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Capítulo 38.


─┈ꗃ ▓▒ ❪ act two ― chapter sixteen. ❫ ▒▓



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EL LUNES, CUANDO LLEGÓ AL Forks High School, Agatha se sorprendió al ver llegar a Isabella en el automóvil de Edward.

"¿En qué momento había avanzado esa relación, cuando ella era conocedora que la sangre de Isabella era demasiado llamativa para el Cullen como para acercarse tanto?" pensó para sí misma, sin poder evitar resoplar.

La morocha se encontraba junto a Jasper, apoyada en el Jeep de Emmett cuando esos dos llegaron. El empático frunció el ceño al notar las emociones de su pareja, sorprendido por solo sentir la decepción y el enfado. Un enfado que, posiblemente, acabaría convertido en ira si no controlaba su mal humor.

—Solo me fui un fin de semana a Italia —gruñó, cruzándose de brazos—. ¿Qué demonios pasó, Jazz? Ponme al día antes que arrastre de sus pelos sucios a Isabella.

—Y tú tienes que contarme sobre tu visita a los Vulturi —protestó el vampiro, con ese tono infantil que, en realidad, caracterizaba tanto a Emmett.

—Está bien, lo hablamos en el descanso —aceptó, finalmente, la Zorkin.


Junto al resto de los Cullen, entraron al instituto, dirigiéndose cada uno a sus respectivas clases. La loba no prestó atención a sus clases, su mente estaba vagando entre los recuerdos y los momentos que había pasado con Edward. Estaba tan molesta que sentía cómo iba a transformarse en cualquier momento. Intentaba calmar sus instintos creando una melodía inarmónica con el repiqueteo de sus pies contra el suelo, mas, no había nada que pudiera calmarlo. La última clase antes del descanso era español y, desgraciadamente, no tenía ninguna intención, de nuevo, de estar ahí. Solo quería irse, andar en su forma lobuna y descargar esa furia que reinaba entre sus emociones.

—Aggie... —susurró Ángela, sentada a su lado—. ¿Estás bien?

—Sí, Angie... no te preocupes —susurró de vuelta, intentando quitar sus pensamientos de su mente—. ¿Qué me decías?

—El sábado fuimos a buscar vestidos en Port Ángeles —le contó su amiga, emocionada—. Faltabas tú, tu opinión sobre moda es la más importante.

—Lo siento, amiga, tuve que viajar a Italia de imprevisto... —se encogió ligeramente de hombros, apenada—. Pero sé que habrás elegido el mejor. Todo te queda maravillo, Angie.

— ¿Tienes ya uno también? —preguntó, con curiosidad.

—Sí... Alice, Rose y yo también fuimos la semana pasada. Tendrías que haber venido con nosotras. ¡Para la próxima, te llevo! Lo pasarás genial, lo prometo.

Con algún intercambio más de palabras, la clase finalizó con una llamada de atención del profesor hacia la morocha, lo cual ignoró para juntarse con Emmett antes de irse hacia el comedor.

— ¿Podemos separar la cabeza de Isabella de su cuerpo y lanzarlo al río? —Propuso la de cabellos azabaches a su amigo, soltando una risita—. No la soporto, sabía que se metería en medio de todo esto.

—Vamos, Aggie... relájate —pidió el varón, llevándose como si fuera un saco de patatas del pasillo.

— ¡Emmett! ¡No seas malo, bájame! —gritaba la fémina entre risas, riendo a carcajadas.


El vampiro no la soltó hasta que llegaron a la cafetería, acompañándola hacia las mesas donde había comida. Escogió un bol de fruta variada y una ensalada de pasta, junto a un jugo de naranja.

—Cuéntanos como te fue —Rosalie fue la primera en hablar, junto a ella, mientras jugaba con un zumo entre sus manos.

—Pues... ¿bien? Fue extraño, pero sentía como si una parte de mí perteneciera ahí —comentó, restándole importancia—. Los reyes fueron muy amables conmigo, incluso me dieron un par de libros para saber sobre mi linaje. Y conocí a miembros de la guardia, extrañamente conecté con ellos con facilidad.

— ¿Amables?

— ¿Conectaste con ellos?

Jasper y Rosalie hablaron a la vez, preguntando lo mismo pero diferente a la vez.

—Ajá —afirmó—. Prometí volver en verano, ya lo tengo todo planeado —añadió.

—Lo sabía —exclamó, cantarina, Alice, llegando a las dos parejas—. Lo vi hace semanas, no dije nada y supe que todo iría bien. Podría confirmar que creaste lazos inquebrantables, ¿podría ser?

—Sí... el don de Marcus permite ver los lazos entre las personas y me lo dijo —contestó al duendecillo, sonriendo—. Un lazo de hermano del alma con Demetri, otro de familia con Jane y Alec... y de familia, también, con Aro y él.

—Parece tan surrealista... —susurraba Rosalie, incrédula—. Pero no sabes lo feliz que me hace verte tan bien, cariño. Te mereces la felicidad y todo lo bueno del mundo.

—Oh, Rose... ¡Eres la mejor! —Exclamó, tirándose a sus brazos, abrazándola con cariño—. Te quiero muchísimo, mami.


Siguieron hablando por un buen rato, hasta que volvieron a clase. Agatha tenía gimnasia, dos horas que disfrutó como la que más al poder descargar sus malas energías con el deporte. Al menos, su jornada escolar había culminado perfectamente. Decidió ducharse en su casa una vez llegase, por lo que solo se cambió de ropa, dejando lo de deporte en su mochila para lavarlo en casa.

Se despidió de Ángela justo en la puerta del instituto, luego se fue hacia su coche. Lo único que deseaba era llegar a la Push y distraerse con la manada, contarles lo que pasó en Italia también y comer.

Dejó su bolso en el asiento del copiloto, antes de saludar a Jasper con su mejor sonrisa. Éste se acercó a besarla, tan dulcemente como de costumbre.

—El sábado ven a comer a casa, Esme ya te extraña —le pidió el de Texas, con una leve sonrisa.

—Ya sé que no puede vivir sin mi —sonrió la morocha, rodeando el cuello de su pareja con sus brazos—. Podría ir el viernes por la noche... creo que no me toca patrulla hasta el domingo —susurró en el oído del vampiro, pícara.

—Pero no podemos romper otra cama, Carlisle nos va a matar —bromeó el sureño, logrando que Emmett soltase una carcajada.

— ¡Emmett! No seas chismoso —le regañó Agatha, a la par que Rosalie le proporcionaba un golpe en el brazo, riéndose.

—No es mi culpa que seáis unos conejos —se burló, antes de ganarse otro golpe, esta vez por partida doble.


Besó los labios de Jasper una última vez antes de meterse en el coche, dispuesta a irse. No obstante, la fastidiosa presencia de Isabella Swan se lo impidió.

—Tu chatarra está por ahí, en el desguace —se burló la loba, bajando la ventanilla de su coche—. ¿Qué quieres, Isabella? Quizás tú no tienes una vida, ya que siempre estás metiéndote donde no te llaman, pero yo, por lo menos, tengo cosas por hacer.

—Aléjate de los Cullen, ahora son míos —espetó, con un intento de parecer seria.

—Ay, querida. No seas tan patética —soltó una carcajada, así como no dudó en sacar la mano de la contraria de su coche, apretándola con fuerza—. No toques a mi bebé con tus sucias manos de humana torpe, Isabella. Lo próximo no será un esguince en tus dedos, será tu cabeza siendo separada de tu cuerpo.

—Edward te lastimará.

—Sí, claro. ¿Él? No se atrevería a tocarme, al fin de cuentas, estamos destinados a estar juntos —sonrió, con burla, arrancando el motor de su automóvil.

— ¡Es mi novio!

— ¿Y? ¿Me ves preocupada? Te va a dejar tirada, porque no eres nadie.

—Me va a convertir, estaremos juntos toda la eternidad. ¡Y tú morirás!

— ¿No te han dicho nunca que los secretos no se cuentan? —Ironizó la morocha, con una sonrisa malévola en su rostro—. Tienes suerte que yo ya lo sabía, sino... ¿Qué pasaría si le dijera a Eddie que lo vas contando por ahí?

—No... ¡no puedes decirle!

—Ten cuidado, Isabella. No quieras jugar a algo que perderás porque, tarde o temprano, desaparecerás de nuestro camino. Lárgate.


Y sin darle tiempo a decir nada más, porque su mente tampoco le daba para ser más rápida, la joven loba dejó atrás el estacionamiento del Instituto de Forks, alejándose del pueblo para volver a la Reserva.



* *

n/a. y otro más. la verdad es que me salen solas las palabras cuando se trata de este fic, lo cual es gratificante para mí como intento de escritora.

¡isabella ya conoce el secreto de los cullen! se avecina el último drama con el partido de béisbol en un par de capítulos y, con un par más, queda terminado el segundo acto.


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