capítulo XV.
Advertencias: segunda parte de Kilig, por lo tanto, para entenderla, debes haber leído previamente esa historia. YoonSeok.
Rosé sabía que Lisa iba a golpearla, así que se adelantó y la empujó contra el suelo, gruñéndole juguetonamente para mantenerla a raya, y la omega soltó un jadeo de disgusto, luchando para soltarse.
Pero Lisa volvía a estar dominada por esa otra parte irracional, así que estaba un poco más débil, lo suficiente como para vencerla en aquella jugada de mordidas.
―Debería ser tu último día ―le dijo Rosé, acomodándose entre las piernas de la menor―, y has estado arisca y gruñona, Lili.
Lisa dejó salir ahora un gemido de placer cuando la alfa se adentró en su interior, arqueando su espalda mientras sus manos recién libres se deslizaron por la espalda de la mayor, temblando por las sensaciones que le recorrieron.
La omega humedeció sus labios, jadeando, sintiendo los labios de Rosé en su cuello, chupando, besando, mordiendo...
Bueno, ¿Cómo acabaron así?
Lisa no podía recordarlo bien. Sólo sabía que cuando el peligro pasó, con MiYeon en sus brazos, lloriqueando para no soltarla, de pronto quería vomitar y Rosé la sostuvo para que no cayera al suelo. Antes de darse cuenta, estaba mareada, gruñéndole por el disgusto, la omega otra vez dominándola, y necesitaba desesperadamente a la alfa acariciándola, besándola, tomándola.
Tuvieron que habilitar un cuarto de urgencia para que terminara su celo allí, y ahora Rosé estaba aprovechándose de ella.
Tonta, tonta alfa...
Rosé le embistió y jadeó, con los labios de la alfa sobre los suyos en uno de esos besos que tanto le gustaban: devoradores, húmedos, en una lucha por el control entre las dos.
Por otro lado, Rosé apenas cabía en sí por la felicidad que estaba sintiendo mientras movía sus caderas, empujando contra el coño de Lisa salvajemente, oyendo los gemidos sonoros de la omega a su oído, y sus dientes se deslizaron por su cuello, sintiendo escalofríos, en tanto la sostenía de la cintura.
Tenerla entre sus brazos, hecha un desastre, como la tuvo tanto tiempo atrás, hacía que se sintiera feliz y completa, y llena de una infinita alegría que hasta podría comenzar a cantar.
Bueno, quizás no tanto, pero la intención era lo que valía.
Mordió en su marca, su enlace vibrando, y hasta casi podía sentir a su alfa moviendo la cola en su interior, dando vueltas por la emoción cuando comenzó a anudar en el interior de la omega.
―Uh... Uh... Te... A-Amo... ―gimió Lisa, corriéndose entre sus piernas. Temblaba por el orgasmo, con sus ojos llenos de lágrimas por las sensaciones placenteras que recorrían su cuerpo.
Rosé gruñó contra su cuello, satisfecha, y observó el rostro sudoroso y agotado de Lisa. Antes de darse cuenta, comenzó a llenarle la cara de besos, causando que comenzara a protestar.
―¡Bas... Ta...! ―chilló Lisa.
―Te amo ―le murmuró Rosé entre besos―, te amo, te amo...
Y, aun así, esos te amo se sentían insuficientes para lo que verdaderamente sentía por la omega. Se sentían pequeños, no abarcables para los sentimientos que tenía por Lisa, pero no sabía qué otra palabra usar para explicárselo mejor. Para decirle que ella era una parte fundamental de su vida, de su cuerpo, de su alma, y Lisa era como el oxígeno para ella. Para poder estar bien.
Nunca se lo diría porque no quería hacerla sentir culpable, porque deseaba ahogar todos esos años, pero estar alejada de Lisa provocó que una parte suya estuviera muerta. Su alfa interior se sentía herida, destrozada, muerta, y cada día era un verdadero suplicio, un sufrimiento eterno, rogando para que acabara pronto y despertara con Lisa a su lado.
Era una muerta en vida, con el corazón destrozado en miles de pedazos, su alma rota por completo, su enlace casi extinto, y lo único que la mantenía con vida, que no le hacía perder la razón, era saber que Lisa conservaba su marca todavía. Que, al otro lado del enlace, Lisa seguía viva y latente.
Y cuando la tuvo en brazos, ahora que la miraba con el rostro colorado, jadeante por el sexo, con el cabello desordenado, sus labios hinchados por los besos, sólo podía pensar en que valió la pena.
Aunque hubiera dolido, aunque hubieran pasado diecisiete años, valió la pena cruzar la puerta que separaba su casa de la de Lisa y verla arreglando el jardín, tan joven, tan lleno de vida, con una pequeña MiYeon a su lado, y decidir que quería a esa chica como omega.
Cada maldito segundo a su lado valió la pena.
Lisa humedeció sus labios, y Rosé se vio tentada de volver a besarla y comenzar con las embestidas otra vez. Después de todo, todavía no salía de su interior.
―Es... Estoy pega... Josa... ―se quejó Lisa, pero no hizo amago de alejarla.
―Puedo llevarte a la ducha y... Y nos bañamos juntas. ―propuso Rosé, jadeante.
―No ―Lisa le besó la mejilla―. Pri... Primero debes darme un bebé ―los ojos de la omega brillaron―. Un bebé, un bebé...
―Lisa-ah...
―Un bebé... ―insistió Lisa, tarareando―. Un bebé, un bebé...
Rosé suspiró, repartiendo pequeños besos por el cuello de la omega, escuchándola murmurar en voz baja que quería un cachorro de las dos. Pensó que, si la omega estuviera en sus plenas facultades, no estaría diciendo eso tan ligeramente, como si fuera tan fácil.
Como si no existiera la posibilidad de que ellas dos no fueran compatibles en ese aspecto.
Y Rosé no iba a ser tan idiota como para decírselo cuando estaba inducida en celo, pues era consciente de que aquello podría herir a la omega, estando más sensible que de costumbre. Así que se dedicó sólo a volver a besarla, moviéndose otra vez y escuchando su suspiro de placer.
Después de todo, tenía que aprovechar ese celo, ya que sabía que cuando Lisa saliera de el, era muy posible que no tuvieran tiempo para las dos.
Oyó el gemido de la omega y sonrió antes de comenzar con sus embestidas.
***
MiYeon se sentó en la fuente que estaba en el patio del palacio imperial, mirando hacia el enorme edificio que estaba sirviendo como refugio, y marcó un número en su celular.
Luego de unos timbres, contestaron.
―¿Noona? ―preguntó la dulce voz de Felix.
―Hola, príncipe ―saludó MiYeon, sintiendo algo de alivio al escuchar a su hermano al otro lado de la línea―, ¿Estás enojado?
Hubo un pequeño silencio.
―Te extraño, Noona ―dijo Felix con tono lastimoso―, a ti y a papá. ¿Cuándo van a volver?
MiYeon mordió su labio inferior, sin saber exactamente qué decirle, ya que no estaba segura de nada en ese momento. Sabía que no quería alejarse de su mamá, sin embargo, también era consciente de que no podía dejar a Felix a la deriva. Dejarlo abandonado.
Rascó su nuca.
―Pronto ―fue lo único que dijo―, ¿Cómo han estado las cosas allí? ¿Te llevas bien con JooYeon?
―Han estado bien ―dijo Felix―, tía Jen y tía Soo me tratan bien, son amables y cariñosas ―un instante sin decir nada―. Noona, ayer mamá fue a retirarme del colegio.
Sintió su estómago contraerse por la situación, tragando saliva y recordando la mirada de Ten sobre ella, su toque cariñoso sobre su cabello.
―¿Te trató bien, Felix?
Sí, el toque cariñoso cuando vio que era alfa. Antes Ten la trataba bien, por supuesto, pero no la tomaba mucho en cuenta creyendo que sería omega, mimando a Felix y esperando que él fuera alfa. Pero cuando no fue así, su hermanito menor perdió privilegios, perdió atención, y ella ganó todo eso. Los nuevos cariños se sentían bien, por supuesto, pero no podía evitar sentirse culpable cuando Ten dejó de mirar dos veces a su propio hijo en beneficio de ella.
―Sí, Noona ―afirmó Felix―. Fue a retirarme antes de clases y me llevó a comer helado ―su voz tembló―. Dijo que... Que si te convencía de volver, que si volvías con papá y volvíamos a ser una familia, él sería... Sería bueno conmigo y podríamos comenzar de nuevo. Dijo que... Que si lo hacían, entonces la abuela no tendría que ser mala otra vez. ―Felix rompió a llorar.
MiYeon apretó su mandíbula, sintiendo odio por no ser capaz de estar al lado de su hermanito menor para protegerlo, y sólo lo escuchó llorar al otro lado de la línea.
―No te harán daño ―prometió―, si lo hacen, Felix, haré que paguen por ello ―tomó aire―. Aléjate de mamá, ¿Vale? Ella no está bien. Necesita ayuda.
―Está bien, MiYeonnie...
―Y no olvides que te quiero, príncipe ―agregó―. Prometo llamarte más seguido. Cuídate mucho, Felix.
―También te quiero, Noona.
Cortó la llamada, agotada, pensando en la difícil situación en la que se encontraba, y levantó la vista. Miró el cielo estrellado, pensando en entrar e ir a las habitaciones que funcionaban como cuartos, donde de seguro encontraría a SoYeon y Yuqi durmiendo. Sabía que podía dormir entremedio de ellas dos, pero no sentía muchas ganas de estar allí en ese instante.
―Mimi.
Se sobresaltó al escuchar la suave voz de Lisa, y se giró, encontrándosela de pie detrás de ella. Iba envuelta en una bata, con el cabello revuelto y ojos medio dormidos.
―¿Qué estás haciendo? ―preguntó MiYeon, poniéndose de pie―. Deberías estar con papá, mamá. Estás en celo.
Lisa hizo un gesto de relajo.
―El celo está pasando ―comentó Lisa―, y necesitaba salir un poco. Rosé está durmiendo como una muerta, nunca podía despertarla enseguida luego del sexo.
―¡Mamá! ―se quejó MiYeon avergonzada, escuchando la risa escandalosa de Lisa―. De verdad, esos detalles...
―Ah, ¿No es mi misión hacerte sentir incómoda? ―Lisa trató de calmarse, apretándole un moflete―. Tus mejillitas siguen tan rechonchas como siempre, bebé. ―la voz de la omega se tornó algo triste, y de pronto MiYeon se sintió terriblemente culpable por la forma en la que actuó las últimas horas.
Tomó la mano de Lisa, sentándose otra vez en la cerámica de la fuente y Lisa no tardó en seguirla, ubicándose a su lado.
MiYeon mordió su labio inferior antes de volver a hablar, con la voz temblorosa:
―No sabía de ti ―Lisa la miró, confundida, y quiso romper a llorar―. Yo no... Yo no sabía que tú eres mi mamá hasta hace unos meses.
Lisa abrió su boca, pero no salió sonido de ella.
―Tus cartas... ―cerró sus ojos un momento―. Ma... Tío Ten me las entregó cuando... Cuando me enteré de la verdad, no antes ―le dio un apretón en la mano―. No te conocía. No sabía quién eras. Para mí tú... Tú no existías, mamá.
Pudo sentir el momento exacto en el que el corazón de Lisa pareció romperse ante sus palabras, viendo cómo su mirada se tornaba destrozada, sus labios temblando, como si quisiera romper a llorar.
―Pero... Rosé...
―Abuela y tío Ten la obligaron a no decir nada ―defendió MiYeon―, ella me dijo que quería decirme, pero no... No la dejaron hacerlo.
―Y tú...
―Me enteré porque me encontré con Yuqi y ella... Ella preguntó por ti ―tragó saliva―, entonces los escuché discutir y tenía que averiguar quién eras, así que... Que revisé las cosas de papá y descubrí todo. Lo siento, mamá, lo siento.
Lisa comenzó a llorar en silencio, sorbiendo por su nariz, y MiYeon la abrazó por el cuello. Se acurrucó contra su pecho, escuchando sus hipidos, con los hombros de la omega sacudiéndose por el llanto.
―Eso significa que... Que estos diecisiete años...
―Lamento todo ―siguió disculpándose MiYeon―, no quiero que pienses que te odiaba, si yo hubiera sabido habría... Te habría contestado, no habría dejado que le... Le escribieras a la nada...
Lisa no dijo cosa alguna, siguió sollozando en su hombro, temblando por el dolor de las palabras de MiYeon y pensando en todo ese tiempo perdido. En todos los pensamientos que tuvo a lo largo de los años, siempre creyó que MiYeon no respondió porque la odiaba, no quería saber nada de ella, la detestaba por abandonarla, pero...
Pero fue toda una farsa. MiYeon no sabía de ella. Creyó todo ese tiempo que Ten...
―¿Él... Él te trataba bien...? ―preguntó entre jadeos, sin levantar la vista.
―Tío Ten... ―MiYeon hizo una pausa―. Me trató como una hija todos estos años, mamá, y decía quererme ―le dio un beso en la coronilla al escucharlo hipar―, pero yo no me sentía bien. No me sentía cómoda. Había cosas que... ―apretó sus labios un segundo―. Papá siempre decía que yo era demasiado... Demasiado callada, demasiado fría y que antes no era así, que cuando bebé me reía mucho, pero tío Ten la corregía diciendo que lloraba. Que yo lloraba mucho.
―No puedes decirme eso ―sollozó Lisa con la voz rota―, no puedes ser... Ser llorona como yo, Mimi.
Soltó una risa entrecortada, acariciándole el cabello a la mayor y sintiendo como ahora se calmaba de a poco. Rozó su mejilla, quitando el rastro de lágrimas de ellas.
―Lamento todo, mami ―le dijo con tono arrullador―, lamento ser una mala hija y ser grosera y poco comprensiva y no hacerte caso, pero... ―le besó la mejilla―. Pero cuando supe la verdad, me sentí traicionada pero feliz también, pues algo pareció encajar en mí... ―Lisa sonrió temblorosamente―. Por eso no quiero dejarte, mamá, porque... Porque si regreso allá, tengo miedo de no poder verte otra vez. Quiero estar contigo para siempre.
La mayor asintió todavía con lágrimas en las mejillas, sorbiendo por su nariz, para después pellizcarle un moflete.
―No puedo creer que tenga una hija tan... Tan malcriada ―dijo Lisa, haciendo que la menor formara un puchero―. Eres mi bebita, MiYeon, siempre serás mi bebita, aunque creas ser una mala hija.
MiYeon se rió, dejando que su mamá le llenara el rostro de besos pequeños. Su alfa revoloteaba por el gusto de estar envuelta en un ambiente de amor materno que no estaba acostumbrada a sentir. Se sentía bien que alguien le quisiera a pesar de todo y no dudara en mimarla.
―¿Lili? ¿Mimi?
Se separaron unos centímetros, encontrándose con una somnolienta Rosé de pie detrás de ellas, frotando sus ojos para tratar de despejarse un poco, y MiYeon hizo una mueca al verla sólo con la ropa interior.
―Papá, ¿Por qué estás desnuda? Esto es incómodo. ―murmuró MiYeon, cubriendo sus ojos.
Rosé se encogió de hombros, indiferente.
―Ah, tu padre siempre fue un desvergonzado ―dijo Lisa, poniéndose de pie y sonriendo de forma radiante―. Cuando podía, siempre agarraba su celular y nos grababa mientras nos acostábamos diciendo que-...
―¡Mamá! ―gritó MiYeon, desesperada.
Lisa se rió, encantada, antes de soltar un sonido de placer al sentir los brazos de Rosé agarrándola de la cintura, apoyando su mejilla en el pecho de la omega.
―Volvamos a la cama ―rezongó Rosé, frotando su rostro contra la bata―, la cama se siente vacía y fría sin ti.
Lisa volvió a reírse, devolviéndole el abrazo por el cuello y besándole la frente a Rosé que soltó un suspiro de felicidad. A pesar de lo incómodo que se sentía MiYeon ante la escena, podía apreciar que su papá estaba sonriendo como nunca antes lo hizo. Con Ten jamás sonrió. Y con ellos... Hubo sonrisas, pero ¿De felicidad?
No, nunca antes la vio tan contenta y feliz en esos años.
―Al parecer, MiYeon no es la única malcriada ―dijo Lisa, sonriendo cuando Rosé le sonrió―, tú eres mi otra bebita.
―¿Puedo sacar leche de tus pech-...
―¡Bueno, me voy a dormir! ―MiYeon se puso de pie, decidida a no seguir escuchando aquella conversación que parecía destinada a subir de tono.
No, escuchar a sus padres hablar sobre el sexo estaba definitivamente fuera de sus planes.
Se despidió de las mayores, entrando al pasillo más próximo para buscar los cuartos que servían como dormitorios, y minutos después entró al lugar donde sabía que estaría SoYeon y Yuqi.
SoYeon estaba durmiendo, acurrucada contra Yuqi, pero la alfa estaba despierta, arropando a la omega en su regazo.
―¿Te sientes mejor? ―preguntó Yuqi en voz baja.
MiYeon observó a la omega, acariciándole el cabello y escuchando el ruido de gusto que hacía con su garganta.
―Lamento haberme portado tan mal ―se disculpó―, no entiendo cómo pueden seguir queriéndome.
Yuqi se acomodó, haciéndole un pequeño espacio, y MiYeon se sentó a su lado, dejando que Yuqi le acariciara la mejilla.
―Te entendemos de alguna forma, MiYeonnie ―contestó Yuqi con voz seria―, recordamos muy poco de esos últimos días, pero lo poco que tenemos en mente es una niña muy triste y llorona ―MiYeon dejó que los labios de la alfa acariciaran su nuca―. Estabas demasiado enojada cuando tía Lili te dejó y creo que, sí es posible, odiabas a todo el mundo. Eras realmente una bolita de odio y llanto.
MiYeon soltó un quejido de disgusto, escuchando la risa suave de Yuqi, y levantó su cabeza, la alfa observándola con una profundidad que la estremeció.
Antes de darse cuenta, la estaba besando en los labios, la boca cálida de la alfa acoplándose a la suya con naturalidad, y a pesar de que una parte de su instinto se quejó por el beso, la ignoró porque se sentía demasiado bien. Que Yuqi la besara de esa forma se sentía correcto.
Se alejó unos milímetros, respirando contra el rostro de la alfa.
―Eso no justifica mis acciones. ―murmuró en voz baja.
Yuqi humedeció sus labios, sin dejar de mirarla.
―Tendrás que pedirle disculpas a SoYeon ―le dijo―, ella ha sido la más herida por todo esto. No te lo dirá jamás porque se cree una adulta fuerte e independiente del resto, pero por dentro no es más que una bebé grande ―Yuqi se rió, encantada―. ¿No es una linda bebé?
MiYeon miro a SoYeon durmiendo con la boca abierta y un hilo de saliva escurriendo de sus labios.
Se rió, sacudiendo la cabeza.
―Le pediré disculpas mañana ―aceptó MiYeon, feliz―. Ahora, abrázame y déjame dormir.
Yuqi le pellizcó la mejilla, asintiendo, y la acurrucó a su lado. Pronto, ambas estuvieron durmiendo, cálidas por el toque de sus pieles y cómodas con la presencia de la otra.
***
―Me gustan tus curvas.
Lisa abrió los ojos, sintiendo las manos de Rosé agarrándola de la cintura, y los labios pronto de la alfa rozaron su nalga derecha en un toque suave que envió cosquillas por su cuerpo. Estaba boca abajo sobre la cama, así que la posición no le era incómoda, y su omega interior suspiró de felicidad ante los roces delicados que Rosé le daba.
Estaba bien. Eso se sentía tan, tan bien...
Soltó una risa divertida cuando sintió una leve mordida y quiso voltearse, pero las manos de Rosé se lo impidieron.
―Debemos levantarnos ―dijo Lisa con pocas ganas―. Mi celo acabó y necesito ir a ver a Song y Yangyang, Rosé...
―No ―se quejó Rosé como una niña pequeña―, vuelve a tu celo, Lisa-ah ―los labios de Rosé comenzaron a besar su espalda, subiendo, subiendo, hasta que sintió el peso de la alfa sobre su cuerpo―. Nos podríamos quedar en la cama para siempre.
―Qué cosas dices, tonta ―se rió Lisa―, cómo podría...
―Sólo tienes que murmurar muchas veces alfa y bebés, y pedirme que te folle ―le dijo al oído, riéndose―, y yo no podría negarme, claro que no, porque si no me morderías.
―¡Eres terrible! ―se quejó Lisa con las mejillas tornadas de rojo, luchando para quitársela de encima.
Las dos terminaron en el suelo, gruñéndose de forma juguetona, y Lisa estaba sobre Rosé, besándole el cuello con cariño.
―Lamento haber insistido tanto con el tema de los bebés ―dijo de forma repentina la omega en medio del silencio―, sé que eso te pone triste, Rosé.
La mayor cerró sus ojos un momento, sin querer negarlo porque estaría mintiendo vilmente. Trató también de controlarse para no ponerse a llorar, ya que ella realmente quería tener un bebé con Lisa.
―Podríamos hacernos exámenes ―le dijo, acariciándole la nuca―, buscar alternativas, Lili. Pero si no es posible... ―Lisa la miró, apenada―, podríamos adoptar. No te voy a amar menos por esto, mi amor.
Lisa asintió, sensible y triste, y se inclinó ahora, dándole un beso profundo, amoroso y dulce en los labios. Se derritió por lo bien que se sentía todo en ese instante, aunque fuera sólo unos minutos.
Una hora después salieron del cuarto, bañadas y vestidas, y Lisa se sentía mucho mejor que nunca en la vida, en especial cuando le dio la mano a Rosé y la alfa se la tomó sin duda alguna, sonriéndole complacida. Lisa tuvo que pedir un par de indicaciones para poder llegar a la habitación que habilitaron como enfermería y no terminar perdida por el enorme lugar.
―Tu Chino suena natural ―comentó Rosé, siguiéndola―, ¿Cómo aprendiste tan bien, Lili?
Lisa la miró de reojo, un escalofrío repentino cruzando su cuerpo.
―La embajada Coreana ―dijo, sin mirarla―, cuando llegué fui a ella para... Para orientarme ―Rosé le dio un apretón en la mano, alentándola a continuar―. Escogí China porque JiWon pensó en trasladarse aquí, así que compró un departamento semanas antes de morir, y cuando falleció, quedó a mi nombre. Lo olvidé por completo, nunca tuvo mayor importancia para mí, pero cuando necesitaba escapar, bueno... Pensé que sería una buena oportunidad.
Lisa recordaba bien esos días: el dolor lacerante en su corazón, en su alma, sus ojos rojos e hinchados por las lágrimas, la sensación de abandono tragándola cada día un poco más. No sabía bien cómo sobrevivió a eso, porque su único pensamiento durante esos días era el de morir.
Rosé la estaba observando con una expresión de pena y sufrimiento.
―Así que llegué aquí y fui a la embajada, porque... Porque a pesar de que contaba con algo de dinero que te robé y ahorros de JiWon, iba a necesitar mantenerme. Ellos tenían un programa para aprender Chino gratuito, y dijeron que me asignarían un pequeño bono por ser extranjera hasta que pudieran conseguirme trabajo. Me llamaron semanas después diciendo que... Que, bueno, podía trabajar en una biblioteca, que no podían ofrecerme nada más porque... Porque, ya sabes, Rosé, no terminé mis estudios.
Rosé lo sabía, lo tenía claro, después de todo, ¿No fue por eso por lo que la omega le pidió ir a esas clases nocturnas?
Imaginarse a Lisa perdida, sin saber a dónde ir, tratando de hacer algo a pesar de que tenía todo en contra, la estremeció por completo.
Rosé se aseguraría de que eso nunca más ocurriera. De que Lisa no volviera a sufrir de esa forma.
Lisa se encogió de hombros, restándole importancia.
―Pude terminarlos después, una vez manejé bien el Chino, me inscribí en una escuela y saqué mis estudios secundarios, pero me quedé en la biblioteca porque ya me acostumbré ―hizo una pequeña pausa―. Allí conocí a Tzuyu.
La alfa fue a ese lugar con su hermana menor, que tenía que leer un libro para el colegio, y la acompañó para que no se llevara todos los textos del lugar, pues la chica era una lectora voraz. En ese entonces Tzuyu ya tenía una relación establecida con Sana, se casaron hace poco, pero la alfa era alguien demasiado hogareña y cariñosa con su familia, y siempre que podía, salía con su hermana menor para mimarla un montón.
Tzuyu bromeó, al verla, sobre que nunca vio a una omega con un rostro tan amargada, pero Lisa no la tomó en cuenta al inicio.
Lisa, durante esos años, se mantenía lo más lejos posible de todos los alfas que le rodeaban para que así no le dirigieran una segunda mirada.
Se detuvieron delante de las puertas de la enfermería, y Rosé quiso decirle algo, pero Lisa le pidió con los ojos que no lo hiciera, que podían mantener esa conversación después, así que Rosé hizo caso a sus deseos.
La omega entró luego de llamar, ingresando a un iluminado y amplio cuarto, con camillas en el suelo. Había algunas personas, como soldados que resultaron heridos durante el enfrentamiento, y al final...
Yangyang estaba pálido, demacrado, pero estable, y eso fue alivio suficiente para Lisa.
Se acercó a su lado, arrodillándose porque no tenían camillas allí, y le tomó la mano dándole un apretón. Yangyang le sonrió de forma temblorosa, por lo que Lisa le dio un beso en su frente.
―Pranpriya ―suspiró Yangyang―, te ves muy hermosa hoy.
Se rió, acariciándole el cabello y soltando feromonas maternas para así relajarlo un poco.
―Qué cosas dices, Yangie ―regañó―, siempre hemos dicho que el omega hermoso del grupo eres tú. Los chicos babean por ti.
Yangyang se rió levemente, sacudiendo su cabeza, y Lisa le pellizcó la nariz con cariño.
―Bueno, descansa precioso ―le dijo, poniéndose de pie―, vendré a verte más tarde y a contarte chistes.
―Por favor, no... ―gimió Yangyang.
Volvió a reírse, tomando la mano de Rosé, y tiró de ella para avanzar un poco después de Yangyang, hacia otro cuarto pequeño y privado donde estaba Song siendo revisada por Yixuan y Tzuyu. Su torso estaba desnudo, sin prenda alguna, con una venda cubriendo su hombro y pecho izquierdo.
Lisa no se inmutó ante la desnudez de Song, pero las mejillas de Rosé se tornaron rojas y desvió la vista.
Song enarcó una ceja.
―Vaya, no vi a un alfa avergonzarse cuando ve a un omega desnudo. ―comentó Song con voz débil.
Lisa observó a Rosé, pero no había rastro de molestia o celos en sus ojos.
―Rosé se hace la fuerte, pero es una ardillita en el fondo. ―respondió Lisa con algo de diversión en su tono.
La alfa dejó salir un bufido indignado, para después pellizcarle el trasero a Lisa, escuchando su chillido.
―Ardillita a la que le pides bebés. ―masculló.
La omega le dio un palmazo suave en la cabeza.
Song soltó una risa, encantada, antes de hacer una mueca cuando Yixuan apretó el vendaje.
―La herida en tu muslo no trajo tantas complicaciones como ésta ―comentó el beta―, Rosé hizo un buen trabajo en atenderte.
Rosé hizo una mueca.
―Lo habría hecho mejor si no estuviera tan desgastada.
―Desgastada en la cama y en tu oficio, Rosé. ―suspiró Lisa.
―Soy una mujer vieja. ―se defendió Rosé.
―En realidad ―dijo Song, interrumpiéndolas―, quería darte las gracias, Roseanne Park ―la alfa miró a la mujer, que arreglaba su camisa, cubriéndose―, por haber ayudado a Pranpriya y atenderme a mí. No tenías por qué hacerlo.
Rosé no dejó de observar a Song, parpadeando por sus palabras y sorprendida de que la mujer le estuviera diciendo aquello de improviso. Finalmente, inclinó su cabeza.
―Es mi trabajo ―le dijo―, además... No podía dejar morir a la líder de este movimiento. No si no quería que Lili me asesinara.
Song se rió mientras Lisa soltaba un bufido, empujando a Rosé.
―Bueno, no es por interrumpir este maravilloso momento ―habló de pronto Tzuyu bruscamente―, pero ¿No deberíamos hablar de lo que haremos a continuación?
Las risas desaparecieron y Lisa miró a Tzuyu, notando su mandíbula apretada y ojeras bajo el rostro.
Sabía que ambas tenían una conversación pendiente. Sabía que las dos tenían algo qué resolver, sin embargo, no se veía capaz todavía de enfrentarla. No, primero deseaba hablar con Sana y luego con Tzuyu, porque por muy frío que sonara aquello, ella nunca le dio motivos a Tzuyu para que pensara en ellas como algo más.
Tzuyu sabía que su corazón le pertenecía a Rosé, a nadie más.
Se volteó hacia Rosé y le dio un beso en los labios.
―¿Me esperas? ―preguntó Lisa.
Rosé pensó en decirle que podía acompañarla si deseaba, pero por la mirada que la omega le dirigió, supo que prefería enfrentar aquello sola, pues era algo que le pertenecía a ella, a nadie más. Lisa era una líder allí, mientras que ella... ella debía respetar eso.
Asintió con calma.
―Buscaré a MiYeon ―dijo―, tengo cuentas que arreglar con esa mocosa.
Lisa abrió su boca para protestar, sin embargo, la cerró después de unos segundos.
―No la tires por la ventana, por favor. ―fue lo único que dijo.
―Haré lo posible. ―contestó Rosé, lacónica.
Una vez la alfa se marchó, volteó su vista hacia Song y Tzuyu, que la esperaban con calma y expresiones decididas.
―Muy bien ―empezó a decir Song―, comencemos. Yo digo que deberíamos hacer explotar el Congreso.
Lisa sabía que Song no bromeaba.
No se si es obvio, pero de la bilogía Song siempre a sido mi personaje favorito TT
¡Gracias por leer!
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