41: Encuentro con el último infierno
JiMin dio un trago al chocolate caliente y miró por la ventana empañada por la corta lluvia. Las nubes cubrían el cielo y el día parecía oscuro; lo que daba paso al pensamiento de que esta fría mañana sería igual a aquella en que el Omega había terminado su amistad con Lisa.
La melancolía era inevitable y se encontró recordando eso. Ese lejano tiempo cuando se conocieron, hablaron de cosas sin sentido y se hicieron amigos sin una verdadera razón.
Lisa había sido amigable y linda. JiMin sabía que eso fue lo que consiguió que abandonara ese periodo de soledad absoluta a la que se había sometido por voluntad propia. Demasiado afectado por sus problemas.
Demasiado insano para hablar con alguien.
Poco después y a pesar de no haberlo imaginado, ella fue quien le volvió a hacer sentir imposiblemente enfermo. Sin embargo, ese instante de jodidas mierdas por todos lados se había acabado y estaba dispuesto a hacer su mejor intento por tener una unión estable consigo mismo, empezando por esta necesaria conversación con una de las personas que habían hecho de sus preferencias un horror. Escandalizados por cosas que ahora no era tan capaz de ver. Tampoco de comprender.
Cerró los ojos y dejó a las palabras atacarlo.
«Te dije porque creí que tres años de amistad iban a...- Qué tonto, ¿No? No es tu culpa. Es mía, por no haber nacido normal. Todo el mundo puede y quiere un buen alfa, solo yo estoy tan errado como para pedir uno...»
Bufó. JiMin estaba molesto porque ya no tenían el mismo significado de antes. Porque no podía cavilar como diablos una cosa como esa había entrado tan profundamente en su cabeza, de una manera extremadamente violenta que resultaba devastadora incluso ahora...
JiMin respiró hondo.
Después de pensarlo seriamente y con el calor invadiendo su boca, llegó a la conclusión de que era aterradora la forma en que su cabeza podía pasar de ser su lugar seguro al peor destino posible. Incluso, recordó las ocasiones no tan lejanas en las que pensaba que era su culpa. Pensaba que Lisa tenía razón y que era tan sucio como para ver placer en algo que los demás describían casi como un pecado capital.
Vamos, la sensación correspondía a la misma que sintió la primera vez que vio a SeokJin y JiMin simplemente no podía verle lo grave. Sencillamente no comprendía como desear a semejante alfa o como su preferencia podía hacer que el resto se alejara.
Ya no podía entender completamente cómo era su endemoniada culpa.
La silla frente al Omega hizo un ruidito hueco mientras era arrastrada hacia atrás: JiMin alzó los ojos a la mirada desinteresada de una Lisa más delgada y con el cabello recortado al cuello que tenía destellos rosas.
Vio algo oscuro en sus ojos y no le gustó; pero desapareció antes de que pudiera aferrarse a ello.
La otra Omega le sonrió bonito, deslizando una mano de uñas largas y barnizadas en blanco sobre la mesa. —Hola, JiMin.
—Lisa-yah.
—¿Puedo saber para qué...? —Dijo incómoda. Soltó una risita sin gracia. —Definitivamente pasó un largo tiempo desde la última vez que nos vimos. ¿Cómo has estado?
JiMin se encogió de hombros.
—Hubo sus altos y sus bajos.
—Supongo que debe ser así. —Razonó. JiMin frunció el ceño. —La vida no es fácil. —Aclaró.
Curiosamente, a pesar de la aclaración no sonó como si eso era lo que había querido decir. JiMin no estaba seguro de nada en ese momento claramente, más podía percibir cierto algo extraño que flotaba por todos lados y lo ponía ansioso. Un tipo de ansioso que lograba que su lobo levantara sus orejas con recelo y mostrara suavemente sus dientes en advertencia.
¿De qué era esa advertencia o para quién? Realmente no podía saberlo.
Lisa suspiró y ensanchó la sonrisa en su boca, jugando con sus dedos en la coqueta mesita de la cafetería en la que estaban. Parecía tener un recuerdo rondando su cabeza y daba la impresión de estar feliz con eso. Pero no había manera en la que JiMin pudiera saber que era lo que se suponía que la tenía tan contenta.
JiMin ya no la conocía lo suficiente para saberlo...
Aunque solo habían pasado unos meses sentía que esa no era la linda Omega que fue su mejor amiga, tampoco la misma persona que buscaba alfas para él.
Esta Lisa era... Rara.
Histérica.
JiMin tragó. —¿Cómo has estado tú?
—Ah, ya sabes. Entre el trabajo y los estudios.
Ambos guardaron silencio.
Dos latidos pasaron.
¿Por qué era tan difícil mantener una conversación? JiMin se preguntó y es que no comprendía por qué le costaba tanto poder decir lo que necesitaba cuando estaba ahí sentado solo para hacerlo, por todos los cielos.
La nada inútil estaba yéndose con paso presuroso de nuevo y JiMin solo deseaba detenerlo, tomarlo de cualquier parte de su imaginario cuerpo o lo que fuera para sostenerlo un poco más. Para sostenerla con la fuerza ideal para que se quedara a su lado sin tener que partir en el momento menos afortunado; cuando su boca se quedaba sin palabras y anhelaba esa paz bendita para permitirse tener un poco de cordura y avanzar.
Apretó los labios.
JiMin inhaló con fuerza y se obligó a alejarse del torrente horrible de jodidas miserias, deteniendo el pensamiento fatal de que cometía un error. De que seguía estando equivocado.
No, no. Ahora no.
Había avanzado un corto camino y no quería perderlo. No quería dejar ganar a la incertidumbre y la desolación.
No quería dejar ganar a nadie que no fuera él.
Suspiró, la idea poco alentadora de que las recaídas emocionales eran de lo peor inundando su cabeza antes de volver a tranquilizarse.
Giró a la Omega con una sonrisa que apenas alzaba las comisuras de su boca, tomando otra una respiración profunda.
Había llegado la hora.
—Sé que es incomprensible que te haya llamado después de como terminamos, pero...-
—No lo es. —Ella interrumpió. Hizo a un lado el mechón rebelde de cabello sobre su ojo. —Creo que ya sé porque estamos aquí.
JiMin levantó una ceja. —¿De verdad?
—Claro, es sencillo. —Suspiró genuinamente aliviada. —Al fin lo has comprendido, ¿verdad?
—¿Qué?
—Por favor, no tienes que avergonzarte. Todos podemos ser un poco lentos.
JiMin boqueó y Lisa soltó una risita desquiciada.
—¿Disculpa?
—JiMin-ah. —Llamó. —Estoy aquí para ti a pesar de como me alejaste, en serio. Lo importante es que finalmente has entendido que necesitas ayuda y que estás peor de lo que pensabas. Yo te lo dije, no es normal que desees a alguien que te haga daño y que te vuelva un ser minúsculo.
JiMin abrió los ojos de par en par y jadeó, mirando a la otra Omega como si de repente tuviera cinco cabezas o acabara de cortarse un dedo con un cuchillo para mantequilla. Y es que era ridículo. Era tremendamente ridículo que Lisa estuviera diciendo algo como eso.
Que lo dijera tan automático, tan directo.
Tan frío.
JiMin no podía mirarla así, mientras decía una cosa que parecía creer tan firmemente que resultaba aterrador, con sus manos entrelazadas y una sonrisa indulgente en su boca que el Omega deseaba hacer que desapareciera porque ella no debería estar dirigiéndole esa emoción con los ojos. Ella no debería verlo como si estuviera loco.
Como si fuera un anormal de lo peor que necesitaba una camisa de fuerza o de esas personas con problemas mentales que de un momento a otro comenzarían a golpear su cabeza contra la mesa solo para acallar las voces en ella.
JiMin sabía que también tenía esas voces, pero eran voces tenues. Voces lejanas que hacían daño sin tocarlo, que estaban ahí esperando que la paz se fuera. Aún así, no estaba dispuesto a golpearse contra la mesa. Aún así, no iba a gritar o reír histéricamente porque no era capaz de alejarlas.
Sus voces, sus demonios; jamás habían sido tan devastadores.
Sin embargo, Lisa lo veía de ese modo. Lisa le miraba con una lástima que debería ser ilegal.
Y JiMin estaba tan cansado de eso... De recibir esas miradas cargadas de pena y que incluso cuando no estaban, su mente las reprodujera cruelmente.
Sencillamente estaba demasiado cansado de ellas.
—Ya sé, —Continuó. —podemos volver a ser amigos. Tu dejaras que yo vuelva a tu vida y yo te daré el privilegio de intentar ser normal.
Y Lisa lo arrastró al límite.
—Dios, solo cállate.
Lisa frunció el ceño, una vena en su cuello palpitando. —¿Perdón?
—No, no te perdono. —Respondió todavía cuando sabía que ella no se refería a eso. —¿Sabes lo que acabas de decir y cómo me hace sentir? ¿Sabes lo duro que es para mí que hables de ese modo? Lisa, el problema nunca fue mi gusto: fue basarme en las opiniones del resto. —Alzó los ojos inundados en frustración. —En las tuyas.
La Omega soltó una risita, pasándose una mano por el pelo después. Se rió de nuevo entre una retahíla de gestos furiosos y clavo las uñas con un golpe hueco contra la mesa de metal.
Una de ellas se quebró.
—¿Quieres repetirlo? —JiMin tragó. —¡Muy bien, JiMin! Sinceramente no quería hacer esto, pero no me das más opciones con esa cabezonería tuya. ¿Quieres perder a las personas importantes en tu vida por algo tan bajo? ¿Estás dispuesto a seguir lastimando a los demás por tu egoísmo?
JiMin sonrió amargamente. —¿Egoísmo? ¿Alguna vez he sido realmente egoísta? —Apretó los dientes y estuvo seguro de que el chirrido de ellos llegó hasta la mujer cuando escupió: —¿Cómo le dices semejante cosa a alguien que ha sido infeliz y ha preferido quedarse solo porque siempre pensó en quienes lo rodeaban? Tengo miedo de ser quien verdaderamente soy porque puedo decepcionar a la gente que amo, así que no te atrevas a llamarme egoísta.
—¿Ese pensamiento no es un poco de ello? —Chasqueó la lengua. —"Tengo miedo de ser quien soy porque los demás pueden no quererme", ¿eso no es egoísta? Las personas que se juntan contigo tienen el derecho de saber que deseas un alfa que te pegue.
«Ella...»
JiMin notó, horrorizado, que Lisa estaba tratando de meterse en su cabeza; ella intentaba colarse entre sus inseguridades y explotarlas para generar un huracán de dudas y lograr hacer que se sintiera mal consigo mismo. Era tan mala como para atacar a través de sus puntos débiles con el único objetivo de conseguir tener la razón y que JiMin se arrepintiera.
Ella deseaba romperlo.
Cerró los ojos, respirando con fuerza y notando un dolor de cabeza escalando peligrosamente cerca cuando pensó la respuesta a la pregunta que surgió de la nada, golpeándolo contra una realidad desastrosa.
«¿Lo había hecho antes?»
«Lisa había...-»
—Hay solución, JiMin-ah. Podemos solucionarlo.
—Deja de hacerlo. Cállate.
—No estoy haciendo otra cosa más que intentar ayudarte a cambiar, a ser una persona que lo demás amaran y jamás dejarían.
—No...
—Así como tus padres.
JiMin se atragantó. El aire escapando de sus pulmones mientras sus ojos se volvían vidriosos aún detrás de sus párpados y se dio un golpecito en el pecho, abriendo los ojos por una inercia tonta.
La cicatriz quemó... Su carne caliente y adolorida pidió clemencia luego.
JiMin escucho algo romperse también, más no era él: era Lisa. Los recuerdos preciosos que había atesorado con cariño desapareciendo por la infidencia que jugaba con su corazón y lo apuñalaba sin pena.
Una traición pura y brutal.
Todo, porque ella acababa de usar a sus padres sin siquiera borrar su maldita sonrisa satisfecha.
—¿Cómo puedes usar eso contra mí? —Susurró. La voz le tembló.
Lisa parpadeó apacible, sonriendo. —No estoy usando nada contra ti, solo pensé que quizás tus padres estarían decepcionados de ver en lo que te has convertido.
—Solo pensaste. —Masculló. —¿Y que quisiste insinuar antes al unir el abandono con mis padres?
Ella se encogió de hombros.
—Ellos murieron cuando tenías una edad muy temprana, así que tal vez ya mostrabas indicios de esto siendo un niño. —Bostezó, estirando los brazos sobre su cabeza. —Recuerdo que me contaste que tu abuela te hablo sobre la voz alfa como algo malo. ¿Nunca lo relacionaste? ¿Por qué ella tendría que decirle eso a un niño? ¿En una situación como esa? Simplemente no tiene sentido.
JiMin empujó la silla con fuerza hacia atrás, levantándose con ojos llorosos en la Omega.
—Tú no eres lo suficientemente astuta como para entrar en mi cabeza. —Gruñó. —Vine aquí no para escucharte, sino para decirte todo el daño que me causaste con esta actitud. Ahora de verdad no importa, porque no eres nada para mí, no significas ni lo mínimo para que desee oír tu basura o tus mediocres intentos de controlar mi mente y, aún si quisiera explicártelo, no tengo ni los crayones ni el tiempo para hacerlo.
Se giró a la salida de la pequeña cafetería, mirando por sobre su hombro solo un corto momento antes de suspirar.
—Esperaba tener una conversación racional, pero veo que no hay nadie para tenerla. —Dijo. —Adiós, Lisa.
Y se marchó.
Sus pasos fueron presurosos sobre el suelo de piedra pulida en un color negro elegante, buscando escapar desesperadamente de «ella» y su aire tóxico. Tan cargado de incomprensión y falsa sabiduría que era enfermizo.
Era aterrador y JiMin simplemente no podía entender como alguien podía hacer una jugarreta con los padres muertos de otra persona. Manipular desde ese punto era inhumano y digno de un loco depravado, demasiado enclaustrado en su cabeza como para notar lo sucio de sus actos.
Desgraciadamente, Lisa pertenecía a ese grupo por ahora.
Y no estaba seguro de que saldría de ahí, sobre todo cuando ella no quería mejorar...
Así de disperso, tropezó y cayó hacia adelante. Su caída evitada por alguien más.
—Cuidado. —La mano se posó en su cintura mientras el tono juguetón se deslizaba entre cada palabra.
JiMin miró a la persona que lo sostuvo y esbozó una sonrisa inestable.
—Hola, SeokJin-ah. —Se mordió un labio. —¿Qué haces aquí?
—Dijiste que vendrías aquí con tu vieja amiga. —Sacudió una mano en el aire. —Sabes que no me agradan sus escándalos. —Dijo, como si fuera una excusa.
JiMin se rió, encogiéndose entre sus hombros. —Eso sigue sonando tan de mafioso, como si me persiguieras o algo...
SeokJin frunció el ceño, levantándolo y colocándole las manos en las mejillas para mirar mejor su cara. La línea entre sus cejas profundizándose fue prueba de que no le gustó lo que vio.
—Estás pálido.
—Sí, supongo. Dijo algunas cosas que me hicieron sentir muy débil.
—Vámonos de aquí, después de hoy no tendrás que volver a verla nunca.
JiMin le dio un besito ridículo en la boca. —Gracias por venir.
—Es un placer. Ahora quita esa mueca y sonríe, —El Omega respiró profundamente ante su voz alfa, sintiéndose acobijado. —te sentirás mejor así.
—Por supuesto. —Rió.
Al separarse finalmente, SeokJin señaló con la cabeza el Lamborghini azul estacionado a unos pasos y ambos fueron hacia él con sus manos entrelazadas.
Los ojos de quien simplemente no debería estar mirándolos, siguiéndolos hasta que desaparecieron.
Y Lisa esbozó una sonrisa malvada, una sonrisa diabólica. Una sonrisa de encuentro con el último infierno.
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