3
Esta tercera parte fue hecha solamente para mostrar al Bingjiu como pareja. Solo así podía darle un fin a esta historia.
Advertencia: smut, no tan explicito porque lo consideraba innecesario para la narración, pero está.
La secta Cang Qiong no tardó demasiado en abrir sus puertas luego de que Shen Jiu regresara. Incluso Shang Qinghua retomó su lugar en el pico An Ding. El único inconveniente habían sido los otros picos restantes que se habían quedado sin maestros. Revivirlos tomaría tiempo y Binghe no estaba seguro de que pudiera revivir a los ocho maestros que faltaban. Tampoco era como si deseara hacerlo. Liu Qingge y Shang Qinghua habían tenido suerte de que Binghe tuviera en su poder dos semillas de más para hacer sus cuerpos o de lo contrario no estarían con vida tampoco.
Sin embargo, no fue necesario. Liu Mingyan, tras el reencuentro con su hermano y un perdón sincero con la frente en el suelo hacia Shen Jiu, tomó el control del pico Xian Shu. Como antigua discípula principal, era su deber seguir con el legado de su maestra. Ning Yingying había deseado unirse a Qing Jing, pero Shen Jiu le aconsejó acompañar a Mingyan al pico Xian Shu. Para los otros siete picos, bueno, no fue nada que sus hijos no pudieran cubrir. Luo Mingfen, por ejemplo, terminó siendo parte del pico Wan Jian luego de que Yue Qingyuan le enseñara todos los principios y reglas del pico. Xing-er había tomado el control de uno de los picos también, volviéndose la segunda maestra de la secta.
Y no solo sus hijos se unieron para completar los puestos de maestros vacíos que habían quedado, sino también como maestros adjuntos para enseñar a las futuras generaciones. Muchos humanos se contentaron con que la secta regresara y muchos niños fueron aceptados en los diferentes picos. Aunque Bai Zhan había tenido solo dos discípulos, tenía muchos miembros, muchos hijos de Luo Binghe, que se encargaban de entrenar duramente para superar un día al Dios de la Guerra. Era esta ambición y estos enfrentamientos diarios lo que mantenían constantemente en su pico a Liu Qingge. Al parecer, sus hijos eran una distracción lo suficientemente útil para evitar que el bruto sin cerebro se mantuviera en la secta y dejara de irse.
Shen Jiu retomó su puesto como Señor de Pico y se dedicó a enseñarle a los discípulos nuevos con paciencia, buscando sacar lo mejor de todos ellos. Luo Binghe notó que su expresión incluso era más serena de lo que había sido cuando fue discípulo. An-er incluso lo había comentado. La niña, que era una mujer casada con dos hijos, se había dedicado a ser maestra adjunta, dando las clases de pintura. Sus hijos incluso estaban en el pico, ayudando también. Su esposo, por otro lado, era miembro del pico Wan Jian, aunque parecía vivir más en Qing Jing gracias a su esposa.
—¿Ya podemos ir a cenar, Shen Qingxiu?—preguntó Binghe, apoyado en el umbral de la puerta del salón donde anteriormente Shen Jiu dio las clases de poesía.
Qingxiu había sido el nuevo nombre que se le dio. Binghe lo propuso. Todavía recordaba el infierno que la familia Qiu le hizo pasar a su pareja y no le parecía justo que mantuviera un nombre tan despreciable como ese en su título de Maestro de Pico. Fue por eso que propuso Xiu de constelación. Le parecía un mejor nombre para él, mucho más bonito, como su rostro.
—Sí, Emperador Luo—dijo irónico levantándose con todos los papeles que sus discípulos le entregaron.
Binghe rio y se acercó a él para besar su frente.
—Estás cansado—dijo acariciando con su pulgar debajo de los ojos de Shen Jiu—, ¿quieres que te prepare el baño antes?
—Sí, creo que me gustaría más eso antes de cenar.
Y eso fue lo que tuvo. Bueno, en parte. No solo preparó el baño, Binghe también se quedó con él y masajeó sus hombros y pies antes de dejarlo a solas para que terminara de limpiar su cuerpo. En la espera, recalentaría la cena y acomodaría los platos sobre la mesa.
Era mientras terminaba de poner los platos con comida sobre la mesa que Shen Jiu apareció, una túnica interior blanca y su cabello húmedo completamente suelto cayendo detrás de su espalda. Era el epítome de la belleza. O Luo Binghe estaba demasiado enamorado, a saberse.
—La verdad, a veces solo deseo volver a ser nada más que tu estratega. Era un trabajo más simple—dijo sentándose en su lugar.
Binghe rio y se sentó, tomando sus palillos para agarrar algunos brotes de bambú y ponerlos en el plato de Shen Jiu.
—En unos años, cuando consideren que tienen a la nueva generación ya entrenada, podrás hacerlo. Este emperador no piensa entregar la corona nunca, así que siempre necesitaré un estratega a mi disposición—tomó una de las verduras cocidas al vapor y la observó, pensando en otra cosa—. Aunque no sé qué tan apropiado sea eso.
—¿A qué te refieres?
—No creo que sea bueno que mi futuro esposo tenga que estresarse pensando en planes que mis generales podrían hacer—Binghe se metió la verdura a la boca y la masticó.
Casi sonríe al escuchar que Shen se atoraba con su comida.
—¿Futuro esposo? Ni siquiera me propusiste nada. Y no sé qué tanto quiera ser el esposo de una bestia tonta como tú.
Shen Jiu tomó unos sorbos de té verde, pero en ningún momento lo miró. Sus mejillas sonrosadas por haberse atorado antes y otro tanto por vergüenza. Tan adorable.
—¿Qué? ¿No te gusta la idea de ser Luo Jiu?
—¿Y por qué no tú Shen Binghe?—al ver su sonrisa, Shen Jiu negó— Olvídalo, a ti todo te gusta.
—No me parece una mala idea cambiar mi apellido a Shen. Después de todo, mi apellido solo fue tomado por el río en el que me encontraron.
—Al menos tiene más significado que el mío, que solo me lo pusieron por azar—Shen Jiu tomó los brotes de bambú y metió dos a su boca.
—No se trata de dónde viene el apellido, sino lo que uno hizo con él. En ese caso, puede que A-Jiu haya hecho...No, olvídalo, ninguno hizo nada bueno con su apellido—Binghe suspiró—. ¿Y si mejor nos cambiamos el apellido por otro? No sé, ¿Cheng? No, muy simple. ¿Zhang? No me gusta... ¿Yan? Yan Binghe, Yan Jiu...Sigue sin agradarme. ¿Sha? No, espera, ese apellido es de mi ex esposa.
—¿De Tonta* Hualing? Sí, me parece un gran apellido—ironizó Shen Jiu.
Binghe sonrió. Sí, no era una buena idea.
—¿Qué sugieres entonces?
—Sugiero que nos quedemos con nuestros apellidos como están y no le demos vuelta al asunto. No es tan importante de todas formas, no es como que tengamos ancestros o familia a la cual decepcionar por ser un par de mangas cortadas con cien años de antigüedad.
Tampoco tenían muchos amigos que le tomaran importancia a eso. Bueno, Shen Jiu tenía a Yue Qingyuan, quien no estaba muy de acuerdo con su relación. Pero a pesar de preferir que otro fuera el que cuidara de su pequeño Xiao Jiu, no se metió en su relación y simplemente dejó que fluyera.
Su relación no era un secreto para nadie, en la secta todos sabían que el Señor de Pico Shen Qingxiu era el novio del emperador Luo Binghe, quien parecía vivir la mitad de su tiempo en Qing Jing y la otra mitad en su palacio. Incluso muchas ciudades comenzaban a enterarse de la noticia y, junto con esas noticias, se esparcieron muchas historias. Algunas de ellas contaban que el emperador Luo había vaciado su harén únicamente para poder estar con su estratega. Otras historias decían que Shen Qingxiu fue parte del harén de Luo Binghe pero que, celoso de las demás mujeres, le ordenó al emperador que vaciara el harén y le permitiera ser su único consorte. El emperador, completamente enamorado y dominado por este hombre, obedeció y vació el harén.
Y como estas, había mil historias más. Muchas de ellas parecían ser escritas por un autor desconocido de nombre Liu Su Mian Hua. O no tan desconocido. Binghe había notado ciertas cosas extrañas de Liu Mingyan cuando habían estado juntos, y luego de saber el nombre del supuesto autor, comenzó a sospechar que su ex esposa había tenido algo que ver con eso.
—Entonces, ¿no rechazas la idea de casarte conmigo?
—¿Tanto quieres verme de rojo?—preguntó Shen Jiu tomando unos trozos de pescado.
—De rojo, de azul, de negro, de blanco. Incluso desnudo—Binghe rio cuando lo vio rodar los ojos—. Sí, quiero verte de rojo. Y quiero que todos sepan que eres mi esposo. El único que tiene en sus manos el corazón de este emperador.
—Cursi. Este maestro no sabe si quiere casarse con un emperador tan cursi.
—Bueno, este emperador esperará a poder conmover el corazón de este frío maestro.
Sin que Shen Jiu supiera, Binghe comenzó a pensar en diferentes maneras para hacer que su novio aceptara casarse con él.
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Las cosas no siempre podían ir bien. Había veces que la situación en el reino demoniaco era demasiado y Mobei-jun lo requería para ayudarlo a lidiar con el problema, principalmente porque abarcaba mucho más que su propio territorio. Sha Hualing lidiaba con sus propios problemas en su territorio, así que no podía contar con ella. Por ese motivo, Binghe tuvo que viajar al reino demoniaco para lidiar con todo el maldito asunto.
Realmente consideró matar a todos esos demonios molestos que no parecían saber hacer nada más que desastre.
—Mi Señor—dijo Shang Qinghua, asustándose al verlo entrar al palacio de Mobei como si fuera su propia casa.
—¿Dónde está la Princesa de Escarcha? No quiero quedarme más tiempo del necesario. Tuve que cancelar tres reuniones en el mundo humano.
—M-mi Rey está...
—Aquí—como una sombra, Mobei-Jun apareció detrás de Shang Qinghua, cubriéndolo con su capa y atrayéndolo a su cuerpo mientras la rata temblaba—. Tengo a dos de los rebeldes, ¿quieres interrogarlos?
—Si eso acelera mi regreso a casa...
Su regreso a casa se retrasó una semana entera. Y solo fue una semana porque Binghe usó a XinMo para prender fuego todo el sudeste del reino demoniaco. Solo con eso, los rebeldes se aplacaron y los que comenzaron el caos murieron decapitados frente a todos y a manos de Mobei-jun. Shang Qinghua viajó entre ambos reinos, cumpliendo su papel, pero el día del juicio estuvo obligado a estar y ver cómo decapitaban a cada demonio. Jamás lo vio temblar tanto como ese día y cuando Mobei-jun se acercó a él, con sus manos cubiertas de sangre, Binghe consideró que habría sido mejor dejar a Shang Qinghua descansar en el mundo de los muertos. Porque en cuanto Mobei se acercó a él, simplemente para pedirle que se fueran, Shang chilló y se hizo una bolita en el suelo, como si esperara una paliza.
Ah, casi había olvidado que su mano derecha lo mató arrancándole la cabeza con sus propias manos. Sí, eso iba a dejar secuelas, no entiende cómo no lo recordó antes. Bueno, un pequeño error de cálculos.
Mobei-jun lo miró, frunciendo el ceño. No enojado, sino frustrado. Como si esto le hubiera pasado antes.
—Me voy, ya no tengo nada que hacer aquí—dijo Binghe dejando que esos dos arreglaran sus problemas por sus cuentas.
Él tenía que volver con su novio al mundo humano. A pesar de que Shen Jiu ya sabía por qué se había ido y que estaba bien porque siempre le mandaba una carta al día, de todas maneras eso no quería decir que no se hubiera preocupado por él. O bueno, era el sueño de Binghe que se hubiera preocupado, aunque sea, un poquito por él. A pesar de que seguramente no lo hizo porque Binghe siempre llevaba consigo a XinMo, una maldita espada con la que podía matar a todos los que quisiera cuando quisiera.
Si uno lo veía así, no había motivo para preocuparse. Ni siquiera Binghe se preocuparía por él mismo.
Bueno, a menos que fuera Shen Jiu. En ese caso se preocuparía a menos que él fuera a su lado y lo acompañara todo el tiempo.
Apenas llegó a su palacio se bañó y cambió de ropa. No iba a ir luciendo desaliñado ni oliendo a las tierras demoniacas. Binghe ya no distinguía el olor, pero Shen Jiu sí y decía que no era un olor agradable. Se puso la fragancia especial del Festival de la Noche Estrellada, a la que habían ido de nuevo hacía unos pocos meses, y abrió un portal con XinMo para aparecer en Qing Jing. Uno de sus hijos estaba dando la práctica de espada cuando llegó. Alzó la mano para saludarlo y Binghe correspondió. Antes de poder preguntarle dónde estaba Shen Jiu, su hijo señaló hacia la casita de bambú y Binghe no necesitó más. Se encaminó sin prisas, o bueno, un poco sí, hacia la casita de bambú. Saludó a un par de discípulos con los cuales se cruzó y, al llegar, tocó educadamente la puerta. Shen Jiu tardó en permitirle entrar y Binghe llegó a la conclusión de que tenía visitas.
Y sí, Yue Qingyuan estaba ahí.
—Líder de Secta Yue—saludó educadamente.
El hombre lo miró, una sonrisa tensa e incómoda.
—Emperador—dijo él levantándose de su asiento, su taza de té casi vacía—. Xiao Jiu, ya debo irme. Si necesitas seguir con esta charla, puedes venir a Qiong Ding cuando quieras.
Luo Binghe se apoyó contra la pared, cruzado de brazos mientras rodaba los ojos. Tan lamentable. A pesar de llegar a un acuerdo de tolerancia con Yue Qingyuan luego de que lo reviviera, eso no quería decir que le cayera bien. Menos cuando parecía querer estar pegado a Shen Jiu como una garrapata necesitada de cariño.
¿Eh? ¿Por qué eso le resultó familiar?
Como fuera, no le agradaba el hombre. Tal vez era amable y cortés con él por lo que hizo, por lo que le devolvió a Shen Jiu y todo eso, pero eso no quería decir que fuera de su agrado y que no quisiera que su Xiao Jiu se alejara de él. Oh, él mejor que nadie sabía que Yue Qingyuan lo odiaba y que lo quería lejos, muy lejos de su hermanito.
Dio un brinco sorprendido cuando sintió a Shen Jiu apretarle la nariz.
—Al fin reaccionas—suspiró él, cruzándose de brazos—, ¿cuánto vinagre bebiste esta vez?
—No mucho—dijo haciendo un puchero, sus brazos rápidamente atraparon la cintura de Shen Jiu y lo acercaron a él—. Fui amable con él de todas formas, ¿o no?
—Fuiste tolerante, que es diferente—Shen sonrió, acostando su cabeza en su hombro—. ¿Al fin solucionaste lo que pasaba en el reino demoniaco?
—Sí, aunque casi cometo una masacre por eso—Binghe sonrió, acariciando la espalda del hombre que estaba apoyado contra él—. Realmente no sé si son estúpidos o simplemente aman que los torturen.
—Lo mismo me preguntaba de ti cuando eras mi discípulo—bromeó Shen Jiu, todavía apoyado en Binghe.
—¿Acaso el Señor de Pico Shen Qingxiu le está faltando el respeto al emperador llamándolo estúpido y masoquista?
—¿Acaso el emperador está acusando a este Señor de Pico de blasfemar contra su persona?
—Blasfemar contra el emperador es un crimen que es castigado con cien latigazos.
—¿Hay otra manera en que pueda pagar el precio de blasfemar contra el emperador?
Luo Binghe sonrió. Soltó a Shen Jiu para levantarlo entre sus brazos, haciendo que el hombre tuviera que aferrarse a sus hombros con sus brazos y a su cadera con sus piernas. Shen Jiu sonrió, tan divertido y complacido. Una sonrisa como esa, una sonrisa que no requería de esfuerzo, de fingir, le quedaba realmente bien. Lo hacía lucir más joven.
—Una ronda de mimos y puede considerarse perdonado, Señor de Pico Shen.
—Entonces vayamos a cumplir con mi castigo, emperador.
Emocionado, Binghe lo llevó hacia el cuarto que compartían en la casita de bambú.
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Durante la noche, mientras Shen Jiu dormía, con el cabello suelto en las almohadas, Luo Binghe lo observaba. Esa noche, como las anteriores desde que se pusieron en pareja, dormía al lado de Shen Jiu, en su habitación en la casita de bambú. Nunca pasaban a nada más que mimos durante las noches y Shen Jiu siempre era el primero en dormirse. Binghe disfrutaba cuando lo hacía sobre su pecho, usándolo como su almohada personal. En esas noches, antes de dormirse, se dedicaba a acariciar la larga cascada de seda negra que era el cabello del Señor del Pico Qing Jing. Pero en esta ocasión, Shen Jiu se durmió sobre la almohada, luego de que hablaran sobre un discípulo nuevo que se pegaba demasiado a Shen Jiu porque lo admiraba.
A Binghe no le molestaba que se durmiera primero. Le gustaba observar a A-Jiu dormir tan tranquilamente, luego de pasar tiempo con él hablando en la cama. La manera en que murmuraba, como si todo lo que compartieran fuera un secreto, y luego como poco a poco sus ojos se cerraban hasta caer en un agradable sueño. Sus dedos pasaron tímidamente por sus mejillas, suaves y pálidas, con la piel tersa por los años de cultivo.
Y porque Binghe, tras recomenzar su relación y sentirse más cercano a Shen Jiu, se aseguró de curar su núcleo.
Fue sutilmente, agregando en sus comidas frutas milenarias que ayudaban a fortalecer el núcleo dorado de un cultivador. Eso ayudaría a que pudiera cultivar sin tener desviaciones de qi, lo que lo ayudaría a avanzar y a ser más fuerte de lo que ya era. Agregó carnes de bestias espirituales, verduras cultivadas en un terreno especial, cuya energía espiritual era rica y beneficiosa. Fue poco a poco consolidando en el interior del hombre que amaba, el núcleo dorado que por años le dio tantos problemas. Nunca se lo dijo a Shen Jiu, pero realmente no creía que tuviera que hacerlo. Su novio ya debía saberlo. Después de todo no escapó de su mirada las veces que Shen Jiu sonreía al ver su comida, como si reconociera el sabor o la imagen de la bestia espiritual que Binghe había cocinado para la cena esa noche.
Nunca dijo nada. Pero realmente no había nada para decir.
O bueno, había mucho para decir, mucho para compartir, pero tenían tiempo. Tenían tiempo para amarse, eran inmortales después de todo.
Pero el día que Shen Jiu le dijera te amo a Luo Binghe, este moriría allí mismo de felicidad.
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El niño que se pegaba a las piernas de Shen Jiu era un pequeño de nombre Xie Lian. Era adorable y más bajo que sus compañeros. No solo porque parecía serlo naturalmente, sino también porque el niño tenía ocho años y había llegado a la secta luego de ser encontrado por uno de los discípulos de Cang Qiong. El niño vivía en la calle, sobreviviendo como podía recolectando chatarra e intentando hacer trucos baratos para recibir alguna moneda que le comprara un bollo para la cena.
Shen Jiu parecía tener un cierto gusto por él. Xie Lian era educado y mayormente silencioso. También era muy amable y protegía a aquellos que eran acosados.
La primera impresión de Binghe sobre Xie Lian era que se trataba de un pequeño hurón blanco, el cual por ser tan amable y gentil terminaría siendo golpeado como lo fue Binghe en su niñez.
No fue el caso.
Xie Lian parecía tener la fuerza y la determinación para golpear a aquellos que se metían con las personas buenas. Había llegado a golpear y dejar fuera de combate a niños mayores que él, que lo superaban no solo en tamaño, sino también en edad. Era por esto que casi nadie se le acercaba y pasaba su tiempo solo o hablando con Shen Jiu. Binghe solía hablar con el niño también, quien parecía agradarle leer o practicar su caligrafía. Pero más se emocionaba cuando hablaba de las técnicas de espada y de cómo mejorar sus posturas.
Hasta hoy no entendía como un hurón amoroso y gentil como Xie Lian era capaz de propinar tremendas palizas.
—Lo has hecho bien, A-Lian—dijo An-er, luego de ver la práctica con la espada de Xie Lian.
No era su trabajo, pero a veces ella se quedaba a un lado, mirando y ayudando a los niños con sus posturas. Xie Lian se giró, sus ojos brillando de emoción.
—¡Sí! ¡Ayer estuve practicando mucho!
An-er se acercó al pequeño Xie Lian y comenzó a hablar con él. Era normal que un maestro adjunto se acercara a hablar con Xie Lian. Los demás discípulos normalmente se mantenían alejados de él, incluso aquellos a los que el niño había ayudado. Eran muy pocos, y de otros picos, los que hablaban con él cuando se encontraban en un paseo.
Binghe se dirigió entonces al salón, donde podía ver a Shen Jiu sentado leyendo unos exámenes que tenía que corregir. Se suponía que lo haría en la casita de bambú, pero no parecía muy contento de tener que llevarse el trabajo a casa así que decidió hacerlo ahí. Consideró que tal vez debería llevarlo lejos para que tomara unas vacaciones. Tantos niños lo estaban estresando y necesitaba relajarse.
O si lo permitía, Binghe conocía otra forma más divertida de desestresarse que posiblemente a Shen Jiu le gustaría.
—¿No tienes nada que hacer? Siempre vienes a Qing Jing, como si el hecho de ser emperador no fuera nada más que ganar un título falso en una feria—dijo Shen Jiu dejando el examen que tenía en la mano sobre el escritorio.
—¿Tiene algo de malo que venga a ver a mi novio? ¿O acaso no te gusta ver la cara de este emperador?—Binghe se acercó y se sentó frente a Shen Jiu, apoyando sus codos sobre el escritorio para apoyar su rostro en sus manos—A mí me gusta mucho ver tu cara, es muy bonita.
Shen Jiu miró el siguiente examen, tomando un pincel mojado en tinta negra para corregir. Pero inesperadamente, el pincel no fue al papel, sino a la nariz de Binghe.
—¿Seguirás observando? Todavía tienes mucha piel por pintar.
Binghe frunció el ceño y sacó de su manga un pañuelo para limpiar la mancha en su nariz. Shen Jiu sonrió victorioso mientras volvía su atención a los exámenes que había tomado, corrigiendo con su pincel lo que estaba mal.
Se apoyó resignado en el escritorio, sabiendo que tendría que esperar a que A-Jiu terminara para que le prestara atención. No quería ser pegajoso y molesto, pero realmente amaba pasar tiempo con Shen Jiu, abrazándolo y mimándolo. Su momento favorito del día era cuando tenía a su novio entre sus brazos y lo mimaba. Sentir el cuerpo cálido del otro hombre apoyado contra el suyo era un placer que Binghe pensó jamás sentir.
Pero sabía que Shen necesitaba su espacio. El inmortal, a pesar de que aceptaba el cariño y los mimos de su pareja, se sentía saturado cuando el contacto era excesivo. Había evitado golpearlo cuando Binghe se volvía pegajoso, pero sí le advirtió que debía soltarlo antes de que acabara con su paciencia y lo golpeara. Sabiamente, el emperador lo soltaba y dejaba que se alejara de él para recargar sus energías (y su paciencia, por supuesto). Esperaba pacientemente preparando la cena o haciendo cualquier otra cosa, hasta que Shen Jiu regresaba y podía volver a abrazarlo.
Resopló varias veces en esas dos horas que tuvo que esperar, mientras miraba hacia la ventana el cielo que se oscurecía poco a poco. La cena de ese día ya estaba hecha, Binghe la había hecho con anticipación porque planeaba llevarse a Shen Jiu a otro lugar a comer que no fuera la casita de bambú. Pero si su novio no dejaba esos exámenes no podría llevárselo nunca.
—¿Puedes sacar esa cara de perro triste?—Shen Jiu se levantó, el montón de papeles en sus manos—Vamos, ya terminé.
Con la energía renovada, el emperador se levantó de un salto y siguió a su novio el corto camino que había desde los salones hasta la casita de bambú. Cuando entraron, lo primero con lo que el inmortal se encontró, fue con una gran canasta preparada en la mesa, cubierta con un mantel rojo que no dejaba ver su contenido.
—Pensé que a A-Jiu le gustaría que fuéramos a comer a un lugar más privado. Este emperador conoce un buen lugar donde ir—dijo pasando su mano por la cintura de Shen Jiu, su nariz acariciando la mejilla del hombre—. A menos que estés demasiado cansado como para que nos vayamos de aquí.
—Mm, este maestro cree que si rechaza esta oferta, su cursi novio comenzara a llorar. Y la verdad, no estoy de ánimos para lidiar con tu llanto—dijo Shen Jiu encogiéndose de hombros—. Vamos a donde sea que hayas preparado todo.
Sonriendo victorioso, Binghe tomó la canasta y abrió un portal con XinMo que los llevó al balcón de sus aposentos. Un lugar que había sido olvidado luego de que Shen Jiu asumiera como Maestro del Pico Qing Jing. Pero un lugar que tenía muchos años de recuerdos y charlas vividas.
Creía que era un buen lugar para cenar esa noche. Shen Jiu incluso no parecía disgustado con tener que sentarse sobre un mantel en el suelo y compartir la comida al aire libre. A Binghe le había parecido un muy buen lugar. Y lo fue, definitivamente lo fue.
Hasta qua una lluvia fuerte y repentina, acompañada de una ráfaga de viento que voló la canasta, los obligó a meterse dentro de los aposentos de Luo Binghe. La comida se había empapado y el mantel estaba completamente humedecido, ya que incluso fue usado para cubrirse de la repentina lluvia. Ambos estaban mojados y con el cabello revuelto por el viento. Binghe vio todo arruinado, el suelo de su habitación mojado también gracias a ellos y su apariencia hecha un desastre. ¿Por qué estaba lloviendo tan repentinamente? No se suponía que fuera a llover hasta dentro de tres días.
¡Maldito clima que no obedecía a este emperador!
—Sí, definitivamente esta cena no la planee yo porque de lo contrario hubiéramos podido evitar la lluvia—dijo Shen Jiu, sacándose su túnica exterior para dejarla colgada en algún lugar donde pudiera secarse.
—No te burles—se quejó Binghe sacándose su túnica exterior también, haciendo un puchero y yendo por un cepillo.
Su maldito cabello iba a enredarse si no lo cepillaba ahora y dejaba que se secara así. El cepillo estaba prácticamente escondido entre algunas otras cosas sin valor que dejaba sobre el tocador. Algunas cosas que a veces tenía en la mano porque las encontraba en el camino o bien recogía en su palacio para jugar. Todo lo cual terminaba en su tocador, como una especie de baúl de basura personal.
Cuando se hizo con el cepillo y lo pasó por sus hebras húmedas, escuchó a Shen Jiu buscando algo entre sus ropas. Bien, tenía sentido, su ropa se había mojado y necesitaba colocarse algo seco para no resfriarse. Aunque como cultivador no se resfriaría, de todas formas era molesto andar por ahí con algo húmedo esperando a que se secara.
Cuando finalmente su cabello lucía mucho más acomodado, Binghe consideró cambiarse también la ropa por algo seco. Estaba en sus aposentos así que toda la ropa que estaba ahí le pertenecía, por lo que tener ropa nueva no era difícil.
—¿Ya terminaste de usar el cepillo?—preguntó Shen Jiu.
—Sí, ya...lo usé...
Shen Jiu sonrió, tomando el cepillo de su mano para comenzar a cepillar su largo cabello suelto.
—Gracias.
Se estaba burlando, sabía que lo hacía. La forma en que lo miraba, en que le sonreía, solo indicaba que se estaba burlando de él. Se burlaba por quedarse como idiota parado mirándolo.
¡Y es que hasta Luo Binghe se burlaría de sí mismo si se viera en ese estado!
Él, un ex señor de harén, pasmado y babeando por un hombre casi de su altura que llevaba puesta una túnica suya encima. ¡Había visto mujeres con menos ropa y ni siquiera se había inmutado en lo más mínimo! Pero, en su defensa, Shen Jiu luciendo una túnica suya era una imagen mucho más sensual de la que se hubiera esperado.
La túnica no le quedaba mucho más larga, ellos no tenían demasiada diferencia de altura. Pero el cuerpo de Shen Jiu era más delgado que el suyo por lo que la túnica le quedaba más ancha y grande. La zona del cuello, por ejemplo, se le abría más de lo que le pasaba a Binghe, cayendo ligeramente de uno de sus hombros y dejando a la vista su pálida piel. Más piel de la que Binghe solía ver en el día a día. Incluso podía ver la clavícula, marcada sutilmente en ese hermoso cuerpo. Binghe quería arrastrar sus labios por todo el cuerpo de Shen Jiu y llenarlo de besos.
Antes de que su instinto lo guiara, Luo Binghe corrió para buscar ropa seca y dejar atrás la imagen seductora de Shen Jiu con su túnica.
—¿Por qué tan asustado? Pensé que el negro me quedaría bien—se burló Shen Jiu.
—Ajá—sin confianza en las palabras que su propio cerebro podría formular, Binghe limitó su vocabulario.
Encontró algo que creyó indicado y rápidamente fue detrás de la pantalla para cambiarse. Su mente intentaba borrar la sensual imagen de Shen Jiu con su túnica, pero entre más intentaba borrarla de su mente parecía ser que más se quedaba grabada en ella. ¡Maldita mente traicionera!
Luego de calmarse y respirar unas cien veces, Binghe salió de detrás de la pantalla. Shen Jiu estaba en su cama, sentado con el cabello ya cepillado y... ¡¿En serio tenía que tener un hombro al descubierto?! Definitivamente Binghe no llegaría vivo a mañana a este paso.
—Binghe, ven conmigo—pidió Shen Jiu extendiéndole su mano.
Aunque dudó, porque no sabía cómo su mente podría jugarle en contra al estar tan cerca de Shen Jiu, de igual manera se acercó y aceptó la mano que le ofrecía. El inmortal la apretó ligeramente antes de jalarlo para que subiera a la cama y terminara tendido sobre él, entre medio de sus piernas.
Si antes Binghe había estado nervioso, ahora era solo una bola de nervios con dos ojos y un sigilo rojo brillante. ¿Este hombre sabía lo que le hacía al hacer que se pusiera entre sus piernas, haciendo que sus caderas se tocaran tan descaradamente? Lo peor de todo era que ambos solamente tenían una sola capa de ropa, lo que hacía que el contacto se sintiera mucho más directo.
—A-Jiu... ¿Qué...?
—Hemos estado enamorados uno del otro por décadas y nos pusimos en pareja hace poco más de un año. ¿No crees que llegó el momento de dar el siguiente paso? ¿Crees que no lo deseo tanto como tú?
—Yo...yo...—reorganizando sus ideas, Binghe volvió a hablar—Pensé que querías casarte antes de que tuviéramos algo.
—Binghe, ¿en serio crees que eso me importa? Casados o no, me da igual—Shen Jiu pasó sus manos por el rostro de Binghe, acercándolo más a él para repartir besos por sus mejillas—. Eres mío y sabes que soy tuyo. El matrimonio, no es más que una mera formalidad para decirle al mundo que nos pertenecemos. Pero si ya sabemos eso, ¿por qué no seguir avanzando juntos?
Los ojos bicolores de Shen Jiu lo miraron, un brillo de calidez y cariño brillando en ellos. Una mirada como esa, era algo que el hombre solo reservaba para los momentos en que estaban solos. Y Binghe lo prefería así, porque esa mirada suavizaba todos los rasgos del inmortal, haciéndolo lucir tan joven y hermoso que Binghe no sabría que sería capaz de hacer si alguien más lo miraba.
Se acercó, dejando pequeños besos en el rostro del hombre. Shen Jiu sonrió, aceptando los mimos.
—¿Estás seguro de hacerlo esta noche?—susurró Binghe.
Shen Jiu acarició su espalda, sus largas piernas abiertas o moviéndose para enredarse en su cadera.
—Lo estoy.
—Si quieres que pare, solo dímelo. Incluso si es difícil, me detendré.
—Lo sé, sé que lo harás, Binghe.
Esa confianza no debió calentarle tanto el corazón como lo hizo, pero así fue. Saber que Shen Jiu estaba siendo sincero en sus palabras, era un calorcito extra que a Luo Binghe le gustaba sentir.
Besó al hombre bajo su cuerpo, con un amor desbordado y una dulzura excesiva. Amaba a Shen Jiu, lo amaba tanto que haría cualquier cosa por el hombre. Lo que fuera, lo que quisiera, Binghe se lo daría sin importar el precio. Solo si Shen Jiu lo quería, lo tendría. Amaba tanto a este hombre, que Binghe comenzó a entender por qué había personas que cometían locuras por amor. Él claramente sería capaz de cometerlas. Ya había cometido locuras, ¿por qué no cometerlas por amor?
Pero Shen Jiu era su contacto a tierra, era quien le permitía mantenerse cuerdo y no permitir que XinMo lo volviera a controlar. Era él quien le permitía mantenerse en la realidad y no vagar lejos por el mundo de la incongruencia y la fantasía.
Sus labios danzaron juntos, en un baile que solamente ellos conocerían, un baile que habían estado perfeccionando durante todo este tiempo. Sus manos se permitieron bajar y tocar, conocer aquellos lugares que no habían conocido antes en este ámbito. Conocía el cuerpo de Shen Jiu, claro que lo había visto cuando fue su prisionero, pero en aquel momento no lo veía de la manera en que lo veía ahora. Y en aquel entonces, claramente no estaba enamorado. De estarlo, jamás lo hubiera lastimado de la manera en que lo hizo.
Shen Jiu exploró también, con la timidez de la primera vez en sus manos. Tocó por sobre su túnica, pasando sus dedos por la amplitud mientras sus piernas se doblaban y jugaban a acariciar la cadera del emperador. A Binghe le gustaba lo dóciles que eran cuando las tocaba, pasando su gran mano por el largo de esa pierna, que se estiraba para permitirle tocar a gusto. Y cuando la dejaba, volvía a su juego de acariciar su cadera, ansiosa por sentirlo.
Ambos estaban ansiosos por sentirse piel con piel, pero ambos se estaban tomando sus tiempos. ¿Por qué ir rápido cuando tenían toda la noche para amarse? Nadie iba a molestarlos, nadie iría por ellos.
Cuando abandonó esa dulce boca y descendió por el largo cuello, Binghe se deleitó con el primer suspiro, con el olor a bambú y té verde. Y también se deleitó con el sabor de la piel de esa zona de Shen Jiu. Tan tersa, tan blanca y tan suave. Como un trozo de la mejor seda del país, tan cuidada y preciada. Binghe no podía creer que tuviera la oportunidad de disfrutar de esa piel, de ese cuerpo, pero lo estaba haciendo y se aseguraría de que Shen Jiu lo disfrutara mucho también.
Abrió la túnica mientras distraía con besos hambrientos en el cuello a Shen Jiu, la ropa dejando a la vista más piel blanca y un pecho que comenzaba a agitarse por los besos. Binghe comenzó a trazar un camino antes de ayudar a Shen Jiu a sentarse para poder bajar la túnica y dejar sus hombros al descubierto. Junto con sus hombros, sus bonitos hombros anchos, Binghe vio las cicatrices antiguas en los brazos de A-Jiu. Marcas de su pasado y evidencia de lo que Binghe le había hecho a su cuerpo cuando estuvo como su prisionero. Marcas de odio que dejó impresas en su piel y que el tiempo no fue capaz de borrar. Marcas que nunca serían borradas. Lo sabía muy bien. ¿Cómo el tiempo podría borrar sus errores? Podría aprender de ellos y dejarlos en algún rincón de su mente para que no molestaran, pero borrarlos jamás.
No fue capaz de seguir cuando vio las cicatrices, demasiado culpable como para seguir tocando ese hermoso cuerpo. ¿En verdad estaba seguro Shen Jiu de hacer esto, de permitirle tocar más su cuerpo luego de todo lo que le hizo?
Sangre cayendo en una prisión húmeda y oscura. Un grito ahogado, un brazo separándose del cuerpo, arrancado por una sola mano. Dolor y sangre por todas partes. Sus dedos apretando la carne sin vida del brazo, la sangre manchando su palma.
Dos manos gentiles tomaron su rostro y comenzaron a repartir besos por toda su cara. Shen Jiu se arrodilló frente a él, la túnica todavía cayendo de sus hombros, las cicatrices todavía al descubierto.
—Ya no pienses en eso—susurró acariciándolo y descendiendo sus besos por su cuello—. Eso es el pasado...Nunca lo vamos a borrar. Pero tampoco podemos dejar que arruine nuestro futuro, Binghe.
Besos suaves y húmedos fueron dejados en su cuello. Dos manos abrieron su túnica e hicieron que cayeran por sus hombros también, mientras seguían creando un camino imaginario por las zonas expuestas. El par de labios que dejaban beso tras beso fue haciendo que lentamente el emperador dejara el recuerdo atrás, de nuevo enterrado en un rincón. Sus brazos tomaron la cintura ajena y lo acercó más a su cuerpo, sintiendo la calidez de A-Jiu contra su pecho.
Besos fueron repartidos por todo su cuello, mientras él acariciaba la espalda del inmortal, sintiendo en sus callosos dedos la suavidad de la piel ajena. Los finos labios de su pareja subieron otra vez y se unieron a los suyos, en un beso un poco más ansioso que los que compartieron al inicio. Sus brazos aferrándose a él, como si quisiera acercar más su cuerpo hasta que se fusionaran. Binghe entendía esa necesidad porque la estaba sintiendo en ese momento. Quería sentir más cerca a A-Jiu, mucho más cerca de su cuerpo. Que sus olores se fusionaran y se volvieran uno. Que todos supieran que el inmortal le pertenecía nada más verlo. Era una necesidad que lo quemaba desde adentro y no le dejaba respirar.
Sus brazos dejaron de aferrarse a la cintura de A-Jiu y, en su lugar, lo ayudó a quitarse la túnica mientras seguían enfrascados en un profundo beso, aunque en un inicio hubo una pequeña renuencia a hacerlo. Binghe podría imaginar que se sentía intimidado por estar completamente desnudo ante él. Era algo común que experimentó con muchas mujeres de su harén. Pero luego de que A-Jiu se quitara por completo la túnica, volvió a aferrarse a él, jalando su túnica para quitársela también. Binghe rio y se burló, cortando el beso para verlo a los ojos.
Las mejillas de A-Jiu tenían un color rosado que simplemente era hermoso. Binghe tuvo que dejar besos en su rostro para resistir la necesidad de devorar a su hombre en ese mismo instante.
Ya ambos sin túnicas y piel con piel, las caricias fueron más directas y placenteras. Binghe volvió a acostar a Shen Jiu sobre la cama, poniéndose sobre él, pecho contra pecho, mientras se besaban y acariciaban. Las manos de A-Jiu eran más inexpertas y tímidas, pero tenían al emperador suspirando cada vez que bajaban por su espalda o su pecho. Las largas piernas se enredaban en su cadera, haciendo que sus partes íntimas se acariciaran directamente. Instintivamente, Binghe movió la cadera contra la de su pareja, ambos suspirando por el placer del contacto directo.
Los besos cambiaron de rumbo y el emperador de nuevo creó un camino de ellos por el cuerpo de Shen Jiu. Fue un recorrido largo que empezó en la mandíbula del hombre, tan delineada que era un crimen no dejar uno o dos besos antes de continuar. El cuello largo, que ya había besado anteriormente, volvió a ser mimado con más besos húmedos y largos, saboreado por su lengua y marcado con sus dientes. Sus oídos se deleitaron con el primer gemido de la noche cuando sus dientes marcaron un lugar que parecía ser sensible para el inmortal.
Cuando el camino continuó, los labios de Binghe pasaron por los hombros, primero el derecho y luego el izquierdo. En cada oportunidad, descendió hasta las cicatrices y las besó en forma de disculpas, antes de bajar por el resto del brazo hasta las delicadas manos del inmortal. Las tomó a cada una y besos sus palmas, sus nudillos, antes de seguir adelante, con la mirada de un A-Jiu sonrojado hasta el cuello siguiendo cada uno de sus movimientos.
El pecho fue lo siguiente que besó, pasando por la piel suave hasta las zonas más sensibles de Shen Jiu. Su boca jugó con ellas, usando su lengua para que el contacto fuera más placentero para su pareja. A-Jiu se removió incómodo cuando pasó su lengua por primera vez, pero pronto comenzó a calmarse, apretando sus piernas contra su cadera cuando el placer era demasiado y su voz era demasiado tímida como para gemir.
Siguió bajando, cuando consideró que seguir en el pecho de A-Jiu sería un abuso, y bajó por su vientre. Su pareja resopló en un intento de contener una pequeña risita. Binghe sonrió y volvió a dejar otro beso en ese lugar antes de tomar una de las piernas del inmortal y comenzar a repartir besos desde el interior del muslo. Era en esa zona donde comenzaba una larga cicatriz, con una gemela en la otra pierna, recuerdos de lo que le había hecho alguna vez a su novio. Cerró los ojos para no dejar que los recuerdos ganaran y besó las cicatrices, pequeños besos de disculpas mientras pasaba por el resto de la pierna, repartiendo un sinfín de besos.
—Binghe, por favor, deja de jugar. Tenemos toda una vida para que me beses cada rincón, no me hagas esperar más—suspiró A-Jiu, su tono buscaba ser duro, pero el placer estaba bañando su voz y no permitía que lo fuera.
Dejando un beso en el tobillo de Shen Jiu, Binghe soltó su pierna y se alejó de él para buscar en su mesa de noche algún aceite corporal que pudiera emplear para prepararlo. Pero como nunca había esperado hacerlo ahí, en su palacio, Binghe realmente no tenía ningún aceite corporal. Menos cuando se la pasaba más en Qing Jing que en su palacio.
—Mierda—siseó molesto.
Justo ahora, que iba a hacerle el amor a su novio, no encontraba lo más importante que haría que su pareja no sintiera tanto dolor durante la penetración. El emperador no estaba pasando por su racha de suerte, eso era algo seguro.
A-Jiu rio y se levantó de la cama para ir por sus túnicas empapadas. De su manga sacó un pequeño frasco con aceite corporal que, al abrirlo, olía a peonías
—¿Tenías esto planeado?
—Sí, claro, yo hice llover para que todo sea más romántico—dijo sarcástico Shen Jiu empujando de nuevo a la cama al emperador.
Binghe rodó los ojos y lo atrapó de la cintura para jalarlo sobre él. A-Jiu terminó sentado sobre su cuerpo, haciendo que Binghe tuviera que subir la mirada para poder verlo. En la mano del inmortal todavía estaba el frasco de aceite abierto.
—No te burles de este emperador.
—No es mi culpa que el emperador sea tan tonto—A-Jiu sonrió de lado y Binghe tuvo que besarlo.
Distraído con el beso, le cedió el aceite a Luo Binghe quien no tardó en mojar tres de sus dedos, cerrando de nuevo el frasco y dejándolo abandonado en algún lugar de la cama. Shen Jiu se aferraba a él, pasando su mano por su largo cabello y agarrándolo en sus puños cuando mordía su labio inferior.
Con su brazo, el que no tenía sus dedos mojados en aceite, Binghe atrapó a Shen Jiu de la cadera y lo elevó un poco más. A-Jiu plantó sus pies en el colchón para quedar en una posición de cuclillas que le permitiría sostenerse y no dejar que Luo Binghe cargara con todo el peso él solo.
—Sería más cómodo para ti si te acuestas—aconsejó Binghe.
Pero A-Jiu comenzó a repartir besos en su cuello.
—Quiero estar así.
Bien, haría todo lo posible para prepararlo sin que le doliera en esa posición.
El primer dedo jugó con la abertura, acariciándola tímidamente antes de pedir permiso para entrar. Solo una pequeña parte, probando la resistencia de Shen Jiu. El inmortal se resistió un poco al principio, pero a medida que Binghe avanzaba, de manera lenta, poco a poco comenzó a ser aceptado. El primer dedo pudo abrirse paso mientras A-Jiu marcaba con sus dientes el hombro del emperador. Como un pequeño juego para liberar tensión, en donde dejaba la marca de sus dientes por toda la piel de Luo Binghe. No era como si al mordido le molestara.
El segundo dedo que se abrió paso recibió un poco más de resistencia. Binghe tuvo que besar y morder la zona sensible en el cuello de A-Jiu para calmarlo y permitir que lo dejara continuar. Para ese momento, aunque a Shen Jiu no le gustara, el emperador estaba cargando con todo su peso en un brazo para que la preparación fuera cómoda. No avanzaron de manera rápida, no quiso acelerar un proceso que sería necesario para que Shen Jiu no se sintiera adolorido al otro día. Binghe era consciente que no era pequeño y una mala preparación dejaría adolorido a A-Jiu. No quería causarle más dolor, ya no más.
El tercer dedo no tuvo tantos problemas para entrar, quizás porque A-Jiu ya se sentía más relajado y parecía desesperado porque Binghe se metiera en su interior. Quizás había ayudado el hecho de que Binghe encontró la próstata de su pareja y se aprovechó de eso para escucharlo gemir. Gemidos bajos e intentando ser ahogados contra su hombro. El emperador jamás creyó que podría sentirse tan cautivado con unos gemidos hasta que escuchó a su pareja gemir. No era algo muy elevado, pero la noche era joven y el emperador conocía muchos trucos que podría usar para sacárselos.
Considerando su tamaño, Binghe creyó que tres dedos serían insuficientes, así que agregó un cuarto que se había mojado por error con los aceites cuando mojó sus dedos antes. Shen Jiu le mordió el cuello cuando agregó el cuarto dedo.
—Deja de jugar y métete—pidió, un gemido escapándose de sus labios cuando habló—. Es demasiado, Binghe.
—Confía en mí, es mejor si esperas un poco más—girándose para mirarlo, dejó un par de besos en su rostro—. Solo un poco más, Binghe promete estar dentro muy pronto.
Apretándole los hombros, A-Jiu aceptó sus palabras y dejó que lo preparara con cuatro dedos. Durante todo el proceso, Binghe repartió besos por cada parte que podía alcanzar, dejando más marcas en el cuerpo de su pareja.
El inmortal se aferró a él, dejando besos y gimiendo cerca de su oído. El emperador no podía estar más encantado con eso.
Cuando consideró que Shen Jiu estaba listo para recibirlo, quitó sus dedos y se alineó en la abertura.
—A-Jiu...—lo llamó.
Shen Jiu lo miró, el placer brillando en sus ojos bicolor.
—Hazlo.
Con el permiso concedido, Binghe se metió lentamente en el interior cálido de A-Jiu luego de mojarse con el aceite. Su novio le apretó los hombros al sentirlo y su rostro mostró una pequeña mueca de dolor, o quizás era de incomodidad. Luo Binghe no podía decirlo bien del todo.
A pesar de que el apretado calor le instaba a meterse de una sola vez y moverse como un animal salvaje, Binghe resistió el impulso por el bien de su novio. Se detenía en algunos momentos, mientras sostenía a Shen Jiu y besaba cada parte de su cuerpo, especialmente el pecho donde jugaba con sus dos zonas sensibles. Eso parecía calmar la tensión en el cuerpo del inmortal, quien poco a poco dejaba que Binghe siguiera avanzando, metiéndose más dentro de su cuerpo.
Cuando lo logró, pensó en acostar a Shen Jiu en la cama. Sin embargo, su novio lo detuvo y le repitió:
—Quiero estar así.
Así que sosteniéndolo con fuerza de la cadera, Luo Binghe lo ayudó a moverse sobre él con cuidado para no lastimarlo. El primer movimiento solo sacó un suspiro de A-Jiu, fue el segundo el que dio en su delicada zona interna y lo hizo jadear. Con el tercer movimiento, arañó la espalda de Binghe y le pidió que siguiera tocándolo ahí. Ya con ese permiso, el emperador se sintió más confiado y comenzó a moverse como a su novio le gustaba.
Los gemidos de Shen Jiu fueron la melodía más maravillosa que el emperador había escuchado. Y esa melodía lo motivaba a seguir adelante, a tocarlo más, a moverse más rápido. Era su voz la que lo inspiraba para seguir amándolo, tocando su interior para hacerlo alcanzar el cielo. No sabía por qué Shen Jiu quería esa posición, pero Binghe lo dejó ser por un rato hasta que se dejó vencer por la necesidad y acostó a Shen Jiu sobre el colchón.
—Auch, Binghe, levántame—pidió Shen Jiu haciendo una mueca de dolor.
Binghe pensó que tal vez en esa posición le dolía así que rápidamente volvió a sentarse, llevando consigo el cuerpo de A-Jiu. El hombre suspiró aliviado y miró hacia atrás, frunciendo el ceño.
—¿Estás bien? ¿Pasa algo? ¿Te lastimé?
—Podría decirse que sí, pero en realidad fue el frasco de aceite que no sacaste de la cama—señaló Shen Jiu, Binghe entonces miró hacia donde el inmortal miraba.
El frasco cerrado de aceite estaba ahí, sobre el colchón. Y en el momento en que pensó en acostar a Shen Jiu, lo hizo sobre el frasco de vidrio. Tenía sentido que le hubiera dolido y se hubiera quejado.
Estirando su brazo, tomó el frasco y lo metió debajo de las almohadas, lejos de donde se iban a acostar.
—Listo, creo que ahí ya no molestara. ¿Puedo volver a acostarte?
Shen Jiu sonrió, volviendo a enfocar su mirada en él.
—Ahora sí.
Ahora sin el frasco molesto que lastimara a su pareja, Binghe volvió a recostar a Shen Jiu sobre el suave colchón. Tomando una de las largas y hermosas piernas, la elevó hasta que tocó el hombro de A-Jiu. La otra quedó estirada y abierta, mientras Binghe se acostaba sobre Shen Jiu, su peso cayendo sobre el inmortal mientras sus pechos se tocaban. Tan unidos sus cuerpos que parecían a puntos de fusionarse.
—Si soy muy pesado, solo dime—dijo comenzando a mover su cadera.
Shen Jiu lo abrazó, como si deseara que sus cuerpos estuvieran más juntos. Binghe apoyó sus codos sobre el colchón mientras sus movimientos se volvían frenéticos, cautivado por el calor apretado y por los gemidos de su novio. El cuerpo cálido del inmortal tan cerca del suyo, tan pegado al suyo, era sublime, casi irreal.
El emperador se movió para complacer, tan enamorado del hombre bajo él que pensó que amar tanto debería ser prohibido. Sentir tanto por alguien no debería ser normal. Pero ahí estaba él, amando a Shen Jiu, amando a este hombre que había sido su motivo para escapar del Abismo sin Fin. Este hombre que llenó de sentido y color su solitaria vida. Lo amaba tanto que en lo único que podía pensar durante todo el día era en él. En su rostro, en su voz, en sus besos, en sus abrazos. Binghe amaba tanto a este hombre que se sentía agradecido con el cielo por no hacer que lo matara, como en algún momento había pensado en hacer cuando Shen Jiu todavía estaba en la Prisión de Agua.
No sabía qué hubiera sido de él si hubiera elegido matar a Shen Jiu.
Cuando terminó, Binghe juró que ascendería al reino celestial. El sentimiento lo había abrumado de tal manera, que solamente pudo aferrarse a Shen Jiu y posteriormente besarlo, dejando que los rezagos de intenso placer se fueran poco a poco. Sus labios no acallaron el gemido largo y alto que había emitido el inmortal al momento de alcanzar el cielo junto con Binghe, lo besó después de eso. Todavía encantado con el gemido de su novio. Las uñas del hombre habían dejado marcas en su espalda que no creía ser capaz de borrar. No porque no pudiera, sino porque le gustaba saber que estaban ahí. Le gustaba saber que los arañazos se debían al éxtasis por el que hizo pasar a Shen Jiu. Un recuerdo de su primera noche juntos.
Salió lentamente de su interior y rodó a un costado para no seguir aplastando a su pareja. Se acostó a su lado, recuperándose del reciente orgasmo mientras veía la figura ligeramente agitada de Shen Jiu, recuperándose también.
Su mano viajó hasta el largo cabello, corriendo un par de mechones para despejar su rostro. Una luz blanca iluminó la habitación y seis segundos después, el sonido del rayo se dejó escuchar. Fuerte y cercano. Shen Jiu miró hacia la dirección del ventanal que daba al enorme balcón.
—Realmente no había esperado que lloviera hoy—dijo el inmortal, mirando ahora a Binghe—. Aunque no estuvo tan mal.
—No, no lo estuvo. Pero tengo una duda con respecto al aceite.
—Lo tenía en caso de que tú no tuvieras—respondió A-Jiu, sin necesidad de que preguntara—. Llevas años sin tu harén, no creía que tuvieras nada preparado ni en el palacio ni en Qing Jing en caso de hacerlo. Y si tenías algo, dudaría de su estado. Era mejor tenerlo conmigo, más seguro.
—Siempre precavido—sonrió Binghe, acercándose a Shen Jiu para dejar algunos besos en su cuello y hombros—. A partir de ahora comenzaré a tener de estos aceites.
—Pervertido—sonrió Shen Jiu, girándose para quedar de frente al emperador—. Tengo sed y hambre. Trae algo.
—¿Qué te gustaría comer?—preguntó Binghe jugando con un mechón de cabello.
—Mm...tanghulu...unos bollos, quizás. Algo rápido, no me hagas esperar mucho.
—¿Quieres acompañarme? ¿O me esperas aquí? Aunque antes deja que busque algo para limpiarte.
—No es necesario, puedo hacerlo yo mismo. Me urge más que traigas algo para comer o para beber a que me limpies. En otra ocasión podrás hacerlo, pero ahora solo te quiero en la cocina haciendo algo para mí.
—Bien—dando un beso rápido a los labios de Shen Jiu, de un salto Binghe se levantó de la cama, buscando apresurado la túnica que se había sacado—. Ya regreso.
No tardó demasiado en hacer un par de bollos rellenos de carne y un par de tanghulu, además de llevar consigo una enorme jarra de agua. Equilibró la bandeja con éxito, pero casi se le cae cuando vio a Shen Jiu en la cama, esperándolo con uno de los libros que tenía en su habitación y con su túnica puesta y atada descuidadamente.
—¿Estás intentando seducirme de nuevo? Porque está funcionando—dijo acercándose con la bandeja.
—Binghe, con solo mirarte ya te sientes seducido—Shen Jiu rodó los ojos, tomando la jarra de agua para servirse en un vaso—. Pero si llevo esta ropa eso es porque la mía sigue húmeda.
—Bien, de igual manera a este emperador no le molesta que uses sus túnicas—sentándose a su lado, tomó un bollo al vapor—. Todo de este emperador te pertenece de todas formas.
—Lo dices como si me ofrecieras demasiado—Shen Jiu lo miró de arriba abajo tras tomar agua.
Binghe casi se atora con su bollo al vapor.
—No te burles de mí.
El inmortal tomó un tanghulu y lamió el caramelo, pasando su lengua de manera nada inocente por la fruta y chupando la de la punta como si... ¿Acaso se lo hacía a propósito?
—Nunca podría ser capaz de burlarme de usted, emperador. Un humilde maestro como yo no tiene la autoridad de cometer tal fechoría.
¿Y chupar el tanghulu de esa manera no era burlarse del emperador? ¡Lo estaba tentando a que lo arrojara a la cama y le hiciera el amor de nuevo! ¡Pero A-Jiu sabía que, sin su permiso, no iba a hacerlo!
Mordió su bollo al vapor con rabia, descargándose con su pobre comida por no poder descargarse con el hermoso hombre que tenía frente a él.
Shen Jiu terminó su tanghulu, divertido al ver las expresiones de Binghe. Dejó el palito en la bandeja y tomó la misma para dejarla sobre una de las mesas de noche. Al regresar se sentó sobre Binghe, quien tenía algunas migas del bollo al vapor que había comido alrededor de la boca. Con la manga de la túnica lo limpió antes de dejar un beso.
—Creo que podemos seguir comiendo después. Ahora mismo, me gustaría volver a jugar un poco más.
Binghe abrió los ojos, gratamente sorprendido.
Antes de que Shen Jiu pudiera decir algo más, fue arrojado sobre el colchón para una segunda ronda de hacer el amor.
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Cuando comenzaron con su vida sexual, Luo Binghe creyó que se trataría de hacer el amor a diario y en cualquier rincón disponible, como dos amantes desesperados. O como había pasado con sus mujeres cuando tenía el harén. Follar a diario y varias veces al día había sido natural para él. Cuando dejó de hacerlo, XinMo estuvo tan descontento que tuvo que empezar a matar para calmar un poco la voz de la molesta espada.
Pero la vida sexual que tenía con A-Jiu no era descontrolada ni diaria. Hacían el amor cuatro veces por semana, a veces cinco veces por semana, hasta tres rondas como máximo. No significaba que fueran tres rondas seguidas, por supuesto. Como mayormente estaban en Qing Jing, era normal que lo hicieran en el cuarto y en la cama. Solo en un par de ocasiones fueron lo suficientemente osados como para hacerlo en el comedor y, en otra ocasión, en el baño mientras disfrutaban del agua tibia. Cuando iban al palacio, las reglas cambiaban. Con más espacio, sí habían sido capaces de hacerlo en más lugares, pero seguían prefiriendo todavía la cama. Sobre todo la de Binghe, que era ridículamente grande y suave.
Nada en su relación había cambiado luego de que comenzaran a tener sexo y eso era algo que a Binghe le había gustado. Que el sexo fuera un complemento y no una necesidad en su relación era algo gratamente satisfactorio de lo cual disfrutaba mucho. Todavía había ocasiones en la que se acostaban en la cama y simplemente se abrazaban y mimaban, sin necesidad de llegar a algo más. No había tal necesidad y eso era algo que a Binghe le gustaba. Hacer el amor porque deseaban hacerlo y no porque la relación necesitara de eso, era hermoso.
—¿Y este niño?—preguntó cuando Mobei-jun llegó cargando del cuello de su ropa a un niño pequeño y sucio.
Había sido llamado por su mano derecha para lidiar con un problema que había surgido en su territorio. No imaginó que el problema sería un niño pequeño de extraños ojos bicolores. Uno era rojo y el otro negro. ¿Acaso sería un mestizo como él? ¿Alguno de sus hijos dejó a una humana embarazada y no reconoció al niño?
—Este es el problema del cual le hablé, Jungshan. Este niño ha causado tantos problemas en mi territorio que necesitaba de su opinión para saber qué hacer.
—Pensé que matabas a todos lo que daban problemas en tu territorio—dijo Binghe elevando una ceja.
El niño gruñó, removiéndose en el agarre de hierro de Mobei-jun, repartiendo patadas y puñetazos feroces al rey del norte. Curioso niño.
—Lo pensé, pero Shang Qinghua no parecía estar de acuerdo en matar a un niño. Por eso necesito su ayuda.
Binghe miró al niño, quien le fruncía el ceño y parecía dispuesto a golpearlo con sus pequeños puños. ¿En serio esta pulga que no le llegaba a la cintura había causado tantos problemas? Eso era sin dudas admirable.
—¿Sus padres?
—No tiene.
—¿Humano o demonio?
Mobei-jun parecía inseguro de responder.
—Puede decirse que los dos.
Oh.
Binghe tomó al niño del mismo lugar que Mobei-jun y lo alejó de las heladas manos del rey del norte.
—Yo me encargo.
Sacando a XinMo abrió un portal y pasó directamente a Qing Jing, cargando con el feroz niño que no dejaba de patear y repartir golpes hacia su persona. Shen Jiu estaba afuera, supervisando la práctica con la espada cuando vio a su pareja llegar con un niño. Frunciendo el ceño, se acercó a ambos.
—Binghe, ¿puedo saber por qué traes a un niño de esa manera?
—Es salvaje—resumió mientras el niño seguía disgustado y repartiendo golpes—. Míralo, quiere golpearme.
—Binghe, yo también querría golpearte si me cargaras de esa forma—Shen Jiu suspiró y se acercó al niño—. ¿Cuál es tu nombre?
El niño dejó de repartir golpes, pero no respondió a la pregunta. Binghe lo sacudió, como si de esa manera pudiera sacarle las respuestas.
—Habla—pidió sacudiendo al niño.
—Binghe, detente de una vez, vas a marearlo—regañó Shen Jiu deteniendo su brazo.
El niño parecía en verdad mareado, pero todavía tenía el espíritu para golpear a Binghe.
—No habla y si quiero hacerlo hablar tengo que hacer algo—Binghe se encogió de hombros y entonces sintió una patada en sus costillas—. No se golpea a tus mayores, niño mugroso.
Volvió a sacudir al niño del cuello de su ropa, mientras este seguía peleando por liberarse. Shen Jiu quería detener a su pareja, intentando convencerlo de detenerse de sacudir al pobre niño de manera tan brutal. Pero Binghe insistía en que no tenía otro método de hacer hablar a un niño más que esta, que era la forma suave. Sin embargo, en medio de la discusión con Shen Jiu, quien insistía en que dejara de sacudir al pequeño, Binghe soltó al niño para hacer gestos con su mano en medio de la discusión.
No contó con que soltó al niño lanzándolo hacia arriba. El pequeño gritó al estar en el cielo y Shen frunció el ceño, molesto por la acción de Binghe, quien se encogió en su lugar al darse cuenta de su error. Cuando estaba a puntos de estirar sus brazos para recibir al pequeño y evitar una fea caída, un rayo de luz blanca pasó cerca de ellos y se lanzó al cielo, cuando el niño ya iba en picada. Se dio cuenta entonces que Xie Lian se lanzó hacia el cielo, atrapando al niño y descendiendo sublimemente al suelo, con los pies tan ligeros que era un espectáculo a la vista. Era increíble como a sus trece años ya parecía tener un dominio del cuerpo mejor que el de muchos de sus compañeros.
—Xie Lian—llamó Shen Jiu acercándose a ellos—, ¿están bien?
—Sí, shizun—afirmó el chico, con el niño aferrado a él y mirándolo con sus infantiles ojos tan abiertos que parecían más grandes—. Uh, ¿tú estás bien, pequeño? ¿Te duele en algún lugar? Shizun, tal vez hay que llamar a Luo shishu.
Shen Jiu se acercó a ellos y tomó la muñeca del niño, quien se quiso resistir y quitarle la mano. Pero el agarre firme de Shen Jiu y Xie Lian pidiéndole amablemente que se quedara quieto, hizo que el pequeño salvaje dejara de moverse.
Shen Jiu abrió los ojos al detectar algo y se giró hacia An-er, quien se había acercado ante todo el revuelo que se generó.
—Llama a Luo shidi.
An-er obedeció al instante y mandó un talismán para llamar a Luo Yisheng, uno de los hijos de Luo Binghe y quien se había hecho cargo del pico de los médicos.
—¿Es necesario llamar a Yisheng? El niño parece estar bien—dijo Binghe viendo al niño que parecía encantado en los brazos de Xie Lian.
—El niño tiene varias costillas rotas y una pierna rota—Shen Jiu se giró a mirarlo—. ¿De dónde lo trajiste?
¿Tenía tantos huesos rotos y aun así seguía peleando tan ferozmente?
Admirable, el emperador debía reconocer eso.
—Mobei-jun lo encontró en su territorio, dijo que dio problemas. Por lo que me dijo, varios demonios parecían descontentos con el niño porque siempre estaba golpeándolos.
—¿En serio? ¿Un niño pequeño como él peleando con un montón de demonios adultos?—Shen Jiu se cruzó de brazos—¿No será que se defendía de ese montón de demonios adultos?
—Sea como sea, de todas formas creo que estará mejor aquí en Cang Qiong.
Luo Yisheng no tardó demasiado en llegar, volando en su espada y acercándose a ellos. An-er le explicó la situación y lo llevó donde Xie Lian tenía todavía al niño, quien dócilmente dejó que el médico lo viera luego de que Xie Lian se lo pidiera, asegurándole de que se quedaría a su lado todo el tiempo.
Yisheng revisó al niño con cuidado, sorprendiéndose igual que Shen Jiu por sus heridas. Sacó unas cuantas vendas y varios medicamentos para poder curar al niño.
—¿Cómo te llamas?—preguntó desenrollando el vendaje.
El niño miró a Xie Lian quien le sonrió dulcemente antes de responder.
—Mi...mamá...me decía Hong Hong-er.
—Hong Hong-er...es un apodo muy lindo—dijo Yisheng sonriéndole al niño—. ¿Qué edad tienes?
Hong Hong-er volvió a mirar a Xie Lian antes de responder.
—Diez.
...
¿Esa pulga tenía diez años? ¡Era imposible que esa cosa pequeña tuviera diez años!
Luego de que Yisheng indicara lo que se debía usar para curar al pequeño Hong Hong-er, Xie Lian lo cargó con cuidado hacia los aposentos de los discípulos y dejó al niño en una cama libre. Shen Jiu, Binghe y An-er fueron con ellos.
—Xie Lian, tienes que seguir el entrenamiento, An-er puede hacerse cargo del niño—dijo Shen Jiu, pero Xie Lian negó.
—Hong Hong-er es muy tímido. Voy a cuidarlo. Además, así nadie podrá molestarlo.
Bueno, teniendo en cuenta que todos los discípulos de Qing Jing le tenían miedo a Xie Lian, tenía sentido que se quedara.
—Bien, solo por hoy. An-er, tráele ropa de la secta, no puede lucir así. Tiene la edad suficiente para estar en una secta y empezar a cultivar, creo que no le vendría mal quedarse—Shen Jiu suspiró y miró a Binghe—. Vamos, no hay más que pueda hacer.
Binghe pensó que sería regañado por traer al niño a la secta y luego arrojarlo al aire como una pelota. Pero Shen Jiu no le dijo nada, simplemente fueron a la casita de bambú y le exigió mimarlo, pidiéndole también que de postre para la cena hiciera pasteles de osmanthus. El emperador no refutó nada y simplemente se dedicó a mimar a su pareja, llenándolo de besos y caricias hasta que A-Jiu terminó por quedarse dormido.
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Al final, Hong Hong-er no se quedó mucho tiempo en Qing Jing. Luego de que Liu Qingge viera al niño y supiera de su potencial, optó por llevárselo a Bai Zhan, donde aseguraba que le daría un mejor entrenamiento. El niño rechazó irse, pero fue gracias a Xie Lian que aceptó ir al pico de los guerreros, prometiendo que volvería para visitarlo tan seguido como le fuera posible y que se haría mucho más fuerte para protegerlo.
Tal vez para Xie Lian solo fue la promesa de un niño pequeño que olvidaría al poco tiempo, pero Binghe notó la determinación en la mirada de Hong Hong-er. Ese niño hablaba muy en serio.
Como fuera, no le importaba demasiado. El niño ahora tenía un lugar donde vivir, no era su responsabilidad. No tenía por qué pensar en eso cuando en lo único que debía pensar era en el cómo le pediría matrimonio a Shen Jiu de tal forma que tomara por sorpresa al inmortal. En sus intentos, en sorpresas anteriores, su pareja ni siquiera se sorprendió porque se esperó lo que sea que Binghe quiso darle ese día. Lo conocía tanto que no había manera en que pudiera sorprenderlo.
¡Y Binghe quería hacerlo! ¡Quería darle una sorpresa a su novio!
La pregunta era, ¿cómo?
No quiso hablar con las niñas, por temor a que ellas arruinaran la sorpresa. Tampoco quiso comentarles a sus hijos o a Ning Yingying, quienes tendrían el mismo efecto que las niñas. Nadie sería de suficiente confianza como para pedirle ayuda. En ese caso podría confiar en Mobei-jun, con su estoica expresión y su lealtad a él, Shen Jiu no sospecharía nada. Pero pedirle un consejo a alguien que solo sabía golpear o matar cosas, no era su mejor decisión.
Solo le quedaba hacer esto por su cuenta. Y eso solo significaba que haría desastre.
Bueno, Shen Jiu estaba con él sabiendo lo desastroso que era, ¿por qué no pedir de manera inolvidable su mano?
Mientras la cabeza de su novio descansaba en su pecho esa noche, Luo comenzó a pensar en los momentos más importantes en su vida. Esos momentos que los marcaron para siempre, eso que quedaría en sus recuerdos y que Binghe pudiera usar para pedir su mano en matrimonio.
El Abismo sin Fin fue algo que los marcó a ambos. Quizás podría abrirlo una noche, mientras pelearan contra algún demonio. Tendría todo preparado de antemano, fingiría estar todavía enojado con Shen Jiu y entonces lo arrojaría al Abismo, donde Mobei-jun estaría esperando para atraparlo, con un cartel de fondo donde le haría la pregunta a Shen Jiu.
...
Definitivamente Shen Jiu lo apuñalaría con su restaurada XiuYa antes de darle el sí. O se divorciaba de él antes de siquiera estar casados.
Tenía que ser otro recuerdo.
¡La Prisión de Agua! Podría volver a encerrarlo ahí, sin explicación alguna, pareciendo amenazante y queriendo desmembrarlo otra vez. Entonces, le pediría su mano en...
No, también era una idea horrible.
Oh, vamos, ¿qué tan difícil era encontrar un recuerdo lindo para ambos que pudiera usar para hacer la propuesta? Algo que los hubiera marcado de alguna manera, algo que significara algo en su relación. Algo bueno, no algo malo como pasaba con el maldito Abismo o la Prisión de Agua. Bien podía ser algo simple, Shen Jiu nunca esperaba algo demasiado elaborado o quería algo que fuera demasiado. Estaba bien con algo simple, siempre y cuando fuera sincero.
Pero Binghe no quería algo simple, no se sentía bien con pedírselo en la cama a Shen Jiu mientras ambos estuvieran acostados. No quería hacerlo una mañana mientras desayunaban. Quería algo que fuera memorable.
¿Pero qué? ¿Qué podía ser memorable para ambos?
Shen Jiu se removió. Binghe se giró para besar su coronilla y acariciarle la espalda. El olor a bambú y té verde lo invadió.
Y entonces supo qué hacer.
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Como parte de una salida con Cang Qiong, Binghe le dio la idea a Shen Jiu de proponer visitar Mingyue para el Festival de la Noche Estrellada. El lugar era hermoso y los discípulos se merecían un día libre. Shen Jiu le dio la idea a Yue Qingyuan y este aceptó la propuesta, considerándola una oportunidad para que los discípulos se relajaran y disfrutaran de un día libre.
Como a Binghe le gustaba mimar a su novio, llevó el carruaje más bonito y grande para que viajaran juntos a Mingyue. Shen Jiu rodó los ojos al verlo, pero no le dijo nada por el enorme carruaje. A lo lejos podía ver a las niñas hablar entre ellas, viendo el carruaje donde se irían. Y cerca de ellas, sobre su caballo, estaba Xie Lian hablando animadamente con Hong Hong-er, o Hua Cheng según escuchó que el niño fue nombrado. El niño, que ya tenía doce años, llevaba túnicas rojas que destacaban completamente, en especial porque muy pocos llevaban colores tan llamativos como ese. Xie Lian, por otro lado, iba vestido de blanco y dorado, como un pequeño príncipe.
Shen Jiu se giró a ver a su discípulo. Había orgullo y cariño brillando en sus ojos. Binghe sabía que lo quería, tanto como quería a las niñas. Se lo dijo una noche mientras hablaban en la cama sobre esto y aquello.
—A-Jiu, vamos, hay que empezar a irnos—le recordó, ofreciéndole su mano para que subiera al carruaje.
Shen Jiu asintió y subió al carruaje, acomodándose en el asiento y apoyando su cabeza sobre el hombro de Binghe cuando este se acomodó a su lado, con un brazo sobre los hombros de su pareja.
—Voy a descansar un poco en el camino—comunicó.
Binghe acarició su cabello, dejando pequeños besos en la coronilla.
—Está bien, descansa.
Cerró la cortina de la ventana del carruaje para que quedaran a oscuras y cerró los ojos, apoyándose en A-Jiu para descansar un poco también.
Llegaron a Mingyue cuando ya había anochecido. Todos los discípulos dejaron sus caballos, bajando emocionados para acercarse al festival que estaba tan colorido e iluminado como Luo Binghe recordaba. Ayudó a su pareja a bajar el carruaje y caminaron juntos entre todo el gentío para ver los puestos y comprar sus lámparas ceremoniales. Yue Qingyuan se unió a ellos a mitad de camino para hablar con Shen Jiu, como si no hablaran lo suficiente en Cang Qiong. ¿Por qué tenía que arruinar su propuesta matrimonial con su presencia? ¿No podía quedarse lejos de A-Jiu esta noche?
Vio a Liu Qingge mirar algunos puestos distraídamente y pensó que por primera vez en mucho tiempo, ese idiota tendría alguna utilidad. Pero más utilidad tendría su sangre con la que había alimentado a los resucitados antes de que despertaran.
Usando sus parásitos de sangre, paralizó una pierna de Liu Qingge y le hizo perder fuerzas, lo que hizo que el Dios de la Guerra cayera al suelo. Los discípulos que estaban cerca rápidamente se acercaron a él para ayudarlo, pero Qingge, con su enorme orgullo, negó la ayuda e intentó levantarse. Qué lástima que Binghe no quisiera que lo hiciera.
Yue Qingyuan, preocupado por el hombre, fue por él para ayudarlo. Ninguno entendía qué pasaba, pero Yue Qingyuan dedujo que podría tratarse de algún problema con sus meridianos y que lo mejor para su shidi era descansar. Liu Qingge no le refutó nada, aceptó su explicación y dejó que lo cargara en su espalda para seguir caminando por el festival. Aunque en un inicio había sugerido que pasara un brazo por sus hombros, rechazó la idea cuando su pierna se volvió extrañamente más pesada e imposible de mover.
Camino despejado, solo quedaba seguir adelante.
—Exagerados—se burló Binghe rodando los ojos, como si él no estuviera involucrado en la parálisis del Señor del Pico Bai Zhan.
Shen Jiu no le dio importancia y siguió caminando a su lado, mirando algunos puestos y comprando algunas cosas que habían llamado su atención. Los discípulos parecían encantados, observando todo y comprando aquello que llamaba su atención. Xie Lian y Hong Hong-er iban juntos, mirando todo con entusiasmo. O bueno, Xie Lian miraba todo con entusiasmo porque su compañero parecía solo tener ojos para él.
Binghe se sintió identificado.
—¿Quieres algo para comer?—preguntó Shen Jiu, mirando un puesto de tanghulu.
Binghe sonrió y dejó un beso en su sien.
—¿Quieres que vaya yo a comprar?
Shen Jiu negó con la cabeza, una suave sonrisa en su rostro.
—Yo puedo ir.
Y alejándose de él, fue a comprar dos tanghulu. Binghe lo esperó, sus manos jugando dentro de su manga con el collar que había comprado para proponerle matrimonio a Shen Jiu. No era un collar cualquiera, lo había hecho él mismo con las piedras del Volcán Carmesí de la Luna Menguante. El volcán era un sitio lleno de las piedras preciosas más raras de todas, ahí uno podía encontrar cualquier tipo de diamante o hasta oro. Pero lo más codiciado del Volcán Carmesí de la Luna Menguante era el Jade Rojo del Destino. Un jade rojo con vetas de un color más brillante que parecía lava ardiente. Era muy difícil de conseguir ya que se necesitaba viajar al corazón del volcán y extraerla de la misma lava ardiente, si con suerte había alguno de esos jades ya formados. Se decía que el jade aparecería para aquellos enamorados que deseaban obtener la piedra para regalar a su ser amado. No sabía si la leyenda era cierta o no, Binghe solo supo que obtuvo la piedra y que eso debía ser alguna especie de señal.
No fue un viaje sencillo, pero se sintió inmensamente feliz cuando obtuvo el jade. Solo recién con el jade en sus manos, lo refinó hasta darle forma redonda y, en medio del jade talló la palabra corazón. Tal vez sería exageradamente cursi, pero la idea era que al entregarle ese jade, Binghe le estaría entregando su corazón.
Posiblemente Shen Jiu se burlaría de él. Esperaba al menos obtener el sí que quería.
Sonrió con naturalidad cuando Shen Jiu regresó con los tanghulu para ambos y comentó con sarcasmo que Yue Qingyuan y Liu Qingge parecían una bonita pareja. Shen Jiu hizo una mueca de asco antes de comenzar a comer su tanghulu.
La noche fue tranquila, con una charla trivial sobre algunos de los objetos que se vendían y sobre las supuestas leyendas que los envolvían. Una mujer estaba en el puesto de fragancias, donde Binghe compro tres de los perfumes de luna que vendían. La mujer, quien era la nieta de la mujer a la que le habían comprado por primera vez el perfume, le contó que su abuela le había hablado sobre él y su compañero. Su abuela decía que ambos parecían pareja y que a pesar de decir que ambos sintieron el olor amaderado, ella creía firmemente que mentían.
Y resultó ser verdad. Ambos habían mentido ese día.
—¿Tienes alguna idea de qué pintar en la linterna?—preguntó Binghe viendo a Shen Jiu examinar su linterna de papel—¿Algún deseo que quieras que se haga realidad?
—Realmente no hay nada que se me venga a la mente ahora.
—¿No hay nada que desees mucho y que quieras que esté en la linterna?
—¿Hay algo que tú no puedas darme?—preguntó Shen Jiu eligiendo simplemente pintar unos cuantos caracteres que no permitió que Luo leyera—Listo, algo simple. ¿Y tú? ¿Qué dibujarás?
—Mm...todavía no lo he pensado—dijo Binghe mirando su lámpara—. ¿Tal vez puedas ayudarme?
—¿Ayudarte a saber qué deseas? Eso es algo que solo tú sabes, Binghe.
—Tienes razón.
Y tomando el pincel, Luo Binghe garabateo en la linterna sin dejar que Shen Jiu vea lo que había escrito. También, de manera disimulada, puso energía espiritual en la linterna para después lograr controlarla cuando tuviera que soltarla.
Shen Jiu no se acercó para ver lo que había escrito, en su lugar se quedó sosteniendo su linterna, mientras veía la procesión de personas encaminarse hacia el lugar donde se lanzarían las linternas ceremoniales.
—Sería bueno que vayamos también.
Asintiendo, Binghe comenzó a caminar hacia donde dejarían volar las linternas. Su mano libre tomó la de Shen Jiu y caminaron juntos entre las demás personas, cada uno llevando su linterna con sus deseos escritos en ellas.
Como pasaba todos los años, la anciana de Mingyue daba unas palabras que a Binghe jamás le importaron antes de tener que liberar las lámparas. Él estaba más preocupado en lograr sorprender a su A-Jiu con su propuesta que en escuchar a alguien hablar sobre lo importante del ritual. ¡Eran solo linternas de papel que se elevaban al cielo! ¡Por lo único que ese festival era importante para él era porque fue en uno de ellos que se dio cuenta que estaba irremediablemente enamorado del hombre que sostenía su mano!
Cuando dieron la orden de liberar las linternas, Binghe se aseguró de que su energía espiritual dejara volar la linterna con las demás para pasar desapercibida y luego se desviara, regresando hacia ellos y quedara frente a Shen Jiu, con la frase que había escrito a mano: Deseo que A-Jiu sea mi esposo.
Se concentró en ese propósito, mandando a volar la linterna y luego guiándola hacia su pareja. Las demás personas estaban mirando hacia arriba, a las linternas que se alejaban poco a poco en el cielo, por lo que casi nadie había notado la linterna que se desvió y se dirigió al Señor del Pico Qing Jing. La acercó hacia él, haciéndola girar en su lugar para que la frase quedara frente a los ojos de Shen Jiu. Pero mientras lo hacía, alguien comenzó a tocar su hombro con suavidad, como si lo llamara tímidamente. Binghe solo quería resoplar molesto, ¿no podían esperar a que terminara de hacer su hermosa y ensayada propuesta de matrimonio? ¡El emperador quería hacer una propuesta de matrimonio en paz!
Ante la insistencia, Binghe se giró para reclamarle a la persona, sus ojos brillando rojo carmesí. Pero en lugar de una persona, se trataba de una linterna perdida con un garabateado en ella:
Deseo que la pequeña bestia permanezca a mi lado para siempre.
Sus ojos se abrieron en sorpresa y se giró hacia Shen Jiu, quien miraba la linterna frente a él, como si no pudiera terminar de leer lo que Binghe había escrito ahí.
—A-Jiu, esto... ¿es una propuesta?—preguntó viendo la linterna que poco a poco volvía a elevarse.
Shen Jiu desvió la mirada, un poco avergonzado. La linterna de Binghe comenzó a elevarse de nuevo y a perderse con las demás.
—Lo es—afirmó, sacando de su manga un collar—. Dijiste que querías casarte y creí que no te animarías a pedírmelo nunca. Creí que este sería un buen lugar para que yo hiciera la propuesta.
El pecho de Binghe comenzó a llenarse de una felicidad absoluta. Tanto amor lo inundó que lo único que quería era agarrar a este hombre frente a él y abrazarlo hasta que sus huesos crujieran. Era una idea espeluznante, pero Binghe en verdad sentía que quería abrazar y besar a Shen Jiu hasta que el inmortal explotara de amor.
La mano de Shen Jiu se estiró y le extendió un collar. Era una gota verde del tamaño de una almendra. Pero incluso con ese tamaño, reconoció el material: Semilla de Cristal de la Eterna Devoción. Una piedra difícil de hallar, con un significado en el reino demoniaco de amor eterno. Solo muy pocos demonios se arriesgaban a conseguir la piedra para mostrar su amor sincero.
Alguien tan culto como su pareja claramente sabría sobre esto. Lo que jamás imaginó Binghe fue que él fuera a buscar esta piedra para él.
Sacó el collar de su manga y luego de tomar el de Shen Jiu, extendió el que él había hecho.
—Yo... sé que es cursi, pero...te entrego mi corazón.
Shen Jiu sonrió divertido, tomando el collar y viendo la inscripción en la piedra. Hubo un brillo de calidez y cariño en sus ojos, algo que Binghe encontró adorable.
—Binghe.
—¿Sí?
—Sí quiero ser tu esposo.
Sí quiero ser tu esposo.
Las palabras retumbaron en la mente de Binghe, paralizado en su lugar mientras únicamente veía a Shen Jiu colocarse el collar del jade rojo. La imagen era simplemente única y le recordaba al sentimiento en su pecho aquella vez, hace muchos años, cuando en ese mismo lugar le obsequió un palito para el cabello a Shen Jiu y este se lo colocó, a la luz de las linternas en el cielo. Esa misma noche, cuando se daba cuenta de que su corazón había sido robado por este hermoso hombre.
—A-Jiu.
—¿Sí?
—Sí quiero permanecer toda la vida a tu lado.
Shen Jiu sonrió, una sonrisa tan natural y de felicidad que Binghe quería cubrirla para que nadie más que él pudiera verla.
Se colocó el collar con la piedra verde, admirando el brillo de la misma a la luz de las linternas. Lágrimas cayeron por sus mejillas, tanta felicidad que le inundaba el pecho al darse cuenta de que era importante para alguien, de que alguien quería compartir la vida a su lado. Alguien lo amaba y él amaba locamente a esa persona.
Shen Jiu se acercó y limpió sus lágrimas. Binghe lo tomó de sus mejillas y lo acercó para dejar un suave beso en sus labios. Algo tan ligero, un toque de labios, antes de unir sus frentes y suspirar enamorado.
Nunca había sido tan feliz en la vida como lo era ahora.
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El cielo no era muy diferente. O bueno, si recordaba correctamente, podría decir que sí lo era. Antes era más azul y las nubes más blancas. Pero ahora había una capa gris que a veces se volvía una neblina tóxica que inundaba las calles. Los edificios altos y las fábricas habían arruinado de cierta manera la belleza natural del paisaje, pero seguía siendo algo hermoso para contemplar. Al menos todavía quedaban lugares bonitos para ver, libres de la contaminación.
—Señor Luo—dijo su secretaria entrando a su oficina—, el señor Cheng lo está esperando para acordar la venta de los terrenos de Wuhan.
—Voy, gracias—dijo levantándose y dejando de contemplar el cielo a través del enorme ventanal en su oficina, en la cima del edificio.
La mujer se marchó y Luo Binghe siguió su camino para encontrarse con el señor Cheng, un inversionista recurrente en su empresa con el cual había acordado decenas de contratos que terminaron siendo más que beneficiosos a su empresa. La reunión no tomaría mucho tiempo, el señor Cheng era alguien que iba directo al grano y no daba vueltas para engatusar. Preferías los encuentros directos antes que las vueltas innecesarias de engaño.
El señor Cheng asintió al verlo, levantándose de su asiento en señal de respeto.
—Señor Luo, me alegra poder encontrarlo hoy. Sé que nuestra reunión se había pactado para dentro de tres días, pero me han surgido diversos inconvenientes y esperaba poder solucionar hoy nuestros asuntos.
—Descuida, lo entiendo. ¿Quieres que vayamos directo a lo que se pactó?
La charla no fue demasiado larga. Había cosas que se habían acordado y la reunión con el señor Cheng era solo un confirmar o negar lo pactado antes sin él. Solo necesitaba explicar la situación, dar los detalles y entonces el señor Cheng diría si estaba de acuerdo o no. Al final, como Shen Jiu había dicho, el señor Cheng no aceptó y pidió que se revisara de nuevo el precio que se pidió.
—Si eso es todo, me iré, señor Luo.
—Eso es todo, puedes retirarte.
—Bien. Saludos a su señora, espero algún día poder conocerla.
Luo Binghe asintió antes de que el señor Cheng se retirara. No faltaba mucho para que otra reunión se llevara a cabo en el mismo lugar así que decidió esperar ahí mismo en lugar de irse a su oficina. La vista desde ese lugar seguía siendo hermosa así que, ¿por qué no?
Veinte minutos después llegó su secretaria de nuevo, asomándose por la puerta.
—Señor Luo, la gente de Huahei está aquí.
—Hazlos entrar.
Un grupo de seis hombres ingresaron a la sala de reuniones, todos trajeados y con maletines de cuero cuyo contenido casi siempre era el mismo. El único que desentonaba ligeramente con ellos, era el hombre vestido con camisa verde menta y con un bolso Louis Vuitton de donde sacó un par de carpetas.
—Señor Wang, no pensé que el dueño de Huahei vendría también—dijo Binghe, dando un paso al frente para saludar al señor Wang.
—Creí que sería lo mejor luego de que dos de mis mejores hombres me demostraran que no eran tan competentes como yo creí—dijo el señor Wang—. Espero que eso no le importe, señor Luo.
Binghe sonrió, la diversión brillando en sus ojos.
—Para nada, es mejor si usted está aquí.
La reunión no fue muy divertida, pero el acuerdo final fue satisfactorio. El señor Wang sabía lo que quería y era directo con sus pedidos. Sus empleados parecían intimidados por su presencia, a pesar de que él no era quien llevaba trajes sobrios ni intentaba aparentar ser el rey. Ja, irónico**.
Al terminar, mientras los demás guardaban las cosas en sus maletines, Binghe habló.
—¿Podría hablar con usted a solas, señor Wang?
El señor Wang terminó de guardar sus carpetas antes de mirarlo.
—¿Aquí o en su oficina?
—En mi oficina sería lo mejor.
Luego de indicarle a sus empleados que se retiraran a casa, el señor Wang lo siguió hacia su oficina, caminando dos pasos por detrás de él. Solo cuando entraron a la oficina, Binghe lo atrapó de la cintura y lo besó.
—Binghe, espera.
—Pero A-Jiu, te extrañé mucho estos días—dijo Binghe, ocultando su rostro en el cuello de Shen Jiu.
—Solo fue un viaje de dos días y esta mañana nos vimos—le recordó dejando caer el bolso al suelo para devolverle el abrazo—. Eres tan pegajoso a veces.
—Mm, siempre extraño mucho a mi esposo—murmuró Binghe, dejando pequeños besos en el cuello del hombre—. Binghe te necesitó. Incluso Xiao Hua*** te extrañó mucho.
—Xiao Hua seguramente estuvo feliz solo contigo, a ella solo debes darle comida para que sea feliz.
Sí, eso era cierto. Xiao Hua era una gata gorda y blanca que adoptaron desde bebé. Era tan apegada a Shen Jiu que a veces Binghe debe luchar con ella por la atención de su pareja.
—No quita el hecho de que te extrañó—rio Binghe, mirándolo a los ojos.
—Ya, lo sé. Ahora, ¿puedo irme a casa temprano? Me gustaría descansar antes de que mi pegajoso esposo llegue a casa a molestarme.
Binghe sonrió, dejando un beso en la frente de Shen Jiu.
—Este pegajoso esposo esperaba ir contigo a casa para descansar juntos.
—Mm, bien. Pero exijo un masaje.
—Hecho.
Binghe dejó que Shen Jiu se fuera primero en lo que él terminaba de acomodar algunos archivos y le indicaba un par de cosas a su secretaria, antes de bajar y tomar su auto para dirigirse a casa. La modernidad era sin dudas peculiar, pero bastante cómoda.
Hacía más de cinco siglos que no era emperador. Su poder jamás disminuyó, sin embargo, Binghe y Shen Jiu creían que había otras maneras de seguir teniendo poder sin la necesidad de gobernar todo el país. Fue así como poco a poco comenzaron a hacer negocios e invertir dinero en tierras. Fue un trabajo lento, pero para ellos que eran inmortales ¿qué importaba si tenían que esperar cien o doscientos años a que su negocio se asentara con éxito?
Al final, Luo Binghe ya no era emperador, pero sus empresas (de él y Shen Jiu) mantenían más de la mitad de la economía del país, moviendo tanto dinero que los números eran casi impensables. De esa manera, Binghe todavía se aseguraba de tener el control, pero el representante de ese control no era él.
Lo más divertido de todo eso era su historia en los libros de texto. Era parte de la historia que los niños tenían que estudiar y era divertido ver cómo lo habían retratado. Generalmente se enseñaba que él había sido un emperador cuyo mandato duró cien años, no trescientos como en realidad fue, y que poseía un harén inmenso en donde tenía una esposa favorita a la que convirtió en emperatriz. Su vida se había resumido en un niño adoptado por la familia real, cuyo emperador no tenía la capacidad para tener hijos así que este niño había tomado el mandato en cuanto su padre adoptivo murió.
Una buena ficción que lo hizo reír toda la noche, cuando decidió leerlo con Shen Jiu.
Las personas más inteligentes, que investigaban más, habían refutado muchos de esos datos. Aunque todos seguían en duda con el tiempo de mandato de Luo Binghe, el Emperador Centenario.
Bueno, lo que sea que se enseñara de él realmente no era de su incumbencia. Él solo se divertía con los libros y los datos que conseguía en los museos sobre su persona. De todas maneras, ya no era el emperador de nada, solo un hombre de negocios que había heredado su empresa de sus ancestros.
Al llegar finalmente a casa, dejó su saco sobre el perchero y los zapatos en la entrada. El penthouse que compartía con Shen Jiu era grande y amplio, conservando la decoración tradicional china y con un patio cubierto donde había plantado bambú. Tenía la mejor vista de la ciudad y en la noche, cuando el cielo estaba completamente oscuro, podían ver desde esa altura las luces de la ciudad. No era una buena vista, al menos para Luo quien prefería ver a su esposo desnudo en su cama. Pero si tenía que ser objetivo, era medianamente buena.
Xiao Hua caminó hacia él de manera perezosa, su pelaje blanco pulcro la hacía ver majestuosa, como la gata mimada que era. Binghe se agachó a acariciar su pelaje suave, mientras le hablaba como si fue una pequeña niña humana.
—Llegaste—comentó Shen Jiu.
Binghe se levantó, con Xiao Hua en brazos, la pequeña ronroneando contra su pecho. Sonrió al ver a su esposo con una bata blanca. Su corto cabello caía lacio por los costados, enmarcando su bonito rostro.
—No, todavía estoy en camino.
Shen Jiu rodó los ojos, cruzándose de brazos.
—Gracioso. Voy a ducharme, prepara algo para cuando salga, tengo hambre.
—¿Tengo cara de sirviente?—preguntó Binghe mientras seguía acariciando a la pequeña Xiao Hua.
—No, tienes cara de mi esposo, lo que es casi lo mismo. Ahora ve a la cocina y prepara algo para mí, esclavo—bromeó Shen, dando media vuelta para ir al baño a ducharse.
Binghe negó con la cabeza, llevando consigo a Xiao Hua a la cocina para preparar algo para A-Jiu. En la tranquilidad de su hogar, mientras preparaba algo simple para que Shen Jiu comiera antes de la cena, quitó el maquillaje de su frente que tapaba el sigilo y se quitó los lentes de contacto. No serían necesarios, pero si Binghe se enojaba o no lograba controlar bien sus emociones, podría dejar a la vista el color rojo antinatural de sus ojos y alarmar a varias personas. Los lentes de contacto eran mejores para ocultar sus ojos en caso de que se pusieran rojos por error. Lo mismo pasaba con Shen Jiu, quien usaba uno para su ojo verde. Habían pensado en decir que había sido por una operación, pero para Shen Jiu se le facilitó el usar un lente de contacto de color oscuro para taparlo y no crear preguntas innecesarias. Prefería pasar lo más desapercibido posible.
Xiao Hua caminó por encima de la mesada, mientras veía lo que Luo hacía. En algunas ocasiones quería tirar con su pata algunas cosas que tuviera cerca. Binghe la frenaba a tiempo y la regañaba, pero Xiao Hua era un alma libre y simplemente seguía intentando arrojar cualquier cosa que llamara su atención.
—Sigue haciendo eso y te daré en adopción—regañó de nuevo Binghe, sacándole las cosas que tenía cerca.
—Eso le vienes diciendo desde que la encontramos y sigue viviendo con nosotros—dijo Shen Jiu, acercándose a él ya duchado, sin el lente de contacto y con algo suelto y cómodo para andar por casa.
Bueno, sí, siempre amenazaba igual a Xiao Hua. De haberla querido dar lo hubiera hecho hace mucho tiempo y no la hubiera criado durante cuatro años.
—Creo que puede llegar a necesitar un hermano—comentó dejando que la fruta caramelizada se enfriara—. ¿Qué dices? ¿Le damos uno?
—No, sufrí demasiado con Xiao Hua como para tener otro pronto. Un parto no es trabajo fácil, Binghe—dijo Shen Jiu haciendo una mueca mientras se sentaba sobre la mesada de la cocina.
Xiao Hua caminó hacia él y refregó su cabecita contra su muslo. A-Jiu la acarició, sonriéndole dulcemente.
—Pero ya pasaron cuatro años, todavía podemos tener uno más—dijo Binghe, siguiéndole el juego.
A veces hacían esto, jugar de esta manera. Eran charlas estúpidas y realmente Binghe se hubiera aburrido de haberlas tenido con alguna mujer de su harén, pero Shen Jiu era diferente. Tal vez era porque actuaba como si no fuera una broma, a pesar de que ambos sabían que lo era.
—¿En verdad quieres otro? ¿Xiao Hua no es suficiente para ti?—A-Jiu tomó a la gata y se la mostró, Xiao Hua dejó su cuerpo flácido y miró a Binghe como si dijera: Sí, ¿no soy suficiente para ti?
—Lo es, pero creo que a ella le gustaría tener un hermano con quien jugar.
—No lo sé, ¿te gustaría?—Shen Jiu giró a Xiao Hua para que lo viera a él.
Ella solo lo miró, como diciéndole: ah, hagan lo que quieran.
—Tal vez así deje de ser tan mimada—comentó Binghe, comprobando si la fruta caramelizada al fin se había enfriado—. Y tal vez así no se sienta tan sola cuando nos vamos.
—Lo pensaré—suspiró Shen Jiu, acostando a Xiao Hua sobre sus piernas—. ¿Eso ya está? Tengo hambre.
—Mm, no sé.
Shen Jiu rodó los ojos y se acercó a él para darle un pequeño beso en los labios. Binghe sonrió victorioso y le alcanzó el plato con las frutas caramelizadas. Xiao Hua se levantó al instante, queriendo algo de la fruta del plato.
Binghe negó con la cabeza, yendo por una golosina apta para ella.
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Había días en que Binghe solo quería prender fuego a todos o cortarlos con XinMo, que permanecía en su hogar, guardada en un lugar donde no fuera fácil de hallar. Había ocasiones en donde parecía ser que todos sus empleados y las personas de otras empresas que iban a hablar con él solo querían molestarlo. Estaba seguro que si no fuera por los lentes de contacto, todos se hubieran asustado ya al ver sus ojos rojos. Con suerte pudo evitar que el sigilo en su frente se iluminara. Definitivamente quería matar a todos, volver a casa y quedarse entre los brazos de Shen Jiu hasta que su malhumor pasara.
Había días en que trabajar en la empresa era lo más tedioso e insoportable del mundo. Binghe lo odiaba, lo odiaba demasiado. En especial porque no tenía demasiado tiempo como para llamar a su esposo y hablar un rato con él para aminorar el malestar. Su único momento medianamente bueno fue cuando Xie Lian fue a visitarlo para comentarle que su Hong Hong-er había aceptado el préstamo que le pidió y que estaría esperando en el banco para verlo y hablar del asunto mejor en persona. Era una buena noticia y lo mejor fue el mensajero que se lo llevó. Xie Lian conservó hasta hoy la dulzura y amabilidad que le conoció hace años. Hong Hong-er, bueno...él seguía siendo tan feroz como siempre, protegiendo a Xie Lian de todo y todos. No entendía cómo un engendro como él consiguió enamorar a un alma pura como el pequeño Lian.
Después de eso, solo tuvo reuniones de mierda. La peor fue cuando Liu Qingge fue a buscarlo para decirle que su esposo, que era conocido por los medios públicos como su jefe soltero, lo esperaba para tener una reunión ese fin de semana para solucionar algo que Binghe no quiso escuchar. Ya estaba lo suficientemente harto como para no escuchar nada más. Lo único que le respondió a Qingge fue:
—Dile a mi secretaria todo lo que deba saber sobre la visita de Yue.
Y luego de marchó a su oficina, donde lo esperaba una pila de papeles que hubiera preferido arrojar por la ventana. Si no fueran importantes, seguramente lo hubiera hecho.
Sin embargo, no solo la pila de papeles fue su mayor fastidio. Ese día tuvo la visita de Mobei-jun, quien le comunicaba que el reino demoniaco había comenzado a dar problemas de nuevo y que debía ir con él a frenar a los rebeldes. Con el humor de mierda que cargaba, Binghe tardó una hora en calmar las revueltas. Cuando volvió a la empresa, la pila de papeles seguía ahí y retrasaron su llegada a casa.
Ya pasaban de las ocho cuando llegó y en lo único que podía pensar era en abrazar a su esposo y ser feliz por un momento. Luego de tanta mierda en el día, al menos se lo merecía.
—Llegué—anunció con tal cansancio que incluso Shen Jiu sabría, sin verlo, que su día fue una mierda.
Dio un paso para ir a los sillones y arrojarse ahí cuando detectó algo aproximándose. Era una bola negra y peluda, que parecía dar pequeños brinquitos. Era una cosa pequeña, más pequeña que su zapato, que movía su pequeña colita, enterrada entre mucho pelo negro, mientras corría feliz hacia él. Binghe sonrió y se acuclilló, viendo a la pequeña criatura olerle los pies mientras seguía moviendo la cola.
—Tarde. Xiao Mei**** lleva horas esperándote—dijo Shen Jiu apareciendo desde la cocina.
Xiao Hua caminaba majestuosa a su lado, viendo con indiferencia al pequeño perrito que olía mientras rodeaba a Binghe.
—¿Xiao Mei?—rio tomando al perrito con una sola mano.
Xiao Mei movió la cola y le lamió la cara. Movía tanto la cola que Binghe temía que saliera volando en cualquier momento.
—Sí, creí que era apropiado para él—se acercó y dejó un pequeño beso en los labios de Binghe como saludo, Xiao Mei le lamió la cara a A-Jiu—. Es tan cariñoso como tú. Creo que se parecen bastante. Se van a llevar bien.
Xiao Mei resultó ser una bola de pelos negras que parecía tener una reserva inagotable de energía. En cuanto volvió a estar en el suelo, persiguió a Xiao Hua y corrió a su alrededor, moviendo su colita con emoción. Xiao Hua lo ignoró y cuando ya no pudo hacerlo más, porque el pequeño cachorro no dejaba de acercarse a ella con energía renovada, le puso su pata en la cabeza e hizo que tocara el suelo. Lejos de asustarlo, Xiao Mei siguió moviendo la cola feliz.
Se iban a llevar bien, de eso estaba seguro Binghe.
Luego de una deliciosa cena que Shen Jiu hizo, ambos fueron al patio seguidos por Xiao Hua y Xiao Mei, quien no dejaba de perseguir a la pobre gata, quien se trepaba a los lugares más altos para evitar que el pequeño cachorro la alcanzara.
Binghe se sentó en el enorme sillón que tenían en el patio, rodeado de bambúes. Shen Jiu se sentó entre sus piernas, apoyado en su pecho mientras ambos conversaban sobre lo que hicieron en el día o sobre cualquier cosa que tuvieran en mente. Mientras conversaban, Binghe acarició el cabello de su esposo, ahora más corto que en antaño, pero igual de suave. Shen Jiu acariciaba distraídamente la mano de su pareja que estaba en su vientre, mientras le contaba sobre una nueva idea que una de sus empleadas había tenido.
Conversaron por un par de horas, hasta que se hizo la hora para ir a dormir. Para eso, Binghe cargó a Shen Jiu en sus brazos, mientras le contaba sobre la reunión que tendría ese fin de semana con Yue. Su pareja lo escuchó, apoyado en su hombro y bostezando. Era tarde y ambos estaban cansados, realmente lo único que querían era dormir.
A-Jiu no tardó demasiado en dormirse, ya con su pijama puesto y arropado. Binghe, a su lado, se quedó observando a su esposo mientras corría de su rostro los mechones que se escapaban. A veces le resultaba increíble como este hermoso e inteligente hombre había aceptado casarse con él, más aún, enamorarse de él. En ocasiones no se sentía digno de tener su amor, de poder tener la oportunidad de abrazarlo, de besarlo, de hacerle el amor. Un hombre tan maravilloso, ¿se merecía tenerlo?
Era entonces cuando Shen Jiu le recalcaba que a pesar de todo, era un hombre que cometió muchos errores. Que se equivocó mil veces con él y que si se amaban ahora era porque habían aprendido de sus errores y decidieron crecer juntos. Shen Jiu, al igual que Binghe, había cometido muchos errores y también solía sentirse indigno de su amor. Sin embargo, solo bastaba una mirada cargada de cariño o un apretón de mano, mientras hablaban de cualquier otra cosa, para que dejara esos pensamientos estúpidos de lado y continuara con su vida.
Era una relación hermosa y, como cualquier otra relación, había problemas. Muchas veces estaban en desacuerdo con las cosas, muchas veces discutían. Pero aprendieron a hacerlo de manera diferente a como lo hubieran hecho en el pasado. Ya no había insultos, ya no había golpes. Solo charlas donde jamás se perdía el respeto al otro, incluso si estaban fuertemente en desacuerdo con una decisión. Hablaban y hablaban, hasta que se llegaba a un acuerdo. Y entonces, seguían adelante, juntos, sin soltar sus manos. Oliendo todavía el bambú y el té verde, la miel, el caramelo y el azúcar.
Binghe sonrió, dejó un suave beso en la frente de A-Jiu y se quitó el collar con la lágrima verde. Estirándose, la dejó sobre la mesita de noche, donde descansaba el collar de Shen Jiu con el jade rojo. Su esposo se removió cuando lo abrazó para dormir, pero no despertó, solo se acomodó más contra su pecho.
Acarició el cabello de su pareja y suspiró enamorado. Olía a bambú y té verde. Un olor que no cambió nunca en todos estos años que estuvieron juntos. Un olor que sentiría por la eternidad.
Eternidad.
Realmente, una eternidad a su lado era una bendición.
FIN
*Un juego de palabras con el nombre de Hualing. El Sha de Sha Hualing es este: 沙 (shā) y significa arena. Lo que haría en sí Shen Jiu es usar este otro como apellido de Hualing para burlarse de ella: 傻 (shǎ) que significa tonto, estúpido. Por eso Tonta HuaLing.
** Irónico porque Luo dice que Shen Jiu, el señor Wang, no quería hacerse el rey pero el apellido falso que adoptó Shen Jiu, Wáng (王), significa rey también, además de ser un apellido.
*** Xiǎo Huā (小花): Pequeña Flor.
**** Xiǎo Méi (小煤): Pequeño Carbón.
Datos que quedaron afuera del fanfic porque no tenía manera de agregarlos:
*La verdadera razón por la que Shen Jiu no quería que Binghe leyera sus poemas era porque le daba vergüenza, no solo por falta de confianza. Incluso cuando sentía que podía confiar en Binghe, se negaba a mostrarle sus poemas por vergüenza. Pero Binghe los descubrió un día y los leyó. Fue el peor día para Shen Jiu, que no quiso verlo por horas.
*Shen Jiu hizo más pinturas y Binghe las guardó todas, incluso en la modernidad las sigue manteniendo.
*Shen Jiu se dio cuenta de que Binghe estaba enamorado de él por la forma en que lo miraba.
*Shen Jiu estuvo pensando durante meses antes de aceptar tener sexo con Binghe. Si bien había logrado superar lo ocurrido con Qiu Jianluo hacía años, no quería arruinar el momento con algún miedo repentino así que se preparó mentalmente durante esos meses para poder disfrutar plenamente con Binghe.
*La secta Cang Qiong con el tiempo dejó de ser una secta de cultivo y pasó a ser una escuela marcial, ayudando a los niños de recursos bajos para que pudieran salir adelante.
*Liu Qingge y Yue Qingyuan sí están casados. Se casaron doscientos años después que el Bingjiu. Su historia fue lenta, principalmente porque los dos tardaron en reconocer que estaban enamorados.
*Alguna de las niñas murieron durante esos siglos y no llegaron a la modernidad en la que vive el Bingjiu. Shen Jiu sufrió mucho por esto porque las consideraba sus hijas.
*Xiao Hua y Xiao Mei son la representacion del bingjiu. Xiao Mei es el bingpup y Xiao Hua es la version gato blanco de Shen.
*La lágrima verde del collar de Binghe la consiguió Shen Jiu durante su viaje de once años, junto con tantas otras cosas. Solo la guardó para el momento indicado.
*El Jade de Guanyin sigue siendo un accesorio que ambos conservan. Durante la época en que cultivaban, lo usaban atado a la cintura a pesar de que no es mencionado. En la modernidad, lo tienen guardado en un lugar seguro para no perderlo y solo usan los collares.
*Todos aquellos que llegaron a la época moderna conservan su cultivo y sus espadas, solo que ahora no pueden usarlas. Salvo Binghe en el reino demoniaco.
*Algunos demonios suelen escapar, pero en esta era moderna muchos de los hijos de Binghe, así como de cultivadores que quedaron de Cang Qiong, se encargan de cazarlos en secreto, recibiendo un pago a sus cuentas bancarias de una pequeña empresa. Dicha empresa no tan conocida está a nombre de Yue Qingyuan y Shen Jiu, pero recibe donaciones de otras personas como Qingge, Binghe o incluso Hua Cheng y Xie Lian.
Y aqui ya doy por finalizado este fanfic. La verdad me hizo muy feliz poder escribirlo porque en verdad me encanta esta pareja y había leído demasiados fanfics de ellos. Muchos y la mayoría tienen algo tóxico o demasiado turbio que me dejaba pensando: ¿por qué ellos no pueden amarse sanamente? Claro, porque seguro necesitarían psicologos antes. Pero consideré que pudieran psicoanalizarse ellos mismos, nadie mejor que uno mismo sabe qué le molesta o no...La mayoria de las veces. Así que bueno, consideré que hicieran eso y buscaran cambiar poco a poco para llegar a ser esta linda pareja.
En septiembre empezaré a subir un nuevo fic Bingjiu llamado Sistema de Redención del Villano Escoria aunque será más largo: tendrá 54 capítulos (si la memoria no me falla) y 16-17 extras. Habrá muchos personajes originales y muchos personajes cambiarán algunas partes de su personalidad porque...bueno, porque es mi fanfic basicamente jajajaja
Espero verlos ahí :D Besos!!!
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