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capítulo X.

Advertencias: segunda parte de Kilig, por lo tanto, para entenderla, debes haber leído previamente esa historia. Chaelisa. 

Lisa despertó, adolorida.

Apretó sus labios, confundida por no saber dónde se hallaba producto de la desorientación del sueño, y frotó sus ojos, reconociendo el vagón donde todo el mundo dormía. Tomó un suéter, abrigándose mientras se ponía de pie para salir del lugar, queriendo despejarse porque se sentía extraña y perdida y triste.

Se sentía demasiado triste y quería llorar, pero no sabía por qué.

Aunque no fue una buena idea salir, por supuesto.

Mami.

Se volteó, viendo a Sana, delgada y pálida, sentada alrededor del fuego que mantenían encendido en todo momento para poder tener algo de calor durante las comidas. Su sonrisa, por supuesto, era hermosa, era feliz, contenta, y llena de un infinito amor que algo pareció romperse en su interior.

―¿Qué ocurre, mi vida? ―preguntó Sana, ajena a ella y sosteniendo en sus brazos a Yizhou.

La pequeño también estaba feliz, sonriendo, mientras sus manitos se cerraban alrededor de la ropa de Sana y frotaba su cabecita contra el cuello de su mamá.

Se vio a sí misma diecisiete años atrás, sosteniendo a MiYeon contra su pecho. La bebé le sonreía, mostrando sus dientecitos en crecimiento, queriendo ser impregnada por su aroma, y el dolor en su corazón estalló otra vez.

Te estanieeeeee muuuuuchioooooo. ―canturreó Yizhou, antes de comenzar a reír cuando Sana le hizo cosquillas en el estómago.

Lisa tropezó, con sus ojos llenos de lágrimas.

Sana se volteó ante el ruido repentino, pero Lisa se obligó a bajar la vista, fingiendo estar recogiendo algo para poder limpiar su rostro. No podía quebrarse, no podía derrumbarse frente al mundo, no podía permitirse que todos supieran que, en el fondo, a pesar de que no necesitara a un alfa, si necesitaba a su bebé en sus brazos, aunque hubieran pasado diecisiete años.

Lisa tenía que seguir aguantando por mucho que doliera.

Tía Liiiiiiisa. ―llamó Yizhou.

Tragó el nudo en su garganta, levantando la vista para componer una sonrisa en su rostro.

―Hola Yizhou ―saludó, acercándose e inclinando su cabeza hacia Sana―. Hola, Sana.

La omega la observó en helado silencio.

―Deberían ir a dormir ―dijo Lisa con amabilidad―, ya es tarde y-...

―Estoy esperando a Tzuyu ―le interrumpió Sana bruscamente, y la miró con rabia contenida en su rostro―. ¿Tú también la esperas, Pranpriya?

Bajó la vista otra vez.

―No ―contestó―, tuve un sueño malo.

¿Suenio malo? ―preguntó Yizhou con sus ojos arrugados―. ¿Abazo, tía Li?

Sonrió con más ganas, abriendo su boca para contestar, pero Sana se le adelantó: se puso de pie, sosteniendo a Yizhou con más fuerza contra sí.

―Ahí viene papá. ―le dijo a Yizhou, llamando su atención.

Observó cómo Sana se alejó, ignorándola y llevándose a Yizhou, y mordió su labio inferior con fuerza hasta sacarse sangre. El rostro cansado de Tzuyu se iluminó al notar a Sana y Yizhou, pero terminó por poner una expresión compungida cuando la omega no la besó, sólo le pellizcó la nariz en señal de regaño.

Lisa se volteó cuando los ojos de Tzuyu se dirigieron hacia ella, observando el fuego en silencio, y su marca pareció arder de pronto.

La acarició distraídamente, pensando en la caliente boca de Rosé sobre la suya, en un beso posesivo y reclamador.

―¿Qué estás haciendo tan tarde despierta? ―le preguntó Lisa a Tzuyu, cuando la alfa se acercó con Sana a regañadientes.

Tzuyu se encogió de hombros.

―Caolu volvió hace un par de horas ―dijo Tzuyu―, pero no pudo traerte ropa, Lili ―asintió en silencio―. Se encontró con... Había gente en tu departamento y la obligaron a traerlos aquí, así que tuve que hacerme cargo.

Lisa frunció el ceño.

―¿Los mataste? ―preguntó con dolor en su estómago.

Tzuyu parpadeó, dándole un coscorrón.

―Claro que no, ¿Quién crees que soy? ―bufó, sacudiendo su cabeza―. Bueno, Caolu logró avisarme con su código de número, ya sabes, me envió un uno y luego un cinco y al inicio no lo entendía...

―Uno significa ‹‹estoy atrapada›› ―recitó Lisa―, y cinco es ‹‹voy obligada››.

La alfa lució indignada ante el hecho de que Lisa pudiera recordarlo sin problema alguno, así que la omega soltó una risa baja, que murió al notar la mirada molesta de Sana sobre ella.

―Entonces, me avisó eso y Lulu llegó horas después con estas chicas, una me atacó y las otras estaban asustadas, así que las trajimos. Están encerradas en la sala de monitores, mañana las interrogaré y veré qué hacen aquí ―se encogió de hombros―. Aunque eran Coreanas, tal vez tú podrías hablar con ellas...

Movió su cabeza, asintiendo, aunque siendo honesta hablar con espías era lo último que quería hacer en su vida.

―Yizhou quiere dormir, Tzuyu. ―dijo de forma repentina Sana, llamando la atención de la alfa.

Y así el interés de la alfa hacia Lisa desapareció.

Lisa miró el fuego ardiente, fingiendo no escuchar los arrullos de Tzuyu hacia su hija que se arrimó en sus brazos, despidiéndose para entrar al vagón que servía cómo dormitorio.

―Gracias por cuidar de Yizhou ―dijo Sana detrás de ella, pero Lisa no se volteó―. No hay forma de agradecer todo lo que has hecho por ella.

―Tú habrías hecho lo mismo. ―contestó Lisa tranquilamente.

―Por supuesto ―respondió Sana, e hizo una pausa. La Tailandesa cerró sus ojos para poder soportar el golpe siguiente―, así que supongo que entenderás si te pido que te alejes de Yizhou y Tzuyu, ¿Cierto? Porque es mi hija y es mi alfa. Ellas son mías, así como yo soy de ellas.

El nudo en su garganta pareció crecer.

―Sí ―se obligó a decir, mientras fingía estar bien―, no te preocupes, Sanake, mantendré mis distancias.

Con los ojos cerrados sus lágrimas no iban a salir tan fácilmente.

―Eso espero. ―fue lo único que dijo Sana, antes de girarse y entrar al vagón.

Estaré bien. Siempre estoy bien, se repitió mientras se abrazaba, enterrando su rostro entre sus rodillas una vez estuvo sola, y tomó aire para contener el llanto que moría por salir de su boca.

Puede que no ahora. Puede que no pronto. Pero, tal vez, en algún momento estaría bien, ese era su único consuelo.

***

Rosé iba a asesinar a MiYeon apenas la tuviera frente a ella.

La iba a descuartizar, a arrancarle la piel en tiritas y a gritarle lo tonta que fue por actuar de esa forma, a pesar de que ella le ordenó que no lo hiciera. Y después, la abrazaría por lo malditamente preocupada que la tenía.

Soltó el aire que contenía mientras llamaba al celular de MiYeon por número treinta y cinco en el día, siendo enviada al buzón de voz, y miró la hora también. Las dos de la mañana.

Un gruñido quería escapar de su garganta por la rabia, pero también por la preocupación que sentía, pensando en la tonta pelea que tuvo con MiYeon horas atrás y lo molesta que se vio la menor. Podía comprenderla, por supuesto, porque MiYeon se sentía perdida y sola y nerviosa, y ella tampoco reaccionó de la mejor forma ya que, maldita sea, su hija tenía razón.

Rosé estaba aterrada.

Pensar en ver a Lisa hacía que su estómago se encogiera de nervios, con mariposas asesinas revoloteando por la anticipación, pero también sentía pánico, miedo y susto de ver a Lisa y no ver nada más que indiferencia allí. Ver que Lisa seguía conservando su marca, pero no sus sentimientos, que ya no eran más ellas dos y debía renunciar por completo a la omega.

Rosé no sabía cómo iba a soportar eso, porque estaba segura de que, si su lazo se rompía, su marca desaparecía, algo dentro de ella iba a morir para siempre.

Y sumado a todo eso, ahora MiYeon no contestaba su maldito celular.

Jennie la iba a matar.

Mordió su labio inferior, tomando su móvil, y titubeó un instante, sin saber si activar el GPS que tenía en el celular de MiYeon para estos casos, y decidió que era necesario, sólo necesitaba saber dónde estaban las tres mocosas que más de una vez le sacaron de quicio.

Aunque si algo les pasaba...

Suspiró, exasperada. Echó a andar el auto mientras el GPS indicaba el lugar dónde estaba MiYeon, sin importarle si era de noche, pues un montón de cosas podían pasar en pocas horas. Lo que necesitaba era saber si la tonta mocosa que tenía por hija estaba bien, para así poder pegarle cuando la viera.

Horas atrás habló con Felix, preguntándole si estaba bien en la casa de Jennie y si su madre apareció en el colegio para buscarlo. Quedó un poco aliviada cuando el chico le aseguró que todo estaba bien, que tía Jen y tía Soo lo estaban cuidando y que JooYeon y MinJeong lo trataban como un hermano más.

Luego, por supuesto, tuvo que mentirle a Jen diciéndole que sus hijas estaban a salvo, siendo cuidadas por ella. Además, inventó una excusa de que fueron a comprar y dejaron sus celulares en el hotel, antes de despedirse rápidamente cuando percibió que Jennie quería hablar con ellas.

No sólo mataría a MiYeon, sino también a SoYeon y Yuqi por acompañarla. Se supone que eran las mayores, ¡Deberían cuidar de MiYeon, no seguirla como unas idiotas!

Arrugó el ceño cuando condujo por calles de barrios que lucían algo peligrosos para ella, rezando por no encontrar a las mocosas muertas en una zanja.

Una punzada de dolor sacudió su corazón.

Lisa estaba triste.

Mordió su labio inferior, siendo consciente que, desde que aterrizaron, su alfa parecía estar dando vueltas en su interior como un animal herido. Parecía saber que estaba más cerca de su omega que nunca en esos diecisiete años, ansiosa por encontrarla, rodearla con sus brazos y nunca dejarla ir. Y su enlace, aquello que todavía las mantenía unidas, se sentía arder, dando tirones y sacudidas en anticipación.

En todo ese tiempo, los estados de ánimo de Lisa estuvieron bloqueados para ella, ya que la omega así parecía quererlo. No sólo por la distancia, sino porque Lisa aprendió, con toda probabilidad, a controlar sus sentimientos, mantenerlos a raya y manejarlos para que así los demás no los usaran en su contra, así que le fue difícil sentir a la omega esos años.

Pero ese día, en especial, Lisa parecía más sensible, más entristecida que nunca.

Sin pensarlo, envió una ola de tranquilidad por el enlace.

Estoy aquí. Estoy aquí, Lili, y todavía te amo.

No hubo respuesta.

Estacionó el auto fuera de la entrada de una estación de trenes subterráneo y frunció el ceño, pues el GPS le indicaba que MiYeon estaba a poco menos de un kilómetro. Sin embargo, según el mapa que tenía, en esa zona sólo habían viejas construcciones derrumbadas o a medio caer.

Supuso, entonces, que los rumores que muchos empresarios le dijeron y con los que habló durante la tarde debían ser ciertos. Al parecer, en las viejas vías de los trenes estaban los grupos rebeldes.

Contempló el mapa que le entregó un viejo amigo, Xiaoxiang, cuando le habló sobre aquellos rumores y que debía buscar a alguien que quería, para poder hablar una última vez. Xiaoxiang no hizo más preguntas, aunque vio la curiosidad en sus ojos, y le entregó una serie de mapas de las estaciones de trenes abandonadas donde trabajó años atrás para que no terminara perdiéndose.

Pero, ¿Qué tan sensato era meterse allí sola?

La respuesta llegó sola.

Te extraño.

Parpadeó, quedándose quieta cuando la voz de Lisa pareció hablar a través del enlace, y recibió una sensación de más pena y dolor en su corazón.

Era la primera vez que Lisa le contestaba de esa forma luego de tanto tiempo.

Si esa no era una maldita señal, entonces no sabía qué era.

Resoplando, cerró su abrigo mientras tomaba el mapa que correspondía a esa estación, palpando de paso el arma cargada en su bolsillo por si debía usarla en caso de emergencia, y bajó del auto. Volvió a resoplar cuando el frío caló en sus huesos.

Dio unos pasos, observando la envolvente oscuridad.

Yo también te extraño, Lili.

Pensó en la sonrisa brillante de Lisa, en sus labios sobre los suyos, en sus ojos alegres y felices mirándola, en su cuerpo encima de ella, y en el terrible miedo que le tenía Lisa a la oscuridad.

¿Me sostendrías esta noche, Rosé?

Avanzó, decidida, entrando a ese desconocido lugar, pero sabiendo que no saldría de allí a menos que Lisa estuviera con ella.

Te sostendré siempre, mi amor.

***

MiYeon despertó con un punzante dolor de cabeza y escuchó un suspiro de alivio seguido de unos brazos rodeándola con fuerza. Parpadeó, sus ojos enfocándose en el preocupado rostro de SoYeon contra su pecho antes de enfocarse en Yuqi, su cara sobre la suya mientras su cabeza yacía recostada en las piernas de la mayor.

Trató de hablar, pero su boca estaba seca.

―Atacaste a esa alfa ―explicó Yuqi ante su silenciosa pregunta―, y la mujer, Caolu, te pegó en la cabeza con un arma. Luego nos trajeron aquí, supongo que habrán pasado unas horas, no sé.

Trató de enderezarse con ayuda de la omega, mirando la habitación medio abandonada en la que estaban, con una mesa en el centro y dos sillas.

―¿Qué te pasó? ―preguntó SoYeon, llamando su atención―. MiYeon, has estado... ―la chica apretó su boca unos segundos―. Mierda, no tuvimos que venir.

La menor la miró.

―¿De qué... Hablas...? ―preguntó con la voz ronca.

SoYeon frunció el ceño y Yuqi pareció querer intervenir, pero una mirada de la omega le dijo que se mantuviera al margen. Para su sorpresa, la alfa obedeció.

―Eso ―la voz de SoYeon era grave y se veía seria, para nada juguetona―. Todas estas decisiones, todo lo que has hecho, lo hiciste sin pensarlo, actuando por puro... Puro capricho, porque no puedes controlar tus propias emociones. Entiendo que quieras encontrar a tu mamá, MiYeon, pero eso no justifica todas tus acciones.

MiYeon miró a SoYeon y soltó un ruido despectivo. Ni siquiera lo pensó, sólo lo dijo ya que no podía controlar sus emociones:

―Claro, porque a ti te dijeron desde el inicio que tus padres no te quisieron, y eres sólo una niña a la que abandonaron en un orfanato. ―respondió MiYeon.

SoYeon no lo dudó, por supuesto: volteó su rostro con una bofetada.

Yuqi sostuvo a la omega, que parecía dispuesta a lanzarse para darle otro golpe. MiYeon saboreó sangre, con su labio roto por el golpe.

―Estás siendo cruel a propósito porque sabes que tengo razón ―gruñó SoYeon, enfurecida―, ¿Y sabes qué más? ¡Vete al diablo!

MiYeon abrió la boca para decir algo más, pero en ese instante, la puerta se abrió. Tzuyu, seguida de Caolu y otro chico, miraron la escena con sorpresa.

―¿Van a pelear? ―preguntó Tzuyu en un fluido Coreano que MiYeon no notó en su debido momento―. Pueden hacerlo luego de comer algo. No es mucho, pero es todo lo que tenemos.

El chico que lucía más joven dejó una bandeja sobre la mesa con tres tazas de té y sándwiches de jamón y queso.

Ninguna de las tres adolescentes se movió, sorprendidas por la voz amable de Tzuyu.

La alfa se sentó en la silla detrás de la mesa, frente a ellas, y Caolu con el chico se apoyaron en la pared, sin moverse.

―¿No van a comer? ―preguntó Tzuyu―. No está envenenado, saben ―al ver que ninguna de las chicas hacia algo, la alfa suspiró―. Bueno, me gustaría hablar con la omega. ¿Por qué no te sientas frente a mí?

SoYeon parpadeó, aturdida, y apretando el brazo de Yuqi sin saber qué hacer.

―Ellas no tienen-...

―La omega es la única que tiene permiso para hablar ―le interrumpió Tzuyu a MiYeon con dureza, para después suavizar su expresión―. No te haremos nada, chica, ¿Está bien? Y no tienes que hacerles caso si no quieres, aquí tienes tu propia voz.

SoYeon tragó saliva, atónita todavía, para sólo asentir y ponerse de pie con torpeza. Caminó hacia la mesa, sentándose en la silla frente a Tzuyu. La alfa le sonrió, ofreciéndole una taza de té con un sándwich, que la omega agarró con vacilación.

―¿Cuál es tu nombre? ―preguntó Tzuyu.

―Kim SoYeon. ―contestó la menor, agarrando la taza con sus dos manos.

―SoYeon ―asintió Tzuyu―, y estás marcada, ¿No es así? ¿Por cuál de las dos alfas aquí?

Mordió su labio inferior, sintiendo la presencia de sus dos compañeras detrás.

―Por Yuqi. ―respondió nerviosa, sobresaltándose cuando la mano de Yuqi se posó en su hombro.

―A SoYeon no le gustan las presencias desconocidas ―dijo Yuqi con voz grave―, la ponen incómoda y se cohíbe con facilidad, ¿Por qué no...?

Tzuyu soltó un bufido de burla.

―Bueno, ¿Es que acaso ustedes no están acostumbradas a que alguien las ignore? ―preguntó Tzuyu con enojo en su tono―. Le estoy preguntando a SoYeon, no a ustedes ―la alfa volvió su vista a la menor―. ¿Las estás acompañando por obligación, SoYeon?

Hubo un pequeño silencio en la habitación.

Yuqi y MiYeon se miraron, sin saber qué decir, mientras SoYeon parpadeaba en señal de desorientación.

Ellas sabían que, en los procesos de interrogación llevados a cabo por la policía, si se veían involucradas dos razas, se le preguntaría primero al alfa lo que había ocurrido y su versión de los hechos se daría por verídica enseguida. Era así como, en los casos de violación, de marca forzada, nunca se hacía nada a favor del omega, pues si el alfa decía que el omega lo provocó, lo deseó en el fondo, se humedeció durante el acto sexual, entonces el omega ahora le pertenecía.

Así que no tenían que ser muy inteligentes para saber lo que estaba pasando allí.

―Si no estás aquí porque quieres, SoYeon ―prosiguió Tzuyu en voz baja―, puedes decirnos y te sacaremos de este cuarto enseguida para que podamos hablar con más calma y sin presiones.

―¡Esto es una estupidez! ―gruñó Yuqi, enfurecida―. Si estamos aquí es...

―Yo no quería venir.

Yuqi enmudeció cuando SoYeon habló con su voz quebrada.

MiYeon miró a la omega, que sorbió por su nariz con sus ojos repentinamente llorosos. Sintió su estómago contraerse cuando tendió una mano para agarrarla por el hombro, y la omega de pronto chilló en señal de miedo.

¿Qué demonios...?

SoYeon se puso de pie, alejándose de Yuqi y MiYeon como si sintiera verdadero terror de ellas dos.

Tzuyu también se levantó.

―No sé... Yo no sé qué planean ellas ―lloriqueó SoYeon―, pero Yuqi me trajo con ella y se reían diciendo que cuando... Cuando salieran ellas iban a compartirme y yo no quiero, no...

Hey, tranquila, SoYeon ―dijo Tzuyu, tomándola del hombro y alejándola para voltearse al chico joven y hablar en Chino―. Yangyang, llévalo fuera, ¿Sí? Salgo enseguida.

―¡SoYeon! ―Yuqi dio un paso causando que SoYeon volviera a encogerse por el pánico―. ¿Qué demonios...?

MiYeon miró a la omega, aturdida por la situación, pero luego helada comprensión apareció en su mente cuando SoYeon le dirigió una mirada fugaz con ojos tranquilos.

Métete en tu papel, idiota, parecían decir los ojos de la omega.

MiYeon tragó saliva.

―¡¿Qué estás haciendo, estúpida omega?! ―gritó MiYeon, tratando de lucir enfurecida―. ¡¿Cómo te atreves...?!

Tzuyu la retuvo mientras Yuqi abría la boca, todavía sin entender lo que estaba ocurriendo, y SoYeon salió de la habitación con el chico sosteniéndola.

―Volveré cuando las dos se hayan calmado. ―dijo Tzuyu con voz fría, girándose, en tanto Caolu también abandonaba el cuarto.

La puerta se cerró con un portazo y Yuqi la miró.

―¿Qué mierda acaba de ocurrir? ―preguntó, molesta.

―SoYeon buscará a mamá ―le susurró a Yuqi―, pero necesitaba salir y...

Yuqi entendió, apretando sus labios por la situación en la que estaban, y a MiYeon sólo le quedó rezar a cualquier Dios inexistente que la omega pudiera actuar rápido antes de que perdiera la cabeza.

***

SoYeon ni siquiera sabía qué era lo que estaba haciendo mientras era escoltada por el chico (¿Yangyang?) fuera de la habitación, caminando en silencio por los pasillos de la estación de tren hasta salir a la zona del andén principal. Si no fuera por las constantes fogatas de seguro todo habría estado a oscuras, pero gracias al fuego pudo ver a muchas personas conversando, comiendo e incluso a algunos niños jugando como si nada.

Yangyang la agarró del brazo.

―Por aquí. ―dijo el chico, en un torpe Coreano que pudo entender.

Siguió a Yangyang en silencio, buscando entre la multitud de personas el rostro conocido de Lisa, pero no la vio por ninguna parte. Aunque, por supuesto, podía estar también al otro lado del andén, donde los trenes obstaculizaban su vista.

Eso sería más difícil de lo que pensó.

Yangyang se metió a un vagón que estaba lleno de ropa limpia.

―Puedes escoger lo que quieras ―dijo Yangyang con voz amable―, estoy seguro de que quieres ducharte, ¿No?

SoYeon se sintió algo culpable entonces, porque todos allí la trataron con amabilidad, sin importarles si era de otro país, que hubiera tratado de entrar a su territorio, porque era una omega y creían que la estaban obligando a eso. Si actuaban de esa forma, significaba que, tal vez, todos allí tenían un pasado desagradable con alfas.

Recordó brevemente a WooSeok, un chico alfa que estuvo en su clase cuando tenía dieciséis años, y que solía molestarla –e incluso acosarla– para que se convirtiera en su omega. WooSeok, muchas veces, se ponía muy intenso e incluso agresivo cuando ella lo rechazaba y le decía que se fuera al diablo, llegando al punto de pegarle en partes que no fueran visibles para que así no la amonestaran.

SoYeon tampoco se lo dijo a Yuqi, pensando que ella podría detenerlo en caso de ser necesario, pero cuando fue esa tonta fiesta en casa de HyunAh y su celo estalló de forma repentina, WooSeok fue el primero en agarrarla y forzarla. Yuqi apareció antes de que pudiera penetrarla, para su propia fortuna, golpeándolo y echándolo de la habitación, pero en el pasillo había más alfas peleando por entrar. Yuqi cerró con llave, sin embargo era sólo cosa de tiempo para que abrieran la puerta con fuerza, y estaban en un segundo piso, y ella estaba demasiado caliente y-...

―Oye, hey, no llores ―dijo Yangyang con voz preocupada, acercándose mientras sacaba un pañuelo de su bolsillo y le limpiaba la nariz―. Aquí estarás a salvo, eh... SoYeon, ¿No es así? ―asintió, sin ser capaz de hablar―. No pasará nada malo, no permitiremos que te hagan más daño.

Volvió a asentir, aturdida, antes de sonreírle minúsculamente. Yangyang le devolvió la sonrisa y le pellizcó la mejilla con cariño.

―¿Ves? Así está mejor ―se rió, sorbiendo por su nariz―. Todos aquí te caerán bien, puede que Junhui no tanto, habla hasta por los codos y cuando tenemos gelatina se la roba porque le fascina comerla. No lo entiendo muy bien pero bueno, así hay que quererlo, y aunque sea un ladrón de gelatinas nosotros...

SoYeon volvió a reír al escuchar al chico hablar atropelladamente para distraerla, y se volteó, comenzando a buscar ropa limpia de su talla, agarrando finalmente un pantalón junto con una camisa blanca que se veía de su gusto. Luego, Yangyang la llevó hasta los baños, entregándole una toalla junto con una bolsita pequeña de champú, y la esperó fuera mientras se bañaba.

Yangyang se apoyó en la pared, escuchando a la omega silbar en tanto el agua corría, para enderezarse cuando Tzuyu llegó.

¿Todo bien? ―preguntó Tzuyu en Chino.

Yangyang asintió.

No me ha dicho nada importante ―comentó Yangyang―, pero si pasó más tiempo con ella, quizás...

Tzuyu sacudió su cabeza.

Me haré cargo yo, no te preocupes, ¿Por qué no vas a la reunión de Song? Luego me dices qué tal todo. ―dijo Tzuyu con tono tranquilo.

Yangyang volvió a asentir con la cabeza, despidiéndose del alfa, que imitó la posición del chico segundos antes.

―Yangyang, esto... Oh. ―SoYeon se quedó repentinamente callada cuando abrió la puerta y vio a Tzuyu frente a ella, poniéndose tímida enseguida.

Cuando estaba rodeada de gente que conocía, SoYeon solía ser expresiva y habladora, incluso bromista. Sin embargo, en estas situaciones, sola y con personas desconocidas, se cohibía con facilidad y apenas era capaz de formar una oración completa sin ruborizarse.

Tzuyu la miró, poniendo su piel de gallina cuando notó la mirada seria en sus ojos.

―Cuando Caolu golpeó a tu amiga ―dijo Tzuyu con cuidado―, tu alfa la llamó Mimi... ¿Es acaso un diminutivo de MiYeon?

SoYeon rascó su brazo.

―Sí. ―contestó, bajando la vista.

Tzuyu entornó los ojos.

―Y están buscando a Lalisa Manoban. ―prosiguió Tzuyu.

La omega sentía como si estuviera en la cueva del lobo en ese instante y miró a ambos pasillos, como queriendo buscar a alguna persona que lo salvara.

Ajá. ―asintió, titubeante.

Escuchó el suspiro de Tzuyu.

―Te lo diré en palabras simples ―Tzuyu se enderezó―, esta noche, cuando todo el mundo esté durmiendo, las sacaré de aquí y tú te asegurarás de que no regresen, ¿Entendido?

Ahora levantó los ojos por el pasmo, sorprendida por las palabras de la alfa que lucía tranquila.

―¿Qué? ―balbuceó.

―Eso ―Tzuyu volvió a suspirar―. Conozco a Lisa, ¿Está bien? Y la conozco bien, y ella me ha hablado de su alfa y de MiYeon, porque era yo quién enviaba las cartas estos últimos años, pues las cartas a otros países estaban prohibidas y las hacía pasar por aduana sin que nadie se enterara ―Tzuyu se acercó―. Así que, si te digo esto, es porque ahora estamos en medio de un jodido conflicto y necesito a Lisa concentrada en la situación, no en su hija que nunca le contestó por diecisiete años y ahora se aparece para... ¿Para qué? ―Tzuyu dejó salir un ruido despectivo―. Ustedes tres van a irse, le puedes decir a MiYeon que te encontraste con Lisa, pero ella no quiere verla, no ahora, por lo que-...

―No ―le interrumpió SoYeon a Tzuyu con enojo en su voz―. No, no lo haré, no le diré eso a MiYeonie ―muy bien ellas dos podían haber peleado horas atrás, pero eso no significaba que SoYeon le iba a mentir de tan cruel forma―. Lléveme con mi tía Lisa, no quiero hablar con usted, alfa tonta.

Tzuyu parpadeó por las palabras de la omega, arrugando las cejas por el disgusto que le provocó, pero SoYeon trató de no amedrentarse.

―Podría obligarte. ―amenazó Tzuyu.

SoYeon soltó una risa carente de diversión.

―¿Qué clase de horrible líder es para defender los derechos de los omegas delante del resto, pero hacer eso cuando le conviene? ―escupió SoYeon, empujándola.

―No quiero hacerlo ―gruñó Tzuyu, enfadada―, pero si lo debo hacer por el bien de Lisa, entonces lo haré.

―¿Su bien? ―espetó SoYeon―. ¡Está velando por sus propios intereses, no por su bien!

Antes de que SoYeon pudiera seguir avanzando, Tzuyu la agarró del brazo deteniéndola y volteándolo para que la mirara a los ojos. La omega se estremeció al ver su rostro enojado.

Tzuyu se obligó a suavizar su expresión.

―SoYeon, sólo... ―Tzuyu frotó su frente―. Eres omega, ¿Por qué no lo ves? Lisa... A ella le costó mucho llegar hasta donde está, ¿Entendido? Y ha sabido mantener gran parte de sus emociones personales a raya por el bien de nuestra lucha, y si llega a ver a MiYeon, puede... Ella puede abandonarlo todo por su hija sin dudarlo, ¿No ves que eso nos afectaría enormemente a nosotros?

SoYeon se quedó quieta, pensando en su propia condición como omega, como todo el mundo solía verla como una criatura frágil y necesitada de protección. La consideraban incapaz de tomar sus propias decisiones y de hacer algo por ella misma. Pero pensó también en todo por lo que estaban luchando los omegas de ese país. Y si aquello triunfaba en China, si salía bien, quizás los omegas de otros países podrían decidir imitarlos.

Sin embargo, pensó también en el llanto de MiYeon cuando leía sus cartas, y la noche en que decidió leer alguna para poder saber qué decían. Su propio corazón se rompió al leer las palabras de tía Lisa, y quizás eso sólo era una décima parte de lo que MiYeon debía sentir.

Miró a Tzuyu.

―¿Usted se considera amiga de tía Lisa? ―preguntó SoYeon, viendo a Tzuyu asentir―. Debería saber cuánto le duele a ella no poder estar con MiYeon. ¿Es capaz de hacerle esto sabiendo lo mucho que ha sufrido?

Tzuyu permaneció un momento en silencio.

―Si es por nuestro movimiento, entonces sí.

SoYeon apretó sus labios.

―Entonces usted no es su amiga ―inclinó su cabeza―. Si trata de obligarme, la haré pagar, se lo prometo. Nos vemos, señora Tzuyu.

Caminó sin voltearse hasta salir al andén, sobresaltándose cuando, de forma repentina, Tzuyu la agarró del brazo y tiró de ella.

―¡Oiga! ―se quejó.

―Te llevaré donde Lisa ―espetó Tzuyu entre dientes―, que luego no ande diciendo que no le doy regalos sorpresa.

SoYeon no supo qué responder.

/

Rosé despertó con un gruñido, maldiciendo por el frío que sentía, y frotó sus ojos en completa oscuridad. Buscó el encendedor que llevaba en el bolsillo, que usaba además como linterna. Luego buscó su celular, observando la hora, y maldijo en voz baja: las tres de la tarde.

Durmió bastante tiempo para haberse acostada contra una helada pared, aunque no le extrañaba demasiado, pues siempre fue capaz de dormir en los lugares más inusuales, todo con ganar un poco de sueño.

Se puso de pie, chistando mientras limpiaba su ropa, con su estómago gruñendo por el hambre, y miró el mapa en la oscuridad. Gracias al papel en sus manos logró avanzar por los pasillos más abandonados de la estación, pues sabía que el camino central estaría siendo vigilado, y no quería que le dispararan por accidente o algo así. Esperaba llegar a una salida de emergencia que existía, buscar a las idiotas mocosas y salir de allí sin ser vista, aunque conociendo su suerte, con toda probabilidad, todo iba a terminar siendo un desastre.

Suspirando, Rosé siguió caminando.

/

Lisa rascó su nuca, sintiéndose extraña mientras su omega en su interior parecía removerse por anticipación. Sabía que no se debía a un celo, el último que tuvo fue semanas atrás, así que ¿Qué estaba ocurriendo?

Tal vez se debía a que, de alguna forma, conectó con Rosé a través del enlace en la noche, algo que llevaba sin hacer en todo ese tiempo.

Su corazón se aceleró irremediablemente ante el recuerdo. Cuando estaba observando el fuego, sintiéndose patética y miserable, de pronto una sensación de tranquilidad pareció llenarla junto con un susurro quedo en su mente, un susurro titubeante que reconoció como la alfa de Rosé.

No quiso contestarle al inicio, sorprendida y asustada, pero no pudo evitarlo: su lado omega enloqueció al sentir a Rosé al otro lado del enlace, y cuando hubo respuesta, su corazón pareció calmarse un poco a pesar de todo el dolor.

Mordió su labio inferior mientras se inclinaba ante Yanan, curando la herida en su labio roto, y el alfa le sonrió a través del dolor.

―Tu rostro todo guapo ha quedado arruinado. ―bromeó Lisa, tratando de aligerar el ambiente.

Minutos atrás había llegado Yanan dentro de un grupo de desertores alfas, betas y omegas, con una nueva triste noticia: decretaron una ley de emergencia donde los omegas podían ser marcados en su primer celo si un alfa así lo deseaba, y la gente salió a quejarse, siendo reprimida brutalmente por Fuerzas Especiales.

Las cosas ya estallaron, ahora sólo era cosa de tiempo para saber dónde iban a terminar.

―Sí, bueno, tuve que meterme antes de que se llevaran a Feifei. ―suspiró Yanan, hablando de su hermanita menor.

Lisa asintió en señal de comprensión, poniéndose de pie.

―Descansen, ¿Está bien? ―dijo Lisa, girándose.

Yanan la tomó de la mano, deteniéndola.

―Pranpriya... ―dijo Yanan con tono dulce.

Lisa miró los dedos de Yanan alrededor de su piel y su omega se removió en señal de necesidad.

Yanan sería un buen alfa. Lo conoces desde hace años. Yanan te respeta. ¿Y si...?

Se sobresaltó cuando la puerta del vagón, que servía como enfermería, se abrió, y se alejó tratando de no lucir culpable.

Observó el rostro de Tzuyu, que la observaba sin entrar por completo.

―¿Qué ocurre? ―preguntó Lisa, desviando la vista.

―¿No quieres ver a las chicas que querían infiltrarse anoche? ―preguntó Tzuyu como si nada.

Arrugó los labios, disgustada.

―Estoy ocupada, tengo que ir donde Song ahora. ―le dijo.

Tzuyu vaciló unos segundos.

―Lalisa ―dijo, llamando su atención, porque Tzuyu no solía usar su verdadero nombre frente a otras personas―, ¿Te suena el nombre SoYeon?

El frasquito con desinfectante que sostenía cayó al suelo de forma estrepitosa.

A Lisa no le importó en ese momento.

Se volteó hacia Tzuyu, que seguía sin moverse.

―No, no me suena. ―mintió con la garganta apretada, porque eso no podía estar pasando ahora.

Tzuyu entró al cuarto, tirando sorpresivamente de una chica omega con su brazo.

Lisa retrocedió, con su omega enloqueciendo cuando la muchacha levantó la vista y la miró con enormes ojos exigentes. Enloqueciendo cuando su olfato reconoció dos olores alfas sobre la muchacha.

―¿Tía Lili? ―preguntó SoYeon, atónita.

Lisa saltó cuando la muchacha habló en Coreano y, por un breve instante, vio a una niña más pequeña frente a ella.

Tía Lili, ¿Dónde está Yeonnie?

Bilis subió por su garganta.

Dio otro paso atrás, chocando con la mesita donde estaban algunos materiales de primeros auxilios, echándolos al suelo, y Yanan se puso de pie, preocupado.

―Pranpriya, ¿Qué pasa? ―preguntó Yanan, acercándose.

Su estómago se contrajo.

―¿So... SoYeonnie? ―preguntó, vacilante.

SoYeon asintió, soltándose del agarre de Tzuyu, que seguía sin moverse.

―Tía Lili, yo estoy... ―SoYeon parecía haberse quedado callada de pronto, sin dejar de moverla, observando su rostro desencajado y alterado―. Estamos en...

Lisa agarró el basurero para vomitar.

Oh Dios ―escuchó el murmullo de Tzuyu―, ¿Pueden salir un momento?

No levantó la vista cuando la puerta volvió a cerrarse y Tzuyu tuvo que obligarla a levantar su rostro para mirarse a los ojos. La alfa lucía pálida y preocupada, pero Lisa apenas podía procesarlo, aturdida, sin entender un poco lo que estaba ocurriendo.

SoYeon, ella...

Qué estaba-...

―Lili ―llamó su atención Tzuyu―, ¿Quieres que llame a Yixuan?

―No ―Lisa agarró un paño, limpiando su boca y poniéndose de pie―. SoYeon, tráela, necesito...

Su estómago volvió a agitarse cuando pudo pensar en el hecho de que SoYeon estaba allí, lo que podía significar.

―¿Está...? ―ni siquiera fue capaz de formular la pregunta entera, porque temía ver una negativa, temía que todo fuera sólo una cruel casualidad y que esa idea que tenía en mente podía no ser cierta.

Si llegaba a ser mentira, Lisa apenas sería capaz de tolerarlo.

Tzuyu bajó los ojos un momento.

Cuando los levantó, había ternura y cariño en sus ojos.

―MiYeon está aquí, Lili.

Lisa rompió a llorar.

***

MiYeon se sobresaltó cuando los labios de Yuqi se posaron en un lado de su cuello y sus dientes mordisquearon de forma superficial.

―¿Qué te pasa? ―preguntó, golpeando las manos de la alfa que se deslizaban por su cintura.

―Estoy enfurecida contigo ―le gruñó Yuqi―, le gritaste a SoYeon cuando tiene razón, has estado actuando como una niña malcriada.

MiYeon le devolvió el gruñido, removiéndose para quitársela de encima, pero Yuqi era más grande que ella.

―Estoy asustada ―gimoteó MiYeon―, ¿Y si mamá no quiere verme? ¿Si sólo enviaba las cartas por cumplir, si ahora tiene otro... Otro bebé y se olvidó de mí?

Yuqi permaneció un momento en silencio.

―¿Estás celosa de un bebé? ―se burló Yuqi, aunque había cariño en su voz.

―Mamá me pertenece ―se quejó MiYeon―, no es de papá ni de ningún otro alfa o bebé, es mía.

Ni siquiera sabía de dónde sacó aquella idea infantil y tonta, pero las palabras salieron de su boca antes de poder controlarlas. Nunca trató a Ten de esa forma, siempre fue solamente mamá, pero cuando se trataba de Lisa, su lado posesivo parecía salir a flote.

Mami mía, mami mía, papá feo ―imitó Yuqi con voz infantil―. ¿Te suena eso?

Soltó un bufido, aunque sus mejillas se colorearon de rojo.

―No sé de qué estás hablando ―le dijo, para luego cambiar de tema―. ¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Y si le hicieron algo a SoYeon?

―Mimi...

―Hablo en serio ―insistió MiYeon―. No tuvimos que mandarla allí, ¿Qué tal si...?

Su voz desapareció cuando ambas sintieron el seguro de la puerta siendo removido, poniéndose de pie.

SoYeon se apresuró a entrar con expresión aturdida y agitada, siendo seguida de Yangyang.

―¿Qué ocurre? ―preguntó Yuqi.

SoYeon agarró la mano de MiYeon, sentándola y diciéndole con la mirada a Yuqi que se quedara en silencio.

―Mimi ―le dijo SoYeon a MiYeon, llamando su atención―, ella... Tía Lili...

―¿No quiere verme? ―lloriqueó MiYeon, con la garganta apretada.

SoYeon mordió su labio inferior, indecisa un instante.

―Está llorando como desquiciada, ¿Quieres verla? ―preguntó SoYeon.

MiYeon la miró.

―¿Qué clase de tonta pregunta es esa? ―soltó sin poder evitarlo.

Yuqi le dio un coscorrón, mientras SoYeon le pellizcó la mejilla, sacándole un quejido.

―Ven. ―murmuró SoYeon, tirando de su mano.

MiYeon se puso de pie y se dio cuenta de que sus piernas temblaban, su garganta estaba repentinamente seca y quería vomitar.

Dios, ¿Iba a vomitar?

Yangyang caminó por el pasillo, nervioso también, deteniéndose pocos metros después frente a otro cuarto, y abrió la puerta. Pasaron unos segundos y Tzuyu abrió.

MiYeon la miró, con sus palmas sudando, su estómago apretándose por la ansiedad, y definitivamente iba a vomitar, de eso estaba segura.

SoYeon limpió su nariz, preocupada, mientras Yuqi le besaba la nariz.

―Tienes que verte guapa para ella, Mimi. ―regañó Yuqi.

Quiso reír, pero estaba demasiado entumecida para hacerlo, comenzando a jadear por el pánico, y se dio cuenta de que no podía hacerlo, joder, no podía entrar allí y ver a Lisa y verla con otro bebé y otro alfa y ver que ella ya no formaba parte de su vida y que Lisa aceptó juntarse con ella por pena y que le pediría que se fuera y que-...

Tzuyu pareció adivinar la línea de sus pensamientos porque entrecerró sus ojos, agarrándola del brazo y tiró de ella.

Cayó al suelo y el primer instinto de MiYeon fue gruñirle, pues recordó que el olor de Tzuyu estaba en la almohada de su mamá, así que se puso de pie para golpearla y dejarle un ojo morado y luego sacarle los dientes y tal vez después-...

¿Yeonnie?

Se quedó quieta cuando una vacilante voz habló en el interior del cuarto.

No se giró.

La puerta se cerró por completo, nadie más en el interior, y MiYeon miró el suelo, quieta cuando esa dulce voz habló, feromonas maternas inundando el aire de pronto, y se sintió como una niña de cinco años.

Lisa se removió en su asiento, sin levantarse, con su mano temblando mientras limpiaba su nariz, y mordió su labio inferior al notar que la figura de una chica de cabello negro frente a ella no se movía.

Su corazón latía desbocadamente, sin control, aterrada.

―¿Eres... Eres tú, Mimi?

Pudo notar como los hombros de la muchacha se crispaban, sin obtener respuesta alguna.

Hipó, nerviosa.

MiYeon quería salir huyendo de allí, acurrucarse en una esquina y hacerse bolita, desaparecer de ese lugar, hacerse pequeñita y que nadie la mirara.

―¿Po... Podrías... Girarte...? ―jadeó Lisa, pero añadió con timidez―: Aunque... Es-Está bien si... Si no quieres, bebé...

¿Puedes responder, mi amor? Aunque está bien si no quieres...

¿Podrías enviarme una foto, mi vida? Pero no pasa nada si no quieres...

¿Puedo viajar para verte, Mimi? Pero si no quieres, está bien...

¿Puedes viajar para que estemos juntas unos días, bebé? Aunque si no lo deseas, no importa...

MiYeon sintió cómo algo dolía en su interior, muy profundamente, y se volteó.

Observó el rostro lloroso de Lisa frente a ella, a unos metros, su sonrisa vacilante, sus ojos brillantes, su cabello teñido de castaño desordenado, y pensó que su mami era mucho más bonita cuando la tenía a unos pasos de ella que cuando la veía a través de una pantalla.

Lisa soltó un ruido extraño al abrir su boca, tomando aire, y limpió sus lágrimas, poniéndose de pie.

―Estás... Estás muy preciosa, MiYeonnie... ―lloró Lisa, sin poder evitarlo―. Más... Más bonita de lo que pensé ―caminó un poco, levantando su mano antes de bajarla―. Eres una... Una princesa, mi hermosa princesa...

MiYeon entreabrió su boca, sin saber exactamente qué decir, notando en ese instante que también estaba llorando.

―¿Tú...? ―su voz salió rota y limpió sus mejillas con furia―. ¿Tú me... Me quieres, mami?

La expresión de Lisa se quebró.

Antes de darse cuenta, los brazos de Lisa la estaban rodeando con fuerza y MiYeon estaba llorando en su pecho sin control alguno, sintiendo como algo parecía encajar finalmente ahora que estaba siendo abrazada por la persona que más quería en el mundo, por la persona que se marchó, pero no la olvidó, por la persona que le entregó todo de sí para protegerla y cuidarla, a pesar de que eso significara hacerse daño.

Y MiYeon lloró por todos esos años en los que no lloró, gimiendo cuando Lisa la estrechó con fuerza. Sus labios le dieron un beso cálido en el cabello, y le devolvió el abrazo sin dudarlo un poco, el olor de Lisa rodeándola, sintiendo cómo revivía una parte que no creía que existía.

Mamá, mamá, mamá... Murmuró su alfa, contenta, y sintiéndose más protegida que nunca en esos diecisiete años, porque si era Lisa quién la sostenía, entonces todo iba a estar bien.

―¿Qué dices, Mimi? ―sollozó Lisa, retrocediendo pero sin soltarla―. Te amo más que a mi vida misma, bebé hermosa.

MiYeon lloró con más fuerza mientras Lisa se sentaba en el sofá, atrayéndola contra su cuerpo, y se acurrucó en su pecho y hombro. Sin dudarlo un poco, comenzó a frotar su cabeza contra su piel para dejarla así marcada con su olor, gruñendo y berreando como una bebé.

Lisa se rió entre lágrimas, sin atreverse a soltarla por temor a que todo eso no fuera más que un sueño, porque creer que MiYeon, su pequeña bebita, estaba ahora con ella tras diecisiete años lejos, era algo demasiado bueno como para ser realidad.

Y si llegaba a despertar, si era mentira...

Le volvió a dar otro beso mientras MiYeon no dejaba de hipar y lloriquear en su hombro, para luego notar algo que pasó por alto al principio.

Parpadeó.

―Mimi ―le murmuró, llamando su atención, y MiYeon levantó la vista, mirándola directamente. Lisa se sintió derretir cuando sus ojos la observaron, tan bonitos y brillantes―, eres una alfa.

No fue una pregunta, sino una afirmación, porque su claro olor demostraba a qué raza pertenecía.

La expresión de MiYeon se volvió vacilante e incluso temerosa.

―¿Es... Eso un pro-problema... Mami? ―preguntó, con real miedo en su voz.

Lisa la miró antes de sonreír, agarrándola de las mejillas y dándole un apretón.

―Por supuesto que no ―le dijo sin duda alguna―, ahora, ¿Dónde quedó mi chica gordita y de mejillas rechonchas?

―Mamá...

MiYeon bajó la vista, avergonzada mientras escuchaba la risa de Lisa, y hubo un pequeño silencio en el cuarto, sólo sus respiraciones oyéndose. Pero eso estaba bien en aquel instante, sólo ellas dos, nadie más.

―Te extrañé tanto ―le susurró Lisa―, estos diecisiete años han... Han sido horribles sin ti ―le sonrió, haciéndola sentir culpable, pues MiYeon no supo la verdad hasta hace poco―. ¿Cuánto tiempo estarás aquí, MiYeonnie?

MiYeon alejó su rostro lo suficiente como para observarla, notando el temor en los ojos de Lisa, y sus labios se curvaron en una sonrisa.

―Para siempre ―dijo con seriedad―, me voy a quedar contigo, mamá. No voy a volver a menos que sea contigo.

Lisa enmudeció.

―MiYeon, ¿De qué estás hablando? ―preguntó Lisa, sorprendida.

―¿No me quieres aquí? ―refunfuñó MiYeon.

Lisa sacudió su cabeza.

―No es eso ―MiYeon hizo un puchero―, pero... ¿Y Ten? ¿Él te trata mal? ―Lisa apretó su mandíbula―. ¿Y tu papá?

―Papá...

Y MiYeon recordó a Rosé.

―¡Oh, mierda!

¡Su papá!

¡No la llamó y apagó su celular!

¡Estaba muerta!

Se puso de pie, repentinamente asustada, ya que sabía que Rosé la iba a agarrar del cuello para ahorcarla con dulzura por lo que hizo, y caminó hacia la puerta para exigirle su móvil, pero antes de poder hacerlo, Lisa la detuvo.

―MiYeon ―le dijo con tono serio―, ¿Tu padre sabe que estás aquí? ―mordió su labio inferior―. ¿Rosé te dio permiso para venir?

Se removió, incómoda, bajando la vista.

―Papá vino conmigo.

Lisa ladeó la cabeza, pestañeando atónita y sintiendo otra vez ganas de vomitar, lo que era totalmente desagradable en ese momento pues su estómago estaba vacío.

―Estás bromeando. ―afirmó Lisa, forzándose a sonreír.

MiYeon se removió.

―No ―rascó su brazo―, la obligué a viajar conmigo y peleamos y vine a buscarte con SoYeon y Yuqi, pero papá está aquí, en China, está en la... La ciudad.

Lisa tuvo que sentarse porque sentía que iba a estallar pronto.

Rosé... Oh, Rosé...

Entonces eso explicaba su enlace tan vivo en ese instante, tan cercano, como si Rosé estuviera sólo a unos metros de distancia, y quiso romper a llorar otra vez, pues se sentía vulnerable, asustada y sensible por la situación.

Ya que no estaba lista para verla. Quizás nunca iba a estarlo.

Recordó su último encuentro, los besos, los toques, los labios de Rosé sobre su piel, calor recorriendo su cuerpo mientras la alfa la hacía suya una vez más, los jadeos contra su oído, y su omega pareció arder ante esas viejas memorias.

Mierda, y ese último día se sintió tan alterada que no podía explicarlo, pero ahora...

―Papá te ama ―soltó MiYeon, acercándose―, ella ni siquiera ha tocado a Ten o a otra persona, ella todavía...

―No MiYeon ―le interrumpió Lisa bruscamente―, no quiero hablar de ella.

La menor parecía dispuesta a replicar, sin embargo, en ese momento, la puerta fue abierta y Tzuyu se asomó.

El primer instinto de MiYeon fue gruñirle con enojo, colgándose de Lisa como un koala, apretujándola contra su cuerpo mientras la omega soltaba un ruido por la sorpresa.

Tzuyu miró a MiYeon con una ceja enarcada, cómo burlándose de ella. Sin embargo, MiYeon no se avergonzó pues ella no le caía bien y no le gustaba su olor alrededor de su mamá, así que frotó otra vez su cabeza contra el cuello de Lisa.

―Mía. ―murmuró posesivamente.

Lisa comenzó a reírse de forma descontrolada y MiYeon volvió a gruñirle a Tzuyu, atónita ahora.

Tzuyu dio un paso, pero se detuvo cuando MiYeon soltó un nuevo gruñido amenazador.

―Tranquila, cachorra, no te la quitaré por mucho tiempo ―se burló Tzuyu―. Tenemos que ir a ver a Song para explicarle todo esto, Lisa.

Oh ―la sonrisa de Lisa desapareció mientras asentía, acariciándole el cabello a MiYeon de forma distraída―. Mimi...

―No ―gimoteó MiYeon―, no, no te vayas, no hemos... No hemos hablado de nada, tengo tanto qué decirte, y puedes irte y no volver y...

―Oye, oye, calma bebé ―susurró Lisa, tomándola de las mejillas y obligándola a sostener su mirada―. No va a pasar nada de eso, ¿Está bien? ―le besó la punta de la nariz―. No tardaré mucho, te lo prometo, y volveré enseguida a ti.

―No...

―Yo tampoco quiero separarme de ti ―afirmó Lisa―, pero ahora que estás conmigo, nadie te volverá a alejar, ¿Entendido? ―asintió, titubeante―. Quédate aquí con SoYeon y Yuqi, y apenas termine volveré contigo, ¿Te parece?

Volvió a asentir, hipando por el pánico, y con lentitud se puso de pie, soltándola en tanto sus amigos entraban a la habitación. Lisa no tardó en saludarlos, con MiYeon conteniendo sus impulsos de volver a colgarse de su mamá por la espalda para que no la dejara, sintiéndose como una niña de cinco años, y mordió su labio inferior.

Tal vez se debía a que su alfa seguía siendo una niña de cinco años, ya que, muy en el fondo, nunca reconoció a Ten por completo. Y, ahora que estaba con Lisa, sólo quería que la omega se quedara a su lado y no la soltara nunca más.

Antes de salir, Lisa se volteó a mirarla.

Y le sonrió con tanta dulzura que algo pareció sanar en su interior.

―Vuelvo enseguida ―prometió―. Te amo, Mimi.

MiYeon le sonrió, titubeante.

―Yo también te amo... Mamá. ―contestó.

El rostro de Lisa se iluminó y MiYeon estaba segura de que las cosas ahora irían bien. Por fin iba a estar bien.

***

Rosé se volteó, apoyándose en la pared de forma distraída mientras fingía observar algo en su muñeca, mientras dos guardias alfas pasaban a su lado. Agudizó el oído, escuchándolos hablar sobre el nuevo grupo de personas que llegaron hace unas horas, suponiendo que esa era su momento para moverse por todo el lugar sin ser descubierta.

Avanzó por entremedio de la multitud, sorprendiéndose de la cantidad de personas que había allí. Se dirigió a los vagones con la vista baja, sabiendo que debía pasar desapercibida para que nadie le hablara. Rosé entendía y podía comunicarse en Chino, sin embargo, su acento no podía ocultarlo.

Miró de reojo a cada persona con la que se cruzaba, esperando encontrar algún rostro reconocible pero no tuvo demasiado suerte, y mucho menos mientras trataba de buscar algún aroma conocido, como el de MiYeon, SoYeon, Yuqi... O incluso el de Lisa.

Aunque no sabía si iba a poder controlarse si veía a la omega a pasos de distancia.

Ingreso al primer vagón en donde unas personas salieron, encontrándose con un lugar lleno de estantes y ropa. Fingió buscar algo que ponerse, agarrando unas prendas para salir con ellas.

―Hola, ¿Está perdida? ―preguntó una beta con una expresión preocupada. Se detuvo, negando con la cabeza―. ¿Busca el baño? ―asintió, tratando de sonreír, para luego murmurar unas gracias cuando la chica le indicó dónde quedaba.

Mierda, eso iba a ser más difícil de lo que pensaba.

Suspiró, caminando al baño, cuando se quedó quieta.

Olisqueó el aire.

Olía a...

Tuvo que cubrir su nariz con sus manos para que el olor de Lisa no le pegara con tanta fuerza, retrocediendo en sus pasos y metiéndose al vagón de ropa como si se le hubiera quedado algo.

Se asomó por la puerta.

Allí, entremedio de personas caminando, al lado de otra alfa (esa alfa que estaba junto a ella en una entrevista), estaba Lisa.

Su respiración se cortó.

Lisa pareció detenerse un instante, con el ceño fruncido y sus ojos buscando por la multitud algo. Sin embargo, terminó por voltearse hacia la otra alfa que le seguía hablando, asintiendo a sus palabras.

Dios, Lisa estaba...

Lisa seguía siendo preciosa.

Aún con el tiempo, con el pasar de los años, con su rostro más duro, con su cabello teñido y una expresión algo lejana, Lisa seguía siendo esa omega de la que se enamoró. Quería llegar a ella, quería tomarla entre sus brazos, llenarle el rostro de besos y rogarle que le diera una nueva oportunidad, que se quedara a su lado, que ambas podían estar juntas otra vez.

Rogarle que la aceptara como su pareja otra vez, a pesar de todo.

Su alfa se removió, desesperada por alcanzarla, pero tuvo que controlarse para no correr hacia ella, pues sabía que estaba con mucha gente, podía asustarla, o...

Vio cómo se volteaba, marchándose por una puerta con la otra alfa, y no pudo evitarlo.

Rosé la siguió.

***

SoYeon estaba recostada contra Yuqi, sobre el sofá, medio dormida mientras la alfa despeinaba sus cabellos, y MiYeon saltó cuando la puerta del cuarto fue abierta. Lisa entró con una sonrisa algo asustada que se relajó al verla allí.

La menor no tardó en ponerse de pie, abrazándola otra vez, escuchando su risa, y MiYeon le gruñó a Tzuyu por sobre su hombro cuando notó el olor de la alfa sobre su mamá.

Lisa llamó su atención, sentándose en el sillón, y MiYeon, básicamente la abrazó por el cuello, sin querer separarse de ella mientras sentía como las feromonas maternas la rodeaban. Eran feromonas tranquilas, dulces y suaves que la envolvían en un ambiente de total calidez que no sintió nunca antes.

Frotó su cabeza contra el cuello de Lisa, escuchando la risa de su mamá producto de las cosquillas que le estaba haciendo, y sonrió ampliamente, contenta, feliz, sintiéndose tan natural que ni siquiera le importaba si lucía como una bebé necesitada de atención.

Esas acciones se sentían bien.

Yuqi parpadeó.

―Vaya ―comentó la alfa como si nada, sin dejar de acariciar el cabello de la omega en su regazo ya dormida―, es la primera vez que te veo sonreír como antes.

Como antes.

Mostrando sus dientes, sus ojos cerrándose, en señal de completa alegría y placer.

―¿Eso es cierto, Mimi? ―preguntó Lisa, volteándose con una expresión de preocupación.

―No importa ―contestó, arrebujándose más a su lado―, no importa ahora que estoy contigo, mamá.

―MiYeonnie...

Pero antes de poder añadir algo más, se escuchó un desorden fuera de la habitación, gritos y chillidos en señal de pelea.

Lisa se tensó mientras MiYeon se enderezaba, arrugando el ceño.

La puerta se abrió de golpe.

―Lisa.

Rosé chocó con la vista de la omega.

Y el celo de Lisa estalló.

¡Gracias por leer!

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