45: Mártir
«Nunca sabes del psicópata sentado a tu lado...»
JiMin arrancó los audífonos de sus oídos, soltando un suspiro cansado que denotaba la frustración horrible que le hacía un nudo en la garganta, tragándose sus palabras incluso si quisiera hablar en ese instante. Respiró hondo solo para darse fuerzas, para que el enojo dentro de su pequeño cuerpo no lo volviera un ser imprudente que cometiera errores que no podía permitirse ahora.
No podía cometer otro error.
—Viniste a mí. —El susurro se escuchó lejano, llegando casi muerto a él.
Apretó los labios, girándose a la persona que había prácticamente arruinado su vida. Una persona cruel y despiadada que destruyó todo lo que luchó por tener con una voluntad que ella estuvo por destrozar también.
Odió cada parte de su cara, de su cuerpo, al mirarla. Odió sus pasos llenos de seguridad y la sonrisa histérica en sus labios pintados de rosa.
Odió su existencia.
—No. —Se obligó a sonreír. —Tú has venido a mí, Lisa. Siempre ha sido así.
La Omega parpadeó confundida, deteniéndose a pocos pasos para alcanzarlo. —¿Qué?
—Si obligas a alguien a buscarte, —Comenzó con voz suave. Sonriendo. —¿es esa persona la que ha ido a ti o tú fuiste a ella? Para mí, la respuesta es sencilla. —Se humedeció los labios. —Tú fuiste a ella, porque si no se tratara de una obligación esa persona jamás iría hacia ti.
—JiMin-ah. —Llamó. —Esto es lo mejor para ti. Yo lo soy.
—No, tú solo eres una asquerosa sanguijuela. Tomas y tomas, haciéndome daño en el proceso.
Lisa jadeó. —¿Por qué hablas de ese modo sobre mí? Fuimos los mejores amigos, JiMin-ah.
Resopló sobándose el puente de la nariz con manos controladas. Furioso. Deseando arrancarle el cabello y romper su camisa, tal y como lo había hecho HyungSik con las adolescentes. Irónicamente justo en ese momento, JiMin entendió la índole de su mirada, lo aterradora de sus acciones.
Todo provocado por un jodido mar ferviente de ira incontrolable.
—¿Amigos? Sí, vaya. Los mejores. —Burló. —No hay amistad sin traición y falsedad.
—¿Falsedad? No puedes decir algo como eso cuando tú eres el primero en ponerla en práctica. Me decepcionas tanto, JiMin.
Gruñó. —No me tutees, jodida imbécil. —Lisa abrió los ojos de par en par, sorprendida con la agresividad de sus palabras. —¿Mi espalda lastimó tu traicionero cuchillo, acaso? Porque no encuentro otra manera en que seas tú quien esté decepcionada. No soy capaz de comprender como demonios eres tú, quien osa dirigirse a mí con semejantes frases ridículas.
Cuando le enseñó los salvajes colmillos, la otra Omega retrocedió y JiMin disfrutó malsanamente del miedo en sus ojos mientras el olor a petricor en oleadas incendiadas se extendió por todas partes.
Le asustó lo mucho que llegó a repugnarle, sin embargo, permitió a la emoción expresarse, cansado de lo que había tenido que retener simplemente para conseguir que alguien lo comprendiera, solo una persona que no lo mirara como si estuviera loco y necesitara ayuda para alejarse de los males que su cuerpo pedía. Alguien que lo quisiera sin barreras, que apreciara quien era realmente sin que tuviera que ocultar nada.
Alguien que él amara también.
Pero cuando logró tenerlo, cuando esa ilusión se hizo realidad y finalmente era un poco feliz, con la aceptación haciendo un lento avance...
«Ella lo había hecho perderse».
Así que acabaría su sucio juego, de una vez por todas.
Inhaló en una bocanada ansiosa, forzando la sonrisa en su boca a permanecer porque no estaba dispuesto a acabar con esto, con ella, con sus engaños, con una mueca odiosa que demostrara lo mucho que le afectaba haber sido tan estúpido como para confiar en ella.
Porque el problema no era el amor, eran las personas que no sabían valorarlo; JiMin pensó.
—¿Te he dejado sin palabras? —Preguntó. Lisa cruzó los brazos sobre el pecho, altanera y segura.
JiMin devolvió el gesto.
Ella flaqueó. Él no.
—¿Intentas intimidarme? Joder, ya me asustas muchísimo. —JiMin se llevó una mano al pecho con fingida decepción. —¿Cómo no podría aterrarme que manipularás psicológicamente a mi ex novio para que me acosara? ¿Cómo no podría asustarme que veas todo bien?
Ella encarnó una ceja. —¿Me dices eso a mí? Hice todo eso ayudándote.
—¿A qué precio? —Atacó con la voz intencionalmente temblorosa. —Todo esto y estás sola. Todo esto y los demás han podido ver qué eres tú la mala.
—¡Yo padecí por salvarte! —Gritó. —¡Por favor, solo velo! Me esforcé cada día, intenté hacerlo por las buenas. ¿Sabes cuántos alfas te presente luego de que me dijeras tu enfermedad? ¿Sabes cuánto sufrí por las noches hasta sentir que podía morir, porque no deseaba que estuvieras tan corrupto?
«Mártir».
Lisa estaba haciéndose la mártir, tratando de meter en su cabeza esa retahíla arrasadora de falso sufrimiento. Tratando de entrar a su cabeza y provocar un incendio de pensamientos que consiguiera que sus sentimientos por ella cedieran, lastimándose para protegerla.
Lo que ella no sabía, era que ya no sucumbía a la compasión o al cariño: porque ya nada de eso existía.
Lisa era una desconocida.
Era nadie.
Y JiMin estaba derramándose en un torbellino de libertad, dejando salir lo que necesitó, lo que deseó. Sin contemplaciones. Sin dolor. Sin arrepentimientos.
No, por supuesto que no.
Ella había herido a su alfa, así que JiMin simplemente dejaría a su lobo actuar; tomar el control de todo y despedazarla, mientras su ingenio trasmitía sus incomprensibles gruñidos en palabras.
—Oh, Lisa. —Deslizó la mano en su pecho hasta su boca, simulando comprenderla. —¿Sufriste así por mí? ¿Hiciste todo eso, solo para que fuéramos amigos de verdad?
—Dios, sí. —Sonrió. —Me esforcé tanto...
La máscara de comprensión cayó y su lobo soltó una carcajada que JiMin recibió en cada pequeña fracción de su cuerpo, estremeciéndolo, permitiendo a su boca repetirla.
—Eso es tan estúpido. —Masculló todavía riéndose. —Es jodidamente ridículo que, de verdad, quieras que trague esa basura.
—¡Estoy diciendo la verdad!
JiMin ladeó la cabeza juguetonamente con los ojos llameantes en fuego azul líquido, caminando hasta alcanzar a Lisa y deslizar una mano por su hombro, rodeándola con una sonrisa y acercándose cautelosamente a su oído desde su espalda. Lo suficientemente cerca para que la otra Omega temblara por la exposición agresiva de su lobo en una evidente amenaza que demostraba superioridad.
Demasiado obvio que no le tenía miedo.
—¿Sí? —Rió. —Entonces, ¿por qué siento que lo haces por ti?
—No, hice esto por ti, porque no puedes dejar de dañar a las personas a tu alrededor. Lo hice porque lo necesitabas. —Inhaló con fuerza. —¡Me necesitabas e hice lo que puede por ti! ¡Por ti!
—Si es cierto, ¿por qué parece que deseas desaparecer tu propia enfermedad curando la de los otros?
—Cállate, eso es mentira.
Suspiró. Enrollando un mechón de cabello en un dedo, girándolo. —¿Esto es lo que te gustaría hacerte a ti misma? ¿Te gusta mostrarte lo que te hará el mundo si no cambias? Cielos, deseas ser una verdadera mártir. Sufriendo y muriendo por tu causa, a pesar de ti misma.
—¡No! —Dijo, alejándose de un respingo.
—¿No? —JiMin borró la sonrisa. —Lisa-yah, yo soy tu mejor opción. Puedo darte el privilegio de ser normal, porque ya sabes. Los rotos con los descosidos.
Ella lloró amargamente, llevando las manos a sus orejas para cubrirlas con sus palmas.
—Yo no soy como tú. Yo no estoy descosida. —Gimoteó.
¿Ahora quién estaba en la cabeza de quién?
JiMin asintió lentamente, acercándose de nuevo y quitando las manos de Lisa de sus orejas con una fuerza desconocida que surgió de un lugar aún más extraño. Su lobo chillando, removiendo sus patas con euforia en las profundidades, realmente complacido de ver caer a la persona que se había atrevido a meterse con su alfa. A separarlos.
—No, tú no estás descosida. —Negó con la cabeza, enfatizando. —Tú ya estás irremediablemente rota, Lalisa Manoban.
—¿Rota? —Tartamudeó.
—Te lo digo como alguien que fue tu mejor amigo, Lisa. Estás rota.
—No, eso no puede ser...
—Oh, sí puede. —Respiró hondo. —Solo necesitabas a una persona que te lo dijera. Ya lo hice, ahora haz algo con ello.
JiMin la soltó, empujando su débil cuerpo en un gesto mínimo que, debido a su estado de turbación, la envío al suelo.
Lisa, al final, no era tan fuerte.
JiMin solo había sido excesivamente débil.
Sus ojos abandonaron el destello azul eléctrico y miró sus manos, consciente de todo lo que había dicho y todo lo que había hecho. Consciente, más no arrepentido. Absolutamente consciente, de que había hecho lo que su estabilidad emocional necesitaba que hiciera.
Acabar con el obstáculo.
—Espero que no tengamos que volver a vernos, Lisa-yah. Cuídate. —Alzó los ojos a los suyos. —Y que la Madre Luna te bendiga.
JiMin anduvo a pasos presurosos hasta desaparecer por el largo pasillo, con la Omega tirada en el piso en un mar de lágrimas, pero no importó.
Sencillamente, se largó y no miró atrás ni una sola vez. Los recuerdos bonitos, aquellos especiales, yéndose desde hace tanto que no dolió cuando su corazón palpitó con bestialidad, eliminando las cenizas de aquellas memorias.
HueningKai se alejó de la pared que lo ocultaba, sonriendo tanto que sus labios salían surrealistamente de su cara y observó a la mujer hipando lejanamente en el suelo con burla.
—Yo me aseguraré de que no vuelva a molestarlos, JiMin hyung. —Giró al hombre recién llegado a su lado. —Oficial, ella es la mujer de la que le hablé. ¿Tiene las pruebas?
—Sí, todo en orden. —Rezongó. —Irá a la cárcel por una buena temporada.
—Perfecto.
⭐
—¡Es mía!
YoonGi resopló. —Pero yo soy el mayor, así que hazme caso y dámela.
—¡No, hyung! —Quejumbró. —¡No puedes ser tan tramposo!
—¡Park JungKook!
JiMin parpadeó perplejo, observando a sus tíos pelearse de la forma más tonta posible por la última galleta que había hecho la abuela, y se rió de la ridícula situación entre dos adultos.
Kim TaeHyung suspiró, poniéndole una inquieta mano en el hombro.
—Por todos los cielos, ¿cómo vivieron sin matarse durante toda su niñez?
La anciana Park se levantó del sofá, corrió a algún lado y regresó al salón. Sus viejas manos sosteniendo un bien conservado cinturón de cuero mientras decía: —Ya te enseño como.
Ella anduvo hasta ellos, jugando con el cinturón y haciendo un ruido seco cuando lo estiró con fuerza, llamando la atención de ambos alfas. Tío YoonGi alzó las cejas inestables imposiblemente alto en su frente y sacudió las manos con una sonrisa nerviosa, mientras tío JungKook se escondía detrás de él.
—¡Por favor, mami, con el cinturón de papá no! —Ambos dijeron.
Park JiMin soltó una carcajada que el otro Omega correspondió dejando escapar una risita baja, casi inexistente, al mismo tiempo que llevaba una mano a su cachorro aún por nacer.
—Cada vez amo más a nuestra familia.
JiMin asintió. —Definitivamente.
—Por cierto, JiMin-ah...
—¿Umh?
—¿Me ayudas a levantarme?
¿Ya había dicho JiMin que amaba a su familia? Porque deseaba confirmarlo, quería con todo lo que había fuerte en sí afirmar que los adoraba, que apreciaba cada cosa que habían hecho por él, incluso cuando se volvió un adolescente demasiado metido en su cabeza por el enredo magnífico que lo atacaba por primera vez, matando las palabras en su boca y las confesiones divertidas que hacía en medio de la noche a su único tío Omega. Incluso, cuando ya era un adulto que no necesitaba que lo cuidarán.
Dios, amó cada parte de ayudar a su embarazado tío a levantarse antes de ir hacia sus otros tíos, tratando de calmar a su falsamente alterada abuela, mientras los alfas empuñaban cucharas como espadas y ollas como escudos del cinturón que permanecía en las manos de su vieja madre. Amó, cuando sus tíos quejumbraron en el momento en que la abuela le cedió la última galleta, llevándose a sus hijos al salón con una sonrisa divertida y victoriosa.
Y se sintió orgulloso de lo que había hecho para llegar hasta ahí. De lo que había soportado. De la verdad cruda que había dirigido a Lisa sin la más pequeña gota de dolor o arrepentimiento, simplemente llevado por la necesidad de sacar todo eso de su pecho; eso que arruinó su Navidad, que impidió que disfrutara del ambiente dulce y alegre de su manada, de las personas que más quería en su vida.
Pero la sensación seguía rota...
Había una pieza faltante en algún lugar que hacía imposible reconstruir completamente el rompecabezas en el que se convirtió su corazón y todas sus esperanzas, y JiMin sencillamente no podía mentirse. No, no. No de nuevo. No cuando la pieza pérdida tenía nombre.
SeokJin.
JiMin lo necesitaba tanto.
—Hey, bebito. —TaeHyung llamó.
JiMin lo miró, prestándole verdadera atención porque no podía dejar de notar su ansia de ser suficiente para ellos. Una especie de compensación por haber estado ausente durante demasiado tiempo y abandonar a las personas que le habían dado paz y amor siempre.
A veces, su cabeza seguía siendo un lío. Tal y como el primer día.
—Uh... —Carraspeó. —¿No fuiste a ver a tu novio en Navidad? Llegaste muy temprano a casa y te fuiste muy tarde.
JiMin tragó. —No, no fui. —Confesó, la voz le tembló poquito.
TaeHyung frunció las cejas. —¿Discutieron? Oh, dios. No fue por mí, ¡¿verdad?!
Abrió los ojos de par en par hacia su tío, sacudiendo la cabeza en una feroz negativa antes de que pudiera ofenderse o la idea de que fuera su culpa de extendiera hasta que solo pensara en ello.
Claramente, de los dos, había un único culpable y ninguno se llamaba 'Kim TaeHyung'. Sin embargo, no era algo que él supiera...
—Demonios, entonces fue YoonGi. —El Omega bufó. —¡Bah! Le dije que no pusiera esa cara de bulldog rabioso porque asustaría al chico, pero no, Park YoonGi está feliz de alejar al novio de su sobrino.
—No es... Nada de eso. Fue algo mío.
—¿Uh? ¿Tan grave fue?
—Terminamos.
TaeHyung boqueó sorprendido, notoriamente hundido en un mar de incredulidad que a JiMin le hubiese resultado gracioso si no fuera porque jodidamente deseaba que SeokJin estuviera junto a él. Ahí. Con su familia, siendo parte de ella.
Juntos.
Suspiró profundamente. —Es complicado.
—Cachorrito, ¿quieres un abrazo?
JiMin recordó ese efímero instante de su vida hace pocos meses atrás en el que dijo que no era un cachorro y sonrió, convencido de que aún lo creía a pesar de que ese día había cambiado de opinión a último minuto por una estupidez.
Aunque vamos, no iba a rechazar un abrazo. No porque fuera un cachorro necesitado de amor, no, por supuesto que no.
Era por su tío. ¿Si quería abrazarlo que podía hacer?
No decepcionaría a su tío, por todos los cielos. Tampoco le costaba demasiado un abrazo.
Cielos.
Amaba divagar y redundar. Divagar y redundar mucho... Y un poco más de eso.
—¿Lo quieres o no, cachorro? —Preguntó. Hizo un puchero. —Sé que estás grande, pero las rupturas jamás serán fáciles. A ninguna edad.
Park JiMin se encogió de hombros, apagó la cosa alborotada en su cabeza y se lanzó a los brazos de su tío de repente. Logrando que el Omega riera, rodeándolo; definitivamente feliz de su entusiasmo.
«Así» se dijo cerrando los ojos, permitiendo al olor a lavanda más dulce por el embarazo envolverlo, «quiero permanecer así, por favor».
Porque no era necesario que sufriera o muriera por una causa, por un ideal. Porque JiMin no tenía que ser ningún mártir.
Únicamente, sería una persona normal... No, espera.
Él era normal.
Y las personas normales, en algunas ocasiones, requerían de consuelo.
▪▫❤▫▪
Capítulos finales.
⭐⭐
Pdt: La canción, solo porque sí, sorry kdjdjsjsjjs.
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