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32: Tres citas y tres reglas (Parte 2)

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Advertencia: Este capítulo contiene spoilers de la película «Geminis», de Will Smith. Si no la han visto, leer bajo su propia responsabilidad.

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[E L E G I D O]

Solo usaría una palabra para describir lo que estaba pasando ahora.

Fatal.

JiMin miró la casa donde había crecido, fijándose en el tapiz floral que su abuela insistía en cambiar cada año y la pequeña lámpara de pared que alumbraba parte del comedor. Recorrió con los ojos después la mueca divertida y completamente feliz de su tío TaeHyung y los ojos enojados y la boca fruncida de su tío YoonGi; antes de ir a su tío JungKook que, incómodo, trataba de encogerse en su asiento. Su abuela no estaba mejor, revolviendo con los palillos lo que había en su plato, pero al alzar los ojos a SeokJin, se dio cuenta de lo rígido de sus hombros y los labios apretados y se percató de lo mal que estaba todo.

Era una inesperada reunión familiar y, aunque siempre todos en su familia se habían llevado bien y las reuniones eran bonitas y agradables, esta de bonita y agradable no tenía rastros.

El Omega recordó lo que sintió y lo que planeó hacer este día al despertar y definitivamente, esto no se parecía en nada. No esperaba tener que interrumpir su cita con SeokJin y tener que venir a casa de su abuela por una llamada desafortunada, no esperaba que el ambiente se sintiera tan tóxico, cargado de tensión e incomodidad.

Sin embargo, así sucedió. No había razones para esto.

Al tratar de ir aún más lejos en sus recuerdos, todavía no comprendió como logró llegar aquí, cuando solo había imágenes de haberse levantado de su cama, irse a la ducha y hacer lo que se supone que hace todas las mañanas, las manos temblando por la cita que aún no podía asumir, incluso cuando él mismo la había planeado.

Sin embargo, esos nervios estaban bien, porque se sentían malditamente geniales para la ocasión. Una ocasión en la que iba a verse con el alfa del que se estaba enamorando, donde iban a dejar atrás lo que sea que los separó antes y solo iban a ser ellos dos. Solos. Juntos.

Y JiMin se permitió entusiasmarse poquito por ello. Un poquito que creció con el pasar de las horas, que creció cuando se puso lo mejor en su armario y se acomodó el cabello frente al espejo hasta que dio la fantasiosa sensación de que brillaba. Ese poquito creció hasta convertirse en mucho, antes de que se diera cuenta realmente y, de un momento a otro, se había tirado en el sofá de un golpe, sin importar arrugar la ropa de marca que Kim SoYeon le había regalado después de ir al centro comercial. La Omega había cumplido su promesa de comprarle muchas cosas, aún si JiMin hubiese preferido ahorrarle la molestia. De todos modos, ya no podía hacer algo por ello, así que simplemente se puso lo primero de lo que sus ojos no pudieron despegarse y se tardo tanto en acomodarlo para solo dejarse caer de un instante a otro.

Volvió a estar frustrado y ansioso. Por un lado, la frustración venía con la realidad de lo que iba a hacer, de lo que quería probar y mejorar en sí mismo; mientras que la ansiedad se destacaba por una nada misteriosa y callada que estaba por volverlo loco otro poco. Más de lo que ya estaba, por qué, ¿Cómo era posible que existieran esas contracciones en su mente de no estarlo? Su embotada cabeza se debatía entre la avalancha aterradora de pensamientos que estaban pujando por invadirlo y una nada que empujaba para evitarlos, lo suficientemente poco como para que persistiera como una amenaza que le secó la boca de una mala manera. No como lo haría SeokJin.

«SeokJin

Suspiró, soltando el aire que no se había dado cuenta que estaba reteniendo. ¿Qué se supone que estaba pensando? JiMin se preguntó, relajándose ante el pensamiento de la persona con la que iba a verse. Kim SeokJin no era un extraño, alguien que le desagradara o una de esas personas que le diría a los demás lo que sea que hicieran en su intimidad. También se dio cuenta, no mucho después, de que la palabra era rara de una manera en que no debería serlo. Intimidad, se repitió como una canción de nunca acabar por un segundo más antes de desaparecer tan rápido como había llegado a estancarse ahí, sembrando una duda pequeña, minúscula.

Pero que ya estaba plantada.

Era una duda absurda que, si bien era imposible, resultaba horrible solo pensarla y le provocaba un nudo en el estómago que se apretaba involuntariamente.

¿Podía confiar en lo que sentía?

JiMin sacudió la cabeza, pensando que era estúpido y sin sentido, lamentablemente sin importar lo fugaz que fue la idea, notó todo lo que se formó por ella. A partir de los nervios que seguían haciendo estragos desagradables, de repente su Omega gimió en sus profundidades imaginarias, bajando las orejas y juntando las patas. Inevitablemente, olió la habitación cuando su propio aroma se esparció con una oleada arrasadora de canela con el indiscutible toque de tristeza y JiMin se puso una mano en el pecho, sobándose sobre donde debería estar su corazón.

Por todos los cielos, su Omega estaba tratando de llamar a SeokJin para demostrarle cuando lo quería. ¿Qué tan jodidamente mal estaba eso? Porque estaba completamente seguro que era tan malo como un tsunami en una ciudad costera, pero no quería asumir lo endemoniadamente malo que era realmente.

Vamos, no volvería a desconfiar. Había prometido ser lo que quería, avanzar con eso y para ello, era necesario que confiara en sí mismo. Ahora. No había mañana que valiera. Desde ese exacto momento, tomaría sus decisiones sin vacilar y manejaría su vida sin arrepentimientos de una vez por todas.

Ni una jodida más dudas inútiles, más contradicciones de lo que pensó un día con lo que pensaba ahora. No podía seguir siendo tan indeciso y estaba dispuesto a dejarlo ir.

Respiro al fin; respiro de verdad.

La habitación abandonó el aroma a tristeza y comenzó a oler como siempre lo hacía: una mezcla de la esencia ligera de sus feromonas que marcaba el sitio como su territorio y un olor a manzanilla, que provenía de una vela aromática que había puesto en la mesa de centro dentro de un elegante frasco de cristal de un tono azul celeste.

Se levantó con calma y se arregló las invisibles arrugas que la caída pudo haber provocado, luego sacudió suavemente su ropa y anduvo a las ventanas, abriéndolas de par en par para eliminar los últimos rastros de la emoción de hace un rato. Su apartamento de dos habitaciones con baño incluido no era tan elegante como la mansión de SeokJin, sin embargo estaba orgulloso de sus paredes perfectamente cuidadas recubiertas de un tapiz en una gama de colores entre caramelo en los dos únicos cuartos, verde en la cocina y el salón y un rosa perla que había usado para los baños. Aunado a eso el suelo de cemento que había cubierto con una alfombra blanca sin gracia, los detalles en el salón como el sofá cama gris en el medio y frente a una coqueta mesita de café, con una lámpara de pie de color negro al lado; además de eso, estaban la barra blanca con taburetes de madera y la cocina que, separadas del salón por un sencillo escalón, complementaban el lugar, junto con unas cuantas fotos familiares y algunos cuadros acomodados sobre las paredes de todo el lugar, que hacían un ambiente muy decente y cómodo.

Miro el reloj en una de las paredes de la cocina y se encogió finalmente relajado de hombros, yendo a su habitación por su celular. Sin nada más que hacer, reviso sus mensajes y algunas aplicaciones antes fruncir el ceño, sin recordar cuando había llamado a su familia por última vez. A su tío TaeHyung y su tío YoonGi los había llamado no hace mucho, según reviso en su historial de llamadas, al teléfono de casa de su abuela había llamado hace tres días, pero a su tío JungKook lo había llamado por última vez hace cuatro meses. Iba a alertarse por eso, más recordó la cantidad de veces que se habían visto durante esas semanas, tan frecuente que no habían sido necesarias llamadas, por lo que no se preocupó.

Lo que estaba debajo del nombre de su tío, en cambio, casi lo hace.

Lisa
Cuatro llamadas perdidas.

No recordaba haber pensado en Lisa en algún tiempo. Después de romper su amistad, no había recibido ninguna llamada de ella, incluso cuando le habían prohibido la entrada al centro comercial por formar un alboroto cuando se lo dijo. Definitivamente las cosas no habían terminado bien entre ellos de ninguna manera.

JiMin no miro atrás ese día, tampoco quería volver allí. Sin embargo, era una parte de su pasado que había contribuido a que se viera como lo que había logrado comprender no era.

«Quizás podría...-»

La puerta sonó.

Dejo el celular a un lado en la mesa cercana a su cama, se levantó y se pasó las manos por el pelo y la ropa antes de caminar hacia el salón directo a la puerta. Al abrir, se encontró con SeokJin detrás de ella, con una mano dentro del bolsillo del pantalón como acostumbraba y la otra en la pared anexa a la puerta, sobre su cabeza. En esa posición, JiMin podía ver sus ojos zafiros tan atrayentes como siempre y la curva de su boca como un placer que no podía alcanzar si estaba tan alto; el alfa pareció entenderlo, porque se rió y le dio un beso profundo, agachándose para que JiMin pudiera enroscar una mano en su cabello con suavidad, evitando despeinarlo.

Cuando se separaron, SeokJin se humedeció los labios, diciendo: —Hola, para ti también. —; mientras recorría con una mano la línea de su cintura y lo empujaba hacia atrás.

JiMin soltó una carcajada, coló la mano detrás de él y cerró la puerta.

—Hola. —Respondió sin aliento cuando el alfa le besó la comisura de la boca y el lado derecho de la garganta en algo pequeño, sencillos toques de labios húmedos. JiMin gimió. —Me gustan estos saludos.

SeokJin volvió a reírse, se alejó y el calor de su cuerpo quedó tenue en JiMin. El Omega sonrió, cruzo los brazos sobre el pecho y lo invito a sentarse en el sofá, sentándose a su lado.

—Hice algo para comer. —Sonrió. —También podemos ver una película.

—¿Tienes palomitas?*

—Sí.

SeokJin miró el salón un momento, después ladeo la cabeza. —¿Dónde esta tu TV?

—En mi habitación, me gusta verlo desde la cama. —Rió.

El alfa encarnó una ceja con interés y ladeo una sonrisa engreída. —Una película será. —Decidió. —Es perfecta. Una opción sin precedentes.

—Esta bien. —Rodó los ojos, divertido. —Creo que solo escuchar la opción “cama” te parecería sin precedentes.

—Lo has entendido mal.

JiMin entorno los ojos. —¿De verdad?

—Sí. —Afirmó. —Todo lo que sea una opción “cama” y “contigo” es sin precedentes.

El Omega guardo silencio y parpadeó, perplejo. ¿Qué se suponía que había sido eso? No sabía. No tenía idea, pero le sonaba ¿Romántico? ¿Adorable? Era difícil discernir si eso tenía la intención de ser sensual o alguna otra cosa por las expresiones de SeokJin, pues le seguían pareciendo palabras muy dulces, más su rostro era enmarcado por la sonrisa de siempre, los ojos calmados de siempre y la postura fina y elegante que había visto todos los días desde que lo conoció. Se sentía como él, sin embargo, al mismo tiempo, parecía no ser el mismo.

Era acertado decir que SeokJin estaba un tanto raro.

—¿Estás bien? —Preguntó, cauteloso.

SeokJin, que todavía lo miraba, frunció el ceño y asintió, paseó su mano por su cuello, también, delineando con su dedo la forma de su clavícula.

—¿Por qué?

JiMin sacudió la cabeza. —No, nada.

El alfa alzó una ceja mientras uno de sus dedos jugaba con la piel caliente de su cuello, deslizó con lentitud y rozo la manzana de Adán con un deje travieso y malévolo, duro, una tentación que se expresaba en un toque sencillo y que, antes de que el Omega pudiera acercarse y mimarse en él, desapareció; con la mano de SeokJin alejándose al mismo tiempo que una sonrisa apareció, curvando la sensual línea de los labios.

JiMin casi se quejó por ello.

Casi.

—Quiero ver una película, ¿Vamos?

Asintió, levantándose para ir hacia a la cocina por las palomitas, unas latas de Sprite que tenía en su nevera y algunos snack's que eran mejor que su tío jamás se enterara que tenía en una de las alacenas superiores, detrás de cajas de ese extraño cereal de ciruelas que le había hecho comprar y consumir tres veces a la semana, para reducir sus mantecosos panqueques, sopas de cualquier tipo o el arroz con los que se alimentaba en el desayuno. JiMin sonrió, consciente de que la cantidad de grasas y carbohidratos que tenían cada paquete de papitas picantes le darían a Park JungKook un infarto de solo verlos, sin contar cuántas veces y cuántas bolsas podía acabar un sábado por la noche, mientras veía cualquier serie televisiva disponible. Definitivamente, decirle era firmar su sentencia de muerte o, por lo menos, garantizar un boleto de castigo sin garantía que lo enviaría directo a su habitación de la infancia, con la tarea de reflexionar en lo que había hecho y una dieta bien equilibrada y segura para su salud en sus tres comidas durante su estancia.

Vamos, si su familia era así de exagerada con él, no quería ver como serían con el nuevo integrante que estaba por nacer.

Ensanchó la sonrisa en su boca, apretando todas las cosas contra su pecho y aprovechando para pensar en el único mes que faltaba para conocer al bebé de sus tíos mientras volvía al salón. Al regresar, notó que SeokJin lo estaba mirando con el fantasma de una sonrisa, la gabardina que había traído colgando del respaldo del sofá y una ardiente advertencia en sus ojos, y se halló concentrándose muy mal en eso. Un muy mal que resultaba muy bueno. Sobre todo, porque a este alfa lo había elegido de todas las maneras posibles. Lo había elegido por la confianza que le tenía, por los gestos, por sus palabras y por un conjunto de otras cosas que no podía diferenciar aunque quiso.

Por lo menos, no todavía; así que lo resumió todo en una sola razón: lo eligió, porque era SeokJin.

Simplemente SeokJin.

A pesar de que esta era la misma sensación que había tenido cuando su tío le pregunto que le gustaba de él, no tuvo que apagar nada ahora, porque quizás, el amor era así. De repente un día te despertabas y veías a alguien que comenzaba a gustarte sin razones, alguien de quien sabes que hay algo que te gusta, pero no tienes claro qué es, qué es lo que se supone que tiene que lo hace tan especial para ti, porque tiene errores, porque nadie es perfecto y es obvio que ese alguien no es la excepción y va a tener algo malo, más no importaba, solo importaba saber que era eso malo, para quererlo también. Como una prueba de fuego que, contra todo pronóstico, te mostraba si esa persona era tanto para ti como piensas, basándose en solo dos aspectos: si lo quieres, amas su defecto; si no lo quieres, intentas cambiarlo a la fuerza o piensas que es demasiado para manejar. Tal vez, se repitió, finalmente veía lo que era verdaderamente «gustar», «querer» y «amar». Sin que las emociones de otros o sus perspectivas, afectarán la suya. Cuando, finalmente, solo era él y su opinión. Nada más.

Y se sentía bien, tan bien, que se arrepintió de no haberse sentido así siempre. Se arrepintió, de dejarse llevar por los demás, de solo escuchar lo que ellos decían sobre él, cuando él también tenía algo que decir sobre sí mismo y valía más que la opinión de cualquiera.

Así que Park JiMin dejó atrás ese miedo de lo que podría lastimarlo, reavivó su convicción de hacer esto de conocerse y quererse e hinchó el pecho, orgulloso de quien era. Le lanzó, después, una mirada atrevida a SeokJin.

—¿Te vas a quedar ahí?

El alfa se rió. —Por supuesto que no, cariño. —SeokJin se levantó, tomó parte de lo que cargaba en las manos y señaló con la cabeza hacia alguna parte. —Guíame.

Lo hizo sin dudar, alzando la barbilla para mostrarle mejor su sonrisa antes de encaminarse hacia el pasillo, andando con seguridad todo el trayecto hasta su habitación. Abrió la puerta con la mano que SeokJin le había ayudado a dejar libre y se precipitó dentro, dejando lo que traía sobre la mesita de noche al lado de su cama, donde había abandonado su celular.

Tomo el control remoto y encendió la televisión, navegando por el menú de películas que se mostraban en la pantalla.

—¿Qué quieres ver? —SeokJin preguntó a sus espaldas, probablemente dejando las cosas sobre la cama.

—No lo sé. —Rió. —Hay un poco de todo y es muy tentador.

SeokJin deslizó los brazos por su cintura y lo empujó hacia atrás, pegándolo con fuerza de su cuerpo. Colocó la cabeza en su hombro y miro la pantalla con atención.

—¿Has visto esa? Es con Will Smith, también tiene buenas críticas.

—Dice que se llama Geminis. —JiMin asintió para sí mismo. —Veámosla.

Se acomodaron en la cama, acostados todo lo juntos que podían al trazar una brecha con los snack's entre ambos y JiMin apretó un botón en el control remoto, haciendo que la película comenzara. Media hora después, SeokJin le pasó un brazo sobre los hombros y comió otro puñado de lo que había en el tazón de palomitas, concentrado en el segundo Will Smith, versión mucho más joven, que había aparecido de nuevo.

—Por dios, mi padre tiene que ver esto. Adora el Príncipe del rap y aquí se ve tan joven como en esa época. —Comentó, divertidamente.

JiMin sonrió, no pudiendo evitar acotar: —Mira eso, que genial las escenas de acción. —; cuando una secuencia de imágenes que incluían llamas y muchos golpes pasó frente a sus ojos.

Sus verdaderos gritos y jadeos de asombro vinieron, sin embargo, al ver que se sumaba otra copia más de Will Smith, muchísimo más joven que la anterior.

—¡¿Qué rayos?! —El Omega jadeó. —Ese era casi un niño.

—Y ya está muerto. —SeokJin rió. —Salió super rápido, debo decir que no me lo esperaba.

—Ni yo. —Sacudió la cabeza, atónito. —No me imaginaba que iban a poner otro Will. ¿Qué pasa aquí? ¿Hay una fábrica llena de ellos?

—Los producen al mayor.**

Ambos se miraron un segundo y reventaron a carcajadas al siguiente, volviendo los ojos a la pantalla sin dejar de reír. Sinceramente, no deberían estar riéndose en una película de acción, pero no iban a mortificarse por ello; así que se acomodaron en sus sitios, permanecieron con la sonrisa boba en la boca y vieron lo que tenían que ver. Cuando la película terminó, tres horas, cuatro latas de Sprite, un tazón y dos paquetes de papitas picantes después, ambos estaban satisfechos, recostados el uno sobre el otro en una rara unión de piernas.

—Concuerdo con las críticas, ha sido fantástica.

SeokJin jugó con su pelo, enrollándose un mechón rubio en un dedo e hizo un ruidito que decía que pensaba lo mismo. —Vale, los efectos y el final fueron demasiado buenos, —Agregó. —y tuvo una historia distinta e interesante.

—Sigo traumatizado con el tercer clon.

—Yo también y creo que ese hombre estaba indudablemente loco para hacer algo así.

—Loco se le queda un poco corto. —JiMin disimulo una risita. SeokJin lo miró y se rió también. —No creo que exista siquiera una palabra para describirlo.

—Tienes razón, era extremadamente raro.

Guardaron silencio, entonces; un silencio que dejaba que la sensación de precipitación a algo se colara en la habitación con suavidad. Miraron los créditos y los pensamientos se convirtieron en nada más que una retahíla de ideas, una lluvia de ideas que desencadenó en un resultado ardiente rápidamente, el cuarto crepitando de pasión cuando SeokJin lo tomo en sus brazos, inclinándose hasta que su cálido aliento le golpeaba los labios en una acariciante brisa húmeda y cálida. JiMin lo miró a los ojos y paseo sus manos por el largo de sus fuertes hombros, al mismo tiempo que se perdía en su mirada tan azul y profunda como un mar.

No se necesitaron palabras luego de eso, no se necesito más que una mirada compartida y un silencio sensual para unir sus bocas en un ritmo elegante de labios flojos. El beso era perezoso, con todas las ganas que aunque estaban reprimidas aún no se atrevían a ir velozmente, porque dejarse llevar por ellas era culminar su deseo entre la desnudes y el sudor provocado por sus cuerpos unidos y todavía no era tiempo, no era oportuno que fuera tan pronto.

De todas maneras, la espera hacía que el placer incrementara, así que JiMin no se apuro cuando resbaló sus manos a la línea de botones de la camisa del alfa, desabrochando uno por uno lentamente. Seguían, aún así, besándose con el ardor de la pasión que los aplastaba contra el otro, metiendo las lenguas a un juego de nunca acabar al enredarse y separarse, o chuparse entre sí, sin importar el recorrido de sus manos ansiosas que, pobremente controladas, tocaban la piel que podían.

SeokJin gruñó, separándose de su boca para besar su cuello al ponerle las manos en el pecho y, poco después, JiMin sintió un mordisco salvaje simultáneo con el sonido lloroso de su camisa al romperse de un tirón. «Eso no debería gustarle», habría pensando esa misma mañana, pero ahora, tras una reflexión que lo había llevado a basarse solo en él y lo que sentía, pensó que era maravilloso, perfecto en una medida que, para él, era la correcta. Por esa razón, respondió como le dio la gana de responder, reducido a un gemido y sus dedos quitándole la camisa a SeokJin para poder sostener la punta de sus dedos en su espalda desnuda, piel caliente contra sus palmas. Se sintió aliviado de tocar su piel otra vez y se dio cuenta de que el corto tiempo que habían estado sin verse y sin tocarse le había contagiado una necesidad extraña de abrazarlo como si fuera suyo, como si jamás pudiera irse.

Recibió el sentimiento, porque estaba dispuesto a intentar que fuera así. Estaba dispuesto a abrirle los brazos a la posibilidad de amarlo y hacer que lo amara.

Había elegido tener a este alfa. Había elegido conquistarlo, amarlo sin límites y, de ese modo, si alguna vez se iba, no se arrepentiría de absolutamente nada. Porque tuvo lo que eligió y trabajo por tener.

Gimió de imprevisto cuando SeokJin le arrastró los pantalones un poco más hacia abajo y le besó el vientre que había desnudado para su disfrute, paseando el largo de su lengua en una lamida larga y animal.

—Me encanta cuando me besas ahí. —JiMin soltó, apretando su agarre en la espalda del alfa. SeokJin alzó los ojos a los suyos.

Tenía el cabello despeinado en un torbellino gracioso, la camisa desabotonada y por debajo de los codos, además de los labios brillantes de saliva y rojos por la fuerza de sus besos. Se veía salvaje y a JiMin le encantó; le encantó cada parte desde que se alzó sobre él, hasta que sus ojos se entrecerraron con lujuria.

¿Sí? —Preguntó, tan bajo como si fuera una confidencia, pero igual de cargado de voz alfa. —¿Te gusta?

—No, no me gusta. —Obligado, confesó. SeokJin ladeó la cabeza. —Me encanta.

Él dejó escapar una risita, se inclinó devuelta hacia abajo y lo miró mientras sacaba la lengua y tocaba con la punta la piel caliente de su vientre. Precipitó la cabeza aún más cerca con deje malvado, chupó un grumo de piel y mordió con brío.

JiMin babeó sobre su almohada. —Uh, eso se siente bien.

¿Cuánto? —Jadeó. —¿Cuán bien se siente?

—Mucho, sí, se siente muy bien.

El alfa gruñó, le separó las piernas y alzo la cabeza, recorriendo con su lengua desde el pasaje entre sus pectorales y su abdomen, hasta llegar a su ombligo. Él le observó, divertido cuando JiMin abrió los ojos de par en par ante lo que iba a hacer y fue rápido, descendiendo la boca y metiendo la lengua en su ombligo. El Omega se estremeció y se escapó de entre sus labios una exhalación temblorosa de deseo.

En ese mismo instante su celular sonó.

JiMin saltó y sintió el corazón latiendo en sus oídos por el susto. SeokJin, en cambio, siguió con su lengua en su ombligo, pero miró hacia la mesa con un tinte de sensualidad extraña. Retiró el húmedo músculo de su piel y carraspeó.

—Contesta.

JiMin parpadeó. —¿Por qué?

—Quiero hacer algo. —Dijo, encogiéndose de hombros. —Me gustaría probarlo.

—Vale. —Tartamudeó, genuinamente confundido y curioso. Tomo el celular de la mesa y miro impasible el número de su tío. —Es mi tío.

—¿Tu tío? —Frunció el ceño. —Bueno, intentaré no hacer mucho.

JiMin no supo a que se refería y lo ignoro, presionando el botón verde para contestar.

—¿Hola?

Su tío, Park JungKook, suspiró. —Hola, bebito. ¿Qué tal estás?

—Bien, haciendo algunas cosas en casa.

JiMin pegó un respingo, sobresaltado al sentir a SeokJin besar su cuello y sus manos huyendo a su cabello, jalándolo con fuerza.

—¡Uh! —Gimió. Luego se dio cuenta de que eso lo había escuchado su tío y se tapó la boca con la otra mano, apurándose a explicar a la persona al otro lado de la línea: —Me pegué, lo siento. No miré al suelo.

SeokJin le dio un vistazo divertido, volviendo a hundirse en su cuello antes de que pudiera evitarlo.

—¿Oh? —Preguntó. Soltó una risa sin gracia, bajita. —Esta bien, corazón, pero siéntate. Tengo algo que decirte.

Ese tono no le gusto y, SeokJin, que probablemente estaba escuchando por su cercanía, tampoco, porque se detuvo y se alejó.

Le miró con el ceño fruncido en preocupación.

JiMin se sentó, con un nudo en la garganta. —¿Qué paso?

—A ver, amor. No quiero que te preocupes, ¿Vale? Ya todo está bien. —JungKook suspiró. —Estamos con mamá en el hospital.

La sangre se le heló en las venas y si hubiese podido verse, JiMin sabría que se había puesto más blanco que el papel.

—¿Qué?

—Se sintió muy mal y se desmayó, no reaccionó hasta hace una hora. Los médicos dijeron que hay que esperar los exámenes para saber qué pasó. —Contó. —No necesitas venir, mi amor, en realidad te lo digo porque hemos dejado a TaeHyung-ssi en casa y estaba muy preocupado, pero la llamada va a buzón cuando intentamos llamarlo. YoonGi hyung está gestionando lo del hospital y yo no puedo dejar sola a mamá por indicaciones de la enfermera, también por si necesita algo. Pensamos que lo mejor era que te pasaras por allá si puedes y veas que todo esté bien.

—Claro, no tengo problema en ir. —Murmuró con la voz chiquita, levantándose de la cama.

JiMin corrió a su armario, sosteniendo el celular entre su hombro y su cabeza para mantenerlo en su sitio mientras rebuscaba por cualquier cosa en su armario. Ni siquiera miró lo que escogió, solo supo que lo estaba tirando sobre la cama un segundo y al siguiente momento luchaba consigo mismo para ponérselo, escuchando a su tío hablarle a medias sobre lo que había pasado. También, se dio cuenta demasiado tarde, que SeokJin se acercaba; él le retiró las manos y las reemplazo con las suyas, abrochándole la camisa que no había notado era de botones, cuando terminó, le besó la cabeza y se arregló la propia.

JiMin le agradeció en silencio.

—Está bien. Debería estar allí en unos veinte minutos. —Habló a su tío. El alfa respondió con un ruidito comprensivo.

—Vale, intenta calmarlo, ¿Si? Todo está bien.

Tragó, consciente de que esas palabras eran un arma de doble filo. Su tío quería que se calmara él y que calmara a TaeHyung. Exhaló una respiración profunda y destenso los hombros, asintiendo aún cuando JungKook no podía verlo, luego se despidió con palabras y guardo el teléfono en el bolsillo delantero de su pantalón, suspirando.

«Todo va a estar bien.» pensó, porque tenía que convencerse de eso.

Se giró a SeokJin y le otorgó una mirada con los ojos preocupados y los labios apretados en una línea fina y anormal.

—Tengo que ir.

—Te llevaré. —Habló. Su tono engañosamente suave no daba permiso a réplica.

No importaba, el Omega no tenía la fuerza para discutir. Además, era mejor si lo llevaba, así no tendría que comerse la cabeza mientras estaba solo, esperando el autobús. Así, iba a comerse la cabeza acompañado, en el auto de alguien en quien confiaba.

Mil veces mejor.

Asintió sin razón y fue a buscar sus llaves en el cuenco al lado de la puerta. Se puso los zapatos y se frotó los ojos al terminar, sintiendo un peso en la sien que lo tiraba hacia abajo inevitablemente, sin embargo, cuando creía que iba a caer, SeokJin lo sostuvo, tomándole la mano con una determinación que lo mantuvo de pie.

Ambos salieron del departamento, subieron al auto y viajaron en silencio hasta su casa de la infancia. Quizás o quizás no, se restregó las manos entre sí, con los nervios que intentaba apaciguar punzando por salir en una crisis de lágrimas y aún mayor cantidad de preocupación de la que ya sentía. Gracias a la Luna, consiguió relajarse lo suficiente para razonar y dejar la advertencia de crisis muy lejos.

Al fin la idea de que todo saldría bien había llegado a esa parte de sí que la necesitaba.

Lo decentemente pensante, guío a SeokJin por las calles, hasta que la visión de la bonita casa de puerta amarilla apareció delante de sus ojos. Estacionaron sin mucho esfuerzo y JiMin salió del auto con precaución, tragando de nuevo para asegurarse de que estaba en control de sus emociones y que no desprendía ningún olor demasiado fuerte que pudiera alterar a TaeHyung. A un mes del parto de su cachorro, eso no era lo ideal. De ninguna manera.

—¿Puedes quedarte aquí? —Le preguntó al alfa. SeokJin asintió, apacible. —Te dejaré entrar una vez que me acepte a mí, lo que será fácil porque tengo el aroma de su manada. Pero tú... No te dejara entrar, porque no te conoce, si no le aviso primero.

—¿Esta embarazado?

—Sí. Ya sabes, hormonas. —Esbozó una sonrisa floja. —Te avisaré.

—No te preocupes por mí, preocúpate por ti.

El Omega asintió.

Saco el par de pequeñas llaves que tenía en el bolsillo y que había recogido preparándose para salir; eran unas llaves comunes y corrientes, que sus tíos le habían dado cuando cumplió los diecisiete años, lo suficientemente grande como para tener sus copias de las llaves de la casa. Se acercó y abrió la primera puerta, empujándola para entrar y cerrándola a sus espaldas, luego camino el corto trecho que hacía de jardín delantero y tocó tres veces la segunda puerta, metiendo la llave en la cerradura cuando nadie abrió.

Barrió con la mirada la estancia, fijándose en las paredes decoradas con algunas fotos familiares que tenían una buena carga de años encima y entro, llenándose los pulmones del aroma de su manada, de su familia.

—¡En la cocina! —TaeHyung, de repente, gritó.

JiMin sonrió flojo todavía y fue hasta allí.

—Hola.

TaeHyung, con ocho meses de embarazo, estaba frente a la nevera, con un trozo de pan en la boca. El Omega mayor le devolvió el saludo con la mano, tragó lo que tenía en la boca y anduvo hasta apagar la cocina, donde una tetera desprendía olor a manzanilla.

—Me dijeron que no respondías tu celular.

TaeHyung hizo una mueca culpable con la boca. —Quería, de verdad, pero me vencieron las escaleras. No debí dejarme el celular en el cuarto y el local está temporalmente desconectado.

JiMin amplio la sonrisa. —¿Dilemas de embarazados?

—Ya. —Gimió, poniendo los ojos en blanco. —Cuando tengas tu primer cachorro me burlaré sin cansancio de ti. Ahora, solo me dirás cómo está tu abuela.

—Mis tíos dicen que bien, pero hay que esperar por los exámenes.

—¿Hablaste con YoonGi?

—No, me llamo el tío Kook.

—Vale. —Suspiró, caminando al comedor para sentarse en una de las sillas frente a la larga mesa. —Esperemos que todo salga bien, mi amor.

JiMin tomo asiento frente a su tío, diciendo: —La Luna quiera que sea así.

—Uh, cachorro, hueles raro. ¿Cómo a anís? También Alfa, definitivamente alfa.

—Oh, sí. ¿No te molestaría que entrara? Por el embarazo y eso.

El Omega abrió los ojos de par en par. —¿Esta afuera?

—Sí.

—¿De está casa?

—¿Eh? Sí.

—¡¿Ahora?!

—¡Dije que sí! —JiMin se encogió entre sus hombros. —Esta afuera de está casa, justo ahora.

—¿Y se puede saber qué hace aquí? Dios, Park JiMin vas a provocarme un infarto.

—Estábamos juntos. —Confesó, tartamudeando. TaeHyung alzó una perfecta ceja en su dirección con reproche. —Él me trajo.

El otro soltó una respiración profunda y se inclinó más hacia atrás en su silla. La barriga de ocho meses tocó ligeramente la mesa, momentos antes de que el Omega colocará una mano en ella, frunciendo el ceño por un instante, luego dejando sus facciones en paz.

—Bueno, no puedo ser descortés. —Murmuró en algo que parecía una falsa queja. —Dejalo entrar, te ha acompañado hasta aquí.

JiMin asintió, le dio un beso en la mejilla y se levantó. Escucho una risita que veía de TaeHyung detrás de él y comprendió que se estaba riendo de lo irónico que resultaba todo, sin embargo, restándole importancia, anduvo hacia ambas puertas y las abrió, observando a SeokJin con las manos dentro de los bolsillos del pantalón verde oscuro que traía puesto y los ojos en el suelo, que elevó al escuchar sus pasos.

—Ya podemos entrar los dos. Ven. —Pidió, extendiendo la mano en su dirección en un gesto inconsciente.

Si SeokJin lo considero raro, no lo dijo. Simplemente tomo su mano y entrelazó sus dedos, dejándose guiar dentro de la casa y hasta el comedor, donde JiMin sonrió pequeñito y se pasó una mano por el pelo frente a los observadores ojos de su muy embarazado tío.

Él sonrió.

—Él es Kim SeokJin-ssi, tío. —Presentó. —SeokJin-ssi, él es mi tío: Kim TaeHyung.

SeokJin se inclinó en una reverencia y cuando volvió a su posición inicial, TaeHyung se rió, recorriendo con sus ojos de arriba hacia abajo su cuerpo, antes de dirigirlos a JiMin con burla.

—Ahora lo entiendo. —Silbó. —Es sexy.

JiMin se sonrojo y observó el momento justo en que las cejas de SeokJin se dispararon hacia arriba en su frente por la sorpresa.

Desde ese momento debió saber que todo iría de mal en peor.

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.

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CONTINUARÁ.

Maratón 2/4.

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