✧◝ 14
Yongbok tenía sólo trece años cuando su abuela le presentó a Serim.
Jo Serim era una pequeña, delgada omega de su misma edad, callada y tímida, pero hermosa, con cabello negro brillante, piel pálida y labios rojo cereza que le gustaron enseguida.
―Ella es Serim, tu omega ―le dijo su abuela con una sonrisa enorme, acariciándole los hombros, y a Yongbok le gustó tener la atención de la mujer mayor sobre él―, ¿por qué no pasean juntos? Estoy segura de que se llevarán bien.
Asintió, queriendo complacerla, y le tomó la mano a Serim.
A Serim no le gustó para nada.
―¡No! ―chilló la chica, soltándolo―. ¡No me gusta él! ¡A mí me gusta ByulByul!
Yongbok no sabía qué hacer realmente, así que retrocedió, entendiendo que, bueno, la omega podía quejarse y eso estaba bien, porque si a ella le gustaba alguien más, ¿cómo podía obligarla a estar con él?
Su mamá, sentada en el sofá, se puso de pie y se acercó con preocupación. Yongbok la miró, encogiéndose de hombros, viendo como la madre de Serim endurecía su mandíbula.
―¡Serim, cálmate, dios, no puedes portarte así! ―regañó, autoritaria.
―¡No me gusta él!
―Yongbok, no dejes que te trate así ―dijo su mamá, llamando su atención.
Yongbok la observó, asustado, sin comprender lo que quería decir con ello.
―Pero...
―Eres un alfa ―dijo su abuela con voz dura―, no puedes dejar que un omega te rechace o te levante la voz. Serim te pertenece ahora, puedes imponerte ante ella y ella obedecerá ―su abuela le revolvió el cabello―. A los omegas les gusta eso.
Yongbok no podía entender bien esa lógica, pero quería hacer sentir orgullosa a su abuela que por fin lo estaba mirando, por fin no lo estaba ignorando como hacía años atrás, cuando creía que sería un omega. Su abuela le daba ahora regalos, le hablaba de igual a igual y a veces lo invitaba a comer, ¿cómo iba a decepcionarla?
Serim estaba llorando, mientras su mamá la sostenía y Yongbok se sintió mal por eso.
―¡Serim, deja el llanto! ―ordenó su madre con voz alfa, dura e imponente.
La pobre chica tembló, cerrando su boca, sus manos limpiando el rastro de lágrimas que había en sus mejillas.
―¿Ves, Yongbok? Así es como...
―¿Qué mierda está ocurriendo aquí?
Yongbok se volteó, viendo a su papá entrar al comedor, llevando de la mano a su hermanita menor. Yongsun le sonrió, llevando dos paletas de helado entre sus dedos, y se soltó del agarre de su papá para correr hacia él.
―Bokiiiiiiiiie ―llamó Yongsun, contenta―, ¡mira lo que te compré!
Yongbok tomó la paleta de helado, sonriendo, revolviéndole el cabello, y Yongsun se giró hacia su abuela.
La mujer la miró despectivamente.
―Hola, abuelita ―saludó Yongsun, dando un paso para abrazarla.
Pero Hyejin soltó un ruido de desprecio, haciéndose a un lado.
Con once años, Yongsun liberaba un ligero olor a omega que ya demostraba lo que sería una vez se revelara, lo que ocurriría el año siguiente.
Chan se adelantó, notando el rostro de desconcierto de la niña por el rechazo de su abuela, para luego mirar a la madre de Serim.
―Jo ―saludó fríamente―, ¿qué hacen en mi casa? ―se volteó hacia sus hijos―. Yongbok, Yongsun, a sus cuartos, ahora.
Los dos no tardaron en obedecer.
Yongbok entonces despertó de golpe por fuertes sacudidas, escuchando gritos, luces de linternas viéndose en todos lados, mientras la gente agarraba sus cosas y se ponía de pie, saliendo del vagón con prisa.
Se enderezó, notando la mirada de alivio de Seungmin, y frotó sus ojos.
―¿Qué ocurre? ―preguntó con la voz ronca por el sueño.
―Debemos movernos ―dijo Seungmin, poniéndose de pie―, vamos a trasladarnos. Hyunjin fue en busca de tío Chan.
El nombre de su padre le hizo recordar brevemente lo que ocurrió horas atrás, y su estómago se contrajo por la pena y el susto. Se levantó también con ayuda de Seungmin, comenzando a moverse por entre la gente, ambos de la mano para no separarse.
―Nos moveremos hacia la zona centro-sur de Pekín ―decía CaoLu a través de un megáfono―, nos hemos apoderado de la Villa Imperial, ¡nos moveremos por los túneles! Cojan sólo lo necesario y apúrense...
Yongbok se abrió paso por entre la multitud de personas moviéndose con rapidez, buscando desesperado a su mamá, a su papá, a Hyunjin, algún rostro conocido al que aferrarse, y se volteó cuando escuchó el grito de Seungmin, avisando que encontró a alguien.
Song estaba de pie sobre las escaleras mecánicas detenidas, observando críticamente a todo el mundo moverse, y a su lado...
Yongbok se dejó caer sobre Jeongin, lloriqueando, importándole poco el olor a celo. Hyunjin atrajo a Seungmin, besándole la frente y murmurándole algo por lo bajo.
―Mamá, mamá, lo siento mucho ―hipó Yongbok, frotando sus ojos―, prometo que...
Soltó un chillido al sentir una mordida en su hombro, alejándose de golpe, y se encontró con los ojos brillantes, juguetones, de Jeongin.
Chan bufó, atrayendo a Innie a su regazo.
―No ―le dijo con voz dura y Jeongin soltó un gruñido―, no ahora, Jeongin, concéntrate.
―¿Está...?
―Asustado ―le interrumpió Chan a Yongbok―, es su omega. Su celo sigue a flote y está asustado. Va del omega al humano, y del humano al omega por segundos.
Jeongin gimió, disgustado, y se arrebujó al lado de Chan.
―Odio... esto... ―se quejó Jeongin―, quiero... vomitar...
―Deberían irse ―dijo Song a su lado―, HaoXi necesita ayuda.
―¿Y... tú...? ―preguntó Jeongin.
Song le sonrió.
―Soy la líder ―explicó con voz dulce―, debo ser la última en marcharme, HaoXi.
Jeongin soltó otro gemido de disgusto, haciéndole una seña a Yongbok, que no dudó en acercarse a su lado. El omega lo agarró de las mejillas, tratando de lucir serio.
―Te irás... ―le dijo, jadeante―, con Seungmin y... y Hyunjin...
―No ―balbuceó Yongbok, sacudiendo su cabeza―, no, no quiero.
―Sí ―insistió Jeongin―, no puedes... quedarte aquí... Es peligroso... Debes volver a... a Corea...
―¡No! ―repitió Yongbok―. No voy a alejarme de ti, no ahora, no cuando recién... ―Yongbok apretó sus labios un segundo―. Tengo muchas cosas que hablar contigo, no quiero alejarme de ti ―sus ojos se llenaron de lágrimas―. Por favor, mamá, por favor...
―Bokkie ―Jeongin hizo una mueca―, si algo te... te llegara a pasar aquí... No puedo cuidarte como... como querría y...
―No me importa ―se apresuró a decir Yongbok―, por favor, por favor, por favor, mamá, no me alejes de ti ―hipó, abrazándolo con fuerza―. Tienes que castigarme, ¿cómo lo harás si estoy lejos? Tengo que quedarme para que me castigues, para que... para que... para que seas mi mamá ―lloró, asustado.
Jeongin soltó un quejido y apretó el brazo de Chan, llamando su atención.
―¡Dile... dile algo...! ―le gruñó.
―Jeongin ―contestó Chan con paciencia―, cuando se trataba de pelear contra Yongbok, nunca pude ganarle, lo sabes bien. Si se trata de ti, Yongbok se vuelve un monstruo ―hizo una pequeña pausa―. Te dije que todo sería más fácil si lo lanzaba por la ventana.
―¡Chan!
―¡Papá!
―Todavía estamos a tiempo ―agregó como si nada.
Jeongin dejó salir un nuevo bufido, para después encogerse al sentir otro calambre en el estómago. Se arrebujó al lado de Chan, que cambió su expresión de diversión a una más preocupada, acariciándole el cabello para calmarlo.
―No tengo tiempo para... para esto... ―murmuró Jeongin―. Yongbok, es una... una orden...
―No lo haré ―replicó Yongbok―. ¡Tendrás que llevarme de la oreja hasta el avión para que me vaya!
―¡Pues lo haré si...!
―¡Dios, ¿quieren discutir eso en otro momento?! ―les interrumpió Song, exasperada―. ¡Estamos en medio de una crisis! ―la mujer miró a Jeongin, que parecía mareado―. Vas a tener que llevarlo en tu espalda, alfa ―dijo, desviando su vista a Chan―, apenas puede caminar. Y ustedes tres ―agregó, ahora enfocándose en Yongbok, Hyunjin y Seungmin―, tendrán que ayudarlo.
―Song... ―balbuceó Jeongin.
―Nos juntaremos en dos horas, en la fuente del palacio imperial ―le dijo, moviendo su mano en señal de despedida.
―Pero, Song...
―¡Si te atreves a desobedecerme, HaoXi ―le advirtió Song mientras Chan se movía, acomodándolo en su espalda―, voy a darte una buena tunda!
Jeongin quería romper a llorar, pues comprendía a Song mejor que nadie. Song nunca tuvo hijos, ya que su alfa la golpeaba tan seguido que abortaba por mucho que quisiera evitarlo, y ella lo veía a él como uno de sus niños.
A él, a ese omega desastroso y abandonado.
Innie no podía evitar quererla, en especial cuando Song se hizo popular luego de haber asesinado a su alfa con doce puñaladas y volverse una prófuga de la justicia, cinco años atrás.
Song podía ser dura, una reina de hielo, una perra sin corazón como muchos le decían, pero Jeongin la admiraba porque seguía manteniéndose firme en sus convicciones, en su lucha, sin querer rendirse, aunque no hubiera nadie apoyándola desde el inicio.
―¿Has engordado? ―le preguntó Chan, mientras avanzaban entre las personas.
Se quejó por sus palabras, y sin poder evitarlo, mordió su hombro, escuchando su quejido.
Sonrió por el gusto para luego lamer su cuello, sintiéndose un poco asustado, pero también cómodo, suspirando por el gusto de ser llevado por su alfa en brazos. Su omega se sentía feliz, muy feliz, y si su omega era feliz, entonces él también lo era.
―No creo que pueda cargarte todo el viaje ―le dijo Chan, siguiendo a las personas y llamando su atención―, soy un alfa débil.
―No débil... ―murmuró Jeongin―, sólo... alfa especial.
Sintió a Chan riéndose.
―¿Especial? ¿Eso es mejor?
―Para mí ―besó su mejilla―. Alfa especial para omega especial.
Chan permaneció en silencio varios segundos, avanzando a paso lento.
―Un omega revoltoso para un alfa puro, ¿eh? ―preguntó Chan.
Jeongin se rio, frotando su mejilla contra el cabello del mayor, y liberó feromonas de celo, sin poder evitarlo.
Chan se tambaleó y la gente los miró, asustados.
Si no hubiera sido porque Yongbok se acercó a sostener a Chan, habrían caído al suelo.
―Jeongin, no ―pidió Chan.
El omega gimoteó con disgusto.
―Te necesito... ―reclamó―. Yo... me si-siento caliente y...
―No aquí ―insistió Chan―, no puedo tomarte aquí, Innie.
―Esto es vergonzoso ―se quejó Yongbok―, no quiero imaginarme las cosas asquerosas que hacen.
―¿Asquerosas? ―resopló Chan―. Ya verás cuando lo hagas con Hyunjin o Seungmin, no van a salir de la cama...
―¡Papá!
―¡Tío!
―Cuando Jeongin tuvo su celo conmigo y éramos jóvenes ―prosiguió como si nada―, no salíamos de la habitación, nos la pasábamos...
―¡Alfa! ―balbuceó Jeongin, avergonzado.
Chan suspiró.
―¿Se te bajó la calentura? ―preguntó con voz grave.
―Malo ―Chan soltó un quejido al recibir un golpe―. Horrible ―se revolvió, queriendo bajarse―. ¡Puedo... caminar...!
El alfa comenzó a pelear con Jeongin, gruñendo por el disgusto.
―No hagas esto más difícil ―le dijo, frustrado.
―Mamá, por favor... ―pidió Yongbok.
―Bokkie ―el menor miró a Jeongin―, eres malo igual... ―soltó una protesta cuando el omega le pellizcó la nariz―. Desafiándome... ―el rostro del mayor se llenó con pena―. No he sido bueno. Buena madre. Lo siento, Bokkie.
―No digas esas cosas ―regañó Yongbok―. No tuviste la oportunidad, mamá, pero no es tu culpa. Nunca ha sido tu culpa ―le dio un beso en la mejilla―. Vamos, cuando te sientas mejor, vas a poder castigarme todo lo que quieras y no reclamaré nada.
―Siempre... ―Jeongin le sonrió, titubeante―, siempre quise pegarte con la varilla, Bokkie...
Seungmin comenzó a reírse sin control, mientras Hyunjin se forzaba a ocultar su sonrisa. Yongbok soltó un resoplido, negando con la cabeza, pero se calmó al ver a Jeongin más tranquilo ahora.
Incluso, media hora, después estaba dormido, importándole poco que Chan estuviera con la espalda adolorida por haberlo cargado.
―Podría cargarlo yo, tío Chan ―ofreció Hyunjin―, soy más joven.
―Y una mierda ―farfulló Chan―, nadie tocará a mi bebé. Se lo permito a Yongbok sólo porque es su hijo.
―No sabemos cuánto queda ―apoyó Seungmin―, y realmente...
―¿HaoXi?
Chan se detuvo cuando una voz desconocida habló, y Jeongin soltó un gruñido de disgusto, parpadeando y enfocando su vista nublada por el sueño.
―¿Yanan...? ―balbuceó, medio perdido.
Sintió a Chan tensándose bajo su agarre, pero Jeongin lo ignoró, sonriéndole al alfa frente a él.
―¡Baby Yanan! ―canturreó Jeongin.
El alfa parecía realmente desconcertado, sin comprender la situación, y dio un paso. Sin embargo, no avanzó más al escuchar el gruñido de Chan y Yongbok. Seungmin soltó un resoplido y Hyunjin tosió, tratando de ocultar su risa.
―No ―se quejó Jeongin, golpeando a Chan en el hombro antes de tirarle la oreja a Yongbok―. Yanan amigo. No sean tontos.
―Amigo mis polainas... ―murmuró Chan, y Jeongin volvió a golpearlo en la cabeza―. ¡Bueno, te bajas! ―y lo soltó.
El chillido de Jeongin resonó en el lugar.
Chan se arrepintió de aquello, por supuesto, minutos después, mientras iba caminando entre rezongos, mirando a Yanan cargar con un somnoliento Jeongin en su espalda. Yongbok no dejaba de mirar la espalda de su mamá, en tanto Seungmin trataba de relajarlo, sosteniéndolo de los hombros, y Hyunjin silbaba.
―¿Así que te encontrase con tu alfa, HaoXi? ―preguntó Yanan en chino.
Jeongin soltó un ruido en señal de asentimiento.
―Sí ―contestó el omega―. Lo siento, baby Yanan ―agregó con vergüenza―, tú y yo...
―¿Por qué lo lamentas? ―el alfa se rio―. Bueno, sí, me sentía atraído por ti y realmente me gustas mucho, HaoXi, pero está bien ―Yanan se veía relajado―. Te ves mejor que nunca y eso es lo importante, ¿no es así? Podré superarlo.
El omega afirmó, aunque no parecía demasiado convencido, recordando los ojos de Junhui sobre él, sus labios sobre los suyos en un beso dulce, y se sintió desgraciado por todo eso.
―¿Cómo está... FeiFei? ―preguntó para cambiar de tema.
―Se marchó antes ―le dijo con voz suave―, nosotros somos la última tanda, ¿no es así? La está cuidando TingYan.
―TingYan es bonita ―dijo Jeongin de pronto―. Bonita omega para bonito alfa ―le pellizcó la mejilla y Yanan volvió a reír.
―Ah, HaoXi, ¿no eres adorable?
Chan parecía dispuesto a intervenir, pero en ese momento, Yanan se detuvo junto al resto de las personas. Bastó una mirada para saber que habían llegado, con todo el mundo subiendo por los escalones según las indicaciones, sin apuro para no provocar alguna estampida a pesar de los evidentes nervios.
―Creo poder llevar a Jeongin por el resto del camino ―dijo Chan de pronto con voz casual.
Yanan miró al alfa con una expresión de diversión.
―¿Sí? No me molesta seguir cargándolo ―contestó como si nada.
Hyunjin decidió intervenir al notar como su tío parecía dispuesto a decir algo grosero.
―Venga, tío, le hará bien que su espalda descanse ―dijo, sonriendo.
Chan lo miró sin expresión.
―O suelta a Jeongin, o le romperé la carita de niño bueno que tiene ―contestó con calma.
Hyunjin miró a Yanan.
―Debería dejar a tío Jeongin ―se apresuró a decir.
Yanan volvió a reírse, divertido, y con cuidado dejó a Jeongin de pie, Yongbok adelantándose para sostenerlo.
Poca gente estaba quedando ahora, el resto subiendo sin mirar atrás.
Jeongin bostezó.
―Tengo sueño ―dijo, frotando sus ojos.
―HaoXi ―dijo Yanan―, no deberías sonreír tanto, ¿sabes? Así enamorarás a todo el mundo ―Jeongin lo miró, parpadeando, y el alfa le pellizcó la nariz, causando que la arrugara―. Nos vemos por ahí, ¿está bien?
―Yanan bueno ―aprobó Jeongin, abrazándolo e ignorando el gruñido de Chan.
Minutos después, el alfa subió las escaleras, y Chan no tardó en acercarse a Jeongin, abrazándolo y frotando su mejilla contra el cuello del omega con expresión enfurruñada.
―Ahora hueles a ese alfa ―se quejó con fastidio.
―Yanan huele bien ―dijo Jeongin, como si nada. Sin embargo, segundos después, borró su sonrisa, mirando hacia el interior del túnel―. Subir ―señaló a los menores―. Vayan primero.
―Pero, mamá...
Jeongin no le dio tiempo para que Yongbok reclamara, dándole un golpe en la nuca.
―Suban ―ordenó con voz seria.
Hyunjin le tomó la mano a Yongbok, tirando de él, y Yongbok no tardó en agarrar a Seungmin para que le siguiera.
―Eres muy celoso ―le dijo Jeongin a Chan, acomodándose en su espalda, y el alfa soltó un resoplido―. Yo te amo a ti. Omega ama a Alfa. Jeongin ama a Chan.
―Y yo te amo a ti ―contestó Chan sin duda alguna―, es sólo que tengo miedo de perderte, Jeonginnie.
―No ―Jeongin cerró sus ojos―, mi corazón, mi alma, todo de mí, te pertenece ―el omega soltó un gruñido bajo―, así como tú eres mío, de nadie más.
―Eres increíble ―suspiró Chan, subiendo las escaleras.
Jeongin parecía dispuesto a protestar, sin embargo, cuando Chan subió otro escalón, empezaron a escuchar disparos seguido del ruido de un motor, sonidos provenientes por donde llegaron.
Todo se volvió un caos repentino cuando una camioneta se acercaba a toda velocidad por el túnel en el que vinieron y Jeongin soltó un jadeo de miedo contra su oído. El instinto de Chan demandó seguir subiendo para poner a salvo a su omega, pero cuando dio dos pasos, Jeongin gritó:
―¡No, espera!
Jeongin se revolvió en sus brazos, obligándolo a soltarlo.
―¡Jeongin, estás en celo! ―regañó.
La camioneta se detuvo de golpe y Junhui bajó con expresión urgente.
―¡Víctor! ―gritó con voz desgastada.
No fue necesario que dijera otra cosa, pues Jeongin entendió enseguida, volteándose para mirar a los sorprendidos alfas, betas y omegas que estaban habilitados para llevar armas.
―¿Qué mierda esperan? ―dijo, enfurecido―. ¡Necesito que cubran a Junhui!
Chan se sobresaltó cuando Jeongin gritó con tono potente hacia las personas, que no dudaron en comenzar a bajar con apuro, ordenando que la gente que seguía subiendo se apresurara. Lo contempló atónito y sorprendido cuando Jeongin se tambaleó, todavía en celo, pero luchando contra su instinto, y bajó las escaleras para acercarse a Junhui que estaba abriendo las puertas traseras y...
―Mierda ―jadeó Jeongin cuando una ensangrentada Song se derrumbó sobre el suelo.
―¡Necesito un médico, urgente, que esté listo arriba! ―gritó Junhui, levantando a Song con cuidado, la omega jadeando por el dolor.
―Estoy... bien... ―gimió la mujer―, la ba-bala en el muslo no... no me hará mucho... ―Song observó a Jeongin con el rostro desfigurado por el sufrimiento―. TzuYu necesita...
Song soltó otro gemido de dolor cuando Chan apareció detrás de Jeongin, bastando sólo una mirada para que Junhui acomodara a Song en los brazos de Chan.
El alfa miró a Jeongin, apretando sus dientes.
―Haz lo tuyo y luego subes a buscarme ―le dijo Chan con voz suave.
Jeongin quiso llorar por lo que estaba haciendo Chan, por no llevárselo de allí, por parecer respetar el lugar que se ganó en ese grupo, y le dio un beso rápido en los labios.
―No dejes que Yongbok enloquezca ―le pidió, y Chan asintió antes de girarse y correr con Song en brazos.
Al voltearse, palideció al observar a Junhui sacando de los asientos traseros a una sollozante, ensangrentada y herida TzuYu.
―Tranquila, tranquila ―murmuraba Junhui, mientras Jeongin se apresuraba a quitarse la chaqueta, presionando la prenda contra el estómago de TzuYu y tratando de detener el sangrado.
La chica lloró con fuerza.
―Hao... HaoXi... ―sollozó con sus labios ensangrentados.
―Chewy, Chewy, estoy aquí ―dijo Jeongin, tratando de no ceder al pánico, fingiendo no escuchar los gritos, los disparos repentinos―, vamos a conseguirte un doctor y todo estará bien, ¿te parece? Necesito que... que seas fuerte un poquito más, sólo unos minutos...
―No quiero... No quiero morir... ―jadeó TzuYu, antes de gritar por el dolor cuando Junhui la levantó entre sus brazos.
―No vas a morir ―le prometió Jeongin, apretando su mano.
―Necesito que te hagas cargo ―gruñó Junhui―, debo llevarla arriba con un médico o seguirá perdiendo sangre.
―Pero...
―Confío en ti ―dijo Junhui con tono serio―, a ti te confiaría mi vida, Jeongin.
Sus labios temblaron con fuerza, pero no pudo decir nada, ya que Junhui se giró y marchó de allí.
Dios. Dios...
Las decisiones nunca pasaron por él, porque Song era quién solía proponer las soluciones, y si ella no llegaba a estar, entonces Junhui era el segundo al mando. Y dejarlo con ese peso sobre los hombros en una situación tan crítica...
Pero Jeongin sabía lo que debía hacer cuando se volteó y escuchó todos los disparos, los gritos.
Sólo necesitaba–
―HaoXi.
Observó al recién llegado y no pudo evitar sonreír por el alivio, tomando el arma que YìXìng le tendía sin duda alguna.
―Me encontré con Junhui mientras bajaba ―le dijo YìXìng―, ¿cuál es la orden?
Jeongin miró hacia el túnel, hacia las luces moviéndose a lo lejos, indicando que los soldados del gobierno se estaban acercando, y mordió su labio inferior.
Si ellos llegaban, estarían jodidos. La dificultad de estar instalados en la Villa Imperial era que estaban en la superficie, los ataques directos serían más seguidos e inevitables, se encontraban a la vista de todos, pero volver a los túneles sería ahora imposible. Y no podía permitir que tuvieran aquella entrada por ese lugar.
Endureció su mirada.
―Vamos a volar esto, YìXìng ―le dijo con voz seria.
YìXìng soltó una carcajada.
―Me lo imaginé, así que ZhouMi ya viene para aquí.
No podía dudar, no podía demostrar inseguridad en ese instante.
Minutos después, el beta apareció cargando un bolso, jadeando por el cansancio pero con expresión decidida.
―Supongo que estás C-4 no son para decorar el túnel ―aventuró, arrodillándose en el suelo y abriendo el bolso sin que fuera necesario decirlo. Mostró varios explosivos que robaron de los cuarteles militares cuando los asaltaron, semanas atrás―. Podría haber muertos, HaoXi ―le advirtió.
Jeongin lo sabía. Lo tenía claro desde que se metió en todo ese embrollo porque no podía soportar no hacer nada, porque odiaba la posición que se le fue impuesta, y quería luchar contra todas aquellas injusticias que tanto daño provocaban a las personas que amaba.
¿Y qué rebelión efectiva en el mundo, pensó amargamente, se hizo con paz y flores?
―Hazlo ―ordenó, apretando su mandíbula.
No fue necesario que se lo dijera otra vez: ZhouMi activó los explosivos C-4, aprovechando que lo estaban cubriendo, y se dedicó a dejar los pequeños dispositivos en zonas estratégicas para que así las consecuencias fueran más grandes. Para que así todo ese lugar se derrumbara y quedara inhabilitado.
El último lo acomodó bajo la camioneta, apurándose en volver.
Jeongin se dio cuenta de que los militares se estaban acercando.
―¡No quedan municiones! ―gritó LuHan, que estaba a cargo de dirigir a los guerrilleros que tenían.
Jeongin chistó, volteándose hacia ZhouMi, que sacaba el detonador del bolso.
―Vamos ―ordenó, para luego levantar la voz―. ¡Retírense, ahora!
No hizo falta que lo repitiera para que sus amigos se giraran y comenzaran a correr hacia las escaleras, subiendo sin mirar hacia atrás y tratando de no voltearse. Tratando de no mirar hacia los amigos que pudieron haber muerto, pues sabía que le iba a costar seguir adelante.
Se sobresaltó cuando una bala rozó su cuerpo, pero no se detuvo, e incluso YìXìng le tomó la mano para apurarlo, tirando de él.
Jadeó cuando olisqueó el aire puro, las estrellas brillando en el cielo, y se volteó.
―¡Cierren las puertas! ―gritó hacia CaoLu, que tiro hacia abajo el portón de metal que cubría la entrada de la estación de trenes―. ¡Aléjense, ahora! ―todo el mundo le obedeció, corriendo lejos de allí―. ¡ZhouMi!
Su amigo activó el detonador y el suelo pareció sacudirse de pronto como si estuviera temblando, escuchándose ruidos sordos provenientes del suelo. Todo el mundo cayó al concreto, y Jeongin se agachó cuando la puerta que protegía la estación se sacudió y saltó de forma repentina, destrozándose, humo y fuego envolviendo el aire en segundos.
YìXìng lo cubrió con su cuerpo cuando más ruidos retumbaron, la tierra de pronto abriéndose, grietas formándose e indicando que los túneles se estaban derrumbando, aplastando todo a su paso.
Levantó la vista y, de pronto, se vio envuelto en unos conocidos brazos.
―¿Estás bien? ―le murmuró Chan, agarrándolo de las mejillas, con sus preocupados ojos sobre él.
Asintió, titubeante, pero antes de decir algo, otro cuerpo lo abrazó de golpe y Yongbok comenzó a lloriquear contra su hombro.
―No hagas eso otra vez ―le pidió Yongbok con la voz rota―, me preocupa y no puedo ayudarte, mamá. No lo hagas, por favor.
Jeongin tosió, devolviéndole el abrazo con cariño, frotando su mejilla contra el cabello del menor, y se enderezó con cansancio.
―Lo hiciste bien.
Se volteó, encontrándose con los agotados ojos de Junhui.
―¿Song? ―preguntó con miedo―. ¿TzuYu?
El alfa humedeció sus labios.
―Song está bien ―contestó―, TzuYu perdió demasiada sangre... ―hizo una pequeña pausa―, pero estará bien.
Casi se puso a llorar del alivio, pero sólo abrazó a Yongbok otra vez, tratando de concentrarse en esa sensación para no dar paso a la terrible, horrible culpa de que ahora debía cargar con muertes sobre sus hombros por sus decisiones.
Decisiones de las que no se arrepentía, pero no disminuían en nada la culpa.
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