✧◝ 06
Yongbok observó los boletos que su papá le tendía, mirando la fecha en silencio mientras sentía su estómago dando vueltas por lo que eso significa.
Una semana. En una semana estaría en China, más cerca de mamá que nunca antes.
Tragó saliva.
—Papá —murmuró, tomando los boletos, en tanto Chan se sentaba frente a él—, tú... ¿Jeongin te habló alguna vez de... de su antiguo alfa?
Yongbok no podía decirle papá a ese primer alfa que tuvo Jeongin cuando era apenas un chico, ese alfa de rostro desconocido, ajeno totalmente a él.
No, su único papá era Bang Chan, nadie más, eso era algo que tenía claro.
—No le digas Jeongin, es tu mamá —dijo Chan con calma—. Y sí. Jeongin me habló mucho de él. Se llamaba Lee Seunghyub.
Se removió en su lugar, agradeciendo que Hyunjin y Seungmin no estuvieran en el departamento en ese momento: la pareja salió para tener una conversación sobre su relación, y a pesar de que hubiera cierta tensión romántica y sexual entre los tres, Yongbok era consciente de que no tenía que inmiscuirse entre ellos dos.
—Lee Yongbok —masculló.
—Suena mucho mejor que Bang Yongbok, ¿no crees? —preguntó Chan con una sonrisa irónica—. Wheein insistió varias veces en cambiarte el nombre, pero no iba a permitir aquello.
Asintió, mordiendo su labio inferior, y sus dedos recorrieron el borde de los boletos.
—¿Ese alfa...? ¿Cómo era? —volvió a preguntar.
Chan le miró con una expresión calculadora, sus ojos llenos de advertencia.
—No creo que te guste la respuesta, Yongbok —le dijo con suavidad.
Sus hombros se crisparon, sintiendo nervios en todo su ser.
—Es sólo curiosidad —insistió Yongbok.
El mayor ladeó la cabeza.
—Esto es lo que me contaba Jeongin, ¿está bien? No sé más cosas además de ello —Chan suspiró, acomodándose—. Innie me contó varias veces que era una relación normal, lo que se esperaba de ellos.
Los ojos de Yongbok se oscurecieron.
—¿Le pegaba? ¿Ese alfa le pegaba?
Pudo notar como la expresión de Chan se tornaba rabiosa por el enfado, por el disgusto.
—Dijo que el único momento en el que no le pegaba era cuando estaba en cinta de ti —concedió Chan, con la voz temblando debido a la ira.
Yongbok sintió como el enojo bullía también en su interior por las palabras de Chan, enojado por pensar en Jeongin siendo agredido por quien se suponía era la persona que debía defenderte y cuidarte.
Pero no es como si fuera algo extraño: el omega era propiedad del alfa, y si el alfa lo estimaba conveniente, entonces podía agredirlo todo lo que quisiera.
—Eso... ¿eso significa que yo fui producto de una violación? —siguió preguntando en voz baja.
La expresión de Chan no cambió.
—Jeongin me contó varias veces que Hyub lo violaba, pero no me dijo si quedó embarazado en esos encuentros —dijo con tono cuidadoso—. Sin embargo, Yongbok, eso no significa que Jeongin te haya amado menos. Tú fuiste, eres y serás su centro siempre, ¿lo sabes?
Su centro. Su pilar. El motivo por el que Jeongin seguía viviendo y no cayó en una profunda depresión que pudo haber acabado con su muerte, como dijo en esa carta que le dejó a Chan.
Yongbok es lo único bueno que he hecho en esta vida y si él llega a morir, Chan, yo también me muero.
—Te ama tanto que pensé varias veces en lanzarte por la ventana para deshacerme de ti y que me amara sólo a mí —agregó Chan como si nada.
Yongbok lo miró, parpadeando debido a la incredulidad.
―¿Estás bromeando, papá? —preguntó.
Chan sonrió.
—Por supuesto que no.
Decidió no seguir investigando sobre eso.
—¿Mamá llegó a amarlo?
El rostro de Chan se tornó meditabundo.
—No —dijo con rotundidad—, no creo que haya sentido amor por él. Jeongin fue criado para buscar seguridad y sonreír ante un alfa, por eso permitía los golpes y abusos. Incluso, muchas veces conmigo, se comportaba como un omega sumiso y complaciente, porque lo criaron para no tener voz ni voto. Sólo cuando tú estabas realmente amenazado, él parecía reaccionar de otra forma —hizo una mueca de diversión—. Cuando le propuse matrimonio, se negó al principio porque no iba a sacrificarte, e incluso cuando le prometí que no te haría daño, fue desconfiado y trató de satisfacerme para que yo siempre estuviera feliz.
Yongbok trató de imaginárselo, trató de pensar en el mismo rostro que vio en televisión, más joven, forzándose a sobrevivir cuando la vida le dio tantos golpes, y comprendió el desprecio que sentía Jeongin hacía los alfas, el por qué habló de ellos con tanta ira en su voz.
Entonces, un pensamiento desagradable entró a su mente.
Si yo soy alfa, ¿él también va a odiarme?
Jeongin no sabía que él era alfa. Hasta el momento, todo el mundo lo veía y pensaba que era omega por su aspecto, y sabía que cuando era más pequeño, todos esperaban lo mismo de él. Incluso en la carta de su cumpleaños número doce, cuando se reveló como alfa, Jeongin le comentaba lo feliz que estaba que ahora fuera omega, a pesar de lo difícil que sería su vida.
Yongbok no creía poder vivir si su mamá le decía que no lo quería porque era alfa.
—¿Él te amaba, papá? —preguntó con voz ahogada, recordando los ojos llenos de amor que Jeongin tenía en el vídeo.
Chan trató de ocultar su mirada llena de dolor.
—Por supuesto que sí —dijo con voz temblorosa—, me amaba tanto como lo amo yo.
Yongbok miró a su papá, siendo consciente de que habló en tiempo pasado, y temió por un instante que, a pesar de que Jeongin hablara con tanto amor en sus cartas, puede que las cosas fueran distintas una vez se vieran.
—¡Oppa!
—¡Hyung!
Hyunjin se rio mientras tomaba en brazos a Soojin, en tanto Seungmin rodeaba con un brazo a Kyungmin, revolviéndole el cabello sin dejar de sonreír. Minutos después, Jisung se asomaba por la puerta de la cocina, feliz de tener a sus dos hijos mayores en casa.
—¿Cómo están? —preguntó Kyungmin sonriendo, tirando de Seungmin al comedor.
—Pues bien —contestó—, ¿cómo te ha ido a ti en matemáticas? ¿Sigues reprobando?
Kyungmin hizo un puchero.
—Es que son muy difíciles —dijo como excusa.
—Si quieres puedo ayudarte —se ofreció Seungmin.
Su hermanito menor, el pequeño e inocente Kyungmin, lo miró confundido.
—Pero... ¿no reprobaste matemáticas también, Minnie? —preguntó sin mala intención.
Seungmin se tensó, pero Kyungmin no lo notó:
—¡No te preocupes! —dijo como si nada—. Le pediré ayuda a Jinnie —y sin decir nada más, fue a abrazar a su hermano mayor, que seguía haciendo reír a Soojin.
Seungmin se recordó a sí mismo a los trece años, sentado en el patio delantero de su casa mientras veía a los niños betas y alfas del barrio donde vivían corriendo por las calles, con Hyunjin metido entre ellos, riéndose y jugando a la pelota. Por el contrario, las niñas omegas (él era el único niño omega allí) estaban jugando en la casa frente a él a la casita, y lo invitaron, por supuesto, pero Seungmin no quería jugar con ellas.
Seungmin quería jugar con su hermano y el resto de los niños.
Se puso de pie, limpiando sus pantalones, antes de caminar hacia donde estaban los chicos. Se acercó a Hyunjin cuando se detuvo por el cansancio.
—¿Jinnie? —preguntó, fingiendo una sonrisa confiada.
—¿Qué ocurre, Seungmin? —preguntó Hyunjin, sonriéndole.
—¿Puedo jugar con ustedes? —dijo, balanceándose en sus pies—. He visto que falta un jugador en su equipo, ¡puedo ir incluso al arco si quieren! Estoy seguro de que-
—¡No, el omega no puede jugar con nosotros! —se apresuró a decir el que había sido su mejor amigo un año atrás, Minseok, que ahora era alfa—. ¡Se va a caer, llorará y nosotros tendremos la culpa! Además, ¿por qué no va con las omegas? ¡Ese es su lugar!
Seungmin parpadeó hacia Minseok, ofendido, y frunció los labios en actitud de enojo.
—¡No voy a llorar! ¡Lo prometo! —insistió con la garganta apretada.
—¡Los omegas no pueden jugar con los alfas, lo dice mi mamá! —apoyó otro chico, Minkyun.
Seungmin quería llorar de la frustración y la rabia.
—¡Mira, si hasta se pondrá a llorar! —se burló Minseok—. ¡No puedes jugar! Ya vete, nos estás molestando.
Los dos chicos se marcharon con burlas, y Seungmin miró a Hyunjin, que ya no sonreía y estaba con una expresión congelada en el rostro. El pequeño omega le observó con insistencia, y al final, Hyunjin sólo bajó la vista.
—¿Por qué no vas a jugar con Dabin y Goeun? —dijo Hyunjin, retrocediendo y sonriéndole tensamente—. ¡Nos vemos a la hora de la cena!
Y Hyunjin se giró, dejándolo de pie, solo y con los ojos llorosos.
Volvió a la realidad de golpe cuando Hyunjin, ahora con casi diecinueve años, se sentó a su lado, con esa misma sonrisa cuadrada que ponía siempre.
—¿En qué piensas, Seungminnie? —preguntó.
Se obligó a no dejar que la rabia y el desprecio lo invadieran, porque sabía que eso no llevaría a nada, que ya pasaron los años, que Hyunjin no tenía la culpa de nada.
Porque no la tenía, ¿cierto?
—Kyungmin necesita ayuda en matemáticas —dijo con calma—, ¿por qué no lo ayudas?
Hyunjin soltó un gemido de protesta, pero antes de poder decir algo, Jisung volvió a asomarse.
—Hola, chicos —dijo, acercándose a darles un beso a cada uno—, supongo que se quedarán a cenar con sus viejos padres.
Seungmin le sonrió a papá Sung con disculpa mientras Hyunjin sacudió su cabeza.
—No, cenaremos con Yongbok y tío Chan —dijo Seungmin.
Jisung puso una expresión ofendida en su rostro.
—¿Qué? ¡Luego de todo lo que he hecho por ustedes! —dijo con indignación.
—Papá...
—¡Yo los di a luz!
—¡Somos adoptados, papá!
—¡Es una metáfora!
—¡Papá, estás exagerando!
Jisung les pegó un manotazo a cada uno, haciendo que se quejaran, y se marchó otra vez a la cocina, murmurando maldiciones por lo bajo.
Seungmin soltó un quejido, enfurruñado, y Hyunjin comenzó a acariciar su cuello. Eso le llamó su atención.
—¿Qué ocurre? —preguntó hoscamente—. En casa de nuestros papás no, Hyunjin.
—Soñé contigo anoche —confesó en voz baja.
Seungmin le miró, enarcando una ceja, y Hyunjin suspiró con ojos llenos de pena.
—Soñé cuando estabas llorando porque tus notas eran horribles —dijo Hyunjin en voz baja, sin querer que sus hermanos menores o su papá escucharan—, cuando pasabas noches estudiando para poder tener buenas notas, pero seguías fracasando porque no entendías las cosas y no querías aceptar mi ayuda.
Seungmin apretó su mandíbula un instante.
—Me la ofreciste varias veces —recordó Seungmin—, pero siempre me negué porque quería demostrarte que no te necesitaba.
El alfa asintió.
—Lo lamento por todo —se disculpó Hyunjin con tono serio—, por hacer una diferencia cuando no debería haberla. No soy un buen alfa para ti, Seungmin.
—No —concedió Seungmin—, pero yo tampoco acepté tu ayuda por orgullo. Yo también lo siento por ser tan malo y cruel contigo a veces.
—No tengo nada que no mereciera —insistió Hyunjin.
—Nadie lo merece —replicó el omega—, nadie merece crueldad y odio, Hyunjin —hizo una mueca—. Excepto Wheein. Esa perra puede irse al infierno.
Hyunjin ahogó una risa contra su hombro.
—¿Dónde está Chenle, Jun? —preguntó Jeongin, enderezándose cuando Junhui entró al vagón del tren que servía como enfermería. El omega tenía su pierna envuelta en gasa, mientras curaba por la herida de bala que le llegó.
Junhui no le miró, sentándose a su lado.
—TzuYu lo está cuidando —dijo Jun como si nada—. Ahora, sobre lo que hablamos en la reunión...
—Junhui —le interrumpió Jeongin bruscamente—, quiero ver a Chenle.
El alfa lo miró.
—No eres su mamá —le dijo sin suavidad—, así que vas a tener que permanecer un tiempo alejado de él hasta que lo entienda.
La expresión de Jeongin se tornó roja por la furia, sus labios frunciéndose en una mueca de ira. Trató de salir de la cama y ponerse de pie.
—¿De qué estás hablando? —espetó enojado—. ¡Claro que no soy su mamá! ¡Pero que esté confundido no significa que tengas que alejarlo de mí!
Junhui se puso de pie, también molesto por la situación, y lo empujó contra la cama para que no se hiciera más daño.
—¡No deja de llorar y llamarte creyendo que eres su mamá, Jeongin, y no lo eres! ¡Su madre es Minghao, lo va a tener que recordar quiera o no! —Junhui levantó su voz—. Si hubiera sabido que esto terminaría así, jamás te lo habría dejado a cargo.
Se sintió como una cuchilla para su corazón, a su lado omega, tan herido y destrozado que estaba.
Jeongin no se lo comentó jamás a nadie, pero no sentía conexión alguna con esa parte fundamental suya, con ese lado que lo volvía suave y tierno y dulce, excepto en esos breves instantes en los que sostenía a Chenle contra su pecho imaginando que era Yongbok, o soñaba con el toque de Chan sobre su piel. En esos pequeños momentos se sentía otra vez como ese omega torpe, sonriente y que se acurrucaba contra la gente que amaba, pues quería ser protegido y amado.
Los celos, incluso, eran dolorosos y sin placer alguno para sí mismo: su cuerpo se satisfacía, pero no había pasión, fruición, satisfacción, en su propio toque o en el de Junhui. Su piel ardía, pero su omega, su mente, todo lo demás, estaba helado y frío.
—Dame a Chenle —rogó con la voz quebrada—, Junhui, tráelo para acá...
Junhui lo miró con pena en sus ojos.
Y habló:
—No te acerques a Chenle hasta que yo lo diga, Jeongin.
Jeongin sollozó, retorciéndose, con su omega llorando en señal de protesta.
—¡Vete a la mierda! —le gritó furioso, con lágrimas cayendo por su rostro—. ¡Eres un hijo de puta, Junhui, un jodido bastardo! ¡No te me acerques más, ¿entendido?! ¡No te quiero ver, bastardo traidor!
Junhui lo soltó cuando YiXuan entró alarmado por los gritos, yendo hacia Jeongin. El omega se estiró para golpear a Junhui en la mejilla, y el médico tuvo que sostenerlo para calmarlo.
Su mente era un hervidero de ideas inconexas que no podía controlar, no podía manejar, y gruñó amenazadoramente hacia su amigo.
—¡No pienses obligarme con esa voz de mierda, traidor! —le gritó, luchando por soltarse—. ¡Lo vuelves a hacer, Junhui, y te mataré, ¿lo tienes claro?! ¡Te mato!
Junhui salió de la habitación, disculpándose en voz baja, y Jeongin se derrumbó contra el toque suave de YiXuan, jadeando, odiando a todos esos malditos alfas que sólo lo hirieron una y otra y otra vez.
Una y otra y otra vez, sin descanso alguno.
Cuando la puerta se abrió, Chan casi cayó al suelo apenas un cuerpo pequeño chocó contra el suyo. Si no hubiera sido porque Yongbok estaba detrás de él, habría acabado sentado de culo con una sollozante Yongsun en sus brazos.
—¿Papá? —lloró Yongsun contra su pecho—. Papá, ¿dónde estabas? Mamá, ella...
Yongbok asomó su cabeza, sintiéndose culpable por haber olvidado a su hermana menor, por no haberla llamado, notando que estaba alterada y triste y sin entender bien lo que estaba ocurriendo.
—¿Chan? —la voz de Wheein resonó en la casa, pero el mayor la ignoró, acariciándole el cabello a su hija, que seguía llorando—. ¿Yongbokie?
Levantó la vista, observando a Wheein de pie en el pasillo, con ojeras marcando su rostro pálido, su cabello desordenado y su mirada cansada. Sintió un leve dolor en su estómago porque días atrás, antes de saber todo, habría ido hacia ella para abrazarla.
Pero ahora sólo podía verla y su mente pensaba en todo lo que hizo su tía años atrás para lograr tener algo de poder, para obtener una buena posición, para ser superior al resto.
Todo lo que le hizo a su mamá, porque Jeongin estaba entremedio de sus deseos personales.
—Ves, Yongsun —dijo Wheein, dando un paso y tratando de sonreír—, te dije que papá y Yongbokie regresarían, ellos no se irán de aquí.
La niña levantó su rostro lleno de lágrimas y Chan limpió sus mejillas con evidente cariño.
—Vamos al comedor —dijo Chan, sin dirigirse hacia Wheein—, hay muchas cosas qué conversar.
Yongsun asintió, vacilante, y dejó que su papá se adelantara, acercándose a Yongbok y abrazándolo por el cuello. El chico no dudó en devolverle el abrazo, queriendo calmarla, aunque sabía que probablemente toda esa situación no acabaría bien.
Cinco minutos después, Yongsun estaba sentada a su lado, abrazándolo por el brazo mientras Chan se sentaba frente a ellos y Wheein permanecía de pie, inquieta.
—Bueno —dijo Chan con tono suave—, Yongsun, tu madre y yo nos vamos a divorciar.
Yongsun enmudeció por la sorpresa.
—¿Qué? —balbuceó Wheein con horror en su voz—. ¿De qué hablas, Chan?
Chan no se giró hacia Wheein, mirando sólo a la niña, y le tomó la mano a la omega.
—No quiero que tú y Yongbok se culpen de esto —Yongbok no dijo nada, sabiendo que contarle toda la verdad a Yongsun de golpe podría alterarla—, porque es algo que sólo nos incumbe a tu madre y a mí. Además, que nos separemos no significa que los quiera menos o ya no nos veremos más.
—Chan, ¿qué estás haciendo esto? —Wheein se acercó con una mirada de rabia—. ¡No puedes tomar esas decisiones!
Por primera vez, desde que llegaron, Chan la miró. Wheein se estremeció al ver odio profundo en sus ojos, ese descontrolado desprecio que sentía el alfa hacia ella, todo contenido en una mueca de desprecio en su rostro.
—Los papeles de anulación te los enviará mi abogado mañana —dijo con tono suave—, espero que estén firmados para la tarde, Wheein.
—Si crees que... —comenzó a decir Wheein con tono débil.
—Lo harás —dijo Chan, sin perder aquella voz dulce, que le asustaba mucho más ya que sabía que, si presionaba donde no debía, el alfa sacaría ese lado que daba miedo—, porque si no, Wheein, Yongbok no se quedará de brazos cruzados.
La mujer se volteó hacia Yongbok, que le miraba con ojos inexpresivos, sosteniendo la mano de Yongsun.
—Puedes decirle a la abuela —dijo Yongbok amablemente—, pero si ella actuará en contra de nuestra decisión, entonces puede ir despidiéndose de su Imperio.
Wheein no dijo nada, atónita mientras Yongbok se ponía de pie, tirando de Yongsun.
—Vayan a buscar sus cosas —ordenó Chan—, nos iremos apenas tengan todo guardado —cuando los chicos desaparecieron, Chan se volteó hacia Wheein, sonriendo cruelmente—. Puedes quedarte con la casa, Wheein. Considéralo mi regalo de bodas.
Antes de que pudiera decirle algo más, Chan se marchó del comedor, dejándola en completo desconcierto al ver que todo lo que construyó se estaba derrumbando, sin poder hacer algo para evitarlo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro