✧◝ 13
Yongbok suspiró mientras se acurrucaba al lado de Seungmin, con el omega emitiendo calor y hormonas de cariño a su alrededor, y sonrió cuando Hyunjin se volteó, abrazándolo por detrás, medio dormido. Los encontró durmiendo en una esquina de los vagones que utilizaban como dormitorios, despertando al alfa para que le hiciera un espacio entre ellos, y Hyunjin no tardó en atraerlo a su pecho, frotando su mejilla contra su cabello en señal protectora para dejarlo con su olor.
Seungmin se removió en sus brazos, bostezando.
―Todavía estoy enojado contigo ―le gruñó, amodorrado y pegándole con suavidad en el pecho.
Yongbok asintió, frotando su nariz en el cuello del omega, haciendo una marca pequeña de amor y sintiendo cómo se relajaba en sus brazos.
―Perdón ―se disculpó con honestidad―, ¿cómo puedo recompensártelo?
Los ojos del omega brillaron.
―Quiero ver cuando Hyunjin te folle ―exigió, sonriendo maliciosamente.
Yongbok se atragantó con su saliva, pero antes de poder decir algo, Hyunjin soltó un gruñido.
―Eres un pervertido ―reclamó Hyunjin―, primero te follaremos a ti y luego me encargaré de Yongbok.
Seungmin chilló y Yongbok sintió sus mejillas coloradas por lo que estaban diciendo.
―Váyanse a la mierda ―refunfuñó Seungmin.
Hyunjin se rio entre dientes, sacudiendo su cabeza por la diversión, mientras Yongbok se dedicaba a dejarle pequeños besos en el rostro, encantado de verlo haciendo un puchero inconsciente por el disgusto.
Sin embargo, la burbuja alrededor suyo pareció estallar cuando una presencia conocida se acercó a ellos.
TzuYu se inclinó con una mirada preocupada.
―Necesito que Yongbok venga conmigo ―dijo con voz firme.
Seungmin frunció los labios, parpadeando, en tanto Hyunjin enarcaba una ceja y Yongbok arrugaba el ceño, confundido. Por un momento, pensó en negarse y mandarla al diablo, sin embargo, decidió que no sería lo más sensato pues estaba en un lugar desconocido, con gente que no lo conocía, y debía portarse bien para proteger a Hyunjin, Seungmin y a Jeongin. No debía ser un chico malo.
―Volveré enseguida ―dijo, mirando a Seungmin, que le tenía agarrado el brazo.
El omega sacudió su cabeza.
―No, te acompañaremos ―dijo, haciendo amago de ponerse de pie.
―Sólo Yongbok ―dijo TzuYu en su torpe coreano.
Seungmin mordió su labio inferior y Yongbok le dirigió una mirada rápida a Hyunjin.
Hyunjin pareció entenderle sólo con ello.
―Déjalo, Minnie ―dijo Hyunjin, atrayendo al omega―, ya verás que vuelven pronto.
―Pero...
―Sigue durmiendo ―le interrumpió Yongbok, agarrándolo de las mejillas con amabilidad―, estaré de regreso cuando despiertes.
Seungmin parecía decidido a decir algo más, sin embargo, Yongbok se inclinó y le dio un beso en los labios, escuchando su jadeo de placer. Sonrió al alejarse, soltándolo, para luego inclinarse y darle un beso ahora a Hyunjin, que le devolvió la sonrisa, complacido.
Se puso de pie, siguiendo a TzuYu por entremedio de la gente, sintiendo los ojos puestos de los dos chicos sobre él, y sólo bajó sus hombros cuando estuvo fuera de la vista de ellos, revelando su nerviosismo.
―¿Pasó algo con mi mamá? ―preguntó, ansioso.
TzuYu le observó, arrugando el ceño.
―No ―dijo―, HaoXi está bien ―agregó con tono serio, dando a entender que no diría otra cosa.
Yongbok sólo suspiró, siguiéndola cuando caminó por un pasillo vacío antes de detenerse ante una puerta cerrada, tocando dos veces. Segundos después, se abrió y Junhui apuntó con su linterna al rostro de los chicos. TzuYu entró, tirando de él, y observó la pequeña sala donde unas pocas personas estaban reunidas.
―Tú eres el hijo de HaoXi, ¿cierto? ―dijo una mujer, sentada detrás de una mesa redonda―. No te pareces mucho a él.
Yongbok la miró, parpadeando, y la reconoció de las imágenes que vio por televisión e internet antes de viajar, investigando todo lo que podía. Song Qian, la líder y vocera del movimiento omega en China, la mujer que llevaba más de diez años batallando por los derechos de su raza.
Leyó muchas cosas de ellas, pero no sabía realmente cuál era cierta.
―Soy Yongbok ―se presentó con voz tímida, repentinamente cohibido ante la mirada penetrante de la omega.
Nunca antes vio una mirada así en otro omega. Los que conocía, normalmente, tenían ojos suaves, dulces y llenos de miedo y sumisión. Otros, como Seungmin, solían ser juguetones y demandantes de atención. Pero los de Song...
Los de Song eran salvajes, feroces, indomables.
Song asintió en su dirección.
―Me habría gustado que nos conociéramos en otras circunstancias ―dijo Song, ladeando su cabeza―, pero supongo que eso será imposible ―hizo un gesto a su alrededor―. CaoLu me contó que te trajo porque te impusiste a ella. La obligaste a traerte.
Se tensó.
Los ojos de Song se endurecieron.
―Song, es sólo un chico... ―comenzó a decir Junhui.
―Mi alfa también era sólo un chiquillo de quince años cuando me agarró y violó en los baños del colegio, dejándome preñada ―le interrumpió Song impasible―. También tenía sólo quince años cuando me golpeó hasta hacerme abortar meses después.
El silencio se hizo en la habitación.
Song se inclinó, curiosa.
―¿Qué castigo crees que merece un alfa que se impone, Yongbok? ―preguntó, sonriendo―. ¿Qué castigo le darías al alfa que se imponga ante Jeongin?
Yongbok tragó saliva.
Chan soltó un gemido bajo cuando anudó dentro de Jeongin, con el omega jadeando contra su oído, gruñendo y gimoteando, y miró el techo con una expresión de cansancio.
―Tienes razón ―dijo Chan, llamando su atención―. He perdido experiencia.
Jeongin lamió su mejilla, dominado por el omega en su interior, y ronroneó por el gusto cuando Chan acarició su cabello desordenado. El alfa bajó la vista, notando que el menor estaba erecto. Acababa de anudar dos veces en Jeongin y realmente estaba agotado por aquello, pero sacudió su cabeza, volteando al omega y escuchando su chillido cuando salió de su interior.
―¡M-malo! ―se quejó Jeongin, como un niño pequeño―. ¡A... Alfa malo! ―le dio un golpe en la cabeza, suave y ligero, pero Chan le gruñó en señal de advertencia.
Jeongin le devolvió el gruñido, juguetón, y antes de que se moviera, el alfa empujó el almohadón en su boca para que lo mordiera.
Jeongin se quejó por el disgusto.
Chan bajó la vista, luchando con el omega por el control, notando como semen salía de su ano, con su polla erecta, y bajó la cabeza.
Muchos alfas no se preocupaban si el omega llegaba al orgasmo en sus encuentros sexuales, pero Chan no quería ser ese tipo de persona. Chan quería que Jeongin disfrutara el sexo con él.
Con su mano libre, agarró el miembro de Jeongin por la base, escuchando su jadeo de excitación, y llevó su boca al glande, comenzando a chupar superficialmente, con el presemen llenando su boca.
Jeongin gimió, arqueándose.
―¡Nhg! ―jadeó, soltando la almohada entre sus dientes―. Al... Alfa...
―Mmm... ―Chan sonrió con gusto al ver al omega tan vulnerable, gimoteando sin control alguno, y chupó con más profundidad. No faltó mucho para que Jeongin se corriera en su boca―, eres un encanto. Tan bonito, Jeonginnie...
―No ―se quejó Jeongin, tratando de empujarlo cuando Chan se subió sobre él con una sonrisa divertida―, ma-lo... ―el omega comenzó a reírse al sentir su rostro siendo llenado de besos repentinamente, las manos del alfa sosteniéndolo por la cintura―. ¡Ba-basta!
―Me gustaría comerte ―le dijo entre risas.
―Eres... eres ho-horrible... ―gimoteó Jeongin, luego de varios segundos en los que se recuperó, pareciendo volver a recuperar el control de sí mismo―. ¿No te da risa mi omega? ―Chan lo miró, acariciándole el rostro―. A veces no puedo comprenderlo...
―¿Por qué me daría risa? ―preguntó Chan con tono serio―. Lo encuentro tierno. Tan exigente de cariño y amor, tan juguetón y enojado ―su voz se volvió más suave―. Me gusta que me... me necesite de esa forma.
Chan no lo dijo, pero Jeongin adivinó lo que quería decir en realidad.
Me gusta que me demuestre su amor, así como yo se lo demuestro.
Jeongin quería decírselo, quería ser capaz de sostenerle la mirada, pero cuando chocaba con sus ojos se veía a sí mismo, más joven, más débil, más asustado, y el miedo se apoderaba de él, el temor de que las cosas volvieran a repetirse por ceder sin pensar un poco más en lo que eso podría significar.
Se alejó, mordiendo su labio inferior, para subirse sobre Chan mostrándole la espalda, con sus rodillas apoyadas en la cama mientras se enderezaba, separando sus piernas.
Sintió el aliento de Chan cortarse.
Ladeó su cabeza, mostrando su marca.
―Te necesito ―dijo Jeongin, sintiendo inmediatamente como su cuerpo volvía a reaccionar ante el aroma alfa que Chan empezó a liberar, su ano lubricando otra vez―, por favor, Chan...
―No, Jeonginnie, necesitamos... ―balbuceó Chan, sintiéndose ya duro por la situación.
―Te necesito ―repitió Jeongin―. Mi omega te necesita, alfa. Yo te necesito, Chan.
Chan lo agarró de las caderas, tirando de él hacia abajo, volteándolo, pero antes de poder decir algo, la boca caliente del alfa estaba sobre sus labios en un beso duro, posesivo y húmedo. Las manos de Chan lo agarraron con fuerza, aunque con delicadeza también, y gimió sin poder evitarlo al sentir el tacto en su piel.
―No me necesitas ―murmuró Chan―, lo sabes, In.
Jeongin le miró.
Se recordó a sí mismo todos esos años, cuando el celo lo atacaba y algo parecía quemar en sus entrañas, dolor recorriendo su cuerpo mientras su omega enloquecía y pedía ser tocado, ser acariciado, ser amado, y no había respuesta alguna.
Era distinto, era más doloroso, pues cuando tuvo sus primeros celos, sólo quería que un alfa lo marcara, su omega actuando como un cachorrito perdido que necesitaba de alguien que lo anclara. Luego, con Hyub y Chan, su omega sabía que había alguien ahí, alguien que le tocaría, y sólo tenía que dejarse llevar.
Pero después, cuando algo en su interior estaba roto, cuando sólo había pena y dolor, su omega se sentía como un ciego al que le dejaron ver la luz, los colores, la vida, durante unos segundos para después devolverlo a la oscuridad otra vez y burlarse de su sufrimiento.
Su celo se sentía como fuego vivo, y aunque tratara de complacerse, aunque Junhui tratara de ayudarlo de alguna forma, no parecía ser nunca suficiente. El fuego parecía quemarlo demasiado y sólo podía rogar para que acabara, para que se detuviera, para que dejara de doler y romperle el corazón de tantas formas que no creía posibles.
Y ahora el toque de Chan se sentía como un bálsamo para su propio cuerpo, para su alma, y quería acurrucarse en sus brazos y quedarse allí todo el día.
―No te... no te necesito de esa forma ―Jeongin le devolvió la mirada, roto―. Te necesito porque te quiero. Porque... ―rompió a llorar, destrozado―, porque te elegí como mi alfa, porque me quisiste cuando yo no era nada y porque... porque... ―boqueó en busca de aire, obligándose a no bajar los ojos―. Porque te amo, Chan.
Chan se quedó quieto, sus ojos puestos en su rostro, sin expresión alguna.
―Repítelo ―pidió en voz baja.
Jeongin suspiró, limpiando su rostro.
―Te amo. Te amo. Te-
Chan lo besó sorpresivamente, sus labios sobre los suyos en un toque suave, dulce y cariñoso, con sus manos acariciándole la cintura y pegándolo a su cuerpo. Le devolvió el beso, tímido al inicio, pero terminó por responder luego de unos segundos con la misma fuerza. Se alejaron unos segundos, mirándose, y volvieron a besarse.
―Podría... ―dijo Chan contra sus labios―, podría oírte todo el día, Innie, y creo que nunca me cansaría.
Jeongin hipó, lloroso.
―Vamos a... vamos a solucionarlo...
Sus palabras se vieron cortadas cuando la puerta del cuarto fue tocada bruscamente.
Chan soltó un quejido por el disgusto, mientras Jeongin parecía un poco perdido un instante, como si estuviera tratando de averiguar dónde estaba.
―Ocupados ―gruñó Chan, molesto.
La puerta fue tocada otra vez.
―¿Jeongin?
El omega se enderezó cuando reconoció la voz de Minghao al otro lado de la puerta.
Confundido, empujó a Chan que se quejó otra vez, poniéndose de pie para envolverse en la bata y, titubeante, abrió la puerta, encontrándose con el conocido rostro de su amigo.
Minghao lucía nervioso, sosteniendo a un dormido Chenle en sus brazos, antes de morder su labio inferior al verlo casi desnudo.
―Lo siento ―dijo con voz temblando―, no quería... No quería molestarte...
―No importa ―contestó, rascando su nuca―, creo que... ―miró a Chan, que lucía cansado―. ¿Ocurre algo, Minghao?
―Necesitaba ver... ―Minghao miró hacia el pasillo―, ¿es tu alfa? ¿Él es... es Chan? ¿Eso significa que ese chico era Yongbok?
Jeongin se sobresaltó cuando, de pronto, las manos de Chan lo agarraron de la cintura, atrayéndolo contra su cuerpo, y por un instante deseó poder acurrucarse ahí, ignorar todos los problemas, ser feliz con ese toque.
Pero se obligó a concentrarse en la necesitada mirada de Minghao.
―Sí, han... han pasado muchas cosas y...
―Lo vi con TzuYu ―le interrumpió Minghao de golpe―, saliendo del vagón, hacia la oficina de... de reuniones...
―¿Qué? ―Jeongin le observó atónito, mientras sentía a Chan tensarse a su espalda.
―Lo van a castigar.
Jeongin sintió su sangre hervir.
―¿Y bien, Yongbok?
El alfa bajó la vista, asustado, mientras Song seguía observándole con ojos tranquilos y duros. Se sentía como un niño pequeño, tembloroso y aterrado, temeroso de equivocarse pues sería reprendido, y mordió el interior de su mejilla.
―No lo sé, yo... ―se removió en su lugar―, no quería realmente...
―¿No querías usarla? ―preguntó amablemente Song―. Claro que no, ¿cómo ibas a quererlo? Era la única forma de encontrar a HaoXi ―asintió―. Pero el punto no es ese, Yongbok, porque la usaste, al fin y al cabo. Y una vez que la usas... ―Song hizo una mueca―, bueno, siempre puedes repetirla. ¿No quieres incluso usarla ahora para librarte de esto?
Sacudió la cabeza en una negativa asustada, aunque si era sincero consigo mismo, no podía estar seguro.
Una parte suya parecía decirle, muy en el fondo, que la usara. Que podía irse de allí si se imponía ante los omegas en ese lugar.
Pero no estaba bien. Usarla no estaba bien.
Song suspiró, agotada, y por un instante Yongbok sólo vio a una mujer con un enorme peso encima, que decía esforzarse cada día para poder mantenerse entera y no doblegarse ante ninguna situación.
―Sólo... sólo quiero estar con mi mamá ―dijo con voz débil.
―Es sólo un cachorro ―insistió Junhui.
―¿Debería perdonarlo, entonces? ―Song ladeó la cabeza―. ¿CaoLu? ¿No fuiste tú la principal afectada?
La mujer arrugó los labios, mirando el rostro espantado de Yongbok, e hizo una mueca.
―Sí, es un niño ―dijo CaoLu con lentitud―, un niño que ya es capaz de discernir lo que es bueno y lo que es malo ―suspiró―. Pero ya sé cuál es castigo suficiente para él.
Sin embargo, antes de poder continuar, la puerta del cuarto fue abierta bruscamente, con un furioso Jeongin entrando y Chan tratando de sostenerlo atrás.
―¿Qué mierda está ocurriendo aquí? ―preguntó Jeongin, enojado, caminando sin dudarlo hacia Yongbok. El menor no tardó en abrazarlo, queriendo esconderse detrás de él y desaparecer de allí―. ¡Yongbok es mi hijo, esto-!
―¿Sabías que violó una de las reglas principales aquí? ―le interrumpió Song con voz dura.
Jeongin enmudeció.
Yongbok se encogió en sus brazos, temblando, sin levantar la cabeza.
―¿Qué? ―preguntó Chan en medio del silencio.
Junhui se removió, incómodo.
―Será mejor que vuelvas al cuarto, Jeongin ―dijo Junhui, dando un paso―, sigues apestando a celo y...
―Vete a la mierda ―le escupió Jeongin, fulminándolo con la mirada―, mejor explícame qué está pasando aquí.
―¿Tú alfa le enseñó a usar la voz alfa a tu hijo, Jeongin? ―preguntó Song―. ¿Tú alfa también la usó contigo mientras te follaba?
Jeongin tuvo que sostener a Yongbok, enojado repentinamente, para que no se lanzara sobre la mujer.
Song hizo un ruido despectivo.
―¿Voz... alfa? ―preguntó Jeongin con lentitud, y Yongbok se quedó quieto―. ¿De qué hablas?
―¿Cómo crees que tú hijo llegó aquí? ―Song apuntó a CaoLu―. La obligó a traerlo, le habló con su voz alfa y la sometió para llegar hasta aquí.
―¿Bokkie? ―Yongbok bajó la vista cuando Jeongin habló―. ¿Es eso cierto, Bokkie?
Se estremeció al notar la voz de Jeongin quebrándose.
Miró el suelo como si hubiera algo terriblemente interesante allí, mientras sacudía la cabeza en un asentimiento torpe.
CaoLu volvió a hablar:
―Este es tu castigo ―dijo la omega, poniéndose de pie―, saber que decepcionaste a tu mamá.
Volvió a estremecerse y Song salió de allí sin decir otra cosa, con el resto de las personas abandonando también el lugar. Sólo quedaron ellos dos, con Chan detrás y Junhui un poco alejado.
Yongbok llevó sus manos a sus ojos, limpiándolos con fuerza, conteniendo las ganas de llorar.
Jeongin dio un paso, agarrándolo de la barbilla, y obligándolo a levantar la vista. Los labios del menor temblaron cuando notó los ojos endurecidos de su mamá sobre él, con su expresión en blanco.
―¿Por qué lo hiciste? ―le dijo en voz baja Jeongin―. Tú sabes que eso está mal, ¿no es así, Yongbok?
Sorbió por su nariz.
―Está mal ―admitió con tono agudo y tembloroso. Mierda, ni siquiera cuando era más pequeño y era regañado por un adulto se comportó así―, pero... pero tenía que encontrarte, mamá, y no sabía... Yo no sabía qué hacer...
Jeongin limpió sus ojos llorosos con cariño, sin embargo, sus ojos seguían heridos y desilusionados.
―¿La has usado antes? ―preguntó, pero se volteó hacia Chan―. ¿Tú madre le enseñó?
Chan lo observó unos segundos, para después mirar a Yongbok con ojos también lejanos.
―No, mi madre se ha mantenido al margen de la crianza y Wheein... ―hizo una mueca―, fue una... madre decente ―dijo pausadamente.
Jeongin se tensó, por supuesto.
―In, Yongbok lo lamenta ―dijo Junhui, acercándose con cuidado e ignorando el gruñido bajo de Chan―, olvidemos todo esto y vuelve al cuarto.
El omega se volteó a mirarlo, aturdido, pero sacudió su cabeza.
―Me siento bien ―dijo bruscamente―, lo suficientemente bien como para poder castigar a mi hijo.
Yongbok se crispó.
―¡No! ―dijo, nervioso―. ¡Lo siento! Pero mamá... ―su propia voz salió ahogada, desesperada y necesitada―. Tenía que hacerlo, ¿cómo te iba a... a encontrar? Ella lo sabía y no quería decirme nada de... de ti... ―hipó―. No lo haré otra vez, lo prometo.
―Las cosas no funcionan así, Yongbok ―dijo Jeongin con la voz dura.
Se sobresaltó más aún al oírlo hablar así, y su alfa se molestó y enojó porque estaba en esa situación, porque se sentía aterrado, y no quería -no debía- sentirse así. Su abuela siempre le dijo que ningún omega tenía el derecho a minimizarlo, a tratarlo como una basura, a regañarlo como un niño pequeño, y que sí quería algo, debía conseguirlo.
Pero estaba mal, también lo sabía, estaba-
―Sí, funcionan así porque tú no me enseñaste ―espetó, retrocediendo y viendo como los ojos de Jeongin se agrandaban por la sorpresa―. Mamá Wheein nunca me castigó por nada.
Lo último lo soltó sin pensarlo.
Jeongin se quedó quieto y el enojo pareció desaparecer de su expresión.
Yongbok quería romper a llorar en ese instante pues se sentía desorientado, perdido, enfadado consigo mismo y desesperado por tratar de explicarse, de pedir perdón, de acurrucarse en los brazos de Jeongin y no salir nunca, nunca de allí, pero no sabía cómo decirlo en voz alta, como expresarse sin lucir como un niño pequeño, torpe y estúpido.
Chan se adelantó, con su rostro enfurecido, y lo tomó del brazo.
―Pídele perdón, ahora ―ordenó Chan, apretando su muñeca, e hizo una mueca por el dolor―. Yongbok, o le pides perdón o te juro que-
―Está bien ―le interrumpió Jeongin con la voz temblando, pero sonriendo débilmente y bajando la vista. Soltó una risa rota―. Qué idiota fui, ¿no es así? ―su mamá retrocedió y Junhui le tomó la mano, sosteniéndolo―. Tienes razón, Yongbok. No estuve allí para enseñarte nada, así que no tengo derecho sobre ti ―frotó sus ojos―. Ah, creo que... que necesito volver al cuarto, no me... me siento muy bien... ―se giró hacia Junhui, inestable―. King, ¿podrías llevarme...?
―Tranquilo ―dijo Junhui apresuradamente―, yo te ayudo ―se giró hacia Chan―. Ve a buscar algo para comer y se lo llevas a In cuando regreses.
―Mami... ―llamó Yongbok con tono ahogado.
Jeongin lo miró una vez más, por sobre su hombro, sonriéndole.
―No te preocupes ―le dijo―, luego hablamos.
No pudo decir algo más, ya que Jeongin salió con Junhui detrás.
Yongbok soltó un ruido bajo y Chan volvió a mirarlo.
―¿Qué acabas de hacer, Yongbok? ―la voz de su papá estaba teñida de tristeza―. Dios, esto... ―sacudió su cabeza y lo agarró de las mejillas, obligándolo a levantar la mirada―. Tus emociones, ¿estás dejando que te controlen? Sabía que esto...
―¿Papá? ―preguntó Yongbok, asustado.
Chan soltó un gruñido, callándolo.
―No sabes manejar tus propios sentimientos porque nunca tuviste amigos y creciste rodeado de soledad, Yongbok ―le dijo su papá con voz seria―, pero eso no justifica lo que acabas de hacer. Estoy decepcionado de ti, Yongbok.
Su alfa gimió en disgusto cuando Chan le dijo aquello y sus ojos se llenaron de lágrimas.
―Iré con mamá y... y le pediré perdón y...
―No ―le interrumpió su papá―, irás con Seungmin y Hyunjin para que te contengan. Yo iré con Jeongin ahora y lo calmaré, luego hablarán como corresponde ―quiso protestar, pero una mirada de su papá bastó para hacerlo desistir de aquello―. Vas a deshacerte de estos malos sentimientos, Yongbok, o te prometo que te devolveré a Corea apenas pueda.
Asintió, espantado, y Chan lo soltó, girándose mientras murmuraba por lo bajo un par de groserías junto a un apestoso alfa Wen.
Segundos después se quedó solo y salió de la habitación, tambaleándose hacia los vagones-dormitorios, y entró.
Quería vomitar, hacerse pequeñito, desaparecer y llorar por lo que acababa de pasar, y más aún cuando llegó hasta donde estaba Hyunjin y Seungmin. El omega estaba acurrucado en los brazos del alfa, ambos dormidos. La visión de los dos chicos -sus aromas tranquilizadores- lo descolocaron un segundo.
Comenzó a acomodarse al lado de Hyunjin.
―¿Bokkie? ―balbuceó Seungmin, amodorrado―, ven aquí...
Y Seungmin le hizo un espacio entre los brazos de Hyunjin, a su lado.
Amigos. Nunca tuvo amigos con los que desahogarse.
Familia. Siempre supo que algo no estaba bien con ella, que había odio y desprecio y decepción por debajo de las sonrisas.
Mamá. Wheein siempre lo trató como un hijo, sin embargo, sabía que no era correcto. No era natural. Era algo vacío.
Sus ojos se llenaron de lágrimas.
Seungmin se enderezó, alarmado.
―¿Bokkie? ―preguntó, preocupado.
Hyunjin se despertó.
―Hey, ¿qué ocurre? ―farfulló Hyunjin, atrayéndolo a su regazo.
Yongbok rompió a llorar.
―Lo arruiné ―sollozó―, lo arruiné todo.
Agradeció que Junhui no dijera cosa alguna mientras lo sentaba en la cama apestosa a feromonas y sexo, manteniendo una expresión tranquila, aunque sus ojos brillaban por una sensación que no podía identificar.
No le importaba. No en ese instante.
Yongbok tenía razón, por supuesto, ¿con qué derecho creía que podía levantarle la voz, castigarle, llamarle la atención, cuando nunca estuvo en su vida? ¿Cuándo estuvo catorce años fuera, sin criarlo, sin saber nada de él?
Jeongin se perdió su primer día en la guardería, su primer día de clases en primaria, en la secundaria, la primera vez que anduvo en bicicleta, sus graduaciones, sus primeras calificaciones, su primer diente caído, su primer golpe contra el suelo, su primer dibujo en clases, su primer castigo, su primer corte de pelo, su primer...
Tantas, tantas cosas perdidas.
¿Cómo podía creerse su madre?
Había fallado, había fracasado.
―In ―levantó la vista, chocando con la preocupada mirada de Junhui―, estoy orgulloso de ti, In.
Parpadeó.
―¿Qué dices? ―preguntó en un susurro.
―Porque sigues aquí a pesar de todo, In ―le murmuró Junhui.
Entonces el alfa se movió y Jeongin se sentía perdido, desconcertado, cuando los labios de Junhui lo besaron.
Se quedó quieto, con la boca del alfa sobre la suya, sin moverse, y se echó hacia atrás.
El alfa bajó la vista.
―¿Por qué hiciste eso? ―preguntó Jeongin con la voz temblando.
Junhui se encogió de hombros.
―¿Por qué podía? ―aventuró, sus labios curvándose en una sonrisa irónica―. Ah, In...
―No ―Jeongin sacudió su cabeza―. No lo digas. No-
Junhui apretó su mandíbula.
―Me gustas.
Jeongin dejó caer sus hombros.
―Fuera ―Jeongin lo empujó―, ¡fuera, Junhui!
―I.N...
―¡Fuera!
―Ya lo oíste, pulgoso.
Jeongin se sobresaltó cuando Chan apareció con una mirada tranquila, llevando en sus manos una bandeja con comida, y no supo que tenía tanta hambre hasta ese preciso instante.
Junhui miró a Jeongin una vez más, dejando salir el aire de sus pulmones, y se volteó, saliendo del cuarto con paso furioso, cerrando. Chan enarcó una ceja, murmurando algo por lo bajo, y se acercó a la cama.
Jeongin agarró una taza de leche humeante, su garganta quemando por lo caliente.
―Con cuidado ―regañó Chan―, no seas salvaje.
―Soy un desastre ―murmuró Jeongin―. Primero el celo, luego Yongbok, ahora Junhui... ―Chan se sentó a su lado y Jeongin apoyó su frente en su hombro―. ¿Podemos huir de aquí y desaparecer?
Chan se rió, acariciándole el cabello.
―Podemos huir muy lejos ―concedió Chan―, ¿qué tal Alaska? Podríamos tener una cabaña en medio de la nada, con muchos perros siberianos.
―Pero odias el frío ―señaló Jeongin acurrucándose contra él.
―Bueno, sí ―Chan besó su frente―, entonces tendrías que mantenerme caliente todo el tiempo, Jeong.
Jeongin soltó una risa ahogada, golpeándolo en el costado mientras Chan se reía también, y levantó la cabeza para darle un beso en los labios, quitándose el rastro de Junhui, aliviado cuando el alfa no lo rechazó, a pesar de que sabía que Junhui lo besó.
Pero si Chan no sacó el tema a colación era porque sabía que para él no fue nada, no significó cosa alguna, y le agradeció a través del enlace que no hubiera enloquecido, no hubiera reaccionado como un alfa posesivo, celoso y duro.
―Te amo ―le susurró―, mi alfa. Mi Chan ―gimoteó al sentir las manos del alfa adentrándose bajo su ropa―. Mi Vam-Chan...
―No lo arruines ―regañó Chan con otra risa ahogada contra su cuello―. ¿Mejor, bebé?
Sacudió su cabeza en una negativa y escuchó el suspiro de Chan.
Pero no pudo escuchar lo que le iba a decir a continuación, porque la puerta fue abierta bruscamente, ambos sobresaltándose.
YìXìng los miró con expresión de disculpa, agitado.
―Lamento interrumpirlos ―dijo con rapidez en chino―, pero tenemos que irnos, HaoXi. El Gobierno hará una redada en dos horas y debemos movernos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro