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Capítulo 81.


─┈ꗃ ▓▒ ❪ act five ― chapter six ❫ ▒▓



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ADAPTARSE A UNA NUEVA CIUDAD no era sencillo. Ni el idioma, ni las costumbres, ni la gastronomía. Estaba siendo complicado para Agatha. Las clases no tanto, pues cursaba la carrera en su inglés natal, por lo que no le preocupaba tanto. Pero era extraño estar tan lejos de casa y no echarlo tanto de menos como pensó que pasaría.

Quizás se debía a que los primeros días en Florencia estaban siendo un caos. Recientemente comenzó las clases, de manera oficial, el día de ayer. Pero organizó la mudanza para tener unos días libres (casi una semana, sin exagerar) para ordenar todo y tener una buena adaptación. Lógicamente, no todo fue tan sencillo. No conocer a nadie, a excepción de su familia, pero eso cambiaría cuando empezase oficialmente la universidad el próximo día.

Durante la noche no durmió tan bien como le hubiese gustado pero cuando los rayos de sol se colaron por el enorme ventanal de su ático dúplex en el centro de Florencia, Agatha finalmente se despertó. Como de costumbre, realizó su rutina diaria y se vistió, lista para ir a la universidad. Aprovechó para desayunar alguna cosa pero, decidió que tomaría un café de camino a la facultad.

Caminar siempre le había gustado mucho y sí, tendría los coches pronto con ella, pero disfrutaba de ir andando a los sitios. No por hacer ejercicio como se pensaba Alison Uley en un principio, sino porque le ayudaba a desconectar de todos mientras se sumergía en la música que escuchaba a través de sus audífonos de última generación. Así pues, con el bolso colgando de su hombro, la americana emprendió camino hacia su nuevo centro de estudios, encontrándose con una cafetería hermosa que rápidamente hizo una foto para acordarse... tenía muchos números de convertirse en su lugar de estudio cuando los exámenes llegasen.

— ¿Vas a estudiar en la universidad de Florencia y no nos contaste nada? —preguntó una voz femenina a sus espaldas, pero una voz que se le hacía conocida.

La Zorkin se giró, encontrándose con una persona que conocía bastante bien. De baja estatura y cabellos rubios como el sol, siempre recogidos en un moño. Esos ojos de color rojo que indicaban que seguía una dieta de sangre humana, con ese toque diabólico que provocaba miedo si no la conocías.

— ¡Jane! ¿A caso quieres matarme de un infarto? —exclamó Agatha, llevando una mano a su pecho, en una falsa actuación, exagerando como solo ella sabía hacerlo.

—No puede darte un infarto, mamá pato —bromeó la vampiresa, permitiéndose el lujo de dejar de lado esa faceta aterradora, abrazando a la híbrida.

—Tenía que llamar antes, lo sé... pero entre la mudanza, el viaje aquí y la adaptación... está siendo complicado para mí —murmuró la loba, encogiéndose ligeramente de hombros—. Por suerte, no me he mudado sola, aunque si tengo mi propio ático dúplex en el centro de la ciudad.

La Vulturi arqueó una ceja aunque, viendo la sonrisa de enamorada de la contraria, rodó los ojos, exasperada. Lo comprendió al instante, sin necesidad de preguntar a quién se refería.

—Cuando llegue el fin de semana, ven a visitarnos. Los reyes te esperan.

—Hasta el sábado, patito. Cuídate, y no les digas a los demás que me has visto por aquí —pidió, poniendo su mejor puchero, divertida—. Que sea una sorpresa, un secreto entre las dos hasta que llegue el día de mi visita.

Negando con la cabeza, Jane desapareció a velocidad vampírica para encontrarse, de nuevo, con su hermano Alec, que la esperaba en una de las tiendas de moda que tanto le gustaban a Chelsea. Como ésta última estaba de misión, les había pedido personalmente si podían ir a buscarle un pedido que recién había llegado para ella.


( . . . )


La primera semana de clases finalizó con la asignatura de Anatomía, de primer año. Tres largas horas escuchando hablar al profesor, leyendo diapositivas como si aquello no pudiera hacerlo en la cafetería, en una biblioteca perdida en el casco antiguo de la ciudad o, simplemente, en su casa. Finalmente, llegó a su fin.

Agatha resopló, estaba agotada mentalmente hablando después de tantas horas prestando atención y tomando apuntes que, como de costumbre, la próxima semana pasaría a limpio y complementaría con los manuales que los profesores les habían enviado para imprimirlos. Primero pensó en hacerlo durante el fin de semana y así aprovecharlo, pero luego pensó en el viaje exprés a Volterra que iba a realizar, marchándose esa misma tarde en su coche. Guardó sus pertenencias, junto al nuevo ordenador portátil que se había comprado en una tienda de electrónica justo antes de empezar el curso, y salió del aula junto a un par de chicas con las que había entablado conversaciones a lo largo de la semana.

—Estaré fuera el fin de semana pero, ¿nos vemos el lunes para comer? —preguntó a ambas una vez llegaron al estacionamiento de la facultad—. El primer día encontré una cafetería viniendo hacia la facultad que me enamoró.

— ¡Claro! Lo vamos hablando —respondió Clarisse—. ¿Violette? ¿Te vienes?

La rubia miró a ambas, dubitativa. Se suponía que ella venía a estudiar y nada más, para ser una neurocirujana de renombre en unos años. Pero, a su vez, era una joven de dieciocho años cumplidos unos meses atrás que también se merecía vivir la vida un poco, ahora que se había independizado.

—S-sí, claro... —aunque no sonó muy convencida, al ver las sonrisas triunfantes de las dos chicas, finalmente se le pegó el entusiasmo.


Agatha se despidió con la mano y entró a su coche, dirigiéndose de vuelta a casa. Normalmente no iba en coche a la facultad, pero había hecho una excepción aprovechando que rellenó el depósito de gasolina para poder partir a media tarde. Condujo con tranquilidad mientras escuchaba música en francés, para ser más exactos la perfecta voz de Edith Piaf.

Por su mente pasó de nuevo la última conversación con las chicas. Ella llegó con el miedo de no conocer a nadie y tener que abrirse nuevamente a nuevas amistades y, sin pensarlo, conoció a Clarisse y a Violette, con quien congenió con facilidad desde el primer momento.

Clarisse era una chica de orígenes belgas que había crecido en Bruselas. Era la mediana de tres hermanos, siendo Jacques el mayor y Vivianne la menor. De cabellos rubios como el sol y ojos azules, estaba siguiendo los pasos que su padre una vez hizo. Era un reconocido doctor belga, especializado en cardiología. Sin embargo, todavía no tenía clara la especialización que haría dentro de seis años, una vez finalizase la carrera y realizase el examen del MIR.

En cambio, Violette era francesa. La más bajita de las tres y de melena castaña, tenía un carácter muy tranquilo pero que, si la molestabas, podía causar terror realmente. No se había abierto demasiado ante ellas pero Agatha pensaba que ocultaba algo. Como si supiera más de lo que dice pero que, por miedo o por cualquier otra cosa, lo mantenía oculto en su interior. Si era cierto que el primer día notó un aura extraña que la rodeaba, no pensaba que fuese nada malo... sino que fue una equivocación por parte de la loba.

Llegó a casa en cuestión de diez minutos, aparcando el coche justo delante del edificio donde vivía. Revisó su teléfono mientras subía por las escaleras. Porque sí, había adquirido ese hábito desde que había llegado, aun cuando eran bastantes pisos —siete, para ser más exactos—, puesto que no podía hacer deporte con regularidad, a diferencia de su rutina en Forks.


( . . . )


Cuando las cinco de la tarde llegaron, decidió poner rumbo a Volterra. No tenía mucho trayecto hasta el castillo de la realeza vampírica —auto dominándose así tres mil años atrás, en realidad—, por lo que llegaría antes de la cena.

Aggie:

Voy a ir a Volterra, no os preocupéis.

Os amoooo 💛


Les mandó el mensaje al grupo que tenía con Edward y Jasper para cuando hablaban a diario si no podían verse. Prefirió decírselo justo antes de partir para que no pudieran retenerla como cada vez que lo mencionaba, por lo que no llegaron a tiempo a buscarla cuando leyeron el mensaje, puesto que Agatha Zorkin ya se encontraba en medio de la autopista de camino a la ciudad.

Las canciones sonaban una tras otra, siendo cantadas a todo pulmón por la loba. Casi todas eran de Taylor Swift pero es que realmente amaba con todo su corazón a la artista. Tenía un tema para cada situación de la vida, incluso más de uno, podría decirse. Era como si estuviera destinada a escribir canciones sobre la vida misma y sobre las situaciones que los humanos pasan a lo largo de su vida. Lo mismo le pasaba con One Direction. Le gustaba la banda como tal, le encantaban las canciones, pero siempre terminaba llorando cuando las baladas sonaban y se sentía tan identificada.

Redujo la velocidad cuando alcanzó la entrada a Volterra, pero aumentaron las ganas por volver a estar en el lugar que la vio renacer. Desde que había volado de vuelta a Forks tras la transformación, solo había llamado una vez cuando el asunto de los neófitos, encontrándose ahí con los cuatro miembros más importantes de la guardia (Félix, Jane, Alec y Demetri), pero, desde eso, no había tenido tiempo ni nada importante que contarles, como para llamar.

Entró por el puente levadizo del castillo una vez condujo por la colina, hasta llegar a la cima, donde el majestuoso castillo de Volterra se alzaba desde hacía milenios. Aparcó su precioso automóvil cerca de la entrada, para después seguir andando.

No sabía la razón, pero estaba nerviosa. No tenía motivos para estarlo, ¿no? Entonces, no entendía ese nerviosismo repentino que le había dado. Era como si estuviese teniendo una corazonada, como si todo no estuviese siendo tan tranquilo como ella había presentido en las últimas semanas.


— ¡Afton! —Exclamó cuando vio al vampiro, pasando de largo de las comidas, a donde había hecho una parada técnica para robar un cupcake—. ¿Sabes si Jane se encuentra en la sala de entrenamientos?

— ¡Aggie! ¿Qué haces tú aquí? —preguntó, sorprendido, mientras se acercaba a la híbrida para abrazarla—. Y sí, la guardia se encuentra entrenando ahora mismo... han doblado e intensificado los entrenamientos desde.... ¡Olvida todo esto! Sí, se encuentra ahí.


Pero se calló, como si hubiese hablado de más. Por ello, desapareció a velocidad vampírica, dejándola sola en mitad del pasillo. La Zorkin frunció el ceño y empezó a comprender la corazonada, ese nerviosismo que tenía desde que había llegado al castillo.

Algo iba mal, y nadie le había contado nada. Por eso Jasper ni Edward habían dado señales de vida presencialmente durante esa semana. Por eso no contestaban sus llamadas Alice ni Emmett. Algo le decía que el clan Cullen estaba al corriente de lo que sucedía entre la comunidad vampírica y no le habían dicho palabra alguna, ya fuese por protección o porque deseaban que disfrutase de la etapa universitaria como si fuese una humana corriente.

"Ja. Soy un híbrido" se burló internamente, siguiendo con la caminata hasta el tercer piso del castillo, habiendo pasado por delante del salón de los tronos. Estuvo tentada en entrar pero, primero quería ver a sus amistades. Tenían mucho que contar y no se iban a salvar. Aceleró su paso para no ser vista, intentando pasar desaparecida pero el ruido que causaban sus tacones al repicar contra el suelo de piedra fría, era prácticamente imposible teniendo en cuenta que únicamente habitaban vampiros en Volterra.

Sin embargo, consiguió llegar a la sala de entrenamientos sin ser vista. Y entró, con los brazos cruzados sobre el pecho y el ceño fruncido.

Oh, oh. Agatha Zorkin estaba enfadada. Ella no toleraba las mentiras, no las permitía en su vida.

—Quiero una explicación, ahora mismo —exigió.



* * 

n/a. nueva actualización, nuevo capítulo. ¿qué os pareció? ya mismo entramos en el drama del último acto y se viene la acción, para después dar el final. Creo que, tal y como pensé, quizá sí terminaré la novela al finalizar el año, como mucho a principios de 2025 estará terminada.

POR CIERTO. ¡Estoy actualizando ALETHEIA a la par que este fic! Todos los miércoles habrá un nuevo capítulo. Finalmente será un fic de Jacob x fem! oc x Edward


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