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2. A.I.D.

Blurora era una ciudad. De hecho, de las más importantes del país económicamente hablando. A pesar de estar en medio del desierto, tenía calles pavimentadas, cada una nombrada según un miembro de la ex-corona del reino de Blurora, antes de ser conquistado y anexado. Dejarles conservar eso era una formalidad por parte de Epistrán. Yozo pasó por calles como León III y Terrens IV, y corría por Esaú I cuando divisó el edificio de oro de la AID.

—Bienvenido a la Asociación Internacional del Deporte, ¿en qué puedo ayudarlo? —dijo jovialmente una señora de edad, detrás del mostrador de informaciones.

—Quiero correr los 200 metros planos.

—Ok, ¿cuál es su nombre?

En ese mismo momento, la muchacha de rastas estaba sentada mirando una revista de atletas posando para la cámara, pero un insecto se paró en su párpado. La chica agarró la revista y golpeó al bicho, que se fue volando. Entonces vio en "informaciones" a un chico peliverde...

—Yozo Igirune —sonrió.

"Es la sonrisa más bonita que he visto en mi vida", pensó. "Bien, Lisa, ¿y si llamamos su atención?", dialogó consigo misma; "¿pero y si me rechaza?"; "solo dije llamar su atención, no pedirle matrimonio. Miremos sus bolsillos, será divertido... incluso, si es lento podríamos terminar quedándonos con algún recuerdo".

La señora de "informaciones" sacó de la impresora una hoja, la revisó y se la entregó al chico.

—Ok, llena este formulario y estarás listo por hoy.

—¿En serio eso es todo?

—Es una carrera semi-abierta, lo que implica que cualquier persona puede participar, pero como el premio es solo para los del podio y siempre participan profesionales, pocos amateurs se inscriben.

Yozo miró el documento unos segundos. "Es un documento largo, en efecto".

—No lo estás leyendo, ¿verdad? —preguntó Angroth.

—Ni un poquito —le respondió, con la mano en la barbilla.

"Ahora", pensó Lisa, y se puso su gorra.

Yozo enrolló la hoja sonriéndole a la señora.

—Entonces... ¿me voy ya?

—¿Ya lo leyó? Es un documento largo.

Yozo tocó su nariz.

—Sí, soy rápido para leer.

Angroth le gritó a la televisión:

—Mentiroso.

—Ok, le enviaremos la información restante por correo con un link para que cargue su credencial de identidad y otros documentos.

—Está bien...

—Ok, que tenga buen...

—Solo hay un problema.

—¿Sí? ¿Cuál sería? —preguntó con una sonrisa fingida.

—No tengo correo.

La señora se rascó la cabeza.

—Ok, pero tiene número de teléfono, ¿no?

—No, mamá dice que no tengo edad.

—Oh, ok, ok, ok... —dijo mientras se rascaba más la cabeza.

Yozo frunció el ceño e intentó pensar en qué hacer. Era obvio que necesitarían comunicarse con él, pero no lo había anticipado. "¿Comprar un teléfono? No, me quedaría corto. Apenas tengo para comer una semana" pensó llevándose la mano al bolsillo trasero.

"¿Dónde está mi monedero?".

—Lo que podríamos hacer es lo siguiente... —al fin dijo la señora.

Yozo giró para ver la figura de una mujer con una gorra blanca saliendo del edificio.

—Ella lo tiene —dijo Angroth desde su interior.

—Mire —continuó la señora, sacando un pequeño celular—, le voy a entregar este dispositivo...

—Ya vuelvo —dijo guardándose la hoja en un bolsillo de la parca y se dispuso a correr.

Tras llegar a la entrada de la AID, el joven se detuvo en seco. Movió la cabeza en todas las direcciones pero no podía encontrar a la mujer de la gorra azul.

—¿Dónde estás? —Miraba al acúmulo de personas a su izquierda—. ¿Dónde? —Y miraba a su derecha.

—Haces mucho ruido, Yozo, intento dormir para no sentir que me calcino.

—Agradecería si me prestas tu poder, Angroth.

—¿Por un estúpido monedero? Por lo menos finge que somos compañeros y que no abusas de mi benevolencia.

—Es importante...

—Tú mismo lo dijiste, apenas tienes dinero, tan importante no es.

—Es el monedero de mamá. Además, si me muero de hambre tú también, ¿no?

Angroth suspiró.

—Relájate.

Angroth miró a través de las personas, al principio se enfocó en encontrar el monedero, pero pronto se fijó en las pertenencias de la gente: en sus carteras, bolsos y ropas en general. Le llamó la atención que muchas mujeres llevaban dagas pequeñas en sus bolsos, y que los hombres, en general adultos, pero también algunos niños, usaban cota de maya.

—¿Qué es este lugar, Yozo? —preguntó Angroth.

—La srta Beletelet me dijo que Blurora es reconocida por ser la principal fuente de ingresos del país. Aquí se extraen minerales raros para el resto del mundo, y se producen armas de todo tipo.

—Calor y fácil acceso a armas... este lugar me tiene enfermo.

—¿No pudiste ver algo distintivo de esa mujer, Angroth? Además de la gorra.

—No, solo me di cuenta de que alguien nos había tocado. Ni siquiera me fijé en la gorra. No soy tan superficial, yo miro más el alma de las personas...

Yozo apretó los músculos.

—Creo que sé dónde buscar.

Yozo abrió la puerta del Meloso Bartender, la licorería que aquella pelirroja había robado.

—Buenas tardes, usted está en el bar más famoso de toda Blurora y bla bla bla —dijo una barista rubia con maquillaje exagerado mientras limpiaba una jarra de cerveza.

—¡Hola! Busco a una mujer, como de mi altura, rastas rojas y...

—La conozco. Estuvo ayer aquí, pero nunca la había visto antes, lo siento.

—Entiendo —dijo Yozo dándose media vuelta, cuando de pronto una muchacha se sienta a su lado y pone el monedero en el mesón.

—¿Hablaban de mí? —dijo Lisa.

"Debo verme de lo más genial ahora mismo" pensó mirando de reojo a Yozo. "Eres lindo, lo confieso, pero cuando te tenga comiendo de la palma de mi mano ya no te voy a querer".

—¡Oye! —gritó Yozo.

—Tienes la desfachatez de volver a pesar de irte sin pagar, sinvergüenza.

—Yo no alzaría tanto la voz, plebe.

—Llamaré a la policía.

Lisa se levantó, tomando el monedero. Sin embargo, Yozo la tomó por el hombro e intentó girarla, pero no pudo.

Lisa sonrió.

—¿Quieres tu monedero? —dijo mientras aumentaba su aura.

La barista había tomado su teléfono, pero se quedó pasmada.

—Una... usuaria.

Yozo se relajó. Y pudo girar a Lisa.

La chica se le quedó mirando y, sorprendida, se ruborizó.

—¿Co... Cómo?

—¡No te hagas! ¡Devuélveme mi dinero!

"¿Otro usuario? Es fuerte", pensó entre sorprendida y extrañamente encantada.

—Te lo devolveré... —dijo impregnando sus dedos con aura y punzándole los ojos a Yozo— o mejor no.

Angroth la soltó y se tomó los ojos

—¡Eres una maldita ladrona!

Lisa rio.

Los otros clientes estaban atentos a lo que los "usuarios" pudiesen hacer. Varios tenían dagas e incluso pistolas en las manos, preparándose para lo peor.


Jester Ramoji, el oficial que había intentado amedrentar a Yozo, había sido contactado desde la comisaría por un altercado en una licorería.

—¿Dos usuarios? Déjamelo a mí, vejete.


Lisa esquivaba los intentos de Angroth por quitarle el monedero.

—¿Qué sucede? Eres más débil de lo que pensé, gritón.

—¡Ya cállate! —dijo mientras se lanzaba a Lisa, que sostenía el monedero entre su índice y pulgar, en forma burlesca.

La chica saltó y le lanzó un beso.

—En serio que debes entrenar más. Yo apenas controlo mi aura, ¿sabes? Tienes cero chance de sobrevivir si sigues así.

Angroth jadeaba. "Solo se dedica a esquivarme, por lo que si hago un amague y la neutralizo a ella en vez de ir por el monedero... tengo una oportunidad, aunque sea así de ágil".

—¡Me tienes harto, mujer! —dijo Angroth mientras se preparaba para saltar desde una mesa.

—¡Espera! ¿Mujer? ¿Qué edad crees que tengo?

Angroth y Yozo arquearon la ceja.

—¿27?

—¡Acabo de cumplir 17! —dijo despechada—. En todo caso no creo que un chico de... ¿cuantos, 16 años?, que además tiene un monedero con forma de cabeza de perrito, tenga un mínimo de conocimiento en mujeres.

—Auch —susurró Angroth.

—Tengo 12, díselo.

—Nah, primero voy a recuperar el dinero.

Angroth reanudó su preparación, pero esta vez la puerta del Meloso Bartender lo interrumpió. El oficial Ramoji había llegado.

La chica sonrió y se bajó de una de las mesas.

—Oficial, ese muchacho intentó quitarme mi monedero.

La barista gritó:

—¡Es mentira! Ella es una ladrona y está causando un alboroto con su amigo.

—¿Amigo? —dijo Angroth.

Lisa amplió sus fosas nasales, como suspirando a través de ellas.

—Esta vez no está Morn para salvarte, niñato. Por otro lado, tú, pelirroja, puedes irte por ahora. No habrá cargos a menos que quieras enfrentarte a la ley.

—¡¿Qué?! No puede hablar en serio —dijo la barista.

Ramoji había pensado en primero tantear qué tan fuertes serían los dos usuarios, para luego ver si podía enfrentarlos al mismo tiempo. Sin embargo, dadas las circunstancias, con Yozo, un usuario unido a un demonio, el oficial sabía que debía concentrarse en capturarlo a él por sobre la otra usuaria.

—Estoy de acuerdo —dijo Yozo, retomando su cuerpo.

"Su voz... ¿Cambió el tono de su voz?" pensó Lisa.

—Entonces me voy —dijo la pelirroja, caminando hacia el policía.

—Pero primero me devolverás mi monedero —añadió.

Yozo dejó a cargo a Angroth, quien se abalanzó sobre la muchacha, pero fue interceptado por Ramoji y su espada.

—No dejaré que sigas haciendo tus fechorías, fenómeno.

—¿Fechorías? Si solo quiero mi monedero.

Ramoji caminó hacia atrás, miró a Lisa de reojo y le hizo una señal con la cabeza para que se fuera. Cosa que hizo.

—No intentes nada —dijo el oficial.

—Yozo, relájate y cambiemos.

—Vas a huir.

—Te juro que no. Enfrentémoslo, pero no podemos ir a lo loco, porque es un policía.

Yozo bajó de la mesa. Dio unos pasos hacia Ramoji, quien pareció mantener su compostura del miedo, y levantó las manos.

—Me rindo.

Ramoji sonrió y usó su aura para noquear al joven.


Al día siguiente, Yozo comenzó a despertar y, dormitando, recordó las palabras de su madre: "tu tatarabuelo podía curar lo que fuera...".

—Oye Yozo.

—Ahora no, Angroth.

—Creo que deberías ver esto.

Yozo despertó en una celda de la primera comisaría en Blurora. Levantó un poco la cabeza por instinto y curioseó. A través de los barrotes pudo observar a dos hombres conversando, uno de ellos era el oficial de antes, Ramoji, y el otro era un hombre mayor, tan alto que, aun encorvado, era de la altura del primero.

—Nos encerraron por agresión policial —dijo Angroth, con especial enojo.

Yozo se sentó en la cama de fierro y miró las esposas que lo ataban al piso. Entonces susurró a su compañero interno.

—Tranquilo, nosotros no tuvimos la culpa. Nunca los agredimos.

—Un calor del demonio, acceso a armas y policías corruptos. Odio esta ciudad.

Yozo suspiró. Pero pronto levantó la cabeza y observó la celda: había una rejilla en el piso, debajo del lavamanos.

—Nos iremos pronto. Puede que mamá haya tenido razón.

El viejo dejó la comisaría y Ramoji se acercó a un pequeño escritorio para recibir una llamada. Al atenderla, durante los primeros segundos, el oficial abrió los ojos y dejó de pestañear por el resto de la llamada. Duró unos pocos minutos, pero bastó para hacerlo enfurecer. Cuando colgó el teléfono, Ramoji se levantó y caminando con un mínimo braceo se dirigió a la celda de Yozo.

—Por petición de la reina quedarás libre... por esta ocasión.

—¿De la reina? —dijeron Yozo y Angroth al mismo tiempo.

—No sé qué clase de redes tienes, pero ni Morn ni la reina van a poder protegerte por siempre —dijo con total seriedad, pero pronto rectificó, esbozando una sonrisa—, así que quedas advertido.

El oficial Ramoji, derrotado, abrió la celda, liberó las manos de Yozo, dejó que saliera y volvió a cerrarla. Cuando dio media vuelta vio que Yozo seguía ahí parado, como esperándolo.

—¿Y por qué no te vas de una buena vez?

—Porque estoy de buen humor —dijo sonriendo—. ¿Podría considerar por un momento que usted se equivocó conmigo?

A Ramoji lo invadió una risilla, pero la ocultó con la mano.

—No me he equivocado. Eres un peligro. Quizás aun no lo veas, pero le harás daño a los que te rodean... y mi trabajo es evitar que eso pase.

—Qué testarudo —dijo llevándose las manos a los bolsillos—. Por cierto, mi monedero...

Ramoji estalló en risa, babeando su mano.

—Solo vete —. Y de pronto dejó de sonreír—, o juro que ni tú ni tu demonio volverán a ver la luz del día.


Cuando Yozo salió de la comisaría un vehículo de gran envergadura lo estaba esperando. Uno de las ventanas traseras comenzó a abrirse para revelar a una adulta joven, rubia, con el pelo tomado y vestida con pelaje blanco —por lo menos es lo que se veía desde la perspectiva de Yozo—.

—¿Yozo Igirune? —preguntó la mujer, haciendo señas para que subiese al vehículo.

—No creo que sea buena idea, Yozo, ¿pero cuándo me has escuchado? —dijo Angroth.

Yozo se subió.

—Ese soy yo.

La mujer se lo quedó mirando de pies a cabeza, con cara de no haber visto nada igual.

—¿No tienes calor?

—No, para nada, ¿por qué lo dice?

—Eres un maldito mentiroso, no hay alma que no sienta calor en este ambiente —le dijo Angroth.

—Por nada. —La mujer sacó un abanico y se echó aire en una alta frecuencia—. Como sea, esto será breve: he venido en nombre de la familia real, en específico en nombre de mi hermana, para pedirte perdón por el inconveniente de ayer.

—¿Su hermana?

—Lisa, Lisa al Ahmerig. Me confesó que tomó esto de tu bolsillo.

La mujer chasqueó los dedos hacia el copiloto, quien buscó y le pasó el monedero de Yozo. Ella lo miró por un segundo y se lo entregó al joven.

—Muchas gracias, señora.

La mujer detuvo el abanico y, tapándose la boca con él, pareció reír.

—¿Cómo que señora, mocoso? Apenas cumplí los 21.

—Lo lamento, ¿entonces eso es todo? ¿Puedo irme? —dijo mientras abría la puerta.

—Aún no —dijo mientras sacaba de su abrigo un pequeño dispositivo rojo—. Mi hermanita dijo que ibas a enlistarte en una competencia de atletismo, ¿es así?

Yozo se quedó pasmado. Todo indicaba que aquella ladronzuela era de la realeza, pero ¿cómo?, se preguntó.

—¿Por qué alguien como ella robaría?

La mujer volvió a interponer el abanico ante su boca.

—Eso, jovencito, es un enigma que quizás nunca logre entender. Lo fácil sería decir que ella está loca.

"Loca", pensó Yozo.

—¿Usted la obligó a devolverme el monedero?

Touché.


Yozo llamó a los ejecutivos de la AID y quedó oficialmente registrado para la carrera del 13 de agosto.

Dentro de cuatro días.

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