capítulo XIV.
Advertencias: segunda parte de Kilig, por lo tanto, para entenderla, debes haber leído previamente esa historia. Chaelisa.
MiYeon tenía sólo trece años cuando su abuela le presentó a ChangBin.
En ese entonces Seo ChangBin era un pequeño, delgado omega de su misma edad, callado y tímido, pero atractivo, con cabello negro brillante, piel canela y labios rellenos que le gustaron enseguida.
―Él es ChangBin, tu omega ―le dijo su abuela con una sonrisa enorme, acariciándole los hombros, y a MiYeon le gustó tener la atención de la mujer mayor sobre ella―, ¿Por qué no pasean juntos? Estoy segura de que se llevarán bien.
Asintió, queriendo complacerla, y le tomó la mano a ChangBin.
A ChangBin no le gustó para nada.
―¡No! ―chilló el chico, soltándola―. ¡No me gusta ella! ¡A mí me gusta Channie!
MiYeon no sabía qué hacer realmente, así que retrocedió, entendiendo que, bueno, el omega podía quejarse y eso estaba bien, porque si a él le gustaba alguien más, ¿Cómo podía obligarlo a estar con ella?
Su mamá, sentado en el sofá, se puso de pie y se acercó con preocupación. MiYeon lo miró, encogiéndose de hombros, viendo como el padre de ChangBin endurecía su mandíbula.
―¡ChangBin, cálmate, Dios, no puedes portarte así! ―regañó, autoritaria.
―¡No me gusta ella!
―MiYeon, no dejes que te trate así. ―dijo su mamá, llamando su atención.
MiYeon lo observó, asustada, sin comprender lo que quería decir con ello.
―Pero...
―Eres una alfa ―dijo su abuela con voz dura―, no puedes dejar que un omega te rechace o te levante la voz. ChangBin te pertenece ahora, puedes imponerte ante él y él obedecerá ―su abuela le revolvió el cabello―. A los omegas les gusta eso.
MiYeon no podía entender bien esa lógica, pero quería hacer sentir orgullosa a su abuela que por fin la estaba mirando, por fin no la estaba ignorando como hacía años atrás, cuando creía que sería una omega. Su abuela le daba ahora regalos, le hablaba de igual a igual y a veces la invitaba a comer, ¿Cómo iba a decepcionarla?
ChangBin estaba llorando, mientras su papá lo sostenía y MiYeon se sintió mal por eso.
―¡ChangBin, deja el llanto! ―ordenó su padre con voz alfa, dura e imponente.
El pobre chico tembló, cerrando su boca, sus manos limpiando el rastro de lágrimas que había en sus mejillas.
―¿Ves, MiYeon? Así es como...
―¿Qué mierda está ocurriendo aquí?
MiYeon se volteó, viendo a su papá entrar al comedor, llevando de la mano a su hermanito menor. Felix le sonrió, llevando dos paletas de helado entre sus dedos, y se soltó del agarre de su papá para correr hacia ella.
―Mimiiiiiiiii ―llamó Felix, contento―, ¡Mira lo que te compré!
MiYeon tomó la paleta de helado, sonriendo, revolviéndole el cabello, y Felix se giró hacia su abuela.
La mujer lo miró despectivamente.
―Hola abuelita. ―saludó Felix, dando un paso para abrazarla.
Pero Sandara soltó un ruido de desprecio, haciéndose a un lado.
Con once años, Felix liberara un ligero olor a omega que ya demostraba lo que sería una vez se revelara, lo que ocurriría el año siguiente.
Rosé se adelantó, notando el rostro de desconcierto del niño por el rechazo de su abuela, para luego mirar al padre de ChangBin.
―Seo ―saludó fríamente―, ¿Qué hacen en mi casa? ―se volteó hacia sus hijos―. MiYeon, Felix, a sus cuartos, ahora.
Los dos no tardaron en obedecer.
MiYeon entonces despertó de golpe por fuertes sacudidas, escuchando gritos, luces de linternas viéndose en todos lados, mientras la gente agarraba sus cosas y se ponía de pie, saliendo del vagón con prisa.
Se enderezó, notando la mirada de alivio de SoYeon, y frotó sus ojos.
―¿Qué ocurre? ―preguntó con la voz ronca por el sueño.
―Debemos movernos ―dijo SoYeon, poniéndose de pie―, vamos a trasladarnos. Yuqi fue en busca de tía Rosé.
El nombre de su padre le hizo recordar brevemente lo que ocurrió horas atrás, y su estómago se contrajo por la pena y el susto. Se levantó también con ayuda de SoYeon, comenzando a moverse por entre la gente, ambas de la mano para no separarse.
―Nos moveremos hacia la zona centro-sur de Pekín ―decía Caolu a través de un megáfono―, nos hemos apoderado de la Villa Imperial, ¡Nos moveremos por los túneles! Cojan sólo lo necesario y apúrense...
MiYeon se abrió paso por entre la multitud de personas moviéndose con rapidez, buscando desesperado a su mamá, a su papá, a Yuqi, algún rostro conocido al que aferrarse, y se volteó cuando escuchó el grito de SoYeon, avisando que encontró a alguien.
Song estaba de pie sobre las escaleras mecánicas detenidas, observando críticamente a todo el mundo moverse, y a su lado...
MiYeon se dejó caer sobre Lisa, lloriqueando, importándole poco el olor a celo. Yuqi atrajo a SoYeon, besándole la frente y murmurándole algo por lo bajo.
―Mamá, mamá, lo siento mucho ―hipó MiYeon, frotando sus ojos―, prometo que...
Soltó un chillido al sentir una mordida en su hombro, alejándose de golpe, y se encontró con los ojos brillantes, juguetones, de Lisa.
Rosé bufó, atrayendo a Lili a su regazo.
―No ―le dijo con voz dura y Lisa soltó un gruñido―, no ahora, Lisa, concéntrate.
―¿Está...?
―Asustada ―le interrumpió Rosé a MiYeon―, es su omega. Su celo sigue a flote y está asustada. Va de la omega a la humana, y de la humana a la omega por segundos.
Lisa gimió, disgustada, y se arrebujó al lado de Rosé.
―Odio... Esto... ―se quejó Lisa―. Quiero... Vomitar...
―Deberían irse ―dijo Song a su lado―, Pranpriya necesita ayuda.
―¿Y... Tú...? ―preguntó Lisa.
Song le sonrió.
―Soy la líder ―explicó con voz dulce―, debo ser la última en marcharme, Pranpriya.
Lisa soltó otro gemido de disgusto, haciéndole una seña a MiYeon, que no dudó en acercarse a su lado. La omega la agarró de las mejillas, tratando de lucir seria.
―Te irás... ―le dijo, jadeante―. Con SoYeon y... Y Yuqi...
―No ―balbuceó MiYeon, sacudiendo su cabeza―, no, no quiero.
―Sí ―insistió Lisa―, no puedes... Quedarte aquí... Es peligroso... Debes volver a... A Corea...
―¡No! ―repitió MiYeon―. No voy a alejarme de ti, no ahora, no cuando recién... ―MiYeon apretó sus labios un segundo―. Tengo muchas cosas que hablar contigo, no quiero alejarme de ti ―sus ojos se llenaron de lágrimas―. Por favor, mamá, por favor...
―Mimi ―Lisa hizo una mueca―, si algo te... Te llegara a pasar aquí... No puedo cuidarte como... Como querría y...
―No me importa ―se apresuró a decir MiYeon―, por favor, por favor, por favor, mamá, no me alejes de ti ―hipó, abrazándola con fuerza―. Tienes que castigarme, ¿Cómo lo harás si estoy lejos? Tengo que quedarme para que me castigues, para que... para que... Para que seas mi mamá. ―lloró, asustada.
Lisa soltó un quejido y apretó el brazo de Rosé, llamando su atención.
―¡Dile... Dile algo...! ―le gruñó.
―Lisa ―contestó Rosé con paciencia―, cuando se trataba de pelear contra MiYeon, nunca pude ganarle, lo sabes bien. Si se trata de ti, MiYeon se vuelve un monstruo ―hizo una pequeña pausa―. Te dije que todo sería más fácil si la lanzaba por la ventana.
―¡Rosé!
―¡Papá!
―Todavía estamos a tiempo. ―agregó como si nada.
Lisa dejó salir un nuevo bufido, para después encogerse al sentir otro calambre en el estómago. Se arrebujó al lado de Rosé, que cambió su expresión de diversión a una más preocupada, acariciándole el cabello para calmarla.
―No tengo tiempo para... Para esto... ―murmuró Lisa―. MiYeon, es una... Una orden...
―No lo haré ―replicó MiYeon―. ¡Tendrás que llevarme de la oreja hasta el avión para que me vaya!
―¡Pues lo haré si...!
―¡Dios, ¿Quieren discutir eso en otro momento?! ―les interrumpió Song, exasperada―. ¡Estamos en medio de una crisis! ―la mujer miró a Lisa, que parecía mareada―. Vas a tener que llevarla en tu espalda, alfa ―dijo, desviando su vista a Rosé―, apenas puede caminar. Y ustedes tres ―agregó, ahora enfocándose en MiYeon, Yuqi y SoYeon―, tendrán que ayudarla.
―Song... ―balbuceó Lisa.
―Nos juntaremos en dos horas, en la fuente del palacio imperial. ―le dijo, moviendo su mano en señal de despedida.
―Pero Song...
―¡Si te atreves a desobedecerme, Pranpriya ―le advirtió Song mientras Rosé se movía, acomodándola en su espalda―, voy a darte una buena tunda!
Lisa quería romper a llorar, pues comprendía a Song mejor que nadie. Song nunca tuvo hijos, ya que su alfa la golpeaba tan seguido que abortaba por mucho que quisiera evitarlo, y ella veía a Lisa como una de sus niños.
A ella, a esa omega desastrosa y abandonada.
Lili no podía evitar quererla, en especial cuando Song se hizo popular luego de haber asesinado a su alfa con doce puñaladas y volverse una prófuga de la justicia, cinco años atrás.
Song podía ser dura, una reina de hielo, una perra sin corazón como muchos le decían, pero Lisa la admiraba porque seguía manteniéndose firme en sus convicciones, en su lucha, sin querer rendirse, aunque no hubiera nadie apoyándola desde el inicio.
―¿Has engordado? ―le preguntó Rosé, mientras avanzaban entre las personas.
Se quejó por sus palabras, y sin poder evitarlo, mordió su hombro, escuchando su quejido.
Sonrió por el gusto para luego lamer su cuello, sintiéndose un poco asustada, pero también cómoda, suspirando por el gusto de ser llevada por su alfa en brazos. Su omega se sentía feliz, muy feliz, y si su omega era feliz, entonces ella también lo era.
―No creo que pueda cargarte todo el viaje ―le dijo Rosé, siguiendo a las personas y llamando su atención―, soy una alfa débil.
―No débil... ―murmuró Lisa―. Sólo... Alfa especial.
Sintió a Rosé riéndose.
―¿Especial? ¿Eso es mejor?
―Para mí ―besó su mejilla―. Alfa especial para omega especial.
Rosé permaneció en silencio varios segundos, avanzando a paso lento.
―Una omega revoltosa para una alfa pura, ¿Eh? ―preguntó Rosé.
Lisa se rió, frotando su mejilla contra el cabello de la mayor, y liberó feromonas de celo, sin poder evitarlo.
Rosé se tambaleó y la gente las miró, asustados.
Si no hubiera sido porque MiYeon se acercó a sostener a Rosé, habrían caído al suelo.
―Lisa, no. ―pidió Rosé.
La omega gimoteó con disgusto.
―Te necesito... ―reclamó―. Yo... Me si-siento caliente y...
―No aquí ―insistió Rosé―, no puedo tomarte aquí, Lisa-ah.
―Esto es vergonzoso ―se quejó MiYeon―, no quiero imaginarme las cosas asquerosas que hacen.
―¿Asquerosas? ―resopló Rosé―. Ya verás cuando lo hagas con Yuqi o SoYeon, no van a salir de la cama...
―¡Papá!
―¡Tía!
―Cuando Lisa tuvo su celo conmigo y éramos jóvenes ―prosiguió como si nada―, no salíamos de la habitación, nos la pasábamos...
―¡Alfa! ―balbuceó Lisa, avergonzada.
Rosé suspiró.
―¿Se te bajó la calentura? ―preguntó con voz grave.
―Mala ―Rosé soltó un quejido al recibir un golpe―. Horrible ―se revolvió, queriendo bajarse―. ¡Puedo... Caminar...!
La alfa comenzó a pelear con Lisa, gruñendo por el disgusto.
―No hagas esto más difícil. ―le dijo, frustrada.
―Mamá, por favor... ―pidió MiYeon.
―Mimi ―la menor miró a Lisa―, eres mala igual... ―soltó una protesta cuando la omega le pellizcó la nariz―. Desafiándome... ―el rostro de la mayor se llenó con pena―. No he sido buena. Buena madre. Lo siento, Mimi.
―No digas esas cosas ―regañó MiYeon―. No tuviste la oportunidad, mamá, pero no es tu culpa. Nunca ha sido tu culpa ―le dio un beso en la mejilla―. Vamos, cuando te sientas mejor, vas a poder castigarme todo lo que quieras y no reclamaré nada.
―Siempre... ―Lisa le sonrió, titubeante―. Siempre quise pegarte con la varilla, Mimi...
SoYeon comenzó a reírse sin control, mientras Yuqi se forzaba a ocultar su sonrisa. MiYeon soltó un resoplido, negando con la cabeza, pero se calmó al ver a Lisa más tranquila ahora.
Incluso, media hora, después estaba dormida, importándole poco que Rosé estuviera con la espalda adolorida por haberla cargado.
―Podría cargarla yo, tía Rosé ―ofreció Yuqi―, soy más joven.
―Y una mierda ―farfulló Rosé―, nadie tocará a mi bebé. Se lo permito a MiYeon sólo porque es su hija.
―No sabemos cuánto queda ―apoyó SoYeon―, y realmente...
―¿Pranpriya?
Rosé se detuvo cuando una voz desconocida habló, y Lisa soltó un gruñido de disgusto, parpadeando y enfocando su vista nublada por el sueño.
―¿Mark...? ―balbuceó, medio perdida.
Sintió a Rosé tensándose bajo su agarre, pero Lisa la ignoró, sonriéndole al alfa frente a ella.
―¡Markkie-boo! ―canturreó Lisa.
El alfa parecía realmente desconcertado, sin comprender la situación, y dio un paso. Sin embargo, no avanzó más al escuchar el gruñido de Rosé y MiYeon. SoYeon soltó un resoplido y Yuqi tosió, tratando de ocultar su risa.
―No ―se quejó Lisa, golpeando a Rosé en el hombro antes de tirarle la oreja a MiYeon―. Mark amigo. No sean tontas.
―Amigo mis polainas... ―murmuró Rosé, y Lisa volvió a golpearlo en la cabeza―. ¡Bueno, te bajas! ―y la soltó.
El chillido de Lisa resonó en el lugar.
Rosé se arrepintió de aquello, por supuesto, minutos después, mientras iba caminando entre rezongos, mirando a Mark cargar con una somnolienta Lisa en su espalda. MiYeon no dejaba de mirar la espalda de su mamá, en tanto SoYeon trataba de relajarla, sosteniéndola de los hombros, y Yuqi silbaba.
―¿Así que te encontrase con tu alfa, Pranpriya? ―preguntó Mark en Chino.
Lisa soltó un ruido en señal de asentimiento.
―Sí ―contestó la omega―. Lo siento, Markkie-boo ―agregó con vergüenza―, tú y yo...
―¿Por qué lo lamentas? ―el alfa se rió―. Bueno, sí, me sentía atraído por ti y realmente me gustas mucho, Pranpriya, pero está bien ―Mark se veía relajado―. Te ves mejor que nunca y eso es lo importante, ¿No es así? Podré superarlo.
La omega afirmó, aunque no parecía demasiado convencida, recordando los ojos de Tzuyu sobre ella, sus labios sobre los suyos en un beso dulce, y se sintió desgraciada por todo eso.
―¿Cómo está... Feifei? ―preguntó para cambiar de tema.
―Se marchó antes ―le dijo con voz suave―, nosotros somos la última tanda, ¿No es así? La está cuidando Jackson.
―Jackson es bonito ―dijo Lisa de pronto―. Bonito omega para bonito alfa ―le pellizcó la mejilla y Mark volvió a reír.
―Ah, Pranpriya, ¿No eres adorable?
Rosé parecía dispuesto a intervenir, pero en ese momento, Mark se detuvo junto al resto de las personas. Bastó una mirada para saber que habían llegado, con todo el mundo subiendo por los escalones según las indicaciones, sin apuro para no provocar alguna estampida a pesar de los evidentes nervios.
―Creo poder llevar a Lisa por el resto del camino. ―dijo Rosé de pronto con voz casual.
Mark miró a la alfa con una expresión de diversión.
―¿Sí? No me molesta seguir cargándola. ―contestó como si nada.
Yuqi decidió intervenir al notar como su tía parecía dispuesta a decir algo grosero.
―Venga, tía, le hará bien que su espalda descanse. ―dijo, sonriendo.
Rosé la miró sin expresión.
―O suelta a Lisa, o le romperé la carita de niño bueno que tiene. ―contestó con calma.
Yuqi miró a Mark.
―Debería dejar a tía Lisa. ―se apresuró a decir.
Mark volvió a reírse, divertido, y con cuidado dejó a Lisa de pie, MiYeon adelantándose para sostenerla.
Poca gente estaba quedando ahora, el resto subiendo sin mirar atrás.
Lisa bostezó.
―Tengo sueño. ―dijo, frotando sus ojos.
―Pranpriya ―dijo Mark―, no deberías sonreír tanto, ¿Sabes? Así enamorarás a todo el mundo ―Lisa lo miró, parpadeando, y el alfa le pellizcó la nariz, causando que la arrugara―. Nos vemos por ahí, ¿Está bien?
―Mark bueno. ―aprobó Lisa, abrazándolo e ignorando el gruñido de Rosé.
Minutos después, el alfa subió las escaleras, y Rosé no tardó en acercarse a Lisa, abrazándola y frotando su mejilla contra el cuello de la omega con expresión enfurruñada.
―Ahora hueles a ese alfa. ―se quejó con fastidia.
―Mark huele bien ―dijo Lisa, como si nada. Sin embargo, segundos después, borró su sonrisa, mirando hacia el interior del túnel―. Subir ―señaló a las menores―. Vayan primero.
―Pero mamá...
Lisa no le dio tiempo para que MiYeon reclamara, dándole un golpe en la nuca.
―Suban. ―ordenó con voz seria.
Yuqi le tomó la mano a MiYeon, tirando de ella, y MiYeon no tardó en agarrar a SoYeon para que la siguiera.
―Eres muy celosa ―le dijo Lisa a Rosé, acomodándose en su espalda, y la alfa soltó un resoplido―. Yo te amo a ti. Omega ama a Alfa. Lisa ama a Rosé.
―Y yo te amo a ti ―contestó Rosé sin duda alguna―, es sólo que tengo miedo de perderte, Lili.
―No ―Lisa cerró sus ojos―, mi corazón, mi alma, todo de mí, te pertenece ―la omega soltó un gruñido bajo―, así como tú eres mía, de nadie más.
―Eres increíble. ―suspiró Rosé, subiendo las escaleras.
Lisa parecía dispuesta a protestar, sin embargo, cuando Rosé subió otro escalón, empezaron a escuchar disparos seguido del ruido de un motor, sonidos provenientes por donde llegaron.
Todo se volvió un caos repentino cuando una camioneta se acercaba a toda velocidad por el túnel en el que vinieron y Lisa soltó un jadeo de miedo contra su oído. El instinto de Rosé demandó seguir subiendo para poner a salvo a su omega, pero cuando dio dos pasos, Lisa gritó:
―¡No, espera!
Lisa se revolvió en sus brazos, obligándola a soltarla.
―¡Lili, estás en celo! ―regañó.
La camioneta se detuvo de golpe y Tzuyu bajó con expresión urgente.
―¡Víctor! ―gritó con voz desgastada.
No fue necesario que dijera otra cosa, pues Lisa entendió enseguida, volteándose para mirar a los sorprendidos alfas, betas y omegas que estaban habilitados para llevar armas.
―¿Qué mierda esperan? ―dijo, enfurecida―. ¡Necesito que cubran a Tzuyu!
Rosé se sobresaltó cuando Lisa gritó con tono potente hacia las personas, que no dudaron en comenzar a bajar con apuro, ordenando que la gente que seguía subiendo se apresurara. La contempló atónita y sorprendida cuando Lisa se tambaleó, todavía en celo, pero luchando contra su instinto, y bajó las escaleras para acercarse a Tzuyu que estaba abriendo las puertas traseras y...
―Mierda. ―jadeó Lisa cuando una ensangrentada Song se derrumbó sobre el suelo.
―¡Necesito un médico, urgente, que esté listo arriba! ―gritó Tzuyu, levantando a Song con cuidado, la omega jadeando por el dolor.
―Estoy... Bien... ―gimió la mujer―. La ba-bala en el muslo no... No me hará mucho... ―Song observó a Lisa con el rostro desfigurado por el sufrimiento―. Yangyang necesita...
Song soltó otro gemido de dolor cuando Rosé apareció detrás de Lisa, bastando sólo una mirada para que Tzuyu acomodara a Song en los brazos de Rosé.
La alfa miró a Lisa, apretando sus dientes.
―Haz lo tuyo y luego subes a buscarme. ―le dijo Rosé con voz suave.
Lisa quiso llorar por lo que estaba haciendo Rosé, por no llevársela de allí, por parecer respetar el lugar que se ganó en ese grupo, y le dio un beso rápido en los labios.
―No dejes que MiYeon enloquezca. ―le pidió, y Rosé asintió antes de girarse y correr con Song en brazos.
Al voltearse, palideció al observar a Tzuyu sacando de los asientos traseros a un sollozante, ensangrentado y herido Yangyang.
―Tranquilo, tranquilo. ―murmuraba Tzuyu, mientras Lisa se apresuraba a quitarse la chaqueta, presionando la prenda contra el estómago de Yangyang y tratando de detener el sangrado.
El chico lloró con fuerza.
―Pran... Pranpriya... ―sollozó con sus labios ensangrentados.
―Yangyang, Yangyang, estoy aquí ―dijo Lisa, tratando de no ceder al pánico, fingiendo no escuchar los gritos, los disparos repentinos―, vamos a conseguirte un doctor y todo estará bien, ¿Te parece? Necesito que... Que seas fuerte un poquito más, sólo unos minutos...
―No quiero... No quiero morir... ―jadeó Yangyang, antes de gritar por el dolor cuando Tzuyu la levantó entre sus brazos.
―No vas a morir. ―le prometió Lisa, apretando su mano.
―Necesito que te hagas cargo ―gruñó Tzuyu―, debo llevarlo arriba con un médico o seguirá perdiendo sangre.
―Pero...
―Confío en ti ―dijo Tzuyu con tono serio―, a ti te confiaría mi vida, Lisa.
Sus labios temblaron con fuerza, pero no pudo decir nada, ya que Tzuyu se giró y marchó de allí.
Dios. Dios...
Las decisiones nunca pasaron por ella, porque Song era quién solía proponer las soluciones, y si ella no llegaba a estar, entonces Tzuyu era la segunda al mando. Y dejarla con ese peso sobre los hombros en una situación tan crítica...
Pero Lisa sabía lo que debía hacer cuando se volteó y escuchó todos los disparos, los gritos.
Sólo necesitaba-...
―Pranpriya.
Observó al recién llegado y no pudo evitar sonreír por el alivio, tomando el arma que Yìxìng le tendía sin duda alguna.
―Me encontré con Tzuyu mientras bajaba ―le dijo Yìxìng―, ¿Cuál es la orden?
Lisa miró hacia el túnel, hacia las luces moviéndose a lo lejos, indicando que los soldados del gobierno se estaban acercando, y mordió su labio inferior.
Si ellos llegaban, estarían jodidos. La dificultad de estar instalados en la Villa Imperial era que estaban en la superficie, los ataques directos serían más seguidos e inevitables, se encontraban a la vista de todos, pero volver a los túneles sería ahora imposible. Y no podía permitir que tuvieran aquella entrada por ese lugar.
Endureció su mirada.
―Vamos a volar esto, Yìxìng. ―le dijo con voz seria.
Yìxìng soltó una carcajada.
―Me lo imaginé, así que Zhoumi ya viene para aquí.
No podía dudar, no podía demostrar inseguridad en ese instante.
Minutos después, el beta apareció cargando un bolso, jadeando por el cansancio pero con expresión decidida.
―Supongo que estás C-4 no son para decorar el túnel ―aventuró, arrodillándose en el suelo y abriendo el bolso sin que fuera necesario decirlo. Mostró varios explosivos que robaron de los cuarteles militares cuando los asaltaron, semanas atrás―. Podría haber muertos, Pranpriya. ―le advirtió.
Lisa lo sabía. Lo tenía claro desde que se metió en todo ese embrollo porque no podía soportar no hacer nada, porque odiaba la posición que se le fue impuesta, y quería luchar contra todas aquellas injusticias que tanto daño provocaban a las personas que amaba.
¿Y qué rebelión efectiva en el mundo, pensó amargamente, se hizo con paz y flores?
―Hazlo. ―ordenó, apretando su mandíbula.
No fue necesario que se lo dijera otra vez: Zhoumi activó los explosivos C-4, aprovechando que lo estaban cubriendo, y se dedicó a dejar los pequeños dispositivos en zonas estratégicas para que así las consecuencias fueran más grandes. Para que así todo ese lugar se derrumbara y quedara inhabilitado.
El último lo acomodó bajo la camioneta, apurándose en volver.
Lisa se dio cuenta de que los militares se estaban acercando.
―¡No quedan municiones! ―gritó Luhan, que estaba a cargo de dirigir a los guerrilleros que tenían.
Lisa chistó, volteándose hacia Zhoumi, que sacaba el detonador del bolso.
―Vamos ―ordenó, para luego levantar la voz―. ¡Retírense, ahora!
No hizo falta que lo repitiera para que sus amigos se giraran y comenzaran a correr hacia las escaleras, subiendo sin mirar hacia atrás y tratando de no voltearse. Tratando de no mirar hacia los amigos que pudieron haber muerto, pues sabía que le iba a costar seguir adelante.
Se sobresaltó cuando una bala rozó su cuerpo, pero no se detuvo, e incluso Yìxìng le tomó la mano para apurarla, tirando de ella.
Jadeó cuando olisqueó el aire puro, las estrellas brillando en el cielo, y se volteó.
―¡Cierren las puertas! ―gritó hacia Caolu, que tiro hacia abajo el portón de metal que cubría la entrada de la estación de trenes―. ¡Aléjense, ahora! ―todo el mundo le obedeció, corriendo lejos de allí―. ¡Zhoumi!
Su amigo activó el detonador y el suelo pareció sacudirse de pronto como si estuviera temblando, escuchándose ruidos sordos provenientes del suelo. Todo el mundo cayó al concreto, y Lisa se agachó cuando la puerta que protegía la estación se sacudió y saltó de forma repentina, destrozándose, humo y fuego envolviendo el aire en segundos.
Yìxìng la cubrió con su cuerpo cuando más ruidos retumbaron, la tierra de pronto abriéndose, grietas formándose e indicando que los túneles se estaban derrumbando, aplastando todo a su paso.
Levantó la vista y, de pronto, se vio envuelta en unos conocidos brazos.
―¿Estás bien? ―le murmuró Rosé, agarrándola de las mejillas, con sus preocupados ojos sobre ella.
Asintió, titubeante, pero antes de decir algo, otro cuerpo la abrazó de golpe y MiYeon comenzó a lloriquear contra su hombro.
―No hagas eso otra vez ―le pidió MiYeon con la voz rota―, me preocupa y no puedo ayudarte, mamá. No lo hagas, por favor.
Lisa tosió, devolviéndole el abrazo con cariño, frotando su mejilla contra el cabello de la menor, y se enderezó con cansancio.
―Lo hiciste bien.
Se volteó, encontrándose con los agotados ojos de Tzuyu.
―¿Song? ―preguntó con miedo―. ¿Yangyang?
La alfa humedeció sus labios.
―Song está bien ―contestó―, Yangyang perdió demasiada sangre... ―hizo una pequeña pausa―. Pero estará bien.
Casi se puso a llorar del alivio, pero sólo abrazó a MiYeon otra vez, tratando de concentrarse en esa sensación para no dar paso a la terrible, horrible culpa de que ahora debía cargar con muertes sobre sus hombros por sus decisiones.
Decisiones de las que no se arrepentía, pero no disminuían en nada la culpa.
De las vainas más intensas que e adaptado en mi vida. JESUS.
¡Gracias por leer!
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