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Capítulo 69.


Maratón 4/5.


─┈ꗃ ▓▒ ❪ act four ― chapter six. ❫ ▒▓



────── ๑ ໒৩ ๑ ──────


TUVO QUE OCULTAR LOS PENSAMIENTOS cada vez que se transformaba, de modo que la manada no pudiera saber sobre los neófitos. No quería preocuparlos, y tampoco ponerles en riesgo. Ella no quería que se implicasen en algo tan turbio y donde podrían perder la vida, no se lo podría perdonar nunca si eso sucediese. Entonces, cuando patrullaba con alguno de los lobos, habiendo tenido patrullas incluso con Embry, Jacob y Quil, que fueron las primeras veces e incluso se sorprendieron de que ella formase parte de la manada, mantenía su mente cerrada, dejándoles ver solo esos pensamientos que ella quería.

Aquella noche se había concentrado toda la manada para seguir el olor que una sanguijuela había dejado cerca del bosque. Si bien reconocieron el olor como el de Victoria, a Agatha había algo que no le cuadraba en todo aquello. Confiaba que la vampiresa no aparecería por esos lares ni si dejaría ver, al menos no sin una intención de por medio, como si quisiera confundirles. Como si estuviese jugando con los Cullen para vengarse de la muerte de James.

Los lobos no tardaron en empezar a correr tras ella cuando apareció. Pero no fueron los únicos, al otro lado del bosque, en su parte del tratado, los Cullen también la perseguían. Si se hubiesen puesto de acuerdo y hubiesen acordado esa persecución, las cosas hubiesen sido más sencillas para todos. Sin inconvenientes ni accidentes. Victoria les confundía a todos, saltando de árbol en árbol, de un lado a otro del tratado. Eso fue lo que provocó que Emmett se colase en terrenos de la manada, por lo que estaba saltándose el tratado que tenían, y Paul no dudó en atacarle a él, aun cuando tenían un objetivo en común. Victoria.

Agatha volvió a su forma humana, con intención de separar a ambos. Estaba enfadada. Primero, con la manada por no haber sido prudentes. Segundo, con los Cullen por no haberla avisado de la llegada y aparición de Victoria en Forks. Y tercero, con Victoria por exponerse de aquella manera y por no haberle contestado ni los mensajes ni llamadas que le había estado mandando.


― ¡Basta los dos! ―gritó, con furia, la morocha, poniéndose en medio―. Tú ―señaló a Emmett, que se sintió regañado de igual manera que cuando lo hacía Esme al romperle sus jarrones favoritos o alguna ventana―. No puedes cruzar la línea del tratado, papá oso. Sabes que es obligación de la manada cazar a cualquier vampiro que lo cruce. ¡No puedes exponerte a una muerte así, por favor! ―le rogó, soltando un suspiro, y después dirigió su mirada a Paul, que realmente se veía arrepentido al ver el dolor en su mejor amiga―. Y Paulcín, por favor, con ellos no. Tenemos mucho que hablar, creo que es hora que los secretos salgan a la luz. Controla tu ira la próxima vez, por favor. ¿Por mí? ―le pidió, acariciándole por detrás de la oreja, para después depositar un beso en la frente del lobo―. ¡Ahora, los dos fuera de mi vista! No quiero veros más por hoy, sois peor que un niño pequeño cuando le dicen que no puede comer dulces.

Sintiéndose regañados por escasos minutos, Emmett fue el primero en desaparecer, saltando al otro lado del bosque, y Agatha se transformó, nuevamente, en su forma lobuna, acariciando a Paul con su hocico.

"Sé que es nuestra obligación, Paul. Gracias por haberte detenido cuando lo he pedido, aun cuando no tendrías por qué hacerlo. Y soy consciente de eso" pensó, proyectándolo en la mente de su amigo. "No te sientas regañado, te prometo que no fue por ti que exploté, precisamente. Emmett es como un crío y sé que es molesto a veces, pero solo querían atrapar a Victoria. ¡Ya me escucharán mañana por no haberme avisado! Malditos traidores..."


Llegaron a la casa de la manada, mejor dicho de Sam y Emily, una vez Agatha volvió a vestirse con un viejo chándal.

― ¿Sabéis las desapariciones de Seattle? Lo que corre por las noticias y periódicos desde hace varios días ―comenzó a hablar, dejando caer algunos periódicos que había recopilado en los últimos días, y que había dejado encima del mueble del recibidor―. Creemos que son neófitos, vampiros recién convertidos.

― ¿Hacía donde se dirigen? ―preguntó Sam, con ese tono autoritario de alfa, cosa que no le gustó nada, y lo hizo saber con una fulminante mirada―. Lo lamento, hermana. La costumbre.

―Lo supe cuando fui a hablar con los Cullen, debían saber sobre mi condición y todo lo que eso conlleva... por ahora, no tienen ninguna teoría. Lo único que pensaron es en ir a Seattle, acabar con ellos ―murmuró, apoyando sus manos sobre la mesa de madera, sabiendo que todas las miradas estaban puestas en ella―. Tan solo espero que no se redirijan hacia aquí, podría ser una catástrofe, una batalla letal de la que no saldríamos vivos.



( . . . )



La mañana siguiente llegó al recinto escolar a escasos minutos que empezase la primera clase. Se le habían pegado las sábanas, debido a que fue tarde a dormir y, además, el insomnio la atacó de nuevo, por lo que cuando mejor dormía, el despertador sonó y se enfadó. Dio media vuelta pero, con los gritos de Allison, no logró conciliar el sueño de nuevo, con esa intención que tuvo de saltarse el día de clases.

Ya era una costumbre aparcar junto a la familia Cullen que, poco a poco, iban ganándose el cariño de vuelta de Agatha. Si bien les había perdonado, al haber comprendido que simplemente actuaron como la familia que siempre habían sido, tampoco les iba a poner fácil el camino. Únicamente se mostraba más cercana por los recientes hechos, se veía obligada a colaborar.

― ¿Podemos hablar? ―preguntó Edward, que se quedó a esperarla, aun sintiendo la mirada de Isabella en ellos.

―No ―contestó, intentando parecer seria, pero al instante soltó una risita―. Te escucho, acompáñame a la clase de arte, tengo que terminar el último proyecto.

El vampiro cobrizo asintió, con una diminuta sonrisa en sus labios. Parecía ser que, de entre él y Jasper, iba a ser el primero en ser perdonado. O eso creía, nunca se sabía cuándo se trataba de Agatha Zorkin.

―Lo lamentamos por el incidente del sábado ―empezó, en un susurro, mientras caminaban―. Emmett no debió cruzar la línea del tratado, pero estuvimos tan cerca de atraparla...

―Ya regañé a ambos por su encontronazo, no te disculpes por algo que tú no hiciste, Eddie ―blanqueó los ojos la híbrida, notando la cercanía por parte del vampiro junto a ella―. Lo que sí deberías hacer es disculparte por no haberme avisado de su visita en Forks, pudimos coordinarnos entre todos para atraparla.

"Já. Como si eso fuese posible" se burló en su mente, pensando que el don que poseía la pelirroja era, muy probablemente, el hecho de poder ser tan escurridiza, de saber dónde está el peligro.

―También me disculpo por eso, Aggie ―murmuró, a la par que pasaba un brazo por los hombros de la fémina, abrazándola con cariño―. Debimos avisarte, tienes razón. Pero déjame compensarte... ¿podríamos tener una cita?

Agatha frunció el ceño, no muy convencida, pero antes de darle una respuesta, llegaron a la clase de arte.

―Tendremos esa cita, solo si eso significa ser dos adolescentes normales sin nada de problemas.

Regalándole su mejor sonrisa, Agatha entró al aula de artes, dedicando la hora a terminar el lienzo con el que llevaba semanas trabajando. Aunque de cara el mundo se mostrase distante y enfadada, ella no podía vivir con ese sentimiento persistente en su interior, por lo que dibujando se relajaba y, cuando empezó con el último proyecto, se dejó llevar por sus emociones, terminando por dibujar, recrear y pintar una foto que se hizo con su (ex)familia política por su cumpleaños.



( . . . )



Agatha llegó a la casa de Charlie una vez terminaron las clases, para prepararse por su cita. Edward la recogería en ese lugar y luego irían a Port Angeles, según lo que Alice le había avanzado. Saludó a su padre, besando la mejilla de éste, pues estaba trabajando en casa en un caso de lo más complejo.

― ¿Cómo lo llevas? ―le preguntó, tras preparar un café para ambos. Miró por encima de sus hombros el informe.

―Es difícil, Agatha. Los padres de este chico llevan buscándole un año entero, no descansan ni lo dejan pasar, por mucho tiempo que pase ―le comentó el adulto, después le agradeció por el café―. No creo que hayan pensado en abandonar la búsqueda, se trata de su hijo... yo tampoco lo haría si tú o Isabella desaparecieran.

La fémina lo miró sorprendida, pero sonrió enternecida. Se notaba que Charlie Swan intentaba poner lo máximo de su parte para ser un buen padre y ella, eso lo agradecía. Le encantaba que, poco a poco, esa relación padre e hija se fortaleciera con el tiempo. Y, por supuesto, no se arrepentía que así fuera. De haberle dado una oportunidad de ejercer como padre.

―También tienes que descansar, papá. No te olvides de ello.

La joven lo dejó ahí, trabajando, pero escuchó como se movía para tumbarse en el sofá. Si no recordaba mal, había partido esa tarde.


Se encaminó escaleras arriba una vez dejó la taza del café en el fregadero, encerrándose en el ático, pero esta vez sin pasar el pestillo. Decidió optar por un vestido largo de color blanco, ceñido a su cintura pero que después tenía una caída libre, formando varios volantes. Escogió unas sandalias blancas a conjunto y se peinó, en el baño. Con la ventana abierta para que se ventilase su habitación, Zorkin se encerró en el baño siendo ajena al intruso que había entrado en la casa. Se peinó, colocando una especie de tiara en su cabeza, dejando su cara descubierta y, por ende, que no cayese ningún mechón por ella, así como el resto de su melena caía por su espalda como si de una cascada se tratase.

Fue entonces, cuando volvió al ático, cuando el olor a alguien distinto inundó sus fosas nasales. Rápidamente, actuó, mandó un mensaje por el grupo de la manada, avisándoles de un intruso en tierras de humanos, para después bajar las escaleras corriendo. Escuchó como alguien saltaba a través de la ventana de Isabella, a la par que se abría la puerta de la entrada.

Suspiró cuando vio que era Isabella, pero pasó de largo, saliendo por la puerta. El olor permanecía intacto ahí. Y estaba preocupada.

―Había alguien en la casa, Edward ―musitó la joven, cuando vio al cobrizo―. No reconocí el olor, tampoco mató a Charlie... dudo que fuese un nómada de paso.

―Tranquila, atraparemos a quién fue ―intentó calmarla, deseando que Jasper estuviese ahí para apaciguar sus emociones.

―He avisado a la manada, no creo que tarden en llegar. También buscarán al intruso ―admitió, para después dejarse abrazar por el vampiro.

Al otro lado de la puerta, Isabella Swan estaba a punto de entrar en un estado de cólera. No sabía cómo, pero cada vez se veía más alejada de lo sobrenatural, cuando ella nació para ser inmortal. Sin embargo, no fue lo suficientemente silenciosa, por lo que cuando Agatha captó la respiración agitada de la Swan, no tardó en abrir la puerta.

― ¿Alguna vez dejarás de meterte donde no te llaman, Isabella? ―gruñó, manteniendo las ganas de abofetearla para mantenerla a raya―. No tienes suficiente en ser irritable e insufrible, también necesitas querer ser el centro de atención cuando no eres más que una insignificante humana. Por Dios, ni siquiera intentes buscar una respuesta, maldita cobarde.

Cuando Emmett y Jasper volvieron tras ser avisados por Edward, Jacob también había llegado junto a Sam. Agatha les miró, asintiendo. Comprendieron lo que quiso decir.

―Deja que nos acompañen a vuestra casa, al fin de cuentas, es algo que nos implica a todos ahora ―le pidió a Edward que, a regañadientes, aceptó―. Os llevaré en mi coche, chicos. Evitaremos una pelea innecesaria así ―dijo, mirando a los cinco chicos, que no se opusieron.


Al llegar al hogar de los Cullen, que, literalmente, estaba a las afueras del pueblo, todos se reunieron en el salón. Incluida Isabella, por desgracia de todos.

― ¿¡Qué hace la humana insufrible aquí!? ―gritó, exasperada, Rosalie, fulminándola con la mirada.

―Un intruso se ha metido en la casa de mi padre ―empezó a hablar Agatha, mirando a la rubia―. Me estaba preparando para una cita ―susurró, notando como sus mejillas se teñían, suavemente, de color carmesí, ligeramente avergonzada―. Dejó a Charlie vivo.

―No es un nómada de paso, de ser así, no le hubiese dejado vivo ―comentó Jasper, a lo que asintió la morocha, habiendo llegado a la misma conclusión―. ¿Qué hizo?

―No tengo ni idea, como dije, me estaba arreglando en el baño cuando olí un aroma distinto e irreconocible ―se encogió de hombros―. Luego miré en el ático, alguien estuvo rebuscando entre mis cosas, y faltaba una falda negra, de diseño italiano.

―Y una camiseta roja mía ―se metió Isabella, después miro a su media hermana―. Gran labor la tuya, eh. Atrayendo el peligro a casa.

―Mejor cállate la boca, maldita cobarde de mierda ―espetó, soltándose. Finalmente, terminó por abofetearla, sin emplear toda su fuerza―. Al menos, no está muerto. Ni dolido. No puedes decir lo mismo, ¿verdad? ¿Hace falta que te recuerde como le has tratado tú? ¿Marchándote a Italia sin avisarle, cuando no tenías nada que hacer ahí? ¿Gritándole cosas horribles por conseguir lo único que quieres y que jamás, escúchame bien, tendrás? Solo quieres la inmortalidad, Isabella, y hablo por todos cuando digo que aquí no conseguirás nada.

Los presentes no pudieron evitar sentirse algo cohibidos ante esas palabras. La verdad es que el peligro perseguía a la familia Cullen desde que conocieron a Isabella. Como bien dijo Rosalie Hale una vez: ella es un imán de problemas, y ahora tenían que cargar con ello, hasta encontrar una solución.

―Debí dejar que te matasen en Italia, maldigo el momento en el que me apiadé de ti ―resopló, cruzando los brazos sobre su pecho.

Después la ignoró, a pesar de la ira que Isabella Swan mantenía en su interior, queriendo cargar contra Agatha Zorkin. Redirigió su mirada hacia los Cullen, notando como Sam se acercó a calmarla, rodeándola por la cintura y depositando un beso en su hombro.

―Podríamos hacer rondas de vigilancia, por si vuelve de nuevo ―propuso Carlisle.

―La manada ayudará ―confirmó Sam―. Podremos coordinarnos, no necesitamos que ayuden si no quieren. Suficiente tienen con los neófitos de Seattle.

El patriarca del clan Olímpico se sorprendió al saber que los lobos estaban al tanto de la situación. Luego miró a Agatha, que sonrió inocentemente como si no hubiese hecho nada.

―Se lo conté, no tengo secretos con ellos ―se encogió de hombros la híbrida, disculpándose con la mirada―. Si se acercasen más a Forks, la manada siempre vigilará y velará por los mundanos, entre los cuales está mi padre. Nuestras familias.

―También ayudaremos ―aceptóRosalie, consiguiendo el apoyo de Emmett, seguidamente Esme, Alice y el restode la familia―. Eres de la familia, Aggie. Lo haremos sin pensarlo dos veces.



* *

n/a. no os podéis quejar, este capítulo supera las 2500 palabras. Es bastante extenso, más, tampoco quería partirlo en dos, pues se quedarían ambos muy cortos.

aggie sigue explotando cuando isabella se mete donde no la llaman pero, aaaaaaa SURPRISE. iba a tener una cita con edward (prometo que os la meteré en los próximos capítulos, antes de la batalla. me muero por desarrollar su relación).

os agradezco de corazón que votéis y comentéis, ya llegamos a los 5K votos. <333


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