Cómo atrapar un renacuajo
En la estación de Blurora, Morn estaba sentado en una banca conversando con Morn, mientras Yozo y el niño rubio se encontraban separados por ellos.
—¿Cómo ha estado todo por allá? He oído que no la han pasado muy bien por los conflictos en la frontera.
—Oh, por favor, "señor" Morn —dijo Morn en tono burlesco—, como si necesitaras que te cuente algo que ya sabes.
—Que pueda ver todo lo que tú ves no implica que lo haga. Me es imposible hacer más de una cosa a la vez.
—En ese caso, pues sí.
—¿Sí?
—Hay conflictos en la frontera... algunos tan graves que me han hecho replantearme vivir en Tacmes.
—¿Ustedes son de Tacmes? —preguntó Yozo, con genuina curiosidad.
—Sí, nacido y criado —respondió la copia de Morn en tono de burla.
Para él la broma era obvia: como el Morn original lo creó hace muchos años en Wriland, supuso que todos los presentes lo entenderían. Pero no fue así.
—No sabía que había nacido en Tacmes, maestro —dijo el joven rubio.
—¿Me estás tomando el pelo? Pero si sabes que "nací" en Wriland.
El sr. Morn se rió.
—Tú no naciste, yo te creé.
—¿Ud. lo creó? —preguntó Yozo. Y en seguida hizo las conexiones necesarias: el sr. Morn tenía la habilidad de crear seres dependientes de su creador... Pero entonces volvió a mirar al Morn que había bajado del tren—. Pero ¿cómo es que tiene consciencia propia? Pensé que ud. controlaba a sus creaciones.
El sr. Morn iba a responderle, pero su copia intervino antes.
—¿De verdad crees que Morn me creó él solito? Le tienes mucha fe a tu maestro.
—¡Por supuesto! Me salvó de la policía.
—Dos veces —añadió el sr. Morn.
—Y dos veces —musitó—. Aunque la segunda... no fue tanto un rescate.
—Te apuesto a que si volvíamos a mi tienda desde el estadio nos habrían emboscado Jester y sus hombres.
Yozo enarcó una ceja y el chico rubio asomó la cabeza delante de la copia de Morn con gran asombro. Ambos se hallaban confundidos, aunque por distintas razones, y se atrevieron a preguntar simultáneamente:
—¡¿Jester?!
—Sí, Jester Ramoji.
Yozo satisfizo su curiosidad, pero no fue así con el otro joven, que siguió, esta vez, con una reacción de incredulidad.
—¿Jester Ramoji reside aquí?
—Sí, y es un policía corrupto —dijo Angroth hacia Yozo, quien dio un sobresalto por el largo tiempo en que su compañero interior no le había hablado.
—¿Qué te importa, Weston? —preguntó relajado la copia de Morn.
—Ese... tipejo es un ladrón de m*****.
El tan ansiado tren de las 10:15 llegaba a la estación, justo para evitar que el resto de los presentes escucharan el insulto de Weston.
—Bueno, Yozo, como lo conversamos.
—Adiós, señor Morn. La próxima vez que nos veamos estaré listo para ser su discípulo.
Morn sonrió antes de cambiar su rostro a uno macabro y mucho más enérgico.
—Angroth, cuida del chico o te las verás conmigo.
—¡Hasta nunca, sr, Morn! Espero que no tengamos que vernos las caras de nuevo —dijo su copia mientras se adentraba en el vagón.
Jester Ramoji llegó a la reunión en Vurthen aproximadamente un día después de que las carreras de Lady Bold terminaran. Al entrar en el Palacio Real, uno de los sirvientes del rey lo dirigió a la sala de reuniones, sin embargo fue advertido con que el rey no estaría presente, sino el coronel Alvarado, el encargado del territorio. El sirviente abrió una de las dos grandes puertas para revelar a todos los presentes sentados rodeando una gran mesa: el coronel Alvarado, "por supuesto", pensó Ramoji, se situaba en la cabecera más lejana con una hoja sobre la mesa; a su lado estaba un joven de unos 20 años, totalmente serio, cabello negro, corto, muy bien ordenado y con pupilas rojas, tan fluorescentes que se tornaban hipnóticos. La mirada de Ramoji se había detenido lo suficiente, a su juicio, y repasó al resto de los presentes: al lado del joven de ojos rojos había una mujer fornida, de pelo blanco corto, terminado en puntas; a su lado dos jóvenes morenos, uno rapado y otro musculoso, con rastas; y al otro lado del coronel había un perro café comiendo sobre la mesa de la forma más delicada que Ramoji había visto; y finalmente dos jóvenes que intuyó eran novatos: un colorín con la cabeza pegada a la mesa como si estuviera muerto de aburrimiento y un tipo de pelo gris que miraba al techo. Todos llevaban el traje policial, aunque algunos con ciertos cambios personalizados.
—¡Bienvenido! Te estábamos esperando. Toma asiento y podremos empezar —dijo el coronel, sin borrar la sonrisa.
Ramoji se sentó en la otra punta de la mesa, pensó que sería prudente guardar distancia del negro con rastas y del novato desinteresado. Cuando Ramoji volvió su mirada al joven de ojos rojos, el novato de pelo gris interrumpió.
—¿Puedo ir al baño? —preguntó con la mano alzada, mientras el colorín a su lado moría de risa.
—Muy gracioso, Katenka —dijo el de ojos rojos, en seco.
—Las reglas ya las he dicho, pero la importancia de esta reunión radica en el trabajo en equipo, no en darles instrucciones —dijo sonriendo el coronel.
»Entonces, regla número 1: "todos los presentes deben conocerse". Esto es para evitar que se confundan con alguna copia que Zush Morn pueda hacer de ustedes.
»Segunda regla, y cito: "la primera prioridad es apartar a Zush Morn". No nos importa cómo lo hagan, pero debe ser efectivo. Antes de que llegara, alférez Ramoji, hemos dado una idea: sellar a Zush Morn con el poder de Tascher.
—Ese soy yo —el joven de rastas levantó el brazo, mostrándolo al completo. Ramoji pensó que solo alardeaba sobre su físico.
—Tercera regla: "la segunda prioridad es inmovilizar y trasladar a Yozo Igirune a la ciudad más cercana y contactarme directamente", para ello le he dado un dispositivo de una sola vía al líder del equipo, el teniente Torben.
Entonces el joven de ojos rojos levantó el pulgar y se apuntó.
—Ese soy yo. Bienvenido, alférez Ramoji.
Ramoji suspiró.
—La cuarta y última regla dice así: "cada uno de los integrantes del equipo, con excepción de Mila —dijo acariciando a la perrita junto a él—, deberá enfrentarse a Yozo Igirune por lo menos una vez". Esta regla es la que más le interesa al rey. La lógica es que puedan darle su apreciación sobre la fuerza del joven Yozo Igirune.
Ramoji levantó la mano.
—¿Y luego? —Ante las miradas de confusión de los demás, decidió explicarse—. Es que tenía entendido que habría un ascenso si teníamos éxito.
—¡Ah, eso! —rió—. Es gracioso. Contrario a todo lo que les dije anteriormente, el que tenga el ascenso será quien venza a Yozo Igirune.
Todos se pusieron serios al instante. La posibilidad del ascenso había iluminado a más de uno.
—Bien —Ramoji se apoyó en el respaldo de la silla, lleno de confianza.
—Dicho eso, ¿quién quiere empezar presentándose? —dijo el coronel, obviando las reacciones del resto.
Ramoji hizo notas mentales mientras cada uno se presentaba: "ojos rojos se llama Torben, la mujer esbelta es Meik, el calvo es Lotti y el musculitos de rastas es Tascher".
—Mi nombre es Jester Ramoji, tengo 28 años, me gusta la comida de Dawnford, creo que es la mejor.
—Te gusta el picante —dijo interesado el colorín.
Luego continuó con sus pensamientos: "el de pelo grisáceo es Katenka, el colorín flacucho se llama Rustem y la perrita es Mila. Son un festival de fenómenos".
—Tengo una pregunta para el recién llegado —dijo repentinamente Meik—. Esa espada que trae... ¿a cuántas personas ha asesinado?
"Somos un festival de fenómenos".
Ya habían pasado un par de horas desde que el tren había partido hacia Tacmes, y faltaban un par más. La copia de Morn, que insistía en que Yozo lo llamara por su nombre: Roku, se había quedado dormida. Por su mejilla caía una gota de baba que Yozo no podía parar de mirar.
—Tengo una duda —dijo Weston tan de la nada que hizo sobresaltar a Yozo.
—Me asustaste —dijo con la mano en el pecho.
Weston rió para sí, pues no quería despertar a Morn.
—Lo lamento, pero estoy algo aburrido. ¿Quieres jugar un juego? Así nos vamos conociendo mejor.
—Ah, claro, se me dan bien los juegos —dijo Yozo, haciendo aparecer una sonrisa tímida.
—¿Has escuchado hablar de "verdad o reto"?
—Sí, pero no me gusta ese —Yozo se acercó al oído de Weston—, es que en mi pueblo solo lo juegan las niñas.
Weston frunció el ceño. Nunca había oído tal estupidez, y se lo hizo saber a Yozo.
—No extrapoles todo lo que pasa en tu pequeña caja de tierra.
Angroth se enojó.
—Yozo, ¿no vas a decirle nada?
Yozo agachó la cabeza, como hablando con su abdomen.
—No, puede que tenga razón.
—¿Hablas con tu demonio? —inquirió Weston.
—Algo así.
—¿Entonces? ¿Jugamos?
Yozo puso las manos sobre la mesa que lo separaba de Morn y Weston.
—¡Sí!
Ramoji observaba un mapa y repasaba el plan en su cabeza. Los siete miembros del equipo habían llegado a un acuerdo de no agresión y todos compraron pasajes para viajar en una avioneta, de las caras, ya que la monarquía estaba financiando la misión.
—Estabas algo callado cuando trazamos el plan, pero tú ya tuviste un contacto con Yozo antes, ¿cómo crees que debamos atraparlo? ¿Es muy difícil hacerlo? —preguntó su compañero de asiento, Rustem.
—Creo que el plan es justo lo que debemos hacer. Sin embargo, si bien Morn es una piedra en el zapato, Yozo también es muy fuerte. Como ya les dije en la reunión, él tiene un muy buen control del Euster, por lo que yo debo ser quien se enfrente cara a cara con él. O sea, soy el único que pudo atraparlo de todos nosotros.
—¿Lo hiciste sin ayuda?
—Completamente solo.
—Wow.
Weston y Yozo se miraban directamente.
—Verdad o reto.
—Reto —respondió Yozo de inmediato.
—Qué aburrido —dijo simulando un bostezo—. Bueno, ¿qué se le va a hacer? Como reto... —Weston miró a todos lados, como analizando todo el tren—. Muéstrame tu Euster, quiero ver con mis propios ojos el poder de una unión demoníaca completa.
Yozo hizo un ademán de esforzarse por expulsar toda su aura, pero no pasó nada. Luego de tal humillante intento, Yozo por fin soltó.
—Antes podía expulsar más aura amarilla.
—No puedo creer que no puedas usar Euster...
—Déjame usar mi Euster, Yozo, callemos a este hablador —dijo Angroth.
Yozo relajó su cuerpo. Un brillo resplandeció con tanta intensidad para Weston que apenas pudo mirar a través de sus brazos, que usaba para proteger su vista. Para el resto de los pasajeros alrededor parecía no haber nada. Entonces Yozo volvió a tomar el control.
—¿Tú hiciste eso? ¿Yozo?
—Fue Angroth, mi amigo.
—Ya veo, así que ese es el poder de un demonio completamente dominado.
—¿Dominado? —dijo Angroth enfurecido.
—Angroth es un dios, el dios de —Yozo bajó la voz hasta hacerla casi inaudible para Weston—... la belleza.
—¿La qué?
—No importa.
—Como sea, me toca. Escojo verdad.
Yozo dudó un momento. No sabía qué preguntar, y entre las opciones más interesantes en que pudo pensar estaban "comida favorita", "color favorito" y "si tiene algún hobby". Al final tomó aire y se decidió.
—¿Cuál es su comida favorita?
—¿Esa es tu pregunta? ¿En serio?
—Es que...
—Mira, Yozo... Tú quieres ser médico brujo, ¿no es así?
—Sí.
—Entonces sugiero que te tomes las cosas más en serio, digo, muestra más interés. ¿Me sigues?
—Supongo...
—Genial. Ahora, puedes preguntarme lo que quieras.
Yozo miró abajo esperando que Angroth lo ayudara. Pero su amigo estaba completamente fuera de la conversación.
—La verdad es que no sé bien qué preguntar.
—Está bien, es válido. Haremos esto: tú me responderás una pregunta y luego podrás hacerme dos, ¿te parece?
Yozo asintió.
—Bien, entonces, ¿cómo es tu relación con tus padres?
Yozo espabiló. No esperaba que le preguntara algo sobre sus padres.
—Buena.
—Expláyate, por favor.
Yozo miró por la ventana, el paisaje era diametralmente distinto al de Blurora: estaba todo lleno de verde, árboles de todos los tipos en un campo gigante de césped bien cortado.
—Mi madre es una persona de buen corazón.
—Littia Igirune.
—Sí. Pero es muy estricta y no le gusta que desobedezcamos, por eso a veces le tengo miedo —Yozo se tapó la boca—. Lo siento, no quería hablar de más.
—¿No puedes ver mi aura, Yozo?
El joven se fijó bien en Weston, alrededor de su silueta había una tenue aura rojiza que se proyectaba hacia el propio Yozo.
—Ahora la veo.
—Hay una regla entre los brujos, sobre todo entre los médicos brujos: "nunca digas tu poder a otro brujo". Sin embargo, solo a modo de docencia, y porque ya me cercioré de que no hubiese algún otro brujo en el tren además de nosotros tres, te lo diré. Puedo hacer que me digas la verdad. Soy un avogadrista.
Yozo entrecerró los ojos. No tenía idea de qué significaba ser avogadrista, pero quería parecer que lo sabía.
—Ok.
—Falta que me hables de tu padre.
—Papá es... un tipazo. Pero nunca entendí por qué nos dejó hace poco menos de un año. Mamá dijo que nos reemplazó por otra familia, que ya no nos quería. No le he visto hace mucho.
—Oh... lo siento —dijo al momento en que retraía su aura del chico.
—Está bien. Normalmente no hablo sobre mí, pero es más para no molestar. No es porque no quiera tocar el tema —Yozo volvió a mirar por la ventana.
—Lamento oír eso. Aunque, si te soy totalmente sincero, no me importa demasiado —Weston sonrió—. "Los hijos son fieles reflejos de sus padres". Yo no lo creo. Y espero que en el tiempo que pasemos juntos en el hospital puedas demostrarlo, ¿me sigues?
Yozo miró por un segundo a Morn, seguía durmiendo. Le parecía tan extraño tener a alguien con la misma apariencia que su maestro, pero que era, en definitiva, una persona distinta. Una sensación de inseguridad se hizo latente. Angroth no hablaba. Desde que había partido de casa, Yozo se sintió por primera vez solo. Y no podía recurrir a nadie. No a su madre. Ni a su padre.
—Entiendo.
Weston pareció entender los ojos perdidos del chico y quiso ayudar.
—Pero no te desanimes —dijo sonriendo—. ¿No te das cuenta de que tienes todo el mundo por delante? Eres uno en un millón solo por sobrevivir a una unión demoníaca. Y yo y Morn te ayudaremos a que logres tus metas.
Yozo esbozó una sonrisa.
—Tengo una pregunta para usted, dr. Weston.
—Dila.
—Antes el dr. Roku Morn dijo que el sr. Morn lo creó con la ayuda de alguien más. ¿Sabe algo al respecto?
—Buena pregunta —dijo reclinándose hacia el respaldo del asiento—. No estoy seguro, pero tengo mis sospechas. Hay un genetista en Wriland, el dr. Guolegur, que es muy probablemente el mejor amigo del sr. Morn.
—¿Cree que juntos crearon a Roku Morn?
—Bueno, fue muy comentado el caso en su momento, y al sr. Morn casi le quitan la licencia. La verdad solo lo salvó su título de "señor", porque los altos mandos de la medicina lo querían fuera.
—¿Las copias no están permitidas?
—No, no es eso. Lo que está prohibido es la clonación humana completa, es decir, con conciencia plena, autonomía y Euster propios.
—Interesante.
—¿Verdad que sí? Morn logró zafarse gracias a que demostró que sus copias no eran clones, ya que les faltaba conciencia plena y Euster propios.
—O sea que tienen autonomía, ¿es así?
—Correcto. Sus copias son libres de hacer lo que quieran, pero Morn puede acceder a sus pensamientos e incluso manejar sus acciones y emociones; además, como no tienen Euster, el almacenamiento de aura de Morn está fraccionado entre todas sus copias.
—¿Y cuántas copias tiene?
Weston suspiró.
—¿Alrededor de 10? Sinceramente no recuerdo.
—Entiendo.
—¿Ves que fue buena idea jugar verdad o reto? Por cierto, es tu turno, ya hiciste muchas preguntas.
—Escojo reto.
"Y yo que creí que le gustaba conversar conmigo, voy a molestarlo un poco", pensó Weston. Y miró su reloj.
—Si mis cálculos no fallan, deberíamos llegar a la próxima estación en unos 10 minutos.
—Ok.
—Te reto a que beses la mano de la primera mujer que veas subirse al tren —dijo con total seriedad.
Yozo se quedó helado, nunca había hecho algo que sabía era muy vergonzoso.
—No puedo hacer eso.
—No te eches para atrás o te voy a penalizar y será peor.
—Pero... quedan 10 minutos y no podremos seguir con el juego. Con lo mucho que me gustaba —intentó persuadir al pequeño doctor.
—Oh, no te preocupes, puedes preguntarme lo que quieras mientras llegamos. Elijo verdad —Sonrió.
Yozo no supo qué responder, así que intentó desviar el tema lo más que pudo. Y entonces lo recordó, como si de una luz milagrosa entre las tinieblas se tratase: Jester Ramoji.
—Con respecto a lo que hablábamos en Blurora... Jester Ramoji, ¿por qué se refirió a él como un ladrón?
Weston volvió a suspirar. Miró la hora y, tras confirmar que tenía tiempo, le devolvió la mirada a Yozo.
—Jester Ramoji es un maldito renacuajo que vivía en mi barrio.
—¿De dónde viene usted?
—De Vuthen.
»La cosa es que Ramoji me robaba mis juguetes cuando era niño, pero nadie me creía, hasta que un día ideé un plan tan bien estructurado que logré atraparlo. En minutos hice que se lo llevaran detenido y que sus padres tuvieran que pagar por su libertad. Sin embargo, tiempo después, empezó a decir que había cambiado, que deseaba ayudar a la sociedad. Y al parecer ahora es policía...
—Un policía corrupto —dijo Angroth.
—Un policía corrupto, probablemente —dijo Yozo.
—Lo más probable, sí.
—Oiga, pero cuénteme más de sus juguetes...
—No te hagas, pícaro. Ya estamos llegando.
Los frenos del tren se oyeron en un gran estruendo. Yozo no supo cómo salir de tal situación, "¿qué pasaría si decido no cumplir el reto?", se preguntó, pero entonces Angroth le dio la solución.
—Yozo, si tanto deseas evitar hacer el reto, solo cambia conmigo y lo haré.
Entonces Yozo relajó el cuerpo, pero empezó a brillar, llamando la atención de Weston.
—No, nada de eso, Igirune. Sé un hombre y haz valer tu palabra.
Yozo recobró el control. Estaba confundido: no entendía por qué, a pesar de no sentir vergüenza, el recuerdo de ese sentimiento se hacía tan fuerte. Tan intenso, como premonizando un destino anunciado: la mujer verá extrañada cómo un joven con parka le besa la mano y luego ella o su acompañante lo golpearán hasta la muerte, "y con justa razón" pensaba el muchacho.
—Vamos, despierta de una vez. Ve —le dijo Weston.
Yozo se levantó de su asiento al momento en que el tren se detuvo en su totalidad. Se acercó a la puerta para esperar a la primera mujer que apareciera, y así sucedió: una figura delgada envuelta en un vestido verde y un sombrero, también verde, que cubría casi todo su pelo rosado, caminaba junto a un hombre bien vestido, uniformado. La mujer alcanzó a mirarlo, sus ojos eran preciosos, celestes y cristalinos, tan hermosos que Yozo vio intensificadas dos cosas: la vergüenza y un sentimiento de suerte, tanta suerte como para gritar "aleluya". El joven se inclinó ante la dama, tomó su mano y le dio un beso con extrema inmediatez, soltando al acto a la mujer. Quiso partir de vuelta a su asiento, pero se quedó para mirarla unos segundos más. Entonces escuchó la voz de un hombre:
—¡¿Qué demonios te pasa, pequeño bastardo?! —dijo la mujer, con una voz ronca.
Yozo abrió los ojos de sobremanera, mientras el hombre que acompañaba a la mujer se reía. Entonces, el joven peliverde lo vio bien: el uniforme de policía con esa placa.
—May... cómo se nota que estás resfriada —dijo mirando a su alrededor, hasta que vio directo a los ojos de Yozo—. Vaya, ha pasado un buen tiempo.
—Papá.
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