Capítulo 57.
─┈ꗃ ▓▒ ❪ act three ― chapter ten. ❫ ▒▓
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DESPUÉS DE ESA CENA DE navidad, la relación entre Charlie y Agatha siguió fluyendo. La loba cada vez pasaba más tiempo en casa del Swan, compartiendo momentos variopintos. Descubrieron que el béisbol era algo que les unía y, por ello, cuando llegó fin de año, Agatha decidió regalarle una televisión de última generación y más grande a su padre. Pensó que sería su regalo de Navidad, así que cuando llegó a su casa el día 31 por la tarde, el mayor se sorprendió.
—Tómalo como un regalo de Navidad atrasado, papá —musitó la fémina, ladeando una sonrisa, algo nerviosa.
—No tenías que regalarme nada, hija —comentó el mayor, sorprendido, no solo por el regalo sino porque, por primera vez, le había llamado papá.
Y sonaba mejor y más cálido que cuando le hablaba Isabella. Si bien Charlie Swan nunca quiso comparar a sus dos hijas, en ocasiones le era imposible. A pesar de la frialdad e indiferencia con la que Agatha le había tratado desde que murió Anastasia, incluso entonces pudo notar esa calidez que emanaba de ella. La Zorkin había hecho un gran esfuerzo para no dejar que el rencor viviera en su corazón. Pues, si su madre nunca se lo guardó, ¿por qué ella debería hacerlo? Estaba convencida que no sería el deseo que su progenitora tenía.
—Ahora podremos ver los partidos de béisbol en mejor calidad, podrían... podrían ser nuestras noches de deportes, ¿te gustaría?
El nerviosismo la carcomía por dentro, pues no estaba acostumbrada a esas sensaciones. Eran emociones extrañas para ella, poco experimentadas en sus años de vida. Y no podía evitarlo, era lo más lejos que había llegado intentando tener una relación cercana con su padre.
—Eso sería fantástico. ¿Pizzas y refrescos? Yo cerveza, por supuesto, pero tú eres menor... —le siguió la conversación Charlie, sorprendiéndose, incluso, a sí mismo por estar hablando tanto, cuando no era lo habitual en él.
—Me gusta la cerveza también —murmuró, agachando la mirada, pues esperaba una reprimenda por ello.
—Haré ver que no he escuchado nada —bromeó el mayor, provocando que Agatha soltase una risita nerviosa—. ¿Te tienes que ir ya, Aggie? —preguntó, al haber escuchado el claxon de un coche fuera.
—Sí... Los chicos quieren ir a nadar un rato, prometí acompañarles —mintió, pues en realidad solo quería volver a casa, encerrarse en su habitación y leer un rato.
—Ve, entonces. Diviértete.
—Feliz entrada de año, papá.
( . . . )
A falta de cinco minutos para las doce en punto de la noche, Agatha se había subido al tejado de la casa de los Uley, con un cigarro entre sus dedos. El año finalizaba y no bien como ella esperó cuando empezó. Se sentó en el mismo lugar de siempre, encendiendo el cigarrillo, para después colocarlo entre sus labios. Ella no fumaba pero, a veces, en situaciones de estrés, siempre sacaba un cigarro de los que tenía escondidos en su habitación. Aliviaba el estrés y se serenaba.
Bajo el manto oscuro y estrellado, la loba se acomodó entre las tejas, mirando al firmamento. Se sentía tan pequeña ahí, pero a la vez era agradable. Una sensación rara, le gustaba y a la vez la aterrizaba. Aun cuando Agatha no era una persona con muchos miedos, la soledad sí era uno de ellos. Sentirse sola era lo peor que podía ocurrirle a alguien y eso, aunque las dos veces que se sintió así se lo buscó sola al aislarse del mundo, no se lo deseaba ni a su mayor enemigo.
Soltó una calada y vio en su reloj de pulsera que marcaban las doce. Entonces, se escucharon las campanadas. Doce campanadas.
Una. Por su madre, Anastasia.
Dos. Por Samuel, su hermano.
Tres. Por su tío, Joshua.
Cuatro. Por su tía, Allison.
Cinco. Por Charlie, su papá.
Seis. Por Paul, su mejor amigo desde que tenían uso de razón. El que fue su primer beso con diez años, cuando ella cuidó de él al hacerse daño corriendo por el bosque.
Siete. Por Jared, su otro mejor amigo.
Ocho. Por Emily, su hermana de otra madre y cuñada. Y por Ángela, que no la dejó de lado en el Instituto, aun si ella no estaba bien.
Nueve. Por la manada, la cual crecería más rápido de lo que todos pensaban, cuando el resto de chicos de la Reserva entrasen en fase.
Diez. Por sus nuevos amigos, los vampiros que se convirtieron en la familia que eligió al visitar Volterra. Por Félix, por Alec, por Demetri, por Jane. Por los reyes Vulturi, que la ayudaron a comprender sobre su ascendencia lobuna.
Once. Por los Cullen. A pesar de todo, con el pasar de las semanas y los meses, Aggie había aprendido con su ausencia. También había entendido varias cosas, entre ellas, que siempre serían una familia.
Y Doce. Por ella, por ella misma. Porque ahora empezaba un nuevo año. Y sería la mejor versión de sí misma.
Dio una última calada al cigarro, apagándolo al ser pisoteado por su bota. Dejó que sus pulmones se llenasen de oxígeno, para después soltar todo el aire almacenado en su interior por la boca. Esa respiración profunda sería el principio de una nueva Agatha; estaba segura de ello.
Se incorporó, quedándose sentada nuevamente, y entonces su móvil sonó. Una suave melodía inglesa llegó a sus oídos y, sin pensarlo, descolgó. Pero se heló al escuchar la voz que había al otro lado de la línea.
—Feliz año, osita...
—Feliz año, mamá osa y papá oso —susurró, mordiéndose el labio inferior, para no llorar.
—Es momento que abras la caja que te dejé. Sé que esto no arreglará nada y no sabes el dolor que nos causó irnos, sobretodo sin despedirnos. Pero, sobre todo, haber seguido a Jas... —la interrumpió.
—Ni nombres a ese desgraciado, Lilian —gruñó, llamándola por su segundo nombre, que denotaba lo enfadada y dolida que estaba—. En algo tienes razón, nada de lo que tengas pensado arreglará el corazón roto que tengo. Y no por esos dos imbéciles, que es lo de menos. Me prometiste no dejarme. De todos, vuestra partida fue la más dolorosa. Y ahora estoy bien, resurgiendo de las cenizas en las que quedé por culpa vuestra, Cullen.
Y colgó. Estaba furiosa. Pero también sintió esa felicidad que una vez tuvo. A pesar de todo, ellos dos tuvieron la decencia de llamarla, aunque fuese una sola vez. Dieron la cara. Y si bien nada arreglaría lo rota que estaba por su culpa, esa llamada, quizá, fue un primer paso.
Bajó del tejado con cuidado de no caerse, metiéndose de nuevo en su habitación. Ahí, su mirada fue a un lugar en concreto. Debajo de la cama, había guardado una caja con las cartas y lo que le había dejado preparado Rosalie. También guardó ahí las llaves de la casa, así como las del coche que Esme y Carlisle le regalaron por su cumpleaños. Una pequeña y casi diminuta curvatura pudo verse dibujada en su rostro.
Estaba decidida. Leería todas las cartas, volvería a prender el motor de ese majestuoso automóvil que le brindaron y volvería a las clases, una vez terminasen las vacaciones de Navidad, más fuerte que nunca.
* *
n/a. ¡sorpresa! aun sin haber llegado a la meta puesta y sin ser día de actualización, os dejo por aquí el capítulo que tocaba el domingo pero que, desgraciadamente, no podré subir porque me voy de viaje todo el finde.
¡la llamada de rosalie! ahora sí que se viene un cambio en agatha y muy fuerte (no os lo esperáis, en realidad, porque he mantenido el secreto y el hype hasta ahora JAJAJA)
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