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Yongbok se encerró en el baño cuando el timbre para salir de clases sonó, ignorando por completo la tímida voz de Soojin que le estuvo llamando todo el día. Se sentó sobre el cubículo, mientras se obligaba a tomar aire y calmar la sensación pesada en su estómago.

Llevaba una semana haciendo eso: huir de Seo Soojin, ignorándola como si nada, para esconderse en los baños de hombre hasta que sabía que todo el mundo se marchó y regresar a casa caminando. Esperaba calmar un poco su mente de toda la ansiedad que cada día se volvía más y más torturadora.

No se veía capaz de salir con el resto de las personas para ver a Soojin acercándose a su hermano mayor, Hyunjin, porque sentía que iría a exigirle respuestas, a pesar de que no quisiera saber la verdad.

Soltó un bufido.

¿Qué verdad? Su madre era Wheein. Su padre era Chan. Nadie iba a cambiar eso, menos la presencia fantasma de una persona que no conocía

Se puso de pie, agarrando su mochila, y salió del baño caminando hacia la salida.

Por supuesto, se quedó quieto en el umbral de la puerta cuando observó a Soojin sollozando dentro de un auto, mientras otros dos chicos discutían afuera. Reconoció a Hyunjin, por supuesto, con su chaqueta de cuero y su cabello desordenado, pero el otro chico...

No, demonios, tenía que irse de allí.

Se giró, tragando saliva, bajando la cabeza, pero su suerte, por supuesto, no lo iba a ayudar mucho en ese momento.

—¡Yongbooooooook!

Se quedó quieto cuando el grito de Yongsun resonó en el patio y levantó la vista, viendo a su hermanita corriendo hacia él con una expresión llena de felicidad.

Mordió su labio inferior, batallando internamente si volver o no al interior del colegio, pero ya era demasiado tarde. Podía sentir los ojos de Hyunjin puestos sobre él, poniéndolo más nervioso que nunca.

Yongsun se lanzó a sus brazos, riendo.

—¿Qué ocurre, princesa? ―preguntó con tono dulce, fingiendo una calma que no sentía.

La chica arrugó el ceño.

―Hoy es viernes ―dijo, confundida.

Yongbok dejó salir el aire, derrotado, porque olvidó que cada viernes llevaba a Yongsun a comer helado luego de clases.

―Vamos entonces ―se apresuró a decir, dispuesto a salir corriendo de allí si era posible.

Por supuesto, no resultó.

―Yongbok.

Aunque se llevó una sorpresa cuando la persona que habló no fue Hyunjin, con su voz grave y aterciopelada, sino una voz más suave y dulce.

―Vámonos, Seungmin ―habló Hyunjin, antes de que se girara, y viera al chico que habló.

El tal Seungmin le observaba inocentemente, con ojos enormes y solicitantes, y sintió que algo no estaba bien.

—¿Oppa? ―preguntó Yongsun, confundida.

―Suéltame, Hyunjin ―gruñó Seungmin, tirando de su brazo, pero el chico no obedeció―. ¡Qué me sueltes!

—¡Deja de comportarte como un niño! ―replicó Hyunjin, sin soltarlo.

Yongbok percibió el olor omega que soltaba Seungmin, dulce y envolvente.

Entonces, notó lo que estaba mal: marcado. Seungmin era un omega marcado. Su olor omega se percibía, pero por encima notaba otro olor conocido.

Miró a Hyunjin con grandes ojos llenos de sorpresa.

—¡Quiero hablar con Yongbok! ―reclamó Seungmin como un niño pequeño.

Hyunjin lucía cansado, fastidiado, y su voz se tornó más grave.

―No me hagas actuar, Seungmin ―espetó Hyunjin, calmado.

―Oppa, ¿los conoces? ―preguntó Yongsun, tímida.

Yongbok la miró, notando su expresión asustada.

―No ―contestó con tono duro, callando a los dos chicos frente a él―, vámonos, princesa.

Le tomó la mano y tiró de ella, echándoles una última mirada, y notó la expresión triste de Hyunjin, los ojos heridos de Seungmin, pero no se detuvo.

Seungmin estaba marcado por Hyunjin.

Y Yongbok realmente no se sentía demasiado bien en ese instante.

Jeongin soltó un gimoteo cuando Junhui gruñó contra su oído, quedándose quieto mientras anudaba en su interior, y su omega interior se quejó en señal de disgusto y odio.

Pero Jeongin sólo ahogó esa voz en su interior, jadeando en voz baja, siendo consciente de que Junhui estaba anudando con un condón, por lo que no iba a quedar embarazado.

Aunque tampoco es como si le preocupara, porque si no pudo quedar preñado de Chan, mucho menos lo iba a quedar de Junhui.

Se recordó brevemente a sí mismo catorce años atrás, haciéndose esa prueba de embarazo cuando llegó a China, viendo el negativo marcado y sin saber si era una condena o una bendición.

—¿Crees que Chenle esté durmiendo? ―preguntó Junhui en voz baja, retirándose minutos después.

Le miró a través de sus ojos entreabiertos, cansado y medio dormido.

―No sé, traté de ser silencioso esta vez ―contestó entre balbuceos.

Junhui soltó una risa baja, sacudiendo la cabeza, y se recostó a su lado.

—¿No vas a empezar a morderme? ―preguntó, enarcando una ceja.

Jeongin le tiró una almohada, gruñendo, pero su amigo sólo comenzó a reírse, tensión desapareciendo del aire con sus palabras, y permanecieron en un cómodo silencio. Contrario a la vez que pasó su celo con Chan, acá su libido y excitación no era grande, con que Junhui lo follara una vez bastaba para calmar a su enloquecido omega.

En el fondo, Jeongin sabía que, en caso de volver a ver a Chan, su omega entraría en un celo inmediato y haría lo que fuera para tener a su alfa sobre él en todo momento.

Junhui se giró, mostrándole un peluche tonto de oso que botaron.

―Este es nuevo ―comentó, observando el juguete―, ¿Yanan sigue cortejándote, Jeongin? ¿Cuándo le dirás que sí al pobre hombre?

Jeongin lo miró sin expresión alguna en su rostro, quitándole el peluche.

—No salgo con alfas —dijo con tono helado—, lo sabes bien.

—¿Y qué demonios soy yo? —preguntó Jun, ofendido.

El omega enarcó una ceja.

—Un cachorrito, Wen —dijo con falsa dulzura.

Junhui golpeó su culo sacándole un chillido.

—Pero insisto —prosiguió el alfa como si nada—, ¿por qué no sales con él? —hizo una pausa, y antes de poder detenerlo, le acarició el cuello, sobre su marca—. Tal vez va siendo el momento de...

Lo manoteó, disgustado.

—No la toques —espetó con un gruñido—, y sabes que he acabado con los alfas. No quiero a ningún alfa que me marque. No quiero someterme a ninguno de ellos —se quedó en silencio unos segundos—. No le pertenezco a ningún alfa. Me pertenezco a mí mismo.

—Yanan parece un buen alfa, Jeongin...

—También Chan. También Stephen. Incluso Seunghyub tenía sus momentos —soltó una risa amarga—. Creo que tú has sido el único alfa decente que he conocido —Jeongin lo miró sin temor—, pero aun así estoy esperando el momento en que me decepciones.

Junhui no lució ofendido, sino apenado, casi defraudado.

—¿No es eso triste, Jeongin? ¿Vivir esperando que te decepcionen?

—No, porque así no voy a llorar cuando lo hagas —se puso de pie, disgustado, y recogió su bata—. Ya no quiero hablar más de eso.

Antes de que Junhui pudiera decirle algo más, salió del cuarto yendo al baño, y una vez dentro, miró su reflejo en el espejo, sus dedos delineando el contorno de sus ojos, pensando en la última vez que lloró.

Trece años. No lloraba desde hace trece años.

Yongbok no sabía cómo era que no estaba colapsando en ese instante, aún más cuando Soojin le miraba con una expresión triste y necesitada. Quería huir como estuvo haciendo todos esos días, sin embargo, la chica lo acorraló contra la pared, y no podía alejarse a menos que la empujara.

Y Yongbok podía ser muchas cosas, menos un maleducado.

—Soojin, necesito ir al baño —pidió con amabilidad.

Soojin arrugó el ceño levemente.

—Oppa, miente muy mal —dijo con pena.

Yongbok quería reír histéricamente, alejarse tanto como pudiera de allí.

—No le quitaré mucho tiempo, Yongbok oppa —insistió Soojin—, sólo quería pedirle perdón.

Ahora la miró con evidente sorpresa en su rostro, sin comprender un poco lo que estaba ocurriendo. ¿Por qué la omega debería pedirle perdón? Después de todo, él la estuvo evitando, ¿no debería pedir perdón él?

—¿Qué? —preguntó, confundido.

Soojin mordió su labio inferior.

—Por mis hermanos. Ellos... —se veía un poco indecisa—, no sabía qué se conocían. Si hubiera sabido que no se llevaban bien...

Oh, demonios.

¿Cómo decirle a Soojin que él ni siquiera se acordaba de ellos? ¿Cómo decirle que esa última semana fue un desastre, porque todo estaba confuso en su mente, porque estaba descubriendo algunas cosas que realmente no quería averiguar? ¿Cómo decirle que los ojos profundos de Hyunjin, su voz grave y ronca, enviaban escalofríos por su espina dorsal? ¿Cómo decirle que los ojos astutos y atrayentes de Seungmin lo habían sacudido como nunca antes?

No podía decirle eso.

—Soojin...

—Lamento si fueron groseros también —prosiguió Soojin, ignorándolo—, ellos... uh... han cambiado mucho, oppa.

Yongbok no pudo seguir aguantándolo, así que lo soltó:

—Seungmin es el omega de Hyunjin —dijo—, ¿no son hermanos?

La omega se removió, incómoda.

—Somos adoptados, oppa.

—Oh.

Ella se encogió de hombros, quitándole importancia.

—Pero sobre la marca... —rascó su mejilla, ansiosa—, Hyunjin no tuvo opción. Seungminnie... él... mmm... Estaba descontrolado y Hyunjin sólo quería protegerlo. Pero ellos se quieren —se apresuró a decir—, de verdad que sí, sólo que tienen sus roces.

Pareciera que quieren agarrarse a golpes, quiso decir, pero Soojin se veía realmente afectada y Jimin no quería hacerla sentir mal.

—Está bien, no te preocupes —dijo, buscando tranquilizarla—, de verdad que no pasa nada.

Soojin asintió, retrocediendo unos pasos.

—Prometo no molestarlo más, oppa —agregó con voz dulce, y luego le tendió un papel—, pero le dejaré el número de Jin oppa en caso de emergencia.

Abrió su boca para decirle que no era necesario eso, que tampoco tenía que alejarse, pero la chica sólo le sonrió antes de correr por los pasillos hacia un grupo de chicas, y Yongbok sintió su estómago pesado porque...

Porque...

Bueno, Yongbok no tenía amigos, pero no era porque todo el mundo lo molestara, sino que Yongbok lo prefería así: no sabía por qué, pero desde que tenía memoria que era algo huraño y arisco con las relaciones con los mismos chicos de su edad. Le costaba confiar en las personas, no se sentía cómodo rodeado de tantas personas, pero por sobre todo...

Por, sobre todo, sabía que su abuela se encargaría de alejar sus amistades si sabía que no le convenían. Su abuela y su mamá.

Recordó brevemente la noche en que la abuela Bang lo declaró como Heredero de la empresa familiar, y luego lo obligó a pasar un tiempo con Serim, una conocida de otra familia que tenía bajo su mano una compañía. Yongbok tuvo que ser educado, a pesar de notar la sonrisa incómoda de Serim. Ambos se conocían desde los trece, podían mantener una conversación amena y tranquila, pero no había atracción entre ellos, eso era obvio.

Los padres de Serim querían ese compromiso, su abuela lo quería, incluso su mamá insistía de vez en cuando, pero afortunadamente su papá se negaba a ello. Aún podía recordar la vez en que los escuchó pelear sobre eso.

¡No permitiré que le arruinen la vida a Yongbok como me la jodieron a mí!

Era algo ofensivo si lo pensaba fríamente, pero también se sentía aliviado de que su papá no estuviera de acuerdo.

Yongbok sabía que, si tenía novia o novio, y su abuela no estaba de acuerdo, todo el mundo iba a enloquecer.

Así que, aunque quisiera detener a Soojin para decirle que fueran amigos, sabía que lo mejor era no hacerlo, porque no quería que la chica lo pasara mal.

Suspirando, Yongbok caminó hacia el salón de clases otra vez, esperando que el día sólo mejorara en algún momento. Pero, por supuesto, eso no ocurrió.

No cuando, luego de la cena, y mientras terminaba de hacer su tarea, escuchó a sus papás pelear.

Para su fortuna, ese día Yongsun fue a quedarse a dormir con una amiga, así que no debía preocuparse de que escuchara cosas que podrían afectarle más de lo debido. Sin embargo, eso no evitó que se pusiera de pie, saliendo del cuarto, y se acercara a la escalera para poder oír con mejor claridad.

—¿Qué mierda estás diciendo? —preguntó su papá con tono frío.

Hubo un pequeño silencio.

—Chan, si me marcas y tenemos otro niño, estoy segura de que...

Su papá soltó una risa despectiva, burlona.

—Debes estar bromeando, Wheein —escupió con asco—, ¿tú crees que yo pienso follarte con el asco que me das?

Yongbok quería meterse, quería defender a su mamá, pero se quedó quieto cuando ella volvió a hablar con voz dura:

—¿Por qué piensas serle fiel a Jeongin si él de seguro debe estar follando con otros alfas?

Sintió su estómago pesado, y recordó brevemente la carta que tenía en el fondo de su escritorio. No fue capaz de leerla, pero tampoco de devolverla a su lugar.

—Jeongin todavía tiene mi marca —espetó Chan, y retrocedió cuando lo vio avanzar por el pasillo hacia la puerta de salida—. ¿Por qué no mejor vas a abrirte de piernas con mi mamá o con Stephen? Estoy seguro de que cualquiera puede dejarte preñada otra vez y lo haces pasar por mío como hiciste antes, ¿no es así?

—¡Chan!

Yongbok corrió hacia su cuarto, con su respiración entrecortada debido a las últimas palabras de su papá, y sintiendo su cuerpo sacudiéndose por temblores, incapaz de controlarse.

¿De qué estaba hablando su papá? ¿Acaso Yongsun...? ¿O él...?

Mierda, mierda, ¿qué estaba ocurriendo?

Se repitió cientos de veces que no quería saber la verdad, que no quería averiguarlo, porque prefería vivir en la ignorancia, pero a esas alturas no se veía capaz de seguir comportándose como un ciego, no cuando toda la ilusión de su familia se estaba desmoronando poco a poco.

Yongbok necesitaba saber la verdad.

Por eso, horas más tarde, aprovechando que su mamá se fue a dormir y su papá seguía fuera (con toda probabilidad emborrachándose), se deslizó por el pasillo a oscuras, hacia la oficina de su papá.

Luego de forcejear un instante, logró entrar otra vez, pero ahora se dirigió directamente a la computadora que estaba sobre la mesa, encendiéndola y suspirando por el alivio al ver que no tenía contraseña.

No, por supuesto que no la tendría, ¿quién iba a meterse ahí de todas formas? Su papá fue claro en sus advertencias: prohibido entrar allí en cualquier momento a menos que quisiera ganarse una buena tunda.

El fondo de pantalla era el típico paisaje de un parque, pero se movió rápidamente a través de la ventana, y comenzó a hurgar en las carpetas que había en el Escritorio. Arrugó el ceño mientras encontraba informes del trabajo que poco podían importarle, sin embargo, luego de buscar por cerca de media hora, se quedó mirando las fotografías al interior de una carpeta. Reconoció en las miniaturas el rostro de Jeongin y el de su papá, íntimos, cercanos, compartiendo un espacio que jamás compartió con su mamá, y bajó hasta el final, encontrando más miniaturas, pero ahora de vídeos.

Yongbok mordió su labio inferior y apretó el primero para sacarlo inmediatamente, su rostro tornándose rojo al notar que...

Oh, mierda, ¿por qué su papá tenía vídeos porno caseros con ese omega?

¡Él definitivamente no quería eso!

Observó con más detenimiento las miniaturas, y decidiendo que quizás esa no contenía imágenes que lo iban a perturbar, apretó el vídeo.

Era el jardín.

Su estómago dio un vuelco cuando lo reconoció, pero se veía distinto también: mejor cuidado, más amplio, más... más...

Más familiar.

Y allí estaba Jeongin, de rodillas, regando un rosal con una expresión de concentración.

La cámara se movió y Jeongin se giró, con sus ojos cálidos mirando hacia la pantalla.

¿Qué estás haciendo, Chan? —preguntó, y había tanto cariño y amor en su voz que no pudo evitar perder el color de su cara.

Porque era la misma voz que hablaba en sus sueños.

Te admiro —la voz de su padre contestó fuera de cámara, y Yongbok no se dio cuenta hasta ese momento que estaba llorando, porque nunca escuchó ese tono en su padre—. Es que eres muy precioso, Jeongin.

Observó cómo las mejillas de Jeongin se tornaron rojas y se reía de forma estruendosa.

¿Qué quieres, Chan? —insistió, acercándose.

A ti —respondió su papá—, a ti para siempre.

Jeongin sacudió su cabeza, sentándose frente a la cámara, y le devolvió una mirada enamorada.

Pero si ya me tienes —sus dedos acariciaron una marca en su cuello—, soy tuyo para siempre.

Pues dile eso al mocoso endemonia-

¡No! ¡Mami mía!

Entonces, Yongbok se vio a sí mismo en pantalla: más pequeño, más gordito, más sonriente.

Un pequeño niño que apareció tambaleándose en pantalla hasta abrazar a Jeongin por el cuello, mirando más allá de la cámara, hacia Chan, con una expresión de tierno enojo.

¡Papá feo! ¡Feeeeeeeeeeeeo!

¿Quieres volar, enano? —amenazó su papá.

Mami 'e Bokkie.

Jeongin sólo se rio, abrazándolo y arrullándolo en sus brazos, y Yongbok casi pudo sentir los brazos de Jeongin sobre sus hombros, acurrucándolo contra su pecho, liberando feromonas maternas.

Mamá siempre será de Bokkie y Bokkie será siempre de mamá —dijo Jeongin, sonriendo.

Escuchó la maldición baja de su padre a través del vídeo.

De forma repentina, un portazo resonó en el primer piso.

Yongbok se puso de pie, espantado, sintiendo su rostro húmedo por las lágrimas, y torpemente cerró todas las ventanas, apagando el computador antes de salir corriendo del cuarto, jadeando, hipando, encerrándose en su habitación mientras cubría su boca con ambas manos.

Tenía que dormir en ese instante, tenía que acostarse y procesar todo lo que estaba pasando, tenía que–

Se movió a través del cuarto, sin dejar de sollozar, y abrió el cajón sacando la carta. La bendita carta.

Ya sin importarle nada, la desplegó frente a sus ojos.

Chan:

Si estás leyendo esto, es porque ya me encuentro lejos, muy lejos, tan lejos que espero que tu alfa sea incapaz de localizarme para siempre.

Lamento si he sonado duro. Lamento haber desaparecido sin más. Lamento haberme ido sin decir adiós. Lamento haber dejado a Yongbok atrás.

Pero tiene razón. Wheein tiene razón.

De alguna triste forma, a pesar de todo el odio, hay una parte mía que puede comprender el actuar de Wheein, porque ella es omega al igual que yo. Porque ella tiene los mismos miedos que todos los omegas tenemos, de no ser nadie en la vida y limitarnos a no ser nada más que animales de cría para el resto de las personas. Porque ella sabe lo que es ser mirado en menos por el resto y fingir que no te afecta, cuando en realidad algo parece morir cada día un poquito más. Si Wheein ha actuado así, es porque la sociedad en la que estamos la ha obligado a eso.

Pero eso no justifica sus acciones.

He descubierto que no importa cuánto me aleje, ella seguirá queriendo verme destrozado, y he decidido irme por eso. Si permanecía en el mismo lugar que ella, Wheein iba a asegurarse de que terminara siendo devorado por todos los alfas posible sólo para su satisfacción personal, y soy lo suficientemente inteligente como para rendirme cuando mi poca integridad personal está en peligro.

Habría querido llevarme a Yongbok conmigo, pero tú y yo sabemos que eso no es posible. Como ahora tiene tu apellido, iba a necesitar tu autorización para sacarlo del país, y tengo bastante claro que no ibas a otorgarme eso porque además Wheein está encaprichado con él.

Así que Chan, tienes que jurarme que lo vas a proteger con tu vida. Yongbok es lo único bueno que he hecho en esta vida y si él llega a morir, Chan, yo también me muero. Puedes marcar a otro omega, creo que seré capaz de soportarlo, pero si algo le pasa a Yongbok, entonces mi vida habrá acabado.

Promételo, Chan.

Y dile que lo amo. Dile que mamá lo ama, tienes que decírselo todos los días, y tienes que entregarle las cartas que le escribiré a futuro. Y tienes que pedirle perdón de mi parte y rogar que sea capaz de perdonarme por haberlo dejado solo. Por no haber sido capaz de protegerlo. Pero es por su bien, aunque eso no me consuele por completo.

Y te amo, Chan, te amo a pesar de todo, pero una parte en mi interior también te odia, y lo siento por eso, pero no puedo evitarlo.

Pero a pesar de todo esto, gracias.

Gracias por haberme amado a pesar de ser un desastre.

Gracias por haberme amado cuando nadie antes lo había hecho.

Gracias por haberme amado hasta el punto de que fui realmente feliz por un tiempo.

Gracias, Chan.

Con amor, Jeongin.

Yongbok estaba llorando sin control alguno para ese momento, sentado en el suelo, tratando de ahogar los gemidos de dolor, de confusión, de pena, que morían por salir de sus labios. Tratando de no ceder al pánico, al miedo, a la rabia, a la tristeza.

Él... Su mamá...

Mierda...

—¡WHEEIN!

Se sobresaltó cuando escuchó el grito furioso de su papá, un tono alfa que demandaba una respuesta, y Yongbok comprendió entonces por qué todo el mundo parecía tenerle miedo a Chan, en especial su mamá.

Se arrastró hacia la puerta, escuchando los furiosos pasos de su papá por el pasillo, hacia la habitación matrimonial.

Yongbok abrió la puerta, notando que su papá salió de la oficina. Que los cajones estaban en el suelo y los papeles desparramados.

La carta.

Miró el papel en sus manos y se puso de pie.

—¿Qué ocurre? —escuchó la voz chillona de Wheein.

—¡La carta! ¡Dónde está la jodida carta! —gritó su papá con ira.

Yongbok se asomó en el cuarto, viendo a Wheein acorralada contra la pared, con Chan tomándola del cuello con fuerza.

—¿De qué... carta hablas? —sollozó Wheein.

—¡No te hagas la perra inocente, puta asquerosa! —gritó su papá, sacudiéndola—. ¡La carta de Jeongin! ¡Dónde mierda la tienes!

—¡Chan!

—¡Si no me las das ahora mismo yo–!

—Yo la tengo.

Su voz fue apenas un temblor.

Hubo un extraño silencio en el cuarto, antes de que Chan soltara a Wheein, pero sin girarse. Wheein cayó al suelo, jadeante, acariciando su cuello, y levantó la vista con espanto.

Yongbok le devolvió la mirada, pero no se movió.

Su papá se giró, su rostro pálido como un fantasma, con sus manos temblando, y Jimin levantó la carta.

—Devuélvemela, Yongbok —dijo con voz suave Chan.

Yongbok sollozó.

—¿Es cierto? —preguntó, dando un paso, titubeante—. ¿Yo... yo no soy hijo de mamá?

—Yongbok, por favor, por favor, estás confundido, no digas esas cosas, por favor... —balbuceó Wheein con los ojos llenos de lágrimas.

Pero Yongbok la ignoró, mirando a su papá directamente.

Chan tomó aire.

—Quería decírtelo —murmuró en voz baja Chan—, pero Wheein y mi madre me obligaron a no hacerlo.

Yongbok sintió su garganta apretada.

—¡No! ¡Yongbok es mi hijo! —gritó Wheein—. ¡Yo lo crié, yo lo vi crecer, yo le he estado dando amor todos estos años!

—¡Cállate, maldita sea! —espetó Chan—. ¡¿Tu hijo?! ¡¿Tu maldito hijo?! ¡Se lo quitaste a Jeongin, esa es la jodida verdad!

—¡Chan!

Chan se giró hacia Yongbok con los ojos llenos de lágrimas.

—¿Quieres saber la verdad, Yongbok? —preguntó, sin embargo, no esperó una respuesta de parte del menor—. Wheein y Jeongin son hermanos.

Yongbok hipó y frotó sus ojos queriendo alejar las lágrimas, aunque en ese instante era imposible, no cuando estaba sintiendo cómo todo se volvía un desastre.

—Por favor, por favor, Chan... —lloró Wheein.

—Jeongin era mi omega —prosiguió Chan—, y tú eras su hijo. Yo... yo los conocí cuando me mudé aquí, porque él era mi vecino.

El menor le miró, sollozando.

—¿Tampoco eres mi papá? —preguntó, aturdido.

Chan sacudió su cabeza.

—No, pero le dije a Jeongin que lo sería para ti —dijo, ignorando las súplicas de Wheein—. Jeongin tenía sólo dieciocho años y había perdido a su alfa en un accidente, pero te tenía a ti y tú... tú eras todo para él.

Yongbok no quería seguir escuchando, pero sabía que era necesario saber toda la verdad por mucho que lo destrozara.

—Le dije que sería su alfa, le dije que... que engañaríamos a todo el mundo y yo te daría mi apellido y así no tendrías que morir.

Porque el omega no podía conservar a su bebé de un alfa anterior ya que así era la dura ley de la vida.

Entrégate a tu nuevo alfa, olvida todo el pasado, deshazte de todos tus errores anteriores.

Sé un buen omega y complace a tu alfa en todo.

—Pero mi madre no quería a Jeongin, ella quería que me casara con Wheein —escupió Chan—, y Wheein odiaba a Jeongin —soltó una risa amarga, derrotada—. ¿Sabes qué quería hacer Wheein con tu mamá, Yongbok? ¿Sabes qué quería hacer con Jeongin?

Sollozó con más fuerza.

—¡Chan, te lo ruego!

—¡Quería prostituirlo! —espetó Chan, mirando furiosamente a Wheein—. ¡Quería que cientos de alfas lo violaran sólo para humillarlo, para convertirlo en su diversión personal! —se giró hacia Yongbok, llorando—. Y Jeongin tuvo que irse, porque tenía que huir de su cruel e inhumana hermana, porque sabía que ella no lo dejaría en paz.

—¡Basta, Chan, basta!

Wheein, con los ojos rojos por el llanto, hipando descontroladamente, se puso de pie y le dio una bofetada al alfa, pero Chan apenas se inmutó, sólo le agarró la mano y apretó su muñeca.

Yongbok los observaba en asfixiante silencio, mientras sentía cómo el agujero en su pecho se hacía más y más grande, recordando las palabras en la carta, el temor que se leía, el mensaje que...

—¿Él... —preguntó con voz ahogada, pero llamando su atención―, me... me envió ca-cartas...?

Chan miró a Yongbok, aturdido, sacudiendo su cabeza.

—Jeongin... él no...

Pero Yongbok lo ignoró, mirando a su mamá. No, a su tía. A su tía Wheein.

Algo hizo click: siempre se sintió extraño llamarla mamá, pero algo parecía encajar dolorosamente.

Ella no le miraba, sin dejar de llorar.

Tomó aire, dando un paso.

—Mis cartas —pidió en voz baja, suplicante.

Wheein sollozó con más fuerza.

—Tú eres mi hijo.

Pero no se sentía correcto, no se sentía bien.

Yongbok tembló, sin embargo, ahora no era por la pena sino por la rabia y la ira.

Catorce años viviendo una mentira, catorce años creyendo algo que no era verdad, catorce años fingiendo que su familia estaba bien y estarían juntos para siempre. Catorce años en los que pudieron decirle toda la verdad, pero prefirieron mentirle a la cara.

Alcanzó a Wheein, tomándola de la muñeca y tirando de ella.

—Mis cartas, dame mis cartas —exigió furioso, y la mujer sacudió la cabeza.

—¡Jeongin no es tu mamá, él se fue y te dejó! —gritó Wheein con dolor en su voz—. Yongbok, por favor, por favor...

—Las cartas —insistió Yongbok y luego bajó su voz—, te lo ruego, por favor.

Wheein tiró de su brazo, soltándose, pero se observaron en silencio unos segundos que parecieron eternos. Finalmente se movió, caminando hacia su armario, y lo abrió.

Allí, en el fondo, había una pequeña caja desgastada que Wheein sacó y dejó sobre la cama.

—Todas las cartas —murmuró, derrotada—, desde que se marchó hasta ayer.

Yongbok observó la cajita, aturdido, y vio papel amarillo, desgastado, al interior de ella. ¿Cuántas cartas debían existir en su interior? La agarró y pegó a su pecho, su corazón latiendo desbocadamente.

Mamá, mamá, mamá..., parecía murmurar una voz en su interior.

Retrocedió.

—Todo este tiempo —dijo Chan con tono lento, calmo—, Jeongin estuvo enviando sus cartas, y tú... ¿Tú las escondías? —Wheein desvió la vista—. Mierda, voy a matarte...

La mujer pareció estallar en ese instante.

—¡Esa puta no va a quitarme lo que con tanto esfuerzo logré! —gritó, furiosa—. ¡Ese bastardo puede morirse! —miró a Yongbok—. ¡Y si se atreve a volver, te lo prometo, Chan, lo mataré frente a ti!

No fue Chan quién la empujó contra la pared.

No, fue Yongbok quién se movió de forma innata, agarrando a Wheein del cuello y tirando de ella. Gruñía en voz baja, su instinto alfa saliendo a flote, diciéndole que no debía permitir que Jeongin fuera ofendido en su presencia.

—No lo tocarás —dijo con rabia—, no vas a tocar a mamá.

Wheein le miró, atónita, sollozando.

—¡No es tu mamá! ¡Esa zorra no es tu mamá! ¡Yo lo soy, Yongbok!

Volvió a gruñir, pero antes de poder decir algo, Chan lo tomó del brazo alejándolo.

Yongbok no lo escuchó, por el contrario, se volteó y golpeó al alfa en la mejilla, haciendo que Chan se alejara, aunque no por el dolor, sino por la sorpresa.

—¡No me toques! —espetó con tono quebrado—. Se supone que... que mamá era tu omega, tú... tú debías protegerlo, pero... —hipó, retrocediendo, aferrándose a la caja—. Tú lo rompiste, si mamá se fue es... es por tu culpa...

Chan no lo negó.

Yongbok lo miró una última vez antes de dirigir sus ojos hacia Wheein, que seguía sollozando, y se dio media vuelta para salir corriendo de allí, ignorando los gritos de la mujer.

Corrió saliendo de esa fría casa, alejándose de aquel lugar, sintiendo sus mejillas encharcadas por las lágrimas, el frío de la noche calando en sus huesos, y no se detuvo sino hasta que sintió dolor punzante en su costado.

Sólo entonces Yongbok marcó un número.

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