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36: Color melón

Lunes.

«Después de sesenta horas, veinte minutos y treinta y cinco segundos» JiMin pensó, finalmente era lunes. Pero no era como si JiMin lo estuviera contando, sencillamente, los números habían aparecido en su cabeza de un momento a otro y no había podido hacer nada por sacarlos. Eso no era su culpa, por supuesto que no, era un acto involuntario que nació de haber dejado salir ciertas palabras hacia cierta persona, sin haberse sentido lo suficientemente listo; por lo que, indudablemente, la culpa era de SeokJin. Sí, por todos los cielos que sí: porque él lo había obligado y JiMin no había tenido opción.

Entonces, se sentía un poco más loco que antes. Un tipo de loco que le provocaba a su cuerpo pequeños momentos de libertad, en los que él hacia lo que quisiera. Se lo había demostrado cuando, de regreso a su apartamento de la casa de su abuela con SeokJin, había girado a mirar por la ventana del auto, luego vuelto a mirarlo y dicho: -Voy a ir con una sexóloga. -; de repente, sin siquiera haberlo pensado. Sin que fuera un pensamiento que cruzó su cabeza antes.

¿De dónde salió la idea? No lo sabía, solo sabía que luego de que SeokJin encarnara una ceja en su dirección y asintiera, afirmando que era una buena manera de avanzar, no tenía la forma de darse la vuelta y arrepentirse de lo que había dicho. Incluso si no tenía la más remota idea de lo que estaba hablando, porque JiMin solo había dislumbrado la palabra "Sexóloga" en su cabeza y, aquella parte totalmente lógica que lo había guiado una vez a irse por la carrera de psicología en la universidad, ya estaba tomando una decisión, sopesando pros y contras mientras hacía a su boca actuar imprudentemente. Ahora, con la visita al centro de salud donde su tío trabajaba propuesta para ese justo día, tenía menos escapatorias por el simple hecho de que, una vez allí, el departamento de sexología no estaba muy lejos y era la oportunidad perfecta para programar una cita.

Estaba perdido, también supremamente más loco. Lo suficientemente loco como para despertarse a las cinco de la mañana, cuando la reunión con la doctora SunMi es a las once.

El Omega dio una vuelta en la cama, con los ojos abiertos mirando al techo. Cuando se percató de que no podría volver a dormir, quitó las sábanas de encima y salió de la cama, anduvo al baño con pasos lentos y retiro con agua del lavabo las marcas imaginarias que el sueño pudo haber provocado, reteniendo un bufido abismal y, quizás sí o quizás no, soltó una graciosa maldición para sí mismo frente al espejo, auto-reprendiéndose por regresar a esa etapa impulsiva de su vida. Porque cuando su tío le dijo que no tenía nada que perder aquella vez, en realidad perdió todo. Perdió su habilidad de pensar inteligentemente, su trabajo, el control de sus nervios. Su corazón.

Bajo la ducha, sigue pensado que, definitivamente, había mucho que perder de lo que no se había dado cuenta y ya era demasiado tarde para corregirlo, pues ya había renunciado, ya había hecho las peores estupideces de su vida y, por un demonio, ya se había enamorado irremediablemente de SeokJin ¡y se lo había dicho! En su cara. A solo centímetros del otro. Pero como siempre que pensaba de la misma manera -que cometió un error. -, estaba aquella nada odiosa que lo abrazaba, además de que le impedía tener una crisis por su desvergonzada confesión y, en cambio, le aligeraba un peso de los hombros del que ni siquiera se había dado cuenta.

Suspiró profundamente, corrió a la habitación y se vistió con lo más presentable para una entrevista de trabajo que tenía en su armario, luego se movió hacia la cocina y se preparó el desayuno, aún sin tener mucha hambre porque, aún luego de su ducha y haberse vestido a la velocidad de una tortuga, eran apenas eran las seis y media de la mañana y estaba acostumbrado a levantarse a las siete. Había una media hora entre ambas, una media hora que pudo haber pasado en su cama si no fuera por sus incontrolables nervios por la nada que lo abrumaba y el Omega no sabía que era posible que alguien experimentara dos emociones tan contrarias al mismo tiempo. Santa Luna, eso debería ser algo que no sucediera jamás y para más, no podía estar seguro de que le sucediera a otra persona que no fuera él.

Así que solo existía una razón pausible: oficialmente, Park JiMin se declaraba necesitado de un psiquiátrico. Uno que le pusiera camisa de fuerza y le encerrara en un cuarto acolchado y completamente blanco, sin que pudiera volver a salir.

Sacudió la cabeza, tratando de eliminar el pensamiento catastrófico que le enviaba al cautiverio y se tiró al sofá descuidadamente después de su aún más lento desayunar, dejando de pensar cuando permitió a la nada apropiarse de su pequeña y maniática cabeza. Observó la sala en busca de su celular, sin nada mejor que hacer y lo encontró sobre la mesa frente al sofá, tomándolo para pasearse por cualquier lugar de internet, también reviso su kakao, encontrando algunos mensajes de su tío TaeHyung que debieron haber llegado en algún momento de la noche. Los textos decían cosas entre "está pendiente una conversación entre tú y yo" y otro algo que hablaba sobre su necesidad de cotillear sobre SeokJin, incluyendo su atractivo y con especial ahínco en su voz y era una cosa que JiMin se esperaba antes, mucho antes, pero logró hacerse el sorprendido. Dios, JiMin amaba su voz, claro que querría hablar sobre eso. Sin embargo, tendría que esperar, así que le envió a su tío una respuesta corta y precisa, en la que decía que harían eso después.

El siguiente mensaje llego en ese mismo instante, con el celular vibrando en su mano. Abrió los ojos de par en par, leyendo de nuevo para asegurarse de que de verdad estaba viendo bien y la persona que le escribió era...

8:24am
¿Por qué no duermes?

SeokJin.

JiMin tragó, tomo una respiración profunda y pensó en que responder. Vamos, ahora que le había picado por ser honesto podía confiarle cualquier cosa, ya no existía pena, tampoco vergüenza por la simple razón de que él había aceptado sus sentimientos sin palabras hirientes, tampoco gestos innecesarios y por eso (tal vez para alguien más un poco ridículo después de todo lo que ya han hecho), JiMin se sentía mucho más unido al alfa.

Se encogió de hombros, escribiendo lo primero que se le vino a la mente.

8:25am
No puedo :'(
Estoy nervioso.

JiMin se recostó del mueble, estirando la cabeza hacía atrás por el respaldo gris, con el cabello rubio desperdigado en el aire mientras aguardaba que el alfa le respondiera. No espero mucho, pero SeokJin no le respondió con un mensaje, él le llamo en su lugar.

-¿Por qué estás nervioso? -Habló, antes de que JiMin pudiera decir cualquier cosa. Un tinte genuinamente interesado en la voz.

-Por la entrevista, ¿y si no soy lo que están buscando?

-Lo eres, no creas lo contrario. -Hizo una pausa, el murmullo de hojas al otro lado. -¿Es solo eso?

-No. También está lo otro.

-Lo otro. -Recalcó, casi divertido. -¿Quieres que te acompañe? Podría quedarme afuera.

-Eso estaría bien, pero ¿no tienes algo que hacer hoy?

Hizo un ruidito pensativo. -No mucho, solo papeleo. Puedo estar allí a las doce, ¿funciona para ti?

-Por supuesto.

-Entonces te veré ahí más tarde.

JiMin apretó los labios, estrechando los ojos ante el sonido de hojas de nuevo. -Ajám. ¿Estás trabajando ahora?

-Sí. Mi secretaria envío algunas cosas que necesitan ser revisadas hoy y solo por mí, estoy despierto desde las cinco haciendo esto.

-¿Te levantas ahora a las cinco de la mañana a trabajar?

El alfa soltó una risita. -No desde las cinco. Sube esa oferta.

-¿Umh? -JiMin jadeó. -¿Trabajas desde las cuatro?

-Sí. -Se rió. -Ah, tampoco es desde ahora.

JiMin frunció las cejas, convencido de que cuando se veían el alfa no se levantaba tan temprano, pero solo necesitó volver a pensar en eso y eso, le dio la respuesta. Kim SeokJin trabajaba menos cuando se veían. Sin él, SeokJin no duerme tarde y no tiene que hacer nada más que trabajar y JiMin no estuvo seguro, al pensarlo, de que fuera algo bueno, incluso si Corea del sur se destacaba por su trabajadora población; pensaba que el alfa debería poder hacer alguna otra cosa, cualquiera, que no se basara en trabajo en sus "tiempos libres", si se le podía llamar así teniendo el cuenta todo lo que tenía que hacer en ellos.

Suspiró, casi divertido por la idea que le cruzó la cabeza. JiMin gimió, alto, justo en el oído de SeokJin y supo que lo había escuchado con claridad cuando gruñó en respuesta.

-Vale, nunca haces nada divertido. -Dijo, mordiéndose los labios para no reír.

Escucho al alfa acomodarse en, lo que supuso, era una silla.

-Podemos hacer algo divertido ahora.

-¿Sí? -Gimoteó en una falsa queja. -Estás trabajando, así que no lo creo.

-Vaya Omega atrevido. ¿Estás intentando provocarme por algo que no puedo hacer?

-Oh, claro que no. ¿Cómo puedes pensar eso de mí?

SeokJin se rió bajo, ronco. -Bueno, entonces no te molestara que reclame lo que me estás ofreciendo.

-¿Y eso que sería?

-Lo sabes. -Murmuró, con una sonrisa en la voz. -¿Por qué mejor no dejas de hablar y me escuchas?

-¿Me va a gustar?

-Te va a encantar.

-Si es así, puedo hacerlo. -JiMin se humedeció los labios. -Adelante.

SeokJin guardo silencio un largo instante, con el rumor de hojas al otro lado volviéndose demasiado tenue hasta que desapareció. El alfa se aclaró la garganta con un deje sensual y chasqueó la lengua.

-Dulzura, abre las piernas.

JiMin no se resistió, dejo que la voz alfa le pusiera los vellos de punta y le lamiera fantasmalmente la espalda en una caricia cariñosa y lenta mientras obedecía, poniéndose una mano en la rodilla para separar una pierna de la otra. Su Omega ronroneo en las profundidades de sí mismo y le permitió a su animal deleitarse con la orden, el éxtasis de la suavidad que trajo consigo cada palabra, letra por letra de puro placer que se arrastró por sus articulaciones y JiMin no sabía si alguna vez había parado a pensar realmente esa sensación, la sensación de frenesí que le aceleraba la respiración al mismo tiempo que se humedecía, con el pantalón que le apretaba de repente. La cabeza le quedó en blanco, abandonado a la necesidad salvaje de escuchar la siguiente orden, estar preparado para ella y cumplirla. Esto era solo instinto bruto, básico y primitivo, un instinto que estaba en todas partes, a cada momento, diciéndole que hacer, cómo comportarse y, si JiMin fuera algún otro Omega, se retorcería de miedo, resistiéndose a todo ese conjunto de emociones que le obligaban a bajar la cabeza, actuar en contra de su voluntad y escuchar.

Pero JiMin era JiMin y la sensación era malditamente excitante, maravillosa.

Deliciosa.

Sí, definitivamente así describiría lo que siente cuando la voz alfa le es dirigida.

-¿Por qué no deshacernos del pantalón? -Preguntó. El Omega gimió. -Bajalo despacio, como si yo estuviera mirándote.

Su mano se deslizó por su cuerpo, sacando el botón de su pantalón del ojal con dedos temblorosos antes de ir a la cremallera, respirando duro contra el celular cuando la descendió; imaginando los ojos zafiros del alfa tras sus párpados cerrados, dejo escapar un suspiro y su corazón golpeteo contra su pecho, los latidos tronándole en los oídos. Su polla, naturalmente mucho más que pequeña que la de un alfa, se pegaba con fuerza contra su ropa interior, el contorno delineado sobre la tela azul claro.

Si pudiera ver sus ojos se daría cuenta de que estaban casi del mismo color, a excepción del toque eléctrico, como fuego brillante y líquido que corría por sus pupilas debido a su animal loco y revuelto, aullando descontrolado.

-Así, bebé. -El alfa gruñó. -Te gusta complacerme, ¿verdad?

-Sí, alfa.

SeokJin dejo escapar un aliento extasiado. -¿Cómo es tu ropa interior, amor?

-Es suave, azul y me deja desnudo el hueso de la cadera. ¿Quieres tocar?

-Sí, cariño. Por supuesto que quiero. -El sonido de su saliva al humedecerse los labios sonó con ahínco en los sentidos hipersensibles del Omega. -¿Ves tu polla dura?

JiMin abrió los ojos brillando en azul y miro por la abertura de su pantalón, notando la erección bajo su ropa. -Uh, sí.

-Perfecto. -Alabó. El Omega de JiMin saltó, deleitándose en el cumplido. -Ahora, precioso, desliza la mano por debajo de tu ropa y roza tus dedos en la piel. -JiMin lo hizo, acariciándose la parte baja del vientre con las puntas de los dedos hasta descender al triángulo de carne que guiaba a su caliente miembro, cuando iba a tocar su dura polla, SeokJin se rió para llamar su atención. -No, no. No toques ahí.

-¿Por qué? -Quejumbró, casi un ruego.

-Porque no. -Simplemente dijo, rotundidad en su voz. JiMin hizo un puchero. -¿Qué? ¿Quieres que te toque?

-Esta de más que lo preguntes, alfa. Yo siempre quiero que me toques.

-Eso está bien. Está muy bien, buen chico. ¿Por qué no te doy un regalo por eso?

-¡Sí, sí!

Él se rió. -Vale, tócate un poco para mí. -El sonido de su cremallera llegó del otro lado y chirrió en sus oídos. -Enfila ese bonito culo y juega con él.

JiMin tragó, deslizó la cama que venía integrada al sofá y se acostó de lado, con el celular presionado entre el suave colchón y su cabeza; bajo con una mano el pantalón y estiró el trasero en la cama, dejando huir su mano por debajo de la ropa interior. Gimió al sentir la humedad de su lubricante natural escurriendo y desfiló su dedo por el borde de su culo, jadeando con fuerza al apresurarse su respiración y notar la de SeokJin agitada a través del celular.

-¿En qué piensas? -SeokJin ronroneó. -Dime.

JiMin soltó una graciosa maldición, introduciendo un dedo en su agujero, mientras la imagen de SeokJin cruzaba su cabeza: desnudo, duro, con los ojos nublados de placer.

-En ti. Solo en ti.

SeokJin gruñó y el chapoteo resonó desde ambos lados como una sinfonía morbosa que resultaba ardiente de una forma en la que JiMin se complacía de que fuera. Representando su placer, el delicioso deseo que hacía un recorrido por sus venas a una velocidad vertiginosa. El fuego que se extendía, contento, encendiendo cada pequeño músculo de su cuerpo al arquearse, agregando otro dedo para tratar de calmar el vacío en su agujero que rogaba ser llenado con algo, algo grande, salvaje... Algo que solo SeokJin podía darle en ese momento de desesperación, cuando toda la sexualidad que, antes estaba reprimida y que se libero despacio durante todo este tiempo, se sentía más fuerte, ahnelando, gimoteando por la necesidad primitiva que debía ser cumplida; pero no cumplida por cualquiera, debía ser saciada únicamente por su alfa.

Jodidamente mal que pensara así de alguien que aún no era suyo, sin embargo, era malditamente excitante y JiMin no iba a prohibirle a su Omega que se ilusionara con ello, cuando su parte humana ya lo estaba.

-Mete otro. -JiMin gimió, introduciendo otro dedo en su interior, golpeando con ellos dentro.

Tan jodidamente poco, pero tan satisfactoriamente alentado por quien necesitaba que al rozar con la suficiente energía dentro de sí mismo, el clímax lo alcanzó brutalmente rápido con un orgasmo descomunal, una cosa exquisita que logró que le ardiera el vientre con el frenesí de la pasión recién liberada. Babeó sobre el colchón, incapaz de soltar otra cosa que un gimoteo mientras escuchaba al alfa jadear, perdiendo la respiración cuando, supuso, consiguió el mismo estado de éxtasis que el suyo poco después.

Guardo silencio, acomodándose de espaldas y plantando los pies en la cama, intentando que el aire fuera eficiente en la salida y entrada a sus pulmones, con un calor tremendo que le empapaba la piel en sudor, pegándose los desperdigados mechones rubios de cabello a su frente inevitablemente.

Tragó, forzando a su garganta seca a funcionar con un carraspeo.

-Eso fue intenso. -Dijo. SeokJin se rió sin aliento. -Y ahora tendré que cambiarme de ropa.

-Pero has gastado algo del tiempo libre que tenías y de una forma que valió la pena.

-Sí, eso creo. -Suspiró, alzando la muñeca para ver el pequeño reloj en ella.

Una vez que confirmó que aún era temprano, no se esforzó en levantarse, permaneciendo en el colchón del sofá mientras SeokJin le hablaba sobre cualquier cosa, internándose en una conversación a la que no sabía cómo habían llegado sobre sus abuelos, relatando historias sobre ellos y no evitando los comentarios que se remontaban al papel que tomaron en sus vidas. JiMin recordó, a lo largo del parafraseo, que no conoció realmente a su abuelo, teniendo en cuenta que el hombre murió cuando tenía dos años y no era capaz de recordar absolutamente nada de esa época. Así que, cuando el alfa hablo sobre el suyo y su afición por la madera, se permitió recrearse en el «quizás si...» que siempre había evitado conscientemente, pues no estaba dispuesto a imaginarse lo bonito que habría sido vivir su primer amor con sus padres, su primera decepción, ¡la primera medalla que ganó en gimnasia! Cuando simplemente sabía que ellos no estaban y eso no pasaría nunca, convirtiéndose la ilusión en una espinita de rosa que se clavaría como cientos de otras en su corazón. Aún así, esta vez lo hizo y le gustó el resultado, a pesar de las lágrimas traicioneras que se acumularon en sus ojos, pujando por salir.

Tiempo después, al sentir el dolor creándose en su espalda, miró de nuevo su reloj de pulsera, convencido de que no podrían haber pasado más de una hora.

Gran error.

Se atragantó y se sintió desfallecer con la hora, los números soberbios que se burlaban de él en una situación como esa, cuando aún sentía extrañamente las piernas débiles y le latía el culo, por no caminar y activarse luego de su orgasmo. Trató levantarse, soltando una grosería cuando le tomo tres torpes intentos ponerse de pie y apoyarse de las paredes para llegar a su habitación sin caerse.

SeokJin calló lo que estaba diciendo e hizo un ruidito confundido con el escándalo que estaba haciendo. -¿Qué sucede?

-¡Son las diez y media!

El alfa hizo un ruido que podría interpretarse como: «Mierda, eso es un problema», que JiMin acogió con un gemido quejumbroso, apresurándose a su armario para escoger algo más que fuera decente para su entrevista, pero que halló lo suficientemente rápido para no llegar tarde. Soltó una risita nerviosa y regaló una despedida presurosa a SeokJin que incluía un beso que no obtuvo respuesta cuando corto antes de que el otro hablara, cambiándose en cortos minutos que lo estaban poniendo de ansioso por su velocidad.

Guardo el celular en el bolsillo de su pantalón y se puso los zapatos, andando hasta la puerta de su apartamento con largas zancadas. Una vez que tuvo las llaves en la mano, abrió la puerta y trato de ser lo más rápido posible para alcanzar la cita con la doctora SunMi.

El camino se difumina entre el rápido andar y el autobús que tomo. Sin embargo, el suspiro de alivio que salió de su boca al ingresar a la clínica y alcanzar la oficina correspondiente con cinco minutos restantes fue glorioso.

-Hola, mi nombre es Park JiMin. -Dijo y tranquilizó su respiración, mirando a la enfermera tras el escritorio asentir. -Tengo una cita a las once con la doctora SunMi.

-Perfecto. -Ella tecleó en el computador antes de volver a mirarlo. Estiró una mano hacia unas sillas que, en su estado, JiMin anhelaba más que nada. -Lo atenderá en unos minutos, puede sentarse.

-Gracias.

El Omega se sentó, disfrutando de la incomodidad de una silla de acero empotrada a la pared y, quizás si no hubiese estado tan cansado, abría emitido una queja por esa misma incomodidad; pero este no era el momento, este era el endemoniado momento en que descansaba de la desgraciada y presurosa carrera que había tenido que hacer. Suspiró, feliz con su pensamiento mientras miraba por la pequeña clínica que, aunque no era una realmente una clínica sino un edificio en el que se congregaban las oficinas de todos los que la ciudad consideraba «médicos-no médicos» de las cercanías (nutricionistas, dentistas, psicólogos y sexólogos), tenía una afluencia de público bastante congestionada para ni siquiera ser mediodía.

-¿Park JiMin? -JiMin miró hacia donde provino la voz. La doctora SunMi le sonrió. -Ven pasa, lamento haberte hecho esperar.

JiMin sonrió, se levantó y anduvo hasta la alfa, adentrándose en la oficina cuando ella le hizo un gesto suave en invitación. La estancia era un cuarto con las paredes pintadas de un color melón que le atribuía la esperada calma que la tonalidad entre naranja, rosa y blanco tenía intención de demostrar; JiMin concluyó, que era un color ideal para un espacio donde se hablaría de los problemas, por la sensación de tranquilidad y el aire de confort que el color le regalaba a la habitación sin esfuerzo, simplemente estando ahí. Recordó la clase sobre colores con el estirado, pero apasionado, Señor Choi que, dedicando toda una clase a este color, había sido explícito al referirse a la alegría con la que estaba estrechamente relacionada, además de aclarar su maravillosa forma de influir en la entereza de una persona de manera benigna, convirtiendo al color en un refugio donde las malas energías y los conflictos quedaban invalidados.

Sorprendentemente, se sintió identificado con el color, porque, luego de su loca confesión a SeokJin, que le había revuelto la cabeza por tanto tiempo, no se había dado cuenta de que su interior estaba realmente tranquilo. Su lobo echado en una esquina, lamiéndose las patas con satisfacción. Su cabeza despejada por la nada ansiosa a la que había querido darle vueltas aunque fuera imposible.

Y tal vez, solo tal vez, la ansiedad se la provocaba el mismo: dudando, martirizándose con el hecho de que esto no podía estar saliéndole bien a menos que algo saliera mal después.

Definitivamente, era hora de detenerse. Basta de alterarse por nada, por pensar que la nada es un presagio de que todo lo que hay se le vendrá encima, con consecuencias colosales que no podrá controlar. Era, verdaderamente, un momento para sentirse feliz, pues si cuando el alfa que te gustaba correspondía tu confesión con un abrazo y un beso y eso no te hacia feliz por lo menos un pequeño instante, solo un segundo de tu vida, no sabía que podría hacerlo feliz entonces.

¿Por qué no disfrutar de tener lo que por mucho tiempo pensó que no tendría? «Solo disfrutar», pensó y se dio cuenta de que eso sonaba mejor.

Sonaba glorioso.

Ensanchó la sonrisa en su boca, decidido a ser, una y otra vez, color melón. Un color que contribuía con la estabilidad emocional de quien lo integre a su día a día. Un color que se destaca entre los más reconocidos de la cultura positivista, aportando frescura y juventud aún en los momentos más complicados de la vida. El color melón era capaz de atribuir una sensación tranquilizante ante situaciones de decepción y dolor, así he pensándolo intensamente y completamente despierto, se preguntó: ¿por qué no ser de esa manera para sí mismo? ¿por qué no regalarse la vitalidad y energía que necesitaba sin importar nada más?

Sí, había tomado una decisión.

Absolutamente, el melón era su jodido color y lo haría sentir orgulloso.

Desgraciadamente, aunque JiMin no lo recuerde, el profesor Choi dijo algo más sobre el color melón, que quizás sería su peor error no saber: "Este color es bastante asociado al ámbito de la religión en muchas culturas; en la asiática es de los más prominentes, destacando en el confucianismo como el color que simboliza la transformación y el balance ideal que existe entre la perfección en conjunto con el poder. Sin embargo, como futuros psicólogos, deben tener en cuenta que, a pesar de las múltiples buenas sensaciones que pueda transmitir cualquier cosa, no pueden dejarse engañar y obviar aquellos aspectos negativos. El color melón, por ejemplo, destaca desafortunadamente por su facilidad para producir nerviosismo y agitación en el momento en que se usa de manera excesiva. Además, representa por lo general situaciones peligrosas.

»Aunque muchos podrían considerarlo una cualidad favorable, este color se caracteriza por provocar sensaciones fuertes, las cuales no pueden ser controladas de igual manera en todos los individuos."

▪▫❤▫▪
¡Felices fiestas!

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