30: Fantasía
Parecía una fantasía.
Desde la forma en la que sostenía su mano con cariño, hasta la manera en la que estaban acercándose más al mar, hundiendo los pies desnudos en el suave abrazo de las olas que llegaban destruidas a la orilla de arena pintada de gris por las luces de la Luna.
JiMin no quiso agacharse para evitar que el calor desapareciera, pero mientras se hundían en la extensión oscura y abundante de agua, fue un inevitable impulso agacharse, remangarse los pantalones hasta más arriba de las rodillas y desabrocharse los botones de la camisa. Kim SeokJin hizo lo mismo con los pantalones, más por su lado, se arremangó las mangas largas de la camisa hasta más allá de los codos y el Omega casi jadea cuando volvió a tomar su mano como una respuesta inconsciente de su cercanía.
Era fantasioso. Tan falso y verdadero al mismo tiempo que parecía ridículo.
A JiMin le comenzaba a gustar que el mundo fuera así de ridículo.
-¿Cómo quieres hacer esto? -Preguntó. JiMin hizo un ruidito pensativo.
-No sé, supongo que poco a poco. Experimentarlo.
-¿Experimentar?
SeokJin se detuvo, miró el mar más allá y el lugar donde estaban; desde allí, el agua le llegaba a JiMin hasta la mitad del tobillo y al alfa le cubría los pies, haciendo más notoria la diferencia de estaturas. Tras ese cómodo momento en silencio, Kim SeokJin sonrió, le jalo la mano y retrocedió casi corriendo hasta el mar, hundiéndolos en la marea extrañamente calmada de esa noche.
JiMin gritó, asustado: -¡¿Qué haces?!
-Tú dijiste experimentar. -Rió. -Hagamos eso.
Sostuvo sus piernas de la cintura del otro, apoyándose con las manos en sus hombros largos y fuertes bajo la camisa que se le empapó por las olas que golpeaban contra ellos. Era extraño. El agua hacia que la camisa le flotara alrededor y los pantalones se sintieran ligeros, casi fuera de su cuerpo. Hacia frío, soportable, pero estaba presente y, con el pecho desnudo por haber desabotonado su camisa antes, a JiMin se le pusieron los pezones duros y se estremeció, sintiendo el contraste de su piel caliente contra el agua fría en esa fracción de segundo hasta que se acostumbro. Entonces, SeokJin paseo las manos sobre su piel, ascendiendo por la cintura y apretando en la cadera, con los dedos salvajes, sensuales y le besó en el cuello, dejando la lengua fluir por el largo de su garganta.
-SeokJin. -Llamó confundido.
SeokJin le apretó un pezón con una mano, se separó para mirarlo y gruñó con una sonrisa estirando sus labios, los ojos zafiros oscuros e incendiados en aplastante deseo, algo malvado brillando en cada uno.
-¿Qué?
JiMin gimió. -Aquí no.
-¿Por qué? -Preguntó, haciendo el amago de soltarlo.
-¿Y si alguien nos ve?
-¿Quién nos va a ver? -Soltó una carcajada. -¿Una sirena?
JiMin sacudió la cabeza. -Ella dijo que habían más personas.
SeokJin rodó los ojos, dio una vuelta en el agua y le rodeó con los brazos la espalda, empujándolo hacia adelante hasta que el espacio fue nulo y estaban apretados difícilmente. El alfa sonrió divertido y JiMin abrió los ojos de par en par, a punto de negar inútilmente antes de que SeokJin los hundiera bajo el mar.
Le golpeó en el pecho, intento salir y se ahogó en la repentina zambullida, pero el otro no lo soltó. JiMin inhaló por la nariz en una cosa tonta y tosió, dándole al alfa un golpe tremendo en el hombro que hizo que emergiera.
El Omega arrastro el pelo mojado fuera de su cara, frunciendo el ceño.
-¡Debes avisarme! -Lloriqueó. -Casi me ahogo.
-Estoy aquí para ti. -Dijo, poniéndole ambas manos en la cara para lograr que lo mirara. -Confía en mí, no voy a dejar que nada te pase.
-Pero...-
Él le acarició la mejilla con los dedos húmedos y fríos. Sonriendo. -¿Confías en mí? -Preguntó. -¿Puedes?
Era como un ejercicio de confianza. JiMin pensó, que SeokJin quería probar algo. Algo, entre ellos, algo solo por ambos.
Suspiró profundamente, tomo todo el aire que pudo en sus pulmones y dejó que el otro le cerrara los ojos con dedos suaves y fantasiosos. Volvieron a hundirse y está vez, JiMin no estaba ahogándose, pues estaba preparado para esto, para estar bajo el peso de la incertidumbre con solo SeokJin para sostenerlo, y lo entendió, entendió la fe ciega que necesitaba para permitirse ser guiado, para apoyarse en alguien más.
Al salir a la superficie, el Omega sonrió, le dio un beso y se aferró con fuerza al cuerpo que resbaló las manos astutas por su cintura y lo separó levemente, para poder respirar sobre su boca entreabierta. Kim SeokJin correspondió la sonrisa y se quitó el pelo de los ojos, inclinándolo hacia atrás con una elegancia sensual.
-Hagámoslo de nuevo, pero esta vez abre los ojos cuando te toque la cara.
JiMin se sonrojó estúpidamente. -No puedo hacer eso, nunca aprendí.
-Si puedes. -Alentó. JiMin dudó. -Tú puedes, vamos. Te ayudaré.
Tragó. -Vale.
La siguiente zambullida fue nerviosa, con los ojos apretados con fuerza y los dedos ansiosos sosteniendo el cuello de la camisa del alfa, casi blancos por el paso impedido de la sangre. JiMin estaba a punto de temblar por el miedo, pensando en las mil y un maneras en las que intentarlo podía doler, podía herirlo...
Más no lo descubriría si no lo hacía.
JiMin se relajó, consciente de lo que SeokJin estaba experimentando. Él quería saber si era lo suficientemente valiente como para abrir los ojos a todo ello que siempre lo había aterrado. Quería saber qué tan dispuesto estaba a hacerlo, a enfrentarlo y superarlo con gracia, incluso si temía a lo que se encontraría.
A la verdad que vería de sí mismo.
Cuando los dedos ligeros rozaron su cara, volvió a ponerse rígido y trago la saliva acumulada en su boca, inseguro, asustado por lo que podría pasar. Pero SeokJin seguía ahí, esperando por él con paciencia, con calma. No importaba el agua alrededor, el frío o lo incómodo de aguantar la respiración, lo que realmente le importaba era saber que estaba ahí, que no se iría y lo apoyaría en cada paso, compartiendo el dolor, sobrellevándolo. Juntos. JiMin no tenía porque hacerlo solo, como siempre que tomaba un poco de impulso para ver esa parte de sí mismo; ya no tenía que acobardarse porque nadie estuviera para sostener su mano si caía en un pozo del que no se creía capaz de salir.
Debido a que ahora estaba; en este instante, tenía a alguien.
«SeokJin».
JiMin forzó su cuerpo a relajarse, tembló y aferró las manos con más fuerza si era posible de la ropa del otro, temiendo aún cuando hizo el colosal intento de abrir los ojos. Al conseguirlo, el escozor fue horrible. Era un picor odioso, incómodo, que con cada pequeña ondulación en el agua obligaba sus párpados a descender un poco, como si el agua estuviera tratando de cerrar sus ojos a la fuerza, como si no quisiera que mirara.
Por todos los cielos, ardía. Ardía mucho.
Sentía pequeños pinchazos, atacando, hundiéndose dolorosamente y casi gime, reprimiéndose por la poca resistencia bajo el agua que le quedaba.
SeokJin hizo que lo mirara, también con los ojos abiertos y sonriéndole tomo su barbilla con los dedos y presionó a la derecha, guiándolo entre el escozor. JiMin no sabía que se suponía que quería que viera entre todas esas sensaciones aplastantes que le oprimían el pecho. No sabía que deseaba mostrarle cuando él estaba lastimándose tanto.
Pero lo vio.
El rayo de luz de la luna plateada atravesaba el agua e iluminaba un mínimo trozo del fondo marino que, con algas extendiéndose hacia arriba y ondeando por la corriente, grandes piedras rosadas y verdosas, y un banco de peces pequeñísimos danzando y jugueteando sin notar su presencia, fue lo más hermoso que JiMin había visto en su vida. Era simplemente maravilloso, era sencillo, pero tan extraordinario al mismo tiempo que solo podía catalogarse de fantasía pura, porque algo tan hermoso no podía ser tan sencillo.
JiMin se lamentó cuando emergieron, incluso cuando el dolor mermó y a pesar del recuerdo que quedaría persistente en su cabeza de lo mucho que había estado apretado su pecho al principio de la zambullida. Sin embargo, siendo sincero, si tenía que volver a pasar por ese momento tan efímero de dolor, para volver a ver algo tan asombroso, definitivamente estaba dispuesto.
Park JiMin, llámenle loco, estaba dispuesto cien por ciento.
Así que lo comprendió, por todos los demonios, que lo hizo. Entendió la idea de todo esto, de dejarse llevar, de confiar. Supo por lo que tendría que pasar, pero no importaban los baches en el camino si llevaba a observar esa misma belleza en sí mismo.
Cuando el Omega giro a ver al alfa con una sonrisa brillante, no se necesitaron palabras, solo sonrisas, un abrazo más grande y besos. Besos que los llevaron a recorrer con las manos el cuerpo contrario en un arranque repentino de pasión. No había lujuria, no había intención de ir más allá, solo esperanzas de besarse hasta no poder respirar, la boca se les hinchara y se congelarán de frío. Quizás lo último estaba en plan de suceder, mientras se devoraban el uno al otro, metiendo la lengua, jalando con los dientes, sin prestarle atención a la hora y el lugar donde se encontraban.
Hasta cierto punto.
JiMin detuvo el beso con lentitud, sonriendo y le frotó a SeokJin los hombros por sobre la camisa.
-Deberíamos volver, me estoy muriendo de frío.
SeokJin asintió. -Creo que algo me rozo la pierna.
-¡¿Qué?! -JiMin preguntó, palideciendo.
-Era broma. -Rió. -Volvamos.
Nadaron juntos hasta la orilla y suspiraron al poner un pie en la arena seca, corriendo al tenderete.
-Uh, que cruel. Eso fue horrible, no gracioso. -El Omega murmuró, dejando sus pisadas húmedas hundirse en cada paso que daba mientras se calentaba con las manos los brazos.
SeokJin miró hacia el mar, luego observó su pierna. Al final sí había sentido algo rozándole, pero JiMin no tenía porque saberlo. No ahora, por lo menos; así que anduvo hasta el tenderete con el Omega, sin decir una palabra.
JiMin se secó con una toalla que estaba cerca de la mesa y sacudió la cabeza para quitarse un poco de la humedad del pelo, sintiendo la ropa pegándose a su cuerpo y escurriendo agua que empapaba la arena bajo sus pies. Se giró y le pasó la toalla a SeokJin por los hombros, secándolo poco a poco y ascendiendo por el largo de su garganta, paseando por el cuello y la pequeña porción visible de las clavículas, después la llevó a la cara y el pelo con lentitud, quizás por demasiado tiempo, tal vez con demasiada suavidad y eso provocó la repentina subida de la temperatura, la necesidad creciente y burbujeante que aunado al picor en la boca le hizo suspirar, excesivamente cerca, de los labios contrarios que, fieros y apasionados, no aguantaron un segundo antes de acunarse en los suyos, con un ritmo eléctrico y voraz, rebosante de hambre y algo más. Un algo más que, presente y fuerte, consiguió que el alfa apretara las manos en sus caderas, empujándolo contra su cuerpo en un veloz y salvaje movimiento.
El alfa le hizo retroceder y ambos cayeron torpemente sobre la acumulación de almohadas sobre una manta que habían notado desde que llegaron; juntos, con la boca en la del otro de una manera que resultaba imposible luego de haberse besado tanto antes. Y estaban otra vez ahí, en ese punto en que se besaban sin razón y no importaba porque se sentía bien, a pesar de lo poco que habían tardado en volver a esto, incluso cuando parecían un par de recién casados que no podían mantenerse lejos del otro sin tocarse.
Al parar de besarse, al separarse al fin, JiMin sonrió mientras SeokJin se deslizaba a su lado, con el pecho subiendo errático con cada respiración deliciosamente forzosa. Desde la posición que les otorgaba el montón de almohadones el tenderete no era lo suficientemente grande como para cubrir el cielo, un cielo oscuro que estaba cubierto de una infinidad de estrellas brillantes y espectaculares que adornaban la vista.
SeokJin suspiró con alivio, diciendo: -Este es uno de mis mejores cumpleaños.
JiMin se rió sin aliento.
-Me alegro de que te gustara. -Habló suavemente. -De verdad.
El alfa lo miró, los ojos apacibles claros y visibles por los faroles encendidos en las cuatro esquinas del tenderete, y la boca estirándose en una sonrisa engreída.
-Quiero probar algo hoy, ¿Sabes? -Confesó, hundiendo una mano por la extensión de pecho desnudo que la camisa que había olvidado abotonarse le dejaba. JiMin hizo un puchero. -Prometo que no vamos a hacer algo que le moleste a las sirenas.
JiMin se relajó con la aclaración, dejando que SeokJin volviera a estar encima de él, abriéndole las piernas para acomodarse mejor. El alfa le acarició un pezón con suavidad y se humedeció los labios, agachándose hacia su oído.
-Serán tres ejercicios sencillos, tú solo cierra los ojos y siente. -Dijo.
JiMin acató.
Con los ojos cerrados, podía escuchar la respiración de SeokJin y sentir hasta el más pequeño movimiento de su pecho al inhalar y al exhalar. De este modo, se sentía más vulnerable y expuesto que si estuviera desnudo y, a merced de las manos expertas del otro, gimió de placer al primer toque de la mano helada en su cuello, apretando poco, pero lo suficientemente para mantenerlo en su sitio incluso si se moviera. La otra mano le acarició el pecho de forma dura, rasgando con las puntas de los dedos sin uñas la carne, haciendo un camino hasta la cintura de su pantalón de vestir.
Por todos los cielos, eso se sentía muy bien. Se sentía travieso y maravilloso, sensual. Se sentía fantasioso y casi perfecto.
Casi.
«Uno».
SeokJin deslizó la mano astuta sobre su pantalón, tocándole la polla con suavidad; estaba semierecto, su cuerpo comenzando con pequeños espasmos ocasionales por el inicio de la ardiente sensación punzando en su vientre. Sin embargo, eso no logro satisfacer lo que sea que SeokJin quería lograr, porque soltó un gruñido, retiro la mano y lo puso boca abajo entre las almohadas, presionando su cuerpo contra él, sin aplastarlo, pero haciendo notar con ahínco su presencia dura, bestial. Ahí, sobre él, empujó, simulando una estocada certera y brutal, antes de colocar la mano en su pecho por debajo, serpenteando por su piel y despertando su carne ansiosa con sus toques que utilizaban una caliente palma delicada, más portando la brusquedad que tanto le gustaba con una gracia exquisita.
En ese instante, se puso duro a más no poder y gimió, intentando restregarse contra el cuerpo humano más grande que se situaba sobre él con elegancia depredadora. Frustrado por no conseguirlo, chillo como un animalito, jadeando con la cabeza enterrada en un almohadón cualquiera. Entonces, Kim SeokJin le tocó, metiendo la mano dentro de su pantalón y palpándole el culo sin atisbo de dulzura.
Le encantó, pero seguía sin ser lo que SeokJin quería.
«Dos».
-Muy bien, último ejercicio. -Proclamó, volteándolo de nuevo sobre su espalda. JiMin no abrió los ojos. -Vamos, bonito. Muéstrame que te gusta.
SeokJin deslizó la mano otra vez, en una incursión por la curvada línea de su culo y su espalda, rozando por dentro de la camisa con un dedo sudoroso.
-¿Umh? -SeokJin gruñó.
La voz alfa hizo estragos en JiMin y se sonrojo, consciente de la repentina liberación de una cantidad excesiva de lubricante natural de su culo y el incremento bestial de feromonas sexuales con aroma a canela que se extendió por todos lados.
SeokJin se rió con ganas, una risa ronca y baja, que demostraba que él también estaba afectándole.
-Uh, eso me encanta. -Dijo. -¿Lo sientes? La forma en la que esto te gusta, te vuelve loco.
Obligado a contestar, respondió: -Sí. -; en un gemido quedo y cortito.
Esto definitivamente lo volvía loco, la manera en la que sus manos, su presencia y sobre todo, su voz, le calentaban tanto, con las piernas húmedas a la altura de los muslos por el lubricante que se deslizaba y la boca seca por la perdida de aliento inevitable debido al brío de su pasión. Una pasión irrevocable, ardiente y burbujeante que corría y se llevaba a su corazón a la alocada carrera sin permiso, haciendo que latiera tan presuroso que sentía que saldría como una bala de su pecho. Desbocado.
Dios, era perfecto. Simplemente perfecto.
«Tres».
-Sería un horror desperdiciar lo lubricado que estás, ¿Verdad? -Burló. JiMin abrió los vidriosos ojos, observándolo desde abajo. -Si pudieras ver lo que yo veo. Es tan lindo, tan sublime... -JiMin tomo una respiración temblorosa. SeokJin rugió. -Tan mío.
Uh, ahí estaba. Su corazón se había ido, entregado e ilusionado se fue y JiMin casi podía verlo en las manos de SeokJin, detenido, feliz de su nuevo hogar. También sentía que su Omega estaba saltando, agitando su imaginaria cola de un frenético lado a otro. ¡Contento! ¡Enamorado! Su Omega gritaba de todo, de todas las maneras posibles.
Porque le gustaba pertenecer a este alfa. Amaba, ser suyo.
-SeokJin. -Jadeó, sin voz.
El alfa se rió, le besó con aquellos labios exigentes en una cosa mínima, demasiado pequeña y se apartó hacia atrás en la manta, apoyándose de los codos para mantener el abdomen erguido hacia él.
-No hay que perturbar más a las sirenas que nos observan, he terminado lo que estaba comprobando.
JiMin se levantó en sus rodillas, ladeando la cabeza con suavidad. -¿Sí? -Preguntó. Gateó hacia el alfa, frunciendo el ceño por la necesidad primaria que no estaba siendo atendida. -¿Qué cosa?
-Lo que te gusta de verdad. Nunca había tenido realmente claro si era el hecho de estar bajo dominio o la voz. -Explicó, sosteniendo sus manos de su cadera cuando se alzó sobre su cuerpo. -Son las dos cosas, al final. Simplemente, una es mejor para ti que otra.
-Ah, así que era eso. -Suspiró. -¿Pero podríamos, ya sabes, indagar más?
Estaba siendo atrevido; travieso en una forma descomunal, más la sensación se sentía bien. Se sentía maravillosa, sobre todo si ayudaba a que consiguiera lo que estaba pidiendo. Quería manos, quería besos. Quería a SeokJin. Esta era la misma ansia que siempre sentía a su lado, imposible de contener, de apresar en su pequeño cuerpo con solo una excusa tonta.
SeokJin se rió. -Te preocupaba algo, ¿Recuerdas?
Ahora ya no importaba quien pudiera verlos, JiMin divertidamente pensó. No importaba nada, ni nadie más que ellos dos, más que las manos sudorosas del Omega que se arrastraron por los hombros cubiertos por la camisa húmeda de SeokJin y la repentina ráfaga de lujuria que hizo que el alfa lo restregara contra su regazo, afianzado con fuerza los dedos de ambas manos contra su carne deseosa.
Oh, oh. Eso se sentía bien de esa manera, lento pero no faltante del éxtasis antes del sexo. Sí, una promesa de delicioso placer que avanzaron con un beso, bocas devorándose que, lejos de lo vulgar que pudiera parecer, resultaba en un elegante baile de lenguas hambrientas y labios impacientes. JiMin ya no era capaz de recordar la cantidad de veces que se habían besado ese día o cuántos encuentros habían tenido sus labios en choques violentos con los otros. Sencillamente, no lo sabía. No tenía ni idea y su cabeza embotada no estaba haciendo ningún esfuerzo por recordarlo mientras su cuerpo disfrutaba de los temblores iniciales del anhelo que pujaba y lo sacudía.
SeokJin bajo la boca húmeda, le chupo en el cuello y mordió.
Mordió tan tenaz y potente que JiMin pegó un respingo, sobresaltado.
-Uh. -Quejumbró.
El alfa alzó los ojos para verlo y entonces se miraron con profundidad, sin hacer nada más, porque las manos se detuvieron y los pechos jadeaban por glorioso aire.
Y empezaron a reír, como un par de locos. Histéricos. Solo estaban riéndose sin razón, con el Omega encima del regazo del otro, y no había porque haber una causa para ser felices en ese momento. No siempre se podía sonreír con causas, eso era evidente.
A veces era bueno reír por reír.
Reír porque estaban juntos así después de un tiempo martirizante. Reír, porque podían revelarse tal y como eran y confesarse cualquier cosa el uno al otro y no había que avergonzarse por eso. Reír era bueno, al final. No había que considerar nada al reír, solo expresar la pura felicidad que se expande en el pecho y alegra el cuerpo, nada más; y JiMin lo disfrutó, incluso si esto parecía tan irreal, tan imposible.
Tan fantasioso.
Incluso, si parecía ser una fantasía completa, disfrutó cada segundo.
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