en el suelo como si fuera un niño, polvo, gritos, sangre y disparos llenando el aire. Entremedio de todo el peligro perdió de vista a Chan, y luchó por calmarse, por limpiar las lágrimas de su rostro.
Buscó la pistola que tiró al suelo, que permanecía al lado del cuerpo de YuQi, y tragó saliva para no romper a llorar.
Se puso de pie, tambaleante.
―Chan ―murmuró―. ¡Chan!
Entonces, lo vio.
Chan le estaba dando la espalda cuando lo escuchó, pero Jeongin no pudo mirarlo más, no cuando había un militar con un arma levantada hacia el alfa.
Hacia su alfa.
―¡CHAN!
Pero su grito fue ahogado por el disparo.
Apretó el gatillo del arma contra el militar, pero sabía que era tarde. Sabía que...
Cayó al suelo al ver a Junhui agarrando a Chan, empujándolo contra el suelo, su boca abierta en un jadeo de dolor.
Sangre salpicando el suelo por la herida de Junhui en su estómago.
Se arrastró con un gemido de horror, alcanzando a Junhui en el suelo.
―Oh dios, oh dios... ―jadeó, desesperado.
Junhui tosió sangre.
―Duele ―balbuceó Junhui con los ojos llenos de lágrimas―. Duele, I.N...
―No, no, no... ―lloriqueó, sacándose la chaqueta para tapar la herida, pero había demasiada sangre, demasiado sangre por todas partes, y...
―¡Jeongin!
Se enderezó ante el desgarrador grito de Chan.
Dolor estalló en su hombro mientras caía al suelo, pero se obligó a enderezarse, a acercarse otra vez a Junhui, aunque tuviera que arrastrarse.
―King, King... ―gimió, llamando la atención de Junhui.
―Estás... sa-sangrando... ―susurró Junhui con voz quebrada.
―Estaré bien ―mintió Jeongin―, es... estaremos bien...
―Cuida... cuida a Chenle... ―le dijo Junhui―, y... y te amo, aunque no me... no me correspondas...
El agarre de Junhui se aflojó un poco y Jeongin comenzó a ver puntos negros en su visión.
―¡HaoXi, necesitamos un médico! ―dijo de pronto ZhouMi a su lado.
―No, no... Junhui primero, ¡Junhui primero! ―lloró con la voz quebrada por el dolor.
―HaoXi, él...
―¡No!
Fue su último grito, viendo el rostro vacío de Junhui, la sangre en su visión, el dolor en su hombro, antes de que la oscuridad se lo tragara por completo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro