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3. La Razón que Precede a la Meta

"Podía curar lo que fuera, a quien fuera" recordó Yozo, y se lo repitió en su cabeza múltiples veces, evocando por qué había dejado a su familia atrás. Se iba a preguntar si hizo lo correcto, pero pronto Angroth lo interrumpió.

—Oye, Yozo.

—No ahora, estoy concentrado.

Yozo había encontrado una casucha a las afueras de la ciudad para pasar unas noches, porque no quería volver a aparecerse donde Morn. La cama era cómoda, pero aquella noche, justo antes de la competencia, decidió dormir en la parte de atrás de la casa, sobre el colchón de arena azul.

—Pero...

Yozo agachó la cabeza y la agitó de un lado a otro. Cuando hubo parado, dijo:

—¿Qué pasó?

—Puede que lo veas como irrelevante, pero... el cielo del desierto es hermoso, ¿no crees?

Yozo no se había percatado del paisaje más allá de lo que sus pies podían tocar. El chico levantó la mirada hacia una especie de tragaluz, que en realidad era la ausencia de techo en ese espacio de la casa: un mar de estrellas se hacía evidente. El chico se incorporó y vio como la tenue luz iluminaba las infinitas dunas de Blurora. A diferencia del resto de desiertos, este mantenía su calidez por las noches, así que Yozo se sacó la parca.

—Parece que el infierno no era tan malo después de todo, ¿no? —preguntó Yozo.

Angroth se calló por un instante, buscando una buena respuesta.

—Esto es el cielo, Yozo. Este mundo tiene cosas por ofrecer, cosas buenas. ¿Quién lo diría?

Yozo se acostó de espaldas apoyando la cabeza en sus brazos.

—Sí... ojalá Erin pudiera ver esto —susurró Yozo.

—¿Qué dijiste?

—Nada, es solo que... es bueno recordar por qué hacemos lo que hacemos, ¿no?

Angroth se tomó unos segundos para reflexionar. Intuía que la historia con Yozo sería larga y quiso apreciarla con todo.

—Sí. Es fácil perderse.

—Hasta mañana, compa.

—Hasta mañana... compa.


La carrera fue llevada a cabo en el estadio Le Saffire, conocido por ser el único lugar de Blurora con césped de verdad. Alrededor de la cancha se alistaban los deportistas: la gran mayoría parecía contar con entrenadores o preparadores físicos, pero sin duda había participantes que eran meros amateurs.

—Va a ser pan comido —dijo Angroth.

—¿Eso crees? Veo que todos aquí tienen físicos envidiables, mientras que yo... —dijo mirando su delgada complexión, ya que había dejado la parca en el camarín.

—Da igual tu condición, voy a correr yo, ¿no?

—Bueno... De hecho estaba pensando en correr por mi propia cuenta.

Angroth dejó de hablar. Por cada decisión de Yozo que le tocaba asumir, más se arrepentía de haberse fusionado con él.

—¡Tú debes ser Yozo Igirune! ¡El novato! —habló alguien detrás de Yozo, justo en la entrada a las pistas. Era un hombre de cabello castaño corto que vestía igual al resto: shorts y camiseta de un solo color, en su caso rojo, apretados, revelando la definición de sus músculos.

—¿Y tú quién eres?

—Soy Shamark, el que ganará esta carrera —dijo guiñando el ojo—. Vine a desearte suerte. No siempre contamos con novatos en competencias tan importantes —dijo mientras extendía su mano para estrechársela.

—¿Importantes? ¿Lo dices por el premio? —Yozo se la estrechó.

Shamark rió.

—El premio es lo de menos. Yo hablo de la calidad de los participantes y la modalidad de la carrera.

—No entiendo, ¿qué hay con eso?

Otro de los presentes, de tez oscura, uniforme verde y con la cabeza completamente afeitada, se paró junto a Shamark, y le dijo a Yozo.

—Saludos, soy Neider —dijo extendiéndole la mano—. Discúlpame si escuche mal, pero... ¿acaso no leíste las reglas?

—Bueno...

Shamark volvió a reírse.

—¿Y no te interesan?

—No, no es eso.

—¿Quieres que te explique con peras y manzanas?

—Bueno.

Shamark rió más fuerte aún y se retiró para ir a alistar sus cosas.

—En verdad eres muy peculiar, me pregunto si tienes un cerebro funcional.

—¿De verdad vas a dejar que te hablen así, Yozo? Esto me enferma —dijo Angroth.

—¿Ibas a explicarme? —dijo finalmente Yozo.

El fornido y lampiño hombre exhaló fuertemente y dijo:

—Esta carrera fue diseñada para atletas de alto rendimiento y aspirantes a ello, a pesar de que está abierta a todo público. Esto es para que los cazatalentos pongan ojo en los más jóvenes.

—Entiendo —dijo mientras miraba al resto de la competencia—. Igual me llama la atención que solo seamos 7.

—Somos 14 participantes.

Yozo abrió los ojos de sobremanera.

—¿Cómo?

—Eso quiere decir que los viejos que están aconsejando a los más jóvenes no son entrenadores ni preparadores físicos —concluyó Angroth.

—Todos los presentes participarán.

Yozo empezó a contar con el dedo a los presentes. Algo no concordaba, él lo sabía. A pesar de que no los contó con precisión cuando llegó, luego de volver a calcular esta vez tampoco le dio el número.

—Pero solo cuento 13.

—¿Te contaste a ti mismo?

—Por supuesto que sí —dijo Yozo frunciendo el ceño.

El hombre empezó a contar, también con el dedo, y dijo:

—Tienes razón, y ya está por empezar la carrera... No, ya sé quién falta. Está bien, él es así.

—¿A quién te refieres?

—A Tískico. —El hombre se quedó esperando la reacción de Yozo y, una vez confirmó su cara de confusión, siguió:— El hombre lobo. —Aun nada—. ¿El prodigio de Vurthen?

—¡Ah! Vurthen, la capital del reino, ¿no?

—Bueno, por lo menos algo sabes.

En ese instante aparecieron los organizadores del evento, a un lado estaban tres representantes de la AID y, en otro, la reina al Ahmerig con sus dos hijas: Jaquennette y Lisa. Los 6 personajes se sentaron en una de las partes más altas del palco: la zona exclusiva. La familia real se sentó en la última fila, mientras que los de la AID en la penúltima.

—¿Esa es Lisa? —le preguntó Yozo a Angroth.

—Relájate y veamos.

Yozo hizo lo que le dijo Angroth y logró verla mejor. En efecto, era la misma ladrona con la que se había topado, aunque tenía algo diferente. Luego de un rato analizándola, Yozo al fin dio con la diferencia: Lisa llevaba el pelo lacio, solo decorado con una pinza dorada.

—1, 2, ¿me escuchan? —dijo una voz desde el interior del campo de césped— Me complace informar que nos acompaña hoy la reina Nerissa Al Ahmerig y sus dos hijas. Lamentablemente, y por petición de la realeza, tendremos que aplazar el comienzo de la carrera Lady Bold una media hora, ya que esperamos contar con todos los participantes. Mientras tanto, nuestros empleados se acercarán a uds y les podrán pedir comida y bebestibles. Eso es todo, gracias por su atención.

Gran parte del público comenzó a abuchear. ¿Acaso la reina había intercedido para que Tískico llegara? se preguntó Yozo.

—No es justo —dijo el hombre Neider.

—Tómatelo con calma —dijo Shamark.

—Solo digo la verdad —dijo mientras se sentaba en el pasto a beber de su botella—. Y no me tutees.


En la zona exclusiva, Lisa se miraba las uñas: no le gustaba pintárselas, pero su madre le insistía en que era importante para mostrarle al pueblo quiénes eran. El dorado de ellas la enfermaba, porque le recordaba a su aburrido cabello y al de sus padres.

—¿Por qué tenemos que esperar media hora por el otro participante, madre? —preguntó Lisa con impaciencia.

La reina solo la miró de reojo y, sin responderle, volvió la mirada al estadio y enarcó la ceja en un punto fijo. Lisa se percató de eso y también miró: un chico de cabello verde miraba fijamente en su dirección, y no le quitaba los ojos de encima. Lisa se ruborizó y esta vez le dijo a su hermana:

—Jackie, no me metiste en lo de devolverle el monedero y el celular, ¿o sí?

—Pero si tú lo salvaste, hermanita —dijo en tono burlesco.

La reina seguía mirándolo fijamente, hasta que por fin soltó:

—No pedí tiempo para que llegara otro participante, todos ellos me dan igual. —Lentamente movió el cuello hasta que su mirada estuviera posicionada justo por encima de Lisa—. Esperaremos a que llegue el rey.

El corazón de Lisa se aceleró. Sabía que su padre estaba al otro lado del globo, pero enseguida entendió: se trataba de ella.

—Con que vendrá, ¿eh?

Toda su vida había sido arruinada por su familia, por eso había decidido huir en primer lugar. ¿Qué le hacía pensar a sus padres que querría verlos de nuevo? Su concepto de libertad era anticuado, Lisa lo sabía. "No, no es eso. No del todo" pensó. En el fondo sabía que no estaba lista para enfrentarse a su padre. O, más bien, para enfrentarse al rey.

Jaquenette se fijó en lo que aquella noticia había significado para Lisa y quiso aminorar el impacto, así que se acercó a ella para susurrarle:

—Papá no dejó de hablar sobre ti desde que te fuiste. Créeme que las ganas de verte son más grandes que las de castigarte.

Lisa mantuvo su preocupación, pero se esforzó por parecer reconfortada.

—Gracias, Jackie. Tú siempre haces lo correcto.


Shamark no pudo evitar interesarse en aquel novato paralizado con las manos sobre la cara en forma de binoculares.

—¿Qué tanto miras? ¿Te gusta una de las princesas? —preguntó Shamark.

—No, solo me preguntaba... ¿por qué alguien así... robaría?

—¿Robar? No me vas a venir con esas cursilerías de que te robaron el corazón, ¿cierto?

—No me gusta —dijo Yozo, frunciendo el ceño.

El resto de los participantes se devolvió a los camarines, o estaban echados en el pasto, o conversaban en la pista como Yozo y Shamark. El público se había calmado y todos estaban serenos, esperando que el último participante entrara al estadio. Como el evento era televisado, muchos en las graderías seguían el minuto a minuto de los reporteros en las afueras del Le Saffire.

Yozo seguía mirando arriba hasta que Angroth lo hizo espabilar.

—¡Yozo, vámonos! ¡Tengo un mal presentimiento!

—¿Irnos? —preguntó Yozo en voz alta.

—¿Eh? ¿Con quién hablas? —preguntó Shamark.

—Es que estoy vinculado a un dios que se llama Angroth.

—¿Un dios...?

De repente comenzaron a sonar unas trompetas en son triunfal, como recibiendo a los soldados que retornan de la guerra, victoriosos. El ritmo se tornó más intenso, anunciando la llegada del rey.

En las afueras del estadio, los reporteros cubrían la entrada del rey, que se lucía de pie en su vehículo, una especie de automóvil abierto, blanco en toda la carrocería y dorado en los márgenes y llantas.

Al oír las trompetas, Angroth y Lisa tuvieron la misma reacción: náuseas.

El anunciante volvió a su posición y tomó el micrófono.

—¡El rey Maksimal Al Ahmerig ha venido a presenciar la carrera! —dijo extasiado y, luego de aclararse la garganta, siguió—: Es de mi agrado informarles que la carrera dará inicio en breve, ya hemos llamado a los participantes para que tomen sus posiciones.

Uno de los empleados de la AID se acercó a Yozo y Shamark para que se dirigieran al puesto 13 y 3, respectivamente.

En el puesto 14 se dispuso un hombre canoso y delgado, con un uniforme azul, y en el 12 una chica morena, esbelta y vestida de naranja. Ambos saludaron amablemente a Yozo y este les reciprocó. Sus nombres eran Oz Woolf y Ziva Lauren.

—¡Bien! Habiendo terminado las preparaciones, daremos inicio a la primera carrera de Lady Bold.

El público se volvió loco. La espera había valido la pena, aunque aun estaba el puesto 8 vacío, donde debía ir Tískico.

—¿Cómo que la primera carrera? —preguntó Yozo, completamente confundido.

—¿No leíste las reglas? —dijo Ziva.

—Son 13 carreras en total. En cada una se elimina un participante hasta que quede el ganador, hijo —respondió Oz.

Con eso en mente, Angroth había encontrado otra excusa para irse.

—¡¿Qué?! Vámonos, Yozo. No sabemos cuánto aguante tu cuerpo a mi máxima velocidad...

—¿Huir? —dijo Yozo en seco.

—Además, puedo sentir la presencia de un demonio poderosísimo, y creo que está con... el rey.

Yozo abrió en grande los ojos.

—¡Pues mejor así!

Y rió.

"Tú correrías, ¿no, madre?". Yozo rió.

El anunciante comenzó la cuenta regresiva. "Diez" dijo lentamente, como esperando al participante estrella. "Nueve", pero nada. "Ocho", y Shamark comenzó a estirar. "Siete", Yozo seguía riendo. "Seis", el rey entró a la zona exclusiva, donde solo vio a la reina y a Jaquennette. "Cinco", Neider comenzó a sudar profusamente. "Cuatro", los músculos de Ziva iban a explotar por la contracción sostenida. "Tres", Oz tragó saliva. "Dos", el rey preguntó enojado por Lisa. "Uno", el anunciante no apartaba la vista de la entrada, pero ya era tarde. Muy tarde, "¡que empiece la primera carrera!".

Yozo comenzó a correr y ya iba último, pero Angroth lo salvó justo a tiempo. Penúltimo.

—¡El participante número 10, Serez, es el perdedor de esta ronda!

—Déjame tomar el control, Yozo —dijo Angroth.

—Que no, Angroth, así es más emocionante.

—¿Hablas en serio?

—Solo repitamos lo mismo que acabamos de hacer, estoy optimizando nuestra energía en conjunto. ¿Me sigues?

—¡No servirá en todas las carreras!, apenas pudiste quedar cerca del penúltimo.

—Respira hondo, aquí viene la siguiente —dijo Yozo jadeando.

El anunciante volvió a hablar:

—En sus marcas, listos. ¡Ya!

Yozo echó a correr, pero no era rival para nadie de los presentes, solo podía ver sus espaldas alejándose, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas y las piernas le comenzaban a pesar. "Qué difícil. Sin embargo, yo... con solo relajar los músculos puedo vencerlos a todos". Yozo reconocía lo injusto de la situación, pero debía sacar ventaja. Eran ellos o él. El chico gritó con todas sus fuerzas y sus piernas parecieron recobrar su ligereza. Se enfocó en la meta y, cuando sintió que la distancia entre él y el penúltimo se estrechaba, se relajó.

Angroth terminó la segunda carrera.

—¿Estás contento, Yozo?

El chico yacía exhausto en el "sofá" de su "casa" interior, así que no le respondió.

Cuando iban a anunciar al perdedor de la ronda, Prakesh, el número 7, gritó a los cielos llorando:

—¡No puede ser!

—¡El participante número 7, Prakesh, es el perdedor de esta ronda!

Yozo recobró el aliento y alcanzó a decir, en un tono melodramático:

—Te dejo el resto, Angroth.


Mientras tanto, en la zona exclusiva, Lisa volvía del baño junto a Valk, la guardaespaldas de los reyes, para ver que Yozo había logrado llegar a la tercera carrera.

—Él... ¿Cómo lo hizo? Pensé que era lento —dijo Lisa, sin notar que su padre estaba sentado justo entre su madre y su hermana.

—Lisa al Ahmerig —dijo una potente voz.

La chica se volteó con cautela, temblando.

—¿Padre...?

El rey se puso de pie.

Para la joven su padre era impredecible, pero todos sus sentidos le decían que esperara lo peor. Veía en la cara del rey toda la decepción acumulada. En su cabeza se repetía la frase "te lo ganaste; este es el resultado de tus acciones; ya nada puede cambiarse; ya nada puede cambiarse...".

—Ya nada puede cambiarse —dijo entre dientes.

Maksimal la abrazó.

Su suave voz le confirmó que era él. No el rey quien hablaba.

—Hija.

—Papá.

—Me alegra que estés a salvo.

—Yo...

Maksimal la soltó y le sonrió antes de ser absorbido nuevamente por Vargullón, el demonio de su unión.

—Un hermoso reencuentro, sí —dijo dando media vuelta para sentarse—. Hablabas del chico de pelo verde, ¿no?

—Sí...

—Me gustaría decir que perderá pronto, pero esa no es la verdad.

—Me lo topé antes —dijo Lisa mientras tomaba asiento—. Creí que era lento, pero ahora veo que quizás solamente no es ágil.

—¿Ágil? ¿Y eso qué importa? Aquí hay algo más importante.

Vargullón rio.

La tercera carrera iba a dar comienzo, así que Angroth tomó el control, dejando ver su aura brillante.

—Un momento, esa aura no es la misma que usó en la licorería —dijo Lisa.

La reina suspiró.

Vargullón se regodeó al ver a Yozo preparándose.

—¡Ese es el hijo de Littia Igirune! ¡Él está unido a Magrich!

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