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—¡Papá, papá, le voy a decir a mamá!

—Jeongin dijo que no te tirara por la ventana. No dijo nada sobre lanzarte por el balcón.

—¡Tío Chan!

—Tú sigues, Seungmin. No confiaba ni en Yongbok ni en Hyunjin porque son unos alfas idiotas impulsivos, pero tú eres el omega, la voz de la razón.

—¡Papá!

Chan suspiró, tirando de Yongbok hacia el interior del cuarto y alejándolo del balcón por el que asomó su cabeza y parte de su torso cuando lo encontró. Yongbok golpeó el suelo con un quejido, siendo ayudado rápidamente por Hyunjin para enderezarse, en tanto Chan limpiaba sus manos.

—Vuelves a desobedecerme —le dijo en tono calmo—, y prometo raparte el pelo, Yongbok.

El menor le miró con horror.

—¡Eres horrible! —le gritó, asustado.

Chan sonrió con burla.

—Sí, eso es lo que dice tu madre cuando no lo dejo correrse —contestó como si nada.

—¡Papá, eres lo peor!

—¡Eso es asqueroso, tío Chan!

Se encogió de hombros, ignorando las protestas de los chicos frente a él, y de pronto su expresión se tornó seria. Yongbok supo que lo que le diría a continuación sería importante, por lo que les hizo un gesto a Seungmin y Hyunjin, que se acercaron con rapidez.

—Jeongin tiene razón —dijo pausadamente—, deberías volverte a Corea con Hyun y Min, Bok.

Yongbok frunció el ceño con fastidio, cruzándose de brazos.

—No —dijo—, volveré sólo con mamá. Puedes devolverte tú si quieres —agregó, bufando—, pero yo no pienso regresar sin él.

Chan le contempló unos segundos.

—No le estás tomando el peso a tus acciones, Yongbok —le dijo—, quedarte aquí implica que algo podría pasarte, y si eso ocurre, Jeongin quedaría destrozado —Chan le dio un pequeño golpe en la nuca—. Jeongin no puede perderte ahora que te ha recuperado.

Yongbok le miró con lástima, poniendo una expresión de cachorro apaleado para tratar de conmover su corazón (aunque falló miserablemente, por supuesto).

—No me va a perder —replicó algo molesto—, puedo cuidarme solo, sobreprotegerme...

—Está en su naturaleza —le interrumpió Chan, mirándolo con ojos entrecerrados—. Jeongin te ama más que a su vida propia, Yongbok, lo sabes bien —suspiró, frotando su frente—. Esto podría alargarse por meses y...

—No importa —dijo, dándole la espalda—. No me iré, no a menos que me metas en una maleta.

—No le des ideas, Yongbok —dijo Seungmin al ver la mirada interesada repentina del mayor.

Chan soltó un bufido, murmurando palabras incomprensibles por lo bajo, y asintió, aunque seguía sin estar de acuerdo.

—Bien —dijo Chan—, haré que Jeongin te regañe entonces.

Yongbok le sacó la lengua cuando Chan le dio la espalda, marchándose mientras sacaba su móvil para llamar a Yongsun, y cuando estuvo sin la presencia de su padre, dejó caer sus hombros.

Seungmin no tardó en acercarse, abrazándolo por el cuello sin importar si era unos centímetros más altos que Yongbok, y el menor dejó que las hormonas dulces del omega lo tranquilizaran.

Hyunjin los rodeó a ambos con sus brazos, gruñendo por lo bajo, dejándolos impregnados con su olor.

—Ustedes deberían devolverse —dijo repentinamente Yongbok, llamando la atención de los otros chicos—. Los arrastré hasta aquí y...

—Vinimos por decisión propia —le interrumpió Hyunjin con voz ronca—, nos quedaremos contigo hasta el final —miró a Seungmin de reojo—. Por otro lado...

—Tendré un celo la semana que viene —dijo Seungmin, con las mejillas tornadas de rojo—, y quiero que me marques —una pequeña pausa, mientras tomaba la mano de Yongbok junto con la de Hyunjin—. Que los dos me marquen.

Yongbok sintió su garganta seca de pronto por imaginarse aquella perspectiva.

Su lado alfa pareció aprobar esa idea, ver a Seungmin en su etapa de celo y acostarse con él para morder su cuello segundos después, marcándolo como suyo. Pero también estaba esa otra parte, ese alfa profundo arraigado en su interior que no quería compartirlo con nadie. Peor aún: que no quería a un alfa tocándolo a él, sometiéndolo.

A Yongbok le gustaba Hyunjin, eso era innegable. Le gustaba cuando lo miraba, cuando le hablaba con esa atractiva voz que tenía, cuando sonreía, cuando lo sostenía. Pero a su alfa... No terminaba por convencerlo.

Su lado alfa se negaba a ser dominado, a entregarse de esa forma a otro alfa.

Hyunjin, a su lado, olisqueó su cuello y soltó un gruñido bajo.

—Vamos a pelear por el control —le dijo con voz grave—, tú y yo, Yongbok. Cuando llegue el celo de Seungmin, los dos vamos a pelear por el control y el que pierda, va a ceder —hizo una pequeña pausa—. Delta, así se les llama a un alfa que se somete a otro.

Yongbok lo miró, asintiendo y gruñendo en señal de respuesta. Hyunjin le dio un beso salvaje antes de escuchar el reclamo de Seungmin.

LuHan se inclinó sobre el mapa expuesto con una mirada calculadora, apuntando hacia Shanghái, la capital del distrito colindante y principal lugar económico del país.

—Renjun se hizo con el control de todo el distrito —dijo LuHan—, nos contactó esta mañana para dar aviso de que Shanghái cayó en nuestras manos —movió sus dedos hacia el otro distrito, Chongqing—. JieQiong logró hacerse con este distrito también hace dos días, y sabemos que en Tianjin las cosas están en un punto crítico también, con QianKun presionando para tomar el poder allí —LuHan suspiró—. Pero no sirve de nada si no podemos derribar el Gobierno Central, Song —su voz hizo una pausa—. Tenemos que hacer que Ang renuncie, tomarlo preso... o asesinarlo —la voz del omega se hizo un poco más baja—. Sabes que los alfas no van a rendirse a menos que les demos un golpe duro en su orgullo, Song.

Song observó el mapa del país con expresión pensativa, desviando sus ojos hacia el mapa que CaoLu extendía con ayuda de YìXìng: era el plano de la ciudad.

—¿HaoXi? —preguntó Song con voz dulce, llamando su atención—. ¿Qué crees que debemos hacer?

—Asesinarlo —dijo con rotundidad Jeongin—. No por darle un golpe a los alfas, sino porque es acabar con el ciclo de dominancia que nos han impuesto —Jeongin endureció su voz—. Dejarlo vivo significaría que algunos alfas querrían ponerlo en el poder más adelante. O renuncia... o nosotros nos haremos cargo de él.

Se hizo una pequeña pausa, con Song examinando ambos mapas.

—Comunícate con Renjun y dile que movilice a su gente inmediatamente hacia aquí, haz lo mismo con JieQiong. Vamos a bombardear el Congreso —dijo, apuntando al edificio central, y principal punto de organización política del país—, quiero verlo derribado en tres días. No vamos a seguir alargando esto —una pequeña pausa—. ¿Ang ha solicitado ayuda extranjera?

—El apoyo de Rusia, Estados Unidos y Alemania —contestó YukHei con el ceño fruncido—, pero se han negado a cooperar —el beta sonrió con algo de diversión—. Están teniendo sus propios problemas... con los omegas de sus países.

Song sonrió también, volviendo su atención al mapa.

—Mañana volveremos a reunirnos aquí para discutir los nuevos grupos de ataque —dijo Song con voz un poco cansada, y YiXuan apareció para ayudarla a acostarse en la camilla. Eso fue señal suficiente para hacer salir del cuarto a todo el mundo.

Jeongin se despidió de Song con un beso en la mejilla, entrando a la habitación que usaban como enfermería, y se acercó a TzuYu, que parecía mucho mejor ahora que descansó.

—¿Cómo fue todo? —preguntó TzuYu media dormida, sedada para soportar el dolor.

El omega le peinó el cabello con amor antes de acariciarle la mejilla, liberando feromonas dulces que la hicieran dormir. Jeongin sabía que TzuYu perdió a su madre omega luego de que su padre la hubiera asesinado por irracionales celos, cuando tenía siete años, para después pasar a un hogar de acogida donde fue abusada por los alfas dirigentes del lugar.

—Todo bien, Chewy —dijo cariñosamente—, ¿por qué no duermes? Debes estar muy cansada.

—YiXuan dice que deberé estar reposando mucho tiempo —gimoteó TzuYu—, pero necesito estar de pie antes para ayudarlos, HaoXi...

Jeongin le pellizcó la nariz.

—No, te quedarás a descansar —le dijo con seriedad—, no vamos a perderte, TzuYu.

—Pero...

—Si me sigues rebatiendo, entonces voy a darte una tunda.

—Hazle caso, HaoXi cumple siempre sus promesas.

Jeongin se volteó cuando Minghao habló detrás de él.

TzuYu soltó un quejido de protesta.

—Son lo peor —dijo enfurruñada, cerrando sus ojos para dormir.

Jeongin suspiró, dándole un beso y despidiéndose en voz baja de la chica, para luego voltearse y chocar con la mirada de Minghao. No estaba con Chenle en sus brazos, adivinando que el bebé debía estar jugando con el resto de los niños del lugar.

—¿Ocurre algo? —le preguntó mientras salían de la habitación.

Minghao le miró de reojo.

—Quiero hablar contigo —contestó Minghao con voz seria.

Jeongin sintió su estómago apretarse, sin embargo, asintió. Era lo correcto, ya no podía evitarlo, y era lo mínimo que podía hacer por Minghao luego de todo lo ocurrido.

Su examigo caminó por delante de él, abriéndose paso entre la gente sin decir nada, y caminaron por varios minutos. Salió, finalmente, a un patio interior algo vacío, sentándose en las escaleras. Jeongin se ubicó a su lado, observando el cielo despejado, para después mirar al omega.

—Lo siento —le dijo con tono amable, aunque quisiera vomitar por los nervios—, nunca tuve que acostarme con Junhui. Soy un amigo terrible, el peor del mundo, no es necesario que me lo digas, y sé que no tengo excusa alguna —se mantuvo en silencio unos segundos—. Pero no lo quiero, Minghao, no de esa forma. No lo amé nunca como amante, sólo como amigo, y jamás pensé que él podría quererme de esa forma.

—¿Cómo fue? —preguntó Minghao sin observarlo—. ¿En tu departamento? ¿En nuestra casa?

Jeongin bajó la vista.

—En mi departamento —contestó—. Yo entré en celo en la biblioteca y lo llamé porque necesitaba regresar a casa con supresores. Mi celo había... había estallado repentinamente. Tú sabías que mi omega estaba tan dañado que podía pasar meses sin tener un celo, como tener uno repentino de forma dolorosa, no sabía preverlo, así que ese día estalló sin que pudiera controlarlo y él era mi única opción en ese momento. Si salía de allí en ese estado...

—Sé lo que podría haber pasado, Jeongin —le dijo Minghao con dureza—. Yo iba caminando solo, sin estar en celo, con una marca ya visible, y un alfa igual me atacó.

Jeongin abrazó sus piernas.

—Junhui llegó y me impregnó de su olor con una marca temporal —su voz tembló—. Dolía tanto, Minghao, era como si... como si algo se estuviera quemando en mí, y los supresores no bastaban. Estaba llorando por el dolor, Junhui no sabía qué hacer, él también estaba mareado y afectado, y yo sólo quería que todo acabara... —su voz se rompió—. Cuando Junhui me tocó, le pregunté si era consciente de eso. De lo que iba a ocurrir. De lo que significaría. Y él me prometió que no significaba nada. Que me iba a ayudar porque éramos amigos, sólo por eso, pero lo que haríamos era sin compromiso alguno —limpió sus ojos—. Lo siento mucho, Minghao. De verdad lo lamento.

Minghao no dijo cosa alguna por varios minutos, sin consolarlo tampoco, sin tocarlo, sólo mirando al cielo con una expresión vacía y desolada.

—Es tu culpa —le dijo—, pero también es de Junhui. Los dos me decepcionaron y rompieron el corazón —Mark tomó aire—, pero lo comprendo de una forma retorcida, Jeongin. Y siempre te estaré agradecido por haber cuidado de Chenle —el omega tocó su hombro, obligándolo a mirarlo—. Lo que te dije la última vez que fuiste de visita, todas esas cosas... no las decía en serio. Sé que nunca quisiste quitármelo, ni querías quedarte con Junhui.

Jeongin quería explicarle un montón de cosas, tratar de decirle lo arrepentido que estaba, porque Minghao y Junhui fueron sus primeros amigos luego de mucho tiempo. Antes de conocerlos, Jeongin vivía una triste soledad impuesta, creyendo merecerla por lo que hizo, pasando todas las festividades sin compañía alguna: Navidad, Año Nuevo, su cumpleaños...

Fechas sin compañía alguna, cenando solo, yéndose a la cama temprano, pues a veces ese silencio se hacía insoportable para él.

Hasta que apareció Junhui, con su estúpido sentido de empatía e insistencia para ser amigos. Jeongin lo odió al principio, tan acosador, tan impertinente, y hasta pensó que el alfa quería algo con él.

Déjame en paz, dios, Wen —le había dicho, harto de él—, ¿por qué no te rindes? ¡Eres un dolor en el culo!

Porque nadie lo merece —contestó Junhui—, porque hueles a omega triste, y nadie debería oler a eso, HaoXi.

Sus palabras lo estremecieron en el fondo de su corazón, y terminó aceptando ir a cenar a la casa del alfa para conocer a su esposo.

Minghao y él congeniaron enseguida: el omega era alguien dulce, divertido y preocupado, sin ser celoso luego de que Jeongin acusara a Junhui por haberlo perseguido tanto tiempo, e invitándolo a cenar al día siguiente también si así quería.

Cuatro meses después fue Navidad.

—¿Qué harás? —preguntó Minghao una tarde, mientras estaban tomando un café, esperando a Junhui—. Para las fiestas, ¿irás a algún lado?

Jeongin se encogió de hombros, fingiendo que no le importaba nada en ese instante.

Probablemente vaya a dormir temprano —contestó, sonriendo—, no me gustan demasiado estas fiestas.

Minghao lo había observado en silencio, comprendiendo sin necesidad de que dijera más, y Junhui llegó minutos después, envuelto en un abrigo para capear el frío.

¿Algo nuevo? —preguntó como si nada, besando a Minghao.

Minghao le sonrió.

Jeongin pasará Navidades con nosotros.

Ah, qué bien —dijo Junhui con tranquilidad.

Había protestado, pero no logró librarse de aquella invitación.

No logró librarse nunca más de ellos.

—Lo siento tanto —sollozó Jeongin—, realmente lo lamento, Hao. Lamento haber sido el peor amigo que hayas podido tener...

Minghao suspiró, dolido también, y le dio un apretón en el hombro.

—Ya está, no hay nada que se pueda hacer ahora, Jeongin —dijo Minghao—. No puedo prometerte mi perdón ahora, no sé si seré capaz de hacerlo en algún momento, pero tampoco quiero que sigamos en esta situación incómoda para los dos, porque nos hace daño —Minghao sonrió un poco, con debilidad—. Chenle extraña mucho a su tío In.

Jeongin no pudo contenerse más y lo abrazó, asintiendo mientras trataba de no llorar, ya que Minghao definitivamente era la mejor persona del mundo y se merecía lo mejor. Se merecía un montón de cosas buenas y no toda esa mierda que pasó allí.

—Y estoy feliz por ti —prosiguió Minghao contra su hombro, llorando también—, tan feliz de que ahora estés con Yongbok y hayas podido perdonar a tu alfa, Jeongin. Me alegra ver que hayas logrado encontrar parte de tu felicidad.

—Tú también deberías buscarla, Minghao —le dijo Jeongin, revolviéndole el cabello.

—Ya soy feliz con tener a Chenle conmigo —contestó Minghao, poniéndose de pie y tirando de él—. Lo demás son sólo detalles.

Jeongin quería decirle algo más, pedirle que hablara con Junhui, pero sabía también que ya no debía meterse en eso. Tristemente, ya no podía intervenir en dicho asunto, sólo podía apoyar la decisión que Minghao quisiera tomar.

Volvieron a entrar al interior del lugar, avanzando entre conversaciones superficiales, al menos, hasta que Hyunjin apareció corriendo:

—¡Tío Innie! ¡Tío Innie! —chilló Hyunjin—. ¡Tío Chan va a tirar a Yongbok por el balcón porque no quiso comerse sus verduras!

Jeongin no podía creer que tuviera a dos bebés a su cargo.

Yongbok parecía enfurruñado mientras se deslizaba a su lado, empujando a su papá a un lado, provocando que Chan protestara, pero poco le importó y se acomodó en su pecho.

Jeongin suspiró, rodando los ojos.

—¿No deberías estar con tus novios? —preguntó su mamá, pellizcándole la nariz.

Yongbok arrugó el ceño, enterrando su rostro en el cuello del omega y comenzando a frotar su cabeza allí.

—Oh, ¿te peleaste con ellos? —bufó Chan, cruzándose de brazos—. ¿Así que ahora vienes a joderme a mí? La próxima vez te tiraré por las escaleras...

Jeongin le dio un golpe en la pierna.

—Venga, ¿qué ocurre, bebé? —preguntó Jeongin, tomando el rostro de Yongbok para obligarlo a mirarlo a los ojos—. ¿No quieres hablarlo conmigo?

—No —replicó Yongbok—, porque van a avergonzarme. Tú o papá van a decir comentarios asquerosos y subidos de tono.

—Bueno, ¿cuántas veces nos interrumpiste a punto de tener sexo cuando eras una bola de grasa? —murmuró Chan, enfadado—. Ya no eres un bebé, no puedes meterte entre nosotros dos como antes.

Yongbok le dio un golpe en el costado mientras Jeongin se reía, abrazando con más fuerza a su hijo.

—¿Qué dices, idiota? —regañó Jeongin, ignorando las protestas de Yongbok—. Bokkie será siempre mi bebito hermoso, no importa que tenga treinta años. Será mi guapo príncipe por siempre —antes de que Chan pudiera decir otra cosa, Jeongin volvió a hablar—: Entonces, ¿qué ocurre?

El menor hizo un puchero, decaído.

—Quiero marcar a Minnie —dijo en voz baja—, pero mi alfa no quiere compartirlo con Hyunjin. Y eso está mal porque Seung es el omega de Hyunjin, y él quiere estar con los dos, no puedo obligarlo a sólo aceptarme. Y una parte mía quiere también someterse a Hyunjin, pero otra quiere someterlo también, así que...

Su voz se fue apagando cuando vio la mirada que sus padres compartieron, y tuvo un horrible pensamiento entonces:

—¿Debería dejarlo? —dijo con voz ahogada—. ¿Buscar otro omega?

El omega sacudió su cabeza mientras Chan se acomodaba a su lado, los dos creando un pequeño nido de hormonas de amor y cariño que no recordaba haber sentido antes. Tal vez cuando era un bebé solía dormir en esos nidos familiares, pero desde que tenía memoria y tía Wheein estaba en sus recuerdos, que no recordaba una sensación como esa.

Y se sentía bien, el poder estar en medio de tantas feromonas soporíferas y cómodas.

—¿Te gusta Sengminnie? —preguntó Jeongin con voz dulce, y asintió—. ¿Y te gusta Hyunjin? —volvió a asentir, sin estar un poco indeciso—. Entonces no deberías dejar que el alfa te domine, Bok. Es una parte importante de ti, por supuesto, pero no puede definir tus decisiones.

—No le hagas caso a tu mamá —replicó Chan—. Vamos, puedes someter a Hyunjin si te lo propones, no dejes que te gane.

Jeongin le pegó un manotazo al alfa, aunque sabía que estaba sólo bromeando.

Chan soltó un gruñido de advertencia, juguetón e incluso algo coqueto, y Yongbok decidió intervenir antes de que sus padres terminaran teniendo sexo frente a él. Ya aprendió que no tenían vergüenza alguna, ni siquiera con él.

—¿No se sentirían mal si... um... si Hyunjin pudiera dominarme? —preguntó en voz baja.

—Qué va —contestó Jeongin, pellizcándole la mejilla—, los roles no definen quién eres, Yongbok. Ser el activo, ser el pasivo, no te hace una mejor o peor persona —sus ojos miraron a Chan de forma atrevida—. Por ejemplo, yo estoy tratando de que tu padre acceda a dejarme ser el de arriba en el siguiente celo.

Chan se atragantó con su saliva.

El omega se rio, divertido, mientras Yongbok ocultaba su rostro en el pecho de su mamá para aguantar la risa también, escuchando a su papá toser.

—Jamás —farfulló Chan.

—Eso ya lo veremos, Alfa —replicó Jeongin.

—Voy a darte unos azotes que...

—Cómo iba diciendo —se apresuró a interrumpir Yongbok, exasperado—, lo que ocurra ese día, ¿no los va a decepcionar?

Hubo un pequeño espacio sin ruido entre ellos, en lo que abrazaba con un poco más de fuerza a Jeongin, suspirando por el dulce ambiente en el que estaba. No quería moverse allí durante mucho tiempo de lo cómodo que se sentía.

—No —contestó Chan con seriedad—, es tú relación, son tus decisiones, y no podemos impedir estas cosas, Yongbok. Si tropiezas, nuestra misión como padres es estar allí para apoyarte y ayudar a levantarte.

Soltó un ruido bajo de satisfacción cuando Chan le revolvió el cabello, sin dejar de frotar su mejilla contra el pecho de Jeongin en señal de aprobación, y pronto sintió a Chan acurrucar al omega contra su cuerpo.

—Los quiero —dijo Yongbok de forma repentina, en medio del silencio—, los quiero, papás.

—Ah, mis dos alfas... —se burló Jeongin cariñosamente, dándole un beso en la mejilla.

Chan aspiró en el cuello de Jeongin, soltando un ruido de desagrado.

—Ahora apestas a bebé malcriado —dijo con malicia.

—¡Papá! —se quejó Yongbok.

Wheein estaba enfurecida.

Podía sentir a su omega interior enloquecida por el abandono, por la desesperada situación en la que estaba, y el hecho de que Hyejin no estuviera haciendo algo la ponía más iracunda que nunca.

—Lo quiero muerto —escupió Wheein, dejándose caer en el sofá, tratando de controlar las expresiones de su rostro, pues las heridas que Chan había causado todavía no sanaban.

Sabía que iban a quedar cicatrices en los lugares donde el vidrio se enterró, y eso la hacía sentir más desgraciada, ya que su bonito rostro quedó marcado para siempre por el actuar del alfa.

Hyejin la observó con expresión de piedra.

El padre de Chan falleció dos años atrás de un ataque al corazón, y desde entonces la alfa se hizo cargo ella sola de una sección de las empresas Bang, sin embargo, Wheein podía ver el paso del tiempo en el rostro de la mujer. Seguía siendo fría e imponente, pero su cabello negro se volvió blanco, tenía ojeras evidentes bajo sus ojos y nuevas arrugas enmarcaban ese fino y delgado rostro.

¿Cuánto le debía quedar? No mucho, eso Wheein lo sabía, como sabía también que, si no hacían algo pronto, perdería lo poco que le quedaba.

Ya todo el mundo estaba al tanto de lo que hizo Chan esa noche, la forma en la que la agredió, y no hubo forma alguna de ocultar todo, porque fue un completo escándalo.

Necesitaba la marca de Chan. Necesitaba recuperar a Yongbok –y en menor medida a Yongsun, aunque en la práctica poco le servía.

—¿Qué quieres que haga? —preguntó Hyejin con voz amargada—. ¿Cómo mierda propones que mi hijo te marque, si ya ha quedado claro que te desprecia?

La pregunta envió un escalofrío por su espina dorsal.

Desprecio era una elegante forma de decir te quiere ver muerta.

—Tuviste catorce años —prosiguió Hyejin, mirándola despectivamente—, catorce años para que te marcara, y no pudiste hacerlo. Y ese otro omega lo logró en unos meses.

Pensar en Jeongin envió otra ola de rabia por el cuerpo de Wheein, que volteó la mesa del centro con su pie por la necesidad de golpear algo.

—¿Entonces eso es todo? —gritó furiosa—. ¿Adiós a tu hijo, a tu nieto, a todo tu jodido imperio que te ayudé a mantener?

La alfa la miró con ojos astutos, pensativa.

—¿Quién crees que soy? —bufó Hyejin, poniéndose de pie con algo de esfuerzo—. Yongsun, la quiero. Puede ser una estúpida omega, pero me va a servir —escupió con desprecio.

Wheein hirvió en furia, tratando de no pensar demasiado en su hija, esa bonita niña que parecía esperar siempre lo mejor de los demás, y se maldijo por no haber podido dar a luz un alfa en lugar de una omega.

—Contacta a la familia Nam —dijo Hyejin—, diles que aceptamos el compromiso con su hijo —hizo una mueca algo divertida—. Puede marcar a esa tonta niñita si quiere.

La omega compuso un mohín en su rostro, sacando su móvil, pero antes de poder llamar, escuchó otra vez a la mayor:

—Oh, y ya sé cómo deshacerme de ese omega —dijo, pensativa—. Necesito que llames a LianJie. Le tengo un pequeño encargo que necesito que haga.

Una lenta sonrisa se extendió por el rostro de Wheein.

Sí, las cosas eran mejor cuando ella podía tirar de los hilos de su destino.


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