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Capítulo 7.


─┈ꗃ ▓▒ ❪ act one ― chapter seven. ❫ ▒▓



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DOS DÍAS HABÍAN PASADO DESDE que había revelado sus nuevos planes a los Uley y Sam seguía sin volver a casa. Como si hubiera desaparecido. Y sabía que no eran cosas de chicos, como había dicho Allison. Sabía que le escondían algo, por la razón que fuese, e iba a descubrirlo.

Nunca habían tenido secretos entre ellos. Incluso, algunos de sus mayores secretos tampoco se los había contado a Paul; únicamente a Sam, a su hermano. O la persona que consideraba su hermano, ya no tenía muy claro nada. De entre todo eso, había algo muy raro. Pues Paul desapareció justo esa misma mañana, llamando más la atención de Agatha.

Repasó mentalmente sus últimos encuentros con el Uley. Dejando de lado el encontronazo, donde la gritó sin razón alguna (bajo su punto de vista, en realidad), recordó como unos días antes también le había notado más susceptible. Con unos cambios de humor muy notorios y como si algo le preocupase, pues su mirada se veía fría, sin emoción alguna recorriendo su cuerpo. Además, si hablaba pensando en algo más físico, más allá de lo psicológico, también había presenciado un cambio en el chico. Si bien siempre había sido un chico de lo más musculoso, parecía que había estado haciendo ejercicio físico para mejorar su musculatura, haciendo que sus brazos y abdomen se vieran más tonificados de lo que una vez recordó.

Eran cosas muy específicas como para ser casualidad. Por ello, decidió meterse en la casa donde había pasado su infancia, en busca de información. Su madre siempre le había prohibido la entrada a un despacho, que era donde había pasado muchas horas la adulta cuando la niña estaba en el colegio. Antes no le hubiese echado un vistazo pero ahora, sabiendo que seguramente ocultaba algo ahí, decidió entrar. Aprovechando la tarde de un viernes que no tenía nada por hacer, entró, en su antigua casa, tras varios meses sin hacerlo.

Solitaria y sucia, quizás algún día debería animarse a limpiar un poco. Al cumplir la mayoría de edad, tenía pensado volver a vivir aquí, por lo que una limpieza a fondo no le vendría mal. Encendió las luces de la casa, cerrando la puerta de entrada con llave de nuevo para evitar tener visitas inesperadas e innecesarias, dirigiéndose hacia el segundo piso, donde se encontraba el despacho. Era la última puerta del pasillo, la cual siempre había visto cerrado y en la que nunca se había atrevido a entrar, desafiando a su difunta madre. Sin embargo, sintió una energía que la atraía hacia el despacho, como si lo que estaba buscando también la buscase a ella. Abrió la puerta con cautela, provocando que la vieja madera chirriase, causando un escalofrío en la joven Zorkin. Y entró.

La primera vez, quién sabía si la última, pero se sintió poderosa. Como si siempre hubiese estado destinada a estar ahí. Una pequeña estantería se encontraba al fondo, junto al gran ventanal que daba al balcón. No había muchos libros, pero a simple vista podía ver que trataban de historia y leyenda local, algunos más antiguos que otros. También había uno sobre sus ancestros, los Zorkin que vivieron en Rusia durante tantos siglos.


—Pocos libros pero, ¿cómo sabré cuál es el adecuado? —musitó, en un tono casi inaudible, mientras pasaba su índice por todos y cada uno de ellos.

Como si de una corazonada se tratase, tiró de uno de los más antiguos que había. El lomo, así como la portada, era de cuerno, negro, con un título en plateado: Quileute. ¿Leyendas o realidad? Frunció levemente el ceño, había escuchado esa palabra anteriormente. También cogió el libro de sus antepasados, le gustaba saber sobre su familia materna y llevar el apellido con orgullo.

Salió de nuevo del despacho, cerrando la puerta detrás de ella, y bajó las escaleras de la casa, ahora deshabitada, para abandonarla de nuevo. Se sentó en el porche de ésta, que estaba bastante más limpio que el interior de la vivienda debido a que llevaba meses yendo a leer ahí, cuando necesitaba relajarse y estar sola. Dejó el libro familiar de lado, junto a su bolso, y se sumergió en el otro libro, que no tardó en llamar su atención.


"Según la leyenda de Quileute, los guerreros espirituales fueron los primeros en pasar de humanos a lobos. La población Quileute siempre fue pequeña, pero nunca desaparecieron, ya que se creía que tenían magia en sus líneas de sangre.

Se establecieron en la Push y se convirtieron en pescadores y constructores de barcos. A medida que pasaba el tiempo, otros pueblos codiciaban su tierra y se movían contra ellos por ella.

La tribu era pequeña, no podían defenderse, así que tomaron sus barcos y abandonaron la tierra. En el mar, uno de ellos usó la magia para defender a su gente. Dicen que Kaheleha fue el primer jefe espiritual en la historia de los Quileute."

Agatha siguió pensando en esa leyenda. Realmente, no terminaba de recordar dónde le habían contado eso o quién había sido. Su cabeza iba a cien por hora, pero su mente no lograba recordarlo con exactitud. Debió ser cuando todavía era una niña y se juntaban todos los niños alrededor de la hoguera, a escuchar las historias de los lobos que tanto solían gustar a su hermano y a Paul. Sin embargo, antes de seguir pensando en eso, prosiguió con la lectura.

"Las generaciones pasaron y el último de los grandes jefes espirituales fue Taha Aki. Era un hombre de paz y muy sabio. Sin embargo, a pesar que dejaron de usar la magia que llevaban en la sangre tiempo atrás, Utlapa creía que sí deberían usarla para expandir su control, para que pudieran construir un imperio. Se sabe que cuando los guerreros espirituales abandonan su cuerpo, sus mentes siguen conectadas entre sí. A Taha Aki no le gustaron las ideas de Utlapa, decidiendo que iba a ser expulsado de la tribu. 

[...] Taha Aki vigilaba y protegía a su gente, incluso cuando el peligro no existía. En una de esas vigilancias por el bosque, fue seguido por Utlapa, que tenía planeado matarlo. No obstante, ideó otro plan cuando Taha Aki abandonó su cuerpo. Utlapa dejó el suyo propio y tomó el cuerpo de Aki, matando al suyo propio. Taha Aki supo lo que estaba sucediendo cuando Utlapa se unió a él en el mundo espiritual. Corrió de regreso a su lugar sagrado, pero fue demasiado tarde. Él siguió su cuerpo hasta la tribu, donde observó, durante semanas, lo que hacía Utlapa haciéndose pasar por él. 

[...] Cuando Taha sintió celos de un lobo, que podía mantener su cuerpo sin dificultad, tuvo una idea que cambió el futuro de los Quileute. Le preguntó al animal si podía compartir su cuerpo con él y el lobo obedeció. Como un solo ser, lobo y hombre fueron a la aldea. Los humanos le temieron al lobo, gritando por ayuda a los guerreros. Los guerreros llegaron con lanzas en sus manos, pero se detuvieron sorprendidos de lo que estaba haciendo el lobo: éste se retiraba de los guerreros e intentaba gritar las canciones de su gente. Un viejo guerrero de nombre Yut, desobedeció las órdenes del falso jefe y abandonó su cuerpo, recogiendo la verdad en un instante y dio la bienvenida a Taha Aki. Al ver Utlapa lo que sucedió, rápidamente quiso acabar con Yut, pero éste no fue lo suficientemente rápido para volver a su cuerpo para avisar a los demás. Taha Aki observó cómo el espíritu de Yut abandonaba el mundo y regresaba al cuerpo del lobo sintiendo una gran rabia. El lobo se estremeció y se transformó en un hombre ante los ojos de los guerreros. El hombre no se parecía al cuerpo de Taha Aki, sino a su espíritu, que reconocieron al instante. Al morir Utlapa, se prohibieron los viajes espirituales y desde entonces, fue conocido como El Gran Lobo."


Avanzó varias páginas pensando en las leyendas Quileute de nuevo, llegando a su mente un viejo recuerdo que parecía haber olvidado. Vio a una pequeña Agatha de no más de seis años, sentada alrededor de la hoguera, tapándose la cara y los oídos porque tenía miedo. Escuchaban las historias de los Quileute... explicadas por Billy Black. ¡Era él! Fue Billy quien les contó todo aquello de pequeños. Ahora lo recordaba y sabía que no eran solo leyendas como les hicieron creer.

"Los metamorfos, a veces confundidos con los licántropos, son descendientes de los antiguos espíritus guerreros de los Quileute. La historia dice que el primer metamorfo que habitó en la Push fue Taha Aki, quien engendró a muchos niños y descubrió que sus hijos, a partir de cierta edad, también podían transformarse en lobos.

Signos de transformación inminente:

Si el miembro de la tribu cumple con las condiciones para la transformación, atravesará por ciertos cambios físicos y psicológicos. Sufrirá una racha de notable crecimiento, que afectará a su altura y musculatura. Experimentará una elevación de la temperatura corporal tan drástica que un ser humano común sería incapaz de sobrevivir a ella. Comenzará a presentar drásticos cambios de humor y episodios breves y repentinos de un furor casi incontrolable. Cuando la transformación esté muy próxima, empezará a temblar y a agitarse durante esos furiosos momentos."


Las descripciones por fin resolvieron sus dudas; estaba convencida de que tanto Sam como Paul, sus repentinas desapariciones, se trataban de eso. Las familias Uley y Lahote eran descendientes de aquellos guerreros espirituales, por lo que llevaban el lobo interior. Pese a que saber esta información no sería suficiente para aceptar unas hipotéticas disculpas por haberla tratado tan mal y por haberla gritado sin razón, ahora entendía lo que estaba sucediendo y que, posiblemente, le habían escondido.

¿Para qué? No tenía ni idea, pero ahora ya era conocedora de la historia que albergaba en la Push, era suficiente por el momento.

Al ver como el sol se escondía entre las montañas, cerró el libro y lo metió en su bolso. Por el momento, sería su secreto. También guardó el libro familiar, dándose cuenta que había una carta dentro; una carta que leería más tarde.


Caminó hasta la casa de los Uley, pensando en todo lo leído esta tarde, sin darse cuenta que no era la única que iba para ahí. Los dos chicos, que consideraba sus hermanos, también lo hacían. Blanqueó los ojos, no se dejaría intimidar por dos idiotas sin remedio, acelerando el paso. No tenía intención alguna de hablar con ellos, ni siquiera había pensado que se cruzaría con ellos después de su desaparición repentina.

La mirada de ambos se puso en ella, quien les ignoró. Llegó primera, pero se hizo a un lado, ya que casi pisaban sus talones.

—Adelante, pasad —intentó sonar lo más amable posible, como si nada hubiese pasado, pero solamente salió un gruñido de su boca. Palabras acompañadas de un gruñido parecido al de un lobo.

—Abre, por favor —susurró el Uley, casi impidiendo que lo escuchara. La morena frunció el ceño, sin entender nada, pero lo hizo. Simplemente rodó los ojos, para después bufar.

—Si pensabais que esconderme algo serviría de algo, solo me hace ver que no me conocéis en absoluto —soltó, de manera muy fría, con una mirada tan oscura que realmente daba miedo—. Lobos Quileute.

La joven sonrió irónicamente, dejando estupefactos a los dos chicos, abriéndose paso hacia el interior de la casa. La melodiosa voz de Allison Uley le indicó que la cena estaba lista, pero ella no tenía hambre. Estaba cansada, física y mentalmente.

—Me voy a dormir, tía Allison —le dijo, aparentando que no sucedía nada—. Estoy cansada y no, no me pasa nada.

Tras besar la mejilla de la mayor y pedirle que le dijera a Joshua que estaba bien y solo quería dormir, subió hasta su habitación, contigua a la de su hermano.

Aquella noche sería el desencadenante de todo lo que se avecinaba. 



* *

n/a. u-uh, se viene drama con transformaciones y en en dos capítulos más, se desvelará la especie que es Agatha, jejeje. 

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