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Capítulo 61.


─┈ꗃ ▓▒ ❪ act three ― chapter fourteen. ❫ ▒▓



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AGATHA TENÍA UN NUDO EN la garganta que le impedía hablar. No entendía porque Laurent había hecho eso, porque la había mordido. Tampoco entendía porque su corazón todavía latía, aunque a un ritmo más lento. ¿Qué significaba todo eso? ¿Por qué su cuerpo había rechazado parte de la ponzoña que hubo en aquella mordida?

Esas y otras tantas inquietudes molestaban internamente a la loba, que se encontraba debajo de la ducha de aquella gran habitación donde había despertado. Le había pedido unos minutos a Marcus para asearse y arreglarse, queriendo verse más decente para hablar. Quizá, en el fondo, no era más que un recurso como cualquier otro para ganar tiempo y poder asimilar lo que estaba pasando. Al terminar, cerró el grifo, cortando el agua y se secó su larga melena azabache con una toalla, dejándola ahí puesta mientras terminaba de secarse con otra toalla. Decidió vestirse con unos pantalones de color beige y una camiseta blanca con rallas negras, junto a sus inseparables zapatillas blancas que tanto amaba. Después, volvió al baño para peinarse, dejando su estimado pelo caer por su espalda, secándose del todo por sí solo. Solo entonces, aun sin estar segura de sí misma, que pidió a uno de los guardias que avisara a Marcus. Sin embargo, lo que obtuvo como respuesta es que la esperaban en la sala del trono.

Resopló, altamente molesta, y cerró la puerta de un portazo, rompiéndola en añicos. Con eso, se dio cuenta que su fuerza incrementó. Había ganado algunas características de los vampiros, aun sin ser una criatura de la noche como tal. Caminó tras ese vampiro, al que no tenía el placer de conocer a diferencia de otros miembros de la guardia mayor que conoció cuando estuvo de visita en Volterra unos meses atrás, hasta llegar a su destino.

—Aquí es, signorina [1] —habló con un perfecto italiano—. Soy Afton, por cierto. Disculpe mi falta de modales.

—No te preocupes —sonrió, con dulzura, la morocha—. Yo soy Agatha, pero mis amigos me llaman Aggie. De hecho, Félix y Demetri también me llaman así.


Y con esa presentación realizada, el vampiro abrió la enorme puerta de madera que les separaba de la sala del trono, encontrándose con dos de los reyes dentro. Aro y Marcus. Agatha se sorprendió al ver que el rey de cabellos rubios no se encontraba junto a sus hermanos del alma, mas, no dijo nada en voz alta. No quería mostrarse irrespetuosa, cuando se suponía que los reyes la iban a ayudar a comprender la situación. O así se lo había prometido Victoria una hora atrás.

—Hola —saludó, con ligera vergüenza, acercándose a los dos varones—. ¿Qué sucede conmigo? No soy igual a uno de vosotros, pero tampoco me siento yo misma tampoco.

La loba siempre se había caracterizado por ser alguien muy directa, por hablar sin irse por las ramas, a pesar que le encantaba hablar por los codos y contar todo sobre lo que ella sabía.

—Agatha, querida. Siéntate aquí, con nosotros —empezó a hablar Aro, acercándose a ella para dejarle su trono vacío—. Primero que nada, nos gustaría que nos contases qué ha pasado exactamente. Sé que tu amiga Victoria te trajo, pero no nos contó detalles.

—Yo... preferiría no hablar sobre esto —murmuró, negándose a ello—. No he sido capaz de aceptar lo sucedido, no seré capaz de contarlo verbalmente.


Por primera vez en su vida, se había quedado sin palabras. El nerviosismo la carcomía por dentro. Ella no había buscado eso en absoluto y, desgraciadamente, ahora era parte del problema que Isabella causó. Los problemas de una insufrible y depresiva humana la habían llevado a la perdición. Entonces, recordó el don de Aro. El rey tenía el don de la telepatía táctil, por lo que podría ver lo sucedido con tan solo tocarla. Por eso, alargó su mano, prestándosela. Decidió confiar en él.

Aro Vulturi empezó a ver lo sucedido.

El encuentro en el prado. La conversación con Laurent. La humana huyendo cuando Agatha la protegió en todo momento. Los lobos apareciendo. Y Agatha entrando en fase para atacar al vampiro de tez oscura. Entonces, en pleno salto, el de origen francés corrió contra ella a velocidad vampírica, clavando los colmillos en su cuello. Y luego, todo negro.

Agatha Zorkin sintió un tirón, como si algo entrase en su interior a través de su mano. Como si hubiese absorbido alguna cosa.

—Así como tu antepasada, eres un híbrido de vampiro y lobo diamante —dijo, finalmente, el rey, tras sentarse de nuevo en su trono—. Y me temo que alguien muy poderosa, mi querida Agatha.

— ¿Cómo? —preguntó, frunciendo ligeramente el ceño, sorprendida—. ¿Un híbrido? Mi parte lobuna luchó contra la ponzoña, siendo más fuerte, y por eso la rechazó, en cierta manera. Por eso la fuerza se ha incrementado. Por el cambio.

—Significa que tienes habilidades vampíricas y mantienes las lobunas, mía cara [2]  —le contestó Marcus, mirándola con esa tristeza profunda que le acompañaba desde la muerte de Didyme, su difunda esposa—. Es muy probable que tengas un don también, ¿no has experimentado nada extraño? —la joven asintió con temor, sin pronunciar palabra alguna.

—Justo ahora, cuando Aro vio mis recuerdos. Fue como un tirón, como si absorbiera algo —murmuró, aterrorizada—. ¿Qué es eso? ¿Por qué ha ocurrido esto?

—Acércate, creo que puedes ser un espejo —tarareó, no muy seguro de sí mismo—. Solo... Non aver paura se puoi vedere i miei ricordi, per favore [3] —pidió.

No muy convencida por ello, la de ascendencia rusa asintió, acercándose al otro rey. Tomó su fría mano entre las suyas, soltando un leve suspiro. Entonces, así como Aro podía hacerlo, ella había copiado esa habilidad.

Agatha vio algunas cosas del pasado de Marcus. Vio a un Marcus muy feliz, acompañado de una bella y hermosa dama de cabellos azabaches. Se veían preciosos, como una pareja feliz y recién casada. Ambos paseaban por los jardines... los jardines del castillo, muy probablemente. Aquella muchacha reía y sonreía, parecía como si su felicidad fuese contagiada a aquellos que la rodeaban. Pudo ver un salto en el tiempo. Un Marcus triste, deprimido, sin emociones en su rostro y/o cuerpo. No se veía a la joven a su lado y todo parecía haber cambiado radicalmente. Como si la felicidad se hubiese esfumado para dar lugar a la oscuridad, a una profunda tristeza y melancolía de la que no podía escapar.

Soltó su mano, notando como una lágrima traicionera recorría su mejilla, así como también, cuando salió del trance, sintió el mismo tirón. La misma absorción. ¿A caso ella también había copiado el don del segundo rey sin darse cuenta?

Dejando aquello de lado, la joven se tiró a los brazos del rey. Había presenciado el cambio tan radical que había sufrido y eso la había conmovido. Al fin de cuentas, aunque no lo pareciera a simple vista, era una persona muy emocional y muy conectada a los demás, que empatizaba con facilidad con la gente que la rodeaba.


—Lo siento tanto, tío Marcus... —sollozó, sin poderlo evitar, en el cuello del milenario.

Con un gesto negativo con su cabeza, el rey terminó por depositar un beso en la frente de la muchacha, limpiando esas lágrimas con sus fríos pulgares.

—Lo mejor es que te olvides de esto, de tu don... ¿por qué no vas con la guardia? Podrías entrenar. Preferimos que te quedes unos días antes de que vuelvas a Forks —la joven lo miró sorprendida, ni siquiera había pensado en eso—. Nos gustaría asegurarnos que puedes controlarte bien ante la presencia de otras personas, pues, a pesar que sigas siendo, en parte, una loba, no sabemos la magnitud del alcance del vampirismo en ti.

La adolescente asintió, no muy convencida, y Demetri entró justo entonces, sonriente como siempre.

—Te llevaré al gimnasio, vamos a entrenar con el resto.

Y lo que sucedió en el entreno, básicamente, fue que cuando adquirió los dones de Afton —que era un escudo—, el de Jane —la ilusión de dolor— y el de Alec —la privación sensorial—. También, como algo excepcional, se les había unido Sebastián, quien tenía el don de suprimir los dones vampíricos. Durante un enfrentamiento que tuvieron entrenando, la neófita tiró de su brazo, maldiciéndose. Había absorbido su don también.

Supo que otros miembros de la guardia poseían poderes muy potentes pero, a decir verdad, la joven se sentía mal con ese don que le había tocado... era como si estuviese robándoles una parte de ellos para adjudicársela a sí misma.


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1: signorina: señorita.

2: mia cara: querida.

3: Non aver paura se puoi vedere i miei ricordi, per favore: no te asustes al ver mis recuerdos, por favor.


* *

n/a. AAAAAAAAAAAAAAAAAH VOLVÍ. Ya se descubrió el don de Aggie. Ella es un espejo, espero que os guste la decisión. Va a ser importante a lo largo del siguiente acto.

¡y también introducí un nuevo personaje! si bien no es de vital importancia, gracias a la absorción de su don, sucederán cosas al final del acto. os lo podéis imaginar con la bellísima cara de daniel gillies, os lo añadí en el apartado del cast, al principio del libro (a pesar de ser un personaje secundario, i know)


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