Capítulo 36.
─┈ꗃ ▓▒ ❪ act two ― chapter fourteen. ❫ ▒▓
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AL VER QUE SAM TENÍA todo bajo control —o eso creía ella mientras sobrevolaba Europa—, Agatha decidió seguir descubriendo a los de su especie. Esa era la razón por la que se había comprado un billete de ida y vuelta a Italia, concretamente aterrizando en Florencia, que era lo más cercano a Volterra que había encontrado.
Tenía sentimientos encontrados con lo que estaba por ocurrir. Por un lado, deseaba y anhelaba desde lo más profundo de su corazón conocer más sobre sus orígenes, descubrir si la primera híbrida seguía con vida o no. Por el otro lado, no sabía cómo sería la reacción de los Vulturi, así como tampoco tenía pensado quedarse ahí. Es decir, ella tenía una vida hecha en Forks: una familia adoptiva que la amaba como si fuese su propia hija; un padre biológico con el que, poco a poco, parecía tener una relación mejor y más sana; una manada (todavía pequeña, porque solo eran cuatro) formada por sus hermanos, a los que amaba con todo su corazón; y una pareja que la quería y adoraba, así como ella a él, junto a su familia, que la consideraban una más de los Cullen. También estudiaba ahí y aun no era momento de egresar a la universidad de sus sueños. Así que no, quedarse en Volterra no entraba entre sus planes.
"Pasajeros con vuelo a Florencia, estamos a punto de aterrizar. Por favor, abróchense los cinturones y no se muevan, gracias."
La morocha suspiró, acomodándose correctamente en su asiento de primera clase. Lo recolocó hasta quedarse sentada, dejando atrás la cómoda postura estirada en la que había estado prácticamente todo el vuelo, aprovechando para dormir después de pasarse la noche patrullando junto a Paul. Y tal y como dijo el piloto y su asistente, en pocos minutos el avión empezó a descender, hasta tocar tierra firme de nuevo.
( . . . )
Un taxi la llevó hasta Volterra, a las afueras del castillo de la realeza vampírica. Podía notar como el nerviosismo empezaba a apoderarse de ella, maldiciéndose a sí misma por no haber enviado una carta con anterioridad, avisándoles sobre su visita y sobre quién era. Debía haberlo hecho pero, ahora ya era demasiado tarde. Arrastraba su maleta de cabina —con lo justo para pasar la noche ahí y volver a primera hora de la mañana a Norteamérica— por el camino de piedras, que llevaba a la entrada del castillo. Había jardín a lado y lado del camino, con una arboleda muy variopinta. Unos jardines donde, en verano, no dudaría en tumbarse con el sol dándole en el rostro, relajándose como tanto le agradaba.
Las puertas estaban abiertas, había esperado hasta que un grupo de turistas había entrado con una mujer —vampira, supuso—, por lo que no tardó en inmiscuirse detrás, con discreción pero sin perder el tiempo.
— ¿Quién eres tú? —escuchó una voz masculina a sus espaldas.
La loba llevó una mano a su pecho, asustada. Se giró, blanqueando los ojos por unos segundos.
—Ponte un cascabel o algo —dejó que el sarcasmo inundara sus palabras, para después seguir hablando—. Me llamo Agatha, Agatha Zorkin —se presentó, después añadió—. Y vengo a ver a los reyes, hace poco que entré en fase y unos amigos me contaron sobre ellos, necesito saber más de los de mi especie —explicó, brevemente, a pesar de ser un desconocido.
—Yo soy Demetri y formo parte de la guardia de los Vulturi —se presentó, ofreciéndole el brazo—. Te llevaré a la sala del trono, una vez haya terminado el recorrido de los turistas.
Parecía que entre sus palabras había algo más que lo que decía, por lo que se quedó pensando en ello mientras caminaban hacia la mencionada sala del trono. Sintió un cosquilleo en su interior, tan parecido a lo que sintió cuando vio por primera vez a Jasper... pero aquello era imposible, ella ya tenía a su alma gemela y a su impronta, aunque este último fuese un imbécil sin remedio.
—Entreremo ora, bellissima ragazza1—habló en italiano, lo que le costó un poco de entender, pues sus nociones sobre el idioma eran más bien básicas.
—Está bien —susurró, en un tono casi inaudible, como si quisiera convencerse a sí misma que todo iba a salir bien.
Tragó saliva cuando cruzó la puerta acompañada de Demetri, el vampiro que la había asustado en un principio pero que, en el fondo, le había caído bien. Y estaba en deuda con él, por el simple hecho de haberla ayudado en vez de haber drenado su sangre (como podría haber hecho cualquiera de los residentes en aquel majestuoso y enorme castillo).
—Amos —llamó la atención el vampiro perteneciente a la guardia—. Tenemos una visita imprevista.
La Zorkin alzó la mirada, ocultando el temor y el nerviosismo que sentía en esos instantes, manteniendo esa fachada de joven segura de sí misma, como siempre hacía.
—Buenos días, soy Agatha Zorkin y soy la última descendiente de los lobos diamantes. ¿Cómo están?
Una sonrisa tímida se dibujó en el rostro de la loba con ascendencia rusa, quitándose todos los temores de encima. No agachó la mirada ante las tres figuras de autoridad que muchos temían, sino que se mantuvo firme.
Marcus visualizó unos lazos que salían de la joven: un lazo de hermandad del alma que se dirigía hacia Demetri, potencialmente más fuerte a medida que pasaban los minutos. Y otros dos lazos, de familia, que se conectaban entre la recién llegada Agatha Zorkin y dos de los reyes que, casualmente, eran Aro y él.
Caius, en cambio, no tardó en notar el hedor a lobo que desprendía aquella chica. ¿Cómo habían permitido que un hijo de la luna, a los que mandó matar dos siglos atrás, entrase en el castillo y siguiera viva?
—No necesito leer su mente como puede hacerlo Edward, señor, pero soy diferente a los hijos de la luna y a los metamorfos —murmuró Zorkin, con una mueca en su rostro.
* *
1: Entraremos ahora, bella muchacha
* *
n/a. aaaaaaaaah. ¡sorpresa! al final del capítulo hay un spoiler de cómo será la relación de agatha con los vulturi (aro y marcus, principalmente), tal y como se avanzaba en una de las visiones de Alice, a principios del segundo acto.
en el próximo capítulo, seguirá explayándose la relación de aggie en volterra y pronto isabella ya descubre a los vampiros uwu
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