capítulo V.
Advertencias: segunda parte de Kilig, por lo tanto, para entenderla, debes haber leído previamente esa historia. Chaelisa. Angst y drama en estos primeros caps.
Querida MiYeon:
¿Cómo estás, bolita de arroz? ¡Ya es Navidad! De seguro debe estar cayendo mucha nieve allí, ¿Te gusta eso? Recuerdo que te gustaba mucho jugar en ella, ¡SoYeonnie y QiQi te perseguían y tú tratabas de correr de ellas, pero no podías! Tuve que detenerlas muchas veces porque te estabas ahogando por la risa, bebé.
¿Qué pediste de regalo? Espero que papá te haya entregado lo que sea que hayas pedido, si no, siempre puedes hacerle un berrinche, aunque ya estás algo grande para eso. No importa, Mimi, hazla rabiar, papá enojada es muy divertida.
He estado pensando en viajar, MiYeonie, ¿No te gustaría que fuera una semana para allá y así poder vernos? ¡Me encantaría verte otra vez! Estoy segura de que papá te dejaría salir conmigo, y puede que incluso... Puede que Ten...
¿Por qué no lo piensas? Ya tienes trece años, MiYeon, ¿Te gustaría conocerme? Si quieres hacerlo, por favor, bebé, envíame una carta y compraré un boleto hacia allá inmediatamente para que nos veamos. Pero si no quieres, está bien, no es necesario que respondas, tu silencio será respuesta suficiente, mi vida.
Piénsalo, por favor.
Bueno, ojalá te hayan dado muchos regalos, bebé hermosa, ten unas lindas celebraciones.
Con amor, mamá.
MiYeon terminó de leer la carta número quinientos setenta y dos, frotando sus ojos por el cansancio, y la dobló cuidadosamente. La dejó junto al resto de cartas leídas, quitando los rastros de lágrimas de sus mejillas.
Cada semana, Lisa le envió una carta sin falta, contándole cosas de su vida diaria, platicándole sobre sus amigos, sus sueños, sus pensamientos, y sin importarle si sólo obtenía silencio. Algo pareció romperse en su interior porque pensar en eso, en su mamá hablándole diecisiete años a la nada, era algo demasiado doloroso y triste, algo que nadie debía pasar.
SoYeon, a su lado, se removió y frotó sus ojos.
―¿MiYeonnie? ―preguntó con tono somnoliento―. ¿No has dormido nada?
Sacudió su cabeza en una negativa.
Luego de que papá se hubiera marchado y ella dejara de llorar, agarró la caja con las cartas, rebuscando en el fondo para comenzar a leer las primeras que llegaron: eran las cartas más deprimentes, duras y horribles de leer, pues podía notar, sólo con la narración, que mamá no estaba bien.
Qué parecía consumida por un enorme dolor que acabaría tarde o temprano con ella.
―Deberías dormir ―dijo Yuqi, mientras su desordenado cabello caía sobre sus ojos―. Además, estás faltando al colegio y...
Mordió su labio inferior.
―No voy a seguir yendo ―dijo con el ceño levemente fruncido―, no me importa el colegio. Debo... Debo ir a buscar a Lisa y...
―Hey, hey, tranquila ―se apresuró a decir Yuqi―, relájate, ¿Está bien? No te sirve de nada enloquecer ahora, MiYeon, no te hará bien. Necesitas descansar.
Miró a SoYeon, que volvió a cerrar sus ojos para dormir unos minutos más, y luego contempló a Yuqi, sus ojos preocupados puestos sobre ella.
MiYeon se sentía extraña allí, con las dos chicas sobre ella en todo momento, tan preocupadas por su estado anímico, ya que nunca antes otras personas que no fueran sus padres se preocuparon por ella. Como no tenía amigos, sus habilidades para las relaciones extra-personales eran escasas, por no decir nulas, pero de alguna forma se sentía cómoda en ese ambiente.
Había algo extrañamente confortable en ambas chicas que relajaba a su alfa interior.
Suspiró, dejando la caja en el suelo, y se recostó sobre la cama. Inmediatamente SoYeon se subió sobre ella, acurrucándose contra su cuerpo, el aroma omega inundando sus fosas nasales.
Yuqi, lejos de lucir celosa, sonrió como si nada.
―¿No deberían ir a la universidad ustedes? ―preguntó MiYeon, bostezando.
―No estoy preocupada por mis clases, las primeras siempre suelen ser una mierda. ―dijo Yuqi, tranquila.
SoYeon no contestó.
―¿Y tú, SoYeonnie? ―le preguntó MiYeon a la omega.
SoYeon se apretó contra su cuerpo, sin levantar la vista.
―No estoy estudiando ―dijo en voz baja y avergonzada―, mis notas no fueron buenas y ninguna universidad me aceptó. Además... ―su tono se tornó rencoroso―. Como estoy marcada, los Consejos creían que era mejor que me quedara en casa para dedicarme a mi alfa.
Oh.
MiYeon miró a Yuqi, que hizo una mueca de pena, y le acarició el cabello a SoYeon.
―Te dije varias veces que te preocuparas de tus notas, pero nunca me hiciste caso. ―dijo Yuqi en voz baja.
SoYeon la fulminó con la mirada.
―Discúlpame, hija perfecta ―gruñó SoYeon―, pero yo no soy una chupapollas como tú.
Prosiguió un pesado silencio en la habitación, la omega acurrucándose más contra el pecho de MiYeon, ocultando su rostro contra su cuello.
MiYeon le acarició el cuello, sobre su marca.
―SoYeon ―gruñó MiYeon―, discúlpate con QiQi. Ahora.
La omega se crispó, enderezándose bruscamente, mirándola con sorpresa y molestia.
―¿Qué? ―soltó―. ¿Por qué debería hacerlo? ¡Sólo dije la verdad! ―se alejó, bajándose de la cama―. ¡Yuqi se dedicaba a lamerle el culo a todo el mundo para mejorar sus notas!
―Eso no es cierto, Yeonnie. ―replicó Yuqi con tono herido.
―Pídele perdón. ―insistió MiYeon, sentándose sobre la cama.
―¡No! ―SoYeon las observó con disgusto―. ¡Ustedes, como alfas, tienen toda su jodida vida resulta! ―sus ojos se llenaron con lágrimas―. ¡Pero nosotras, las putas omegas, tenemos que esforzarnos el doble, el triple, para siquiera tener una mínima parte de lo que ustedes tienen!
Antes de que cualquiera pudiera decir algo más, SoYeon se marchó del cuarto, cerrando con un portazo.
Ellas no la siguieron.
MiYeon miró a Yuqi, que suspiró por el cansancio, acostándose otra vez, y de forma automática se acurrucó a su lado.
―No te preocupes ―murmuró Yuqi en tono bajo―, SoYeon y yo solemos discutir así.
―No está bien ―le dijo MiYeon con seriedad―, ella no debería descargarse contigo sólo porque eres alfa. Sólo porque quieres cuidarla.
―No es mi culpa ―concedió Yuqi―, pero yo tampoco hice algo cuando supimos que era omega y nuestras mamás la tuvieron que cambiar a un colegio sólo de omegas donde le enseñaban las tareas del hogar mientras que a mí me educaban en Geografía, Historia, Matemáticas, Literatura y Lenguas. No hice algo cuando mis amigos ya no quisieron jugar con ella porque era débil, delicada y omega, y yo me iba con ellos, dejando a SoYeon sentada y sola en el patio de nuestra casa.
MiYeon cerró sus ojos, tratando de imaginárselo, recordando a su pobre Felix, omega y guapo, siendo dejado de lado cuando se mostró como omega. Recordó cómo la trataban a ella porque creían que iba a ser omega, la forma en la que su abuela le miraba, incluso como su mamá (no, mierda, tío Ten) la observaba, hablando siempre de ella, frente a ella, como si no pudiera escuchar todas las cosas que opinaban.
Incluso, con sólo nueve años, hablaron de comprometerla con una alfa de otra familia con poder, pero como siempre, Rosé se negó a ello con firmeza.
Y MiYeon sabía que le estaban buscando ya una prometida a elix, que no lucía interesado en todo eso, pues a él lo criaron todo el tiempo como si fuera a ser alfa, y cuando no fue así, le quitaron todos los privilegios de un día para otro, comenzando a tratarlo como si tuviera que agradecer que le dirigieran la palabra.
De alguna triste forma, Yuqi tenía razón: no, ellas no tenían la culpa de que los omegas recibieran ese trato, pero tampoco se preocupaban de hacer algo para evitarlo.
***
―Mimi, ¿Qué estás haciendo?
La niña de ocho años levantó la vista hacia su papá, arrugando los labios en señal de disgusto mientras dejaba el lápiz de color amarillo sobre el dibujo, como si estuviera fastidiada.
―Le pinto el cabello a mamá. ―dijo como si fuera obvio.
Rosé arrugó el ceño, confundida.
―¿De amarillo? Pero Ten tiene el cabello oscuro. ―contestó Rosé, sentándose detrás de ella.
MiYeon se puso de pie, sacudiendo su cabeza, y caminó hacia ella. La alfa no tardó en tomarla en brazos, sentándola sobre sus piernas.
―Oh, cierto ―dijo MiYeon, atónita―. Es que anoche sonié con mamá.
―Se dice soñé, Mimi.
―Sooooonié. ―repitió MiYeon.
Rosé sonrió, revolviéndole el cabello.
―Pero anoche tuviste una pesadilla. ―prosiguió Rosé.
―Mhnnnn... ―MiYeon asintió―. Pero mamá estaba allí. Mamá... ―arrugó su nariz―, bueno, tal vez no era mamá...
―¿Qué dices? ―su papá la miró, preocupada.
―Pero se parecía a mamá... ―MiYeon frotó sus manitos contra sus ojos, confundida―. Sonreía y era como mamá ―los ojos de MiYeon se llenaron por las lágrimas―. Era cálida y dulce y bonita. Y se giró y todo se sintió feo y oscuro.
―Oh, Mimi...
Rosé sólo la abrazó mientras MiYeon rompía a llorar, sin entender un poco lo que estaba ocurriendo, pero para la alfa era bastante obvio que la niña estuvo soñando con Lisa.
Algo dolió cuando pensó en la omega.
Trató de no romperse en ese momento, porque MiYeon la necesitaba y ella le prometió a Lisa que la iba a cuidar, así que eso haría. La niña se acurrucó contra su pecho, sin dejar de sollozar y con Rosé acariciándole el cabello, suspirando.
―Está bien, no te preocupes ―le murmuró―, yo sigo aquí.
MiYeon sorbió por su nariz, pero antes de poder decir algo, un pequeño niño entró al comedor.
―MiMiiiiiiiiiiiiiiiiii ―dijo Felix, entrando con una sonrisa enorme que desapareció cuando la vio llorar―. ¿Qué pasa, Mimi?
La niña frotó sus ojos para eliminar sus mejillas, bajándose del regazo de Rosé.
―No, es que me pegué. ―mintió como si nada.
Felix arrugó los labios antes de mirar a su papá, corriendo para abrazarla.
―Paaaaaaaaaapi ―le dijo sonriendo y Rosé se rió, tomándolo en brazos―. Papi gluniona.
―Gruñona. ―le corrigió, pero Felix se encogió de hombros.
Rosé le revolvió el cabello, mirando a MiYeon volviendo al dibujo para fruncir el ceño, tomándolo y arrugándolo con fastidio.
Miró al niño en brazos, tan contento y feliz, y no pudo evitar darle un pequeño beso en la frente: Felix podría no ser hijo suyo, pero eso no quitaba que mereciera cosas buenas a pesar de todo. Además, su sonrisa radiante le recordaba de alguna forma a la sonrisa que Lisa ponía en sus labios cuando estaba feliz, y eso hacía que no pudiera odiarlo.
¿Cómo odiar a ese pobre niño?
MiYeon tiró el papel a un lado, volviendo su vista a la televisión, y en ese instante, Ten entró.
―Hey. ―saludó sonriendo, pero Rosé lo ignoró mientras los niños lo saludaban.
Pudo sentir la tristeza omega en el aire, pero se limitó a mirar la televisión, ignorando a Ten como llevaba haciendo todos esos años.
Casados podían estar, fingiendo ante el mundo que eran un matrimonio estable y que compartían cama, pero la verdad era que todo era un circo montado frente al resto, y ese falso lazo estaba destinado a seguir siendo una tortura para ambos.
Rosé no iba a hacer nada por Ten, ni siquiera a tratarlo con cariño, porque ese bastardo no lo merecía.
―¿Qué estás dibujando, MiYeonie? ―preguntó Ten cuando MiYeon volvió a dibujar.
―A nosotros ―dijo, sin levantar la vista―, ¡Una familia feliz!
Rosé no cambió su expresión, y Felix se puse de pie para ir a ver el dibujo.
―Oh ―comentó Ten, antes de recostarse contra ella―, qué bonito, ¿No, mi amor?
La alfa lo miró, viendo esa expresión de hipocresía que tanto odiaba.
―Tienes dos segundos para alejarte si no quieres que te golpee, Ten. ―le dijo, en voz baja para que los niños no escucharan.
Ten no dudó en obedecer.
Una familia feliz. Sí, claro.
Una jodida y llena de mierda familia feliz.
***
Rosé frotó sus ojos cuando despertó, somnolienta y abrumada, con su móvil anunciando una llamada, y observó el número de Ten en la pantalla.
Contestó.
―¿Qué quieres? ―gruñó con su voz ronca.
―¿Dónde estás? ¿Dónde está MiYeon? ―gimió Ten, aterrado―. Tienen que volver. Rosé, por favor...
―¿Quieres que sigamos jugando a la casita, Ten? ―espetó con tono burlón―. MiYeon y yo nos hemos aburrido de eso.
Ten lloró al otro lado de la línea.
―Felix tiene miedo y no sé qué decirle ―sollozó―, Rosé, por favor, ven y hablemos, podemos solucionar todo esto si-...
―¿Solucionar qué? ¿Nuestro matrimonio? ―se rió, incrédula―. MiYeon no quiere vernos ni en broma, Ten, y yo no tengo nada qué hacer a tu lado.
―Pero Felix...
―Me haré cargo de él cómo corresponde.
Hubo un pequeño silencio entre ellos.
―No puedes hacerme esto ―espetó Ten con la voz teñida de rabia―, ¡Te lo prohíbo, Rosé! ¡Nuestro matrimonio seguirá de pie quieras o no!
Volvió a reír, pero ahora con la furia también.
―¿Y qué mierda harás? ¿Golpearme? ¿Amenazarme? ¡Me has quitado todo, estúpido!
―¡Tu madre no permitirá esto, ¿Me oyes?!
―¡Mi madre puede irse al infierno!
Cortó antes de oír su respuesta.
Echó el móvil a un lado, poniéndose de pie, y tocaron a la puerta de la habitación de invitados que Jennie le ofreció. Segundos después, la beta entró con una ceja enarcada.
―Debo agradecer que mis hijos estén en el colegio ahora o se habrían asustado con todos esos gritos. ―dijo Jennie, rodando los ojos.
―Lo siento ―se disculpó Rosé, suspirando―, pero creo que estoy en problemas.
―¿Con el dulce de Ten? ―ironizó la beta―. Anda, el desayuno está listo, ven a comer algo. Sigues tan desnutrida como siempre.
Rosé fingió no escuchar la sarta de insultos, mientras se ponía de pie y le seguía fuera del cuarto hasta la cocina.
Una vez allí, se sentó, sirviéndose café y Jennie se ubicaba frente a ella.
―Bueno ―dijo el beta con casualidad―, ¿Cuándo piensas viajar con MiYeon?
Arrugó los labios.
―¿Qué?
Jennie la miró como si fuera estúpida (aunque Rosé dudaba que Jennie la viera de otra forma luego de todos los errores que se mandó en la vida).
―Para buscar a Lisa ―contestó, rodando los ojos―. Está en China, ¿No es así? ¿Qué estás esperando?
Rosé la observó, parpadeando.
―No pienso viajar a China.
Jennie frunció el ceño.
―¿Entonces?
―Si MiYeon... Si ella quiere ir a verla, está en su total derecho ―dijo con lentitud―, pero yo no iré con ella.
Jennie permaneció unos segundos en atónito silencio, antes de agarrar un pedazo de pan.
Y lanzárselo.
Soltó un grito cuando el trozo de pan chocó contra su frente, a segundos de caerse de la silla por la sorpresa, pero sólo se encogió cuando Jennie se puso de pie con una expresión de ira.
―¿Me estás diciendo, estúpida cobarde de pacotilla ―dijo Jennie con extrema lentitud―, qué no piensas ir a buscar a la persona a la que consideras el amor de tu vida?
La alfa frotó su frente por el dolor.
―Jennie, ¿Oíste todo lo que te conté ayer? ―preguntó, ofendida.
Se agachó cuando vio que le lanzó ahora una cuchara.
―¡Por supuesto que lo hice, y por eso te estoy diciendo esto, pendeja! ―le gritó Jennie―. ¡¿Acaso piensas dejar que tu madre, que el tonto de Ten, te ganen?!
―¡Lisa me odia!
―¡Por favor, Lisa no puede odiar ni a Hitler!
―¡Estás siendo irracional!
―¡No, tú lo estás siendo, ¿Me oyes, Roseanne Park?! ―enmudeció cuando Jennie sonó más iracunda―. ¡Te metiste en la vida de Lisa cuando ella no quería, la hiciste tú omega, te enfrentaste a tu madre, ¿Y eso fue todo?! ¡Entonces definitivamente no tuviste que acercarte, porque le arruinaste la vida y ahora no te haces cargo de nada!
Trató de decir algo, pero las palabras no salían de su boca.
Jennie volvió a hablar, sólo que ahora con más calma:
―Es tu última oportunidad, Rosé, para poder arreglar todo esto ―le dijo con advertencia―, así que, o la tomas, o la dejas. Pero cuando el lazo que compartes con Lisa se rompa definitivamente, no te lamentes porque fue por decisión tuya que esto terminara así.
Rosé la miró, mordiendo su labio inferior, y asintió con una expresión de miedo, prometiendo que nunca más haría enojar a Jennie.
***
Lisa agarró una roca con fuerza cuando el policía la lanzó al suelo y se giró, furiosa, magullada (incluso asustada, pero eso no iba a demostrarlo), y la levantó para golpear al pobre hombre en la cabeza, dejándolo aturdido el tiempo suficiente como para que su agarre se aflojara y así salir corriendo de allí.
Tzuyu le gritó algo, tomándola del brazo para arrastrarla, y cuando se volteó, escucharon los primeros disparos.
―¡Mierda! ―oyó la maldición de Tzuyu y se obligó a no voltear, saliendo de aquel callejón tan rápido como podían.
Ese día salió un grupo enorme de omegas, betas y algunos alfas a manifestarse, pero considerando que la situación en China estaba tensa, todo terminó en una redada para capturar a las personas más revoltosas por orden del Gobierno y, por supuesto, las Fuerzas Especiales fueron primero por los líderes.
Song estaba dando un discurso cuando interrumpieron en la manifestación, todo se volvió un caos, y de forma inevitable terminaron separándose del resto del grupo.
―¡¿Yizhou?! ―le preguntó a Tzuyu―. ¡¿Dónde está ella?!
―¡YangYang la tiene! ―gruñó Tzuyu sin voltearse―. ¡Ahora sigue corriendo, Lili!
Se obligó a obedecer, cojeando, porque el policía que la derribó lo hizo disparándole a la pierna. La bala rozó su piel, causando el dolor suficiente como para dificultar su caminata.
Tzuyu lo notó, y gruñendo, antes de que pudiera reclamar, la tomó en brazos, echándola sobre su hombro. Corrió entre medio de la gente mientras Fuerzas Especiales se acercaba con sus carros lanza-agua y sus armas, bombas lacrimógenas ensuciando el aire.
Bueno, bien, la situación ya se tornó insostenible.
Tzuyu se metió entre callejones que conocía, ignorando sus gritos de que la bajara, y luego de diez minutos sin detenerse, lograron llegar a un sector de la ciudad ya despejado y abandonado. El último tiempo, gracias a todo el desastre que se volvió el país, las personas que no se unían a las manifestaciones preferían quedarse bien encerrados para no terminar metidos en medio del fuego.
La alfa miró hacia ambos lados de la calle, dejándola en el suelo, y se acercó a la puerta de un edificio tocándolo discretamente.
Minutos después, la puerta fue ligeramente abierta, y un hombre se asomó.
―¿Contraseña? ―preguntó en tono bajo.
Tzuyu le miró con irritación.
―No me jodas, Zhoumi ―barboteó Tzuyu―, tengo a Lili herida.
Zhou las miró, asintiendo, y abrió más la puerta dándoles la pasada. Tzuyu la ayudó a entrar, y apretó sus labios ahogando el gemido de dolor que quería escapar de sus labios.
El beta cerró la puerta con llave mientras se sentaba en la silla más cercana, la alfa buscando el botiquín, y una vez que lo encontró, procedió a curarle la herida sangrante.
―Bueno, creo que no salió bien. ―comenzó Zhoumi como si nada.
―Fue todo un desastre ―murmuró Tzuyu―, y esto empeorará porque tuve que matar a un policía ―suspiró, sacudiendo su cabeza―. Nuestra guerra civil se acerca, Lili.
Hizo una mueca.
―Esto es emocionante. ―fue lo que contestó.
―Pero alégrate ―dijo Zhou―, te vi en televisión y a todo el mundo le gustó tu discurso.
Soltó una carcajada baja, sacudiendo su cabeza, y Tzuyu se puso de pie una vez terminó. La alfa caminó hacia el librero, empujándolo por el borde, y revelando una vieja puerta.
―¿Esto nos llevará a la estación de trenes? ―preguntó Lisa al cambiarse de ropa para quitarse el pantalón ensangrentado.
Tzuyu asintió, sin contestar, y se volteó hacia Zhoumi.
―¿Nos acompañarás?
El beta sacudió la cabeza.
―No puedo, puede llegar más gente que me necesite.
En ese instante, tocaron a la puerta otra vez.
Tzuyu asintió, tirando de Lisa, y ambas se despidieron rápidamente para comenzar a bajar por las escaleras metidas tras la puerta, luz parpadeando por la vieja ampolleta.
A Lisa nunca le gustaron los lugares cerrados, aunque bueno, siempre fue una cobarde de primera: la oscuridad, el encierro, las serpientes, las alturas, las abejas... Pero desde que estaba en China que tuvo que aprender a enfrentar todos sus miedos, porque tenía que dejar atrás todas esas cosas que la hacían débil y cobarde, aquellas cosas que la caracterizaban tanto como una omega torpe e inútil, para ser la persona que era ahora.
Así que se limitó a tomar aire, agarrando la mano de Tzuyu para que no se adelantara demasiado (no era por miedo, seguro), y comenzaron a caminar en silencio.
No supo cuánto tiempo estuvieron en eso, pero cuando llegaron a otra puerta, su pierna estaba entumecida. Sin embargo, no se lo iba a decir a Tzuyu, ya que no quería verse débil ante ella.
La alfa tiró de la puerta, respirando con alivio cuando la vieja estación de trenes, que estaba sirviendo como guarida para el movimiento de omegas y betas, apareció lleno de gente en el interior.
Caminaron entre la multitud que se dedicaba a descansar, tomar agua o comer algo, buscando a Song, hasta que la hallaron en el centro.
La omega las vio, con su expresión tornándose aliviada.
―Iba a darme un infarto si no llegaban en media hora. ―comentó la mujer.
Lisa se dejó caer sobre una caja, estirando su pierna, y al levantar el pantalón vio las telas llenas de sangre.
―¡Papá!
Levantó la vista cuando Yizhou apareció corriendo, mientras YangYang le sostenía la mano para que no se cayera, y Tzuyu se apuró en tomarla en brazos.
YangYang observó a Lisa con horror.
―¡Su pierna, señora Manoban! ―gritó, espantado.
Hizo una mueca cuando el chico comenzó a quitarle la venda para atenderla.
―Estoy bien ―mintió―, y YangYang, deja los honores, por favor, me haces sentir vieja.
―Pobre Pranpriya ―se burló Yixuan, el doctor beta que tenían allí apareciendo para ayudarla―, tu primer discurso y termina así.
―Creo que echaré de menos el trabajo en la biblioteca. ―suspiró Lisa.
―¡Mamá!
Lisa levantó la vista cuando Yizhou fue dejada en el suelo y corrió hacia ella con los ojos llenos de lágrimas.
―¿Yizhou? ―parpadeó, confundida.
―¿'Ta bien, mamá? ―preguntó a punto de llorar.
La expresión de Tzuyu lo decía todo.
―No mamá, Yizhou ―corrigió Lisa con dulzura, sintiendo como su corazón se quebraba cuando un pensamiento horrible cruzó su mente―, tía Lili.
Yizhou la miró confundida, pero antes de poder decir algo, Tzuyu la volvió a tomar en brazos y la alejó de allí.
Lisa bajó la vista mientras Yixuan se dedicaba a curarla, y pensó que Yizhou llevaba un año viviendo con ella, y ya la creía su mamá.
Sintió su estómago revuelto, porque hasta ese momento nunca pensó que para MiYeon, quizás, ella ya no era más mamá.
Que, quizás, su mamá era ahora otra persona, y ya no podía hacer nada para evitarlo.
***
MiYeon se encontró con SoYeon mirando la televisión, cubierta con una manta mientras fingía ignorarla, y se sentó a su lado como si nada. Yuqi salió minutos atrás para comprar la cena de la noche.
Suspiró.
―SoYeonnie... ―comenzó a decir.
―No te atrevas ―murmuró la omega―, soy tu mayor.
Arrugó el ceño.
―Pero...
―Yo no quería ser omega ―sollozó SoYeon―, ya nadie quería jugar conmigo y me dejaban sola, mientras jugaban a la pelota o a las escondidas o a los empujones. No querían jugar conmigo porque podían hacerme daño y hacerme llorar. Y en el colegio nos enseñaron cosas tan básicas que cuando los colegios comenzaron a ser mixtos, y estaba en la clase de Yuqi, todos los omegas estábamos atrasados, ya que ellos sabían más y nosotros apenas sabíamos sumar y restar. Y los alfas se reían de nosotros pues creían que éramos tontos, que éramos estúpidos, y no podíamos demostrarles lo contrario ―MiYeon tiró de ella para acurrucarla a su lado, oyendo su llanto―. Te juro que traté, Mimi, traté de estudiar para ir a la universidad y cerrarles la boca, pero fui un fracaso como el resto de omegas de nuestra generación, y sé que QiQi no tiene la culpa, pero me da tanta rabia que...
―Está bien, SoYeonnie ―le dijo con voz suave―, no te sientas mal por eso.
SoYeon limpió sus ojos.
―Sé que soy malcriada y caprichosa ―admitió en voz baja―, pero no sé a quién más dirigir mí rabia.
MiYeon quitó el resto de las lágrimas de sus mejillas, suspirando, y se inclinó para darle un pequeño beso en la frente.
―No tienes que enojarte con Yuqi, ella sólo quiere protegerte ―le dijo MiYeon, revolviéndole el azabache cabello―, las dos queremos protegerte. Además... ―le sonrió juguetonamente―. Es nuestra misión como alfas malcriarte, ¿No es así?
SoYeon arrugó el ceño.
―No me trates como una bebé, eres menor que yo. ―protestó, aunque sus labios estuvieran haciendo un puchero inconsciente.
MiYeon soltó una risa baja.
―Bueno, he visto que te gusta que QiQi te trate como una bebé. ―comentó casualmente.
SoYeon desvió la vista, avergonzada, pero antes de poder decir algo, el celular de MiYeon sonó.
La alfa tomó el aparato, viendo el número de su papá, un poco aliviada de que no fuera tío Ten llamando, ya que estaba a segundos de bloquearlo.
―¿Hola? ―contestó.
―Yeonnie ―el tono de su papá era bajo, y se sorprendió cuando reconoció miedo allí―, estoy comprando los pasajes para Pekín. ¿Quieres viajar mañana o esperamos a la siguiente semana?
El celular cayó de su mano.
¡Gracias por leer!
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