31: Preámbulo
JiMin abrió los ojos y aún con la luz del sol golpeándole la cara y tan somnoliento como se sentía, se obligó a sentarse sobre la manta, empujando el brazo de SeokJin que estaba sobre su cintura a un lado.
Había creído que era un sueño, pero al despertar con la vista del mar frente a sus ojos y arena rodeándolos, no se podía convencer de ello por más que aquella parte cruel y despiadada de su cabeza lo deseara por razones que no comprendía.
Esto era real.
Realmente había pasado una noche romántica con SeokJin, en la que las manos se mantuvieron por encima de la ropa -en cierta manera. - y solo se besaron hasta el cansancio. ¿Qué tan cursi era eso? Porque JiMin sabía que era jodidamente cursi, pero no estaba seguro de en qué escala de cursi estaba hablando. ¿Aquella normal entre dos "amantes" o era un poco más la cursilería común en una pareja, quizás? No lo sabía, no tenía las más remota de idea de si esto significaba o no algo entre ellos. En ellos. Necesitaba saberlo, porque Park JiMin había decidido confiar en SeokJin lo más importante para él, le iba a permitir ver lo más sucio y secreto de su ser, y el alfa iba a enseñarle todos esos placeres que siempre se habían mantenido ocultos a sus ojos por el miedo gigantesco y horrible que había permanecido ahí, estancado en su revoltosa cabeza, durante demasiado tiempo. Tanto tiempo, que había distorsionado algunas visiones de lo que era su vida, de quien era. De lo que era. Así que necesitaba saber si había algún cambio en lo que se supone que sentían el uno por el otro, si esto que hay ahora mantiene la promesa que se hicieron anoche o se desvanecería debido a que parecen algo que no son. Rogaba que no, porque el Omega comenzaba a pensar que esto, esto que le gustaba y lo hacía alcanzar un éxtasis maravilloso, no podía ser tan enfermo. SeokJin lo había dicho una vez, ahora que lo recordaba; él había dejado claro que no era tan terrible tener un gusto así, le había dicho con su cara despreocupada y a punto de besarse apasionadamente que no podía ser el único que tuviera ese encanto por ser dominado.
¿No era el único, entonces? ¿De verdad, habían más personas que se sentían como él? Si era así, si verdaderamente existían omegas que compartieran el sentimiento, no tenía porque sentirse tan mal, tan errado. Incluso si eran unos pocos, incluso si eran dos o tres contándose a sí mismo, estaba bien. Estaba malditamente bien. ¿Pero si no? ¡Ni una jodida! Estaba bien también. Era un futuro psicólogo, tenía que tomar las riendas de su vida y comenzar a aceptar lo que era, comenzar a aceptar todo lo que lo convertía en Park JiMin. Claramente, era más fácil aplicar consejos psicológicos y todo eso en otras personas, además de que siempre había pensando en que la psicología era como el vudú: «nunca puedes utilizarlo en ti mismo»; pero por todos los cielos, si no usaba la psicología usaría sus veintitrés años de edad, toda la supuesta madurez que debería tener para afrontar sus problemas. No podía vivir toda su vida evitando esto, no podía hacer de nuevo como si no existiera y jamás pensar en ello porque le avergonzaba. ¿De qué se supone qué había qué avergonzarse? ¡Existían los pedófilos, los violadores! Nunca estaría al alcance de eso, de algo tan espantoso.
Él era diferente... No, no. No era diferente, él era peculiar.
JiMin sonrió ante el pensamiento y estiró los brazos, dejando que el suave viento que traía la marea por la mañana hiciera a las mangas sueltas de su camisa agitarse. Sacudió la cabeza y se miró los pies cubiertos por la manta de color cobalto, luego giró, casi divertido, a ver al alfa que, dormido, tenía el pelo oscuro cayéndose sobre sus ojos, la boca en un puchero y las facciones tranquilas. No era la primera vez que lo veía dormir, pero le gustaba mirarlo dormido, cuando sus pestañas caían y se asomaban a su pómulo con una gracia exquisita, su pecho subía y bajaba en un ritmo del que no era consciente cuando estaba despierto y la piel delicada de su cara se iluminaba de esa manera tan sutil con el más mínimo halo de luz mañanera. Incluso, después de mirarlo por tanto tiempo antes, podía saber cuándo estaba y cuando no, dormido; por eso se acostó y lo observó a los ojos cerrados, poniéndose las manos bajo la cabeza sobre uno de los cojines rosa salmón y disfrutó de lo que tenía ante sus ojos todo el permiso de mirar, sin dejar de sonreír. Diez minutos después, el gesto del alfa se frunció y JiMin supo que estaba despertando, más no se molestó en moverse de su sitio o apartar la mirada.
SeokJin frunció las cejas. —Vale, ¿me estás mirando? —Preguntó, una nota de diversión en la voz baja, ronca. Definitivamente afectada por el sueño.
—No. —Mintió. SeokJin abrió los ojos.
—Vaya que no. ¿Cuánto llevas despierto?
JiMin hizo un ruidito pensativo. —Ni idea. ¿Veinte minutos? Algo así.
—¿Llevas veinte minutos mirándome? —SeokJin cuestionó, encarnando una ceja con una sonrisa encantadora. —Cariño, sé que soy perfecto. Mundialmente hermoso es mi apodo, pero ten un poco de recato.
JiMin se rió, una carcajada fuerte y estrepitosa. Se limpió una imaginaria lágrima de la mejilla y se acarició el estómago, volviéndose al otro con unos ojos burlones.
—Humildad debe ser tu segundo nombre. —Dijo, riéndose.
SeokJin se encogió de hombros y se alzó sobre un brazo, resbalándolo debajo suyo con el otro. El alfa se humedeció los labios y le dio un beso descuidado, paseando la lengua por su boca antes separarse un segundo después.
—Buenos días. —Habló suavemente. JiMin ladeo la cabeza en el cojín, deslizando las manos por sus hombros.
—Buenos días. ¿Dormiste bien?
SeokJin se rió.
—Tengo arena en el pelo y la ropa se siente incómodamente rígida, pero digamos que simplemente es perfecto como un pequeño precio a pagar por una noche tan estupenda.
—Uh, tu forma de dar las "gracias" es muy particular.
—Te acostumbrarás.
¿Lo haría?
Porque JiMin podía acostumbrarse a que hablara de ese modo. Sin embargo, no sabía si era capaz de hacerlo con la manera en la que el alfa aceleraba su corazón con eso. «Estúpido corazón.» pensó ridículamente, regañándose por la sencilla razón de que esto traía demasiadas ilusiones y quería seguir con ellas, porque el palpitar frenético de su corazón y el sentimiento apabullante que lo inundaba se sentían malditamente bien. ¡Era tan jodidamente bueno que apartarse de ello resultaba imposible!
—JiMin. —Llamó. El Omega se obligó a alejarse de los pensamientos torrenciales en su loca cabeza y le dio su atención. —Te pregunté si querías ir a desayunar. —Recordó, alzando una presumida ceja.
JiMin carraspeó. —Estaría bien. —Tartamudeó. —¿Qué hora es?
El alfa observó alrededor por algo, después se arrastró por encima suyo hasta su saco, busco en los bolsillos y atrapó su reloj de muñeca, haciendo una mueca mientras lo miraba.
—Las once.
—¿Tan tarde?
—Aparentemente. —Sonrió. —Me acabo de dar cuenta de que mi ropa está arrugada y tú no estás mejor, —Paseó el mar turbulento que eran sus ojos por su camisa desabrochada, poniendo un dedo en uno de sus pezones. —¿Qué hacemos? Podemos ir como vagabundos por ahí, si eso prefieres.
—Ajám. Eres un pobre vagabundo en un traje con etiqueta de Dolce & Gabanna.
—Soy una pobre alma en desgracia. —Gimió falsamente, apretando el pezón entre sus dedos. —Debería estar vistiendo Armani, ¡Pero mírame! Usando Dolce & Gabbana. La mediocre Dolce & Gabbana.
JiMin soltó una carcajada que murió tan rápido como el alfa se acercó y mordisqueó la piel de su clavícula, hacia el centro del cuello. Su lengua fue sensual y traviesa cuando bordeó por su pectoral derecho y metió el mismo pezón con el que estaba jugando en su boca caliente, rozándole con los dientes en un ritmo suave, casi perezoso que culminaba con la punta húmeda de su lengua dando una lamida cortita, lenta. JiMin gimió, metió una mano en su pelo y se retorció cuando volvió a morder, apretando poco los dientes en su carne deseosa. Era delicioso. Una buena manera de despertar con todos los pequeños detalles pensados: el mar tranquilo que traía un olor salino en el viento, la arena amarilla y brillante bajo los rayos del sol y ese mismo sol, cálido y acogedor después de una noche levemente fría; aunque quizás, JiMin se dio cuenta, no estaba realmente todo pensado cuando Jeon SoMin, su guía, carraspeó con las mejillas sonrojadas, probablemente avergonzada por interrumpir.
JiMin casi muere de la pena, pero por su parte, SeokJin solo le sonrió, dio un beso en la punta de su nariz y se separó, levantando su saco al mismo tiempo que lo hacía él, desbordando elegancia y confianza en cada paso. El Omega lo observó, tragando ante la visión de su cuerpo grande y sensual a lo lejos, sacudió la cabeza con fuerza y retomo un poco de cordura, elevándose en sus brazos un instante y levantándose del suelo al siguiente, luego se enfocó en abrocharse la camisa y sonreírle a la bonita Omega que miraba rígidamente hacia otro lado.
—Lamento... Eso. —Tragó. SoMin alzó los ojos a los suyos. —Estábamos por irnos.
—No hay problema. —Murmuró. —Siento haber interrumpido, simplemente venía para la foto.
Oh, casi lo había olvidado. Cuando contrato los servicios de Moment's for you, lo que firmó incluía una sesión de fotos para el recuerdo a la que no le tomo mucha importancia. Podía escoger entre una sesión de día o de noche y, lejano a que se encontrarían en esta situación, había elegido de día por lo bien que las luces iluminarían la playa. Ahora no parecía tan buena idea, cuando tenían la ropa horrible y el cabello enredado.
No, no parecía una buena idea en absoluto.
—Uh. —Quejumbró. —No creo que sea el mejor momento.
—¿Por qué no? —SeokJin preguntó.
JiMin lo miró con una mueca, señalándole la ropa con un dedo.
El alfa sonrió. —Podemos tomarla así, de ese modo recordamos esta loca aventura.
El Omega suspiró profundamente, poco convencido; después asintió y trato de acomodarse el cabello con las manos, apuntando por algo mínimamente decente que, aunque no logro, por lo menos le dejó la sensación de haber hecho lo mejor posible. SeokJin no parecía tan afectado, por lo que solo se pasó una mano por el pelo y se arremangó la camisa antes de tomar el saco y lanzarlo sobre su hombro con soltura, casi divertido mientras con la otra mano lo jalaba y le rodeaba sus hombros con el brazo, sus espaldas encarando el mar.
SoMin preparo la pequeña cámara colgada de su cuello y apunto en su dirección. Ellos sonrieron y ella presionó el botón del aparato, capturando el momento en imágenes sencillas, divertidas y significativas en cuatro diferentes poses, una de ellas cuando SeokJin le besaba la frente y JiMin le devolvía el beso en la barbilla. Al separarse, la guía les dijo que las enviaría a su correo y se marchó, avisando que podían quedarse un poco más o irse. Se decantaron por la segunda y recogieron sus cosas en silencio, encogiéndose de hombros ante la vista de su ropa desordenada y horrible.
—¿Qué quieres «desayuno-almorzar»? —SeokJin preguntó, mientras caminaban y salían de la playa. —Vi algo así como un restaurante de mariscos cuando veníamos.
—¿Esta muy lejos?
El alfa negó.
—Lo vi casi llegando. —SeokJin acotó. JiMin se mordió un labio.
—Podemos ir.
El Omega sonrió y SeokJin se encogió de hombros, tomándolo de la mano para apurarlo hasta el auto. Aunque sabía la razón, JiMin no pudo evitar sentir bonito por eso, eso que se reducía al simple contacto y el calor de sus manos juntas para dejarse guiar a través de la arena que hacía torpe sus pasos con los zapatos; alejando las dudas crecientes por esa sensación imprevista, se permitió pensar en cualquier otra cosa, así como el sonido de las olas rompiendo en la orilla y el característico ruido de un par de gaviotas, mientras entraba en el asiento del copiloto y SeokJin se sentaba en el suyo, encendiendo el auto y poniéndolos en marcha.
«No muy lejos» JiMin pensó, tras un rato, era definitivamente no muy lejos. No estaba seguro de si habían pasado siquiera veinte minutos cuando se detuvieron y miró por la ventana, captando los detalles del restaurante de mariscos del que el alfa había hablado. Era un local mediano, con las paredes exteriores de concreto pintadas de azul celeste y la puerta bordeada con líneas de pintura blanca que la hacían muy atractiva a la vista; el lugar, además, tenía un pequeño cartel sujetado por finas y elegantes cuerdas que decía: «Profundidades exquisitas» con una sorprendente caligrafía y rodeada por conchas marinas de todos los colores y una red de pesca falsa y pequeña. A pesar de lo poco ingenioso o bonito del nombre, JiMin sonrió, abriendo la puerta justo cuando SeokJin lo hizo de su lado.
Al bajar, el alfa volvió a ponerse el saco sobre un hombro y se sacudió el pelo descuidadamente con la otra, lo que provocó que, al pasar una ancianita se les quedara mirando. JiMin sabía que sus aspectos no eran los mejores, pero no esperaba que la señora se acercara con una sonrisa y tomara la mano de SeokJin, palpándole con sus arrugados dedos un momento antes de separarse.
—Para ti, querido. —Dijo con voz temblorosa de viejita muy viejita, acariciándole la mejilla a SeokJin. El alfa frunció el ceño. —No te rindas, las cosas mejorarán. Aún eres joven.
Cuando se alejó y desapareció sin una palabra más, SeokJin abrió la mano que la viejita le había palpado y reveló una única y bien cuidada moneda.
JiMin reventó en una carcajada.
—¿Qué no está viendo el auto? ¿Mi ropa? —SeokJin habló, sin decírselo a nadie en particular. —¡Este auto vale lo equivalente a cinco apartamentos! —Exhaló un suspiro indignado. —Mi ropa es auténtica Dolce & Gabbana, entonces, ¿Para que se supondría que quisiera yo una moneda? Si va a hacer caridad dé un billete, ¡Con una moneda no se puede comprar nada!
¿Como había ascendido del costo excesivo de sus cosas a hablar sobre lo injusto de darle solo una moneda? JiMin no tenía ni idea. En absoluto, su cabeza estaba en blanco y le dolía el estómago de una manera desagradable por toda la risa que estaba tratando pobremente de ocultar.
Simplemente, era demasiado gracioso.
Sacudió la cabeza, observó con suavidad a SeokJin y le acarició el brazo, apretando sin fuerza los dedos alrededor de su muñeca al final de un largo recorrido de su mano en un toque suave que buscaba ser tranquilizador. Él bufó, guardo la moneda en su bolsillo y camino al restaurante con largas zancadas, arrastrándolo detrás de sí.
Vamos, que JiMin aún estaba riéndose.
Un beta los atendió al entrar, mirándolos con los ojos abiertos de par en par, luego esbozó una sonrisa cálida, quizás acostumbrado a ver personas así todos los días. Los guío a una mesa y espero hasta que decidieron antes de partir a la cocina.
Sentados frente a frente, SeokJin gruñó. —Deberías dejar de reír, eso no fue gracioso. De ninguna manera, tengo cara de vagabundo.
—No sé. —Burló. —Tal vez un poco de tierra en la cara cambiaría mi perspectiva.
El alfa jadeó.
—¡Hey!
Un latido paso.
Ambos reventaron en carcajadas.
Si algunas personas habían volteado a verlos, no era algo de lo que se hayan dado cuenta realmente, concentrados en aplacar la risa, aún cuando las sonrisas se quedaron ahí, estáticas en sus labios. Se mantuvieron un largo instante en silencio, un silencio que no era incómodo, si no todo lo contrario. Era un momento tranquilo, divertido y en el cual sus manos se juntaron a través de la mesa antes de que se dieran cuenta.
JiMin miro eso, la unión de sus dedos entrelazados y ladeo la cabeza, dejándose llevar por las emociones encontradas que hacían esto mucho mejor. Esto, cuando solo estaban mirándose, sujetándose de las manos y esperando.
¿Esperando qué, verdaderamente? No lo sabía.
Pero iba a averiguarlo.
Suspiró profundamente. —Quiero mi cita mañana.
SeokJin alzó ambas cejas, algo entre sorpresa y confusión cruzando su mirada lo suficientemente rápido como para que no pudiera comprenderlo. Tampoco iba a pensar en eso ahora. Ahora, quería otra cosa.
Quería esto.
Este preámbulo a una cosa maravillosa, que alzaba la expectación como no lo había hecho antes.
El mar azul que eran los ojos del alfa se oscurecieron.
—¿A dónde quieres ir?
JiMin sonrió. —A mi casa.
—¿Tu casa? —Preguntó. Su voz teñida de sensualidad. —Eso es interesante, considerando la segunda regla, ¿No?
—Sí. —Gimió malintencionadamente. —No quiero salir y ya que me dejas elegir, debería aprovecharlo.
—Bien, no me parece mal de ninguna forma.
El preámbulo, JiMin pensó, estaba cargado de hambre, ansia y una avalancha de expectativas. Un hambre que ya conocía y que quería saciar, un ansia salvaje que estaba volviendo sus dedos un mar de cosquillas y una avalancha de expectativas que, con solo ver la sonrisa del otro, el Omega se estremeció, consciente de que iban a ser cumplidas.
No podía esperar.
▪▫❤▫▪
La segunda cita se divide en tres partes ya que wattloco no me deja exceder de las cinco mil palabras por capítulo 🙆. Aviso que iba a subir este y la primera parte de la cita hoy y las otras después, pero la nominación de Bangtan a los grammy me ha puesto de muy buen humor, así que tendrán un maratón y toda la cita completa.
Maratón 1/4.
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