Capítulo 2.
─┈ꗃ ▓▒ ❪ act one ― chapter two. ❫ ▒▓
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AGATHA SE SENTÍA VACÍA, INCAPAZ de articular palabra alguna. Pese a la madurez que tenía, por ser tan solo una niña de doce años, ahora no era capaz de alzar la cabeza y mirar a la gente. Su madre había fallecido tras un año luchando contra una enfermedad que, finalmente, se la llevó. Y la dejó sola.
Primero, un padre ausente que nunca conoció ni se interesó en conocerla.
Y ahora, su madre fallece y pierde su mayor apoyo en el mundo. No solo era su mamá, también era su amiga, su mejor amiga y su mayor confidente. La persona que más la conocía, la mejor persona que había conocido nunca.
Sabía que no estaba sola, que tenía gente a su alrededor que la quería y cuidaría de ella. Pero eso no era nada en comparación con perder a su única figura materna, la única persona que la cuidó y que debía cuidarla hasta que fuese mayor. Ahora, estaba sola en el mundo.
Los Uley se encargaron de todo, poniendo el bien de la pequeña Agatha por delante de todo. Era solo una niña y ya había pasado por suficiente, a su corta edad. Sam y Paul no se separaron de ella en ningún momento, pese a que la fémina no articulaba ninguna palabra ni hacía nada. Era como si estuviese en shock, pero ni por esas, la dejaron sola.
¿Lo bueno de esa situación? Los tres se unieron más, sin importarles lo que dijeran en la Push. Era más importante el bienestar de Agatha Zorkin que las palabrerías absurdas de los habitantes de aquel lugar.
Durante el funeral, Agatha se quedó a un lado. Se mostraba indiferente, a pesar que las lágrimas seguían cayendo por sus mejillas. Cuando pensaba que ya no podría llorar más, seguía haciéndolo. En algún momento, ya no quedarían lágrimas que derramar. En algún momento, conseguiría sanar. . . o eso es lo que esperaba, por lo menos.
No muy lejos de ella, un hombre conocido en Forks aguantaba las lágrimas. Doce años atrás dejó embarazada a Anastasia, dejándola sola a mitad del embarazo y solo se presentó tres veces: la primera, cuando la pequeña tenía dos años; la segunda, cuando Isabella, su hija, se fue a vivir con su madre a Arizona y dejó de visitarle los veranos, con la intención de tener una relación padre e hija con su primogénita, pero que Anastasia se lo negó; y, por último, unos meses atrás, cuando supo por Billy Black que la mujer que siempre amó no viviría por mucho tiempo más. Sin embargo, jamás se le dijo su parentesco con Agatha, por petición de Anastasia Zorkin hasta que ella dejase el mundo de los vivos.
Las personas fueron pasando, una tras otra, a darle las condolencias a la joven Agatha que, lejos de estar triste, intentaba poner su mejor rostro, intentaba ocultar el dolor que sentía, mas era imposible. No era posible conseguirlo, no con la herida tan reciente, todavía por cicatrizar, todavía por sanar. Al terminar, pidió quedarse a solas con su madre.
Se sentó en el césped, delante de la tumba.
Anastasia Zorkin.
Madre, hermana y amiga.
Soltó un largo suspiro y, de nuevo, las lágrimas empezaron a salir de sus orbes, sin poderlo evitar. No sabía muy bien qué decir, tampoco qué hacer. Lo único que sabía era que necesitaba estar a solas y despedirse, ya que llegó muy tarde para hacerlo en el hospital dos días atrás.
—Mami —musitó, en un tono casi inaudible, con la voz totalmente rota—. No estoy lista para dejarte ir, ¿sabes? Todavía soy una niña, aunque sea más madura de lo que pueda parecer. Ya tenía suficiente con un padre ausente que nunca quiso conocerme. ¿Por qué has tenido que irte? ¿Por qué te has marchado? Todavía te necesito, te necesitaré siempre. Eres mi mamá, mi mami, mi persona favorita. Mi persona vitamina, como dice Paul de mí —intentó bromear, pero más que una sonrisa fue una mueca lo que se dibujó en su rostro—. Fuiste, eres y siempre serás mi persona favorita, mi pilar, mi cable a tierra. Sin ti, no sé cómo seguiré... No sé si podré hacerlo.
Una pausa se hizo presente, cuando empezaron a caer gotas. Las nubes ocultaron los pocos rayos de luz solar que se colaban entre éstas y, como si fuese un digno escenario de película, su despedida se vio mezclada entre lluvia y relámpagos. Incluso el viento empezó a azotar con más fuerza.
—Ahora es cuando me gustaría tener un padre, a alguien que me ayudase a tirar hacia delante y no tirar la toalla. Quiero muchísimo a Joshua, siempre estaré agradecida por haber sido el padre que nunca tuve, pero sé que sabes que no es lo mismo... —susurró—. Él siempre será mi tío, mi papá. Pero me hubiese gustado que me dijeras quien es, sé que lo sabías aunque quisieras escondérmelo. Solo espero que sí él sabe de mí, consiga llegar a nuestra casa y se presente. Supongo que es algo que te hubiera gustado que sucediera, ¿no? —preguntó al aire y se levantó del suelo, pues cada vez llovía más fuerte. Llevó dos dedos suyos a sus labios y luego los depositó encima de la lápida, dándole un último beso—. Te amo, mami. Vendré pronto a visitarte.
Agatha corrió hacia el coche de los Uley, que la estaban esperando. Podía notar la tristeza en el ambiente, pero realmente necesitaba airearse un poco. O acabaría volviéndose loca. Sam la abrazó por los hombros, depositando un casto beso en la sien impropia, mientras ella se apoyaba en el pecho ajeno.
— ¿Podemos ir a por unas hamburguesas en la ciudad? —Preguntó, en un susurro—. Por favor, solo por hoy... —pidió, en el mismo tono de voz.
—Claro que sí, Atha —asintió Allison, dándole una mirada a su marido para que les llevase hacia el café-bar—. ¿Necesitas alguna cosa, cariño?
—Yo... no lo sé, tía Allison —musitó, suspirando—. Supongo que cenar y dormir, mañana será otro día.
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