Capítulo 76. Especial cita.
─┈ꗃ ▓▒ ❪ act five ― chapter one. ❫ ▒▓
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HABÍAN PASADO UNOS DÍAS DESDE que la pelea con los neófitos terminó. Al terminar, Agatha lo primero y único que hizo fue dirigirse a la reserva, donde esperó por Carlisle delante de la casa de los Black para ayudar a Jacob. La híbrida sentía el dolor de su hermano, así como todos los miembros de la manada. Era complicado ignorarlo y solo de pensar en el dolor que sentía el propio Jacob, hizo que Aggie se estremeciera. Se quedó junto a su hermano menor hasta que empezó a sanar, cuando se aseguró que estaba bien fue cuando decidió marcharse.
Pero, si volvemos a la actualidad, la Zorkin se encontraba sentada en uno de los sofás de la casa de los Cullen. Pensativa como pocas veces la habían visto, tenía sus piernas cruzadas como si de un indio se tratase, en la posición flor de loto como cuando acudía a sus clases de yoga. Había decidido restaurar, de principio a fin, la casa de su madre, donde había crecido. Y tenía claro que Esme iba a ser la decoradora, pero para ello tenía que acceder a la casa, teniendo así una idea clara de la disposición de cada rincón. Sin embargo, los Cullen tenían prohibido cruzar la línea —invisible— del tratado, por lo que estaba siendo más complicado de lo que parecían a simple vista. Además, ya lo había hablado con el Consejo pero tenían que deliberar.
—Aggie, te doy veinte dólares por tus pensamientos —canturreó Emmett, saltando por encima del sofá y sentándose a su lado—. ¿Juegas una partida? —señaló los mandos de la consola.
—Estoy esperando al perdedor de Eddie —porque sí, la de ascendencia rusa seguía burlándose de su impronta como si no importase nada— y a Jazz. Pero si quieres te cuento lo que pensaba, aunque primero quiero mis veinte dólares —se burló, nuevamente, sacándole la lengua.
A regañadientes, el vampiro se los dio, tras sacarlos de la cartera.
"Ya le pediré más dinero a Esme" pensó el mayor, casi riéndose de sí mismo por sus ocurrencias.
—Quiero reformar la casa donde crecí —murmuró la híbrida, poniéndose de pie—. Y quería que Esme fuese la decoradora, obviamente le pagaré. Pero no podéis cruzar la línea del tratado, así que hablé con el Consejo ayer y expuse el caso.
Fue entonces cuando el resto de la familia fue apareciendo por el salón, sintiendo las miradas de Rosalie y Alice en su nuca.
—Están deliberando y yo esperando una respuesta, pero se están tardando demasiado aun si sigo pensando que es absurdo no poder cruzar el límite —resopló la morocha, blanqueando los ojos por unos segundos, antes de notar como un par de brazos tiraban de ella—. ¡AHHH!
Gritó exagerando como si fuesen a secuestrarla, para después ver a las dos muchachas obsesionadas por la moda llevándosela hacia el primer piso de la casa. Agatha respiró tranquila cuando por fin se pudo sentar en el taburete del tocador de Rosalie, antes de mirar horrorizada a ambas.
— ¿Qué pasa ahora? —preguntó, con el ceño fruncido, sin entender.
— ¡Vamos a prepararte para la cita! —exclamó, pegando un chillido, Alice, muy emocionada—. Créeme que lo he visto y todo va a ser maravilloso.
Se dejó hacer, sabiendo que sería inútil intentar replicar ante sus exigencias. Entonces, simplemente se relajó. Las manos de Rosalie eran como si se tratasen del mejor masaje, pasándolas por su larga melena azabache. La peinó y maquilló, pero todo muy natural. Casi parecía ella misma, la de todos los días, pero con ese toque que resaltaba sus facciones. La híbrida sonrió ante el resultado, depositando un beso en la mejilla de su mamá osa.
— ¡Ponte esto! —habló Alice, dando saltitos.
La menor de las presentes asintió, observándolo con cautela. Al menos, parecía algo simple pero dentro de su zona de confort. Su outfit se basó en una camiseta básica blanca, que le llegaba un poco más arriba del ombligo, junto a unos pantalones de estilo pijama azules. Optó por coger unas zapatillas blancas de Rosalie. Las dos vampiras aplaudieron.
Su cabello caía en forma de cascada, con ondas no muy marcadas, hasta llegar a su cintura.
—Préstame tus gafas de sol negras de Prada, mamá Rose —pidió, con una pequeña sonrisa.
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* * * *
Sin saber cómo lo supieron, ambos vampiros la llevaron una feria que había a las afueras de Seattle. Agatha amaba las ferias. Cuando ella era pequeña, su tía Allison siempre la llevaba con Sam cuando la ponían a las afueras de Forks. Sin embargo y por razones que se escapaban de su lógica, al poco tiempo de fallecer su madre, dejaron de ir. Y realmente extrañaba eso, por mucho que hubiesen crecido y ya no fuesen niños pequeños que correteaban por todas partes queriéndose subir a las atracciones de los mayores.
—No sé cómo habéis descubierto que me encantan las ferias, las paradas de food trucks y las atracciones pero... gracias —murmuró Agatha, una vez se unieron a la cola que tenían delante para subirse a una de las montañas rusas—. Habéis conseguido que despeje mi mente por unas horas.
La joven, sin importarle lo que pudiera decir la gente sobre ellos, no dudó en besar los labios de cada vampiro, ignorando las miradas feas que algunas personas le mandaban. ¿A quién le importaba que estuviera saliendo con los dos? La única opinión que importaba era la suya propia, la de los demás está de más.
—Le preguntamos a... Sam —comentó Edward, rascándose la nuca, como si se avergonzase de admitirlo—. No fue muy amable que digamos, solo faltaba que se uniese toda la manada a gruñirnos. Pero queríamos que fuese especial, una tarde diferente entre tanta monotonía.
—Sabemos que estás estresada con la reforma, así como las emociones que sientes y desprendes son muy fuertes —habló Jasper, acariciando la mejilla de la menor—. También sabemos que estás pendiente de la universidad y te preocupas por tu padre, que sigue buscando a Isabella.
La loba soltó un suspiro. Era cierto. Había olvidado que Isabella Swan había desaparecido. Según lo que le contó Charlie, había encontrado una carta en el recibidor cuando volvió a la casa tras la batalla con los neófitos, que se había estado quedando junto a Billy por su protección. En dicha carta, le decía que había sido aceptada en la universidad de Seattle —lo cual era extraño, porque los correos de aceptación se mandarían en los próximos días— y que había encontrado un trabajo a tiempo parcial que la ayudaría a pagar el apartamento y los estudios, junto al fondo que sus padres habían preparado desde siempre y lo que tenía ahorrado. No obstante, Charlie Swan estaba preocupado, pues sabía que estaba mintiendo. Por eso había organizado una búsqueda. Pero no aparecía.
La cola fue avanzando y, poco a poco, fueron alcanzando los asientos que les tocaron según su posición en la cola. Por suerte, en cada línea había cuatro asientos, por lo que la fémina se sentó entre los dos vampiros, regalándoles su mejor sonrisa.
El tiempo de duración de la atracción no fue superior a tres o cuatro minutos, por lo que cuando se bajaron de ahí, Agatha les obligó a subir un par de veces más.
Edward tenía la sensación que, en cualquier momento, iba a vomitar de la impresión. A pesar que aquello no era posible al ser un vampiro. Más, no entendía cómo su pareja estaba tan bien, tan entera, como si no se hubiese montado tres veces seguidas en aquella montaña rusa del demonio. Pero se quedó para él mismo esos pensamientos.
Pasaron por algunas paradas de comida, aprovechando la única mujer para comer. Manzana caramelizada, algodón de azúcar y golosinas que, además, se llevó a casa.
Ella seguía siendo humana, por decirlo de algún modo, por lo que tuvieron que parar a descansar. Sus pies dolían un montón, de tanto caminar y subirse a las atracciones. Había disfrutado como una niña pequeña, recordando lo que tanto le gustaba en el pasado. Durante la tarde, había recordado a su madre. Llevaba tiempo sin pensar en ella detenidamente, pues lo sucesos que habían ido ocurriendo, uno tras otros, la habían mantenido ocupada.
—Mes amours... ¿creéis que mi madre estaría orgullosa de mí? —preguntó, en un tono casi inaudible, agachando la cabeza.
No sabía si quería escuchar una respuesta, pues tenía miedo de estar decepcionando a la persona que más quería y amaba en la vida.
—Llevo tiempo sin pensar en ella pero hoy... a ella le encantaba cuando yo era pequeña que fuera tan feliz. Y siempre fui feliz yendo a la feria —musitó—. Hoy me ha recordado a esos momentos, a pesar de no ser ella quien nos llevaba a Sam y a mí. Recordé a mi madre gracias a esta maravillosa tarde, pero también me da miedo haberla decepcionado. No haber tomado las decisiones correctas. No ser la persona que siempre quiso que fuera.
Jasper sentía las emociones de su alma gemela, que parecían estar a punto de colapsar. Tristeza. Decepción. Miedo. Insuficiencia. Terror. Pánico. Pero también felicidad. Cierta paz. Era difícil de describir las emociones que sentía, más, decidió que mandarle una ola de paz de tampoco la ayudaría.
Edward comprendió el sentimiento que aquella joven estaba teniendo. Él también pensaba en Elizabeth, su madre biológica, y le aterraba poder decepcionarla.
—Sé cómo te sientes —murmuró el cobrizo, llevando una mano al mentón de la muchacha, alzándolo para mirarla—. Pero créeme cuando te digo que ella estaría orgullosa de la hija que tiene, de la mujer en la que te has convertido. Eres increíble, Agatha Zorkin, y te mereces todo lo bueno del mundo.
—Que nadie te quite eso, porque lo mereces —finalizó el Hale.
* *
n/a. ¡empieza el último acto con un capítulo especial! este capítulo debí subirlo el domingo pero no supe cómo terminarlo, por lo que he decidido traeros una doble actualización hoy.
¿qué os ha parecido? ya les tocaba tener una cita a solas al trío calavera, ¿no créeis? o, por lo menos, tener tiempo para estar juntos.
creo que ha sido un buen capítulo, a pesar de haber tardado en escribirlo, porque se puede ver cómo son entre ellos tres; ya tocaba tener escenas que desarrollasen su relación, dejando de lado el plot del fic.
¡respecto a isabella! ¿qué créeis que ha pasado con ella? pronto se va a desvelar, jejejej, pero os dejo con la intriga por ahora.
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