38: Tres citas y tres reglas (Parte 3)
[L A L U N A]
JiMin abrió los ojos, acomodándose de lado en la cama con una sonrisa.
—Feliz cumpleaños, Park JiMin-ah. —Dijo, verdadera alegría en la voz aligerada por el sueño.
Quitó la sábanas y se deslizó de la cama antes de estirarse un poco y correr al baño, feliz como un niño.
En sus recuerdos, sus cumpleaños siempre han sido buenos, aunque normales; incluso cuando era tan pequeño que se escondía en una de las gavetas inferiores más grandes -donde usualmente estaban las ollas. - esperando el momento justo en que su abuela comenzaba a hacer el pastel y se distraía para meter un regordete dedo en la masa, volviendo a su sitio para reír silencioso cuando su abuela culpaba a su tío JungKook de la carita sonriente dibujada. Tiempo después, casi pisando los catorce y cuando ya no cabía en la gaveta, descubrió que su tío y su abuela siempre supieron que estaba ahí y les gustaba jugar a nunca haberlo visto meterse a hurtadillas a la cocina.
Claramente que lo supieran jamás tuvo que ver con el ruido ensordecedor de las ollas cuando las sacaba, tampoco con que las dejara en una esquina de la cocina donde siempre pensó que nadie las vería, pero que resultaba muy evidente.
No, claro que no.
El Omega se ducho entre risas tontas y enjuagó su cabello con el shampoo con olor a coco que reservaba para ocasiones especiales, después escogió entre todo en su armario lo más bonito que tenía que resultó en uno de los caros conjuntos que Kim SoYeon había insistido en comprarle junto con muchos otros: tantos que había preferido no contar, escandalizado por la cantidad de bolsas que había tenido en las manos.
Se secó el cabello y lo peinó, logrando una cosa decente que le hacía honor al bonito vestuario y agregó unos pendientes de cruz que Kim TaeHyung le regaló hace un tiempo, así como la gargantilla de rubí de SeokJin solo por gusto y un toquecito de brillo labial que no mataría a nadie.
La primera llamada hizo sonar su celular y JiMin apretó los labios, reteniendo la sonrisa mil veces más grande de la que ya tenía por la simple y sencilla razón de que no quería un inoportuno dolor de mejillas. Camino hasta la mesita de noche al lado de su cama, tomándolo mientras soltaba un suspiro feliz.
—¡Feliz cumpleaños! —Sus tíos y su abuela gritaron. JiMin rió.
TaeHyung se sorbió la nariz ruidosamente. —Oh, bebito, cada año creces más. ¿Puedes creer que cuando te conocí aún no podías decir bien 'otorrinolaringólogo'? Como me reí contigo tratando de decirlo.
—Eso era porque era un niño pequeño y tú simplemente querías burlarte de su lengua enredada. —YoonGi bufó. —¿Qué niño de siete años dice 'otorrinolaringólogo' a la perfección?
—Vamos a ver, dejen de discutir. —Su abuela habló. Una sonrisa en la voz delgada como un hilo. —Aún no asumo que ha crecido y ya no se esconde bajo mi falda para evitar que el 'motuo' se lo coma.
—¡Tenías cuatro y ya habías inventado una nueva palabra, Minnie! —Park JungKook soltó una corta carcajada.
JiMin se sonrojó. —Vale, todos los niños lo hacen.
Su manada, su familia; se rió y hablaron a gritos entre felicitaciones y burlas de su infancia por un largo rato más antes de colgar con una invitación a visitarlos que JiMin iba a tener en mente mientras pasaba el resto de la mañana, esperando por ver que le regalaría la tarde y pensando seriamente en que iba a hacer este día.
Lo positivo de cumplir en diciembre era que al mirar por su ventana, los copos de nieve caían con una suavidad fantasiosa y la carretera frente a su edificio estaba llena de nieve blanca y reluciente que brillaba bajo la luz de un sol medio escondido por las nubes; las líneas débiles de luz difuminadas por el momento invernal.
Se mordió el labio inferior.
JiMin estaba tratando de ser paciente, de verdad, pero tras una ansiosa hora en la que el reloj alcanzó altivamente las once de la mañana, concluyó que SeokJin había olvidado su cumpleaños... No quería sentirse decepcionado, locamente lo hizo y se encontró dejándose caer en la cama con un suspiro triste, rodando en el colchón con una mueca que no debería estar teniendo el día en que cumplía los veinticuatro.
Por todos los demonios, no podía evitarlo. Se sentía ahogado por el sentimiento que le presionaba el pecho y lo hacía sentirse pesado contra la cama, su lobo enfurruñado con una pata que golpeaba contra el piso imaginario de su interior porque el quería solo un pequeño gesto el día en que estaba envejeciendo.
El Omega pensó que tal vez estaba comportándose como un adolescente lleno de hormonas y con la cabeza dispersa en todos lados, lo que provocaba que olvidara que el alfa trabajaba, tenía otras cosas que hacer y que quizás lo recordara un poco más tarde.
El celular sonó.
JiMin cayó al suelo sosteniéndolo entre sus manos y gimió por el golpe potente en la espalda contra el suelo duro a pesar de la alfombra que había ahí, supuestamente afelpada. Llevo su dedo al botón verde y contestó nerviosamente sin ver quien llamaba.
—Hey, te tengo una sorpresa.
JiMin se desinfló, evitando hacer un ruido que Kim TaeHyung pudiera escuchar. —Ah, espero que sea bueno.
—Por supuesto que sí. —Hizo una pausa. JiMin se rió. —¿Estás vestido?
Ladeó la cabeza, genuinamente confundido.
—Ajám.
—Muy bien, cachorrito. Sal de tu departamento y ve a la entrada del edificio, prometo que te gustará. —Dijo suavemente.
Colgó.
El Omega sonrió, intentado alejar la sensación fea en su pecho porque estaba hablando con su tío y su familia era demasiado importante para amargarse cuando ellos iban a hacerle un regalo. Se levantó del suelo gimiendo adolorido por su pobre espalda, llevándose las manos para sobarse por sobre la bonita chaqueta negra con múltiples bordados amarillos que la hacían parecer que cambiaba de color dependiendo de la luz; arrastró los pies con pesadez, todavía con las manos sosteniéndole la espalda como si pudiera caerse y quedarse encorvado de por vida, una cosa ridícula que estuvo en su cabeza aún en el ascensor y que se elimino de golpe cuando empujó la puerta del edificio y el aire gélido le abofeteó la cara con sorna.
Los ojos abiertos de par en par mientras SeokJin le sonreía, las manos dentro de un pantalón de mezclilla azul claro de costura exquisita que se combinaba con una camisa de rayas blancas y rojas con el sello de Calvin Klein bordado en el bolsillo.
JiMin no iba a decirse a sí mismo como en su primera cita la cantidad de veces que lo había imaginado o visto vestido de miles de formas, o el recurrente recuerdo de su cuerpo desnudo que lo atormentaba. No, claro que no.
Solo lo pensaría, por encima. Sin darle importancia.
Sobre todo la parte del desnudo.
Muy desnudo.
Un desnudo que lo hacía sentir tan codicioso que quería arrastrarlo en ese mismo momento y comer...-
—¿Te vas a quedar ahí? —SeokJin encarnó una ceja. —Tengo algo que decirte y otra cosa que darte.
Por la madre santa Luna.
JiMin quería que le diera muchas cosas.
Carraspeó. —Ya voy. —Refunfuñó, más por lo inestable de su voz que por quererlo.
Anduvo al alfa y se estremeció al sentir su mano apretándose en su muñeca, acercándolo con fuerza para permitirle al otro besarlo con una bestialidad que le volvió las piernas gelatina. Sus manos apresurándose a rodear su cuello para conseguir sostenerse y no pasar la peor vergüenza de su vida por caerse cuando lo estaban besando tan bien, tan sublime.
Tan glorioso.
Y no importó que cualquier persona pudiera verlos, no importó que el frío le congelara las mejillas. No importó nada más que ellos dos ahí, besándose como si el mundo se acabara de un momento a otro y solo quisieran compartir su último aliento, robándolo despiadadamente al contrario en un ritmo afanoso de lenguas inundado de saliva y con manos traviesas que se apretaron en su cintura, pasando velozmente por su culo en una caricia odiosa.
Al separarse tan poco que el aire aún era compartido y respirando con fuerza, un hilito delgado de saliva los unía, provocando que un calor morboso subiera por el cuello del Omega. JiMin sentía un calor demasiado asfixiante al mirar la línea de saliva que comenzaba en los labios de SeokJin y terminaba en los suyos, suspendido en el aire sensualmente hasta que el alfa lo lamió: acercándose de nuevo a su boca para chupar su labio y presionar los dientes en la carne para llevárselo con él, soltándolo con un ruidito que la embotada cabeza del Omega no registro del todo y dejándolo como un quejido de satisfacción que le revolvió el estómago agradablemente.
JiMin gimió, aferrando las manos de los hombros del otro. La respiración le temblaba estúpidamente.
—Feliz cumpleaños. —SeokJin gruñó. Apretándolo imposiblemente más cerca.
—Uh. —JiMin se rió, atontado. —Esto no lo esperaba. ¿Desde cuándo mi tío y tú son tan amigos?
SeokJin sonrió con un deje malévolo. —Creo que es algo que se quedara entre nosotros.
JiMin jadeó indignado por el hecho de que usara las palabras que le había dicho sobre Rose en su contra, pero terminó restándole importancia al mismo tiempo que dirigía una falsa mirada de reproche al otro y se encogía entre sus hombros como un niño. SeokJin se rió de nuevo y le dio un beso ridículo en la boca, dejando su lengua permanecer en sus labios un instante más para separarse con una pequeña lamida que, avergonzado por el afecto en público, el Omega recibió con una sonrisa pequeñita.
Aunque últimamente era común que alguien los interrumpiera, no era una costumbre suya que las personas los vieran besándose, tampoco con las manos sobre el cuerpo contrario con tanta familiaridad; y no es que le molestara, simplemente JiMin no recordaba haber hecho algo como esto antes con cualquiera de sus parejas.
La mayoría de las veces según recordó, ellos eran reservados, como si les avergonzara dejar ver a los demás que tenían una relación y quizás se debía a la necesidad de no hacerlo notar como gestos que lo volvían de la propiedad del alfa en público -ni nunca. -. Sin embargo, siempre pensó que algo así sería lindo y perfecto para él. Porque era un Omega de toques: le gustaba una mano sosteniendo la suya al caminar, un brazo rodeando su cintura o un beso ocasional sin importar donde estaban.
Curiosamente SeokJin no tenía miedo a demostrar su... ¿cariño? ¿amor? No estaba seguro, más sabía que no tenía tapujos para tocarlo y era reconfortante que fuera todo lo que soñó, aunque podría estar exagerando.
Su tío TaeHyung tal vez podría estar en lo correcto sobre las almas gemelas, si ellos lo fueran.
¿Cómo iba a saberlo de todos modos? La mayoría de las personas jamás encontraban a su alma gemela y de hacerlo no eran conscientes de ello. Estudios que la profesora Shin les obligó a leer en una de sus clases hablaban mucho sobre eso, especificando que era más probable encontrar a esa alma destinada para ti, que darte cuenta de ella si aparecía luego de la adolescencia y maduración del lobo.
JiMin no podía dejar de considerarlo triste. Pasando la mano por la barbilla del alfa lo miró a los ojos, pensando que era desafortunado que de entre tantas personas creadas por la madre Luna tuvieras la suerte de hallar a la que te complementará, pero estar frente a frente con ella y no saberlo. No ser plenamente consciente de que esa persona fue creada con la intención de estar a tu lado y marcar tu vida, además de acompañarte por el camino incierto que te espera, era definitivamente una cosa demasiado triste.
Sacudió la cabeza ligeramente, evitando moverse excesivamente porque se sentía maravilloso estar entre los brazos de SeokJin con calma. Solo ahí. Unidos con una sonrisa en la boca. Se concentró en eso, alejando el enredo que volvía a inundar su cabeza y ensanchó la sonrisa, encarnando las cejas con diversión.
—Vale, jaque mate. —Señaló hacia su edificio y preguntó: —¿Quieres subir?
SeokJin sacudió la cabeza en una feroz negativa. —Me debes una cita, ¿sabes?
JiMin parpadeó perplejo ante el cambio de tema.
—Sí, lo sé.
—Bien. —Habló suavemente. —¿Tienes planes ahora?
—No. —Rió. —¿Vamos a tener esa cita hoy?
El alfa deslizó una mano por su espalda, acariciando con un deje malicioso que lo hizo derretirse contra él. JiMin sintió las piernas débiles mientras su cuerpo se estremecía, nuevamente atento al calor delicioso que desprendía el cuerpo más grande.
—Siempre que quieras.
JiMin soltó una risita, entendiendo el toque íntimo de repente. —Entiendo el método para que no diga que no.
—¿Pensaste en decir que no?
—No creo que me dieras tiempo para eso. —SeokJin encarnó una ceja y sus manos se alejaron. —Aunque de haberlo tenido tampoco me negaría. —Se apresuró a corregir.
El alfa entornó los ojos, chasqueando la lengua en un gesto indignado. —No, no puedes mejorarlo. Si no quieres ir no tienes que hacerlo.
—Eso no fue lo que quise decir.
—Ya. —Rodó los ojos. —No importa.
—¿No importa? —Cruzó los brazos sobre el pecho, incrédulo con el rumbo de esta conversación.
¿Era esta su primera pelea luego de días de paz? Porque JiMin sabía que las parejas discutían por tonterías algunas veces y lo aceptaba, pero discutir tres minutos después de haberse estado besando como dos animales sedientos simplemente le parecía ridículo, también fuera de lugar.
Además SeokJin parecía demasiado susceptible, algo que el Omega no había visto en los cuatro meses de conocerlo y...
Oh, oh.
Boqueó, descruzando los brazos con los labios apretados para evitar la risa por la sospecha que estaba creciendo desde algún sitio de su cabeza. Comenzó a buscar pistas, pequeños indicios; y terminó pensando en la manera en la que había actuado unos días atrás cuando tuvieron su segunda cita, así como en la manera en que se estaba comportando en ese instante. ¿Acaso no olía más fuerte? No pensaba que fueran imaginaciones suyas: su aroma a anís estaba ahí y aunque naturalmente era fuerte esta vez se sentía particularmente potente. De igual manera, centrándose en sí mismo notó a su Omega ansioso, moviendo la cola con mayor interés del que le había visto en una ocasión cualquiera.
Solo necesito que los ojos de SeokJin parpadearan en rojo un corto instante, tan corto como un respiro, para que estuviera seguro.
«Celo».
Por todos los cielos, las piernas del Omega temblaron más si eso era posible.
—¿Estás bien?
SeokJin lo observó con detenimiento, siguiendo con los ojos tan oscuros como un mar los detalles de su cara. Él delineó la línea de su nariz y luego el arco de sus ojos hasta llegar al corazón de su boca, donde dejó entrever especial atención.
—Sí.
JiMin tragó. —¿Por qué mejor no olvidamos lo que estábamos diciendo? —Intentó tranquilizarlo.
Un alfa en celo y enojado no era algo que fuera agradable de ver. En ninguna situación. Jamás. ¿Ya había dicho JiMin que era peligroso? Porque eran puro instinto y provocar a un animal podría traer graves consecuencias, sobre todo cuando JiMin aspiraba a ser su pareja, pues los lobos eran quisquillosos con otros lobos fuera de su manada. Por lo que causar una mala impresión o tener una relación inestable con el lobo traería problemas en todo ámbito debido a la perdida de confianza.
Un lobo no permitiría que alguien que no es de su agrado lo asista en sus celos, así como evitaría que la parte humana tuviera cualquier contacto con el objeto de su recelo.
Era algo natural, aunque no tan sencillo como parecía.
JiMin suspiró profundamente cuando luego de su pregunta, SeokJin asintió. Suspiró aliviado por mantener la situación bajo control y suspiró por alejar una pelea ridícula de ellos.
Ahora solo tenía que ser un poco más cuidadoso con la elección de sus palabras.
—Entonces, —Sonrió. —¿a dónde quieres ir?
—¿Yo? A ningún lado. —SeokJin correspondió la sonrisa. JiMin alzó una ceja. —Pero tu tío me dijo algo que me pareció interesante y que me dio una idea sobre a donde quisieras ir tú en tu cumpleaños.
—¿De verdad?
—Sí. ¿Quieres saber que fue eso?
El Omega se encogió de hombros, la sonrisa en su boca ensanchándose. Después de tantos años con sus tíos, ellos se habían convertido en las personas que más lo conocían, así que tenía un pequeño desliz de conocimiento sobre lo que el alfa le diría. Más aún teniendo en cuenta que siempre había querido ir a un solo lugar desde su infancia.
—Él me dijo que lloraste cuando a los diez no pudiste ir al viaje escolar porque te dio varicela.
—Oh, aquí vamos con el episodio de la varicela. Le encanta contar eso.
SeokJin se rió. —¿Te gustaría que te lleve a Jeju, JiMin-ah?
—No creo que eso sea posible, ¿no tienes cosas que hacer?
—Por supuesto. Esas cosas son llevarte a Jeju y hacer de tu cumpleaños un día inolvidable.
JiMin había perdido la cuenta de las veces que parpadeó con asombro o incredulidad en el corto tiempo que tenían juntos, pero eso no fue un impedimento para volverlo a hacer, más halagado que otra cosa. Sin embargo, igualmente incrédulo. Porque eso sonó tan cursi que algo se revolvió en su estómago, un nudo extraño que apretó sin su consentimiento y le hizo sentirse tremendamente feliz con la proposición.
Aun así, lejos de la bruma de alegría pensó en la hora y el lugar al que SeokJin quería llevarlo, agregando que solo había dos difíciles formas de ir hasta allá dadas las circunstancias. Circunstancias, donde esto era una cosa de último minuto y no era posible reservar algo apropiadamente si realmente iban a hacer semejante viaje.
Cuando abrió la boca, SeokJin sacudió la cabeza con una sonrisa astuta. Asemejándose a un sabelotodo que estaba a punto de responder a lo que sea que estuviera en su loca cabeza antes de que le preguntara.
Y en verdad sucedió.
—Tengo una habitación esperándonos y un vuelo que sale a la una de la tarde, por lo que te aconsejo que guardes esas dudas tuyas y mejor nos apresuremos.
JiMin boqueó. —Tenías esto planeado desde antes, ¿cierto?
—Sí. —El Omega lo miró como si le hubiese salido una quinta cabeza. —Te lo contaré en otra ocasión.
—Espera, guárdate esa impaciencia.
SeokJin alzó ambas cejas, notablemente divertido por el recuerdo de la primera vez que le dijo eso. Pero JiMin no podía pensar en otra cosa que no fuera lo que, en cambio, estaba diciéndole el alfa en ese momento; con esa idea desquiciada que estaba tratando de colar en su mente sin permitirle una tregua a pesar de que claramente la necesitaba para poder arreglar su confusión, que nacía del hecho de que SeokJin había planeado todo esto desde antes, había reservado un vuelo y estaba apurándolo a irse con él olvidando que era un adulto con responsabilidades. No podía simplemente dejar todo y huir a un destino paradisíaco, cumpliendo su sueño con la persona con la que quiere pasar toda su vida solo porque sí. Solo porque lo ha estado anhelando la mitad de su existencia...
«Ni una jodida» se dijo, convencido de que luego de haber sido un buen cachorro con sus tíos y un adolescente tranquilo que jamás había escapado de casa para ir a fiestas o beber, podía permitirse tener un arranque de locura en su adultez. De todos modos, esos últimos meses había estado haciendo únicamente estupideces dignas de un adolescente hormonal en plena crisis existencial y un poco más de eso no iba a matarlo.
Jodidamente no iba a matarlo.
—Iré a recoger mis cosas.
SeokJin sonrió victorioso y JiMin no se arrepintió de su decisión ni cuando el alfa lo acompañó al apartamento, ni cuando lo ayudo a llenar un bolso de viaje con lo necesario y lo cargó devuelta hacia el auto.
Emprendiendo la marcha al acomodarse en sus asientos, el camino al aeropuerto se sintió como un respiro en el que miró por la ventana del Ferrari rosa con calma, intentando que su respiración fuera lo suficiente para sus pulmones mientras se convencía de que era su cumpleaños y tenía la palabra definitiva sobre lo que deseaba hacer ese día.
¿Y si quería ir a Jeju? ¡Iría a Jeju! Nada lo impedía: el trabajo estaría esperándolo el lunes a primera hora, no se iría por disfrutar de su fin de semana.
Con el pensamiento alentador dando vueltas por el enredo de cavilaciones dispersas en su mente, espero lo que tuvo que esperar. Sostuvo la mano de SeokJin en todo momento durante el proceso de chequeo antes de subir al avión, con su bolso de mano colgando del hombro y la corta distancia como era de esperar se recorrió con facilidad, consiguiendo que veinte minutos después pusiera por primera vez un pie en la Isla de Jeju.
SeokJin volvió a tomarle la mano, yendo hasta la terminal con su bolso sostenido de un asa mientras caminaba por el mar de personas y deteniéndose frente a un beta cercano a la salida que JiMin conocía y que sonrió al ver.
—Es un placer volver a vernos, JiHo.
El beta sacudió la gorra en su mano en un saludo, sonriéndole bonito. —Lo mismo digo, joven Park. —Giró al alfa. —Señor Kim, el auto alquilado está listo para llevarlos al hotel.
—Muy bien, puedes disfrutar de tus vacaciones ahora. —Habló suavemente. —Desde aquí nos encargamos nosotros.
El beta asintió, despidiéndose con una mano luego de entregar las llaves del auto de alquiler. SeokJin se encogió de hombros, continuando el camino y llevándolos hasta el Toyota gris estacionado en las cercanías.
JiMin se rió cuando una idea divertida se le ocurrió fugazmente, acomodándose en el asiento al mismo tiempo que el alfa lo hacía en el asiento del conductor.
—¿Qué es tan gracioso? —Él preguntó.
—¿Engañaste al pobre JiHo-ssi para que te ayudará con todo esto?
SeokJin soltó una risita, encarnando una ceja. —No lo llamaría 'engañar'. Solo le ofrecí un viaje todo pago a Jeju por un mes si se encargaba de todos los pendientes para hacer un viaje de último minuto.
—¿Cuándo le pediste que hiciera todo eso?
—¿Ayer? Debió ser como las ocho de la noche.
JiMin jadeó indignado. —Definitivamente se merece esas vacaciones.
—Sí, lo ha hecho excelente. —El alfa se inclinó, lamiéndole la boca con una lengua traviesa y volviendo a su lugar luego. —¡Es hora de apoderarnos del mundo, JiMin-ah!
JiMin soltó una carcajada profundamente feliz.
⭐
—¡Hola! Sean todos bienvenidos al Parque Hallim, una de las mayores atracciones turísticas hacia el oeste del monte Hasallan. —La Omega dijo. Un extraño y marcado acento en la voz fina. —Soy Kim ChungHa y seré su guía este día. La tarde de hoy, daremos un excepcional recorrido por los diversos jardines y las más impresionantes zonas del parque. De antemano les recuerdo que pueden hacerme cualquier pregunta.
JiMin le dio un apretón a la mano que sostenía la suya y emocionado siguió al grupo, curioseando con los ojos lo más que pudo.
El parque ubicado en Hallim-eup era tremendamente impresionante, con una vasta extensión de plantas que se encontraban en todos lados sin importar el sitio al que se mirara, además habían espacios cercados que contenían esculturas en piedra de formas extrañas. La brisa tenía un suave aroma a mar que según el folleto que sostenía en una mano, provenía de la playa Hyeopjae a solo unos contados metros.
Sin embargo, la guía se encargó de dejarle saber que no era todo.
Ella incluyó en la descripción del lugar los dieciséis jardines botánicos que existían, así como las famosas cuevas Ssangyonggul y Hyeopjaegul, que describió diciendo: —Son cuevas de lava formadas por la erosión volcánica de hace doscientos cincuenta mil años. — con un tono de admiración bastante evidente.
También habló sobre el Centro de plantas enanas en macetas y piedras de Jeju, la Aldea folclórica Jaeam, El camino de las palmeras y los más imprescindibles jardines: el de las aves, el botánico tropical y finalmente el Jardín del estanque. Encantándolo aún más si era posible.
Al ver las zonas verdes con sus propios ojos, se enamoró de la gran cantidad de especies vegetales. Anonadado por el alto imponente de las palmeras que abrían sus hojas al cielo, junto con una hilera gigante de pinos que bordeaban los límites del parque que era capaz de ver.
Jadeó. Volvió a SeokJin. —Este sitio es mágico.
Él ensanchó la sonrisa en su boca, separando su mano de la suya y lanzando ese mismo brazo por sobre sus hombros. Dejó un suave beso en su frente con cariño, un beso suave y dulce que solo consiguió que tuviera una pequeña sensación de sus labios húmedos sobre su piel. Entonces, JiMin recordó la regla de la tercera cita y se sintió ansioso, desesperado por tocarlo y hundir sus manos en la piel de su espalda bañada en sudor mientras lo folla deliciosamente, con el roce de su cadera contra su culo y el sonido de la carne contra carne en un baile sucio haciendo mella en sus oídos.
—Amor, ¿en qué estás pensando? —JiMin se sonrojó. Abrió los ojos de par en par. —Hueles a excitación. Muy leve, pero está.
El Omega se aclaró la garganta avergonzado. —Es tu culpa. —Acusó.
SeokJin soltó una risita baja, ronca. Complacida.
—¿Sí? —Un dedo jugó con un mechón de pelo rubio. —¿Por qué?
—¿Estás cerca de tu celo?
—Puede ser. —Ladeó la cabeza y empujó su cara devuelta hacia la guía. —Pero será mejor que dejemos esa conversación para después, hay mucho que hacer en este instante.
JiMin asintió, con una emoción rara surgiendo en su pecho porque no pudo evitar la idea de que SeokJin le pediría que lo acompañara y ese era un gran paso. Era estar mucho más cerca de él en todo aspecto.
A pesar de su frenesí, se obligó a sacudir la cabeza. Sonriendo.
Se concentró en el camino por el que lo estaban llevando sus pies y las palabras de la otra Omega que alegremente señalaba hacia la maravillosa entrada rocosa en forma de arco que dirigía a un camino directo al interior de la cueva, a los lados del cual se entrelazaban por ligeras cuerdas las luces que estaban ancladas al suelo.
JiMin tomo varias fotos con su teléfono, guardando la estupefacción y apresurándose con SeokJin más cerca para pagar sus entradas a la cueva.
—Junto a las cuevas Hwanggeum, Socheon, Ssangyonggul y Manjanggul —Enumeró. —Hyeopjaegul es de las principales cuevas volcánicas de nuestra isla. Con un largo de doscientos metros, una anchura de diez y una altura de cinco, posee todas las características de las grutas volcánicas y las cuevas de mármol, formando una gruta de dos dimensiones. —Ella exclamó. Paseó sus ojos por el grupo. —Si lo notan, sus alrededores están cubiertos por capas sedimentarias y restos de fósiles de mariscos que hacen que las paredes asemejen diversos tipos de murales realmente preciosos.
SeokJin se separó para observar uno de los murales formados naturalmente, metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón. JiMin dirigió su celular hacia él, tomándole fotos en diferentes ángulos a todas las muecas que hizo al mirar: desde el arco fruncido de sus cejas hasta la manera en que entreabrió los labios quizás sorprendido. No sabe si fue un minuto o un segundo antes de que SeokJin tuviera sus ojos zafiros en su cara, sonriendo con una nota graciosa cuando lo pilló. Infraganti. Tomándole fotos descaradamente.
Afortunadamente Kim ChungHa continuó el tour por la cueva, relatando datos e historias sobre la estructura a los que JiMin no presto demasiada atención, más curioso por la línea de estalactitas que se desplegaban por todos lados creando columnas y otra gran cantidad de figuras que le resultaron increíbles.
Luego de un largo trecho le comenzaron a doler los pies, lo que le llevó a preguntarse el tiempo que llevaban caminando. Al finalmente mirar su reloj una vez abandonaron la cueva supo que estaba totalmente loco.
«Sí, sí, sí».
Nadie que no estuviera loco caminaría durante una hora y media sin detenerse. Sin una miserable gota de agua.
Y él estaba el doble de loco que eso.
Todavía con el cansancio fue de los primeros en correr a admirar con los ojos abiertos de par en par el glorioso estanque que recibía agua desde una cascada por encima en el jardín del estanque y se entusiasmó como un cachorro cuando al dirigirse al jardín de las aves se halló frente un impresionante ejemplar de pavo real con plumas brillantes y majestuosas. También sin poder evitarlo, se divirtió como un tonto mientras se imaginaba la vida siglos atrás en la Aldea folclórica Jaeam, tomando fotos a todo lo que podía, abrazando a SeokJin y obligándolo a tomarse algunas con él incluso cuando el alfa estaba demasiado sonriente y se negaba por temer dañar la foto ya que no podía con la risa.
JiMin llevaba una buena carga de pequeñas cosas que le servirían de recuerdo al regresar al hotel. Ahora que era temprano en la noche pensó en darse una ducha y dormir por horas.
Lamentablemente, siendo sinceros él nunca había sido alguien con suerte. No lo sería en ese caso tampoco solo porque tenía una relación sin definir con Kim SeokJin.
Su cuerpo se quejó por el viaje, más su estómago gruñó.
Sí, definitivamente su hambre sobrepasaba el cansancio.
SeokJin soltó una carcajada. —Muy bien, ¿prefieres servicio a la habitación o cenamos en el restaurante? —Preguntó, deteniéndose en el lobby.
—Restaurante.
Porque podría estar cansado, pero no iba a resignarse con una habitación cuando podía tener una vista increíble y algún que otro espectáculo decente. No, no. Park JiMin era un hombre decidido a disfrutar su cumpleaños de la mejor manera y dormir temprano (por más tentador que sonara) no entraba en esa clasificación.
SeokJin entrelazó su brazo con el suyo deteniéndose delante del restaurante mientras un camarero se acercaba, diciendo un par de palabras seguras antes de girarse y guiarlos a su mesa sin olvidar dejar dos menús sobre ella. Permaneció a un lado, dándoles la oportunidad de revisar la carta con calma y decidir por su cena: JiMin pidió uno de los platos tradicionales de la zona y un jugo de piña con licor. Por su lado, SeokJin encargó un filete miñón con especias y una botella de vino burdeos.
JiMin pensó que burdeos era únicamente una ciudad y la suposición se volvió estúpida con la botella en una elegante cubeta con hielo.
—¿Lo has pasado bien?
JiMin sonrió. —Excelente. Me ha encantado todo.
—Creo haberme dado cuenta. —Suspiró con una sonrisa. Apoyó ambos codos a la mesa y de ellos la barbilla. —Aunque debo admitir que yo también ha sido un día extenuante.
—Te daré la razón, me pesan los músculos. —Rió.
SeokJin ladeó ligeramente la cabeza, retirándose hacia atrás cuando el camarero dejo ambos platos sobre la mesa y deseó una buena cena al retirarse. JiMin notó que tenía cierta incertidumbre en los ojos y se sintió dudoso y curioso de lo que fuera que podía ponerlo de esa manera.
El alfa se acomodó la camisa con fuerza, haciendo que se fijara en su pecho hinchado y sensual bajo la camisa deportiva así como la larga extensión de sus hombros que desencadenaban en un par de brazos más delgados, pero exquisitos.
Aún con la espléndida vista, se obligó a alejarse de la tentación cuando le habló:
—JiMin-ah, quiero pedirte una cosa.
JiMin tragó. —¿Sí?
—Acompáñame durante mi celo.
Él Omega enmudeció, mirando a SeokJin con una nota atónita en sus ojos a pesar de que lo había esperado. Demonios. Lo había hecho, de verdad lo había esperado.
Aunque no tan pronto. No tan directo, y divertidamente se dio cuenta de su error: No lo había esperado "tan SeokJin".
—Yo... —Titubeó. Esbozó una sonrisa suave, pequeña. —Está bien.
—¿Estás seguro de que está bien para ti? Esta será una de las pocas veces en las que te pregunte algo que quiero que hagas. —SeokJin se rió. Hablando con un tono juguetón que le dejó claro a JiMin que bromeaba. —Así que piénsalo adecuadamente.
—Ya lo pensé. —Afirmó convencido. —Estaré ahí si estás de acuerdo.
—No tengo dudas de quererte allí conmigo. —Deslizó una mano hasta la suya y le dio un apretón. —Adoro que estés dispuesto.
«Te adoro» quiso decir SeokJin; pero JiMin no tenía porque saberlo, tampoco él mismo.
—Deberíamos comer, se enfriará.
—Claro, será mejor cenar.
El resto de la cena fue rápido. Como un parpadeo en el que en un momento estaban comiendo y bebiendo entre risas con la música de fondo y al siguiente probaban el postre, disfrutando del sabor ligero de la manzana en una galleta recubierta de chocolate blanco con un toque cuidadoso de vainilla.
Cuando todo se terminó SeokJin pagó la cuenta y ambos se dirigieron a su habitación, arrastrándose en un duro esfuerzo por el corto pasillo hasta ella. Y quizás JiMin esperaba una suite, porque era el tipo de cosas que iban con su alfa...
Pero no esperaba ese tipo de suite.
Ahogó un gritó de sorpresa al observar la suite dos veces más grande que su cuarto de infancia, con un ventanal como pared que daba una espectacular vista de Jeju. Las luces de la ciudad despierta resplandecían en el bellísimo cielo oscuro y golpeaban suavemente las paredes de concreto pintadas de un color crema delicado y sublime entre las que se encontraba la cama, cubierta de sábanas blancas y tantos pétalos de orquídeas negras que era imposible distinguir las almohadas.
Miró alrededor y se sonrojó con el arreglo de flores en cada mesa de noche, la baja intensidad de la luz y las pequeñas cajas envueltas en papel de regalo con un lazo.
Brazos rodearon su cintura, pegándolo a la pelvis del otro sin un ápice de cuidado.
—Feliz cumpleaños, JiMin-ah. —Susurró.
«JiMin-ah».
El Omega se derritió.
—¿Quieres abrir tus regalos? —Lamió la curva de su cara. —Ve por ellos.
JiMin corrió, sentándose en el suelo para poner los regalos frente a él y hurgar en ellos. Como era costumbre retiro el papel con cuidado, bajo la atenta mirada de SeokJin que parecía divertido por su dedicación al quitarlo.
Lamentablemente ganó la ansiedad y termino destrozando el papel, abriendo la primera de las cajas con un anhelo vergonzoso. Observó el regalo por un momento antes de levantarlo y pesarlo en su mano, pasándolo a sus muñecas después por el aro diseñado para ello; eran un par de esclavas con un diseño de flores de cerezo en morado realmente precioso.
Tomo el siguiente con adoración y trató de que permaneciera intacto por más tiempo en sus manos, luego deshizo el lazo y quitó el papel para encontrarse con un juego de anillos de diferentes tamaños y diseños complementarios uno para el otro que deslizó contento por cada regordete y pequeño dedo con cuidado.
—¿Cuándo tomaste las medidas de mi mano? —Preguntó divertidamente.
SeokJin solo sonrió.
Sacudió la cabeza soltando un bufido que acompañó el momento en que atrajo la última cajita, más larga y menos ancha que las otras. Al abrirla el brillo que resplandeció a través de las luces de la habitación lo golpeó, logrando que parpadeara algunas veces antes de volver a mirar.
Se le escapó una respiración estupefacta.
—No puedo creer que lo hayas hecho. —Gruñó.
El alfa le tomo la barbilla con una mano, obligándolo a verlo con su sonrisa engreída. Tenía las cejas encarnadas y ese fuego líquido en los ojos que consiguió que dejara la cajita en su regazo, perdido en la fuerza de su mirada.
—Te había prometido un diamante, ¿no? —Burló. Jugó con su dedo por el borde de su cara.
—No me prometiste ningún diamante. —Se aclaró la garganta repentinamente seca. —Solo dijiste que compensarías haberme despertado.
—Y fue tu idea un colgante de diamantes. —Rió bajito. —No puedes negar eso.
JiMin gritó en un susurro, como si hacerlo a viva voz pudiera romper su cercanía: —¡Claro que sí! Simplemente pregunté que sería esa vez y di un ejemplo del montón.
—Me gusto la imagen de ti que me dió tu ejemplo así que quise traerlo a la realidad.
—¿Gastaste tanto para cumplir la fantasía de verme con él? —Quejó.
SeokJin parpadeó, apacible y se inclinó hacia él. Metió la lengua posesivamente en su boca, con el músculo húmedo hundiéndose en su garganta mientras el alfa ladeaba la cabeza y llevaba una mano a su pelo para acercarlo lo poco más que era posible y besarlo tan jodidamente bueno que JiMin creyó perder la capacidad de pensar en otra cosa que no fueran sus labios o el delicioso sabor de su saliva.
La respiración que salía de su nariz le cosquilleaba en la mejilla; y era todo tan exquisito que quiso mantenerlo con él con el ímpetu de su desesperación por sentirlo desbordándose en el segundo en que sus manos se aferraran a su camisa.
Pero cuando deseó atraparlo y comérselo también, SeokJin hizo el intento de alejarse.
Esta vez a diferencia de las anteriores, no lo permitió.
Rodeó furioso su cuello, uniendo su pecho al suyo con suavidad malintencionada al mismo tiempo que mantenía sus bocas juntas, saboreándose con deleite. El frenesí que afectó su lengua atrevida que se enredo con la de Kim SeokJin, se contagió al otro provocando que bajara sus manos hasta alcanzar sus muslos. Jalándolo a su regazo.
JiMin escucho la cajita caer sobre la alfombra.
Se apoyó en las piernas de su alfa, restándole importancia al sonido. Separó las rodillas sin reparar en lo obsceno del acto y dejó caer el culo sobre la entrepierna cubierta de ropa, devorando la boca que se le ofrecía con hambre.
SeokJin gimió, apretando los dedos en su cintura para restregarlo contra su cuerpo y pensó que era bendita la manera en que frotaba su semi erecto pene cotra su cuerpo con éxtasis, gimiéndole en la boca y ahogando sus gruñidos al chupar su lengua. Era un placer alucinante que impidió que protestara confundido cuando él le golpeó la pantorrilla y cogió con una mano uno de sus pies para empujarlo a su pelvis, como una señal de que cruzara sus piernas en su espalda.
Lo agradeció de todos modos cuando lo dejo de espaldas en el suelo alfombrado, cayéndose encima con una gracia absoluta que le permitió seguir besándolo aunque su boca estaba hinchada. Se alejó esporádicamente los siguientes cinco minutos para darse un descanso antes de separarse lo suficiente para que su boca no pudiera buscarlo, sonriendo.
—¿Aún quieres que responda tu pregunta? —JiMin lo observó desde abajo, atontado. SeokJin soltó una risita. —Sobre la fantasía.
El Omega hizo un ruidito, aceptando. SeokJin se acercó a su oído, abandonando su lengua en la piel del lóbulo con sensualidad.
—No lo compré solo para verte con él. —Sus manos sacaron la camisa de su pantalón, tentando la piel de su estómago desnudo con dedos astutos. —Lo compré con la única idea de follarte mientras lo llevas puesto. De que decore tu cuello aún cuando esté ensuciando tus clavículas con mi saliva.
JiMin se mordió un labio y escuchó la baja risa malévola que SeokJin dejo escapar, erizando su piel.
—Quiero que rebote con el vaivén salvaje de mi polla en tu culo y verlo aún cuando tu voz delgada por la pasión me pida que te folle más duro, amor. —Elevó la cara para mirarlo. —Deseo que tus ojos lloren por el placer, que corra un hilo de baba por la esquina de tu boca y quiero que me digas que me amas teniéndolo en el cuello y marcándote como mío.
JiMin soltó un aliento que no sabía que estaba conteniendo, disfrutando de la sencilla caricia de sus dedos alrededor de su pezón cuando finalmente guardo silencio. Su boca ya no se movía, pero JiMin podía escuchar que se repetía una y otra vez en su cabeza solo una cosa y era tan real: tan fuerte; que cualquiera pensaría que seguía diciéndoselo.
«Quiero que me digas que me amas teniéndolo en el cuello y marcándote como mío».
JiMin simplemente no se creía capaz de olvidarlo nunca.
Nunca.
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